Rapunzel y la bruja
Hace mucho tiempo, existió una bruja que cambió unas hierbas a cambio de una vida. Un bebé que creció y le llamó Rapunzel. Esta bruja cuidó de ella y la encerró en una torre a trabajar hasta que cumplió 18 años. Entonces, en aquel tiempo, la bruja vio en su futuro la muerte, por lo que la joven se quedaría sola. Para evitar esto, dio aviso a su hermana menor, para que se quedara con Rapunzel.
Un día lluvioso, Rapunzel notó que la bruja no volvía, pero a veces sucedía aquella situación, por lo que siguió sumergida en sus tareas. Un buen día, cuando el cielo por fin se despejó, escuchó las palabras de la bruja, así que la ayudó a subir con su cabello mágico.
Pero la mujer que apareció en la ventana no era la misma bruja, aunque tenía cierto parecido, era mucho más joven.
—¿Quién eres tú? —preguntó la joven con voz temblorosa.
—Soy hermana de la que te crió, niña. Mi nombre es Morgana y vengo por ti.
Rapunzel intentó retroceder, pero la torre no era muy espaciosa. Apenas había espacio para su cama y un caldero. Morgana se acercó a la joven silenciosamente, ni siquiera parecía respirar, lo que asustaba más a la joven. Definitivamente aquella mujer era mucho más peligrosa que la que antes la cuidaba.
—No tengas miedo, si quisiera matarte, ya lo habría hecho.
—¿Se supone que me tranquilice con decirme eso? —replicó la rubia. Estaba enfadada con la que consideraba su madre, no entendía por qué la había dejado con alguien como Morgana. Había algo que la perturbaba en ella, no solo la túnica negra que contrastaba con sus manos y rostro de piel blanca, sino que algo en sus ojos la hacía temblar. La bruja se acercó aún más, tocando suavemente el cabello rubio de la chica, haciendo que se estremeciera de los escalofríos, lo que hizo sonreír a Morgana por su reacción.
—Una virgen con cabello mágico. ¿En qué estaba pensando mi hermana?
Rapunzel no pudo evitar sonrojarse ante tal declaración. Intentó bajar la mirada, pero Morgana la sujetó del mentón para que la mirase directamente a los ojos. Su corazón se aceleró, ella estaba demasiado cerca y esa cercanía la ponía nerviosa. Morgana sonrió maliciosamente, aquella chica era tan pura, que lo único que tenía eran deseos de corromperla, de hacerla completamente suya, y no en un sentido maternal precisamente.
Los sentidos de Morgana se agudizaron inmediatamente, Rapunzel no sabía que ella no era completamente humana. Por lo tanto, no sabía que Morgana estaba al tanto de que su presa tenía el pulso acelerado por su cercanía. La joven retrocedió un paso, quedando apoyada en la pared, no tenía escapatoria de aquella mujer que parecía burlarse de ella.
Pero Morgana no hizo nada más, se alejó y recorrió el pequeño espacio curioseando entre las cosas de Rapunzel. Además de la cama y el caldero, había pequeñas figuras talladas en madera de la chica, algunos libros y rollos de pergamino.
—¿Nunca has salido de esta torre, Rapunzel? —preguntó sorpresivamente Morgana.
—No, desde que tengo memoria vivo aquí.
Morgana la miró con lástima, cosa que no agradó para nada a la rubia. Pero la joven no protestó, porque aún temía por las consecuencias que podrían traer sus palabras, lo había aprendido bien de su madre, la bruja. Morgana, sin embargo, se había alejado porque pensaba que no podía controlarse. Ella suponía que su lado demoníaco la controlaba entonces, cuando la lujuria se apoderaba de ella cada vez que conocía a una nueva presa. Y aquella chica era tan inocente, que ni siquiera sabría lo que estaba pasando.
—¿Te gustaría beber algo, o tal vez comer alguna cosa? —le preguntó la rubia, sacándola de sus oscuros pensamientos.
Morgana se giró hacia ella, y Rapunzel juró ver por un momento sus ojos de un extraño color amarillo. Pero pronto volvieron a ser oscuros, mientras le sonreía asintiendo.
—La verdad es que muero de hambre, hace dos días que no pruebo bocado.
Rapunzel se llevó las manos a la cara mostrando preocupación, y enseguida hizo el fuego para calentar el caldero y poder cocinar. A Morgana le pareció adorable su reacción, así que fue a echarse a la cama a dormitar un rato mientras la joven cocinaba.
Cuando la comida estuvo lista, Morgana comió con voracidad, ya que el guiso le sabía delicioso después de tanto tiempo sin comer. Rapunzel le sonreía mientras comía lentamente, casi con timidez. Suspiró de alivio cuando la bruja se desmayó en el suelo.
Morgana despertó en la cama de la rubia, con las muñecas atadas a la espalda, se incorporó lentamente, quedando sentada en la cama. Estaba sorprendida por el atrevimiento de la joven, pero aquello claramente era enseñanza de su hermana. No estaba amordazada, eso era una buena señal. El problema es que ahora estaba aún más excitada por el comportamiento de Rapunzel.
—Despertaste antes de lo que esperaba. Realmente eres hermana de mi madre. ¿Eso no te convierte en mi tía? —preguntó con fingida inocencia la rubia.
—No, no compartimos sangre. Tú eres una chica que mi hermana recogió por ahí. Pero eso ya lo sabes. Y ahora también sabes que la yerba que usaste no me causa mucho efecto.
Rapunzel se acercó a Morgana, realmente dudaba que fuera humana. Así que con un cuchillo desgarró la túnica negra, dejando a la vista sus dos hermosos pechos. La bruja sonrió maliciosamente, levantó la mirada para escudriñar el rostro de la joven, que no era más que de genuina curiosidad. Con una mano tocó la blanca piel de su pecho, era muy suave, tal como la suya.
—No estaba segura que fueras humana... —murmuró la rubia.
—En parte lo soy.
Rapunzel retrocedió unos pasos, pero ya era demasiado tarde, Morgana se había librado de las cuerdas que la ataban. Y ya estaba harta de contenerse. Acortó la distancia entre ambas en un paso, la agarró por la cintura con una mano, atrayéndola hacia sí, sujetó su mentón con la otra mano y la besó.
La joven sintió cómo su lengua se abría paso, y sin pensarlo demasiado se entregó a aquella deliciosa sensación, que de alguna manera calentó su cuerpo entero. Morgana se separó de su boca sólo para besar su cuello, mordisqueando con suavidad, embriagándose con el dulce olor de Rapunzel.
—Ven —le ordenó con voz ronca Morgana, tomándole la mano para llevarla a la cama. La joven la siguió, hipnotizada por aquellos ojos amarillos, y porque todo lo que le hacía se sentía bien.
Morgana dejó a la rubia tendida en la cama, y la ayudó a desnudarse pacientemente. Rapunzel hizo lo mismo con ella, y de pronto sentía algo de vergüenza por estar así. Sin embargo, la bruja le hizo olvidar todo besándola de nuevo. Esta vez fue un beso más intenso, porque sus cuerpos se tocaban, amplificando esa sensación cálida, Rapunzel podía sentir arder su piel por donde tocaban las manos de Morgana, sobre todo al acariciar sus muslos.
Todas aquellas sensaciones nuevas se sentían tan bien para la rubia, que no comprendía cómo no lo había probado antes. Morgana quería recorrer el cuerpo de Rapunzel a gusto, así que la miró con lascivia antes de recorrer su cuello con besos húmedos. Luego le dedicó especial atención a sus pechos, lamiendo y succionando para por fin arrancarle varios gemidos a la joven.
La bruja no podía resistirse más al plato principal, el olor de la intimidad de Rapunzel se sentía muy fuerte desde que la desnudó por completo. Ella ya estaba lista, lo sabía. A medida que iba bajando hacia el ombligo, la joven se tensó un poco porque no estaba segura de qué iba a hacer Morgana.
—Tranquila, vas a estar bien.
Esas fueron las últimas palabras de Morgana, porque luego para lo único que utilizó su lengua fue para complacer a Rapunzel, quien no hacía más que gemir ante tanto estímulo nuevo para su cuerpo. La bruja no tardó en hacerla llegar al orgasmo, luego de un arduo trabajo oral, la joven sintió como las ondas de placer recorrían su cuerpo entero, aquello había estado más que bien.
Morgana sonrió con satisfacción, hacía mucho que no estaba con una mujer pero no había perdido su "magia". Subió nuevamente hacia el rostro de Rapunzel, para besarla y hacerla probar su propio sabor. Se recostó al lado de ella, tomó su mano y le ordenó que le introdujera dos dedos dentro suyo, tal como se lo haría a ella. Así ambas se daban placer a la vez, y Rapunzel escuchaba maravillada los gemidos de Morgana. Entonces, al escucharla, fue como si algo se desatara en ella, porque sacó la mano de Morgana de su interior y se recostó encima de ella, quería devorarla por alguna razón. Le mordió el cuello, haciendo que la bruja gimiera más fuerte de lo normal, y aumentó el ritmo del movimiento de sus dedos en su interior. Estaba tan excitada al escucharla que inconscientemente frotaba su entrepierna en el muslo de Morgana, y quería que ella sintiera el mismo placer que le había dado con su lengua hacía un rato atrás. Seguía mordiéndole el cuello, la oreja y sus labios, haciendo que la bruja gimiera con más frecuencia aún. Cuando Morgana gritó su nombre, Rapunzel supo que había acabado igual que ella, y se sintió feliz, algo que nunca antes había sentido hasta ese día. Observó con ternura a Morgana mientras respiraba agitadamente tratando de calmarse, y supo que quería más de ella, que eso había sido sólo el comienzo.
Cuando por fin la bruja comenzó a respirar con normalidad, Rapunzel se recostó sobre ella acariciando su pecho que tanto le gustaba, depositando suaves besos en su cara.
—Quiero más de ti, Morgana. Enséñame a hacerte sentir bien.
—Puedes tener lo que quieras, tenemos toda la noche.
Pero aquella fue sólo una de muchas noches de Rapunzel y la bruja Morgana, porque el destino juguetón quiso que se enamoraran.
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