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La loba y su caperucita


—¿No crees que estás algo obsesionada con la idea de encontrar una caperucita? —preguntó su amigo Daniel.

—Sabes que la sangre de caperucita es la mejor para los lobos. Ni siquiera necesito comérmela, sólo beber un poco de su sangre.

—A veces suenas como un vampiro. Además, nunca te he visto transformada en loba.

—Eso es porque no pierdo el control fácilmente, y la metamorfosis es algo dolorosa, ¿sabes? Sólo la hago cuando es estrictamente necesario o no tengo más alternativa. Pero de eso ha pasado un tiempo.

—Es cierto, cada vez hay menos de ustedes, ¿no?

Briana observó el horizonte, estaban acampando en una cueva casi en la cima de la montaña. Era cierto, los lobos se estaban extinguiendo. Para poder enfrentarse al rey de los humanos, debía ser más fuerte, ya que el tirano que gobernaba sólo respetaba a los más fuertes. De manera que la única forma en que los suyos dejen de ser perseguidos y asesinados, era conseguir el respeto del poderoso rey.

—De verdad espero que en esta aldea esté tu caperucita, porque realmente das pena.

—Si los rumores son ciertos, tendré que invitarle una bebida a Maeve.

—¿Qué pasaría si la caperucita es tu alma gemela?

—No digas estupideces, Daniel. Yo no tengo alma gemela, ya me rendí con eso hace mucho. Una caperucita es una humana con sangre de hada, jamás sería la alma gemela de un lobo.

—Sólo digo que sería perfecto, ya no estarías sola. Además, siempre te han gustado las mujeres.

Briana suspiró, su amigo se ponía algo cargante con el tema amoroso. Los humanos siempre eran así, buscando todo el tiempo sexo o amor, como si fuera lo único importante en la vida. Briana pensaba que tal vez era porque su vida era mucho más corta que la de otros seres. Se quedó contemplando el horizonte, llevaba algunos años de búsqueda, conoció a Daniel cuando era apenas un chiquillo y se volvieron amigos enseguida, ya que él era cazador.

Juntos capturaron grandes presas, e incluso ayudó a la gente del pueblo de su amigo. Pero Briana jamás se había quedado demasiado tiempo en un solo lugar, debido a que el autoproclamado rey de los humanos perseguía a los lobos, pregonando que eran una amenaza para los humanos. El pueblo de Daniel no le temía a los lobos, ya que en el pasado habían ayudado a los humanos a asentarse en aquel lugar, por lo que ella no tuvo que esforzarse por ocultar quien era, sobre todo, sus colmillos, los cuales apenas lograba encoger.

Pero cuando el ejército del rey comenzó a acercarse a los asentamientos cercanos, Briana se vio obligada a huir nuevamente. Daniel se despidió de su familia para irse con ella, su espíritu aventurero era más fuerte que nunca junto a la loba. El muchacho consideraba a Briana su hermana mayor, ya que siempre lo cuidaba o le ayudaba cuando se metía en problemas debido a su impulsividad.

De hecho, estaban acampando en aquella montaña porque estaban evitando a un grupo de bandidos que Daniel había enfrentado en un bar porque intentaron robarle. Como estaba ebrio, insultó más de lo que debía y no era capaz de asestar un solo golpe, por lo que Briana tuvo que encargarse de los hombres. Luego de noquearlos a los tres, el dueño de la taberna le pidió sutilmente que se retirara, porque una loba atraía demasiado la atención indeseada del rey en su local.

—¿Iremos de una vez o qué? —preguntó Daniel, parándose al lado de la loba, observando el bosque al pie de la montaña.

En un claro dentro de aquel bosque, había una pequeña aldea de humanos, quienes mantenían muy poco contacto con el resto de los pueblos cercanos, se decía que su matriarca era temible y podría lanzarte una maldición si le hacías algo a sus "hijos", como le decía a su gente. Lo cierto era que ese bosque antaño estaba lleno de magia, era también el hogar de las hadas, a las cuales se les creía extintas.

—Ese lugar puede ser más peligroso de lo que crees —replicó con seriedad Briana.

—No me importa, tienen el mejor licor de flores del mundo, tengo que probarlo.

—A ti sólo te importa beber y comer, ¿verdad?

—Encontrar una mujer hermosa tampoco estaría mal —respondió encogiéndose de hombros.

Briana sólo negó con la cabeza por toda respuesta, era momento de partir. Daniel recogió sus cosas, mientras que la loba sólo revisó el filo de la daga que llevaba siempre envainada y amarrada en su muslo derecho. No llevaba más cosas encima, ni siquiera llevaba más ropa. El frío no parecía afectarle según había visto Daniel, ella no parecía inmutarse ni su piel parecía reaccionar.

Por suerte estaban en plena primavera, Briana notó que el último invierno había sido difícil para Daniel, mientras que para ella fue otra estación más. Pensó en que le gustaría ver los cerezos en flor, pero estaban al otro lado del continente. Ese bosque era más verde que florido, y su instinto le decía que tal vez no era buena idea llevar a Daniel, un joven humano, a aquel bosque sagrado.

Antes de adentrarse, Briana agarró a Daniel de un brazo, lo más suave que pudo.

—Daniel, prométeme que no te embriagarás aquí, ni dañarás a ninguna planta, animal o ser vivo dentro de este bosque.

El joven la observó algo asustado, ya que ella jamás se comportaba así de amenazante, estaba tan seria que le atemorizaba, su mirada era severa.

—Lo prometo.

Daniel la siguió con cautela, ya que al adentrarse en el bosque sintió cierta incomodidad. Por su mente pasó la idea de que probablemente los humanos no eran bienvenidos por aquel lugar. Se acercó instintivamente más hacia Briana, quien estaba ensimismada observando el tupido bosque, la luz del sol se filtraba apenas entre las ramas de los árboles, reforzando el color verde de la zona. El sendero que llevaba a la aldea apenas se notaba con tanto musgo y helechos, pero ahí estaba, y la loba podía percibir un leve olor humano, también olor a humo, de una fogata probablemente.

Se adentraron en lo profundo del bosque, mientras Daniel se sentía cada vez más asfixiado, Briana cada vez se sentía más observada. Caminaba a paso seguro, guiándose por su olfato, pero no podía quitarse la incómoda sensación de que estaba siendo vigilada. Los rumores de que la magia había desaparecido de ese bosque eran absolutamente falsos. Además, tenía la extraña sensación de haber estado ahí antes.

Cuando por fin llegaron al claro donde estaba la aldea humana, todo parecía muy brillante, ya que la luz del sol inundaba todo el lugar, incluso Daniel se restregó los ojos por un momento, pensando que era un sueño, aquel sitio se sentía demasiado irreal. Sin embargo, había niños correteando y jugando por allí, mientras los adultos trabajaban a la par clasificando flores, hongos, y semillas en cestos hechos de hojas secas. Había una docena de casuchas de adobe, con techos de paja y hojas secas, el lugar parecía lleno de vida.

Daniel incluso saludó a algunas personas, que le devolvieron el saludo sin prestarle demasiada atención. Briana estaba tan sorprendida como su amigo, porque aquella aldea sí estaba conformada por humanos, y parecían actuar con normalidad, aunque algo abstraídos en sus tareas. A pesar de esto, ambos se sentían algo incómodos, por lo que Daniel decidió simplemente sentarse en el sendero y esperar a Briana allí, quien con una mirada comprendió la idea de su amigo, que por primera vez no sentía muchos deseos de interactuar con nadie.

La loba continuó caminando, podía ver perfectamente los lindes del bosque alrededor de la aldea, ya que era bastante pequeña, calculó que probablemente no vivían más de media centena de personas en el lugar. Miraba con interés a las personas, todas parecían absortas en su tarea, sin preocuparse de que una presencia extraña como la de ella estuviera paseando por ahí. Hasta que apareció un anciano frente a ella, con el cual casi tropieza. Al disculparse, el hombre alzó la vista, visiblemente emocionado, uno de sus ojos estaba gris, por lo que había perdido parcialmente la vista.

—¿Briana, eres tú?

—Eh, sí, mi nombre es Briana. ¿Quién es usted?

—¡Briana, querida! Soy yo, tu viejo amigo Félix. Ha pasado mucho tiempo, ¿recuerdas este bosque?

La loba se quedó en silencio un segundo. Ese anciano por lo menos debería tener doscientos años, ¿cómo un humano había logrado vivir tanto tiempo? Eso explicaba por qué el bosque le era familiar, pero también nacían otras preguntas, tal vez la matriarca de esa aldea la podía ayudar en su búsqueda, y a explicar qué sucedía a su alrededor.

—Félix, amigo. Por favor, dime, ¿es cierto que hay una matriarca que cuida esta aldea?

Félix se quedó en silencio pensando, como si le costara procesar la pregunta.

—Sí, es cierto, si la estás buscando, sólo debes encontrar el viejo sauce, siguiendo este mismo camino hacia allá —dijo señalando detrás de él, hacia el bosque, pero del lado opuesto de donde Briana y Daniel venían.

—Te lo agradezco Félix, te veré luego.

El anciano por toda respuesta lanzó una carcajada. A Briana le produjo escalofríos su risa, por lo que siguió avanzando sin mirar hacia atrás. No tardó mucho en encontrar el sauce que mencionó el viejo, al acercarse, vio a una mujer sentada a los pies del árbol, cuya larga trenza de plateado cabello casi alcanzaba la tierra. Parecía estar perdida en sus pensamientos, miraba su mano con detención, Briana notó que su piel era muy pálida y tenía unos largos dedos.

Al mirarla con mayor detención, notó que usaba un vestido púrpura, de una tela bastante delgada, por lo que se preguntó si acaso tenía frío. El bosque no era cálido, a pesar de estar en plena primavera, era más bien fresco. Sin pensarlo demasiado, la interrumpió, olvidándose de momento a lo que venía.

—¿Tienes frío? Parece que tu vestido no te abriga demasiado.

Los ojos grises de la mujer se movieron con tal rapidez hacia Briana que la asustó por un segundo. La joven se levantó de una forma extraña, como si levitara, pero al hacerlo, el olor de su esencia completa embargó a Briana, quien se sentía totalmente envuelta en ese aroma. Retrocedió instintivamente un paso, pero ya era demasiado tarde para huir.

—Tienes agallas para venir aquí. ¿Puedo saber qué hace una loba en mi aldea? Y espero que no sea para devorarme.

—Yo... buscaba a la matriarca de la aldea...

—Y la has encontrado. Que no te engañe mi apariencia angelical, probablemente sea mayor que tú. Ahora responde mi pregunta, sin titubear.

Briana tragó saliva, no esperaba que la hermosa joven tuviera tan mal carácter, a simple vista parecía amable, pero ahora entendía los rumores de que la matriarca de aquella aldea no tenía piedad con sus enemigos.

—Estoy buscando una caperucita, necesito su ayuda para enfrentar al rey de los humanos, para que dejen de cazar a mi especie.

—Oh, ya veo. ¿Y qué me darás a cambio de mi ayuda?

Briana la miró con su rostro lleno de confusión. ¿La matriarca era una caperucita?

—Yo... me convertiré en tu esclava. Haré lo que digas —dijo, arrodillándose ante ella.

La espeluznante joven lanzó una sonora carcajada, que hizo algo de eco en el bosque. Briana agachó la cabeza, visiblemente avergonzada, no tenía nada más que ofrecer además de sí misma.

—Bueno, ya que estamos a punto de cerrar un trato, lo mejor es que nos presentemos. Mi nombre es Hera, en honor a una antigua diosa de un mundo perdido. Mi madre era la reina hada, la que gobernaba este bosque, mi padre, un humano que fue un capricho de mi progenitora. Los humanos mataron parte del bosque y también a las hadas, por lo que las sobrevivientes se escondieron en diferentes rincones de esta tierra. Yo me crié algunos años con mi madre, pero luego conocí a estos humanos nómades que se perdieron en el bosque, así que me hice cargo de ellos, ya que la magia de aquí afecta las débiles mentes humanas. Así fue como fundé esta aldea, la cual protejo yo misma, sobre todo de otros humanos. A pesar de que tú piensas en mí, como una "caperucita", la verdad es que soy una princesa, una mediadora entre el reino de las hadas y los humanos.

Hizo un gesto apuntando hacia la loba para que se presentara.

—Mi nombre es Briana, nací en una pequeña manada, la cual fue esparcida cuando cerca de nosotros se asentaron humanos, que como nos temían, intentaron matarnos varias veces, incluso incendiaron nuestra villa. De alguna manera sobreviví, mis padres y hermanos se unieron a otra manada más grande, yo me negué y no fui con ellos. Años más tarde supe que esa manada había sido emboscada por un reino humano y los habían matado a todos. Ese reino se expandió hasta que el rey se autoproclamó como rey de los humanos.

Hera la observó detenidamente por unos segundos, de pies a cabeza, escudriñándola.

—Entonces quieres vengarte.

Briana sonrió con amargura. Su pasado le atormentaba después de todo.

—Un tiempo después de enterarme de la muerte de mi familia, enloquecí un poco y masacré villas enteras de humanos con otros dos lobos que me acompañaban en ese entonces. Pero eso no fue suficiente, y seguían cazando a los de mi especie. Al final cada cual siguió su camino, yo busco hacerme más fuerte para enfrentarme al rey de los humanos.

Hera soltó una sonora carcajada. Esa loba era muy soñadora.

—Aunque seas la más fuerte de los tuyos, no podrás acercarte al rey de los humanos tan fácilmente.

—Por eso te necesito... necesito tu ayuda— se autocorrigió, Briana, tragando saliva. El olor de Hera la confundía, lo cual la tenía nerviosa.

Por supuesto, Hera lo notó, por lo que se acercó a Briana, que aún estaba de rodillas, para tomarla suavemente del mentón, y observar detenidamente sus ojos. Eran de color miel, y sus pupilas se encontraban muy dilatadas. Percibió que su pulso se aceleró con su cercanía. La hada se relamió los labios, Briana sería suya sin necesidad de un pacto de sangre.

—Está bien, te daré mi sangre, pero a cambio, serás mía —le dijo en un susurro cargado de malicia.

Briana agachó su cabeza, en señal de sumisión, algo inaudito para ella, jamás se había inclinado ante nadie, pero hacerlo ante Hera, se sentía extrañamente como lo correcto. Tal vez era una reencarnación de aquella diosa que había mencionado, y ni ella lo sabía.

Antes de darle su sangre, Hera se dirigió a la villa, específicamente hacia donde estaba el compañero de Briana, Daniel, quien seguía en la misma posición, sentado con las piernas cruzadas, a simple vista parecía embelesado con el paisaje, pero la loba notó que era algo más que eso.

Hera le dio un ligero toque a las sienes del joven, quien pareció despertar de un letargo, y parecía genuinamente sorprendido por el aspecto de la caperucita.

—Vete ahora de este bosque y no regreses, antes que su magia te consuma —le ordenó.

Daniel miró de reojo a Briana, quien hizo un gesto asintiendo con la cabeza. El joven se devolvió por el mismo camino por el que llegaron, con una asombrosa claridad mental, que se desvaneció cuando alcanzó los límites del bosque. Supo entonces que fue obra de aquella mujer, aunque estaba preocupado por Briana, estaba seguro que estaría bien, por lo que decidió emprender el regreso a su hogar, él sabía que su aventura con la loba no duraría para siempre, sólo esperaba que a su hermana de aventuras le fuera bien en su camino.

—¿Era necesario que lo echaras? Él era como un hermano para mí, me acompañó durante todo este tiempo para llegar aquí —le reclamó la loba mientras caminaba detrás de ella, de vuelta al sauce.

—Sí, pero no seguiremos cargando con él. Además, a este paso, seguro iba a morir.

A Briana le sorprendió la frialdad de sus palabras, por lo que sin pensar le respondió con cierto enojo.

—¿Y el resto de los humanos, por qué dejas que la magia del bosque los consuma?

Hera se detuvo, volteándose rápidamente, quedando a muy poca distancia del rostro de Briana.

—Ellos están aquí por voluntad propia, porque sus almas atormentadas por el pasado no querían sanar. Así que yo les dejo vivir en una pequeña fantasía, donde todo es tranquilo para ellos. Eso no quiere decir que hayan perdido su identidad o sus recuerdos, simplemente su dolor está adormecido.

Briana, incómoda por la repentina cercanía de la caperucita, desvió la mirada, recordando a su viejo amigo Félix. Él también era un paria de su tierra natal, por lo que cuando Briana era prácticamente una adolescente, y se alejó de su familia por no querer unirse a la otra manada, ambos se encontraron en el camino, haciéndose amigos y compañeros de viaje, incluso se perdieron un tiempo en aquel bosque, pero lograron salir ilesos. La loba no podía evitar preguntarse qué había pasado con él después de que se separaron en aquella ciudad famosa por sus cazadores.

—Tendrás que trepar. ¿Sabes trepar árboles, verdad? —le preguntó Hera, sacándola de sus pensamientos abruptamente. Estaban frente al viejo sauce.

—Sí, claro que sé —respondió algo molesta.

—Bien, porque queda bastante arriba, te espero allá.

—¿Allá dónde?

—En mi casa, lo siento, no soy muy buena en la levitación, así que seguiré subiendo. Tú sigue trepando.

Briana la observaba estupefacta, no entendía a qué se refería con que no era buena levitando si ascendía con bastante rapidez. Estuvo trepando más de lo que esperaba, debido a que el sauce era un árbol enorme. Antes de alcanzar la copa del árbol, se podía ver una casa construida perfectamente alienada a las ramas del sauce, por lo que probablemente había sido realizada con magia, ya que seguramente se adaptaba al crecimiento del árbol, por lo que pudo suponer Briana.

Al entrar, el lugar parecía bastante acogedor, aunque algo desordenado, lleno de libros tirados en cualquier parte, al igual que cojines de todos los tamaños, también había un par de sillones y una cama algo grande en el extremo izquierdo, mientras que al otro extremo había un caldero con una estufa, cercano a ésta había también una mesa en la que al parecer Hera fabricaba pociones. La casa tenía una forma de rectángulo, y el piso estaba completamente alfombrado. Al medio se veía una pequeña escalera de caracol que al parecer daba a un segundo piso, lugar donde al parecer se encontraba Hera.

Briana no sabía si subir o no, de pronto se sintió incómoda, como si estuviera invadiendo ese lugar. Además, se escuchaban ruidos como si la caperucita estuviera moviendo cosas, así que decidió esperar al pie de la escalera. Hera bajó al rato muy animada, incluso sonreía, lo que hizo a Briana sentirse algo animada. La caperucita lo notó, y lanzó una risilla malvada antes de hablarle.

—Cualquiera diría que incluso estás moviendo la cola por verme, Briana.

La loba se sonrojó, pero no apartó la mirada, había algo que la atraía inconscientemente a la princesa de las hadas. Se acercó a ella, quería sentir su olor más cerca, lo cual descolocó totalmente a Hera, quien estaba dándole la espalda, ya que estaba escribiendo en un papel con los materiales que fue a buscar arriba; en la mesa donde practicaba con pociones, y de pronto percibió a la loba detrás de ella. Briana se acercó a su cuello, aspirando su aroma como si de una droga se tratase. Hera sentía el calor que emanaba del cuerpo de la loba, y comenzaba a sentirse afectada.

La princesa de las hadas no había tenido más que unos pocos encuentros casuales de una sola noche que apenas lo consideraba como experiencia, por lo que había pasado mucho tiempo desde que había tenido intimidad con alguien. Sin embargo, no era ninguna ingenua y supo desde el momento en que se levantó para hablar con Briana, que había despertado el deseo en ella, aunque probablemente la loba recién estuviera siendo consciente de ello. Aunque ella tuvo que admitir que se sentía algo excitada con la presencia de la loba cerca.

—Hera... déjame mostrarte cuán devota puedo llegar a ser —le murmuró en el oído a la caperucita, la cual se estremeció al escucharla.

La princesa se giró bruscamente, rompiendo el encanto al empujar suavemente por los hombros a la loba.

—Briana... compórtate. Escribiré un contrato donde especificaremos tus obligaciones para recibir parte de mi sangre que te ayude a fortalecerte.

—No necesito un contrato para hacer lo que me digas...

—Espera un momento... mírame a los ojos —Hera sujetó por el mentón con firmeza a la loba para observarla, sus pupilas nuevamente estaban dilatadas. Su olor había cambiado ligeramente, entonces la caperucita comprendió que la licántropa estaba liberando una gran cantidad de feromonas. Tragó saliva, ya que eso solo podía significar una cosa, Briana había entrado en celo, debido a que conoció a su alma gemela. Y también por esta razón le costaba resistirse a sus encantos, por decirlo de alguna manera.

—Sé lo que estás pensando —intervino Briana— y lo siento. No esperé que esto sucediera... yo... pensé que no tenía alma gemela, me olvidé de eso hace mucho tiempo... Maldito Daniel, lo dijo en broma y resultó ser cierto.

Hera se rio, después de todo, Briana estaba disculpándose por su propia naturaleza. Se apartó, ya que le costaba mantener la cabeza fría cerca de la loba, para rebuscar entre sus cosas un collar de cuero rojo con una correa. En el collar había una pequeña medalla colgando en la que grabó el nombre "Briana" con magia. Luego se acercó a la loba para ponerlo en su cuello. Sonrió al ver que le calzaba perfecto.

—Abajo —señaló al piso— y no te atrevas a transformarte a menos que yo lo diga.

Briana se colocó en cuatro patas, lo cual le resultaba extraño en su forma humana. Hera comenzó a caminar hacia la cama, por lo que la loba tuvo que seguirla. En otra situación lo hubiera considerado humillante, pero estaba muy excitada por lo que sucedería a continuación. La caperucita se sentó en el borde de la cama, y sonrió complacida a la loba, quien tragó saliva.

—Ahora, te pondrás de pie, yo te quitaré la correa y tú te quitarás toda la ropa sin movimientos bruscos y sin mirarme a los ojos, o lo tomaré como una ofensa y serás castigada.

Briana asintió y se levantó, esperando. Hera se acercó y le quitó la correa, era incapaz de dejar de sonreír, aquello le divertía demasiado, luego volvió a sentarse para disfrutar de la vista. La loba se quitó la ropa con cautela, siempre mirando al suelo, por lo que no vio cuando la caperucita se relamió los labios con cierta lascivia, le gustaba lo que veía. Tal como esperaba, debido a sus aventuras, el cuerpo de Briana estaba bastante trabajado.

—Mírame, lo hiciste bien, te daré una pequeña recompensa —le hizo un gesto para que se acercara y luego apuntó hacia abajo, por lo que la loba se puso de rodillas antes de aproximarse a ella.

Hera la tomó del mentón nuevamente, con su pulgar entreabrió la boca de Briana, para poder besarla. Movió su lengua cadenciosamente, enredándose en la de la loba, para finalmente morder su labio inferior antes de separarse, dejando a Briana con ganas de más.

—Ahora, voltéate, y ponte en cuatro patas de nuevo. Así es, muy bien. Entonces, ahora quiero que estires lo que más puedas tus manos en el piso hacia adelante, y apoyes tu frente en el suelo. Mantén tus caderas arriba, quiero la mejor vista posible. Eso es, buena chica. Ahora, separa un poco más las piernas, así, perfecto.

Hera se acercó más, examinando minuciosamente la entrada de Briana, la cual escurría algo de líquido, estaba muy mojada a pesar de que no habían hecho casi nada. La rodeó, para así poder recorrer con su mano desde el cuello, pasando por la espalda hasta su trasero. Briana ahogó un suspiro al sentir su toque, pero no dijo nada, se sentía expectante y excitada a la vez. Hera no pudo contenerse más, agarrando su trasero con ambas manos, lo apretó con fuerza, para finalmente lamer de aquel líquido que manaba del interior de Briana. Su lengua recorrió de abajo hacia arriba, y la loba gimió de la sorpresa.

No contenta con eso, la caperucita introdujo su lengua, y haciendo uso de la magia, cambió el tamaño de ésta, adaptándose al interior de la loba, quien gimió con mayor intensidad. Hera se movía en su interior de una forma tan inusual, pero a la vez tan placentera, que pronto perdió la cabeza. Jadeó el nombre de la caperucita más de una vez, no quería que aquello terminara, ni dejara de moverse. Hera comenzó a estimular con suavidad ese nodo de placer con un dedo, y fue entonces cuando Briana sintió que su cuerpo explotaría de éxtasis en cualquier momento, le costaba mantener sus caderas quietas, la sensación placentera pronto se expandió al resto de su cuerpo, hasta que alcanzó el clímax.

Más líquido escurrió de su interior, el cual Hera bebió sumamente agradecida y satisfecha. Al quitar su lengua, volvió a su tamaño normal. Briana se recostó en el piso, recuperándose. La caperucita sonrió orgullosa al verla así, aunque no esperaba que la loba se recuperara tan rápido. Se levantó y su mirada parecía algo perdida, simplemente se abalanzó sobre ella, para besarla intensamente y arrancarle el vestido, simplemente rompiéndolo en pedazos, Hera no tuvo tiempo de reaccionar, ya que de todas maneras quería sentir su piel contra la suya, y la lengua de Briana moviéndose dentro de su boca se sentía como la gloria, podía notar cómo se mojaba más y más.

La loba la tomó y la tiró en la cama, presionó con su muslo la entrepierna de Hera, quien ahogó un gemido. Jadeó cuando sintió las manos de Briana sobre sus pechos, estimulando sus pezones mientras besaba con impaciencia su cuello. Su lado salvaje no tardó en aparecer, sus colmillos estaban más grandes de lo usual, los enterró en el cuello de la caperucita, quien gimió de placer, esperaba que Briana la mordiese, incluso, lo anhelaba. La lengua de la loba lamió la sangre que brotó de la herida, lo que se sintió como un golpe de energía para Briana.

—Briana, quiero tus dedos dentro de mí, ahora —le exigió Hera.

La loba asintió, e introdujo un par de dedos en la húmeda entrada de la caperucita. Atrapó uno de sus pechos con la boca, succionando y lamiendo como si la vida se le fuera en ello. Ahora era Hera la que jadeaba el nombre de Briana, excitando a la loba, que estaba realmente embelesada con el cuerpo de la caperucita. Pronto el orgasmo alcanzó también a Hera, pero no tuvo tiempo de descansar, ya que Briana se sentó en su cara para que le lamiera otra vez, haciendo reír brevemente a la caperucita, que de inmediato se dedicó a su tarea, con ayuda extra de su magia.

Ninguna supo cuántas horas transcurrieron, pero finalmente lograron superar el celo de la loba, quien a pesar de que se sentía satisfecha, aún quería más, sin embargo, Hera decidió que lo mejor sería detenerse para comer y planear lo que harían después. Se dispuso a cocinar algo para ambas, por lo que se colocó otro vestido, ya que no le parecía muy seguro cocinar desnuda. Le ordenó a Briana que se vistiera también, la cual aceptó a regañadientes.

—No le encuentro sentido a mi venganza, ahora que te tengo a ti —soltó Briana de pronto, asustando a Hera, que casi se quema, por lo que maldijo en voz alta.

—Lo sé, pero alguien tiene que frenar a ese rey humano. Él también estuvo involucrado en la matanza de las hadas, así que debe pagar por lo que hizo.

El tono de voz serio y amenazante de Hera le pareció sumamente sexy a Briana, lo que no pasó desapercibido por la caperucita, ya que la miró con cierta lujuria.

—Basta, Briana. Tendremos tiempo para cada cosa. No olvides quién eres, de dónde vienes. Ahora me tienes a mí, mayor razón para acabar con él.

—Lo sé, pero no puedes culparme de querer aparearme con mi alma gemela a la que acabo de encontrar —dijo sonriendo la loba, haciendo reír a la caperucita.

—Está bien, te perdono. Y desde ahora, comenzaremos nuestra caza personal, hasta acabar con el rey de los humanos —sentenció.

Briana asintió, y para sellar esa promesa, abrazó a la princesa de las hadas con todas sus fuerzas. El destino de ambas quedaba de esta forma, declarado.

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