Presa
La joven que está siendo asfixiada se llama Dalila, tiene 23 años y es amiga de Caro.
Dalila cometió un error grave: confiar en Caro.
Se conocieron en un bar estilo Pub, Caro lloraba sola sentada en la barra mientras bebía una cerveza; no estaba alcoholizada, solo lloraba. Dalila la vió y sintió pena por ella, entonces se acercó. Hablaron sobre lo que entristecía a Caro y luego la convenció de olvidarlo un momento y bailar un poco para pasarla bien, en eso Dalila era buena y Caro en fingir y captar la atención de quien deseaba.
Pasaron los días y volvieron a encontrarse en una gran tienda de ropa. Se saludaron afectiva y graciosamente recordando aquella noche en el bar-Pub y a Caro se le ocurrió intercambiar números telefónicos para comenzar una amistosa relación, Dalila accedió casi sin dudar, es que Caro le parecía simpática.
Después de varios encuentros la confianza entre ellas crecía, o al menos eso fue lo que Dalila creyó, y le confió muchos aspectos de su vida, pero aun no el que a Caro le interesaba.
Las amigas organizaron una "noche de chicas" y la realizaron en casa de Dalila, por supuesto, así le dio acceso a Caro a todo lo que su nueva amiga tenia. Sin embargo la pijamada no fue de dos, sino que vinieron más amigas de Dalu (como Caro le decía), por ende esa noche no pudo ser.
Un jueves por la noche Caro llama desesperada a la puerta de Dalu argumentando una historia que ella fácilmente creyó, pero era su perdición: Dalila se distrajo y Caro le abrió la puerta a alguien más, y no fue nada lindo.
Maniataron a Dalu que aunque ofreció resistencia no pudo contra la fuerza de este muchacho y acabó sometida por él. Caro, por su parte, atacó su caja fuerte y la vació por completo: se apoderó de todos los ahorros que Dalu guardaba para su viaje por Norteamérica y Europa junto a los dólares de su madre y el dinero de la venta reciente de una camioneta, las antiguas y valiosas joyas de su abuela que conservaba por el valor sentimental y no tanto económico, y la pintura que su bisabuelo, un mundialmente conocido pintor que había emigrado hacia Argentina con su última obra que no quería vender a pesar de las millonarias ofertas y conservaba como reliquia.
Se lo llevaban todo. Dalila, a pesar de querer esos objetos no se resistía al robo pero si a los ataques físicos que sufría. No podía entender por qué su amiga dejaba que le hicieran eso.
Mientras tanto, en su cabeza, Caro no quería terminar en prisión porque así el robo no habría valido la pena y Dalila sabía quién era ella, obviamente la delataría. Se odiaba por no haber mentido sobre su nombre.
Dejó que el sujeto la atacara por mero placer, no tenía problema con compartir a su hombre con otra mujer, es más, le encantaba verlo. El sufrimiento de la muchacha atada le aumentaba la endorfina en su organismo. Era una mujer despiadada y fría.
Ya estaba por salir el sol, era hora de terminar con el trabajo e irse, no vaya a ser cosa que algún vecino metiche los viera salir.
Caro decidió dejar las cosas ordenadas y limpias para no levantar sospechas a primera vista, y respecto a Dalila, la obligaron a bañarse lo más rápido que pudiera pero lo suficientemente bien como para borrar algún posible tipo de rastro en su cuerpo. La llevaron al quincho y la colgaron de una soga al techo. Que pareciera un suicidio les daría tiempo para escapar a otra ciudad y vivir la vida loca hasta que necesitaran cazar otra presa, como lo fue Dalila.
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