De nuevo, sale del hospital al que ya tantas veces ha entrado. De nuevo, observa el cielo de tonalidad gris que parece fundirse con su estado de emociones negativas. De nuevo, la sombra la sigue detrás, susurrando palabras que creen salir de su propia mente. Y de nuevo, la desesperanza la cubre como una segunda piel.

Otra vez, como tantas veces lo ha hecho, camina hacía las vías del tren y la figura disforme se posiciona a su lado, volviendo a susurrar dolores y penas que no puede recordar, pero sí sentir; mientras la figura degusta con éxtasis su oscuridad. Los niños más perceptivos lloran desconsolados y los adultos la ignoran, como si realmente no la viesen. Ella intenta hablar, decir algo, lo que sea, pero nada sale.

«Ven» le pareció escuchar decir a su propia sombra, impulsándola a dar ese paso a lo desconocido. Su corazón duele mucho y desea mitigarlo a toda costa. Entonces, justo en ese instante, es cuando la sombra la corrompe; ella se trasforma en la sombra, y la sombra se transforma en ella. Se vuelven uno y no son ninguno. Y ambas se abandonan a la oscuridad