La Reunión
Hotel Monte Carlo - Monaco.
Todo el personal que laboraba en el hotel esa noche, sabían que quienes llegarían debían ser personas sumamente importantes, no se tomarían todas las previsiones que se estaban llevando a cabo de no ser así. El lujoso hotel en Mónaco era famoso por ser la sede de importantísimas reuniones en el pasado. Pero, ninguna al nivel de lo que estaba a punto de ocurrir.
Luego que el personal dejara la mesa lista para la cena, abandonaron la habitación, y dieron paso a los escoltas para que pudieran revisar a fondo que no hubiera cámaras ni micrófonos en el cuarto. Cuando se cercioraron de que todo estaba en orden, uno de ellos hizo una señal al pasillo indicando que podía entrar el primero de los inquilinos.
Era de estatura pequeña y con notables rasgos asiáticos, debía tener más de 50 años, pero aun así daba una imagen de ser un hombre fuerte y saludable. Nadie en el hotel sabía quién era ese señor, solo con verlo se podía sentir esa energía de poder en su caminar. Los empleados del hotel evitaron mirarlo fijamente y bajaron la cabeza cuando no podían evitar cruzarse en su camino… Iba de encubierto fingiendo ser un multimillonario empresario taiwánes, cuando en realidad era el Ministro de Defensa de China.
Luego entró a la habitación el segundo hombre. Era alto, de piel pálida y cabello castaño, debía tener al menos 40 años de edad, y también se veía en buen estado físico. Su caminar era más ligero, sonreía y saludaba a todos con una actitud algo burlona.
Aun así, también desprendía un aire de poder y confianza que todos podían notar. En su papel decía ser un representante de una cadena hotelera europea. Pero en realidad era el ministro de relaciones internacionales de los Estados Unidos.
Ambos vestían trajes de etiqueta hechos a la medida. El ministro chino llevaba un traje negro con una corbata roja, que llamaba la atención desde la distancia. Mientras su homólogo Norteamericano usaba un traje azul francés con una corbata dorada con relieve. Se saludaron con un apretón de manos, mirándose fijamente a los ojos. El apretón fue fuerte, aunque no tanto como para hacer sentir incómodo al otro. Se sentaron mientras uno de los mesoneros servía el primer servicio de comida y otro servía los tragos Whisky había sido la elección. Esperaron en silencio que el personal presente terminara de servir y abandonara la habitación, luego tras ellos también salieron los escoltas, el último en salir cerro la puerta, y cuando al fin quedaron solos, pudieron comenzar con su reunión.
Detrás de ellos, había por la ventana una vista increíble. Cualquiera hubiera quedado emocionado al estar allí en todo lo alto de la ciudad. Pero no para aquellos hombres, a ellos eso no les llamaba para nada la atención.
—Por un momento llegué a creer que lograrías convencer a Vladímir de que nos acompañara. —Respondió el Norte-Americano.
—Trate de persuadirlo —contestó el otro hombre. —Pero me ignoro por completo, no quiere tener ningún tipo de comunicación con nosotros.
Ambos se miraban con firmeza, estando siempre en guardia, estudiando alertas el movimiento que realizaba el otro.
—¿Cuándo fue la última vez que se reunieron?
—Hace un año —respondió el ministro chino. —Le pedí que nos reuniéramos en privado cuando dio pie a la invasión de Ucrania. Mi intención era hacerlo entrar en razón y que ordenara dar vueltas atrás a sus tropas… Pero.
El ministro chino cambió su mirada firme y dirigió la vista al suelo, como si las palabras que tenía que decir le proporcionaran un poco de vergüenza.
—¿Pero? —Preguntó el otro hombre.
—Pero lo único que hizo fue echarme en cara la culpa por todo lo ocurrido con respecto al Covid.
El Ministro Estadounidense cerró los ojos y presionó su frente con los dedos de su mano, como si lo que acabará de escuchar hiciera que le doliera la cabeza.
—Bueno —respondió el Norteamericano —¿Tiene razón no? Nos dijiste que el virus solo atacaría a la población de tercera edad y personas con enfermedades degenerativas, nos dijiste que el virus ayudaría a disminuir la población de mayor pobreza… Prácticamente, nos lo vendiste como la solución a todos nuestros problemas de superpoblación. Y de repente esa maldita cosa muta y ataca a toda la población por igual… Mierda, casi te echaste la economía mundial con tu virus.
El ministro chino miró a su homólogo. Giro la cabeza hacia la ventana y lanzo un bufido antes de responder.
—Tanto tus científicos como los nuestros nos dijeron que la probabilidad de que mutara era menor del 5%, nosotros también nos vimos gravemente afectados, que no se te olvide.
—Sí, pero no fueron tan afectados como Rusia. —El estadounidense se reclinó hacia adelante al hablar, apoyo los codos en la mesa y junto ambas manos en un solo puño.
—Vladímir hizo un increíble trabajo ocultando los números reales, tú sabes bien que su población se vio tan afectada que debió ponerse a buscar una vacuna antes de que el Covid se cargara a toda su población laboral.
Hubo un silencio cargado de incomodidad. El ministro chino jamás hubiera permitido en su país que nadie le hablara de aquella manera. Pero sabía muy bien que su compañero tenía razón, la situación con el virus se le había salido de las manos.
—Bueno. —Volvió a hablar el Norteamericano, rompiendo la tensión del silencio. —Aun así, eso no es excusa para que Vladímir se saliera de nuestros acuerdos de la manera como lo hizo. Ha roto todas las pautas.
—Sucede que… —lo interrumpió el ministro chino. —Ocurrió algo más.
El hombre tomó una respiración larga antes de retomar la palabra.
—Una persona cercana a él murió por culpa del Covid.
—Eso es imposible. —Respondió el Norteamericano. —Nuestra agencia de inteligencia nunca nos informó sobre algún familiar afectado.
—No fue un familiar… fue un amante, uno de sus voceros con quien mantenía una relación oculta desde hace años.
El ministro chino esbozó una leve sonrisa antes de continuar hablando.
—Es increíble que se les escapara algo tan importante a ustedes. Nuestros espías lograron confirmar su relación homosexual con uno de sus hombres más cercanos en su cámara de gobierno.
—¿Qué? —respondió incrédulo el Norteamericano mientras levantaba una ceja.
—¿De verdad? Esto es algo inaudito —exclamaba mientras lanzaban con fuerza una de las botanas sobre el suelo.
—Oh Vamos —dijo el ministro chino. —De verdad tan mal está la CIA en estos momentos, que no descubrieron las andanzas nocturnas de Vladímir, ¿por qué crees que gastó tanto esfuerzo y dinero en construirse esa imagen de superhéroe que cabalga osos? Su comportamiento homofóbico radical solo era para cubrir su propia homosexualidad.
—No, no, de eso no me quedan dudas. —respondió el otro hombre. —Ya en Washington teníamos nuestras sospechas, pero lo que no puedo entender es por qué decidió irse contra todos, solamente porque falleció quien lo hacía morder la almohada por la noche.
El ministro Chino no entendió aquella última frase, pero sabía que tenía relación con las actividades sexuales de Vladímir. El ministro Norteamericano continuó hablando.
—Tenemos que hacer algo, las acciones de Vladímir ya se han salido demasiado del orden que teníamos preestablecido. Yo sabía que no podía salir nada bien cuando dijo que él mismo tomaría el cargo de presidente, ese puesto se debe entregar siempre a una pantalla, tú bien lo sabes, el poder debe dirigirse desde las sombras, no de frente.
El ministro chino se sirvió un trago de whisky y probó un poco antes de responder.
—Ya tenemos adelantado un plan para sacarlo del juego, no es sencillo, pero usaremos como excusa la invasión a Ucrania y trataremos de hacerlo ver como un atentado.
—Lo volverás un mártir. —Respondió el Norteamericano, sirviéndose también un trago.
—Sí, será exactamente como hicimos con Chávez, pondremos de sucesor a cualquier idiota que solo siga nuestras órdenes… Él se aprovechará de la imagen dejada por Vladímir como campaña, para tener calmados a los radicales de la cúpula rusa, mientras nos vamos encargando poco a poco de cada uno. Dirá al mundo que planea continuar con su legado, mientras poco a poco irá desmembrando todas las acciones que Vladímir ha estado haciendo.
—¡Oh por favor! ¿De verdad utilizarás a Venezuela como ejemplo? —respondió el ministro Norteamericano. —Se suponía que Maduro debía salir del poder con la toma de Leopoldo, nosotros tomaríamos el control ahora del petróleo y le entregaríamos a ustedes las reservas de gas de Afganistán. ¿Y qué hace Vladímir? Se caga en todo, diciéndole a Maduro que se quede y ofreciéndole su apoyo. Aun así, decidimos cumplir nuestra parte, salimos de Afganistán como prueba de buena fe, de tratar de continuar con el plan, y el muy maldito sigue sin cumplir con su parte. Ahora no tenemos ni el petróleo ni el gas. Lo que tenemos es una crisis migratoria de venezolanos en nuestra frontera creciendo a tal punto que amenaza con salirse de nuestro control.
—Tranquilo —respondió seriamente el ministro chino. —Dile a tus hombres en Washington que mantengan la calma, nos encargaremos de Vladímir para antes que termine el año.
Ambos se miraron y bebieron de sus respectivos tragos, como un acto de punto y final sobre aquel tema.
—Tengo otra cuestión —dijo el ministro chino —tengo varias personas inquietas con respecto a algo que ocurrió hace semanas en Silicon Valley.
El ministro Norteamericano frunció el ceño y asintió pidiéndole a su compañero que continuará hablando.
—Nuestros espías nos informaron que uno de tus multimillonarios intentó activar una inteligencia artificial, instalada dentro de una mega computadora cuántica.
El ministro Norteamericano se sonrió, como si aquello le hubiera parecido un chiste.
—Por favor, de verdad se molestan en espiarnos solo para obtener esa información tan cutre, te hubiera bastado solo con llamarme.
—Según lo que entiendo, estaban fabricando esta supercomputadora a sus espaldas.
—Sí, he hicieron un gran trabajo ocultándolo por cierto tiempo, pero al final un proyecto así es demasiado avaricioso para lograr realizarse sin que nos diéramos cuenta. Aquello sí que era enorme, tuvieron que usar un mini reactor nuclear solo para encender esa cosa. Según el informe, pudieron prender la computadora, pero en menos un día su procesador colapsó y aquella maldita máquina explotó, tuvieron suerte de poder detener el caos antes de que el fuego llegase al reactor… No hubo ningún muerto.
El ministro chino mantuvo su mirada firme sobre su compañero, esperando encontrar alguna señal que lo delatase si se encontraba mintiendo. Pero solo encontró que el otro hombre, a diferencia que él, no tomaba con seriedad aquel tema.
—Creo que te angustias más de la cuenta —Dijo el ministro Norteamericano —Nosotros estamos utilizando inteligencia artificial desde los 90, y según lo que sé, ustedes también lo usan en sus programas de reconocimiento facial… no es la gran cosa.
—Quizás —Dijo seriamente el ministro Chino —pero el hecho de que estuvieran cerca de crear un computador cuántico, y que ese poder mueva una inteligencia artificial, es algo que verdaderamente me aterra. Las posibilidades de esa cosa son infinitas.
El ministro norteamericano tomó la botella de whisky, lleno el vaso hasta la mitad y extendió su mano con la botella, para también recargar el vaso del otro ministro.
—Están más cerca de gestar una bomba que una computadora —dijo el americano con condescendencia en su tono de voz. —Si llegaran a hacer algo así, te aseguro que seríamos los primeros en echarle la mano encima, deja de ver tantas películas y ayúdame con Vladímir, solo tú tienes la posibilidad de quitarlo sin que nadie se dé cuenta, sé que nos señalaran a nosotros, pero jamás tendrán forma de probarlo. Si todo sale bien para el próximo año, recuperaremos el control como siempre lo hemos tenido y no nos preocuparemos más por estos tipos de infortunios… Salud.
Ambos hombres levantaron sus tragos y chocaron los vasos uno con otro, y antes de probar el licor repitieron en coro: —¡Salud!
Pasaron varios meses desde aquella reunión, donde los hombres más poderosos del mundo coordinaban las acciones a seguir. Para el ministro Chino no fue tan sencillo sacar de la ecuación al presidente Ruso, este ya se imaginaba que sus contrapartes tratarían de hacer algo en su contra, por lo que se mantuvo siempre en alerta y tomó medidas preventivas. Sus homólogos lo habían subestimado, pero sabían que tarde o temprano lograrían su cometido.
Quizás lo hubieran logrado si no fuera ocurrido la caída de las bombas.
El día que todas las bombas nucleares se activaron, el ministro Norteamericano recibió una llamada desde el pentágono, anunciándole que todo el armamento nuclear se estaba preparando para ser lanzado automáticamente. Todos los misiles se dispararon sin estar siendo operados por ningún agente humano. Se estaban tomando las contra medidas de aquel ataque, pero se estimaba que fuera imposible evitar la explosión de al menos la mitad de las bombas.
—¡CON ESO ES MÁS QUE SUFICIENTE PARA ACABAR CON EL PAÍS ENTERO! —Grito el ministro al escuchar aquello por el teléfono.
No perdió tiempo y ordenó a sus hombres que lo llevaran rápido a su aeropuerto privado. Debía volar inmediatamente al parque de Yellostown para entrar al búnker mejor preparado para aquel cataclismo en todo Estados Unidos.
Ya el caos se encontraba en todas partes, no hubo manera de poder evitar el pánico. Las tres camionetas Ford blindadas avanzaban a gran velocidad por la carretera, tratando de esquivar los vehículos que iban y venían en todas direcciones. Estaba llamando por su teléfono satelital al ministro chino. En su mente no paraba de decirse que aquello debía ser obra de Vladímir. Fue entonces que sintió como la camioneta se giró en su costado y comenzó a dar vueltas sobre el pavimento caliente. Su chofer había perdido el control tratando de evitar un motorizado que venía a toda velocidad en dirección contraria. El giro rápido del volante, sumado al peso del vehículo, hizo que fuera imposible controlarlo.
Cuando el resto de escoltas bajaron de las otras camionetas, corrieron en búsqueda de su jefe. La Ford se había volteado y al abrir la puerta, encontraron el cuerpo del ministro de cabeza, con la sangre saliendo por montones de la boca, sus ojos estaban completamente abiertos, observando a la nada.
Había muerto con el impacto y por el enorme bulto que se asomaba en su cuello, su equipo de seguridad pudo intuir que se lo había roto.
—¡MIERDA! ¿Ahora qué hacemos? —fue lo único que se atrevió a decir uno de ellos. Luego de una corta pausa y de mirarse unos a otros, regresaron a los vehículos dispuestos a tratar de llegar a tiempo para pasar sus últimos momentos con sus familiares.
El ministro chino contó al inicio con mejor suerte, desde el cuartel principal chino lo llamaron para anunciarle sobre las bombas nucleares que se acercaban a su posición. No perdió tiempo y logró movilizarse en su jet en cuestión de minutos a la base más alejada en la zona montañosa del Tíbet.
Luego de su llegada ordenó cerrar las puertas y preparar a todo el personal disponible en ese momento para tratar de establecer comunicación con los demás búnkeres distribuidos por toda China.
El presidente Jinping aún se encontraba en camino, pero ya era tarde, las puertas se habían cerrado y el ministro sabía que ya no era necesario seguir utilizándolo, ahora él tomaba por completo todo el poder. Una vez llegó a la sala de control del búnker militar, pidió a sus operarios que lo pusieran al corriente con lo que estaba ocurriendo.
—Estamos siendo atacados en este momento, señor —le dijo una mujer joven en aquella sala. El ministro chino iba a preguntar quién era el que estaba atacando, cuando las luces de todo el lugar se volvieron color rojo y una fuerte alarma comenzó a escucharse en todas direcciones.
—¡SEÑOR! —dijo un muchacho con uniforme militar sentado frente a uno de los monitores —¡SE DIRIGE DIRECTAMENTE HASTA NOSOTROS UN MISIL INTERCONTINENTAL!
Aquella luz roja seguía encendiendo y apagando una y otra vez, acompañada de la alarma que solo creaba terror en todos los presentes dentro del salón.
Todos miraban horrorizados al primer Ministro, esperando que dijera alguna palabra.
—¿DE QUIÉN ES? —fue lo único que logró decir con aquella voz quebrada y llena de angustia. El soldado miró de nuevo su pantalla y por su mirada era fácil deducir que no podía creer aquello que estaba leyendo. S,e giró nuevamente para ver al Ministro y abrió la boca, tratando de que salieran las palabras, pero en ese momento le eran muy difíciles de pronunciar.
—Señor, es… es. Es uno de los nuestros.
El ministro chino frunció el ceño, aquello no podía ser cierto, China no podía estar siendo atacada por sus propias bombas. Entonces un pensamiento atroz recorrió su mente y, temiendo lo peor, preguntó nuevamente al joven.
—¿Cuál de nuestras bombas es? —Una lágrima salió del militar, miró a su alrededor y vio los rostros aterrados y confundidos de todos sus acompañantes.
—Es la Shangdi X-4587, Señor.
El ministro cerró sus ojos y sintió como si dentro de su pecho algo se hubiera roto. No era un infarto, pero en ese momento deseo tener uno. Aquella bomba que se aproximaba a detonar sobre ellos, era el mayor misil jamás creado en toda la historia de la república China. 7 veces más poderosa que la mayor bomba rusa, y 3 veces más potente que la mayor bomba norteamericana, aquella bestia era la destructora de continentes.
No existía búnker en el mundo capaz de soportar la detonación de aquel misil. El ministro sintió como su estómago comenzaba a evacuar toda la comida de esa mañana dentro de sus propios pantalones.
Notó como la tierra se movía y aquellas paredes de concreto de un grosor titánico comenzaron a agrietarse al unísono de los gritos desesperados de quienes se encontraban dentro de aquel refugio bajo tierra.
Todos quedaron sepultados, y en cuestión de minutos el Tíbet fue barrido por una explosión tan potente que se sintió en toda Asia.
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