Sin Lugar Para Cobardes.
Moscu - Rusia.
Sonny se detuvo al llegar a la puerta. Ahí podía escuchar cómo dentro del apartamento, tres hombres se movían angustiados de un lado hacia otro, trataban de recoger sus pertenencias lo más rápido que podían. Sonny quitó el seguro de su pistola. No era necesario usar el silenciador, pero igual lo enroscó en el cañón, ya era costumbre. Pateó la puerta con fuerza y su corazón se aceleró, tenía demasiado tiempo deseando hacer aquello y sentía como la adrenalina llenaba sus venas. Los hombres se quedaron paralizados al verlo entrar de esa forma. Justo cuando una bomba nuclear estaba a minutos de caerles encima. Sonny vio como el rostro del primer hombre mostraba más confusión que miedo, estaba seguro de que, de no haberle disparado, le habría preguntado qué hacía ahí. Pero, antes siquiera de que lograra abrir la boca, cayó de espaldas con todo su peso, Sonny le atinó la bala en plena frente. El segundo hombre sí trató de correr, apenas logró dar un pequeño salto cuando Sonny le disparó en el estómago. Con aquel hombre sí necesitó dos balas más para que pudiera caer agonizante en el piso. Nico, el tercer hombre (y con quien más deseaba ajustar cuentas), levantó sus manos en un intento de hacer entrar en razón a su verdugo.
—¡Espera! ¿Qué haces? ¡No no, no, no!— Entonces Sonny lo hizo caer hacia atrás al descargar el resto de balas en su pecho. Fuera del edificio se escuchaba cómo todo el mundo gritaba, las personas corrían y se sacudían desesperadas como ratas atrapadas en un saco. Pero aquel caos no inquietaba a Sonny. Lo había hecho, luego de tanto tiempo soñando con aquello, por fin lo había logrado... y solo necesitó el fin del mundo para poder matar a Nico y al par de perros falderos que trabajaban con él.
La sangre de los tres cuerpos comenzó a llenar el piso de la pequeña habitación, llegando hasta las patas de la mesa donde descansaban docenas de bloques de cocaína pura. Sonny comenzó a guardarlos en un bolso que habían dejado sus difuntos compañeros. También había una buena cantidad de dinero en efectivo, pero de este solo guardó una pequeña parte, no creía que ya le fuera a servir de algo (aunque por si acaso, era mejor estar preparado). Cuando cerró el bolso y lo levantó, pesaba tanto que temía que se le fueran a salir las costuras. Tendría suficiente droga para un buen tiempo. Adonde iba, aquella cantidad de cocaína le aseguraba el llegar a tener todas las comodidades. La gente le daría lo que fuera por un poco de polvo para aliviar el estrés de tener que estar bajo tierra.
Guardó la pistola en su cinturón, dentro del bolso también había un revólver junto con dos cajas de balas. Su contacto en el búnker le había asegurado que no era necesario que llevara armas con él, que al estar bajo tierra lo metería en las milicias de reserva, y así tendría un armamento oficial. Pero Sonny toda su vida había sido desconfiado, así que trataría de pasarlas al refugio.
Algo explotó a lo lejos, Sonny se asustó, pero supo al momento que era una explosión ajena a las bombas. Seguro no tardarían en caer en cualquier momento, debía apresurarse. El ruido afuera era atormentador; gritos de personas corriendo, autos chocando entre ellos, Sonny imaginaba que aquello era una lucha entre todos para entrar a tiempo al refugio. Su celular comenzó a sonar, el recibir una llamada en aquel caos debía ser imposible para cualquiera, menos para el que contaba con un teléfono militar, regalo especial del gobierno a la mafia rusa. Quien llamaba era Bayron, su colega dentro de la organización, por lo que Sonny presionó el botón y llevó el aparato a su oreja.
—Aquí Sonny —dijo al contestar.
—Sonny, hijo de mil perras— respondió el hombre al otro lado— ¿Dónde putas estás?
—En el apartamento de Nico, vine por toda la merca que tenían aquí.
—¿Y te la dieron? —preguntó su compañero.
—No les di oportunidad de negarse— dijo Sonny mirando los cuerpos en el suelo.
—Conque al fin lo hiciste, hijo de puta... Al fin mataste a Nico.
—No fue personal, solo son negocios.
—¡Una mierda Sonny!— exclamó Bayron —nunca te agradó, y menos desde que el señor Alexander te quitará la zona para dársela a él.
Era verdad, Sonny había peleado por aquel territorio, había matado a la competencia y se aseguró de ser el único proveedor de droga en la zona... Todo para que su obeso jefe le terminara cediendo el puesto a su inútil sobrino mientras él se quedaba como un simple sicario de la organización.
—Se estaban metiendo a los bolsillos dinero que me toca a mí por derecho.
—Bien— dijo Bayron —espero que hayas tenido tu momento de catarsis, ahora mueve tu culo y trae toda la droga contigo. No sabemos cuánto tiempo queda antes que caiga el misil, así que si tienes suerte puedes llegar.
—¿Y qué crees que hará Alexander cuando me vea llegar con toda la mercancía de su sobrino? —dijo Sonny sonriendo— prefiero sentarme en la plaza a esperar que el misil detone sobre mi cabeza.
—No, no, escucha. Alexander no te va a dar ningún problema, está tan muerto como Nico.
—¿De verdad? —respondió Sonny con duda —¿cómo? ¿No me digas que fuiste tú?
Bayron al otro lado de la línea comenzó a reír.
—No eres el único que sabe aprovechar las oportunidades —siguió hablando entre risas— Escucha, escúchame... El tipo viene y sabe que Putin está a punto de hablar a la nación. Para cuando el presidente activa la alerta máxima y pide a todos esconderse en los refugios nucleares, ya Alexander nos había hecho llenar su búnker con suficiente comida, agua y medicinas para aguantar bajo tierra durante años. Y justo antes de que se desate el caos, vemos como uno de los muchachos llega con media docena de prostitutas, Alexander le encargó traer las más buenas y jóvenes. Todos hasta los momentos estamos imaginando que entraremos juntos a su refugio. Y es cuando el caraeculo de Alexander nos dice que fue un placer trabajar con nosotros, que podemos tomar las camionetas e irnos rápido al refugio público. Ahí caímos en cuenta de que el muy maldito pensaba dejarnos atrás, se encerraría solo con todas sus golfas mientras nos abandonaría para morir. Fui el primero en reaccionar, el tipo ya estaba a punto de salirse con la suya, ya casi cerraba la puerta del búnker, pero a último momento lancé el tubo de metal de un trapeador. Fue suficiente para evitar que lograra trancar la cerradura y nos dio la oportunidad a los muchachos para volver a abrir la puerta. El culo gordo se creyó toda su vida que era dueño del mundo, de verdad pensaba que sobreviviría al ataque nuclear con aquellas muchachas tratándolo como un rey... Lo pateamos entre todos durante diez minutos antes de que yo mismo le volara los sesos.
Bayron culminó su relato con una enorme carcajada. Sonny también rió, el solo imaginar como habían acabado con su antiguo patrón le causaba mucha gracia.
—¿Y las mujeres? —preguntó Sonny.
—Pues gritaron, pero rápido entendieron a quién tenían que mamárselo ahora para poder ganarse su lugar. Sonny esto es una maldita porno, deja de perder el tiempo y muévete rápido hacia acá.
La sirena volvió nuevamente a sonar, el pánico fuera del edificio continuaba y Sonny sabía que tentaba a su suerte con cada segundo que perdía antes de entrar en movimiento.
—Agradezco tu oferta, amigo mío —dijo Sonny— Es muy tierno de tu parte que te preocupes tanto por mí... Por eso no tienes ni idea de cómo me rompe el corazón pensar que tanto tú como los muchachos terminaran calcinados por las bombas.
Hubo un silencio al otro lado de la línea. Sonny cerró la puerta del apartamento y comenzó a correr bajando las escaleras, con el bolso sobre y hombro y el teléfono aún pegado a su oreja.
—¿Qué mierda estás diciendo Soni? —preguntó Bayron confundido.
—Alexander no construyó ningún búnker nuclear —respondió Sonny— eso en donde estás ahora no es más que una caja fuerte de gran tamaño. Es enorme, eso sí, pero no cumple las condiciones para llegar a protegerte de un ataque nuclear. Si corres con suerte y la habitación logra soportar el peso, lo más probable es que el fuego queme todo y queden cocinados como si estuvieran dentro de un microondas.
—¡Eso es pura mierda Sonny! —dijo Bayron —¡Claro que la habitación aguantará!
—¿Ah sí? —preguntó Sonny —digamos que tienes razón, y logras sobrevivir a la explosión, dime ¿esa habitación cuenta con un purificador de aire? ... Y aunque tú y los muchachos aprendan a respirar gases tóxicos, dudo que la habitación tenga las paredes recubiertas con plomo. La radiación será tan fuerte que la verga se les caerá sola de entre las piernas.
—¡ESO SON PURAS MIERDAS! ¡ESTÁS MINTIENDO PERRA!
—Dales duro a esas putas mientras puedas amigo, será el último polvo que eches en esta vida.
—¡PÚDRETE PEDAZO DE MIERDA! —fue lo último que dijo Bayron antes de colgar. Sonny se encontraba bajando las escaleras a trote rápido, con cuidado de no tropezar y terminar rodando escalones abajo.
—¡Señor, señor esperé! —escuchó que lo llamaban de una puerta, era la voz de un niño. Al girar para ver a su izquierda, lo encontró mientras este presionaba su rostro entre las rejas protectoras de su departamento. No debía de tener más de nueve años, justo detrás de él se encontraba su pequeño hermano de apenas tres. Sonny los reconoció, eran los hijos de una vecina del piso inferior que trabajaba como mesonera, la recordaba porque tenía grandes tetas que a él le encantaba cómo se veían con aquel escote abierto del uniforme donde trabajaba. Quizás estaba en ese momento atrapado entre la multitud y no había llegado aún por sus hijos. Tal vez estaba dentro del departamento con ellos, desmayada en el suelo, lo más seguro al escuchar al presidente decir que la ciudad estaba a punto de ser destruida por misiles nucleares... O quizás la muy puta sencillamente había aprovechado la situación para quitarse de encima aquella carga, seguro tendría más posibilidades de sobrevivir si iba sola al refugio... No lo sabía, cualquier cosa podría pasar. Lo que Sonny sí sabía era que aquellos niños necesitaban de alguien que los ayudase, solo que él no sería, no había nadie más alejado de ser un héroe que él.
Sonny continuó su camino ignorando los llamados del niño que le pedía que por favor no los dejara. Escuchó cómo los ruegos de los infantes se iban apagando en la medida en que lograba por fin abandonar el edificio. Al salir, pudo encontrarse bajo el cielo de Moscú, sus ojos se cegaron cuando sobre estos iluminó la luz del sol. Normalmente, siempre estaba nublado. Sonny no creía en Dios, pero pensó que si existía, debía de tener un morboso sentido del humor al regalarles un hermoso día justo cuando arrancaba el Apocalipsis. El caos no solo era audible, ahora lo tenía frente a sus ojos. En todas partes, en todo edificio, las personas salían de cada puerta y corrían por las aceras y calles en búsqueda de llegar a tiempo al refugio bajo la ciudad.
Sonny sabía que la enorme red de túneles y estaciones del metro de Moscú no era más que una fachada de los antiguos líderes de la Unión Soviética para construir una ciudad bajo tierra. Siempre habían temido el día en que Rusia fuera bombardeada al igual que Hiroshima, al final le habían atinado. A diferencia de los líderes de otros países, que ocultaban lo que pasaba y dejaban que sus ciudades fueran destrozadas mientras los ciudadanos se preguntaban qué era lo que estaba ocurriendo. Putin se presentó en televisión y tuvo los huevos de decirle a toda la población de Rusia que estaban a escasos minutos de ser bombardeados. No dijo quién atacaba, solo llamó a todos a tratar de llegar lo más rápido que pudieran al búnker central bajo el metro de Moscú.
Sonny corría entre autos y personas mientras sobre el cielo cruzaban a toda velocidad dos naves militares de última generación, eso solo significaba una cosa: la bomba nuclear ya estaba próxima. Seguro tratarían de detonarla en el aire para que no impactara en el centro de la ciudad, en búsqueda de tener más posibilidades de sobrevivir. Estaba cerca, solo serían unas cuadras más y estaría a salvo. No tenía ni idea de cómo sería todo luego de estar en el búnker, pero trataba de no pensar sobre eso en aquel momento, su prioridad era simplemente llegar a tiempo. Sonny corría entre la multitud, tratando de esquivar tanto transeúntes como los vehículos que habían sido abandonados por sus dueños. A medida que se acercaba a la estación Vporobiovy sentía como era más difícil moverse entre tantos cuerpos que se apretaban unos contra otros, chocándose a cada momento. Ahora si temía que no llegaría a tiempo. En su desespero tuvo la idea de sacar su pistola y abrirse paso entre tiros, pero su idea se perdió en su mente, pues justo en aquel momento más aviones Sukhoi volaron sobre él, era un grupo de al menos 10 naves que ensordecieron todo el lugar con el rugido de sus potentes motores.
—¡Están huyendo! ¡No pudieron destruir el misil! ¡Están huyendo lejos de Moscú! —gritó un hombre entre la multitud.
—¡La bomba ya va a explotar! —gritó una mujer aterrada.
Aquellas palabras bastaron para que el miedo se prolongara. Y todo el mundo comenzó a unirse en un solo grito de pánico y desespero. Mientras todos se empujaban con fuerza para tratar de pasar. Sonny se maldecía a sí mismo en su mente una y otra vez. ¿Por qué se había empeñado en ir a matar a Nico? ¿Quizás, si se hubiera movido primero, habría logrado entrar a tiempo al refugio?
Aun contra todo pronóstico, Sonny logró avanzar poco a poco en aquella procesión. Se sintió esperanzado cuando atravesó la puerta principal del metro, rodeó las columnas que sostenían la pesada avenida sobre ellos, y bajó con cuidado las escaleras de la estación, tratando en todo momento de no perder el equilibrio ni tampoco de dejar caer su bolso.
Estaba atrapado ante aquel mar de personas, los de delante de él trataban de pasar inútilmente, chocando contra la masa de multitud frente a ellos, y los de atrás seguían presionando con fuerza, como ganado desbocado que no puede evitar dejar de correr hacia un precipicio, uniéndose y presionándose unos con otros con fuerza y sin lograr avanzar.
En aquel caos Sonny solo tuvo una idea lógica, llevó la mano a su cintura y encontró su arma esperándolo: "Un tiro, solo un tiro en la cabeza y listo". No valía la pena atravesar aquella angustia, no valía la pena morir de esa manera, solo un tiro y ya, la quieta oscuridad sería dueña de todo. Que se metan su puto búnker por el culo todos los demás.
Entonces el sonido de varios disparos se escuchó en aquella entrada y Sonny pensó que alguien se le había adelantado, la gente aterrada al no encontrar lugar donde esconderse, optó por agacharse. Había tres militares que venían desde el otro lado, tratando lentamente de traspasar aquella multitud, abriéndose paso entre tiros, logrando avanzar míseros metros.
Sonny observó sus rostros, estaban aterrados y con sus caras llenas de sudor. Uno de ellos tenía un ojo morado e hinchado. Cuando le tocó pasar por su lado, reconoció al más joven, era su contacto, quien se suponía que le conseguiría un puesto preferencial dentro del refugio una vez llegara allí.
—¡Kony! ¡KONYCHEF! ¡Konyyyyy! —gritaba Sonny al tenerlo al lado, pero el ruido de todos era tal que el muchacho no podía escucharlo. Sonny se estiró lo más que pudo, logrando tocar el hombro del soldado. Así pudo hacer que se volteara y este, al girarse, reconoció inmediatamente al hombre con el que habían negociado el permitirle pasar a cambio de una buena cantidad de cocaína.
—¿A DÓNDE PUTAS VAS? —preguntó Sonny viéndolo a los ojos, el muchacho solo lo ignoró y trató de continuar avanzando entre la gente.
—¡Hey maldito! ¡HEY! —gritó Sonny, volviendo a sujetar al muchacho con fuerza del cuello de la camisa, obligándolo nuevamente a girarse.
—¡Aquí traje la droga! ¡Te la daré toda, tan solo déjame pasar!— El muchacho lo miró nuevamente y notó que sí era cierto que llevaba un enorme maletín en su espalda.
—¡Que te den por el culo a ti y a toda tu droga! —dijo mientras trataba nuevamente de alcanzar a sus compañeros que seguían caminando y disparando al aire.
—¿Pero...? ¿Pero? —dijo Sonny sin entender qué había pasado —¿A dónde vas? ¡Tenemos un trato!
—¡A la mierda tú y tu trato! Se supone que las puertas ya deberían estar cerradas, hay que detonar la entrada del metro para poder sellarlo, si no, cuando la bomba detone, quemará todo el oxígeno y nos cocinaremos todos adentro.
Sonny sentía las piernas desmayarse al escuchar aquello, todo su esfuerzo no había servido de nada.
—Algo falló con los explosivos de la entrada, presionamos el botón, pero estos no explotaron. Ya solo queda esta entrada por sellar y tenemos que llegar rápido a ella antes que la bomba nuclear detone. Debemos activar los explosivos de forma manual.
Sonny se detuvo, ya nada importaba. Ahora tenía para él más sentido volarse los sesos y salir por fin de aquella intriga, estaba seguro de que un disparo en la cabeza era mejor que ser testigo de cómo el fuego los rostizaba a todos. Dejó caer su bolso, ya no le importaba. Fue entonces cuando notó que una mujer con dos niños en brazos pasó justo a su lado, chocando contra él. Ambos niños lloraban, presionándose contra el pecho de su madre que luchaba con todas sus fuerzas para avanzar. Reconoció a los niños que había dejado atrás siendo cargados por la mesonera de grandes tetas, "Al final sí fuiste por tus crías", pensó y, mientras veía que lo pasaban sin siquiera darse cuenta de su presencia, sintió una enorme rabia y supo que si había algo peor que la muerte... El morir como un cobarde.
Sonny comenzó a caminar tras el soldado, sin el bolso le resultaba más fácil moverse. Pudo llegar hasta él y nuevamente lo tiro por el cuello de la camisa mientras le gritaba con fuerza.
—¿Dónde están esos explosivos que intentan detonar? El soldado solo giró para darse cuenta de que nuevamente Sonny había vuelto y continuó avanzando mientras hablaba.
—En las columnas principales de la entrada, son pequeños explosivos que se conectan entre sí, debemos detonar uno y lograremos que los demás exploten.
—¿Y no crees que se activarían solas con el impacto de la bomba nuclear? ¿Tapando así la entrada?
—No podemos arriesgarnos, la idea es que el metro esté sellado antes que el anillo de fuego nuclear nos alcance. Estaban cerca, Sonny lo sentía, estaban cerca de las columnas, pero aun así parecía que les sería imposible llegar hasta ellas, el río de gente seguía en contra de ellos, las personas continuaban llegando sin parar y cada vez era más difícil abrirse paso.
—¡Ya hemos logrado detener tres misiles nucleares! —dijo el soldado mientras seguía avanzando. —Se envían pilotos para que detonen los misiles mientras siguen en el aire... pero cada vez que se logra acabar con uno, otro aparece de cualquier lado. Ya nos quedamos sin pilotos, y un nuevo misil se acerca hacia nosotros desde Ucrania.
—¿Ucrania?... Conque fueron ellos quienes se atrevieron a hacernos esto.
—¡No! —contesto el soldado —ellos también están siendo bombardeados, lo que está ocurriendo no solo pasa aquí, está sucediendo en todo el mundo... incluso la primera bomba que venía hacia Moscú era una de las nuestras, muchos de nuestros propios misiles fueron los que acabaron con las ciudades vecinas, solo Moscú permanece en pie debido a la respuesta rápida del ejército.
Los soldados que iban adelante ya habían logrado llegar a la escalera por la que Sonny bajó momentos antes. Estaban a escasos pasos, al apoyarse sobre el barandal, pudieron unirse entre todos en una cadena, con Sonny en la cola, y con la espalda pegada a la pared subían escalón por escalón, sintiendo el choque de todos aquellos que se aglomeraban al bajar. Algunos se lanzaban sobre la multitud y Sonny veía cómo terminaban cayendo al piso para morir aplastados por todos los que les pasaban encima. Al lograr subir la escalera, Sonny encontró por fin en la columna, a unos tres metros del suelo, una pequeña caja plástica, no mayor que un celular. Estaba pegada y con una pequeña luz roja que no paraba de titilar. El primer soldado se agachó, permitiendo que otro se subiera y se pusiera de pie sobre sus hombros. Al levantarse, aquel militar quedó arriba, estiró su mano y logró conectar un cable a un orificio a su costado. Luego lo bajaron y los demás soldados, junto con Sonny lo rodearon, protegiéndolo de todas las personas que seguían empujando, el soldado conectó la otra punta del cable a un celular y la pantalla de este mostró que se había iniciado la carga de algún tipo de programa.
—¿QUE ESPERAS? ¡DETONA EL EXPLOSIVO YAAA! —gritó uno de los soldados. Sonny compartía con él aquel desesperante deseo de explotar aquello, jamás se había imaginado que llegaría el momento en donde desearía apresurar su muerte.
—¡Solo necesito que se cargue el acople y listo! —dijo el militar mientras veía con desespero la pantalla del aparato. Entonces uno de los hombres en la multitud que pasaba frente a ellos vio con extrañeza que aquellos soldados junto con Sonny se aglomeraran junto a una de las columnas principales, entonces noto el cable que salía del celular y se elevaba hasta unirse al pequeño cuadro negro que titilaba, y girándose también descubrió cómo había diversos cuadros esparcidos entre todas las columnas, así que inmediatamente entendió lo que estaban intentando hacer.
—¡VAN A VOLAR LA ENTRADA! ¡MALDITOS! ¡VAN A VOLAR LA ENTRADA!
Sonny vio con horror cómo la multitud se lanzaba ahora contra ellos. Se giraron de espalda y trataron de volverse escudos contra las personas iracundas que azotaban contra ellos, todos buscando arrancar de las manos el aparato del soldado. Sonny sintió los golpes que venían contra él una y otra vez, unos trataban de halarlo mientras otros lo empujaban. Vio como uno de los soldados sacudía su arma y comenzaba a disparar en todas direcciones, pero alguien logró sujetarlo y, luego de quitarle la pistola, la usaron para acabar ahí mismo con su vida. Todos estiraban las manos, golpeaban, arañaban y maldecían mientras trataban de arrancarle el aparato de las manos del soldado... Sonny sintió como alguien enterraba una navaja en su costado, era pequeña, probablemente de algún cortaúñas, pero igualmente le causó un gran dolor. Sacó su pistola, pero varias manos lo sujetaron, impidiéndole siquiera levantar el brazo y apretar el gatillo. Alguien lanzó una botella y esta reventó en la cabeza de Sonny, logrando cortarle la frente para que luego esta se llenara de la caliente sangre que corría por su rostro. Alguien atrapó el pico de la botella y la enterró con fuerza sobre el cuello del militar con el que había negociado su pase al búnker. Sonny sentía que no aguantaría más.
Aquello era el infierno mismo del dolor y desespero... Entonces escucho cómo el soldado con el aparato gritaba.
—¡SIII! ¡AL FIN! —Y sin pensarlo dos veces puso los cuatro dígitos en la pantalla que dieron inicio a la detonación de los explosivos sobre ellos.
"Ojalá hubiera ido con Bayron", pensó Sonny "hubiera sido genial morir mientras me tiraba una puta", y sintiendo una ligera sensación de calor, por fin aquel dolor y agonía llegó a su fin mientras todas las columnas de la entrada del metro detonaban, dejando caer el pesado techo de concreto sobre aquella multitud, logrando sellar con éxito la entrada.
El derrumbe se extendió por toda la escalera de abajo, aplastando centenares de personas que pensaban que fue el misil quien acabo con ellos. Entre gritos y polvo, una mujer se levantó con sus dos niños llorando, pero ilesos y aferrados a ella. Solo a pocos metros de donde estaban habían dejado de caer los pesados pedazos de escombros que ahora tapaban el metro.
—No se detenga señora —dijo un anciano que también había logrado pasar con éxito la zona del derrumbe.
—Por sus hijos siga caminando y avance lo más que pueda— y ella, entendiendo claramente que aún le quedaba un oscuro y largo camino por recorrer, abrazó a sus hijos y continuó caminando.
El misil llegó por fin a la fría ciudad y detonó a varias calles de donde Sonny había acabado con sus antiguos compañeros. La onda arraso con todos los edificios y el aro de fuego consumió todo a su alrededor, avanzando velozmente, alimentándose de toda persona o animal que encontrara a su paso. La bola de fuego creció, expandiéndose a medida que se elevaba por las nubes y dejando una estela de humo y muerte que oscureció toda la ciudad. Rusia había caído, nada había podido sobrevivir sobre ella, y quienes lograron extender por poco su vida ahora se encontraban bajo tierra, avanzando sin rumbo dentro de la total oscuridad.
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