Entonces vio su viejo caparazón: piel, órganos y sangre. Sabía que se había convertido en algo más. En un asqueroso ser de pesadilla, lo que siempre había dicho que temía, pero lo que siempre deseaba en secreto.

Un ser torcido y repugnante, todas las abominaciones de la humanidad él las poseía y reía.

Reía por que le llamarían inhumano, cuando él ahora representaba lo más atroz de su raza.

Reía aun sin poseer boca, se contoneaba de lado a lado, de esquina a esquina. Por qué por fin era libre. Libre de soltar su perversión sobre el mundo.

Y eso hizo, en una tormenta de violencia y excesos, terror y horror. Él podía hacerlo todo.

El inhumano pudo hacer juicio justo, pero decidió no hacerlo.

El inhumano pudo perdonar y decidió no hacerlo.

El inhumano pudo parar pero también, decidió no hacerlo.

El inhumano al final quedo solo. Entonces, después de miles de años empezó a llorar, a llorar si poseer ojos.

"De que sirve ser el reflejo torcido de una humanidad ya extinta"

Dijo sin tener una boca.

Y al final de los días. El ser inhumano decidió colgarse, manteniéndose recto ante su reino. De pie, pero sin poseer vida.

-J.P. Marines.