38. ~Lyra~
Eto no se equivocaba con respecto a mí.
¿Me había percatado de tus evidentes encantos? Por supuesto.
¿Tenía buena impresión de ti? Mucha.
¿Había caído rendida a tus pies como una loca y enamoradiza colegiala? Aún no, aunque estaba en proceso.
Recuerdo pasarme toda esa tarde pensando en ti. Muriéndome de curiosidad por saber si realmente regresarías al día siguiente.
Mi profesora tuvo que llamarme varias veces la atención por estar distraída en clase, mis amigos me mencionaron que desde la hora de la comida estaba demasiado callada y risueña sin ningún motivo aparente y los Quinx me preguntaron por mi estado de salud al notar el constante rubor que teñía mis mejillas cada vez que evocaba nuestro bonito encuentro en la cafetería.
Por eso, cuando 24 horas después te vi sentado esperándome en el mismo lugar que la vez anterior, mi corazón se llenó de dicha y no pude sentirme más feliz...
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—¡Buenos días! —saludó de manera jovial Lyra.
—Hola.
—Cumpliste tu promesa y volviste —dijo ganándose un sutil asentimiento de cabeza del ghoul acompañada por una pequeña sonrisa—. ¿Puedo sentarme contigo?
—Claro —le contestó ofreciéndole un asiento de la misma forma que ella hizo con él en la ocasión anterior—. ¿Cómo has estado?
—¡Oh, muy bien! Mi profesora me riñó un poco por no estar atenta en clase, pero no es grave —comentó restándole importancia mientras se acomodaba—. ¿Y tú?
—También bien. Conseguí un móvil nuevo —le contó hurgando sus bolsillos y mostrándole el dispositivo—. ¿Éste sirve? —le preguntó con dudas, pues no le sorprendería nada que Eto le hubiera engañado solamente para dejarlo otra vez en ridículo y después volver a reírse de él un rato.
—¡Oh, Dios mío!¡Menudo cambio, Ayato-kun! —exclamó la joven atónita—. Antes tenías una pieza de museo y ahora has adquirido el móvil más moderno del mercado. Es mejor que el mío —le informó—. ¿Aún quieres que te ponga el traductor?
—Sí, por favor.
En menos de cinco minutos la chica le descargó la aplicación.
—Listo. Es fácil de usar —dijo poniendo el móvil entre los dos para que viera bien cómo debía utilizarlo con un ejemplo—. En esta columna escribes en japonés, pulsas el botón de intro y aparece la traducción en esta otra sección —el azabache asintió observando atentamente el proceso—. Y si quieres oír cómo se pronuncia, debes seleccionar el idioma y luego tocar este símbolo del altavoz.
—Sayonara —se despidió la voz electrónica del aparato.
—Ok —musitó el ukaku tomando el móvil entre sus manos emocionado y sabiendo que esa herramienta iba a facilitarle mucho las cosas con Lyra—. Gracias.
—De nada. Te ayudará a mejorar, especialmente si tienes dudas en la pronunciación —le respondió con una sonrisa—. Otra cosa que también puedes hacer es oír la música de los Beatles —le aconsejó.
—¿Los Beatles?¿Qué es eso?
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Cuando me preguntaste qué eran los Beatles casi me da un infarto.
Vale que son un grupo musical de la época de nuestros padres, ¿pero qué ser humano en la faz de la tierra no conoce a los Beatles?
No obstante, ¿aquello me dio una pista para plantearme de que podrías ser un ghoul? Afortunadamente para ti, no.
Aunque lo que sí pensé es que eras un chico muy extraño. Guapísimo y con un cuerpo tremendamente sexy que haría arder a cualquier mujer toda la eternidad en el infierno por lujuriosa y pecadora... pero más raro que un perro verde.
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—Bu-bueno... —musitó intentado salir del estado de shock—. Es un grupo musical de los años 60. Se hicieron muy famosos y fueron el número uno en todo el mundo con sus canciones. ¿En serio no los conoces?
Ayato negó con la cabeza.
—Close your eyes and I'll kiss you, tomorrow I'll miss you, remember I'll always be true... And then while I'm away, I'll write home everyday, and I'll send all my loving to you... All my loving... I will send to you... All my loving... Darling, I'll be true —cantó Lyra el inicio de una de sus canciones más célebres—. ¿No?
El ghoul volvió a negar aunque se había quedado maravillado al escucharla cantar con su voz tan melodiosa y sólo por eso ya le mereció la pena no tener ni idea de quién era esa gente.
—Me sorprendes, Ayato-kun.
—¿Por qué?
—Primero el móvil, ahora los Beatles... cualquiera pensaría que has vivido toda tu vida dentro de una cueva —le soltó adoptando una expresión burlona en sus facciones. Sin embargo, rápidamente la suprimió al notar la mirada esquiva y taciturna de él—. ¿No es así, verdad? —le preguntó preocupada por si había metido la pata.
—No, pero mis padres murieron cuando era un niño. Mi infancia no fue fácil y no tenía tiempo ni dinero para escuchar música o pensar en la tecnología —se limitó a responder.
—¡Oh, lo siento muchísimo! —se lamentó Lyra llevándose de inmediato las manos a la boca terriblemente arrepentida por su desafortunado comentario—. Olvida lo que dije, ¿vale? —le imploró entrelazando los dedos de sus manos en un gesto de súplica—. A veces soy una bocazas.
—Está bien, no pasa nada —la tranquilizó—. No podías saberlo —le dijo volviendo a encararla con una sutil sonrisa—. ¿Y por qué quieres que escuche a los Beatles?
—Sus canciones son fantásticas, muy pegadizas. Además son cortas y tienen un vocabulario muy sencillo. Seguro que podrás entender su letra sin problemas.
—¿Dónde puedo escucharlas?
—Te descargaré una aplicación de música llamada Spotify —le dijo volviendo a tomar el teléfono del ukaku—. Tienes acceso a millones de canciones de todos los estilos: clásico, pop, rock, electrónica, country... —le mencionó formando una larga lista aunque él no conocía la diferencia que existía entre cada uno de ellos. No obstante, la dejó seguir hablando sin interrumpirla—. Es como una biblioteca musical y el primer mes es gratis. Te crearé una lista con las canciones de los Beatles que debes escuchar al menos una vez en la vida.
—Ok.
—Mañana te preguntaré si te gustaron y espero que me digas que sí porque si no... —murmuró aproximándose a él todo lo posible de modo que sus centelleantes orbes esmeralda sólo podían captar la mirada atónita y oscurecida del otro mientras la punta de sus narices chocaban entre sí percibiendo a la perfección la respiración de cada uno en el rostro del contrario—. ¡Te mato! —bramó con el rostro serio y una escalofriante voz aterradora.
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Ahora me doy cuenta de lo absurdo que sonó mi pobre intento de amenaza.
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