Elegido por el Dios del Este
Existen muchas formas en las que nace un nuevo dios. No importa su procedencia, sus recursos o linaje, mas, a veces, la bendición de un dios puede influir.
El emperador recordó una ocasión que, si bien se había repetido en ocasiones con el paso del los años, él presenció de inicio a fin.
Una vez que terminó su labor en el palacio, el emperador descendió a las tierras inferiores para refrescar su mente. ¿Cómo podían los humanos ignorar la belleza del cielo que se alzaba sobre ellos? Se preguntaba por qué dedicaban toda su atención a sus rutinas monótonas, repitiéndolas sin cansancio día con día.
Bueno, entendía que muchos no tenían alternativa, sin embargo, le costaba aceptar que nadie alzara la mirada, ni siquiera para disfrutar de la reconfortante brisa que acariciaba sus cuerpos cansados.
Invisible a los ojos humanos, caminó entre la multitud sin ningún apuro.
No pasó mucho tiempo antes de que un alboroto llamara su atención, pues vio que, desde una casa de buen estatus, salía y entraba gente muy alterada.
Este espectáculo llamó su atención. Curioso, el emperador se acercó y descubrió que la primera esposa del líder de la familia estaba a punto de dar a luz. No obstante, algo parecía fuera de lo común, ¿por qué tanto movimiento?
El parto estaba teniendo complicaciones evidentes, aunque no se acercó a la habitación, pudo escuchar los ansiosos murmullos de los médicos. Lo que más le sorprendió, fue descubrir que la criatura llevaba un año en el vientre materno. ¿Cómo era eso posible?
El emperador supo de inmediato que aquel niño o niña que estaba por nacer no sería un humano corriente, sino alguien con posibilidades únicas, otorgados tanto por la tierra como por los cielos. En circunstancias tan excepcionales como esta, nunca se sabría si esto era una bendición o una maldición, al final, el destino del pequeño dependería de su fuerza de voluntad.
Esperó paciente unas horas a que el alboroto terminara, con la esperanza de que todo saliera bien y que, tanto el bebé como la madre, pudieran resistir.
La luz celestial que su sola presencia emitía, ayudó a que sus deseos se cumplieran.
Al caer la noche, los gritos y el ajetreo cesaron. Madre e hijo estaban a salvo. Sin embargo, no fue hasta la madrugada que los familiares y médicos dejaron de entrar y salir de la residencia.
Finalmente, el emperador consideró que era el momento correcto para acercarse al recién nacido. «Como lo suponía», reflexionó al verlo. «Este pequeño fue bendecido por el Dios del Este. Sin embargo... ¿Por qué necesita un héroe tan joven? No me ha dicho nada al respecto».
La región del este, bajo la protección del dios que llevaba su nombre, contaba con guardianes y dioses menores, quienes lo ayudaban a mantener esa región segura y vigilada, ¿qué motivo lo había llevado a bendecir a un humano excepcional?
La curiosidad lo llevó a abandonar de inmediato la residencia, ascendiendo hacia el Palacio del Este. Atravesó nubes y montañas, tan altas como los cielos.
El emperador fue muy bien recibido por dioses menores del Palacio del Este, que era un lugar magnífico, repleto de decoraciones, con fuentes que albergaban lotos de un blanco puro y casi translúcido, árboles de ciruelo en flor eterna, y el aire estaba impregnado de un suave aroma a incienso.
Allí tuvo una reunión con el Dios del Este, cuya apariencia juvenil, era muy diferente a sus cuatrocientos años de conocimiento.
En esta conversación, todo quedó aclarado.
La región del este estaba a punto de sufrir una catástrofe, quizás dentro de quince años, o quizás dentro de veinte. Para un dios, este tiempo no significa nada, la catástrofe estaba a la vuelta de la esquina. Por ende, y al ver que no había ningún humano capacitado o con aptitudes para liderar cuando la catástrofe se desatara, el Dios del Este había bendecido al niño para prepararlo como protector, pues ni él ni sus ayudantes podrían contener el poder que los amenazaría.
—Necesitarás un maestro que le enseñe—comentó el emperador—. Alguien que le inculque liderazgo, paciencia, humildad y empatía. Quizás un cultivador experimentado.
—Sí, Su Alteza—respondió el Dios del Este—. He considerado a dos taoístas dignos, respetados y honestos. No obstante, permitiré que el destino decida cuál será su mentor. Confío en que el este estará a salvo cuando llegue el momento.
Con la información en mente y estando de acuerdo con las decisiones del Dios, el emperador regresó a su palacio.
Los años pasaron, hasta que, dos décadas después, una gran catástrofe azotó la región del este. Las víctimas habían sido escasas, pues un joven héroe, criado con amor y sabiduría, había guiado a su pueblo hacia la salvación. Ese joven, marcado desde su nacimiento, era ahora un candidato a inmortal.
Un futuro dios qué él mismo quería ver ascender.
En el mundo hay muchas historias que no conocemos, algunas son increíbles, otras demasiado aburridas por su credibilidad, pero ¿cuáles serán ciertas? ¿Cuáles no lo son?
Este emperador lo sabe, mientras que, para nosotros, decidir en creer o no, está en nosotros.
Quizá la esperanza de que algunas historias sean reales, es lo que nos mantiene la ilusión e imaginación despierta. Quizás, esa esperanza guía nuestros pasos en medio de la incertidumbre, brindándonos algo en lo que creer, aunque sea solo por un momento.
¡Ojalá que les haya gustado este pequeño cuento! Les mando un fuerte abrazo, gracias por estar aquí presentes n.n 💖
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