Yuki y Tami
Yuki esperaba aburrida en la sala de clases. Aquella materia no le interesaba lo más mínimo, sólo la había tomado porque era fácil, por lo que estaba sentada casi al fondo del salón. Su mirada calmada se paseaba por el lugar, sin fijar la vista en nada en particular, hasta que entraron dos chicas charlando muy animadamente. Una de ellas se notaba que tenía una personalidad desbordante. Le hablaba a la otra algo fuerte, prácticamente cualquiera podía escucharla.
—No seas tímida Tami, tienes que unirte a nosotras, yo sé que te gusta el baile. Aparte, según tus horarios, sé que puedes ensayar con nosotras los viernes después de la clase de inglés.
La aludida se veía algo avergonzada, pero parecía que estaba a punto de ser convencida por su amiga. Yuki se fijó en ella, era la típica chica rellenita o "curvy", al parecer eso era lo que la hacía estar incómoda con la situación. Tami moduló un visible "no sé". Yuki la siguió observando, de pies a cabeza, tal como un depredador a su presa. Era exactamente su tipo, sus caderas anchas denotaban que tenía un trasero generoso, en forma de corazón como pudo asegurarse cuando la chica volteó. Además, el tamaño de sus pechos tampoco estaba mal.
Al parecer Tami notó que la estaba observando, pero bajó la mirada rápido, seguramente se había sentido intimidada. "Mierda", pensó Yuki. Era demasiado adorable. Esa timidez le encantaba, su cuerpo le parecía demasiado atractivo, era su debilidad. Yuki era hija de una latina, con un padre japonés, pero no se habían ido a Japón, por suerte para ella. Era inusualmente alta, casi el metro ochenta, esto, sumado a su delgadez y su mirada oscura, la hacían algo intimidante a simple vista.
Sin embargo, Yuki podía ser muy amable y confiable con los que consideraba sus seres queridos. Al ver a Tami, recordó a sus novias anteriores, que siempre la dejaban luego de mejorar su autoestima gracias a Yuki. Se preguntaba si sería lo mismo con Tami si se conocieran mejor, la verdad no se arrepentía de sus gustos, pero a veces deseaba mantener por más tiempo sus relaciones.
Ese pensamiento la deprimió, así que decidió dejar tranquila a la chica. Pero cuando llegó el viernes y fue al gimnasio de la universidad a entrenar basquetbol como siempre, vio al grupo de chicas que ensayaban coreografías coreanas cerca, y entre ellas estaba Tami. La estaban presentando, y ella sujetaba sus manos de forma adorable, estaba usando una falda que sin querer resaltaba más su trasero, captando la atención de Yuki de inmediato.
Cuando notó que ellas miraban en su dirección cuchicheando, siguió caminando sin volver la vista hacia las chicas. Se sintió algo avergonzada, así que se enfocó en el entrenamiento totalmente. Al salir, miró hacia el lugar donde estaban ensayando antes, pero ya no había nadie. Además de los viernes y esa clase aburrida que compartían, nunca se topaban o veían.
Yuki no sabía cómo acercarse a ella, ni siquiera sabía si le gustaban las mujeres. Aunque tenía vibras bisexuales, siempre era mejor confirmar. Pasaron un par de meses, el clima se volvió más frío, comenzaba el invierno. Ese día que les tocaba la clase donde la veía, el mismo día que según el calendario ya era invierno, Tami no apareció. Yuki, algo preocupada, se acercó a la amiga de ella, preguntándole si estaba bien. Ella la observó sorprendida.
—Sí, está bien, ¿por qué lo preguntas?
—Ah, no, por nada, es que como faltó hoy...
—Está un poco resfriada así que se quedó en su casa. Momento, ¿ustedes son amigas?
—No realmente... ¿Sabes si le gustan las mujeres?
La chica se largó a reír con la pregunta.
—Sí, también le gustan las mujeres.
—Genial.
Yuki se fue de la clase sonriendo, pensando en que sí tenía posibilidades. La semana siguiente comenzaba el torneo de basquetbol, así que estuvo entrenando extra para el partido del viernes. Aunque no presumía de ello, en realidad era una buena jugadora, aportando con bastantes puntos en cada partido. Ese día no fue la excepción, jugó bastante bien, anotando varios triples, por lo que se sintió satisfecha.
Cuando en el último cuarto la hicieron cambiar con una compañera, mientras caminaba a la banca, la vio. Tami estaba ahí en las gradas con su amiga, que justo en ese momento la estaba señalando. Yuki simplemente miró directamente a los ojos de la chica que le gustaba con seriedad por unos segundos, para luego sentarse y darle la espalda. Se preguntaba si aquello había sido idea de la amiga, si es así debía agradecerle.
Al finalizar el partido fue a las duchas para darse un baño rápido. Su sorpresa fue grande cuando se encontró con Tami a la salida, acompañada de su amiga que parecía estar casi empujándola.
—Hola —dijo con timidez Tami.
—Hola —respondió sonriendo Yuki, la chica quedó sorprendida al verla sonreír. Se quedó callada por tanto tiempo que su amiga le dio un pellizco.
—Me llamo Tamara, pero me dicen Tami. Soy fan del basquetbol, así que quise ver el partido. Me gustan los Bulls. Jugaste muy bien —dijo todo muy rápido.
—Gracias Tami. Si quieres puedes venir a ver los siguientes partidos, acabamos de empezar el torneo.
—Me gustaría, sí.
Yuki sacó su teléfono y se lo ofreció a Tami para que le anotara su número. Ella lo tomó algo insegura, pero al final le anotó su número. Luego se despidió alegando que debía irse a casa. Su amiga seguía dándole ánimos y felicitándola por haber dado el primer paso.
Yuki las observaba caminar, inevitablemente su mirada terminó en las caderas de Tami, ese suave meneo le encantaba. "Contrólate" se dijo a sí misma. Era cierto que en el interior Yuki podía ser muy pervertida, pero jamás lo había demostrado, ni siquiera sus amigos cercanos sabían que podía ser así. El perfume que ocupaba Tami era dulce, tan dulce como debía ser ese néctar entre sus piernas, pensaba Yuki mientras caminaba de regreso a casa.
Llevaba tiempo fantaseando con Tami, incluso tuvo algunos sueños húmedos con ella. Curiosamente, todos esos sueños solían ser en la ducha o en su propia cama. Se mantenía controlada tocándose a sí misma cada vez que lo necesitaba, pero en realidad, tenía cada vez más ganas de hacer realidad sus fantasías. Decidió que la próxima vez que la viera, la invitaría a salir, necesitaba conocerla y saber más de ella.
La siguiente vez que la vio, fue en la clase que compartían. Antes de que llegara el profesor, le preguntó si tenía la tarde libre ese día, para salir a alguna cafetería o algún lugar que le gustara. Tami seguía comportándose con timidez, pero le dijo que no tenía problema en salir.
Yuki escuchó las burlas de su amiga, aunque no le prestó mucha atención. Al rato, Tami le pregunta algo relacionado con la actividad que propuso el profesor, por whatsapp, por lo que se acercó nuevamente a su asiento para explicarle. Se agachó levemente, para poder acercarse y explicar sin alzar la voz, poniendo notoriamente nerviosa a Tami. Yuki sonreía con descaro, el dulce aroma de la chica la envolvía, la hacía feliz, todo estaba normal hasta que sin querer miró el escote de Tami.
Perdió la compostura por un segundo, tuvo que alejarse unos centímetros, para terminar de explicar con rapidez lo que necesitaba la tímida joven. Al parecer la amiga se dio cuenta, ya que miraba a Yuki con rostro divertido, como si quisiera decirle "te pillé". Yuki regresó a su asiento, sintiéndose avergonzada, y estaba segura de que su cara estaba roja.
Después de aquella clase, tuvieron su primera cita. A pesar de ser invierno, fueron a tomar helado en una heladería que promocionaba helados caseros con ingredientes naturales. A ambas les pareció delicioso, y por primera vez, Yuki escuchó a Tami hablar animadamente de helados, sus sabores favoritos, los que había hecho ella misma, como también sus lugares favoritos para ir.
Cada vez tenía más ganas de besarla, así que cuando Tami dejó de hablar por avergonzarse de todo el tiempo que había hablado, decidió hacerle una pregunta bastante directa, por simple curiosidad.
—¿Has salido con otras mujeres antes? Me refiero de forma romántica —preguntó en tono casual Yuki, con toda intención.
—No, la verdad es que no. Me di cuenta hace varios años que era bisexual, cuando me enamoré de una amiga, pero ella jamás me miró con otros ojos. He estado con algunos hombres, pero la última experiencia que tuve no fue muy agradable.
Desvió la mirada con tristeza. Yuki estaba embelesada con su expresión, tenía ganas de abrazarla, besarla, decirle que todo iba a estar bien, y hacerla gemir hasta el amanecer. Esa mezcla de sentimientos y emociones se agolpaban en su pecho queriendo salir, pero lo único que hizo fue darle una respuesta vaga.
—Oh, ya veo. Lo lamento.
Siguieron caminando hasta que terminaron en un parque sin darse cuenta, comenzaron a pisar hojas secas, lo cual volvió a alegrar a Tami. Poco a poco comenzaron a jugar y a reírse cada vez más. De pronto, Yuki atrapó a Tami por la cintura, levantándola y girando con ella. Cuando la bajó, sus rostros quedaron muy cerca, Yuki aprovechó de decirle algo que pensaba desde hace tiempo.
—Eres muy hermosa, Tami. Me gustas mucho.
Su mirada bajó a la boca de la chica, quien escuchaba como su corazón tamborileaba fuera de control. Pero Yuki decidió alejarse, no quería que Tami pensaba que se aprovechaba de su vulnerabilidad o algo así. La soltó, porque si seguían así estaba segura que no podría contenerse.
Después de esa cita, no volvieron a verse hasta el viernes, cuando Yuki la saludó con la mano mientras Tami estaba con sus amigas a punto de ensayar una coreografía. El entrenador no había llegado aún, así que Yuki decidió ir a hablar con Tami, pero se detuvo cuando escuchó su nombre en boca de otra de las amigas. Se escondió tras un pilar para que no la vieran.
—¿Cómo puede gustarte esa slender man? Da mucho miedo.
—No lo entiendes, ella es muy amable conmigo. Y es muy guapa como para que la compares con slender man —respondió enojada Tami.
—Pero si siempre está enojada, no puede ser amable, ¿segura que no te amenazó Tami?
—¡No! Obvio que no. Ya les dije, ella es muy amable conmigo, me trata tan bien, nadie me había tratado así antes.
Finalizó la oración con un suspiro. La amiga que había ayudado a Yuki, decidió interferir para que la dejaran tranquila. Fue entonces cuando la deportista decidió avanzar hacia ellas. Las miraba a todas con seriedad, hasta que se dirigió a Tami con una sonrisa encantadora.
—El entrenador va a llegar tarde, así que quería venir a preguntarte si, ¿te gustaría ir al cine conmigo mañana sábado? Obviamente si tienes tiempo. Quiero verte más seguido.
—Eh, sí... aunque tengo que estudiar para una prueba de inglés que es el lunes.
—No te preocupes, yo te puedo ayudar con eso después si quieres —respondió Yuki guiñándole un ojo, claramente coqueteándole.
Tami no pudo lidiar con ese gesto y simplemente se sonrojó sin poder evitarlo, sólo asintió con la cabeza.
—Bien, te hablo por whatsapp después, nos vemos —se despidió con suficiencia.
Escuchó los grititos de emoción del resto, probablemente la molestarían por lo que hizo, pero Yuki estaba satisfecha de haber obtenido otra cita con la chica. Lamentablemente, al volver al gimnasio el entrenador ya había llegado, así que tuvo que pagar con 20 flexiones. Entrenó con más energía que la de costumbre, porque se sentía optimista y alegre.
Luego de que salió del entrenamiento, tras darse una ducha, fue caminando hacia su casa. Técnicamente aún vivía con sus padres, pero usualmente ellos estaban fuera de la ciudad por el trabajo, por lo que ese fin de semana estaría completamente sola, una situación bastante favorable. Suspiró. Hacía varios meses que no tenía sexo y se notaba, no estaba segura de poder contenerse más tiempo con Tami.
Su plan era simple, al día siguiente, irían al cine, verían una película, pasearían, pasarían un buen rato y quizás, si se daba el momento, le robaría un beso a aquella dulce chica. Luego irían por un helado o algo así, para luego invitarla a su casa a estudiar inglés. No es que le gustara estar en abstinencia o algo así, pero era consciente que tal vez Tami no estaba tan segura de acostarse con ella.
No quería presionarla, pero la sola idea de tenerla en su habitación, le excitaba sobremanera. Yuki decidió darse un baño más largo al llegar a su casa, claramente necesitaba calmarse. Pero la calma le duró poco. Cuando agarró el teléfono, al revisar las notificaciones, se dio cuenta que Tami le había hablado, y no sólo eso, le había enviado una selfie. Se estaba probando ropa para la salida de mañana.
Yuki sintió que todo el calor volvía de golpe a su cuerpo. Se veía tan jodidamente adorable, que si la hubiera tenido enfrente probablemente la hubiera besado y arrancado la ropa con desesperación. Le hizo zoom a la foto para examinarla minuciosamente, tenía muchas ganas de tocarla. Además, en la foto se estaba riendo, realmente Tami la quería volver loca.
Le contestó lo primero que se le vino a la mente, esperando ocultar sus sucias intenciones: "Te ves tan adorable, que me dan ganas de comerte la boca". Estuvo a punto de eliminarlo, pero el visto apareció rápido. Ella le mandó un emoji de sonrojo. Yuki se abstuvo con mucho esfuerzo de responderle algo pervertido. "Ya quiero verte", fue todo lo que atinó a responder.
"Yo igual, reunámonos". A Yuki le sorprendió su valentía. Sonrió con lascivia, no perdía nada con intentarlo. "Estoy sola en mi casa, si quieres, puedes venir a verme ahora". Tami vio el mensaje, pero no fue hasta unos 5 eternos minutos después que respondió. "Perdón, esa fue mi amiga la que escribió, no sé si sería capaz de verte ahora". Yuki se rio, claramente esa valentía era inusual, pero no se rindió. "No haré nada que no quieras, Tami, podemos ver una película o simplemente pasar el rato".
Bloqueó el teléfono, su corazón estaba acelerado por la emoción, no podía dejar de sonreír. Ella sí quería verla, pero probablemente se sentía insegura. Por otro lado, la amiga de Tamara, la cual se llamaba Soraya, le insistía a su amiga que simplemente fuera.
—No me atrevo, me da vergüenza. Yo no me veo tan linda como tú, Soraya.
—No seas ridícula Tami, ella te mira como si fuera a devorarte en cualquier momento. Le gustas, y a ti igual te gusta, sobre todo desde que la viste en el partido. ¿Te pasaron cositas, cierto?
Tamara desvió la mirada, su cara estaba muy roja, estaba muy acalorada.
—Me gusta, pero me da la sensación que sólo voy a hacer el ridículo.
—Yo creo que si vas, vas a hacer cualquier cosa menos el ridículo.
Soraya se rio a carcajadas, su amiga estaba muy ciega, y muy roja, lo cual era muy gracioso.
—No sé. Me dijo que no haría nada que no quisiera, eso de verdad me alivia, pero aun así...
—A mí me da confianza. Creo que no intenta aprovecharse de ti, sobre todo después de que le dijiste que lo pasaste mal en tu última relación, eso es una buena señal.
—¿Tú crees? Y ahora que lo mencionaste, es verdad, a veces me mira como si me fuera a comer, por eso me pongo nerviosa. Pero, a la vez...
—¿Quieres que te coma?
Soraya la miraba divertida. Ella simplemente pensaba que Tamara se merecía algo de diversión, algo que la distrajera de esa inseguridad que le había dejado su última relación.
—Sí —respondió murmurando Tamara.
—Anda entonces. Toma, respóndele.
Le entregó su teléfono. La chica lo recibió, y contestó de inmediato, para no arrepentirse. Por otro lado, Yuki sonreía con satisfacción, mientras le enviaba su dirección a Tami. Alrededor de una hora después, sonó el timbre de su casa. Ya era de noche, así que probablemente la chica tendría que quedarse a dormir. Se relamió los labios de sólo pensarlo. Respiró antes de abrir la puerta, debía comportarse.
—Hola —dijo en voz baja Tami, desviando la mirada hacia el suelo.
—Hola, pasa.
Yuki la guio directamente hacia su habitación, diciéndole que había preparado algunos snacks para ver alguna serie o película, intentando no pensar en lo tierna que se veía cuando hacía esos gestos tímidos. Su mente la imaginaba muy rápido haciendo otro tipo de gestos, usualmente, sin ropa alguna. Ahogó un suspiro, se giró hacia Tami, sin darse cuenta que ella estaba muy cerca. A tan solo unos centímetros de su rostro.
—Bésame —susurró Tami, tomando con una mano la mejilla de Yuki, mirando la boca de esa chica alta y guapa que por alguna razón que no entendía se había fijado en ella. El ambiente se había vuelto tenso de repente.
Yuki se acercó más a ella, agachándose ligeramente.
—Si lo hago no podré detenerme —susurró también.
—Entonces no lo hagas.
Eso fue todo lo que necesitó escuchar Yuki. La besó con voracidad, sus lenguas se enredaron como si hubieran nacido para ello. Usó sus manos para colarse debajo de su blusa, sólo para desabrochar con facilidad el sostén. Sonrió satisfecha cuando lo hizo. Le desabotonó la blusa, besó delicadamente su cuello, mientras le quitaba la blusa y el sostén. Poco a poco Yuki se volvió más salvaje, incluso Tami lo notó. Se quitó su camiseta, dejando sus pechos libres, ya que no llevaba sostén.
Ambas desnudas de la cintura hacia arriba, se fundieron en un abrazo que calentaba más sus cuerpos, y entre besos Yuki la llevó a la cama. No se cansaba de besar y succionar el cuello de Tami, de amasar sus pechos, de sentirse envuelta por la dulce fragancia de ella. Las inseguridades de Tami se esfumaron, sólo el deseo ardía en ella, la boca de Yuki parecía estar en todos lados, su cuerpo estaba ardiendo como nunca, estaba tan agradecida de haber decidido ir.
Cuando Yuki levantó su falda, supo que sería su perdición. Le arrancó lo que le quedaba de ropa interior para beber de su entrepierna, Tami comenzó a gemir más fuerte, lo cual era como música para los oídos de Yuki. Su fantasía se estaba haciendo realidad, la tenía allí, en su cama, estaba entre sus piernas, como quería desde que la vio. Podía ver sus expresiones de placer mientras la estimulaba con su lengua y con sus dedos. Podía ver cómo su cuerpo se contraía hasta alcanzar el clímax.
Tami jadeó su nombre al acabar. Yuki se encargó de quitarle la falda mientras se recuperaba. Se quitó el pantalón de pijama que tenía puesto, para dirigirse a una cómoda, donde seleccionó una serie de juguetes para llevar a la cama. Esa noche cumpliría su palabra, la haría gemir hasta el amanecer.
—Espera, es mi turno —dijo Tami, con toda la valentía que pudo reunir.
Empujó a Yuki en la cama, la cual sonreía complacida. La chica aún tenía cierta timidez en sus gestos, pero esta desapareció cuando su boca se enfocó en los pechos de Yuki y sus dedos se introdujeron en el interior de la deportista. Al parecer, Tami sabía usar bien sus dedos, porque Yuki pronto comenzó a gemir de placer, lo cual le parecía fascinante y excitante a la vez. La timidez la abandonó por completo, sólo quería complacer a su amante, llevarla al límite, cosa que logró al usar su lengua también.
Yuki se sentía en un éxtasis, la chica de sus fantasías más recientes había dejado de lado su timidez para entregarse a ella sin vergüenza alguna. No sólo usaron sus lenguas y manos, también vibradores y un arnés, exploraron sus cuerpos hasta el cansancio. Tal como había pensado Yuki, estuvieron en aquel viaje de placer hasta el amanecer.
Tami, quien no pensaba que todo aquello sucedería, se sorprendió al despertar al mediodía del día siguiente envuelta en los brazos de Yuki. Estaba feliz y reconfortada, quería quedarse así para siempre, hasta que su estómago rugió del hambre.
Yuki se rio suavemente, estaba despierta desde hacía poco.
—Creo que nos prepararé algo de comer. Luego nos daremos un baño y tendremos nuestra cita. A menos que quieras quedarte aquí.
—Me pregunto si alguna vez te cansas —dijo riendo Tami.
—No me canso de ti, además, hueles tan bien.
Yuki hundió su cara en el cabello de Tami, donde más olía a su perfume mezclado con el champú.
—Me prometiste una cita, y ayuda con inglés. Ahora, si cumples tu promesa podría recompensarte después —le dijo en tono coqueto.
—Trato hecho.
Yuki depositó un beso en su hombro, para levantarse y buscar un par de batas para ambas. Ese día había iniciado muy bien, y tenía el presentimiento de que tendría más días así, con ella.
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