Communication
No era el más atractivo ni el más popular, era simplemente él. Ella era preciosa y brillante. Tal vez su falta de compatibilidad fue el principal problema.
Jolie era una estudiante de canto popular; tenía un futuro prometedor en la música al solo obtener sobresalientes, y es que no se exigía menos. Si de esfuerzo y competencia se trataba ella ponía el alma, corazón y vida. Su rival más dura se llamaba Nayeli que a pesar de poseer un registro más alto aun no lograba vencerla.
En clases de composición a decir verdad no le iba tan bien, su feroz competencia le había ganado en la última evaluación; no podía estar tranquila quedándose en segundo lugar, pero la inspiración en esos momentos no la acompañaba. De modo que buscó ayuda en otros departamentos de música hasta dar con Yoshiro Morikawa, un alumno japonés; según decían el mejor estudiante de piano y composición.
Lo buscó por todos lados hasta que lo halló en la azotea del ala de su edificio. Pensó encontrarlo con su libreta de notas garabateando algunas letras, pero en vez, lo halló fumando un cigarrillo. Su aspecto no era para nada como lo había imaginado, no era alto, más bien bajo y delgado. Su piel pálida bien podía confundirse con lo blanco de las nubes de no ser por su negro uniforme. El arete que estaba pegado a una de sus orejas era lo más llamativo de su rostro. Aun así, Jolie se quedó hipnotizada por su mirada intimidante.
—¿Quién eres? —preguntó con su voz firme y profunda que logró erizarle la piel.
—Soy Jolie. Te he estado buscando por todas partes.
Sin dejar de mirarla le dio una calada a su cigarro para después echarle el humo prácticamente a la cara.
—Oye —se quejó mientras tosía—, ¿podrías dejar de fumar? Soy cantante, el humo daña mis pulmones. Además, aquí está prohibido fumar, va en contra de las reglas.
—¿Irás a acusarme?
—No soy así, pero... es mejor que no lo hagas. —Sin previo aviso le arrancó el cigarro para matarlo con los pies—. Mejor masca chicle, siempre tengo uno para mejorar mi dicción. Sí, aquí está.
Esperó a que él lo tomara cuando lo elevó frente a su rostro, en cambio recibió una mirada furiosa y un leve empujón cuando pasó de ella. ¡Se estaba yendo sin antes haberle dicho que la ayudara en su composición!
—¡Espera Yoshiro! Porque así te llamas, ¿cierto? Necesito de tu ayuda. —Lo siguió escaleras abajo—. He escuchado que eres el mejor compositor de Bellas Artes, que tienes muchas composiciones en tu libreta. ¿Crees que podrías darme una?
Para entonces ya estaba junto a él y pudo ver directamente su mirada despectiva. Pero no se detuvo, simplemente siguió bajando las escaleras.
—Está bien, no me des una de las que ya tienes, pero puedes ayudarme a componer, si te es demasiado agotador yo le pondré letra. Soy la mejor estudiante de canto, pero debido a esas clases de composición estoy bajando al segundo lugar.
—¿De verdad eres la mejor con tu irritante voz? Es lamentable tu departamento.
—Oye no digas eso, nunca me has escuchado cantar.
—Pretendo jamás hacerlo.
Jolie se quedó quieta en los escalones mientras veía su espalda. Era la primera vez que un chico la despreciaba de ese modo, de ser otro hubiera corrido a ayudarla en lo que quisiese. Se estaba quedando sin cartas para jugar y no tenía intenciones de perder, solo le quedaba una alternativa. Tomó aire, y empezó a cantar.
"Quedan solo recuerdos de cuando alguna vez fui feliz. Quisiera decir que estoy bien, pero ya me cansé de mentir. La máscara ha caído, ya no hay nada que ocultar, es mejor así..."
La cantó con tanto sentimiento que tuvo que cerrar los ojos para disfrutarla. Temiendo de que él se hubiera ido, los abrió con lentitud.
Yoshiro se había detenido.
—No te fuiste. ¿Te quedaste por mi canto?
—Esa es mi letra —dijo girándose hacia ella—. ¿De dónde la sacaste?
—¿Qué? ¿Es tuya? Mi compañera la presentó en la evaluación anterior. Me gustó tanto la canción que me la aprendí. Todos quedaron encantados por su melodía melancólica y letra sombría.
El subió bruscamente hacia ella de modo que tuvo que retroceder un poco asustada. Se miraba furioso e indignado.
—¿Quién? Dime quién es ella.
Casi le dijo, pero se detuvo pensando en sacar beneficio. Él no tenía intenciones de cooperar así por así, por lo que tenía que recurrir al chantaje.
—Solo te lo diré si me ayudas.
El bufó junto a una sonrisa socarrona.
—¿Eres una especie de extorsionadora?
—No me dejaste más alternativa.
El japonés se cruzó de brazos suspirando.
—Trato hecho.
Jolie se emocionó y sonrió abiertamente.
—¿De verdad? Entonces somos socios. —Le tendió la mano, pero el hizo un gesto de desagrado y desapareció de su campo visual—. Está bien, debe ser así porque es asiático, no debe gustarle el contacto físico.
Yoshiro se preguntaba quién era la desagradable persona que había tomado su composición sin permiso. Incluso se había tomado el tiempo de traducir la letra, debido a que originalmente la tenía en su lengua materna.
En tanto a esa chica de ojos enormes y cara redonda, era una completa molestia, aunque bastante astuta. No le gustaba compartir sus composiciones, pero su canción en la voz de ella había causado estragos en lo más profundo de su ser. El modo en que la había interpretado le dejó saber que tenía habilidades para conectar con los sentimientos del compositor y trasmitirlos apropiadamente.
Desde ese momento ella empezó a perseguirlo a diario atormentándolo en su espacio privado que él tanto adoraba. Tanto lo fastidiaba que estuvo dispuesto a regalarle una de sus composiciones, pero a ella se le había metido la idea que quería lograrlo con esfuerzo.
En el tiempo que Jolie lo había seguido de acá para allá se percató que él no tenía amigos pese a que ya llevaba tres años en la institución; se mostraba antipático y asocial. Fumaba para calmar su ansiedad, dormía la mayor parte del día, y se saltaba las comidas. Se sintió triste por él porque vivía lejos de su familia y no tenía quién lo cuidase.
Un domingo en el que ningún alma moraba en la escuela más que el conserje, ella fue a buscar un libro olvidado en su salón, pero de regreso mientras echaba un vistazo, lo halló sentando en un rincón fumando como siempre. Le dolió en el alma que aquel muchacho de su edad reflejara tanta nostalgia. Disfrutaba de la soledad y el silencio como ningún otro. ¿Qué historia guardaría en su corazón?
En vez de mostrarse preocupada, practicó su mejor sonrisa para acercarse.
—¡Eh, Yoshiro! ¿qué haces aquí? ¿No te apetece salir a pasear?
El jovencito la miró turbado por supuesto sin haber esperado su presencia. Inconscientemente apagó su cigarrillo, había empezado a hacerlo en tanto ella aparecía.
—¿Es que ni siquiera un domingo puedo deshacerme de ti? ¿Eres mi espía? Ya no hay lugar donde pueda esconderme de ti.
—¿Qué dices? Si te la pasas bien conmigo.
—Ni en tus mejores sueños.
—Bueno, dejando la broma...
—No estaba bromeando —la interrumpió con la cara de póker que se cargaba.
—Como sea. ¿No se te antoja comer una hamburguesa extra grande con muchas papas?
—¿Tú la pagarás?
—Claro, yo invito.
No solo se comió una, sino la de ella también.
A Jolie le gustaba alimentarlo, empezó a preocuparse por su salud, de modo que casi a diario le llevaba algo de comer. En una loncherita rosada que él detestaba le acomodaba frutas o verduras que robaba de su casa.
Tampoco le gustaba verlo solo, aunque él de verdad lo disfrutaba. Yoshiro tenía curiosidad de su actitud, su amabilidad y exceso de cariño; era la primera vez que alguien se preocupaba tanto por él. A veces se sentía abrumado ya que siempre había pasado desapercibido, pero otras veces reconfortado.
Una de las tantas noches que ella lo había obligado a acompañarla a tomar el metro, se atrevió a preguntarle:
—¿Por qué siempre estás intentando cuidarme? ¿Es por la composición?
Jolie no se esperaba tal pregunta. Se quedó quieta mientras lo miraba con sus enormes ojos abiertos de par en par. Su cabello corto se elevaba ligeramente debido a la ráfaga de viento que la acechó momentáneamente.
—Es porque me gustas.
Acompañada de una sonrisa ella se despidió sin darle tiempo a procesar su confesión. Por largo tiempo él se mantuvo en el mismo lugar porque sus pies simplemente no podían despegarse del suelo. Luego empezó a correr a toda velocidad hacia el departamento donde vivía. Por fin la melodía que tanto necesitaba crear para la canción de su ocurrente amiga, se le vino a la cabeza. En el piano viejo que tenía empezó a armar los acordes que poseían una combinación de sosiego y nostalgia.
Olvidando la pequeña charla del día anterior la llevó a su zona de confort para mostrarle su nueva creación. No esperó que a ella se le ocurriera crear letra tan poética; y sumado a su experiencia, la canción salió de maravilla. Estaba ansioso por escucharla en su potente voz de mezzosoprano.
Jolie consiguió desenmascarar a su compañera Nayeli quien con ayuda del rival de Yoshiro, robaron su composición. Nuevamente volvió a posicionarse en el primer lugar tras presentar su obra.
Yoshiro se sentía nervioso en cada evaluación, su ansiedad no le permitía concentrarse lo suficiente y mover los dedos de manera natural como solía hacerlo. Aquella tarde no era la excepción. Caminaba de un lado a otro afuera del auditorio como loco. De pronto escuchó la voz de su única amiga. Con la mirada la buscó por todos lados hasta hallarla a unos metros rodeaba de varios chicos. La llenaron de rosas, abrazos y besos en sus mejillas. En su cultura esos actos de cariño estaban limitados a las parejas.
Sintió algo extraño en su interior. ¿Por qué si hace poco ella le había confesado sus sentimientos, dejaba que esos muchachos se le acercaran de esa forma? A lo mejor le había mentido...
Repentinamente ella miró en su dirección, le sonrió cínicamente y elevó el brazo para saludarlo. Con una mirada despectiva la ignoró y decidió entrar con el resto de sus compañeros.
No pudo mantenerse sereno cuando llegó su turno. Desde el escenario identificó el rostro de la chica que le hubiera gustado jamás conocer. Nuevamente ella le saludó como si en la maldita vida todo fuera felicidad.
Se inclinó a noventa grados frente a sus evaluadores para posteriormente sentarse frente al piano. Con ferocidad empezó a interpretar G Minor Bach, que los movimientos de sus dedos apenas eran percibidos. Continuaba estando nervioso y alterado, pero se sumergió en la profundidad de la melodía. Sin embargo, la ansiedad nuevamente se apoderó de él, las manos le empezaron a sudar dificultando su movimiento, perdió el compás y ya no pudo recuperarlo. Frustrado dio una estocada final golpeando las teclas. Se puso de pie y salió del auditorio.
Jolie lo alcanzó más adelante. Tuvo que correr a grandes zancadas para seguir su paso.
—¡Yoshiro, espera! ¡No te desanimes, eso suele pasar! —Intento tomarlo de su hombro, pero él se zafó del agarre con brusquedad.
—No me toques, déjame en paz.
Ella se quedó estática sin saber qué hacer ni cómo ayudarlo, lo único que entendía es que no quería dejarlo solo. Como ya conocía su casa, lo fue a buscar, pero al llegar hasta la puerta no se atrevió a tocar. Se sentó sobre las gradas por largo tiempo pensando en qué decirle. El frío del invierno no le importaba en absoluto, solo quería estar a su lado.
Dos horas después escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Yoshiro se asomó vestido con una polera y un pantalón de chándal. No se esperaba encontrarse a Jolie aun ataviada en su uniforme. Sus mejillas y nariz estaban rojas por el clima.
—¿Qué haces aquí?
—Te seguí, pero no me atreví a tocar la puerta.
—¿Pretendes morir de hipotermia? Vete a casa, ya es tarde.
Pero en lugar de obedecer, y arriesgando prácticamente todo, ella se acercó y lo abrazó por la cintura. Al inicio Yoshiro no reaccionó, y tampoco lo hizo después, no obstante, tampoco se separó. Aunque no la abrazó de vuelta, se quedó quieto recibiendo el gesto. No estaba acostumbrado a tales demostraciones de afecto, ni siquiera su padre lo abrazó cuando salió por primera vez de casa.
Entender a Jolie era demasiado difícil, lidiar con ella en el día a día le quitaba las energías hasta dejarlo agotado a más no poder. Sus días de paz y tranquilidad habían desaparecido.
Ella siempre llevaba en su cabeza ideas que lo perturbaba y ocupaba su tiempo un noventa por ciento. Se inmiscuía en su departamento, le cocinaba, y hasta se quedaba a dormir. Era como una especie de parásito.
Después de todo ya no era tan reacio al contacto físico, se dejaba coger del antebrazo, a veces de la mano hasta que empezaba a sudar y se soltaba rudamente. Últimamente le permitía quedarse en su cama siempre y cuando no intentara abrazarle ni subirle la pierna.
Aquella tarde ambos permanecían perezosos sobre el sofá de Yoshiro, él sentado llenando un sudoku y ella echada elevando las piernas sobre el respaldo. El aburrimiento la mortificaba, pero él aparentaba no querer hacer nada que requiriese esfuerzo físico. Para llamar su atención, con el pie intentó cubrir su periódico, pero él lo apartó con un manotazo. Darse por vencida no era una opción, de modo que esta vez intentó acariciar su mejilla, pero nuevamente él la apartó. Finalmente toqueteó su vientre con ambos pies. Esta vez Yoshiro dejó el periódico a un lado y cogió sus tobillos, pero ella logró soltarse y darle golpes suaves en todo su torso. Forcejearon un tanto hasta que él cayó sobre ella, sus rostros quedaron tan cerca que, la respiración de Jolie se tornó agresiva. Enfocó sus labios sonrosados, y sin poder contenerse tomó su cabeza y lo besó.
Al igual que en el primer abrazo que le dio, él no correspondió, pero tampoco se quitó. Sin embargo, quería más de él; al inicio le otorgó suaves toques, luego intentó intensificar el beso tratando de entreabrir sus reacios labios. Estaba dándose por vencida al sentirlo tan frío, pero cuando estuvo a punto de separarse, él la sorprendió al entrelazar profundamente su boca a la suya.
Se dejó llevar por sus caricias, por el momento, por ella...
De ese modo comenzó su extraña relación. Para ella solo existía él, su mundo y su vida giraba en torno a él. Se apartó de sus amigos y dejó de darle tanta importancia al canto, ya no le interesaba ser la primera, solo quería ser la primera para él. Pero una inesperada noticia le provocó miedo, miedo no de sus padres, ni de truncar su carrera artística, sino de él.
Con lágrimas en los ojos fue a su departamento. Como era costumbre él la recibió sin expresión alguna.
—¿Qué sucede? ¿Por qué traes esa cara de espanto?
—Estoy embarazada.
El hecho de que se mantuviera inmutable la desesperaba y le carcomía los nervios.
—¿No vas a decir nada?
—Pasa.
Sentados en el mismo sofá donde iniciaron su amor, ella se rompía llorando, mientras él se mantenía en sepulcral silencio.
—No lo quieres tener, ¿cierto? —gimoteaba.
El bajó la mirada como si encontrara la respuesta en el piso.
—Yo fui un bebé no deseado, mi madre era tan joven como tú cuando se embarazó. Decidió tenerme, pero no a su lado. Cuando nací me dejó al cuidado de mi padre, pero él tampoco sabía ni quería cuidar de mí. Desde que recuerdo, pasaba de mano en mano buscando afecto, pero pocas personas quieren con sinceridad al hijo de alguien más. Entonces comprendí que estaba solo en la vida. —Hizo una pausa para suspirar—. Tengo miedo de ser un mal padre y arruinarle la vida a mi hijo.
—Yoshiro...
Pero de todo lo esperado en su vida cotidiana, él se desenvolvió en la paternidad mejor de lo que pensaba.
A Jolie le pasó una de las peores situaciones que puede pasarle a una madre: depresión postparto. Pero esa depresión se extendió más allá del puerperio. Ella sabía cómo cuidar a un recién nacido por la experiencia de cuidar a sus hermanos menores, pero no podía hacerlo con su bebé. Era él quién se encargaba de atender a la niña y darle los cuidados que necesitaba. Se ocupó tanto de ella que dejó de lado a Jolie. El poco cariño que era capaz de dar solo se lo daba a su hija, y en sus tiempos libres dictaba clases de piano.
No se dio cuenta de cuanto ella lo necesitaba en esos momentos de dolor que atravesaba, era como si su ansiedad y bajo ánimo se lo hubiera traspasado a Jolie. Dejó totalmente el canto porque perdió la pasión de hacerlo, su risa había desaparecido junto a sus ganas de vivir. Todo lo que un día él había sentido, ahora ello lo experimentaba en carne propia. Como si él hubiera absorbido su alma para poder existir.
Le disipaba el dolor desde que amanecía hasta que anochecía, y no entendía por qué. Estaba junto al amor de su vida, y una pequeña bebé que se había formado en ella, pero nada parecía ser relevante.
Siempre había sido ella quien lo buscaba a él en su profunda oscuridad para darle su alma, pero en esos momentos que más necesitaba, aunque sea una pizca de su afecto, no conseguía obtenerlo, todo era para la pequeña. Sabía que sí la amaba, pero necesitaba que su corazón lo supiese también.
Jolie amaba a su bebé, claro que sí, pero ese sentimiento duro y extraño que crecía sin poderlo controlar, le impedía acercarse demasiado a ella. Le daba de amamantar sin sentir esa conexión que sienten las madres al hacerlo. En las noches se quedaba dormida, y era él quien se levantaba para atender a niña y acercarla a su pecho.
—Cuando cumpla seis meses ya no es tan indispensable la lactancia materna —le dijo cierto día
—El pediatra dijo que tenía que recibir lactancia materna al menos hasta los dos años —le contestó él sin despegar la mirada de la bebé que dormía sobre su regazo.
—A los seis meses ya puede empezar a comer comidas blandas, la leche materna puede ser reemplazada por leche en polvo. El pediatra seguramente te lo dirá, pero tienes que darle papillas nutritivas que contengan verduras e hígado de pollo. Puedes darle también papillas de frutas, pero en caso de cítricos tienes que consultarlo porque no todos los bebés son iguales. El pescado también está prohibido hasta que sea más grandecita.
Esta vez decidió mirarla, aunque Jolie miraba quién sabe qué a través de la ventana.
—¿Por qué me lo dices ahora?
Ella no contestó, solo suspiró. Quería que él la abrazara, quería poder decirle lo que sentía y preguntarle que sentía él, pero algo en el fondo se lo impedía. Lo extrañaba, aunque él estuviese a su lado. Cuando antes podía adivinar sus emociones, ahora ya no podía. Era como si ese lazo se hubiera roto.
En los siguientes meses le enseñó a cocinar comida para bebé, a bañarla, a cambiarla, a cuidar sus fiebres y resfriados, y le advirtió de los cuidados que tendría que tener con ella cuando recibiera sus vacunas de los seis meses.
Y esa mañana llegó. Yoshiro se despertó temprano para llevar a la niña a su control mensual. La cambió con el vestidito rosa que Jolie había escogido. Preparó la pañalera con todo lo que le había enseñado y que hasta el momento ya estaba acostumbrado a surtir.
—¿No vendrás con nosotros? —le preguntó—. Me dijiste que estas vacunas son las más dolorosas, tienes que amamantarla por si llora mucho.
—La enfermera te ayudará a calmarla.
—Jolie...
Ella se levantó de la cama y se acercó a él. Acarició la cabecita de su niña y depositó un beso en su frente. Después se puso en puntillas en sus pies descalzos, y alcanzó los labios de Yoshiro. Ya nada se sentía igual.
Él se apresuró en volver a casa porque su bebé no dejaba de llorar. No había forma de calmarla.
—Tranquila —le susurró—, ya pronto estaremos con mamá.
Dejó la pañalera en el sofá, y entró a su habitación con la niña en brazos. Encontró a Jolie dormida con una libreta en mano. ¿Tal vez habría decidido hacerle caso y volver a la música?
—Jolie, la bebé no deja llorar, tienes que amamantarla. Creo que está un poco caliente.
Ella no despertó.
Ya estando cerca leyó lo que decía en la página abierta donde reposaba su mano.
Si la bebé tiene fiebre debes darle el paracetamol que te dio la enfermera. Si no deja de llorar ponle pañitos de manzanilla en la zona de punción, también puedes ponerle rodajas de papa, eso la calmará.
Sin soltar a su hija revisó lo que estaba escrito en las siguientes páginas; estaban llenas de indicaciones que debía tener en el futuro con la niña.
El corazón se le congeló en ese instante. Su vista voló hacia ella y pudo notar el color extraño en su piel, que al tocarla la percibió fría.
—Jolie. —La movió, pero ella no respondió—. Jolie, mi amor, despierta por favor. ¡Jolie!
Ya no estaba más, solo se hallaba su cuerpo inerte. Su llanto se unió al llanto estruendoso de su bebé. Ahora por fin pudo entender qué le había ocurrido, y los extraños comentarios que soltaba al aire.
Ella no pudo resistir más, solo había esperado con las pocas fuerzas que le quedaba a que su hija cumpliera los seis meses para poder desconectarse de la vida, y para siempre de él que, irónicamente ese había sido su plan antes de conocerla.
Jolie lo había salvado, pero él no pudo salvarla a ella...
Historia inspirada en la canción "Communication" de la cantante estadounidense Miley Cyrus.
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