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🔞 53. ~Lyra~


Ojalá hubiese tenido una cámara de fotos para inmortalizar la cara de desconcierto que se te quedó ante mi petición. Tuviste que parpadear varias veces antes de que pudieras volver a reaccionar.

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El Kirishima depositó la taza de café cuidadosamente sobre la mesita al lado del sofá y, volteándose de nuevo hacia la inglesa, le preguntó dirigiéndole una mirada indescifrable:

—¿Estás segura de eso, Lyra? Porque hace un momento sentí tu miedo cuando te mencioné que estabas deliciosa.

—Tal vez me pusiera un poco nerviosa cuando me olfateaste el cuello de la misma forma que lo hago yo al sacar un pastel de chocolate del horno —reconoció avergonzada—. Pero tu verdadera apariencia no es algo que me puedas ocultar para siempre y menos ahora con la que se está liando en las calles —le expuso—. Es lo que eres y creo que cuanto antes me acostumbre a verte en esa forma... mejor para los dos.

El ghoul lo meditó durante unos instantes y se dio cuenta que ella tenía razón. Tarde o temprano se vería obligado a transformarse delante de la violinista y el único recuerdo que poseía la humana exhibiéndose en todo su esplendor no era muy agradable que digamos. De modo que cuánto más pronto le sustituyera esa imagen aterradora por otra más calmada y basada en la confianza con el fin de que lo normalizara, mejor sería para su relación.

—Ok. ¿Estás lista? —la muchacha asintió decidida y, sin perder más el tiempo, las alas de su kagune comenzaron a emerger de sus hombros mientras sus ojos adquirían su característico iris rojizo con la esclerótica negra marcando las venas circulantes en sus cuencas oculares.

Lyra se aproximó a él sentándose a horcajadas sobre sus piernas sin ningún pudor. Su inesperada y envalentonada acción sorprendió tanto al ukaku que puso todo su cuerpo en tensión en cuestión de segundos debido a la excesiva cercanía de la joven, quien tomó su rostro entre sus manos alzándolo ligeramente para así establecer contacto visual con sus orbes carmesí.

—Tus kakugan son más rojos de lo que recordaba —comentó totalmente absorta arrimándose a escasos centímetros del azabache de modo que las respiraciones de ambos chocaban como una suave brisa en la superficie facial del contrario—. Tal vez la máscara opacara un poco su brillo... o quizás el ataque de pánico que estaba sufriendo en aquel momento me cegó —señaló sonriendo con buen humor mientras acariciaba con cariño sus facciones—. Pero lo cierto es que son muy bonitos.

—¿Bo-bonitos? —balbuceó incrédulo a la vez que el ritmo de su corazón iba en aumento por la posición comprometedora en la que se encontraban y los mimos que estaba recibiendo por parte de su amada.

—Sí, para mí son poco comunes y eso los hace exóticos.

—¿Y no te dan miedo? —se atrevió a preguntar.

—¡Los tuyos ya no, tonto! Porque sé que no me vas a hacer ningún daño —declaró zalamera antes de robarle un apasionado beso que lo dejó prácticamente sin aliento—. ¿Podría tocar tu kagune, Ayato? —cuestionó con curiosidad a lo que el ukaku asintió doblegándose a su voluntad todavía embelesado por el beso que había recibido. Ella no se hizo de esperar y comenzó su descenso primero por su cuello, luego por el perfil de su clavícula hasta que finalmente extendió su mano hacia el órgano depredador del ghoul para explorarlo a conciencia—. Son muy tersas y robustas —musitó impresionada mientras deslizaba lentamente las yemas de sus dedos por la base de sus alas y por el contorno filoso de sus plumas provocando miles de sensaciones en su pareja que amenazaban con desatar un verdadero caos en su interior, especialmente por la cantidad de sangre que empezaba a acumularse en cierta zona ubicada en su entrepierna—. ¿No te duele cuando las liberas? —le preguntó pensando en el desgarro que sufría su piel cada vez que las exhibía.

—Sólo me dolió las primeras veces... cuando era un niño. Luego mi cuerpo se fortaleció y ahora es un proceso natural para mí —mencionó a duras penas intentando sosegarse antes de que Lyra percibiera su incomodidad, pero fue demasiado tarde. El movimiento de caderas que realizó para ocultar el incontrolable crecimiento de su miembro viril ocasionó que la inglesa se percatara de su abultamiento en el instante que rozó involuntariamente su centro y, al inspeccionar mejor al ghoul, se dio cuenta del agobio que estaba sintiendo.

Ella sonrió con picardía.

—¿Estás bien, Ayato? —le inquirió haciéndose la inocente.

—Yo... no me encuentro bien... creo que debería salir a tomar el aire un rato —murmuró en apenas un susurro. No obstante, la violinista no iba a permitir que se escapara tan fácilmente echando a perder el momento.

—Salir te ayudará a serenarte, pero no es lo que tu cuerpo quiere que hagas para liberarte de esa sensación que se está apoderando de ti —el Kirishima suspiró derrotado sabiendo que lo había pillado. Lo último que deseaba era exponerse como un pervertido delante de ella—. Necesitas algo mucho más efectivo y yo puedo dártelo encantada.

Escucharla decir eso hizo que sus kakugan se abrieran de par en par atónitos, comprendiendo la implicación en sus palabras.

—No sé si es buena idea... —declaró él rehusándose a realizar tal acto.

—¿Por qué no? —le cuestionó extrañada de que se negara.

—Porque yo... nunca he estado de esa forma con una chica, no sé cómo voy a reaccionar y tú... eres una humana... no quiero lastimarte —alegó con las mejillas ruborizadas debido al bochorno que sentía por admitir su inexperiencia mientras hacía el amago de querer irse. Sin embargo, ella se lo impidió poniendo las manos sobre su pecho y obligándole a permanecer sentado en el sofá.

—Si de verdad quieres que seamos pareja, algún día tendrá que pasar —le hizo saber mirándolo intensamente a los ojos—. No vas a poder eludirlo siempre... y yo tampoco porque lo que más deseo en este jodido instante es quitarte esa molesta ropa que llevas encima y hundirme en tu polla para que me folles como un loco durante toda la condenada noche así que, si quieres que esto funcione, tienes que dejar de verme como una débil humana y demostrarles a todos de una maldita vez que soy tuya.

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De verdad que aún no sé de dónde saqué el coraje para decir semejante obscenidad. Ahora que lo recuerdo me da mucha más vergüenza que cuando lo solté aquel día pero, estaba tan desesperada y temía tanto que me rechazaras, que supongo que liberé mi lado más indecente y lo dije casi sin pensarlo. Creo que me salió del alma...

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Obviamente, la imperante demanda de la inglesa provocó un cortocircuito en la mente de Ayato que lo ensalzó de sobremanera ocasionando que se liberara de cualquier tipo de remilgo o atadura y se rindiera al deseo y a la lujuria que tanto le reclamaban sus instintos más primarios abalanzándose sobre los labios de ella enloquecido para ser correspondido de igual forma.

Pronto ambos sintieron cómo su ropa les comenzaba a estorbar en demasía y el ghoul no tardó en retirar su kagune para despojarse de su camiseta con facilidad. Una vez con el torso desnudo, la violinista se tomó su tiempo para admirar la esbelta y bien trabajada anatomía de su pareja a la vez que se mordía el labio inferior ansiosa por perderse en ese cuerpo escultural hasta conocer incluso el detalle más insignificante de su piel.

Por otro lado, el Kirishima seguía contemplándola fascinado a través de sus kakugan, percibiendo con claridad cómo las pupilas de su amada se dilataban llenos de lascivia al recorrer su imponente figura con sus esmeraldas. Comprobar cómo ella se encontraba en la misma situación que él (con la excitación al límite de la locura) elevó su orgullo y su hombría hasta la cúspide de su ego pues, por primera vez, se sentía realmente deseado por una mujer y lo mejor de todo era que se trataba de la propia Lyra.

La joven imitó su acción anterior liberándose en un instante del vestido y del sujetador, quedando solamente en unas sexys braguitas de color burdeos. La visión de aquella imagen erótica elevó su lívido aumentando drásticamente la dureza de su miembro, pero lo mejor vendría después cuando la rubia se inclinó sobre él susurrándole al oído de forma sensual:

—Ayato... tócame.

Las manos del ukaku se movieron casi por voluntad propia ante el comando y recorrieron la espalda de la mujer hasta que finalmente se atrevieron a explorar la parte delantera posándose sobre sus pechos para masajearlos con delicadeza y cierto nerviosismo. Ella reaccionó de inmediato a sus caricias y el gemido de satisfacción que profirió calmó a su pareja al ser conocedor de que lo estaba haciendo bien y, mientras seguía acariciando sus senos, atacó sus labios en un apasionado beso para disfrutar del tórrido momento todavía más.

Por el contrario, Lyra no era de las que se conformaban con permanecer pasiva. Ella también anhelaba tocar, especialmente esa prominencia que cada vez sentía más abultada en su entrepierna de modo que, sin romper el beso, una de sus manos fue desplazándose en sentido descendente por los pectorales y los abdominales de Ayato hasta que llegó a su zona baja y se introdujo con descaro por debajo de los pantalones alcanzando su objetivo. Al principio lo palmeó sorprendida al comprobar su tamaño y su grosor pues, según tenía entendido, los asiáticos no estaban muy bien dotados y su longitud solía estar por debajo de la media europea. Sin embargo, afortunadamente ese no era el caso del azabache.

<<O él es una excepción... o esa regla no se aplica a los ghouls>> pensó ufana incrementando sus ganas de tenerlo dentro de ella así que, sin ningún pudor, rodeó el miembro de su chico con sus dedos y empezó a estimularlo con suaves movimientos de vaivén.

Esta vez fue el turno del ukaku para emitir un jadeo dichoso mientras cerraba los ojos dejándose llevar por el exquisito placer que le estaba otorgando la humana. Continuaron así durante varios minutos, con los complacidos gemidos de él escuchándose por toda la sala mientras la otra se esmeraba en hacerle disfrutar con su masturbación manual, pero llegó un momento en que Lyra ya no podía aguantar más. Se sentía completamente mojada y con el ardor por las nubes, su cuerpo le exigía pasar a la siguiente fase urgentemente así pues retiró la tela de los pantalones y de los calzoncillos del ukaku lo suficiente para liberar su pene totalmente erecto.

—Lyra... —musitó el Kirishima con la voz ardiente.

—¿Te fías de tu pequeña humana? —le preguntó chistosa. Él asintió sin dudarlo y entonces procedió a desplazar la tira de sus braguitas a un lado, dispuso su falo en su entrada y se sumergió poco a poco en él percibiendo como todas las terminaciones nerviosas de su canal exclamaban extasiadas a la vez que enviaban cientos de señales a su cerebro haciéndolo explotar de gozo hasta que lo introdujo completamente en su interior—. ¡Oh~!¡Dios! —exclamó eufórica una vez que se fusionó con él.

El Kirishima tampoco fue inmune a las sensaciones que experimentó durante el proceso de penetración, como tampoco lo estaba siendo en ese instante que la rubia había comenzado a zarandearse con gracia de arriba a abajo lubricando su miembro con la ayuda de sus fluidos mientras se acostumbraba a su tamaño. Sólo había un problema: la inglesa estaba siendo demasiado lenta para su gusto.

—Lyra... por favor... más rápido... —le suplicó meneando también su pelvis con impaciencia pero, al estar sentado debajo de ella, se encontraba más limitado.

La chica lo comprendió enseguida y, aprovechando que el sofá era bastante amplio, lo rodeó con sus brazos y lo reclinó sobre el mueble de manera que él quedara por encima de ella en la típica pose del misionero.

—Ahora te toca a ti... —lo animó ávida por entregarse al ghoul y abrió las piernas todo lo que pudo para que pudiera moverse con facilidad.

—Lyra... yo... no sé... si debes cederme el control de esto.

—La velocidad que tú quieres, yo no te la puedo dar.

—No quiero lastimarte.

—No me harás daño y, en ese caso, te avisaría —le aseguró para que estuviera tranquilo.

—¿Y si no puedo parar? —se cuestionó reflejando cierto temor en sus kakugan.

—Lo harás —le dijo acariciándole el rostro con cariño—. De la misma forma que te contienes para no comerme a pesar de encontrarme sumamente deliciosa... —presumió con una sonrisa confiada antes de atraerlo nuevamente hacia ella para perderse en sus labios—. Fóllame Ayato... fóllame todo lo que quieras y no te contengas —acabó incitándole ansiosa por que comenzara a embestirla.

—Te quiero... mi pequeña humana —declaró antes de sucumbir finalmente a sus deseos y obedecerle.

—Yo... también te quiero, conejito... ¡Ah~! —fue su jadeante respuesta mientras recibía las primeras acometidas de su amante.

Al principio Ayato intentó ser comedido pero, cada vez que la empalaba hasta el fondo, inconscientemente iba aumentando el ritmo y la rudeza de sus penetraciones ahogándose en el delirio de su propio placer y, en ese momento, Lyra cayó en la cuenta de por qué los ukaku eran conocidos por su asombrosa velocidad.

<<Haces honor a tu apodo, cariño>> sonrío encantada sintiendo cómo sus entrañas eran mancilladas con un frenesí animal y las piernas le temblaban ante la fogosidad del ghoul.

Estuvieron un buen rato follando como si su vida dependiera de ello hasta que ambos llegaron a su culminación. La excitación del Kirishima fue tan brutal que liberó involuntariamente su kagune en el mismo instante que liberó su semen dentro de ella y escondió su rostro en el surco de su cuello buscando su calor.

—Quiero más... —murmuró en su oído con su miembro todavía rígido como una piedra en el interior de la chica, el kagune extendido haciendo alarde de toda su inmensidad y la mente embelesada por la placentera sensación de su primer orgasmo.

Mientras tanto, Lyra sintió cómo su dureza seguía perfectamente erecta perforando su vagina sin compasión y no disminuía su tamaño ni su grosor en lo más mínimo, ni siquiera después de que él alcanzara su climax.

<<Será que los ghouls, al igual que su fuerza, también tienen mucho más aguante que los humanos>> concluyó mientras inspiraba profundamente intentando recuperar el aliento.

Sin embargo, aunque estuviera agotada por las acometidas desenfrenadas e impetuosas que acababa de propinarle su amante tras su prolongada primera vez, ahora no podía retractarse cuando ella recién le había reprochado que la considerase una frágil humana tras la promesa de una noche de sexo sin control, así que era el momento de demostrarle lo equivocado que estaba.

—Ok... —aceptó a su petición y enseguida notó cómo el pene de Ayato volvía a la acción deslizándose fervientemente dentro de ella llenando de nuevo la habitación de los continuos gemidos y jadeos por parte de ambos—. Tal vez... deberíamos... cambiar de postura —le sugirió con la voz entrecortada.

—¿Cambiar? —susurró interrumpiendo el intenso vaivén de sus caderas—. ¿Así no te gusta? —le cuestionó preocupado.

—Ay cariño... me encanta y te aseguro que me estás llevando al mismísimo cielo, pero también podemos probar con otras poses... no siempre debe ser la misma. De hecho, existe una en concreto que sé que lo disfrutarás mucho más que esta. Por lo que tengo entendido, suele ser la favorita de los chicos.

El ukaku aceptó y se separó de ella intrigado por lo que iba a proponerle.

Lyra sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo pues enseñarle el clásico perrito podía llegar a dinamitar la poca resistencia que le quedaba si Ayato seguía embistiéndola con tanto vigor llenándole el cerebro con tanta dopamina y oxitocina. Sin embargo, la curiosidad que sentía por probarla con él superaba cualquier intento de mantenerse en reservas de modo que, ni corta ni perezosa, se despojó finalmente de sus braguitas, se volteó dándole la espalda, se puso en cuatro separando bien las piernas y curvó su pelvis de manera provocadora en una clara invitación ofreciéndose de nuevo a él.

—Ya veo... —musitó en un tono oscurecido por el aumento repentino de su lívido ante la visión morbosa de un primer plano de la acalorada y completamente lubricada raja de la humana.

No necesito que ella le explicara cómo proceder a continuación, su propio instinto lo instó a ponerse justo detrás de ella y, amarrándola con firmeza de las caderas, alineó su miembro con su entrada y la penetró con fuerza atravesando sus labios genitales e introduciendo toda su longitud de una sola estocada en su interior.

La exclamación de dicha que dejaron escapar las gargantas de ambos fue apoteósica.

El ukaku reanudó su labor volviendo a sus incesantes movimientos y enseguida comprendió el motivo por el cual esa postura estaba mejor valorada que la anterior pues poseía muchos puntos a favor. El primero de todos era la facilidad para acariciar el cuerpo de su amada siempre que lo deseara, incluso en pleno furor podía poner especial atención a sus pechos o a sus nalgas masajeándolos sin problemas ya que tenía libre acceso a ellos. Otra ventaja era que se sentía mucho más cómodo para aumentar el ritmo de sus penetraciones si así lo necesitaba aunque, lo que verdaderamente lo maravilló, fue comprobar cómo esa posición le permitía hundirse un poco más en el canal de su pareja excitándolo todavía más.

—Tenías razón, mi amor... esta supera a la anterior —constató mientras se deleitaba en cada acometida.

—Me... alegro... ¡Ah~!¡Aaahhh~!¡Aaaaahhhh~! —se congració gimiendo como una posesa cada vez sentía cómo Ayato la empalaba con su miembro sin cesar.

A pesar del cansancio, la joven estaba gozándolo con creces y estaba decidida a complacerlo las veces que hicieran falta hasta que el ghoul quedara ampliamente satisfecho. Lo amaba y era su justa recompensa, después de todo el tiempo que había invertido protegiéndola y velando por su bienestar.

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No fueron dos ni tres ni cuatro... me parece que fueron hasta cinco las veces que te desfogaste conmigo a gusto. Menos mal que en la última se me ocurrió hacerte un oral y ahí ya te plantaste, porque aquella noche me dejaste completamente seca y las neuronas muertas con tanto éxtasis sexual. ¿Cómo hubiera podido imaginarme que había caído en los brazos de un insaciable semental?

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