—Mira, Gold, está bien amarte a ti mismo, y también lo está demostrarlo... pero debes entender que no todos tenemos esa capacidad.

Habían pasado diez años desde que Silver conoció a Gold, y, hasta la fecha, él fue el único, más allá de su «hermana» Blue que pudo dejar un vestigio suficientemente fuerte en su corazón como para poder abrirse y expresar sus emociones libremente. Pero había un factor de Gold que desesperaba a Silver: era incapaz de entender que no todo el mundo tiene amor propio, ni que hay a quienes le cuesta expresarlo.

—¡Pero Silver! ¡Precisamente eso es lo que debes de cambiar! ¿O es que vas a vivir toda tu vida sintiendo repudio por ti mismo?

Las palabras de Gold tocaron fondo en su pecho, provocando que frunciara el ceño y pretendiese gritarle, mas no podía, esta vez no iba a gritarle.

—Sí. Y no tengo nada más que hablar contigo, adiós—. Silver dio media vuelta con un semblante notoriamente enfadado, dejando al ojiambar con muchas cosas que decir.

La distancia entre ellos era cada vez más notoria, y el aguerrido criador decidió zanjar ese asunto para siempre; echó a correr. Echó a correr hacia Silver, y le tomó del brazo, provocando que por primera vez en mucho tiempo se mirasen a los ojos.

Sus luceros se mantuvieron fijos en los del otro, deleitando la tonalidad de la iris contraria, y en un impulso que ninguno de los dos vino venir, juntaron sus labios de forma agresiva.

Empezaron a pensar en lo que habían vivido juntos mientras compartían el beso, que parecía apasionado y una competición, mas en realidad su significado era «necesidad»; llevaban mucho tiempo esperando ese beso de forma inconsciente, ambos conocían al otro mejor que nadie, habían vivido demasiado juntos, Silver podía ser él mismo estando junto a Gold, y ese beso lo demostraba.

Se separaron y continuaron mirándose fijamente, sus respiraciones agitadas imploraban por oxígeno, y sus sentimientos revoloteaban incesantemente por todo el lugar. Gold abrazó a Silver en cuanto se recompuso.

—Lo siento, he sido un idiota... ¡un gilipollas! Debí tener en cuenta tus sentimientos yo—

Fue interrumpido por los labios de Silver, que censuraron sus palabras con calma, creando así un segundo beso.

—Está bien, solo ignoremos esto.

—¡Espera! Silver, te amo—dijo sin pensar, solo verbalizó lo que no quería decir, pero sabía que necesitaba decir; Silver rió.

—Y yo a ti, imbécil—. Silver correspondió el abrazo y se quedaron así unos segundos, escuchando los latidos del otro.

¿Quién iba a decirlo? Gold solo tenía que cagarla para que al fin ambos confesasen sus sentimientos.

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¡Aquí empieza este reto un año más! Este relato no me parece gran cosa, pero igual no está mal de todo, creo.

¡Espero que os haya gustado!