Subes la escalera de mármol hacia el balcón del castillo. Sus fauces abiertas son como las de una bestia de Óratran, con un paladar negro incrustado de gemas plateadas. El aullido de su garganta te reclama para devorarte.

Lo que ves en realidad es el cielo y el aullido es el clamor de las Viajeras que, más allá de la baranda, festejan que serás su líder. Todavía sientes las horas de entrenamiento y meditación necesarias para recibir la diadema. El destello infinito toca tu frente, mostrándote parte del Multiverso: la Biblioteca Coleccionista, que abduce a los que van más allá de las puertas abiertas por las historias; el Concejo de los Macroelementales, padres y madres de las fuerzas de las Tierras; la mirada colosal de los Antiguos; los Guardianes Arcoíris; mundos con humanoides alados; naves reptilianas; las Guardianas, avatares inmensos y vigilantes; las ciudades cósmicas de las Hélix; las transformaciones y gestas de los Eónidas; y, en cada mundo y dimensión, la chispa, el potencial, aguardando. Como las Viajeras, que al verte te saludan con el sello del portal. Exploradoras, protectoras y sanadoras; guerreras, maestras y alumnas, todas necesarias en un multicosmos casi inabarcable esperan que su reina Arcania, la Oscura, y el Concejo de las Brújulas las guíen. ¿Quién lo hubiera pensado?

***

En tiempos remotos, muchas te rechazaron.

-No confío en ella -dijo Waira, la morena.

-Yo sí -afirmó la reina Astrid-. ¿Me estás cuestionando?

-No, mi reina. -La imaginaste haciendo una reverencia, mientras las escuchabas desde tu escondite-. Sólo pienso que, tarde o temprano, nos traicionará.

***

Lunas y soles en el Castillo de las Viajeras. Astrid acababa de elegirte como candidata a reina de las Viajeras. La miraste sorprendida y sin aliento le preguntaste:

-¿Por qué fui escogida?

-Porque has transitado las sombras más profundas y eso te permite reconocer la luz más excelsa.

***

Frente a las miles de Viajeras, con el Concejo de las Brújulas a tus espaldas, sientes el pulso de la oscuridad, el báculo en tu mano y a las tinieblas abrazándote. Sonríes y por un instante ves a tu reino umbroso, pero lo dejas ir. Escuchas las risas de tus alumnas y quieres una porción del pastel que van a servir.