Tatara finalmente logró localizarme y me invitó a unirme al Aogiri no Ki, una organización compuesta por ghouls que luchaban activamente contra los miembros de la CCG.

Gracias a mis aptitudes no tardé mucho en ascender dentro de sus filas y me convertí en uno de sus altos ejecutivos con tan sólo quince años.

No voy a mentirte, en aquel tiempo me sentía orgulloso e intocable. Creía que tenía todo lo que deseaba: autoridad, poder y venganza contra los humanos que me arrebataron a mi familia.

Aquella fue, sin duda, mi época más oscura. Me comportaba como un auténtico cabrón y no negaré que tengo las manos manchadas con la sangre de centenares de inspectores de ghouls.

A pesar de ser tan joven me convertí en un asesino despiadado y sin remordimientos, pues el odio y el ferviente deseo por hacerme más fuerte para así proteger a mi hermana eran el combustible que me alimentaba.

Todos los días me decía a mí mismo que hacía lo correcto, que en este mundo de mierda únicamente el fuerte prevalecía mientras que el débil acababa muriendo y yo no tenía ninguna intención de morir ni de esconderme.

Les enseñaría a esos patéticos humanos cuál era su verdadero lugar.