44. ~Ayato~
Reconozco que cuando me mandaste aquel mensaje pidiéndome que nos reuniéramos en un parque cerca del conservatorio, en vez de quedar en la cafetería como solíamos hacer, me resultó extraño.
Era la primera vez que te animabas a salir de la escuela sin escolta, desobedeciendo deliberadamente las normas que te habían impuesto los Quinx desde que empezaron a protegerte de mí y no me habías dicho la razón.
Después de tantas conversaciones contigo y de conocerte un poco mejor advertí que eras una chica bastante disciplinada y obediente, todo lo contrario a mí, así que no sabía a qué atenerme tras ese inusual acto de rebeldía tuyo.
Por un lado sentía curiosidad y excitación, pero por el otro me mantenía alerta y receloso:
¿Por qué me habrías citado allí?
¿Sería por algo bueno?
¿Habías decidido volver antes a Inglaterra tras lo ocurrido con los Rose y aquello era una triste despedida? Pues no era ningún secreto que después de eso estabas más deprimida y sospechaba que deseabas volver a casa.
¿O de alguna manera habías descubierto finalmente mi identidad como Black Rabbit y, en realidad, me dirigía hacia una trampa orquestada por la CCG para apresarme?
Existían tres opciones posibles y mi corazón tan sólo rogaba por que la primera fuera la correcta...
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El Kirishima no tardó mucho en encontrar a la humana sentada en un lugar apartado sobre una pequeña explanada de césped tras cruzar la entrada al parque y, sin abandonar el camino principal, se tomó un breve periodo de tiempo para inspeccionar detenidamente el lugar y agudizar sus sentidos en busca de alguna paloma o algún Quinx que pudiera estar escondido entre los árboles o los arbustos de alrededor.
Sabía que sus capacidades de rastreo no eran tan buenos como los de Hinami, pero se defendía bastante bien. No obstante, no detectó nada sospechoso así que soltando un breve suspiro de alivio puso rumbo hacia la rubia quien ya se había percatado de su presencia y lo saludaba con la mano desde la lejanía.
—Hola —le dijo la muchacha con una sonrisa resplandeciente.
—Hola, ¿cómo es que has decidido venir aquí hoy? —le preguntó en cuanto llegó a su lado pues estaba deseoso por aclarar el misterio.
—Tenía ganas de respirar aire puro y pasar el rato en un sitio bonito y tranquilo. Desde que Haise abandonó el Castillo no doy paseos por las afueras de la ciudad ni visito ningún templo antiguo en medio de un bosque. Él era quien de vez en cuando me llevaba de excursión para despejarme un poco y que no estuviera siempre encerrada en casa. Pero ahora ya no está y los demás últimamente parecen muy ocupados con los asuntos de la CCG para pedirles el favor de que lo sigan haciendo —le explicó un tanto alicaída.
—Entiendo, pero podrías tener serios problemas con ellos por desobedecerlos. Los parques son el lugar preferido de los ghouls para emboscar a sus víctimas y tú has venido aquí sola.
—No tienen por qué enterarse si me guardas el secreto —le respondió cambiando su expresión triste a una totalmente traviesa y guiñándole el ojo cómplice—. Además, no estoy sola. He venido con otro guardaespaldas que sabe hacer perfectamente su trabajo.
—Eh... ¡¿quién?! —exclamó Ayato poniéndose en una pose defensiva y temeroso por haberse equivocado en su rastreo de enemigos.
—Jajaja. ¡Me refería a ti, tonto! —dijo Lyra partiéndose de risa—. Me he dado cuenta de cómo has comprobado todo el lugar nada más llegar.
—Sí... bueno... no puedo evitarlo. Es parte de mi trabajo —musitó sintiendo cómo sus mejillas se teñían de rojo avergonzado.
—¿Y qué opinas, Ayato-kun?¿Estamos seguros aquí?
—Nunca se está seguro en ningún sitio —mencionó echando otro vistazo a su alrededor y no lo decía sólo por la seguridad de la humana sino también por la de él mismo. Incluso siendo un ghoul poderoso, jamás debía de confiarse ni bajar la guardia en un mundo como el suyo el cual las luchas a muerte contra las palomas y sus propios congéneres por ser los dueños de un territorio eran el pan de cada día—. Pero parece que por ahora está despejado —le informó.
—Entonces me fiaré de tu instinto y nos quedaremos. Sólo será un momento.
—Bueno, está bien —aceptó sentándose finalmente sobre el césped al igual que ella—. Pero enseguida volverás al conservatorio, no quiero que tengas problemas —en realidad no deseaba que la inglesa se marchara bajo ningún concepto; no obstante, debía guardar las apariencias y seguir actuando en su papel de amigo humano preocupado por su bienestar.
—Tranquilo, lo haré —le prometió—. Por cierto Ayato-kun, ¿alguna vez me has oído tocar el violín?
Aquella pregunta inquietó al ghoul.
—Ehh... no, creo que no —le respondió desviando la mirada incómodo hacia un punto en el infinito pues era evidente que no podía confesarle la verdad sobre las innumerables noches que se pasó en el balcón de su anterior apartamento haciendo precisamente eso, escucharla tocar el violín.
—¿Y te gustaría que lo hiciera? —le tanteó un poco cohibida.
El Kirishima se volteó a verla sorprendido porque no se esperaba que ella quisiera tocar para él. ¿Cuánto tiempo llevaba sin oír las hermosas melodías que salían de ese infernal instrumento gracias a su indiscutible destreza? Mucho. Exactamente desde el día que ese imbécil se interpuso en su camino provocando la férrea custodia de la inglesa por parte de la CCG y jodiéndole así la existencia al verse obligado a limitar su cercanía con ella en una franja horaria muy estrecha y concreta.
—Si no quieres no pasa nada. Comprendo que no a todo el mundo le gusta la música clásica —susurró un poco entristecida al interpretar su silencio como un rechazo.
—¡No, te equivocas!¡Sí quiero! —exclamó de manera impulsiva tratando de enmendar el malentendido.
Aquella reacción tan repentina desconcertó un poco a la joven pero enseguida se recompuso y, con las energías renovadas y una gran felicidad, tomó su violín para deleitar durante unos minutos los oídos del ukaku mediante un fabuloso concierto de Mozart.
—Ha sido fantástico —murmuró encantado—. Ahora entiendo por qué te admitieron en ese conservatorio. Tocas muy bien.
—Gracias, aunque aún me queda mucho por mejorar.
—¡Imposible! No se puede tocar mejor ese trasto —se negó a creer.
—Jajaja, te aseguro que sí pero me has animado mucho. ¿Quieres probar? —le preguntó ofreciéndole el instrumento. Ayato se quedó observándolo con cara de pocos amigos. Todavía recordaba el irritante sonido que emitió cuando lo probó por primera vez—. ¡Vamos inténtalo!
—No sé cómo funciona, Lyra —se excusó.
—¡Pues para eso estoy yo! —exclamó ella señalándose a sí misma muy ufana—. Para enseñarte a tocar maravillosamente el violín en menos de... —miró rápidamente su reloj— quince minutos.
—No te creo —le dijo contemplándola ahora con una expresión divertida en su rostro—. Tú llevas varios años estudiando con él, ¿cómo voy a aprender en quince minutos? Estás loca.
—Ya verás... —y sin perder más el tiempo se puso justo detrás de él de modo que su pecho hizo pleno contacto con la espalda del ukaku causando que el pobre se tensara atónito ante su acción—. Vale, primero aprenderemos a sujetar correctamente el arco —dijo poniéndoselo en su mano derecha y dirigiendo los dedos del chico para que tomaran la posición idónea.
—¿Seguro que es así? —preguntó al cabo de un rato fijándose en cómo había quedado—. Es muy incómodo.
—Al principio siempre lo es —musitó la rubia en su oído erizando el vello de su piel a la vez que se aferraba más a él para llegar a entrelazar sus dedos con los suyos en el arco—. Y ahora, cuando apoye el violín en tu hombro izquierdo inclinaras un poco el cuello sobre la barbada para evitar que se mueva, ¿de acuerdo? —el ghoul le obedeció en un movimiento un tanto dubitativo e inseguro mientras que ella terminaba de rodearlo colocando finalmente su mano libre sobre las cuerdas del diapasón—. Perfecto, ¿listo para tocar tu primera melodía como un estudiante de nivel avanzado?
El corazón de Ayato iba a toda velocidad. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero sí con eso lograba que Lyra estuviera tan apegado a él abrazándolo de aquella manera tan cariñosa y tierna no iba a ser tan estúpido para negarse a ello.
—Sí —le respondió un poco nervioso.
Y entonces fue cuando lo comprendió.
En realidad, quien tocaba el violín era la propia Lyra pero ella lo usaba como si fuera una marioneta. Así que se trataba de una verdad a medidas. Si estaba logrando tocar el violín sin destrozarse los oídos como le sucedió la primera vez que lo intentó, era simplemente porque estaba siendo asistido por ella en todo momento.
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Lo recuerdo perfectamente.
Era un día soleado, con el viento meciendo suavemente las hojas de los árboles mientras nosotros, sentados abrazados sobre el frondoso césped de aquel parque, tocábamos juntos aquella sencilla pero dulce melodía sin que nadie nos molestara.
Fue una experiencia hermosa y abrumadora a la vez.
Tras tantos años viviendo en la mierda, la vida me regalaba un instante de felicidad contigo. Era lo que más anhelaba desde que te conocí, era lo que andaba buscando cuando me planté frente a ti en la cafetería del conservatorio pero que llegara de esa forma tan inesperada me sorprendió y, tras tantos años viviendo en la mierda, sonreí emocionado como no lo hacía desde que era un niño al amparo de mis padres.
Aún así, lo mejor de todo vendría poco después...
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Al concluir la canción ambos se miraron. El brillo de entusiasmo y admiración en los oscuros orbes de Ayato era demasiado evidente. Lyra al fin percibió aquello de lo que tanto le insistían sus amigos y, armándose de valor, se acercó lentamente a él para terminar uniendo sus labios con los suyos en un suave y cálido beso.
Tras ese pequeño y sutil contacto de prueba, ella hizo el amago de querer apartarse para ver su reacción pero apenas se separó un par de milímetros cuando sintió de nuevo la intensidad de los labios del azabache sobre los suyos correspondiéndola en el acto y poniendo toda su alma en ello.
Era indudablemente un beso torpe e inexperto por parte de él con lo cual la violinista confirmó que Tanjiro no se había equivocado al suponer que Ayato nunca había mantenido una relación amorosa con una chica y eso la llenó de gozo y orgullo. El saber que ella era la elegida con quien el Kirishima estaba compartiendo un momento tan íntimo e importante en su vida como su primer beso y, mientras se besaban apasionadamente intentando transmitir todo lo que sentían el uno por el otro, Lyra se alegró de que su plan hubiera salido a la perfección pues citar al chico en aquel parque y acurrucarse junto a él para "enseñarle" a tocar el violín no había sido producto del azar.
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Si todo fue una estratagema tuya para conseguir besarme y que jamás lo olvidara... te salió de perlas, mi amor.
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Cuando se hizo la hora de volver al conservatorio, Ayato acompañó a Lyra hasta la puerta de su clase y, antes de que se adentrara en el aula, tomó su rostro entre sus manos plantándole otro ardiente beso delante de todos los presentes para dejarles en claro que aquella hermosa rubia de ojos esmeralda era finalmente suya.
—Qué pases buen día... —murmuró la inglesa en el momento que separaron sus labios por la acuciante necesidad de respirar.
—Tú también —musitó juntando su frente con el de la joven e inhalando de manera instintiva aquel delicioso aroma que desprendía y que tanto le gustaba—. Deberías de entrar ya, tus amigos te están esperando —mencionó mientras veía por el rabillo del ojo cómo en el interior de la estancia el trío de músicos los observaban sin ningún disimulo con miradas que iban del asombro y la perplejidad a la alegría más absoluta.
—¿Mañana te veré otra vez? —le preguntó esperanzada mientras aún seguía abrazada a él.
Y fue entonces cuando el ukaku recordó que debía reunirse con Banjo sin falta para ultimar los detalles del asalto a Cochlea si quería salvar a su amiga Hinami de su cruel destino. Su ejecución era inminente y ya no podía retrasarlo más tiempo.
—Mañana no puedo —declaró con pesar—. Mi cliente se va unos días a un viaje de negocios y debo irme con él —se inventó como excusa.
—Entiendo... —susurró Lyra agachando la mirada con un rastro de decepción en la voz.
—Pero en cuanto regrese vendré a verte —añadió tomándola del mentón y obligándola a que volviera a enfocarse en él—. Te lo prometo —le aseguró dándole un último beso igual de fogoso que el anterior con el fin de sellar su pacto.
Ella le creyó, pues Ayato siempre cumplía lo que decía, y se despidió de su recién estrenado amante deseando que aquel inoportuno viaje de negocios pasara lo más pronto posible para que no tuviera que echarlo mucho de menos.
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En cuánto entraste finalmente en el aula, me percaté de la presencia de ese tal Nao justo detrás de mí más pálido que una estatua. Era evidente que aún se acordaba de mi persona y también era evidente que había sido testigo de nuestras muestras de cariño al igual que todos los demás en aquel pasillo.
Le sonreí de manera arrogante y autosuficiente.
No necesité decirle nada. Tan sólo me lleve el dedo índice a mis labios en un simple gesto de que guardara silencio para que enseguida captara la idea y asintiera frenéticamente totalmente acojonado.
Así era tu querido amigo con el que te fuiste a tomar un helado el primer día de clases... un cobarde dispuesto a dejarte a merced de un ghoul con tal de salvar su miserable pellejo. ¿Ves como en realidad te hice un favor? Su amistad no te convenía para nada.
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