Recorrimos el ruidoso pasillo hasta encontrar un banco libre. Aun nos encontrábamos consternados después de saber que nuestro hijo, Jason, había empujado un niño por las escaleras. Ahora tendríamos que hablar con el director. Jason nunca había hecho una cosa como aquella. Era un niño tímido y de pocas palabras que no haría daño ni a una mosca. Así que, ¿cuál era el motivo de aquello?

Cuando la secretaria nos llamó, entramos al despacho de la directora. Nos dijo que nuestro hijo se había peleado con otro niño y, al salir de clase para ir al recreo, lo había empujado por las escaleras. Tenía un esguince en el tobillo izquierdo y un cardenal en la mejilla. Estábamos consternados. ¿Por qué Jason había hecho una cosa semejante?

Al cabo de unos minutos apareció nuestro hijo y su cara... era de pura rabia. Aun estaba rojo y respiraba de forma entrecortada. Se sentó a nuestro lado, con la mirada fija en el director.

-Jason, por favor, ¿podrías contar a tus padres por qué hiciste aquello? -

Se giró y, por primera vez desde que lo habíamos visto, tenía los ojos anegados de lágrimas.

-Arnold se ha reído de mí porque he dibujado a Emily y dice que no existe- contestó. En su pequeña manita tenía un dibujo que depositó con cuidado en la mesa del director.

-Emily, ¿es tu amiga? - pregunté.

- ¡Claro que sí! ¿Es que no te acuerdas? – repicó.

Mi marido y yo observamos el dibujo. Era el típico en el que tenías que dibujar a tu familia. Aparecíamos nosotros tres y, debajo de un árbol, una niña más pequeña con el nombre de Emily. Ambos nos miramos fijamente, asustados. Era imposible. Murió antes de que naciera Jason en un accidente al chocar contra un árbol.

Era nuestra hija.