Camila y Lorena
Camila era la típica chica que le encantaba ser "femenina". En la oficina, siempre se paseaba con falda, blusa y tacos a juego. Iba a la peluquería una vez por mes, y gastaba media hora de cada día maquillándose. Le gustaba coquetear, aunque dejaba claro que no lo hacía para llevarse a la cama a nadie. A todos les parecía una mujer encantadora. Ella lo sabía y aquello la hacía sentir segura de sí misma. Gracias a su continuo esfuerzo y capacitación, logró convertirse en la encargada de marketing de su trabajo.
A pesar de que se sentía bastante estable en la empresa, se produjeron cambios en la compañía, lo que la llevaron a adquirir nuevas responsabilidades como también derivar otras. Todo esto fue sucediendo paulatinamente, pero el cambio más drástico se produjo el día de su cumpleaños. Ese día, le informaron que tendría que trabajar con los diseñadores gráficos y de web. Mientras le cantaban cumpleaños feliz, apareció una chica nueva en la sala de reuniones.
La presentaron a todo el mundo como la nueva diseñadora gráfica y web. Luego, el encargado del departamento de tecnología la presentó a Camila.
—Camila, te presento a Lorena, ella es diseñadora gráfica y web, tiene bastante experiencia en web, así que hará equipo contigo.
—Hola —dijo con una tímida sonrisa Lorena.
—Hola, un gusto, soy Camila.
—Feliz cumpleaños —dijo con dulzura Lorena.
—Gracias.
Camila no podía dejar de observar a Lorena. Ella no usaba una gota de maquillaje y usaba ropa bastante informal para su gusto; jeans, sudadera y zapatillas. A pesar de esto su rostro era impoluto, sus ojos tenían unas pestañas naturalmente preciosas y sus labios eran de un suave rosado. Además, su piel era muy suave, por lo que pudo apreciar cuando rozó su mejilla al saludarla. Ella se veía joven a pesar de que probablemente tenían la misma edad.
Pero Camila no iba a dejar que esa chica recién llegada la intimidara. Seguramente al verla todos los días así de resplandeciente y glamorosa se iba a dar cuenta que tenía que arreglarse un poco más. Pasaron los meses, y Lorena seguía viniendo con ropa cómoda y zapatillas. Aunque era excelente en su trabajo, a Camila aún le incomodaba que se arreglara tan poco, aunque también se podría decir que aquello le llamaba muchísimo la atención.
Cuando se cumplieron 6 meses exactos desde la llegada de Lorena, su relación cambió para siempre. Como era lo normal, sólo hablaban de temas laborales y hacían un gran equipo para la sorpresa de todos. Lorena comprendía perfectamente qué era lo que buscaba transmitir Camila al público, y plasmaba cada una de sus peticiones publicitarias en el sitio web a la perfección.
Ese día, Camila llamó a su oficina a Lorena, ya que comenzaba la temporada de invierno y llegaban nuevos productos para promocionar. Casi nunca hablaban allí, ya que a Camila no le gustaba pasar tiempo ahí porque le parecía un tanto encerrado, ya que si cerraba la puerta nadie sabría qué está pasando adentro. Era la única oficina completamente cerrada, las demás tenían todas "paredes" de cristal. Así que cuando Lorena cerró la puerta inmediatamente el ambiente adquirió cierto aire de intimidad. Por lo mismo, Camila se sintió inexplicablemente nerviosa.
Lorena se acercó con cautela con el MacBook bajo el brazo, no sabía si sentarse o quedarse de pie. Por suerte había una mesa adicional además del escritorio que servía para reuniones como aquella.
—Te cité aquí porque podríamos trabajar más tranquilas —logró decir Camila.
Lorena asintió y se sentó, acomodándose, mientras Camila hacía lo mismo, poniéndose cerca de ella, para poder ver ambos computadores a la vez. La diseñadora no pudo evitar ponerse nerviosa con su cercanía, ya que encontraba hermosa a Camila, casi como esas actrices que admiras por su belleza y que están completamente fuera de tu alcance.
Sus miradas se encontraron un segundo, y ambas enrojecieron sin quererlo. La primera en apartar la mirada fue Camila, que se sentía sofocada, como si no hubiera aire en la oficina, aunque era sólo su percepción. Lorena, sin embargo, se dio cuenta del nerviosismo de ella. Estaba gratamente sorprendida, pero necesitaba confirmar lo que sospechaba.
Así que comenzó a hablar de la nueva sección que se agregaría a la página, para ello se acercó aún más a Camila, con el pretexto de mostrarle en su laptop su trabajo. Lorena aspiró el perfume dulce de la mujer, la miró a los ojos, aún inclinada hacia ella, luego bajó la mirada hacia sus labios entreabiertos, se acercó a ellos instintivamente, Camila simplemente se dejó llevar, dejando que la lengua de Lorena explorara su boca, sintiendo cómo ese exquisito juego húmedo, la humedecía abajo también.
Lorena posó su mano derecha en el muslo de Camila, moviéndola lentamente por debajo de la falda, porque por algún motivo no podía controlarse, sabía que no debía hacer eso, mucho menos ahí, en la oficina de la jefa de marketing, pero probar esos suaves labios era casi un sueño.
Camila se dio cuenta del rumbo que estaban tomando las cosas y se apartó bruscamente, empujando también la mano traviesa de Lorena. Respiraba agitada, por lo que la diseñadora lo consideró un triunfo a pesar de que le haya cortado la inspiración.
—No creo que podamos seguir la reunión, señorita Camila —le dijo con voz malintencionada.
Camila se sentía furiosa consigo misma, había perdido todo sentido profesional, se había dejado llevar por un impulso sexual dentro de la oficina, aquello tenía que parar. Eso pensaba, hasta que vio la cara de Lorena, su expresión distaba mucho de ser el rostro afable de siempre, sus ojos expresaban el profundo deseo que sentía por ella, de las ganas que tenía de devorarla.
Camila tragó saliva, sin saber muy bien qué contestar. Lo peor de la situación es que nadie aparecería para salvarla con una interrupción, porque aquella reunión estaba programada y por ende nadie las molestaría. Se dio cuenta que era incapaz de decirle que no a su cuerpo y a Lorena, se odiaba por ello pero tampoco lo admitiría, menos en el lugar en que estaban.
Lorena cerró su laptop y se levantó, con claras intenciones de irse, pero una mano la detuvo.
—La reunión se termina cuando yo lo diga. Si sales ahora todos van a pensar que discutimos o algo así.
Tal como pensaba Lorena, a Camila le preocupaba guardar las apariencias. Se giró para estar frente a frente con la hermosa mujer. Avanzó unos pasos, haciendo que retrocediera. Sin dejar de mirarla desafiante, volvió a dejar su laptop en la mesa.
— ¿Entonces qué? ¿Seguimos discutiendo sobre el proyecto? —le dijo bastante confiada Lorena, ya que comprobó que la atracción era mutua. Se acercó otro paso, sosteniéndole la mirada y casi rozando su nariz.
Camila no supo que responder, sus piernas no parecían querer hacerle caso alguno, ella quería retroceder, huir de todo aquello que estaba sintiendo al ver esos ojos que brillaban de deseo, ese deseo que siempre quiso sentir por alguien más. Ahora que lo sentía, estaba petrificada, todas sus inseguridades afloraron de golpe. Lorena sabía esto, notó la mirada de confusión de la mujer, por lo que simplemente la besó. Se separó brevemente de sus labios para susurrarle "déjate llevar". Dicho esto, Camila se relajó, se dejó llevar por esos suaves labios y esa lengua que le recorría con maestría la boca. Ese beso la estaba estimulando más de lo que esperaba, quería más, como si Lorena leyera sus pensamientos, deslizó una mano debajo de su blusa por la espalda, atrayéndola más hacia ella, haciendo que Camila se estremeciera con su contacto.
Los minutos pasaron, los besos se fueron haciendo cada vez más intensos, la ropa comenzaba a estorbar. Lorena fue desabotonando la blusa de Camila mientras la besaba, apenas quedó abierta empezó a recorrer su cuello, deleitándose con su suave piel, embriagándose en su aroma dulzón, mordiendo su oreja para arrancarle más de un gemido.
Camila por su parte, estaba terriblemente húmeda y excitada. Estaba completamente entregada a Lorena, que la hacía sentir demasiado bien respecto a otros amantes que tuvo, ella sabía bien dónde tocarla. No pudo evitar pensar esto último con cierta desilusión, como si hubiera estado perdiendo el tiempo toda su vida. Los besos de Lorena fueron recorriendo su cuello hasta toparse con sus pechos, los cuales contempló un segundo luego de liberarlos del sostén, los amasó con suavidad, observando con atención el efecto que producía en sus pezones.
Su piel comenzaba a arder, Lorena lo sentía, ya que no dejaba de recorrer el cuerpo de Camila con sus manos. La fue empujando poco a poco hasta que quedó apoyada en el escritorio. La diseñadora, con cierta timidez, recorrió con su mano derecha el muslo mientras mordía el cuello de Camila, haciendo que ésta se estremeciera. Para su sorpresa, su jefa estaba usando medias y portaligas, lo que la excitó aún más, esa mujer era una toda fantasía sexual, sólo que esta vez, era real, y estaba deshaciéndose en gemidos gracias a ella.
Camila notó en ese momento sus bragas húmedas, pero ya era demasiado tarde para avergonzarse por ello. Lorena las movió sutilmente a un costado, e introdujo un par de dedos en su interior, lo que provocó un gemido un poco más alto de lo normal en su jefa.
—Shh, guarda silencio, no quieres que la oficina se entere ¿cierto? —la regañó Lorena, moviendo más rápido sus dedos, haciéndole difícil la tarea. Camila no replicó nada, no quedaba ninguna respuesta orgullosa de la mujer, su cuerpo vibraba de placer, se aferraba a Lorena clavándole las uñas en la espalda, escondiendo el rostro en su cuello tratando de opacar sus gemidos inútilmente.
Estaba a punto de tener un orgasmo ahí, en su propia oficina, estaba a punto de perder el control, ahí, en ese lugar donde se supone tenía el control absoluto de lo que pasaba.
Lorena seguía estimulándola sin cansancio, besando su cuello, lamiendo el lóbulo de su oreja, mordiendo por aquí y por allá. La deseaba demasiado, lo había ocultado desde el momento que la conoció, se había mentido cada noche que se tocaba pensando en ella porque era su jefa, porque era una mujer heterosexual y porque, de nuevo, era su jefa. Pero ahora estaba ahí, entre sus brazos, ardiendo de deseo y placer, gimiendo como nunca, y sorprendentemente, en la oficina donde ambas trabajaban.
Camila se estaba dejando llevar por Lorena hacia el orgasmo, cosa que jamás imaginó que ocurriría cuando comenzaron a besarse. Ella era de las que creían que dos mujeres no podían tener sexo, y ahí estaba, gimiendo por una mujer. Se aferró con fuerza a Lorena antes de acabar, para no desplomarse sobre el escritorio. La diseñadora salió de su interior con suavidad, para lamerse los dedos con descaro.
—Mmm... sabes muy bien, Camila —era la primera vez que la llamaba por su nombre, y sonó muy sexy para su jefa, quien respiraba con agitación.
Lorena apoyó ambas manos en el escritorio rodeando a Camila, dejándola sin escapatoria. Su jefa aún seguía excitada, sus ojos la delataban, por lo que seguiría el juego hasta el final.
— ¿Cuándo me dejarás probarte? —le preguntó sonriendo.
Camila quedó sorprendida con su descaro, y su interior se estremeció pensando cómo se sentiría aquello si besaba tan bien. Miró sus labios fijamente, se veían tan apetecibles. Se dejó llevar por el impulso y la besó con impaciencia, como si ya no pudiera aguantar más la espera. Quiso quitarle la molesta sudadera, pero las manos de Lorena la detuvieron.
—No creo que debamos seguir haciendo esto aquí —le advirtió con suavidad, alejándose un par de pasos. Volvía a ser la chica amable de siempre, aunque en sus ojos aún seguía el reflejo del deseo oculto hasta ese momento.
Camila se frustró enseguida, y comenzó a acomodarse la ropa nuevamente. Ni siquiera miraba a Lorena de lo molesta que estaba por esas palabras.
—Podríamos continuar la reunión afuera, jefa. Da la casualidad que vivo cerca de aquí.
Camila notó que remarcó la palabra jefa, le estaba dejando la decisión a ella. Lorena la miraba expectante, su mirada intensa la ponía nerviosa.
—Sí, vamos.
Lorena sonrió con satisfacción, desde entonces, las reuniones fueron cada vez más frecuentes entre las dos, sobre todo fuera de la oficina.
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