Obviamente, primero debía pasar el veredicto final de mis padres...

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—¿Debes irte tan lejos de casa?¿Acaso no hay otro conservatorio que esté más cerca? —preguntó su madre sin poder evitar cierto tono de congoja en su voz.

—Sí lo hay mamá, pero es un honor para cualquier músico estudiar allí. Akiko Suwanai sería mi profesora de instrumento y si consigo sacar buenas notas con ella me ayudaría muchísimo en mi carrera como violinista —le explicó la muchacha intentando convencerla.

La mujer soltó un suspiro resignado.

No le hacia ninguna gracia que su única hija se fuera durante todo un año a un país que estaba en la otra punta del globo terráqueo. Sin embargo, era el sueño de su pequeña y ella debía apoyarla en lo que hiciera falta.

—¿Y el idioma? —le preguntó su padre receloso—. ¿No será un problema para desenvolverte Lyra? Tú no sabes nada de japonés.

—Papá, el nivel de inglés en Japón es muy bueno. No tendré ningún inconveniente a la hora de comunicarme con la gente y me han asegurado que me impartirán las clases en nuestra lengua —argumentó haciéndole un gesto despreocupado—. Además, durante estos meses de verano me apuntaré a un curso de japonés para aprender lo básico y así poder defenderme —dijo ilusionada.

—Bueno, si lo tienes tan claro y es lo que realmente quieres hacer... —musitó el hombre mirando a su mujer quien movió la cabeza con un sutil gesto afirmativo—. Por nosotros puedes ir.

—¡Gracias, gracias, gracias! —exclamó la joven llena de júbilo y corriendo hacia sus padres para abrazarlos con fuerza—. No os arrepentiréis, ¡os prometo estudiar mucho y convertirme en una gran violinista!

—Ya eres una gran violinista pero sabemos que podrás todo tu empeño por mejorar, hija —le dijeron sus progenitores con una amplia sonrisa.