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Save me

Sus sollozos y lamentaciones me están volviendo loco. La noche está a punto de caer gobernada por la luna llena, y él lo sabe, lo siente, la sangre que corre por sus venas lo enciende, pero se niega a aceptarlo. Tiene deseos de abandonarme.

Eres un monstruo...

Sus ojitos de ciervo degollado se pierden a través de los miserables halos de luz que entran por la ventana enrejada. Mira a través de ellos la libertad, el bosque que rodea esta horripilante guarida. Estamos encerrados desde hace un maldito año. Atrapados en la ficción de nuestros sueños, en el futuro que algún día Kai esperaba alcanzar. Nos han oprimido desde que él cumplió la mayoría de edad, y aparecí en su vida. Era su destino, aunque él se esmere en echarme la culpa de su desgracia.

Eres un monstruo...

Recuerdo con claridad el horror reflejado en el rostro de su madre y sus congéneres cuando llegué; una mezcla de miedo y repulsión.

Yo sentí mi liberación a viva piel tras dieciocho años de opresión, por fin mi espíritu consiguió ver la luz.

El olor de las plantas, de cada ser viviente se impregnó en mi olfato y despertó mi instinto salvaje. Kai no pudo evitarlo por mucho que lo intentó, por más que luchó por reprimirme, yo tomé el control.

Corrí con todas mis fuerzas como loco desesperado, pero sintiéndome más vivo que nunca, libre y hambriento. El delicioso olor que desprendían, aumentaban mis ganas de devorar el mundo entero.

Por supuesto a los aldeanos les pareció presenciar el mismísimo infierno ante sus rasgados ojos. Intentaron atraparme como a dé lugar, corrieron tras de mí con flechas y lanzas, pero nada conseguía dañarme, mi piel se regeneraba instantáneamente. El miedo y la desesperación les carcomía la mirada, y yo les devolvía una sonrisa triunfante y socarrona.

—¡Una flecha con punta de plata! —exclamó alguien.

—¡No! —clamó a grandes voces una mujer, posiblemente la madre de Kai—. ¡Lo van a matar!

Sentí el peligro efervescente, tarde comprendí el dolor que ese material causaría en mi cuerpo; me frenó y me tumbó rendido ante ellos. Mi vista empezó a nublarse...

La siguiente vez que desperté, me encontré enjaulado, convertido en su maldita presa, aunque debía ser al revés. La noche me llamaba, la luna me esperaba para correr bajo su luz, pero me encontraba atado, con una horrible cicatriz en la oreja. Me volví loco, corrí de un lado a otro desesperado por salir, ese pequeño espacio me corroía las venas, y el hambre estaba a punto de acabar conmigo. Quería salir...

Durante un año, esa fue mi vida, enjaulado y privado de mi libertad, separado de los míos, que me esperan fielmente al otro lado del río; me llaman cada noche que despierto, con piedad y compasión, esperando que alguno de mis opresores se apiade de mí, o tal vez que Kai acepte su destino y nos libere a ambos.

Eres un monstruo...

El muchacho de cabello azabache, mira una vez más hacia la ventana, esperando a su madre, la única que lo viene a ver, y le trae alimentos, pero no lo suficiente para mí.

—También te odiará tarde o temprano —le digo con voz suave, pero firme.

—Todavía no por favor —me suplica—, todavía no salgas, ella está por venir, no quiero que se asuste.

—Debe aceptarte cómo eres si es tu madre, porque yo soy tú, y tú eres yo.

—Yo no soy un monstruo —gimotea—. El monstruo eres tú.

Eres un monstruo...

—Kai...

Inmediatamente, él se asoma a la ventana enrejada donde mira a su madre que lo visita como si fuera un criminal.

—¡Mamá! —exclama lleno de felicidad.

Su rostro bronceado se ilumina con su presencia.

Como un cachorro indefenso, así es Kai. Somos demasiado distintos, él es sumiso, pacífico, dispuesto a vivir siempre en la penumbra por obedecer a los jefes de su aldea y, por supuesto, a sus padres.

—¿Cómo te encuentras hijo? —le pregunta compungida.

—Estoy bien mamá.

—¿Has podido manejar al monstruo?

—He podido controlarlo mamá —contesta emocionado, lleno de esperanza—. Me obedece cuando le pido que no salga.

Ella le contesta con una sonrisa incrédula, triste.

—¿Ya puedo salir de aquí, mamá? —pregunta como un niño pequeño—. Él me obedecerá si continúo practicando, él no hará daño a nadie... Ya no quiero estar encerrado.

Su progenitora niega con lentitud.

—Los jefes no lo permiten, ellos le temen y le aborrecen. No puedes salir de aquí —solloza bajando la mirada—. Quieren matarlo.

Kai retrocede entristecido.

—Mamá...

La mujer derrama unas cuantas lágrimas, pero se las retira con prontitud.

—Tengo que irme hijo.

—No me dejes aquí, mamá.

—Cuídate por favor, y no permitas que el monstruo te venza.

Le da una última mirada penosa, y lo abandona como todos los demás.

—¡Mamá no te vayas! —ruega él entre sollozos—. No me dejes, por favor...

Sus labios se fruncen y sus lágrimas amenazan con salir. Puedo sentir su dolor, porque también es el mío.

—Si ella no cree en ti que es tu madre, nadie más puede creerte.

Se suena la nariz grande y suelta un triste lamento. Aprieta su mandíbula marcada y golpea con dureza la pared. Se siente abandonado.

Pienso en las noches que despierto solo en la penumbra, en la espantosa oscuridad y soledad. Así es como él se siente, así es como yo me siento. Creo que ya no puedo controlarme, necesito de él.

—Sálvame —susurro.

—No puedo, por tu culpa estoy así.

—Si me condenas, te condenas tú también, ¿acaso no lo sabes? Yo sufro cada vez que tú lo haces, cada vez que los tuyos te dan la espalda...

Kai me niega su mirada dándome la razón, razón que para él es difícil aceptarla.

—Sálvame por favor, ya no puedo soportar esta soledad, ya no puedo vivir en este vacío... Ya no puedo estar encerrado.

Lentamente levanta la mirada otorgándome una pizca de esperanza. Sé que le cuesta demasiado seguir mi plan, porque debe traicionar a Inoa, la joven hechicera de la que está enamorado. Con tan solo veinticuatro años ha logrado convertirse en la aprendiz más respetada de la alta hechicera del oeste; y Kai prefiere arruinar su futuro, antes que el de ella.

Inoa le ha enseñado como controlarme, pero también me odia, y tal como Kai, no se atreve a desafiar a sus semejantes, aunque a él desee dejarlo en libertad.

Esta noche vendrá a cumplir su deber como un verdugo al acecho; esta es mi última oportunidad.

—Si Inoa me ve, sabrá que por fin lo he logrado, ella abogará por mí frente a los jefes y...

—Ella nunca pondrá en riesgo su puesto Kai.

La ilusión que poseyó su rostro, desaparece instantáneamente.

—Sálvame Kai, salgamos de aquí, seamos libres, corramos por el bosque y perdámonos al otro lado del río. Ellos sí te aceptarán...

Sé que también lo desea, pero tiene miedo...

—Pero Inoa...

—Ella es astuta, se salvará el pellejo con cualquier artimaña. No esperes a que se compadezca de ti nunca. Solo estamos tú y yo, y así será por siempre. Yo jamás te dejaré.

La oscuridad finalmente se hace presente, y la luna toma su lugar para reinar. Ya no puedo controlarme más, estoy haciendo todo lo posible para no salir a flote.

—No me dejes Kai —suplico jadeante—, no me dejes solo, no me abandones esta noche...

Si él decide irse, será mi fin, nuestro fin, no puedo hacer esto solo...

Sálvame...

Estoy a punto de salir, pero de un momento a otro, él decide darme su mano, trae a sus recuerdos todo lo aprendido, y lucha por quedarse junto a mí, por primera vez no me abandonará... Puedo sentir su dolor físico, grita y se revuelca en la tierra como si desgarrara, aun así, lucha por no dejarme.

Sálvame...

Lo ha conseguido, por primera vez Kai ha logrado esconderme y mantenerse en su forma. Si lo suyos le dieran una oportunidad, les mostraría que no puedo dañar a nadie si él no me deja, pero ellos me aborrecen tanto que jamás le creerían.

Inoa se está acercando, puedo sentir su olor a tulipanes; mi instinto se enciende, pero Kai me controla, me advierte que no me ayudará si no lucho yo también contra mi salvajismo.

La puerta se abre dejándonos ver a una hermosa jovencita de pálida piel, y cabello largo adornado de tulipanes. Su cuerpo delgado se pierde en su vestimenta púrpura, larga y holgada.

Sus ojos se abren de par en par al ver a Kai, no esperaba encontrarse con él, sino conmigo.

—Kai... —susurra con su melodiosa y cautivante voz.

—Lo he conseguido —musita él—. No hará daño a nadie, puedo mantenerlo oculto.

Desesperadamente intenta convencerla, pero por su inexpresivo rostro femenino, sé que jamás conseguirá que ella le crea.

—Eres débil de espíritu Kai, tarde o temprano él te ganará. No puedes hacer más de lo que puedo enseñarte, no puedo poner en riesgo a la aldea, y no puedo ir en contra de la autoridad de los jefes, ni mucho menos de la alta hechicera del oeste.

No la escuches Kai, no te dejes convencer, no me dejes Kai, sálvame...

Inoa está a punto de lanzar su hechizo para sacarme a la luz, pero Kai se adelanta, y con valentía, besa sus labios carmesíes. Cierra sus ojos para disfrutar de su amor unilateral, pero al mismo tiempo, abre la puerta que nos llevará a la libertad. Ella escucha el sonido y se alerta; intenta detenernos, pero Kai me da paso, y yo tomo las riendas. Poseo completamente su cuerpo y, en cuatro patas, me echo a correr.

Escucho las pisadas de la hechicera muy cerca de nosotros, pero también escucho cuando poco a poco va disminuyendo su mágica velocidad, para detenerse por completo.

—Huye Kai, huye... —dice en un susurro que por supuesto él no consigue escuchar.

¡Somos libres! Libres... libres.

Gracias por aceptarme como soy Kai, gracias por aceptarte. Gracias por despertarme... Te prometo que nunca más estarás solo y triste.

Lo sé...

El bosque me siente, me reconoce, me alienta a proseguir, a fundirme en el cómo lo estoy haciendo con Kai; somos uno solo, nuestros espíritus se unen para convertirnos en un ser invencible.

No eres débil Kai. No soy un monstruo... No eres un monstruo...

La manada espera ansiosa, lo demuestran con sus aullidos colmados de felicidad; ya no soporto las ganas de hacerlo yo también. Elevo mi cabeza a la luna y aúllo fuerte y vigoroso, feliz, a diferencia de mis aullidos tristes que soltaba cuando estaba encerrado.

Mi corazón late a toda prisa, siento que puede detenerse en cualquier momento, nunca me he sentido tan feliz. Aumento mi velocidad soltando mi energía reprimida durante tanto tiempo.

Yo soy Kai... no soy un monstruo, soy un licántropo...


Relato inspirado en la canción "Save me" de la banda sur coreana BTS.

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