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Capítulo Tres



 03.


(Aún) 15 de agosto de 1986 


Nunca fue fan de las zanahorias.

Eran de las pocas hortalizas que excluía de su huerta porque si su abuela las veía lo obligaría a beber ese asqueroso jugo que solía darle cuando era niño.

No disfrutaba el sabor ni la textura, mucho menos cuando la utilizaban en otras comidas, como en el arroz, por ejemplo. Le gustaba su arroz como lo preparaban en su casa: completamente blanco y con poca sal, algo insípido según su abuela, así que el gran plato de arroz con verduras que le dieron para cenar en casa de los Kim le parecía imposible de terminar.

Era viernes, y la familia de Taylor se había reunido para cenar. El padre de los muchachos estaba sentado a la cabeza de la mesa con su esposa a su lado izquierdo, Sean Grace al otro lado, junto a Taylor. Y April, bueno, al frente de los hermanos y siendo el blanco de la mirada fija de Sean Grace sobre él.

Ahora que lo pensaba bien, a April nunca lo dejaron quedarse a cenar en casa de los Kim por mucho que él insistiera en quedarse un rato más. Siempre era una merienda mientras Sean y él hacían la tarea. En todo caso, era su abuela quien llamaba a la puerta antes de las seis para llevarlo de regreso a casa cuando la madre de los chicos debía irse a trabajar.

Recordaba una vez en específico: le pidió a su abuela que invitaran a Sean a su casa, pero ella solo respondió que no podían porque su amigo tenía «otras cosas en qué ocuparse». Nunca le preguntó a qué se refería, creyó que había sido una forma evasiva de decirle que no.

Fue así por mucho tiempo, hasta que una tarde dejó por error uno de sus cuadernos en casa de los Kim. Tocó la puerta. Tras esperar varios minutos y que nadie saliera, rodeó la casa para intentar hablarles desde la puerta trasera, pero se encontró a Sean en el jardín, colgando la ropa en el tendedero mientras Taylor le alcanzaba las prendas y los ganchos, adormilado como si estuviera a punto de caer rendido.

A juzgar por el olor y la ausencia de adultos en casa, era probable que fuera Sean el que estuviera cocinando también. Esa noche no dijo nada y regresó sobre sus pasos, era algo joven para entender lo que sucedía, pero lo captó de inmediato.

Poco a poco, entendió que él tenía ciertas comodidades que su amigo no.

Sean le contó tiempo después—como a los once en medio de una crisis de preocupación—que Taylor entendía más de su tarea que él mismo. Y que la rutina de ocuparse de su hermano en la noche, para luego arroparlo estaba dejando de funcionar. Aun así, solo podría entregar la batuta del "encargado del hogar" hasta la mañana siguiente. Su padre volvería en la madrugada, comería la cena que Sean debía dejar guardada en el horno y cuando el sol saliera ya no tendría que preocuparse. Aunque si pensaba en que nunca entró al primer periodo de clases por dormir, no sabría decir qué parte de Sean lo había resentido más, si su mente o su cuerpo.

Él era un padre de trece años. Pero si se detenía a recordarlo, a pensarlo siquiera, sentiría empatía por él y no quería.

La situación mejoró cuando Taylor creció, al menos podían dividirse las tareas. E incluso simplificarlas. Todo lo que Sean tenía de fuerza, Taylor lo tenía de ingenio.

Una vez se toparon en la calle con una vieja lavadora que se caía a pedazos. A la fecha no sabía cómo consiguió Sean llevarla a casa o qué le hizo Taylor a la máquina para que funcione incluso mejor que antes, solo recordaba la marca de cuerda en el cuello de Sean que su padre le dejó porqué pensó que la habían robado. Además, creía haber visto a Taylor con una marca igual en el brazo.

Le preguntó a Sean Grace por esa marca, pero solo rio diciendo que era «un poco torpe» y que se había lastimado, decía lo mismo de esa y muchas otras que tenía, así que April dejó de preguntar. Confirmó que eran producto del montón de castigos extremistas la primera vez que se les pasó la mano con la cerveza. Bien, en realidad fue la primera vez que bebieron y ninguno de ellos logró soportar más de dos latas sin comenzar a sentir el rostro caliente.

Tenían quince. Sean Grace le confesó muchas cosas esa noche y entre las más notables estaban que su padre lo ató a un árbol y lo golpeó por un buen rato por decir que estarían mejor si no tuvieran padres. Taylor quiso defenderlo, pero solo consiguió que lo ataran también.

Era esa misma mesa, con el montón de latas y maní regados en ella, de noche, con Grace frente a él confesando que, aunque su corazón se partió al ver a Taylor suplicar que lo soltaran, aprendió que el silencio es la única opción para sobrellevar una vida como la suya.

Luego se avergonzó de su sinceridad; pero April sabía demasiado sobre eso, así que le prometió olvidarse de todas las cosas que dijeran esa noche. Sean Grace le sonrió apenas, apoyando la idea de olvidar el sentimentalismo al amanecer y aprovechó el momento para decirle que estaba profundamente cautivado por su forma de hablar.

Al parecer solo Sean cumplió su promesa, porque April aún lo recordaba muy bien.

Su arroz seguía teniendo zanahoria, la veía fijamente. La lavadora estaba encendida, la escuchaba a la distancia entre las voces de los miembros de la familia Kim, que conversaban felices sobre las pruebas de béisbol que al fin habían terminado. Nadie había logrado romper el récord de Sean Grace, y eso lo dejaba como capitán del equipo en su último año.

En ese pueblo donde nunca pasaba nada interesante, que el equipo de la escuela fuera tan reconocido a nivel nacional era todo un acontecimiento, así que estar cenando con su mismísimo capitán era como pasarle la salsa a una celebridad local.

Tanto April como Taylor habían olvidado el revuelo que esas pruebas causaban, no era su asunto, así que ambos parecieron obviar el tema. Claro que estando en familia, Taylor se alegraba mucho por ver a su hermano feliz al compartir la noticia con sus padres.

De alguna forma, April entendía lo que esa sonrisa y ojos significaban en Sean. Se permitió observarlo por un momento, fue un segundo en el que sintió como si comenzaran a hablar más y más bajo hasta que April dejó de escucharlos.

Alzó la cabeza. Todos lo veían esperando que interviniera. Entonces cayó en cuenta de que había estado divagando más de lo que podía permitirse.

—Haru, preguntan sobre tu padre —carraspeó Taylor hacía él—. ¿Cuándo regresa de viaje?

—No lo sé, se fue hace solo un par de días. Supongo que le guardaré un poco de la cena de navidad —bromeó, pero su humor no pareció ser bien recibido por los señores Kim que se vieron preocupados entre sí.

—Oh, cielo. No puedo ni imaginar lo mucho que debe extrañarte tu padre, estando tan lejos —dijo la Sra. Kim.

Ella lo vio como si su corazón se afligiera de saber que April se la pasaba solo, pero él no podía creerle, sus gestos le parecían falsos e hipócritas sabiendo que ellos solían hacer lo mismo con sus hijos.

—Sé que es por trabajo, está bien si está lejos. Yo me encargo de enorgullecerlo desde aquí.

April sonrió, no quería romper la hermosa ilusión de una cena feliz en familia con comentarios fuera de lugar, aunque todo lo que quería era responder con un: «Aquí entre nos, creo que se ha comprado un apartamento en Oregón donde debe vivir con la moza que de seguro tiene».

Bueno, su padre era viudo, así que en realidad si tenía otra familia ahora eso no contaba como infidelidad. ¿O sí? Tal vez como abandono de morada.

—¿Por qué alguien estaría orgulloso de ti? —dijo Sean.

—Parece difícil de creer, pero... mi familia sí se interesa en mí. (Aunque dudo que tú sepas lo que es eso). Mi abuelo está muy orgulloso de mí.

—Estaba.

—Cierto... Estaba. No te vi en su funeral. ¿Eh, Sean? Vi a tus padres y a tu hermano. ¿Te lo perdiste?

—Haru es increíble en literatura. Es algo modesto, pero hasta yo me siento orgulloso de lo bueno que es —intervino Taylor, en un intento de aligerar la extraña incomodidad que se formó en la mesa, como si el comentario no solo hubiera causado el desconcierto de Sean, sino de sus padres.

—Oh, ¿en serio? —dijo la madre de los chicos—, es excelente. Eso significa que ya tienes con quien hablar de tus libros, Taylor.

—Es interesante encontrar a alguien inteligente en este lugar.

—Ay, por favor, «la loca del pueblo» no es interesante. Es más bien peligroso.

—Lo dice Mr. Diazepam...

Sean pateó a April por debajo de la mesa, haciéndolo gruñir de dolor.

—¡Sean! —dijo Taylor, volteando a ver a su hermano con rostro de "y a ti qué te pasa".

—Tú no me hables.

—Ya, ya. Chicos, no peleen —dijo la madre de los Kim, solo tomándolo como unas "inocentes bromas". Pero su tono de voz era tan ambiguo, tan falso que April sentía náuseas de solo verla. Al menos eso percibía.

—Me voy a la cama —dijo finalmente su padre, levantándose de la mesa y dejando al resto de la familia callados cuando se movió de su lugar.

El comedor se quedó en silencio. April analizaba la actitud de todos, en su casa no había mucha charla, en realidad eran más de comer viendo la televisión. En especial si eran solo su abuela y él, todo era tranquilo y silencioso. Pero esto... era nuevo.

Sean Grace llevó sus platos a la cocina y minutos después los dejó solos. La señora Kim siguió a su esposo al segundo piso tras decirle un corto "¿te encargas, cielo?" a Taylor, que solo asintió y comenzó a recoger la mesa.

—¿Vas a terminarte eso? —le dijo Taylor cuando llegó junto a él. Negó y se puso de pie para ayudarlo a recoger las cosas, eso hizo sonreír a Taylor.

Lo siguió a la cocina y se acercó detrás de él cuando lo vio remangarse las mangas de la camisa para comenzar a lavar los platos. No entendía qué había sucedido. Admitiría sentirse un poco culpable por dejarse provocar por Sean de esa forma.

—Oye, yo...—intentó decir, pero Taylor lo detuvo, como si leyera su mente.

—No lo sientas. A veces mi hermano olvida que no todo se trata sobre él. Y puede ser pesado, mis padres no son diferentes. Da igual.

—No creo que te de igual a ti.

—Mis padres tiene conceptos muy diferentes del "éxito". Mi madre, ella está tan emocionada con que Sean sea una "estrella" que, bueno, olvidó varias cosas que me prometió a mí. Además, ni siquiera le dijo nada por ser descortés contigo.

—¿Te molesta que sea un cretino? —dijo con un poco de sorna.

—Contigo, en específico. Me da igual como quiera ser con los demás, pero tú eres mi invitado y no pudo actuar decente por una sola vez.

La forma en que puso el plato limpio en el escurridor llamó su atención. El enojo que mostró lo hizo avergonzarse un poco, nadie se preocupaba por esas cosas, excepto Taylor.

April no pudo evitar que una sonrisa se asomara en su rostro, el "gracias" implícito en ella hizo que Taylor negara con la cabeza, como si estuviera pensando mil cosas a la vez.

Su enojo casi se disipó, pero de pronto, Sean entró a la cocina.

—Finn, necesito que me ayudes —dijo, feliz, hasta que notó a April junto al lavaplatos—. Ew, eso sigue aquí.

—¿Puedes callarte ya? No eres gracioso —dijo Taylor.

—Wow. Qué humor... —Carraspeó con la garganta—. ¿Podemos hablar a solas?

Taylor negó con la cabeza. Entonces Sean lo tomó del brazo para hacerlo caminar fuera de la cocina por la puerta trasera que daba hacia el jardín. Se resistió, intentando que lo soltara mientras le repetía lo molesto que estaba con él. Aunque todos sabían que le era imposible mantenerse así por mucho tiempo.

April comenzó a secar los platos con la pequeña toalla que colgaba en el agarrador del gabinete aéreo. Los veía de reojo por la ventana sin intentar hacer obvia su curiosidad. Poco a poco, se fue acercando para escuchar mejor lo que decían.

Taylor se soltó del agarre de Sean Grace y eso no le hizo mucha gracia a su hermano. Sus cejas fruncidas los hizo tener la misma expresión. Era como ver a alguien luchar con su reflejo en un espejo del circo. Una visión distorsionada de sí mismos. Ahora que los veía discutir en susurros, no entendía quién estaba replicando a quién.

El parecido entre los hermanos lo divertía.

No eran idénticos, pero al enumerar las similitudes entre ellos, las particularidades de cada uno se volvían majestuosas, como pequeños guiños de Dios reivindicando la primera versión de su diseño.

Taylor era más alto que su hermano mayor, solo un par de centímetros, no los suficientes para percibir la diferencia a simple vista. En contraste, era más delgado que Sean, no escuálido sino más bien, esbelto y aunque la piel de su rostro parecía suave, la marca que provocaba la hoja de afeitar oscurecía un poco su rostro marcando su mentón de forma sutil.

Si Taylor fuera uno de los retratos que hacía, sería una acuarela de tonos claros con detalles en tinta.

—Estás portándote tan insufrible.

—¿Yo? —dijo Sean, indignado.

—¡Sí, tú, imbécil! Llevas actuando extraño toda la noche. Incomodaste a todos en la cena.

Sean Grace suspiró. Si no comenzaba a medir sus impulsos, esto terminaría muy mal.

—No tengo tiempo para una escena de estas. Lo siento, ¿de acuerdo? No sé qué me pasa, no es... los temas delicados me ponen nervioso. Sé que he sido un tonto, pero no fue mi intención incomodar.

Los Kim eran una familia muy poco emocional, claro que Sean Grace no sabía cómo lidiar con las emociones ajenas. Taylor, que tampoco sabía cómo hacerlo, dejó esa pose de riña que adoptó por unos minutos.

April sonrió, comenzando a colocar los platos dentro del mueble, sin perder la atención en la conversación.

—Si no sabes qué decir, es mejor que no digas nada. —Sean asintió, los consejos de su hermano eran mejor que sus reproches, Taylor lo observó con más detalle ahora y no tardó en preguntar—: ¿Para qué la chaqueta?

—Saldré. Necesito que me ayudes a abrir el garaje cuando regrese.

—Papá te ha dicho cientos de veces que no deberías usar el auto. Es peligroso que lo uses cuando no funciona del todo bien.

—No es nada que un poco de cinta y dedicación no puedan arreglar.

—¿Y a dónde se supone que vas a esta hora?

—A una fiesta. Si todo sale bien, directo al mirador con el auto y la chica.

Justo ahí.

Su atención se quebró, al igual que el plato que se le deslizó de las manos y cayó al suelo causando un gran estruendo.

Los hermanos voltearon a ver hacia el interior de la casa, alcanzando a ver a April cerca de la ventana.

De inmediato se movió a intentar recoger los pedazos y aunque se apresuró para que ninguno de la familia se diera cuenta, no supo dónde ocultarlos. Se quedó parado con ellos en medio de la cocina mientras buscaba con la mirada el basurero.

—Mamá me castigará por ese plato —dijo Taylor, que entró a la cocina y le dio una mirada seria.

—Lo siento, quise ayudar...

April estaba preparado para los reproches, en su lugar, Taylor tomó la escoba detrás de la puerta y se acercó para barrer los pequeños trozos de cerámica que se habían quedado en el suelo.

—Deja los pedazos en el lavabo. Hay algo de periódico en la mesa, tráelo.

April se sintió tan apenado que se movió deprisa fuera de la cocina para seguir las indicaciones de Taylor. Le preocupaba que alguien más entrara, aun así, ni los padres de Taylor ni su hermano se asomaron por el primer piso.

Sean Grace estaba en el jardín, entraría en cualquier momento, pero no lo hizo. Contrario a sus preocupaciones, el sonido del motor encendiéndose en el garaje confirmó que Sean no regresaría.

¿Qué más daba? No era relevante. Tomó el periódico de la mesa y regresó con Taylor, que terminaba de juntar la cerámica.

—Te pagaré por el plato. Lo reemplazaré.

—¿Sabías que era el último plato de esa vajilla? La trajimos de Corea, no puedes reemplazarlo.

—En serio, lo siento.

April apenas le extendió el periódico y se quedó de pie, quieto viendo a Taylor, esperando el momento en que volteara a verlo molesto o lo reprendiera de alguna forma. Sus movimientos eran suaves y tranquilos, con tal paciencia que parecía irreal. Pero cuando finalmente volteó hacia él, Taylor sonrió, más que de felicidad, divertido con la situación.

—¿Por qué parece que mataste a alguien?

—Parece que todo lo que hago te mete en problemas.

—No puedo creer que te aflijas tanto por un plato, es decir, yo rompí los otros diecisiete —se burló, entonces April notó la pose que había adoptado por un par de segundos. Se recompuso de inmediato, irguiendo su espalda y soltando sus manos.

—Ahí va el número dieciocho, supongo. —April intentó bromear, pero no tenía ánimos de hablar o de seguir en esa casa.

Le pareció curioso que Taylor sacase un marcador de uno de los cajones de la cocina y, luego de envolver los restos del plato en el periódico, los etiquetó como «peligroso y afilado» además de dibujarle una pequeña cara enojada.

—Es para que no hiera a nadie que esté hurgando en la basura. En caso de que no sepa leer, espero que el dibujo ayude —dijo Taylor, seguro de que había causado la intriga de April con algo tan simple y aunque era de lo más obvio, en su voz no había arrogancia o superioridad de ningún tipo al explicar.

—Siempre pensando en el prójimo. Eso es muy considerado de tu parte.

—Lo sería si no fuera una lección aprendida por las malas —sonrió—, te sorprendería la frecuencia con que me topo con bombillas y vidrios que yo mismo he desechado semanas antes cuando busco cobre en el vertedero.

—¿Usas cosas de la basura del pueblo?

Taylor abrió los ojos, cayendo en cuenta de lo mal que eso sonó.

—Suficiente charla.

El reloj de la cocina marcaba un cuarto para las nueve. El comedor quedó limpio y April dejó de sentirse en deuda por la cena que le habían dado, siendo franco, había disfrutado mucho estar ahí, hacía algún tiempo había olvidado lo hilarantes que eran los Señores Kim. Hirientes, también, aunque no negaría que ese era su tipo de humor.

Taylor Kim, el reservado, subió al segundo piso para cerrar la puerta de la habitación de sus padres. Le pidió a April que los disculpara por no despedirse ellos mismos de él y le explicó que tenían un horario para dormir muy estricto, no profundizó mucho en detalles, algo sobre turnos de cuarenta y ocho horas, además de ciertas píldoras que tomaban con la cena, o algo así.

En total calma, como buscando mantener el silencio de la casa, lo ayudó a juntar sus cosas y poco después, se encontraron afuera de la casa de los Kim para caminar hacia la de April. Esperaba con todo su corazón que los ejercicios de su tarea estuvieran resueltos en alguno de los libros del montón que cargaba.

Lo siguió en silencio. Taylor no traía sus anteojos. April dedicó un par de segundos a intentar recordar en qué parte de la noche se los había quitado. A pesar de ello, no supo en qué momento se los quitó, pensó en la cena y al recordarlo sentado frente a él aún lo veía con su sonrisa amigable y sus ojos agrandados por el cristal.

—No tenías que acompañarme —dijo casi llegando al jardín frontal de la casa.

—No quiero que te pierdas de regreso.

April sonrió.

—No es que sea la gran cosa, pero parece que todo lo que hago te mete en problemas. Y bueno, no quiero ser culpable de que te castiguen.

—Mis padres te aprecian, no veo el motivo. De hecho, esta noche me has hecho un gran favor quedándote a cenar.

—¿Sí?

—Sí... No por Sean, claro, a él parecía que se le iba a saltar una vena en la frente —dijo con gracia, no queriendo evidenciar que esa incomodidad de su hermano lo había desconcertado un poco—. Aun así, demostrar que me llevo bien con personas "en onda" le bajará un poco a la intensidad de mis padres.

En particular, Taylor no hablaba mucho de sus intereses o sus metas. Sí daba un montón de datos (a veces innecesarios), pero nunca sobre sí mismo. April, a su lado, no entendió del todo lo que quiso decir con eso último, así que decidió tomarlo como una clase de halago extraño.

—No sé si entre en ese grupo, no soy la persona más popular o amable del mundo, lo siento —carraspeó con la garganta—, pero si sirve de algo, hice mi mayor esfuerzo.

Su risa sorprendió a April, volteó a verlo con una ceja alzada. ¿Qué era tan divertido para la jirafa?

—¿Esfuerzo? A mí me parece que se te da natural, eres muy agradable.

—Qué encantador —April se burló un poco, pero su sonrojo era notorio.

Era vergonzoso sentir el rostro y las orejas calientes por un comentario absurdamente simplón. El cansancio mental ya estaba afectando su sentido común, tanto como para encontrar lindo que el chico fuera tan cordial con él.

Comenzó a subir las gradas del pórtico de su casa, pero Taylor se detuvo en la grava y suspiró tan alto que April se giró para verlo.

—¿Sabes? La otra noche casi no pude dormir pensando en ti.

—¿En mí? —dijo apenas. Eso sí sonaba lo suficiente comprometedor como para avergonzarse. Él le extendió sus cosas, las tomó casi con miedo al ver a Taylor asentir con la cabeza.

—En que te conozco de toda la vida y aun así no sé nada de ti. Quisiera saber mucho más, pero no tengo la audacia de preguntar cosas que ya debería saber. Pensé que tal vez he sido demasiado indiferente a mi alrededor por mucho tiempo como para no notarte.

Dicen que el cuerpo solo tiene dos formas de reaccionar ante el miedo. ¿Pelear o huir? No, jamás pelearía con alguien tan dulce como Taylor.

La luz de la sala se encendió, seguido del sonido de los cerrojos de la entrada. Y aunque se quedó congelado por un segundo, April se vio en la necesidad de correr hacia el interior de su casa cuando tuvo oportunidad, abriendo apresurado la puerta y cerrándola de golpe tras su espalda.

La expresión confundida de Taylor se quedó en su mente, pero era lo de menos. Su abuela se asustó al verlo entrar jadeando. Estaba mareado y se recargó contra un perchero. Soltó todas sus cosas en el suelo y cerró los ojos.

—Haru, hijo ¿estás bien?

—Apaga la luz, abuela. Apágala, apágala, ya.

Ella asintió, desconcertada, y se acercó para abrazarlo sin hacer más preguntas.

No era la primera vez que él entraba asustado a casa, al menos esta vez no estaba llorando. Lo revisó superficialmente, luego de confirmar que no estaba herido, lo instó a levantarse para que la siguiera a la cocina. April le dijo que ya había cenado en casa de un amigo, que no se preocupara por cocinar en ese momento, aunque era difícil creerle cuando siempre se excusaba de eso, pero nunca hablaba de nadie. Parecía que Taylor y April no eran tan diferentes después de todo.

Aunque no lo confrontó, lo escuchó vomitar después de que le dijera que estaba muy cansado y que prefería dormir. Era su respuesta natural al estrés, le pasaba desde niño; pero estaba tan abrumado que no le importó que sus arcadas se escucharan por toda la casa.

La hora pasaba de medianoche cuando al fin regresó a su habitación. Cerró con llave y se dejó caer en su cama con su mochila y el montón de libros para intentar rescatar el curso.

Comenzó a revisarlos y, en efecto, todo lo que necesitaba estaba ahí. Si no, estaría perdido, tenía economía en el primer periodo del lunes. De todas formas, había procrastinado demasiado y ahora no podía concentrarse.

En todo ese tiempo no había escuchado el escape ruidoso del auto de los Kim pasar por el vecindario.

¿Es que acaso Sean Grace no pensaba regresar a casa esa noche? Y el otro tonto, ¿no entiende que no puede ir por la vida diciendo cosas como esas?

«No puedes ser lindo conmigo mientras a mí se me pudre el hígado por pensar en tu hermano».

La noche del funeral de su abuelo, cuando Taylor mencionó que Sean Grace había salido con alguien no le dio mucha importancia, estaba consciente de que Sean salía con muchas chicas, no había nada peculiar en eso más que la intriga de saber quién era "la de turno".

Luego la conoció. Y se clavó un "Lee Sunhee es perfecta" en el pecho.

Lee Sunhee era imposible de ignorar. Se dijo a sí mismo que ella era una más de las "afortunadas" que seguían a Sean a todos lados a la espera de que él les diera la oportunidad. Un pequeño chance de recibir su atención. Él tenía pretendientes de sobra, era normal que eligiera y vaya que era selectivo, demasiado, así que dejó de prestarle atención a sus noviecitas por algún tiempo. No sabía si dejó de hacerlo porque ya no le importara o porque sabía, muy a su pesar, que no iba en serio con ninguna.

Sean siempre se vestía de rojo para impresionar, justo porque April le dijo que ese color queda perfecto con su tono de piel. Y sí, a lo mejor le dolió solo un poco verlo salir vestido así esta noche. Saber que no volvería le revolvía el estómago, esas conversaciones personales entre ellos de un par de años atrás donde afirmaba que jamás "estaría" con alguien que no amara le parecían infantiles y burdas.

No sabía qué lo lastimaba más, que hubiese mentido o que, de hecho, cumpliera su palabra. Porque entonces, Sean Grace amaba a alguien más de una forma en que nunca pudo amarlo a él.

Ella era tan excepcional y su presencia tan abrumadora que le daba náuseas. Los había visto un par de veces por ahí y él, que conocía tan bien a Sean Grace, se sentía traicionado por la forma en que la miraba.

Era tan perfecta que hasta su nuevo amigo parecía interesado en ella. Taylor jamás había salido con nadie, eso era obvio, era tan centrado e incluso él divagó viéndola. Y April...

No la había pasado bien en la escuela últimamente por las cosas que decían de Sean Grace y ella. Lo comentaban entre clases, en los pasillos, en las tiendas del centro, era una desgracia estar en el mismo curso y vivir tan cerca.

Según algunos compañeros se conocieron en tutorías, pero otros comentaban que se habían conocido durante el verano y que lo suyo era un reencuentro de película, incluso llegó a oír por ahí el rumor de que la enviaron de su país natal para casarse con él.

Gracioso. ¿Qué padre sería tan tonto como para enviarla a casarse con Grace? ¿Con qué dinero esperaban que ellos contrajeran matrimonio? Hasta para inventar chismes hay que tener coherencia. April le apostaba más a la del verano. Algo secreto que no tuvo nombre hasta mucho después.

A lo mejor Sean Grace llevó una bolsa de hielo del restaurante a la sucursal del aeropuerto y la vio esperando su equipaje. Ella se acercó entonces a preguntarle si sabía qué ruta tomar para llegar al Condado Mariposa, en las afueras de Yosemite, a lo que él contestó que era el pintoresco pueblo donde había nacido.

O peor, se la había encontrado vagando por el pueblo a finales de junio y ella pareció decepcionada sobre California y la ausencia de la espectacular playa que los turistas siempre mencionan al llegar.

Entonces él se había reído, sin ser pretencioso para decirle que esa California estaba a cientos de kilómetros de ahí, se había presentado y le dijo que no le envidiaba nada a Malibú porque "¿Quién necesita arena cuando tiene flores?"

Así que la llevó por el sendero del lado sur, donde las violetas comenzaban a morir por el cambio de estación. Ella cortó una, se la dio y él la colocó en el bolsillo de su camisa.

Quizás eso último ya era exagerado. Era injusto y algo masoquista que la mente de April recreara sus delirios como si fuera la escena de una película.

Una película tonta, cursi y estúpida. (De esas que a Grace le gustaban).

Cuando iban al cine April siempre se fijaba en la técnica, el guion, los vestuarios... Claro que las cosas que evocaban lo ponían sensible, pero estaba acostumbrado a serlo. La música y esos diálogos cortos siempre le hablaron de formas que nadie a su alrededor entendía.

Y ahí estaba Sean. Él no lo entendía, solo admiraba la pantalla. Era inefable para él. Cantaba "sin querer" una que otra canción, aunque en la bodega del aserradero parecía el mismísimo Willy Wonka.

Fue peor cuando descubrió «Grease», aunque no admitiría que disfrutó mucho de esa faceta. Pagó los dos boletos y le rogó a su abuelo por la cinta de la película. April se burlaba mucho de Olivia Newton John y la canción "Hopelessly devoted to you", alegando que era una actuación exagerada. Por supuesto, Sean Grace no estuvo de acuerdo y cantó esa canción las veces que él creyó necesarias para molestar a April.

Comenzó a cantar en voz baja, consiguiendo a medias concentrarse para avanzar con su tarea.

—«...My head is saying, "Fool, forget him.". My heart is saying, "Don't let go. Hold on till the end." And that's what I intend to do. I'm hopelessly devoted to you...»

Estudiar con el estómago vacío y el corazón roto era más difícil de lo que parecía, pero no era excusa, no era ni el primer ni el último hombre que sufre. Era irónico pensar que ahora la canción tenía sentido.

Era su culpa, él se las había enseñado y estaba seguro de que mucho de lo que veían en el cine y la televisión con los años se fue adhiriendo a la personalidad de Sean Grace.

—«But now there's nowhere to hide Since you pushed my love aside. I'm out of my head... Hopelessly devoted to you» —cantó apenas cuando sintió como si se le cerrara un poco la garganta—«Hopelessly devoted to... you».

Sin darse cuenta había comenzado a llorar. Se limpió las lágrimas con la palma de las manos para recomponerse, porque Sean ya le había quitado suficiente como para costarle la graduación también.

Prefería los dolores académicos antes que platónicos.


✿ ✿ ✿


Después de quedarse un par de minutos afuera de la casa de los Moon, Taylor regresó a su propia casa y subió en silencio hasta su habitación. Apagó todas las luces, excepto la lámpara junto a su escritorio.

Desde hacía algún tiempo que no se sentía tan agotado mentalmente en la cena, durante ni al terminarla. Intentaba encontrarle un sentido lógico a las actitudes de todos a su alrededor, pero no podía. ¿Era, tal vez, que todos sentían cosas que él no? Porque podía percibir su molestia, su condescendencia, sus halagos, entendían qué significaba, aunque él no era capaz de experimentarlos de la misma forma.

Sean siempre hacía bromas al igual que sus padres, tenían un sentido del humor del que poco entendía. Y ahora, no sabía si le había dicho algo incorrecto a Haru. No era su intención ofenderlo o asustarlo. A lo mejor había sido demasiado sincero con él.

Esto no era tan fácil como se lo había pensado. En especial con la actitud de su hermano, nunca le cuestionó porqué dejaron de ser amigos, aunque para Taylor era evidente que era la misma razón por la que Sean y él dejaron de ser cercanos.

Se lo dijo a sí mismo cuando su hermano dejó sus tradiciones de lado: "Sean no quiere ser uno de nosotros, quiere ser uno de ellos". Y Taylor nunca sería como ese montón de riquillos blancos, por consiguiente, su hermano ya no quería estar con él.

Sean tenía una necesidad extraña por sentir que pertenecía a lugares en los que siempre fueron rechazados. No quería decir que estaba desesperado por atención u aprobación porque sería muy hipócrita de su parte, en especial porque a pesar de todo, lo entendía. Pero no terminaba de comprender qué era lo que lo molestaba tanto.

La forma en la que Haru y Sean se hablaban, más que despectiva era una especie de código que cumplía su función a la perfección: mantener excluidos a todos de lo suyo. Pero ¿qué era exactamente "lo suyo"?

Era mejor pretender que se trataba de simples banalidades sin importancia, aunque lo mantenían despierto un viernes por la noche. Además, conociendo a su hermano, se dignaría a aparecer hasta muy tarde. Ya había discutido demasiado con él como para sumarle otra pelea porque no lo ayudase a abrir el garaje.

Entró al baño de su habitación. Encendió el lavabo, respiraba agitado y el agua contra su frente sonaba como golpes por la fuerza con la que intentaba lavarse. Taylor se observó en el espejo. No soportaba sentirse ignorante, la curiosidad llevaba carcomiendo su cabeza por días. En especial, porque, aunque aprender a relacionarse naturalmente con los demás era importante, no había forma en que un burdo experimento ocupara tanto de su mente.

Haru era peculiar. Quizá demasiado como para pretender acercarse abruptamente y ser su amigo. ¿Con qué derecho podía insistir en ser parte de su rutina cuando en diez años jamás lo intentó?

Se cuestionó, entonces, si había sido buena idea querer ser su amigo, el experimento habría funcionado con cualquier otra persona de su curso, alguien con quien tuviera más en común y que no estuviera ni un poco involucrado con las cosas de su hermano. Pero por más que trataba, no podía imaginarse esforzándose por acercarse a nadie que no fuera Haru. Porque cuando pensaba en él, lo primero que se le venía a la cabeza eran sus ojos llorosos y su nariz roja. Era la marca roja que dejó con su mano tras tomarlo solo unos segundos del brazo.

La imagen de él bajo la lluvia había removido algo en su interior que no podía explicar.

Haru era como esas pinturas cuyo significado le tomaba tiempo descifrar. Esas que lo hacían detenerse a mitad de la galería para intentar descifrarlo solo porque estaba seguro de que había algo profundo, algo más allá de lo superficial. Una belleza que le causaba escozor en la garganta.

O era entonces que Taylor... ¿no buscaba ser su amigo?

Salió del baño y se sentó en su escritorio para hacer una recapitulación de las cosas que lo inquietaban de este asunto.

La última vez que escribió sobre una persona fue sobre Sunhee y aunque, le tomó meses admitir que se sentía atraído hacia ella, terminó de asimilarlo cuando se encontró a sí mismo tocándose los labios mientras la escuchaba hablar.

Sí. En contra de todo lo que quería aparentar, había personas que lo ponían nervioso, por no decir idiota. No le gustaba esa parte de sí mismo, pero era una reacción normal de su parte cuando alguien le atraía. (Ya la había estudiado)

Por supuesto que este no era el caso con Haru. Imposible.

Se pasó las manos por el rostro por lo estúpido que era si quiera pensarlo. Aunque su nombre pudiera confundir a muchos, Haru era un hombre, incluso un poco mayor que él. Y sí, era sofisticado e hilarante, pero eso no significaba nada. Ni que la primera vez que lo vio se veía tan frágil que sacó su parte altruista, solo era su complejo de salvador hablando.

Era tonto solo insinuarlo. Aun así, le sacó una sonrisa que nadie vio y que negaría eternamente.

«April Moon y...» Tachó la primera parte. «Moon Haru...» Intentó de nuevo, pero era demasiado comprometedor tener el nombre de un hombre solo porque sí en su libreta.

Lo meditó por unos segundos y se abofeteó mentalmente, ni siquiera él entendía por qué estaba escribiendo esto.

«Luna de Día»

Cree que hace un excelente trabajo fingiendo odiarme.

No puede disimular lo mucho que le agrado.

Es lindo.



✿ ✿ ✿


22 de agosto de 1986

April tenía una buena noticia: el maestro de economía no lo envió a refuerzo gracias a que logró ponerse al día.

Ese «Vaya, sí que te has aplicado» seguido de la firma en su trabajo que le dio su maestro no era por menos cuando había terminado la tarea de dos semanas, en dos días.

Más que una buena noticia, era una salvada fenomenal, porque no tenía suficiente tiempo el sábado para llevar un solo curso más en tutoría.

Ahora solo tenía que mantenerse al corriente con las clases y no tendría que preocuparse de más por esa asignatura. Eso lo tenía de buen ánimo, o lo tuvo por un par de días, porque acababa un problema y comenzaba uno nuevo.

Su nombre seguía con tres cursos en los horarios de tutoría porque al parecer no bastaba con entregar los informes del laboratorio para pasar química. Ahora resultaba que tenía que ir al laboratorio.

¿Por qué nadie se lo dijo? Es decir, era obvio y sí había quedado como tremendo tonto, pero en su defensa él sacó a distancia una buena parte de la preparatoria. Jamás creyó que esto de la asistencia fuera realmente obligatorio.

Cuando al fin tuvo un periodo libre, se acercó al laboratorio por ayuda del profesor. No le fascinaba la idea, así que tocó la puerta despacio y entró con sus mejores ojos de súplica.

—Sr. Douglas, ¿tiene un momento?

—Eh, Moon. Es bueno verte por acá. Cuéntame ¿Qué puedo hacer por ti?

Su profesor lo conocía desde que iba en secundaria. Era un poco intimidante tener que humillarse ante él, aunque estuviese sentado y lo viera con rostro tranquilo.

Estaba consciente de que necesitaba refuerzo, no había nada que rescatar sobre eso, el problema real era que todos en el curso tenían pareja de trabajo excepto él. Y eso complicaba todo.

—Me han asignado horas extras para este curso, además de proyectos, pero... no hay nadie que pueda trabajar conmigo como tutor o acompañante. Y quería saber si había forma de, no lo sé, hacer algo un poco más sencillo. Considerando que tengo que hacerlo solo...

—Moon, tu promedio es muy bajo. No puedes darte el lujo de hacer cosas sencillas. Hemos hecho unas diez prácticas en lo que va del ciclo escolar y es la segunda o tercera vez que te veo en el laboratorio. El curso pasado te aprobé porque sé que tienes mucho potencial, te subí una décima para que pasaras de año, pero no puedes seguir así. No fui el único maestro que te envió a refuerzos desde inicios de semestre. ¿Qué fue lo que te dije?

—Que consiguiera un tutor...

—¿Y lo hiciste? Porque no he visto tu nombre en ninguno de los reportes de los chicos de intercambio.

—No vine el día de la asignación. Estaba de luto, tampoco vine al inicio escolar por eso.

—Y es la primera vez que te acercas a exponer el problema. Je-sús. Escucha, me encantaría poder ayudarte; pero han pasado más de tres semanas desde que asigné tutores. No tengo a nadie disponible.

—Tal vez podría incluirme con alguna pareja que ya esté trabajando.

—Mi alumna más sobresaliente tiene un compañero de laboratorio que, como es del equipo, va igual de atrasado que tú, si se lo pido, tal vez acepte trabajar con ambos al mismo ritmo. —April vio la solución por un momento hasta que su profesor siguió hablando—: ¿conoces a Sunhee Lee? Es un encanto de persona, seguro que te ayudará.

«Pfff, qué va. Ni idea de quién es, jamás he llorado pensando en su cabello».

—Sé que no puedo ponerme de exigente, pero por favor, ¿no hay otra pareja? Quién sea. Usted sabe que no puedo acercarme a nadie del equipo, me niego a pasar por otra experiencia mortal.

El profesor suspiró. Todo el plantel docente estaba enterado de las situaciones delicadas de la escuela. Esta en específico incluyó un interrogatorio policiaco hacía un par de años por lo que el director catalogó como una broma, pero que todos sabían pudo terminar en un homicidio doloso. Intentaba ayudarlo tanto como podía, pero el mismo chico lo ataba de manos.

—Las tutorías le cuentan a los chicos de intercambio como un solo crédito. No creo que alguien quiera trabajar el doble por la misma recompensa.

—O... Puede ser un buen docente y dar la milla extra en su trabajo. Vamos, debe haber alguien que vaya lo suficientemente adelantado como para ayudarme. O hacerlo usted.

—Yo no puedo figurar como tu compañero. Bueno, yo no puedo, pero sé quién sí. —Se quedó callado por un momento—. Mi asistente es parte del programa de excelencia y, por primera vez en años, se ha zafado de ser tutor. Le diré que te ayude. Te odiará, pero pasarás de curso. ¿Eso te parece bien?

—¡Sí! ¡Estoy conforme con eso!

—Mandé a mi asistente por unos... insumos para el laboratorio, no tardará en regresar. No necesita ningún crédito extra y tiene cero paciencia, pero tiene mucho tiempo libre entre cursos.

—¿Cómo hará que me ayude sin créditos? Todos los del programa son unos estirados.

—Habrá que convencerle. Pero si ayuda de algo, escuché que está ahorrando, podrías pagarle. Él gana, tú ganas. Y yo te firmo tus informes de laboratorio seguro de que sí estudiaste.

April suspiró.

—De acuerdo, le suplicaré al sabelotodo por su ayuda.

La puerta se abrió sin discreción alguna y un muchacho que se equilibraba con unos vasos de café entró de pronto.

—Sr. Douglas, solo conseguí una dona azucarada, así que uno de los dos tendrá que comerse la de chocolate, y ese no voy a ser yo.

Taylor entró y su sonrisa, así como la de April, se borró en un instante.

El docente carraspeó. Se tomaba ciertas libertades con su asistente porque lo consideraba casi un colega. Ya no lo venía como un alumno, lo ayudaba a calificar exámenes cuando no tenía ganas de hacerlo y le debatía mucho aun siendo cuarenta años menor que él.

Sentía que ya no tenía más que enseñarle al chico. Hace un año se había tomado como reto personal mantener a Taylor Kim ocupado, pero con los meses, se rindió al entender que todos esos ejercicios eran genuinamente aburridos para el chico. Taylor era su alumno estrella de primero de preparatoria, le dio los libros de segundo y de tercero, al cabo de unos meses, ya se había aburrido de nuevo.

Pronto Taylor comenzó a traer libros interesantes que había en la biblioteca y los llevaba marcados con todas las cosas que no entendía para preguntarle. El problema era que, a veces, el mismo docente tampoco las entendía, pero sentía la necesidad de explicarle, entonces se volvió exigente consigo mismo intelectualmente, cosa que había dejado de hacer hace tiempo.

Ambos sabían que Taylor estaba perdiendo el tiempo en esa escuela. En vista de que no había mucho que hacer para ayudarlo, se la pasaban criticando artículos científicos y comiendo en periodos libres.

—Moon, él es el chico que te comenté: Taylor Kim, es un excelente alumno. Taylor, ¿tienes un segundo? Moon necesita un poco de ayuda con los laboratorios y pensaba que podrías ayudarlo.

Taylor negó con la cabeza. No se habían visto en casi una semana y en realidad no tenía idea de cómo iniciar una conversación con una persona que evidentemente no quería hablar con él, en especial cuando lo había ignorado más de una vez. Solo tenía que hablarle, solo tenía que decirle que estaba bien tras correr hacia el interior de su casa y dejarlo parado en la entrada como un idiota.

Le dedicó una mirada molesta y Haru volteó hacia otro lado.

—No daré clases particulares este semestre, he terminado con esa mierda. Algunas personas no entenderían ni con toda la ayuda del mundo —dijo Taylor, su seria voz desconcertó a su profesor. Dejó la merienda en la mesa y pasó de largo hacia la bodega del salón.

Al corazón de April se le hizo una grieta, una pequeña que sus ojos vidriosos delataron.

—Bueno. Gracias... de todas formas —dijo April al profesor—. Intentaré hacerme a la idea de la primera opción.

Se despidió con una sonrisa lastimera y salió del salón tan apresurado que el Sr. Douglas no tuvo tiempo de detenerlo o de objetar algo.

—¿Ya se fue? —dijo Taylor, asomándose por la puerta de la bodega.

—Ya, anda, deja de fingir que ordenas Y ven acá, ¿qué pasa contigo? Eres honesto, no grosero. Había formas más amables de rechazarlo.

—Lo sé. Es solo que... Nada. No sé qué me pasó.

—Esto me pasa por intentar salvar a alumnos a los que les da igual la escuela. Me encantaría ayudarlo, en serio, pero no puedo hacer mucho cuando falta a la mitad de mis clases.

—¿Va así de mal? —inquirió, ordenando sus cajas, sin querer sonar demasiado interesado.

—Es un buen chico, pero vive en otro mundo. A veces no sé si tiene nubes en la cabeza o la cabeza en las nubes.

Taylor sonrió. Sí. él era todo un personaje.

No podía enojarse cuando él también puso de su parte para no chocar con April después de la cena de la otra noche. Sus actitudes lo confundían mucho y no disfrutaba sentir que rogaba por atención. Sin embargo, no le molestaba ni un poco la idea de tenerlo cerca.

Y eso era nuevo.

April Moon era un tipo fantasioso y algo desubicado según la mayoría de las personas en el pueblo. Por desgracia, esas eran justo las cosas que despertaban el interés de Taylor.

El timbre del cambió de periodo sonó; para cuando Taylor salió de tomar su última clase del día, observó a Haru caminando desganado hacía la salida. En lugar de esperar para no cruzarse con él o simplemente cambiar de camino, apresuró un poco su paso por el corredor casi trotando.

Sin darse cuenta estaba corriendo, salió de la escuela y lo buscó con la vista, pero no lo encontró por ningún lado. Se pasó las manos por el cabello al no poder alcanzarlo, se había comportado como un completo imbécil por un berrinche suyo, en lugar de ayudar a alguien que lo necesitaba.

Era idiota. Un idiota temperamental igual que su hermano.

Se cubrió el rostro con ambas manos, pero de pronto, lo abrazaron por la espalda y se paralizó.

—Lamento no haberte explicado nada el otro día. Tuve un ataque de pánico y luego me avergoncé de que vieras eso. Tienes todo el derecho de estar molesto conmigo. Te la pasas salvándome y yo ni siquiera te agradecí. Tengo todos tus libros intactos, lo juro. No quise hacerte sentir mal.

—¿Haru? —dijo, viendo las manos del chico entrelazadas sobre su abdomen. Podía sentirlo respirar, no en su cuello, más bien contra su espalda.

—¡No voltees! Si lo haces me matarás de pena por lo que estoy haciendo. Mi vida ha estado más desordenada que de costumbre últimamente y me abruma lo bueno que eres en todo y con todos, hasta conmigo. No sé tener amigos, lo siento, lo siento. No sé qué estoy diciendo, pero no he tenido amigos en algún tiempo y tú, tú me asustas. O me intimidas, no lo sé.

Había vuelto a suplicarle que lo ayudara, pero había comenzado a hablar de más, se sentía tan tonto y alguien como él lo hacía sentir peor. Tan listo, tan calmado... Tan alto. Tan guapo. Tan Taylor.

Dios.

«April, hijo, compórtate. No es momento para pensar cosas como esas» se dijo a sí mismo.

—Te veo mañana a las siete, si no traes tu bata yo mismo hago que te reprueben.

April lo soltó. Musitó un pequeño «gracias».

Taylor le dio un par de segundos de ventaja, para cuando volteó a ver ya no había nadie, alcanzó a verlo alejándose en su patineta, pero no hizo más que sentarse en el llano.

Pronto, terminó tirado y viendo al cielo.

Estaba nublado y aun así era un día precioso, demasiado para ser un día cualquiera de agosto.



«Luna de Día»

Cree que hace un excelente trabajo fingiendo odiarme.

No puede disimular lo mucho que le agrado.

Es lindo.

Sí, definitivamente le agrado mucho.




✿ ✿ ✿

Adivinen quién regresó:))))))))))))))))))))))))

Amo mucho esta historia (porque soy masoquista), espero que les esté gustando también. TENGO MUCHOS SENTIMIENTOS ENCONTRADOS, ¿OKKKK?

El próximo cap me tiene muy emocionado. Es que me volví a enamorar de Taylor.

Por cierto, ya están a la venta los tomos 1 y 2 de K'sT (La Teoría de Kim). Juntos hacen toda la historia que está colgada Online, es que sí estaba un pelín larga la historia. JAJAJAJAJJAAJS

Síganme en mis redes, subo adelantos ahí: @jayspace.x on IG y @incompletelyrics on tiktok


Manténganse con vida. J.S.

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