No aceptes dulces de extraños
No sé si saben, pero esta es una leyenda conocida en Estados Unidos ¿Es verdad? no lo sé… pero se la cuentan a todos los niños para que aprendan a no comer dulces de extraños…
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Halloween es mi festividad favorita… más que navidad, más que acción de gracias. Amo disfrazarme de princesas, amo decorar mi casa con diferentes temáticas cada año. Halloween es genial, porque es el único día en que puedes vestirte de algo completamente loco y no serás juzgado…
Pero esa alegría se esfumó el día que fui víctima de algo realmente aterrador. Desde ese día, ya no volví a disfrutar de Halloween como antes, porque me recordaba algo que me dio pesadillas durante mucho tiempo.
Hace diez años, un treinta y uno de octubre, mis amigos y yo salimos a las ocho de la noche a pedir dulces. Nos estábamos divirtiendo tanto. Ese día había decidido disfrazarme de Blancanieves, mi amigo Raúl se disfrazó del capitán Garfio, mi amiga Greta de La Sirenita y Jhonny de Superman.
Las calles estaban repletas de personas pidiendo dulces. Se escuchaban las risas, gritos de espanto por algún bromista asustando a alguien, y todas las casas estaban decoradas con fantasmas, arañas, zombies y cualquier otra cosa aterradora.
¿Qué puedo decir? Mi vecindario se toma muy enserio la festividad.
Ya eran casi las diez de la noche y ya nuestras calabazas estaban llenas de dulces a más no poder. Habíamos decidido terminar Halloween viendo una peli de terror en mi casa. Este es el único día en que mamá me deja acostarme tarde viendo ese tipo de películas. Nuestro plan era perfecto hasta que…
—Cortemos camino por la calle Grimsby —dijo Greta.
La calle Grimsby es una calle muy peculiar. Nadie quería vivir ahí ¿Sábes por qué? pues porque tenía como patio trasero el cementerio.
Todos accedimos a tomar ese camino, después de todo no héramos los únicos que lo hacían.
El lugar estaba oscuro, las pocas luces que iluminaban la calle no resultaban de mucha ayuda. La niebla invadía el lugar como si fuese un pequeño micro clima. El silencioso llegaba a ser aterrador.
—Hola niños —la voz de un anciano nos asustó.
Cuando volteamos a ver, vimos que se trataba de un anciano un tanto decrépito. Su ropa era antigua. Traía una boina que escondía debajo su cabello desaliñado y completamente blanco por las canas. Su mirada era oscura y aterradora… ese hombre me daba escalofríos.
—¿Qué tal Halloween? Tengo dulces en casa ¿Quieren tomar algunos?
Nos miramos un tanto desconfiados, jamás lo habíamos visto por el vecindario…
—Tengo galletas con helado, y galletas con chispas de chocolate —volvió a decir y esta vez nos convenció.
Extrañamente vimos que su casa quedaba en la calle Grimsby, justo al final de la misma. No tenía ni idea de que viviera alguien aquí.
Al llegar a su casa notamos que estaba completamente oscura y no tenía ninguna decoración. Lo esperamos en la puerta de entrada. No demoró mucho en salir. En sus manos traía una caja de dulces con las galletas que nos prometió más otros tipos de dulces.
—Coman niños, coman —nos insistió mientras tenía una sonrisa un tanto aterradora y retorcida.
Solo Jhonny comió de las galletas. Las comió con tanto gusto que incluso creí que no las estaba masticando. En cambio nosotros, estábamos llenos y saciados de tantos dulces y golosinas…
—Tenemos que irnos —dije —mamá me está llamando.
Y así salimos de ahí a toda marcha.
—¡No olviden comer mis galletas niños! ¡Están deliciosas! —nos gritaba mientras nos alejábamos de aquel lugar infernal.
Al llegar a casa, Jhonny y yo preparábamos leche para todos, mientras que Greta y Raúl preparaban el proyector para ver la peli…
De repente, Jhonny comenzó a sentir un fuerte dolor de estómago, seguido de unos gritos de dolor. Mamá, papá y mis amigos fueron a donde estábamos… No sabíamos qué le ocurría, mamá llamó la ambulancia, pero justo en ese instante Jhonny comenzó a vomitar sangre. Sangre y más sangre salía de su boca.
Todos estábamos aterrados, todos llorabámos. Mamá estaba desesperada y Jhonny entró en pánico, hasta que por fin llegó la ambulancia… pero todo fue en vano, porque Jhonny no lo logró, murió en el camino sin que pudieran saber qué le ocurría.
—¿Comieron algo fuera de lo común esa noche? —preguntó mamá cuando regresábamos del funaeral de Jhonny.
—No mamá, lo único extraño fue que un anciano nos ofreció galletas.
—¿Un anciano? ¿Galletas dices? —dijo extrañada.
Mamá corrió a mi calabaza de dulces y sacó las galletas que en ella había. A simple vista eran unas galletas caseras común y corrientes, pero cuando las partió en pedacitos vio múltiples y minis pedazos de vidrios dentro de ellas. Eran tan pequeños que no se veían bien, pero eran suficientes como para cortar en pedazos todos tus intestinos…
Mamá le avisó a la policía. Los oficiales no demoraron en llegar a la casa de aquel anciano. Pero fue demasiado tarde, ya el anciano no estaba en la casa. De hecho, no habían señales de que alguien hubiese estado viviendo ahí.
¿Habrá vivido ahí verdaderamente?
Desgraciadamente eso sirvió de lección para todos. Nunca más aceptamos dulces de extraños, nunca más caminamos por la calle Grimsby y nunca más volvimos a ver a ese anciano que se llevó la vida de nuestro querido Súper Jhonny.
¿Dejarías a tus hijos comer dulces de extraños?
Fecha de publicación : 31 de octubre
de 2023
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