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Capítulo XXIV

Regimiento norte de Tiang

        En teoría, las clases de nivelación eran una instancia en la que los reclutas descansaban de todo el desgaste físico que suponía el ser un soldado conscripto. Sin embargo, el pánico se apoderó de los reclutas cuando vieron el semblante que decoraba el rostro de Yoon cuando los guio por los pasillos sinuosos del regimiento.

       Tras andar durante varios minutos por los corredores oscuros, el grupo de conscriptos se detuvo frente a un pasillo cuyo final estaba delimitado por una puerta abierta.

       一Algunos de ustedes podrán liberarse de las clases de nivelación si es que aprueban los exámenes de diagnóstico. Gramática, literatura, historia, matemáticas y ciencias. Todos los que cursaron con éxito sus últimos cursos en la escuela manejan estos temas, los mismos que aquí se abordarán. 一explicó el cabo, mientras les indicaba con un ademan a los conscriptos ingresar.

       Para Asiru y Suri las pruebas fueron un mero trámite. En menos del tiempo asignado para completarlas, ambas les entregaron al soldado docente sus exámenes, y él las recibió sorprendido, casi incrédulo.

       Cuando las chicas se retiraron del aula, Fei las observó con desprecio hasta que desaparecieron por el umbral. Sus exámenes estaban en blanco, y en la columna superior solo había escrito su nombre usando los caracteres que pertenecían a su idioma natal. El fracaso para él estaba asegurado.

[...]

       Después de las evaluaciones, se les asignaron a los reclutas tareas de apoyo en la cocina y establos. Asiru, Suri y las otras dos muchachas que cumplían su servicio voluntario, fueron derivadas a la cocina. Sin embargo los ex reclusos se vieron en la obligación de limpiar el estiércol de los kapuras y el corral de cerdos.

       Mientras Asiru y Suri cortaban las zonas podridas de las coles que se iban a incluir en el guiso, los gritos de los otros reclutas atravesaron todo el campo y llegaron a los oídos de las muchachas como si quienes los proferían estuvieran a tan solo centímetros de distancia.

       一Espero que el kapura de Lyk solo haya pateado a alguien. 一comentó Celic y luego suspiro 一. Ese animal es famoso entre los soldados por su sanguinario afán de ensartar a reclutas en su cuerno...

       Las cuatro muchachas se propinaron miradas inquisitivas, sin embargo, como la quietud retorno, volvieron a concentrarse en sus actividades. Sin embargo, la tranquilidad fue casi de inmediato interrumpida por la voz colérica de Cyprus, que desde afuera solicitaba la presencia de Celic.

       El anciano se secó las manos en su delantal y nervioso le entregó las llaves a la primera recluta que vio, era Asiru.

       一Ve a buscar un saco de arroz, ¿si? 一dijo Celic, al mismo tiempo que depositaba el manojo de llaves en las manos de la muchacha 一Es la más oxidada...

       La recluta asintió y tras ver la respuesta de ella, Celic atravesó cojeando el umbral.

       Asiru observó el manojo. Por la cantidad de llaves que contenía supuso que tenía el acceso a casi todas las habitaciones del regimiento, y a mucha información.

       Cuando Cyprus y Celic se marcharon del frontis, Asiru fue a la bodega. La habitación estaba a un costado de la cocina, y el polvo que emergió de allí cuando la muchacha abrió la puerta la hizo estornudar. La luz se colaba del exterior a través de una ventana enrejada, y gracias a esos hilos fulgurantes, la infiltrada pudo ver el contenido de los sacos que sobresalían desde los costales, y también el conducto de ventilación que colindaba con las vigas del techo.

       Ingresar a ese cuarto sin la llave era imposible. Era el único, después del cuarto de baño que contaba con uno, al menos, de los que Asiru había visitado. Sin embargo ella supuso que los altos mandos no tolerarían pasar horas en cuartos con aire denso, por lo que antes de levantar el saco de arroz, separó la llave del manojo, y tras ello la guardó en su bolsillo.

       Con el corazón desbocado la recluta regresó a la cocina. Era consciente de que si Celic notaba la ausencia de la llave se metería en grandes problemas, sin embargo, tenía planeado devolver el objeto robado a la mañana siguiente. Como poco y nada de información había logrado sacarle a Danzui y sus amigos, fisgonear en las oficinas era la única opción que le quedaba.

[...]

       En la noche, dos soldados arrastraron un atril hasta el patio central, en él estaban escritos los resultados de las evaluaciones. Los nombres de los reclutas estaban ordenados según la calificación que habían obtenido. Suri estaba en la cúspide, le seguía Danzui y en quinto lugar estaba el nombre de Asiru.

       Los conscriptos que habían obtenido los diez mejores resultados, quedaron de inmediato eximidos de las clases de nivelación.

       A pesar de que sabía que no estaba en los primeros lugares, Fei busco su nombre en el cartel. Y tras inspeccionar el lienzo durante unos segundos lo encuentro. Estaba al último.

[...]

       Durante la madrugada, Asiru logró convencer a Nira de que los calambres menstruales la estaban torturando. Le dijo a la sargento que tenía que correr al baño para asearse, y la mujer, tras chasquear la lengua y mirarla con una mueca de disgusto, le permitió bajar.

       El introducir la llave en la cerradura de la bodega fue para Asiru un problema. Su cuerpo temblaba sin tregua. Sus manos estaban tan sudorosas que, cuando trató de girar el pomo, este se le resbaló de la mano y tuvo que envolver la manija con la parte inferior de su pijama para poder abrir la puerta.

       Una vez adentro, se montó sobre los sacos de granos. Luego sacó el cuchillo que llevaba guardado bajo su manga y comenzó a destornillar los seguros que mantenían en su lugar la rejilla del conducto.

       Sudaba, y le dolía el estómago. Deseo vomitar, quisó huir y volver a su casa. Pensó incluso que los regaños y golpes de su padre no eran tan terribles en comparación con lo que estaba viviendo en el regimiento. El miedo, esa era la emoción que siempre surcaba por su mente desde que había llegado a Tiang.

       Cuando el cuarto tornillo se soltó, la rejilla se separó de la pared con lentitud, y Asiru la sostuvo con su frente antes de que cayera al suelo generando un estrépito.

       Con delicadeza la chica dejó la pesada celosía sobre los costales y con la agilidad de un felino se impulsó hacia el interior del conducto. Introdujo en el primero su cabeza, luego sus hombros y cintura, pero sus caderas quedaron atascadas. Sin embargo, pudo acomodarse.

       Mientras que con lentitud metía sus piernas al conducto, una mano escuálida y fría la haló hacia afuera. La habían descubierto.

       一¡Por la esfera, niña! ¡¿Qué querías hacer?! 一exclamó Celic, tras reconocer a Asiru.

       A pesar de que pensó en matar a Celic y ocultar su cuerpo en el mismo conducto, supuso que eso solo empeoraría las cosas. Había sido irresponsable. Por su afán de querer descubrir y matar de una vez a los culpables de su secuestro, fracasó.

       一¡Por los Amalts, niña! ¡¿A donde querías llegar?!

       一¡Solo quería ver los resultados de las evaluaciones! 一 respondió Asiru con voz trémula. Quiso golpearse la cabeza cuando se percató de la mentira poco creíble que había pronunciado.

        一¿Por el conducto? 一dudó Celic, le extendía a la muchacha su mano, con la intención de ayudarla a pararse.

       Asiru, que había aterrizado sobre los costales, tomó la mano de Celic, con la esperanza de que él no abriera la boca, conmovido, quizá ante su debilidad. Aunque el mostrarse vulnerable, en lugar de beneficios siempre le había traído problemas.

       一Por favor no le diga al teniente Jiang. Me matara azotará hasta matarme...

       Celic la miró con un gesto de desaprobación en su semblante.

        一Por... por favor... 一Asiru juntó las palmas de sus manos en señal de súplica, y sus ojos se cristalizaron.一. Por... favor... 一 El asco, y repulsión que el ser tan débil le causaba le impidió contener las lágrimas y una de ellas se escapo y rodó por su mejilla.

       El semblante de Celic se suavizó y extendió su mano hacia Asiru. Con ternura acarició los mechones tiesos de la muchacha, gestó que acompañó con una mirada cargada de condescendencia.

       一Devuelveme la llave y me olvidaré de todo esto... 一susurró Celic.

       La voz de Celic adormeció a Asiru. Era la primera vez que alguien le hablaba con tanta ternura. Ni su madre se había dirigido a ella con tanta suavidad. Sayoli constantemente la regañaba, pero sus reprimendas, a diferencia de las de su padre, siempre estaban bien fundamentadas. La muchacha sacó de su bolsillo la llave oxidada, y se la extendió a Celic.

       El anciano la recibió y tras ello le propinó a Asiru la sonrisa cálida, gesto que en lugar de contentar a la muchacha, ocasionó que otra lágrima huyera de uno de sus ojos.

        一Gracias... 一masculló Asiru, cabizbaja.

       一Gracias a ti por tu hones...

       En ese instante, Celic guardó silencio de súbito, como si algo, algún sonido externo hubiera eclipsado todo aquello que ocurría a su alrededor.

       Asiru notó el cambio de actitud en el empleado, pero no tuvo suficiente tiempo para analizarlo, pues en ese instante, ese eco fantasmal, la voz de los Amalts irrumpió en su mente.

       Celic y Asiru se mantuvieron petrificados, atentos a esas palabras que surcaban por sus mentes y agitaban sus almas. Ambos conocían los fonemas, más no su significado. Estaban acostumbrados a disimular esos ataques de euforia o discordia que invadían a los supuestos dementes, pero, los parpadeos veloces, la respiración agitada y el sudor eran señales de ese mal que no podían esconder.

       Cuando Asiru parpadeó, Celic tenía los ojos abiertos y pudo ver esos síntomas poco documentados, pero de los que los dementes eran conscientes. Y cuando el anciano cerró los ojos para después abrirlos con vehemencia, Asiru se percató del diagnóstico que él se esforzaba por ocultar.

       Al disiparse la melodía fantasmal. Asiru y Celic se miraron con complicidad. Ambos acababan de conocer el secreto del otro, pero estaban tan asustados que fueron incapaces de hablar.

       Durante varios segundos se estudiaron mirándose de arriba a abajo.

       Celic quiso romper el hielo y balbuceó un par de palabras que Asiru no alcanzó a comprender. Al ver que el hombre estaba aturdido, la recluta se animó a hablar, pero justo cuando el primer sonido emergió de sus labios, el suelo, las paredes, el techo, la tierra, todo comenzó a sacudirse con violencia.

¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí! Espero que les haya gustado este capítulo, quedo atenta a sus opiniones.

¡Nos leemos en el próximo capítulo!

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