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Gobierno Fallido.

Venezuela.

  El día que las bombas cayeron sobre el mundo, en Venezuela existían 33 canales de televisión, la mayoría eran propiedad del gobierno y habían sido creados (o expropiados en años anteriores) con la finalidad de que solo sirvieran como portavoces de publicidad pro-socialista. Ninguno de aquellos canales se atrevió a decir algo al respecto sobre el apocalipsis nuclear.

  Nicolás Maduro se encerró en su búnker bajo tierra, al igual que muchos líderes del gobierno chavista. Dos semanas después de la última exposición nuclear en países extranjeros fue que Nicolás se atrevió a salir a la superficie. El gobierno apostaba a que ya Venezuela no sería atacada por un misil nuclear.
El primer día en que salió, Maduro conectó los 33 canales bajo una cadena nacional y dio su primer discurso post-nuclear. Frente a la cámara anunció que lo que estábamos enfrentando era el mayor ataque de parte de Estados Unidos para apoderarse del planeta. Aseguraba que Rusia y China habían sobrevivido al ataque y que un misil nuclear había sido lanzado contra Venezuela, pero que gracias a la acción rápida del ejército bolivariano y su sistema antimisiles se pudo evitar el ataque a la región.
Al día siguiente, Maduro instaló un toque de queda en todo el país, todos los civiles tenían que permanecer en su hogar, cualquier acción anarquista o manifestación sería controlada de cualquier manera. Más de 60 personas murieron a mano de los soldados la primera noche del toque de queda.
A las 24 horas ya todo el país había sido tomado por el ejército. Los venezolanos se resguardaron en sus hogares asustados y sin saber qué sería de ellos en los próximos días.

  48 horas más tarde, la primera oleada llegó. Cientos de venezolanos que en el pasado habían huido del régimen chavista estaban intentando regresar a Venezuela. Al principio eran pequeños grupos, pero luego fueron sumándose más y más personas, hasta que las entradas principales del país colapsaron, volviéndose ríos de gente que venía de toda Suramérica, huyendo de la radiación nuclear consecuencia de las bombas. Maduro respondió a esta ola de inmigrantes replegando la mayor parte del ejército activo en toda la frontera y dando la orden de que no se dejara pasar a nadie.
En las cadenas posteriores, Nicolás Maduro dijo a la cámara que los emigrantes que regresaban traían enfermedades y peste al territorio sano y libre de Venezuela, además, aseguraba que entre los grupos había militares norteamericanos infiltrados, con la intención de intentar desestabilizar su gobierno y apoderarse del país. Motivo por el cual ordenó el cierre total de cualquier vía de ingreso.
Otro día, durante uno de los monótonos discursos de Nicolás, uno de los canales se atrevió a mostrar la verdad y dividió la pantalla en dos mitades. En una, transmitía el discurso de Maduro, mientras que en la otra mitad se veía la situación en vivo en la frontera, específicamente en el puente que conectaba Colombia con Venezuela... Los soldados habían comenzado a disparar contra los civiles.
Como si fuera algún tipo de burla, Nicolás hablaba a la cámara diciendo que estaba por iniciar el plan de repatriación de los inmigrantes, donde estos estarían en un tipo de cuarentena para evitar ingresar a personas con enfermedades, luego de esta cuarentena obligada, se les restablecería con sus familias dentro del país. Maduro decía todo aquello mientras la otra mitad del canal mostraba a las personas tratando de resguardarse en todas direcciones. Los cuerpos caían y se amontonaban unos sobre otros ante la lluvia de balas provenientes de los soldados que en algún momento habían prometido servir a su pueblo, pero que ahora lo masacraban sin piedad.
Entonces, un asistente se acercó a Maduro y susurró algo a su oído, la cara de este se deformó de la rabia y, mirando fijamente a la cámara, hizo una seña con la barbilla, con lo cual la cadena fue culminada y todos los canales quedaron en negro y sin ninguna transmisión. Para cuando los canales volvieron a transmitir, horas más tarde, ya había un canal menos en la TV, justo el canal que se había atrevido a mostrar la verdad sobre la frontera.

  Maduro volvió a mostrarse frente a la cámara al día siguiente, aseguró que lo visto había sido un intento de las tropas norteamericanas para entrar a la fuerza y, en consecuencia, el ejército venezolano debió actuar en defensa de la soberanía y la paz. Contó que ya había comenzado el ingreso de las personas a los puntos de cuarentena, y pidió al pueblo venezolano que se mantuviera en sus hogares respetando el toque de queda. Continuó su discurso afirmando que los rumores sobre que Venezuela estaba siendo irradiada por contaminación nuclear eran solamente mentiras inventadas por agentes desestabilizadores. Que no había nada que temer y que... Diciendo aquella oración, Nicolás comenzó a toser, primero de forma leve, pero poco a poco fue empeorando hasta transformarse en una tos sin control. Maduro se doblaba sobre su escritorio buscando equilibrar su cuerpo, trató de tomar agua, pero al primer trago la expulsó tosiendo. Varios asistentes se acercaron a él para ayudarlo. A través de la pantalla, quienes veían la entrevista pudieron notar que en el último momento Nicolás había comenzado a escupir sangre.

  Durante una semana Nicolás se mantuvo alejado de las cámaras, el control pasó a su ministro y hombre de confianza, Jorge Rodríguez. La situación en Venezuela era insostenible, día a día más personas caían enfermas, por lo que todos suponían que era envenenamiento por radiación. Aun así, el gobierno negaba que hubiera tal radiación en Venezuela y pedía a los venezolanos paciencia. Nadie podía salir a las calles, ya que los soldados y grupos armados las recorrían todos los días, asesinando a todo el que encontraban, así que las personas preferían quedarse en sus hogares para morir por enfermedad o por hambre. Cuando Maduro apareció nuevamente frente a una cámara, su salud se había deteriorado tanto que era incómodo el solo verlo, su piel se había puesto amarillenta y el borde de sus ojos estaba oscuro. Sus ojos estaban rojos debido a los vasos oculares rotos y había perdido tanto peso que sus mejillas flácidas colgaban a los costados de su cara. Hablaba lento y pausado, tratando en todo lo posible por mostrarse tranquilo, decía que estaba comenzando a recuperarse y que dentro de poco estaría nuevamente al frente, dirigiendo el nuevo gobierno que se había comprometido a salvar el mundo. Afirmo que no había rastros de radiación en Venezuela y que estaba seguro de que se debía a la intervención del presidente Chávez, que cuidaba su país desde el cielo. Luego, volvió a hablar sobre cómo el mundo había sido acabado por culpa de los Estados Unidos, pero que ellos fueron al final los vencedores. Dentro de poco comenzaría una primera fase en que cada venezolano aportaría su grano de arena, cultivando, criando y trabajando en pro del país y del mundo, y que en el futuro serían las nuevas generaciones quienes limpiarían el mundo y extenderían el socialismo por toda la tierra.

  —Al final, el socialismo Venció— fueron sus palabras, casi un susurro, cuando se detuvo y se quedó observando a la pantalla, fijo hacia la nada. Su labio inferior temblaba, pero no decía nada. Fuera de cuadro podía escucharse cómo los asistentes lo llamaban, preguntándole si le ocurría algo. Entonces un hilo de sangre espesa comenzó a brotar de su nariz y a recorrer su bigote, las gotas eran tan pesadas que cayeron con velocidad sobre el escritorio, manchando los papeles que sobre este descansaban. Fue ahí cuando Maduro volvió a recuperar la lucidez y, con su mano temblando, llevó la punta de sus dedos hasta su bigote, donde pudo sentir la sangre aún caliente que no paraba de brotar. Ya las personas en la habitación se habían acercado a socorrerlo, con gasa y algodón para detener la hemorragia, entonces un nuevo ataque de tos se hizo presente. Maduro expulsaba sangre a montones con cada toser, parecía que se estaba ahogando y no podía respirar bien. Manchó su ropa y la de quienes trataban de sujetarlo y ayudarlo. La transmisión se cortó justo en el momento en que Nicolás comenzó a convulsionar.

  Al día siguiente, el canal de televisión que había pertenecido a las fuerzas armadas cambió su transmisión programada y fue el único en mostrar al ministro de defensa, Vladimir Padrino López, acompañado de varios militares, dando un discurso a la cámara. Rechazaban el proclamamiento de Jorge Rodríguez como presidente, ya que quien debía tomar el cargo según la sucesión era el actual vicepresidente Diosdado Cabello. Si él no podía, debía ser la cúpula militar quien tomara el cargo momentáneamente mientras se nombraba de manera constitucional un nuevo sucesor. Padrino pidió a todas las fuerzas armadas y a los generales activos apelar a tal norma, tal como lo nombraba la constitución.

  Aquel acto de desobediencia no fue bien tomado por Jorge Rodriguez, quien ordenó el cierre inmediato del canal y se pronunció en cadena nacional, tratando de traidores y enemigos a Padrino López y compañía. Aseguró que se habían vendido y que tenía pruebas de que trabajaban en conjunto con fuerzas norteamericanas que tenían intención de dominar el mundo desde búnkeres bajo tierra. El ejército tomó dos bandos: aquellos que seguirían a Jorge Rodriguez y aquellos que seguirían a Padrino López.

  Dos canales más dejaron de funcionar cuando las fuerzas militares pro-padrino entraron a Miraflores para tomar el poder. El canal principal del gobierno mostró el intercambio de balas entre las dos facciones del ejército. También mostró el justo momento en que Jorge Rodriguez abandonó la casa de gobierno en un helicóptero. Padrino aprovechó la transmisión del canal para hablar a la cámara y decir que habían tomado el poder. Llamaba a los generales disponibles para que bajaran las armas y que ahora debían comenzar entre todo el ejército a ayudar al pueblo venezolano que se mantenía en sus hogares muriendo de hambre y radiación. Pero la señal del canal fue tumbada y, junto con los demás canales, mostraron a Jorge Rodriguez, quien ahora se encontraba oculto en una base militar a las afueras de la ciudad. Este nuevamente arremetió contra sus adversarios, y entre insultos y maldiciones aseguró que volvería a tomar el poder y fusilaría a todos quienes se opusieran a su mandato. Él era el elegido por Maduro, el máximo socialista hijo de Chávez que levantaría el planeta de las ruinas post-nucleares, y cuando su discurso se mantuvo en mayor intensidad, al igual que había ocurrido con Maduro, la transmisión fue cortada cuando aquel hombre comenzó a toser sin poder controlarse.

  A los dos días, Jorge Rodriguez volvió a aparecer, se había trasladado a otro cuartel más alejado. Iba sentado en una silla de ruedas, usando una bata clínica y con una bombona de oxígeno con mascarilla, se la quitaba para hablar y volvía a usarla cada tanto. Nuevamente insultó, maldijo y culpó de todo lo que ocurría a aquellos que se oponían a él, llamó al ejército a revelarse y a que cumplieran con su compromiso con Chávez, Maduro y la patria. No pudo terminar de hablar cuando, sin poder controlarse, comenzó a orinarse encima. La transmisión se cortó mientras se veía a Jorge Rodriguez llorando desconsoladamente como un niño.

  Al día siguiente, la transmisión mostró al mismo militar que había puesto la bandana sobre Rodríguez, estaba más delgado y con el cabello sucio y despeinado. Jorge Rodriguez había muerto y aquel hombre culpaba a Padrino Lopez por eso. El militar mandó a las tropas a prepararse, ya que debían recuperar el palacio de gobierno. Ahora el conflicto comenzaría en toda Venezuela, y los supervivientes que eran testigos de todo desde sus casas comenzaron a sentir que lo mejor que podía pasarles en ese momento era que una bomba les cayera encima.

  La cadena de sucesos que ocurrió después fue tan desastrosa que muchas personas justificaron el fin de la humanidad. El militar que había tomado el cargo luego de Jorge Rodriguez fue abatido en su intento de recuperar el palacio de Miraflores. A su vez, un general en el estado Zulia se pronunció en el canal televisivo de la región y proclamó su independencia de territorio venezolano, formando la nueva república independiente de Maracaibo. Su canal fue sacado del aire una hora después de su mensaje.

  En Caracas, uno de los canales más antiguos y que fue de los primeros en ser expropiados por Chávez, comenzó a transmitir en vivo desde el estudio de noticias. La imagen mostraba un reconocido presentador del canal, este iba vestido usando una camisa con el cuello desabotonado y sin corbata. Su cabello grasiento y canoso estaba alborotado y en su semblante mostraba señales de fatiga. La radiación había comenzado a enfermarlo. El periodista hablaba rápido y nervioso, leía las notas que llevaba en sus manos temblorosas y contó a detalle cómo en ese momento distintos generales se habían proclamado gobernantes en cada estado. Había enfrentamientos en los barrios pobres de Caracas, las personas ya no podían soportar el hacinamiento y el hambre y habían decidido salir de sus casas y comenzar a saquear bodegones y almacenes de alimentos. La mayoría de estos habían sido tomados por grupos armados del gobierno, quienes no dudaron en asesinar a cuanta persona hambrienta se atreviera a tomar su comida. En el interior del país, grupos armados se enfrentaban al ejército para tratar de tomar el control sobre pozos de agua, las medicinas valían más que el oro y no quedaba hogar en Venezuela donde no hubiera un fallecido por culpa de la radiación. Padrino López se mantenía resguardado desde el palacio de gobierno, el cual era protegido con francotiradores que disparaban a todo lo que afuera se moviera. Las calles estaban repletas de cadáveres, ya no había quien se encargara de recogerlos y las nubes de moscas mortecinas recorrían todo el país alimentándose de los muertos...
El presentador detuvo su informe cuando escuchó como alguien pateaba la puerta con fuerza. Eran militares que habían llegado a detener la transmisión. Durante un minuto el hombre continuó leyendo su informe a la cámara, ignorando los golpes e insultos que se podían escuchar claramente. Incluso cuando las puertas se abrieron y los soldados enfermos y sucios entraron al canal apuntando con sus rifles, aquel hombre continuó leyendo su documento. Hizo falta que uno de los soldados sacara una pistola de su cintura para apuntarla a la cabeza, solo al disparar fue que logró hacerlo callar. Se escucharon gritos dentro del estudio, eran los operadores técnicos quienes rogaban para que no les hicieran nada. La pantalla quedó en negro aún con las súplicas de aquellos hombres y mujeres y junto con el sonido de impactos de bala... Luego solo hubo oscuridad. El canal salió del aire para no volver nunca.

  Dos días después, un canal de otro estado comenzó a transmitir, mostrando varios hombres encapuchados y armados con fusiles militares. Eran delincuentes que antes de la caída estaban presos dentro de una cárcel en el centro del país. Se habían adueñado de la prisión y aseguraban que también habían atacado varios cuarteles del estado. Decían a la cámara que cuando las bombas nucleares cayeron, fueron abandonados a su suerte en el penitenciario para que murieran por la radiación. Muchos sí habían fallecido, pero ahora quienes quedaban tenían tomado el centro y se oponían totalmente a la guerra civil que ocurría en ese momento en Venezuela. Uno de ellos comentó que un general se había dirigido en días previos a la cárcel con la intención de reclutar la mayor cantidad de reos posible para conformar un ejército con el cual atacar la casa de gobierno. Pero ellos, además de rechazar la oferta, se encargaron de arrastrarlo desnudo por el pavimento, amarrado a un camión militar, hasta que el hombre les rogó que le dispararan en la cabeza. Ahora, habían tomado el poder e invitaban a las personas que se mantenían escondidas en sus hogares a que se acercaran a la prisión donde serían resguardados y protegidos. Contaban con medicinas y alimento suficiente que habían tomado en los cuarteles militares donde lo tenían escondido.
Ese mismo día, en horas de la madrugada, la cámara volvió a transmitir, esta vez era solamente un muchacho, ya sin capucha y mostrando su rostro asustado y lleno de sangre. Pedía auxilio a través de la cámara, mientras se escuchaban detonaciones y lluvias de balas a sus espaldas. El joven llorando rogaba que detuvieran el ataque, ya que en la prisión había familias, ancianos y niños inocentes que solo estaban allí en búsqueda de comida y refugio. Él contaba que estaban siendo atacados con helicópteros armados con ametralladoras y que disparaban sobre la prisión sin distinción alguna. El muchacho en aquel momento de miedo y sufrimiento solo parecía un niño buscando consuelo de su madre. Los disparos lo hicieron caer al suelo. La cámara rodó sobre el piso, enfocando su rostro destrozado por las balas. Durante horas solo se vio su cadáver inerte hasta que la batería se agotó y al fin se apagó. El canal salió del aire luego de eso. 

  Al día siguiente, ya solo quedaban 5 canales disponibles que aún funcionaban en el país. Uno era un antiguo canal de arte y cultura, que se encontraba transmitiendo dibujos animados de los ochenta. Otro era un canal del estado que mostraba la misma película mexicana en blanco y negro una y otra vez. El tercero había sido enlazado a un canal de YouTube que recopilaba todas las cadenas nacionales y programas del difunto presidente Chávez. El cuarto canal transmitía una serie de vídeos musicales que se repetía cada día, y el quinto canal sólo mostraba una imagen con el escudo de Venezuela y el mensaje en letras que decía: Estamos atravesando fallas técnicas, en breves momentos la señal será restablecida.

  A los días, el canal que solo mostraba dibujos animados comenzó a transmitir en vivo. La imagen era de dos hombres dentro de un estudio radial, uno de ellos de nombre Pedro Carvajalino, quien en el pasado había sido un presentador a favor del chavismo, y su compañero era un hombre mayor que se hacía llamar a sí mismo Potro Alvarez, quien también había sido presentador del canal, pero de un programa de música. Estaban drogados y usaban ropas sucias y con manchas de las que no se lograba saber si era de comida o vómito. Habían estado todo el tiempo escondidos en aquel estudio, a su alrededor había botellas vacías de licor y pipas ahumadas para fumar drogas. En ese momento, que habían encendido las cámaras, estaban compartiendo un cigarro de marihuana. Reían como idiotas, completamente colocados, hablaban entre ellos y no se lograba comprender lo que trataban de decir. Karvajalino apuntó a la cámara y dijo que quienes habían sobrevivido a la radiación debían reunirse con ellos en la plaza central de Caracas, pues tendrían el mayor concierto de rock donde se coronarían como los nuevos reyes de Venezuela. Durante una hora rieron, fumaron y vomitaron frente a la cámara. Hasta que la puerta del estudio fue derrumbada y tres soldados entraron disparando contra los presentadores, sus cuerpos cayeron al suelo y los militares comenzaron a patear los cadáveres una y otra vez sin detenerse. Uno de ellos se acercó a la cámara, como si de momento hubiera caído en cuenta de que estaban siendo grabados. A su espalda se veía cómo sus compañeros se habían bajado la bragueta para orinar sobre los deformados cuerpos. El soldado intentaba encontrar el botón para apagar la cámara, pero no podía. Por lo que se lograba ver a detalle su actual estado, usaba la camisa del uniforme desabotonada, como si fuera un chaleco, dejando ver su pecho desnudo y lleno de llagas. La hilera de costillas mostraba que estaban famélicos, su cara huesuda era grotesca y por su mueca se notaba que estaba comenzando a caérsele los dientes. La radiación lo estaba asesinando lentamente. Cuando el militar se cansó de intentar cortar la transmisión, levantó su fusil y disparó contra la cámara, aquella fue la última imagen antes de que el canal cayera en la oscuridad. 

  Días después de aquel incidente, el canal que mostraba las cadenas de Chávez por fin silenció su transmisión y mostraba ahora un grupo de soldados dentro de un cuartel. Estaba oscuro, pero habían puesto fogatas improvisadas en envases de hierro, lo que permitía que se vieran a las personas en la transmisión. Los militares iban sin camisa, estaban delgados a un nivel que parecían más muertos que vivos, la mayoría ya sin dientes, con las ojeras oscuras y los ojos rojos de sangre. Uno de ellos habló a la cámara diciendo que eran los últimos guerreros sobrevivientes y que habían logrado curarse de la contaminación nuclear, ya que habían entregado su alma y cuerpo a la reina Maria Lionza. Decía que ella los estaba protegiendo, y que mientras sus enemigos morían, ellos permanecerán continuando con el legado de su comandante Chavez. La cámara enfocó al suelo y mostró muchas velas encendidas, también había una vasija de madera con sangre espesa dentro de ella. El soldado tomó la vasija con ambas manos mientras decía que aquella era la sangre de tributo a su reina, y que al cubrirse con ella eran protegidos de la radiación. Todos comenzaron a meter la mano en aquel envase, el cual se pasaban entre ellos, frotaban su cuerpo con el líquido pegajoso y comenzaron a aullar y a hacer sonidos como animales salvajes mientras danzaban alrededor de las velas. Afirmaban que estaban curados de la radiación, pero con solo verlos a detalle bastaba para notar que todos estaban llenos de llagas, y que a algunos se les estaban comenzando a caer los dientes. La radiación se los llevaría a todos, uno por uno, y no había sangre que se lo impidiera. Una vez que el tazón quedó vacío, los militares continuaron moviéndose alrededor del fuego, riendo enloquecidos. Esa misma noche el canal fue suspendido, y otros dos canales salieron del aire, quedando al final solo aquel que anunciaba fallas técnicas. El cual se quedó así durante días y días. Hasta que por fin una mañana comenzó a transmitir nuevamente.

  La transmisión era en vivo. Ahora grababan dentro de una casa donde se había improvisado un set de entrevistas en la sala. La cámara mostraba a varias personas tratando de preparar el espacio, acomodando las luces y moviendo las sillas. Cuando todo estuvo listo, con una andadera se vio llegar al entrevistador, un periodista de gran recorrido que siempre se caracterizó por ser crítico del gobierno chavista. Había sido un preso político del régimen de Maduro, pero el día de la caída le permitieron irse a su casa. Usaba tapabocas, al igual que todos dentro del set, se sentó en su lugar y esperó pacientemente a su entrevistado. Cuando todo estuvo listo, por fin apareció la segunda persona en el cuadro de la cámara. La camilla fue lo primero en notarse, esta iba empujada por una enfermera y sobre la camilla se encontraba Vladimir Padrino Lopez, el antiguo ministro de defensa.
Estaba conectado a un respirador artificial, en ambas manos tenía vías intravenosas por donde pasaban suero y anestesia, su cuerpo estaba tan delgado que daba la impresión de que se quebraría con solo tocarlo. En su rostro apenas si guardaba unos pocos rasgos que permitían reconocerlo, donde antes había abundante cabello, ahora solo quedaba una calva verdosa y llena de ronchas... Le quedaba poco más de una hora de vida a aquel hombre.
El presentador saludó a la cámara con los buenos días, tal como siempre había hecho en sus programas del pasado.

  —Hoy estamos ante el antiguo ministro de defensa— dijo el periodista dirigiéndose al frente—quien por voluntad propia ha pedido manifestarse ante los venezolanos esta noche.

  Vladimir solo asintió y se quitó la mascarilla que le proporcionaba oxígeno para poder responder. Dio las gracias, su voz era tan suave y seca que parecía propia de un anciano. La radiación lo había envejecido el doble de su edad.

  —¿Crees que aún queden personas vivas aun en el país? —preguntó Vladimir a su compañero. Este le aseguró que, aunque las ciudades parecían vacías, aún quedaban sobrevivientes resguardados; la mayoría probablemente estén muy enfermos, pero lucidos y ansiosos por saber la verdad. Padrino solo asintió, recuperó el oxígeno con la máscara y luego volvió a quitársela para poder hablar. Repetiría esta acción cada ciertas palabras durante su confesión a la cámara.

  —Para cuando las bombas cayeron, ya Venezuela era un Gobierno Fallido —dijo Padrino Lopez —el gobierno de Maduro solo se mantenía a flote gracias al narcotráfico, y aun así el régimen iba en caída, estábamos en un punto insostenible. Las bombas nucleares solo permitieron a Maduro anclarse al poder, ya sin nadie en el exterior que lo enfrentara. Mientras él, Diosdado y Jorge Rodriguez se escondían en sus búnkeres bajo tierra, nosotros tratábamos de entender qué ocurría. Teníamos miedo de que un misil nuclear entrara en nuestro espacio aéreo, no podíamos hacer más que observar y esperar ser destruidos. Cuando Maduro dijo que habíamos logrado contrarrestar un misil, solo pude reír por dentro. Creo que su deterioro rápido fue por mantenerse bajo tierra los primeros días de la caída. Lo más seguro, nuestro cuerpo fue desarrollando una inmunidad con la radiación que llegaba al país en pequeñas proporciones. Cuando salieron de sus escondites, la radiación era más fuerte y ellos no pudieron soportar la enfermedad como nosotros. No te creas, todos moriremos por radiación, incluso habrá quienes tarden meses, hasta años, pero la radiación nos llevará a todos, dejando la tierra limpia de vida.

  Intentamos hacer contacto con el mundo exterior. Todo era un caos, pero nos dimos cuenta de que todos los gobiernos, a excepción del nuestro, habían caído. Según las investigaciones, gran parte de China había sido arrasada, y en Rusia había túneles bajo tierra, lo que antes habían sido las vías del metro, pero no lográbamos comunicarnos con ninguno. Quien hizo todo esto lo hizo tan inteligentemente que no necesitó atacar todos los países de Latinoamérica, con atacar Brasil, México y Argentina, la radiación fue suficiente para envenenar todo el continente.
Así que por un momento  nos creímos ese cuento barato de que seríamos los constructores que forjaríamos el nuevo mundo. Pero entonces llegaron los inmigrantes y todo se nos fue de control. Maduro los odiaba, como todo dictador, aborrecía a todo el que huyera de su yugo. Así que dio la orden de que no se podía permitir la entrada a nadie como diera lugar, y cuando él decía que algo debía hacerse a como diera lugar, significaba que tendríamos que hacer correr sangre. Yo estaba trastocado. Hace años que había enviado a mis hijos a España, lejos de toda esta locura. Sabía que ahora España era un lago radiactivo, Francia había mandado varias bombas a la madre patria... Nunca pude despedirme de ellos. Cuando llegué a la frontera, fui en verdad con toda la intención de poner orden y encontrar una manera de que las personas retornaran a su tierra. Pero ya era tarde, el ambiente explotó y lo peor pasó: los soldados se encargaron de disparar a la multitud sin piedad.

  El lugar era una verdadera carnicería, no había forma de pasar entre los cuerpos sin manchar el calzado de sangre. Caminé entre las carpas de todo el campamento improvisado que habían montado en la frontera. Dentro de una carpa había dos niños muertos, uno de 5 abrazando a su hermanito de 2, murieron juntos cuando las balas los alcanzaron. Salí de ahí y comencé a llorar. Debí perder a mis hijos y encontrarme con aquella escena para poder entender que durante todo ese tiempo estaba sirviéndole a demonios. Confronté a uno de los hombres que había formado parte del primer ataque a los inmigrantes, le pregunté que quién les había dado la orden de disparar contra las personas, y me contestó que seguían órdenes directas de su comandante Maduro. Incluso uno de los generales del Sebin me reprochó mi actitud, diciéndome que todos en algún momento nos habíamos llenado las manos de sangre con algún estudiante de una manifestación, que no viniera a estas alturas a tirármela de moralista. Pero en el momento en que tu conciencia te ataca y tu moral despierta, ya no hay nada que la apague. Regrese a Caracas decidido a reunirme con otros generales para que buscáramos una solución, Maduro no estaba capacitado para enfrentar la situación post-nuclear... ¡Jah! Como si alguna vez hubiera estado capacitado para algo.

  Al llegar, nuevamente las cosas habían cambiado: Maduro cayó enfermo por la radiación y Jorge Rodriguez estaba comenzando a mover los hilos a su favor. Incluso él mismo se encargó de acelerar su transición matando con sus propias manos a Maduro. Fui uno de los primeros en ver el vídeo de seguridad donde Rodriguez presionó la almohada contra el rostro de Nicolás hasta matarlo. Él se justificó diciendo que lo había hecho por piedad, ya que sufría demasiado por el dolor de la enfermedad, que para cuando lo hizo, Maduro era un vegetal inconsciente. Pero la verdad es que Nicolas luchó con las pocas fuerzas que le quedaban para tratar de quitarse a Jorge Rodrigues de encima. Murió viendo cómo era asesinado por el hombre en que más confiaba.

  Cuando me anuncié en desacato diciendo que quien debía tomar el poder era Diosdado Cabello, solo fue una excusa para tratar de que el ejército se pusiera a mi favor. Pero ya Jorge Rodriguez había logrado arrimar hombres a su causa, así que solo logré dividir a las fuerzas armadas en dos mitades. Pudimos tomar la casa de gobierno, sí, pero los generales distanciados en toda Venezuela no obedecían a nuestro mando. Otro resultado de las estrategias impuestas desde Chávez para mantenerse en el poder. En Venezuela había 2000 generales activos. Colombia, con el doble de nuestro ejército, apenas poseía 90. México, que tenía uno de los ejércitos más numerosos del mundo, no llegaba a tener más de 500 generales. Chávez diluyó de una manera tan efectiva el poder militar que con ello se aseguró que ningún general tuviera suficiente poder para animarse a derrocarlo. Ahora los teníamos regados en Venezuela, hombres sin honor cuyo único talento era ser lame botas del régimen, y con el mundo post-nuclear cada uno se veía a sí mismo como un rey al que los demás debían obedecer. Así que, en mi búsqueda de frenar la guerra civil, se me ocurrió la idea de encontrar a Diosdado. No había salido a la superficie desde la caída, así que seguramente aún se encontraba con vida, siendo testigo por la TV de todo lo que estaba pasando. Era un hombre que en el pasado imponía miedo, se había ganado su puesto en el gobierno a punta de asesinatos y amenazas, era el narco entre narcos, el hombre que había logrado lo que Pablo Escobar solo soñaba: unir la política con el tráfico de drogas. Si encontraba a esa basura y lo convencía de hablar a mi favor, todas las basuras al mando de cuarteles militares lo obedecerían. Así que cuando descubrimos donde tenía su búnker, yo mismo fui en persona por él... Cómo me arrepiento de eso.

  Cabello construyó su refugio en las montañas, afuera de Caracas. Allí se dirigió con su familia cuando las primeras bombas nucleares comenzaron a detonar en el mundo. Pero, al igual que en su momento Chávez desconfió de los doctores venezolanos cuando enfermó, Diosdado tampoco confiaba en militares venezolanos para protegerlo. En los últimos años, su cuadro de seguridad estuvo conformado por haitianos, somalíes y cubanos. Y no es por denigrar esos países, pero Diosdado se encargó de contratar lo peor de la humanidad: asesinos, mercenarios, hombres que hubieran sido capaces de degollar a su propia madre por dinero. Nuestros agentes del SEBIN eran escorias, pero comparados con estos tipos parecían vigilantes de centro comercial. No sé por qué se le ocurrió que sería buena idea encerrarse con esa gente junto con su familia.

  Cuando llegamos al lugar, nos sorprendió encontrar las puertas abiertas, incluso notamos que alguien acababa de irse de allí. Supimos que tenían cámaras a los alrededores, así que apenas descubrieron que nos dirigimos para allá, se fueron y dejaron solo el refugio. Entramos y encontramos un desastre en todos lados. Lo peor fue hallar a Diosdado amarrado en una esquina, famélico y desnudo, acostado sobre sus propios desperdicios. Estaba vivo pero en estado de shock, cuando nos acercamos a él, comenzó a llorar y a rogarnos que por favor no le hiciéramos más daño. Tenía todo su cuerpo lleno de moretones, cortadas y quemaduras. Lo habían torturado de una y mil maneras y, a lo último, solo lo estaban dejando morir de hambre.
Imaginó que en su momento a Cabello se le olvidó que aquellos hombres eran guardaespaldas y no sirvientes. Lo más probable es que les ordenara hacer algo, y conociendo la forma tan déspota como Diosdado daba órdenes, supongo que se hartaron y decidieron hacer con él lo que les vino en gana. Los amarraron a todos, a él y a su hijo los golpearon hasta dejarlos inmovilizados, luego tomaron a las mujeres, a su esposa y su hija, y lo hicieron ver cómo las violaban sin piedad. Su hijo logró liberarse e intentó despegarlos de su madre, pero ellos lo tomaron y lo golpearon, tanto al hijo como a la mamá, hasta que les reventaron los cráneos a puño limpio. Luego, aún con las manos mojadas de sangre caliente, continuaron violando a la muchachada. Ella pudo resistir más días hasta que falleció por culpa de las hemorragias internas. Y luego de esto, los escoltas tomaron a Diosdado y lo usaron a él como mujer. Sé que el tipo era un maldito, la lista de muertes por su culpa ni siquiera tiene final. Pero aun así no dejo de sentir lástima por todo lo que le hicieron. Encontramos a sus antiguos escoltas escondiéndose en una casa cercana. Hice que los fusilaran en una plaza pública.

  Hicimos lo posible por curarlo. Fueron varios días donde Cabello no dio señales de mejorar, me temí que su estado débil, combinado con la radiación en el ambiente, lo mataría muy rápido. Había dejado a un militar a su cuidado y este nos contó que un día sencillamente Diosdado abrió los ojos y se sentó en la cama. Tenía su semblante serio y su típica mirada de odio y desprecio hacia todos, el soldado se paró firme y saludó a su superior como era normal. Diosdado solo le respondió el saludo y le preguntó con total calma al muchacho si estaba armado, este le respondió que sí, que llevaba su pistola reglamentariaEntréguemela —lordenó cabello mientras le extendía el brazo para tomar el arma. Cuando el soldado se la dio, Diosdado la cargó y metió el cañón en su boca, apretó el gatillo sin dudar y se voló la tapa del cráneo, manchando toda la pared con la masa gris de su cerebro... Ahí se fue mi oportunidad de poner orden, y todo terminó de irse a la mierda con lo que quedaba del ejército.

  Ese mismo día me lavé la cara y, viéndome al espejo, noté cómo comenzaba a sangrarme la encía. Tenía una pequeña molestia en un diente, así que comencé a moverlo de lado y lado hasta que este cedió fácilmente y abandonó su lugar. Lo escupí sobre el lavamanos junto con toda la sangre que salió tras él. Supe que ahora venía mi turno y no había podido hacer ninguna mierda de provecho. Abandoné el palacio de gobierno ese mismo día, ya no había sentido jugar a la política...

  Vladimir comenzó a toser, había dicho demasiado y su cuerpo no daba para más. Llevaba la máscara de oxígeno a su boca, pero era inútil, estaba sangrando por dentro y le era imposible siquiera recoger el aire en sus pulmones. Tanto el presentador como los demás ayudantes se acercaron a la camilla. —No quiero morir —decía el hombre llorando mientras sujetaba a los muchachos que trataban de moverlo. —Hicimos tantos pactos, tantas cosas malas que solo nos aguarda el infierno —decía para luego volver a toser sin control. La camilla comenzó a mojarse y a gotear agua marrón al suelo, ya no controlaba sus esfínteres. Mientras seguía chillando del dolor y sufrimiento, alguien se acercó a la cámara y cortó la transmisión, dando por culminada la entrevista.
Durante dos horas la pantalla quedó oscura, hasta que la imagen volvió y la cámara mostraba nuevamente el estudio. La camilla ya no se encontraba y se notaba que habían limpiado el lugar. El presentador estaba de pie y se quitó el tapabocas para poder hablar con claridad frente a la cámara. También tenía ojeras y señales de que estaba comenzando a enfermarse.

  —Queridos televidentes —dijo el hombre con voz grave— es mi deber anunciarles que hace una hora el ministro de defensa Vladimir Padrino Lopez, falleció. Siendo su última voluntad el poder contar al mundo lo ocurrido en los días previos. Repetiremos la entrevista dos veces al día, en la mañana y en la noche en el canal, hasta que el generador de corriente lo permita. En este momento las ciudades están vacías, la mayoría de los hogares están habitados por cadáveres. También los animales están sufriendo las consecuencias de la radiación, ya que varias especies se han extinguido por completo. Hay rumores de caravanas de personas dirigiéndose al Amazonas, cerca de los tepuyes, donde se dice que la radiación no ha podido llegar y estarán seguros. No puedo afirmarles que sea verdad, para quien aún tenga fuerzas... quizás valga la pena intentarlo. La vegetación también muere, incluso el agua está contaminada por radiación. El mundo ha muerto señores, pero quiero que sepan que no fue su culpa. Las bombas no fueron su culpa, y lo que ocurrió aquí mucho menos. Quizás hubiera habido una pequeña oportunidad si nuestros gobernantes no hubieran sido corruptos interesados más en el poder que en su misma supervivencia. Si hay quienes logran sobrevivir en el futuro, así sean seres evolucionados que en miles de años hereden la tierra, espero que esto quede grabado como advertencia para no repetir los mismos errores.

  A quienes me están viendo, no me queda más que despedirme, este será mi último programa. Solo quiero desearles feliz noche y darles las gracias por verme el día de hoy. A mi esposa y niños, que me esperan en casa... resistan un poco más. Ya papi va con ustedes, no se marchen sin ... Ya papi vuelve a casa.

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