Enemies
No tengo las palabras exactas que voy a decirle, nunca he estado tan nervioso como en ese momento. Voy a verme con la persona que amo, con la chica que siempre ha estado a mi lado, mi compañera, no obstante, las manos me sudan y las piernas me tiemblan.
La comunicación con Sandy siempre ha sido fluida, nunca hemos tenido dificultad para expresar nuestros sentimientos, pero en este preciso momento me siento nublado.
Cuando entra a mi campo visual sinceramente no sé cómo actuar, es como volver a nuestra primera cita, es como volver a aquella vez en que le pedí que fuese mi novia. Me siento exactamente igual.
Sandy corre hacia mí para lanzarse a mis brazos. Su fragancia es exquisita, su calor penetra en mi piel haciendo que me rinda. Su rostro aceitunado aun conmueve mis entrañas, y sus labios gruesos hacen temblar los míos.
—Cariño, te extrañé estos días. Dodo también te ha echado de menos, se pone a llorar cuando olfatea la ropa que dejaste en mi departamento.
Dodo es un bichón maltés, nuestro hijo canino que adoptamos cuando tenía un mes de nacido. Nos turnamos para cuidarlo, aunque la mayor parte de tiempo lo pasa con ella.
—¿Crees que podamos llevarlo con nosotros a nuestro viaje? —prosigue—. ¿Depende no? Tal vez el calor de Brasil puede sofocarlo, y el frío de Turquía pueda enfermarlo. Pero no creo que pueda estar quince días sin él, lo extrañaré demasiado.
Mis ojos se desvían a su sonrisa. En lugar de apaciguarme como solía hacerlo, me pone más nervioso. Tengo las palabras atrancadas en el nudo que se ha formado en mi garganta.
Me armo de valor y la miro a los ojos.
—San-Sandy —titubeo.
—¿Mmm? Dime cielo, ¿qué sucede? Estás pálido.
Trago saliva.
—Vamos a romper.
Ella se queda quieta. El viento que corre airoso en medio de los árboles, decide meterse entre sus cabellos azabaches. Acecha duramente su flequillo, despejando por fin su frente redonda, aquella que he besado infinidad de veces.
Se asusta por un momento, pero luego suelta una risa grave, de esas fuertes que salen de su voz pesada.
—Said, ¿te estás burlando de mí? Te dije que dejaras de bromear de esa forma. Eres tan buen actor que siempre logras convencerme. Me pusiste la piel de gallina, mira. —Me muestra su delgado brazo.
Hemos bromeado tantas veces con el tema que decirle lo contrario me asusta.
—Estoy hablando en serio Sandy, esta vez sí es de verdad.
El brillo que emanan sus preciosos ojos almendrados desaparece.
—¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Por qué? Nos íbamos a casar en un par de meses. ¿Qué ha pasado?
Quisiera poder dar una buena explicación, quisiera poder decir que dejé de quererla, que ya no la amo, pero no es cierto. Lo que pasó hace un tiempo atrás hizo que tomara esta difícil decisión.
Mi salud en el último año había sido en verdad mala, tenía dolores intensos en la cabeza y fiebres espantosas. Al poco tiempo me detectaron meningitis bacteriana. Fui internado de emergencia al hospital donde casi pierdo la vida. Llegué a convulsionar y a tener terribles complicaciones. De los antibióticos que pudieron haber solucionado mi problema, tuve que ser intervenido quirúrgicamente para tratar la hidrocefalia. Lo peor no terminó allí...
Cuando desperté me encontraba aturdido. Mi cabeza no estaba funcionando adecuadamente. No recordaba ciertos sucesos de mi vida. Lo bueno es que Sandy siempre estuvo conmigo en todo momento. Ella me cuidó en mi recuperación hasta que pude volver a mi vida cotidiana. Me llevó a su casa y se encargó de mí por completo.
—Amor, quiero echarle un vistazo a mi departamento —le dije mientras reposaba en sus piernas.
—¿Quieres que te acompañe cariño?
—No es necesario, puedo ir solo. Tienes que ir a trabajar. Lamento ponerte en esta situación. Incluso tuvimos que postergar nuestro matrimonio.
—No te preocupes mi vida, ya no pienses en eso. Nada es más importante que tu salud. Y yo soy muy feliz cuidándote, no me importa dejar nada para hacerlo.
—Te amo —le dije elevando mi cabeza para besar sus labios—. Eres la mejor mujer que he conocido en mi vida.
Ella ha sido mi novia desde el colegio, no visualizo mi vida sin ella.
Al entrar a mi departamento, lo primero que hice fue lanzarme al sofá, lo había echado de menos. Tenía pensado pedirle a Sandy que se fuese a vivir conmigo cuando nos casáramos.
El sonido de la puerta abriéndose me alertó, no recordaba haberle dado la copia de la llave a nadie, ni siquiera a Sandy, entonces...
Una pequeña mujer entró. Me paré de golpe por el susto. ¿Quién rayos era? ¿Por qué tenía acceso a mi casa?
En cuanto notó mi presencia sonrió y corrió para abrazarme. ¡¿Qué diablos?!
—¿Dónde has estado Said? ¿Por qué no has contestado mis mensajes? ¿Tienes idea de cuan preocupada he estado por ti? Te he extrañado demasiado. Maquiné miles de teorías. No sabía en dónde buscarte.
La separé de mi cuerpo para ver su rostro, ni siquiera la conocía. ¿Por qué decía todas esas cosas?
—¿Quién eres? No te conozco. ¿Por qué tienes la llave de mi departamento?
Frunció el ceño mientras me miraba horrorizada.
—Amor, ¿qué te sucede? ¿Por qué actúas así?
¡¿Amor?!
—¿Por qué me llamas amor? ¿Qué soy de ti?
—¿Qué te sucede? Me estás asustando.
Respiré hondo, temía saber más de lo que quería. Empezaba a sospechar que esa mujer tenía algo conmigo, pero debido a mi enfermedad, y todo lo que pasé, no la recordaba.
Me agaché un poco para que pudiese ver la cicatriz que tenía en mi cabeza.
—Me han operado no hace mucho porque tuve hidrocefalia debido a la meningitis bacteriana. Estuve internado en el hospital. Tengo una especie de amnesia que no me permite recordar ciertos sucesos de mi vida en el último año. Creo que por eso no te recuerdo, no sé quién eres, por qué me llamas de manera cariñosa, ni por qué tienes la llave de mi departamento.
La chica se compungió, empezó a llorar mientras me miraba con tristeza.
—¿A ella si la recuerdas?
—Con ella... ¿te refieres a mi novia?
—Sí.
—Si la recuerdo, es mi prometida, la mujer que amo.
—¿Qué hay de mí? —sollozó—. ¿Dónde quedo yo?
—No sé quién eres, no sé qué papel juegas en mi vida. ¿Acaso eres mi amante? —pregunté casi susurrando.
—Si lo dices así suena horrible. Soy la mujer que quieres, la que ha estado junto a ti en tus días grises, la que te ha escuchado, la que te ha comprendido cuando nadie más lo ha hecho.
—No, no. —Retrocedí llevando mis manos a mi rostro, que de pronto empezó a quemar. Necesitaba lavarme con agua fría. Corrí hacia el baño y me eché toda el agua que pude. Miré mi reflejo en el espejo, mi rostro perfilado me gritaba lo despreciable que era—. No, yo jamás podría hacerle eso a Sandy, yo la amo.
—En el momento que me conociste te quedaste deslumbrado por mí. Siempre me has dicho lo bella que soy y cuanto te gustaba estar conmigo. —Ella me había seguido hasta allí.
Me di la vuelta para verla, era cierto que era una mujer hermosa, pero no sentía nada por ella, no sentía ni una pizca de lo que sentía por Sandy. No sé en qué momento cometí tal estupidez, ni por qué.
—Perdóname, pero no te recuerdo. Te pido por favor que salgas de mi vida para siempre. Solo quiero estar junto a la persona con la que voy a casarme.
—¡No puedes pedirme eso Said! ¡No puedes echarme de tu vida como si fuera basura!
—La basura aquí soy yo, lo sé, y te pido que me perdones, pero en este momento no significas nada para mí.
La chica se mordió los labios sin dar tregua al llanto que derramaba. No podía negar que me sentía mal con ella, pero no dejaba de ser insignificante ante mis ojos.
Intenté borrar esa parte de mi vida como si jamás hubiese pasado, no obstante, aunque no la recordaba, no podía sacar de mi mente el hecho que había traicionado a mi novia. Ese pensamiento me acompañó cada día hasta convertirse en una tortura. Tenía que decirle a Sandy la verdad, porque si ella lo descubría por sus propios medios, iba a ser peor.
Sandy no deja de preguntar el porqué de nuestra ruptura. Así como tuve el valor de decirle aquellas palabras, tengo que sincerarme y contarle sobre mi perfidia.
—Te he sido infiel.
Sus ojos se abren más de lo debido. Le toma tiempo asimilar mi confesión. Sé que estoy rompiendo su corazón, aunque no lo demuestre. Ella jamás llora frente a otros, ni siquiera frente a mí porque su orgullo no se lo permite. Solo deja caer su tristeza en la oscuridad de su habitación, cuando nadie la ve.
—¿Tú fuiste capaz de hacerme eso?
—Te ruego que me perdones.
—¿Con quién? ¿Hace cuánto?
—No lo sé, ni siquiera la recuerdo. Ella entró a mi departamento repentinamente y me dijo todo eso. Solo sé que te engañé antes de caer enfermo. Ni siquiera sé por qué lo hice. —Tomo sus manos—. Si tú pudieses perdonarme y empezar de cero... Te sigo amando, nunca dejaré de hacerlo, solo...
Se suelta de golpe, y del mismo modo se pone de pie.
—Aunque no recuerdes tu fechoría, lo has hecho. Quién sabe y algún día recuerdes lo que hiciste, y te des cuenta que en realidad la quieres a ella. No voy a sentarme a esperar hasta que eso suceda. Tienes razón, lo mejor que podemos hacer es separarnos.
Sin decir nada más me da la espalda. En ese momento me echo a llorar desconsoladamente, he perdido a la mujer que amo de la forma más estúpida posible.
Los días transcurren de manera monótona mientras yo sigo sumergido en la soledad y la desesperanza. Mi vida no tiene sentido sin ella, no encuentro la más minina felicidad sin verla. Tengo que buscarla, mis ojos necesitan encontrarla.
Sin pensarlo más voy a su encuentro, pero ella al notar mi presencia me ignora y huye de mi como si de la peste se tratara.
Tengo una segunda oportunidad en nuestro recuentro del colegio. Sé que ella jamás faltaría a esos eventos, tengo que ir de todos modos.
En un restaurante de comida nocturna nos hemos reunido los chicos de mi promoción, pero no me interesa ver a nadie más que a ella.
Después de unos interminables minutos llega sonriendo de oreja a oreja, ni parece que ha roto una relación de años, pero al mirarme, se le borra esa sonrisa. Creo que me odia, y su odio me duele, no quiero que seamos enemigos, no con ella...
Quiero hablarle y decirle que intentemos arreglar las cosas. Necesito su perdón, necesito saber que no me desprecia.
Cuando va afuera a contestar una llamada, decido ir tras ella.
—Sandy.
Ella vuelve al sonido de mi voz para fulminarme con la mirada.
—No ensucies mi nombre en tu boca.
—Jamás vas a perdonarme, ¿no es así? No soporto que me mires con odio. Hagamos las paces por favor.
—¿Y dejar tu consciencia tranquila? Lo haces por ti, ni siquiera por mí.
—No me niegues que a ti también te duele estar así conmigo.
—Lo que me duele es haber perdido mi tiempo. No me dirijas la palabra por favor.
Me deja parado en ese frío invernal, ese frío que sale de su corazón.
Era cierto cuando decían que el amor puede convertirse en odio. No quiero ser su enemigo, pero en eso es lo que me he convertido para ella.
Decido ir a la playa en busca de un poco de paz, porque ya en ningún lugar puedo encontrarla. El mar y la arena logran por un momento otorgarme tranquilidad.
¿Será que algún día ella podrá mirarme de manera pacífica? ¿Será que algún día podremos reconciliarnos?
Un ladrido conocido capta mi atención.
—¡Dodo, ven aquí! —Es la voz de Sandy.
El perrito corre desesperado hacia mí, mi pequeño animalito. Lo alzo entre mis brazos para acariciarlo. El se pone a llorar de felicidad, me ha echado de menos, tanto como yo a él.
—Yo también te extrañé mi pequeñito, a ti y a tu mami.
Cuando levanto la mirada, ella camina hacia mí, pero no viene sola, junto a ella está su mejor amigo, ese mejor amigo que siempre la ha querido en secreto.
Me estoy muriendo de celos. ¿Será que ella ha decido darle una oportunidad? La idea me horroriza.
—Said —dice de manera más calmada, no con odio como antes.
—Hola.
Su acompañante también me saluda. Lo bueno es que tiene el buen tino de dejarnos a solas.
Ella y yo nos sentamos junto a Dodo cerca de la orilla del mar.
—Sandy, yo...
—Ya te perdoné Said.
—¿De verdad? —Tengo muchas ganas de llorar—. Muchas gracias, no sabes cuánto lo necesitaba. Tu odio me estaba matando lentamente.
—No era mi intención.
—Lo sé. —Hago una pausa—. ¿Qué pasará con nosotros?
—Ya no hay un nosotros Said, nunca más.
Sus palabras me quiebran, está matando todas mis esperanzas.
—Sandy...
—No sé si podemos ser amigos, pero al menos no enemigos. Si extrañas a Dodo puedes ir a verlo, si me avisas alistaré sus cosas para que pase tiempo contigo, él también te extraña y no tiene la culpa de nada.
—¿Es un adiós?
—Te deseo lo mejor Said, lo digo en serio.
Con una sonrisa en los labios se pone de pie llevándose consigo a Dodo, a pesar que llora por mí.
¿Es lo que quería no? ¿Por qué si ya he recibido su perdón me siento peor que antes? Ya no somos enemigos, ¿no era lo que quería...?
Relato inspirado en la canción "Enemies", del cantante estadounidense Lauv.
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