35. ~Lyra~
Poco después del encuentro con Tsukiyama pude conocer a otro de los vuestros gracias a una de las controvertidas ideas que tan sólo se le podrían ocurrir a Kaneki siendo un inspector de ghouls...
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—Bienvenidos —saludó con calma el dueño de la tienda sentado desde la silla de su escritorio.
—Hola, Uta —dijo Haise devolviéndole el saludo de forma amistosa—. Aquí te traigo a todo mi escuadrón para que les tomes las medidas pertinentes y puedas hacer el encargo que te pedí.
—¿Son tus subordinados, Sasaki? —preguntó éste con curiosidad echando una rápida ojeada al grupo formado por los Quinx y su protegida que estaban detrás de él—. ¡Qué jóvenes! —comentó después de que el medio albino le respondiera mediante un simple asentimiento de cabeza.
—Es un ghoul, ¿no? —susurró Shirazu a sus compañeros—. Tiene que serlo...
Mutsuki se llevó el dedo índice a sus labios en un gesto muy claro indicándole que guardara silencio. No obstante, Lyra también lo pensaba pues esos ojos rojos con la esclerótica oscurecida eran exactamente iguales a la de los dos ghouls que la acorralaron en aquel callejón y le parecían muy reales.
—¿Para qué queremos máscaras si no somos ghouls? —preguntó Urie con el ceño fruncido, expresando claramente su disgusto.
—Porque nos vamos a convertir en ghouls.
Todos se quedaron mirándole alucinados, como si esperasen que en cualquier momento Haise estallara en carcajadas diciéndoles que les estaba tomando el pelo y no iba en serio, pero no sucedió.
—¿Primero en tías y ahora en ghouls?¿Qué será lo siguiente? —cuestionó el de dientes puntiagudos todavía dudando.
—Tenemos sus mismos ojos y también sus habilidades. Podemos hacernos pasar por ellos y, si conseguimos infiltrarnos en su mundo, nos será más fácil obtener la información que andamos buscando para llevar a cabo nuestra misión —les explicó con el fin de que se tranquilizaran y guardaran la compostura y, aunque sus discípulos entendieron su punto, no estaban muy seguros de que la CCG fuera a apoyar la excelente idea de su mentor—. Muy bien, pues ahora que está todo aclarado... Uta, cuando quieras puedes comenzar.
El artista no esperó a que se lo dijera dos veces y, haciendo un sutil movimiento de su mano, le indicó al de cabellos castaños que se acercara el primero mientras abría una caja con todos sus utensilios y los sacaba de su interior.
—Cómo molan tus dientes serrados, ¿tienes novia? —le cuestionó una vez que Shirazu se sentó frente a él.
—No... no tengo... —dijo algo cohibido.
—¿Desde hace cuánto? —volvió a preguntar a la vez que le medía el contorno de su cráneo.
—Unos... dos años... —contestó vacilante.
—Pero te gustan las chicas, ¿no?
—Sí, ¡claro! —exclamó avergonzado por que Uta lo dudara.
Luego le tocó el turno a Yonebayashi.
—Soy Saiko, la gente me llama el "hada del castillo" —se autopresentó nada más tomar el lugar de Shirazu en la silla.
—Dime Saiko, ¿qué tipo de cosas te gustan?
—Me gusta la comida, los videojuegos, dormir, el anime, el manga, los dulces... —y así continuó hasta hacer una larga lista.
—Eso son muchas cosas, ¿no? —comentó el artista aunque si realmente estaba impresionado por ello no lo demostró en absoluto.
—¡Yeah! —exclamó la pequeña inspectora feliz.
Después le siguió Urie.
—¿Qué sentido tiene hacernos todas esas preguntas? —le interrogó el azabache desconfiado.
—Me ayuda a conocer mejor a mis clientes y así hacer la máscara más adecuada para cada uno de ellos. Una que lo defina realmente y con la que se sienta a gusto e identificado —se justificó Uta—. Pareces un chico muy serio y orgulloso, ¿podría hacerte una máscara rara?
—¿Por qué? —inquirió el otro en su característico tono cortante.
—Porque sería divertido.
Urie se limitó a encogerse de hombros con su mirada anodina dando a entender que le daba absolutamente igual lo que hiciera.
Y finalmente acabó con Mutsuki.
—Para ser un chico tienes un rostro muy dulce. Tu cuerpo es musculoso pero también delicado... no te vendría mal la ropa de chica —Lyra frunció el ceño cuando oyó ese comentario.
—Bueno, pues ya está hecho —dijo Haise muy ufano—. ¿Para cuándo las tendrás listas, Uta?
—¿Y ella? —preguntó el mencionado centrando su mirada en la violinista que se había mantenido apartada a un lado de la tienda—. ¿Acaso no necesita una máscara?
—¡Oh no! —negó el medio albino con una sonrisa—. Ella no es un inspector de ghouls, es nuestra protegida. Ha venido con nosotros porque no podíamos dejarla sola en casa.
—¡¿Vuestra protegida?! —le cuestionó y, por primera vez desde que entraron en la tienda, la neutralidad en la expresión de su rostro se alteró mostrando un ligero atisbo de confusión ante sus clientes.
—Hace unas semanas que fue atacada por un ghoul y sospechamos que podría volver a hacerlo. Por eso debemos de mantenerla vigilada las 24 horas del día.
—Entiendo... —susurró pensativo—. Aún así, también me gustaría confeccionarle una máscara. ¿Podría hacerlo?
—¿Por qué querrías hacerle una? —le inquirió Shirazu sacando a la luz su lado más sobreprotector.
—Porque me parece una chica muy interesante y me llama mucho la atención. Creo que me serviría de inspiración para realizar una buena creación. Sería como mi musa, por así decirlo. No hay ninguna maldad en ello.
—Entonces se hará lo que ella diga —declaró Sasaki y todos los presentes se voltearon en dirección a la inglesa para saber su opinión.
—Yo... no veo por qué no... —musitó un poco cortada al sentir todas las miradas puestas en ella—. ¿Son muy caras?
—Para ti, sería totalmente gratis preciosa —le dijo Uta empleando un tono de voz un tanto coqueto y provocando que se pusiera roja como un tomate—. Acércate...
La chica obedeció a su comando y, todavía sonrojada, se sentó frente a él para que le tomara las medidas como a los demás.
—¿Cómo te llamas?
—Lyra.
—Es un nombre muy bonito —murmuró por lo bajo—. ¿Y de dónde eres, Lyra? —le preguntó sujetándole el mentón con delicadeza y observando su rostro desde todos los ángulos posibles con interés—. Porque teniendo en cuenta tus rasgos es obvio que no naciste en Japón.
—Soy de Inglaterra, pero llegué a Tokio hace tan sólo unos meses.
—¡Ah...! —exclamó a la vez que la liberaba de su agarre para tomar de nuevo su cinta métrica—. Eso explica porque todos estáis hablando en inglés desde que llegasteis. Lo hacen por ti, ¿verdad?
—Sí, todavía no sé mucho de vuestro idioma —le confirmó ella dejándose medir el perímetro de su cabeza—. Aunque ellos y mis amigos del conservatorio poco a poco también me van enseñando.
—¿Eres músico?
—Sí, toco el violín y me gustaría dedicarme a ello de forma profesional.
—Interesante —musitó mientras apuntaba algunos de los datos obtenidos en su libreta de notas—. ¿Y tienes alguna relación especial con alguno de esos amigos del conservatorio?
—No, sólo somos amigos.
—¿Y con alguien que hayas conocido casualmente por la calle? —le cuestionó dirigiéndole una mirada indescriptible.
—No, nada —volvió a negar.
—Eres una chica realmente bella. No puedo creer que no tengas ningún pretendiente. Seguro que hay alguien que está deseando tener una cita contigo, aunque quizás no sepa cómo decírtelo.
Lyra parpadeó varias veces sorprendida por el comentario.
Se sentía halagada por las palabras del artista, pero dudaba mucho que hubiese despertado algún tipo de sentimiento amoroso en algún chico cercano a ella sin que lo supiera. No obstante, se lo estaba diciendo con una seguridad y una confianza tan firme en su mirada y en su voz que casi estaba consiguiendo que se lo replantara y empezara a sospechar de Shirazu dado que, desde el día que se conocieron, era el que siempre se ofrecía para acompañarla a la escuela de música y parecía estar más pendiente de ella que el resto de los Quinx.
—No podría tener una cita con ningún chico aunque lo quisiera, estamos todo el día encima de ella —intervino Urie hablando con desgana.
—Sí, eso es cierto. Nadie aceptaría tener una cita conmigo en esas condiciones, sería muy incómodo —admitió Lyra centrándose en sus dedos y jugueteando con ellos tímidamente.
Uta no insistió más en el tema pero sus preguntas no habían sido dichas al azar puesto que había percibido con claridad el aroma del sobrino de Yomo en la joven y supo al instante que, según los dictámenes ghouls, le pertenecía.
<<Seguramente ese infeliz que la atacó haya acabado muerto a manos de ese niño>> se dijo a sí mismo.
Todavía lo recordaba de cuando vivía bajo el amparo del Anteiku y la última vez que lo vio fue en el momento que le encargó una nueva máscara con la forma específica de un conejo negro, ganándose así su conocido apodo de Black Rabbit. Tal vez el muchacho se pareciera físicamente a su padre, pero había heredado el carácter temperamental y guerrero de su tío materno cuando tenía su misma edad.
<<Ayato es exactamente igual a él en aquella época. Un luchador rudo, fuerte, decidido y con un sentimiento de protección hacia las personas que valora exacerbado. Lástima que después de entrar a trabajar en la cafetería para Yoshimura, mi viejo amigo cambió volviéndose un hombre de bien y tranquilo. ¡Teníamos unas peleas tan memorables y divertidas los dos juntos! Echo de menos al antiguo Renji Yomo...>> rememoró sonriendo con melancolía.
—Creo que ya tengo todo lo necesario para comenzar. Te prometo que haré una máscara digna de ti, Lyra —le aseguró mirándola con tal intensidad que hizo que la rubia se estremeciera ligeramente en su sitio—. Si me dais una dirección, os las enviaré en un par de semanas.
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Imagínate la cara que puse cuando, al abrir mi paquete, vi en su interior una máscara con la apariencia de una linda conejita.
Se podía observar claramente cómo iba a juego con la misma que, en aquel momento, invadía mis pesadillas y despertaba mis mayores miedos. Sólo que ésta era más pequeña, con los contornos más finos y delicados, barnizada de un luminoso blanco perlado y coloreada en la zona de la mejilla izquierda mediante unas hermosas flores del cerezo.
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