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27. ~Lyra~


En cuanto llegamos al Castillo, Kaneki me presentó al resto de los integrantes del escuadrón Quinx quienes ya se encontraban preparando la mesa para cenar en el amplio comedor de la casa.

La mayoría estaban encantados ante la idea de protegerme y que me quedara a vivir con ellos como si fuera un miembro más de su "familia", especialmente Saiko pues al descubrir que conocía un poco el mundo del manga y los videojuegos me abrazó emocionada diciendo que era la amiga que siempre había deseado tener. Sin embargo, Urie se mostró más neutral y distante. Se le notaba que no le hacía mucha gracia que yo estuviera rondando por allí, aunque lo aceptó casi a regañadientes al considerarlo una misión impuesta por la mismísima inspectora Mado la cual admiraba por su excelente trayectoria en la CCG.

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—Entonces, ¿en qué consistirá el plan? —preguntó el joven inspector sin cambiar en ningún momento la expresión fría y monótona de su rostro.

—Muy sencillo, nos turnaremos entre nosotros para hacerle de guardaespaldas —les dijo Haise al resto del escuadrón—. La ventaja de que Lyra sea extranjera y no tenga allegados en Japón es que nuestra labor se limitará únicamente a escoltarla para que siga acudiendo a sus clases en el conservatorio.

—¿Y no sería más fácil que ella permaneciera todo el tiempo en el Castillo? —le rebatió a su mentor cruzándose de brazos molesto—. Saiko nunca sale de la casa y podría vigilarla mientras los demás hacemos algo de provecho y seguimos investigando y eliminando ghouls.

Un incómodo silencio se formó tras la sugerencia del Quinx, aunque la inglesa no dudó en romperlo al temer que su futuro como violinista peligraba.

—Por favor, dejad que vaya a las clases del conservatorio. Es muy importante para mí —suplicó entrelazando los dedos de sus manos en forma de oración—. Os juro que haré todo lo que me digáis y procuraré no ser una carga.

—¡Pues claro que irás! —bramó Shirazu tomándola de los hombros para que le mirara a los ojos y se convenciera de sus palabras—. No hagas caso a lo que diga este amargado —dijo haciendo un movimiento de cabeza hacia a su compañero—. Si es necesario te llevaré yo mismo todos los días —se ofreció para tranquilizarla.

—No vamos a discutir sobre esto, Urie —declaró Sasaki con una severidad y una rotundidad tajante, dando a entender que no habría ningún debate con respecto a ese tema—. Es nuestra invitada, no una prisionera, de modo que intentaremos que su estancia aquí sea lo más llevadera posible hasta que logremos capturar a Black Rabbit, ¿de acuerdo?

El joven chasqueó los dientes y desvió la mirada irritado ante el manifiesto de su superior, pero no dijo nada más acatando las órdenes del albino.

—Muy bien, entonces mientras vosotros termináis de preparar la cena yo le enseñaré a Lyra cuál será su habitación —les indicó al resto de los Quinx—. Ven, sígueme... —musitó seguidamente a la muchacha para que lo acompañara.

La violinista enseguida tomó su maleta y caminó detrás del inspector hasta que éste se detuvo enfrente de una puerta del primer piso, la abrió e hizo un gesto con la mano invitándola amablemente a entrar.

Cuando Lyra puso un pie en la habitación dio un breve vistazo a su alrededor quedándose maravillada del lugar. Era amplio (casi tan grande como el salón del pequeño apartamento donde había estado viviendo en los últimos meses), con una cristalera enorme que deleitaba la vista con una panorámica increíble de la ciudad de Tokio y unos muebles sencillos pero de excelente calidad.

—¿Aquí es dónde me instalaré? —cuestionó la chica aún atónita por lo que se hallaba ante ella.

—Sí... ¿No te gusta? —le preguntó Haise preocupado.

—¡No, qué va!¡Es perfecto!¡Me encanta! —exclamó alzando las manos y moviéndolas alarmada por qué lo hubiera malentendido—. Bueno, tú has visto esta noche el cuchitril donde vivía y, en comparación con eso, esto es mil veces mejor —le comentó con una sonrisa haciendo que el otro también sonriera mostrándose aliviado—. ¿Y cuánto tendría que pagar al mes por establecerme en el Castillo con vosotros? —preguntó un poco temerosa de no poder cubrir los gastos con la pensión que le proporcionaban sus padres, pues era obvio que el Castillo tendría un alquiler muy caro.

—¡Nada mujer! —negó Sasaki con un ademán de la mano—. Esta casa es propiedad de la CCG y como nosotros, el escuadrón de los Quinx, somos un proyecto especial de la organización es ella quien se encarga de pagar nuestra manutención a parte de nuestro salario.

A Lyra no le sorprendió esa respuesta. De hecho, lo veía justo pues las personas que se encontraban en aquella casa habían entregado sus cuerpos para que experimentaran con ellos y los habían transformado en algo que estaba a medio camino entre un humano y un ghoul para jugarse todos los días el pellejo en la tarea de eliminar a éstos últimos con el fin de que los demás civiles como ella tuvieran una oportunidad de seguir viviendo.

—Aún así quisiera contribuir en algo —insistió ella—. Además, mis padres verían muy extraño que, de repente, no se pagase el alquiler en mi saldo del banco y la verdad es que me gustaría no tener que mencionarles este asunto, podrían obligarme a volver a Londres si consideran muy peligroso que siga viviendo en Japón.

Sasaki meditó durante un momento las palabras de la joven. Tanto la inspectora Mado como él no habían reparado en esa posibilidad y que la inglesa regresara prematuramente a su país podría suponer un ligero traspiés para los planes de la CCG si querían atrapar a Rabbit.

—De acuerdo, hablaré con mis jefes para que me den una cuenta donde puedas ingresar el dinero. ¿Te parece bien que la cantidad ingresada corresponda con la que pagabas el alquiler a la señora Himura? —le propuso—. Así tus padres no sospecharan nada.

—Ok —aceptó Lyra asintiendo con la cabeza—. No me hace gracia tener que mentirles, pero será lo mejor. Cuando me llamen por videoconferencia y vean que la habitación es diferente les explicaré que me he mudado con una amiga porque me sentía un poco sola y no harán más preguntas —murmuró en voz baja mientras tomaba la maleta y la colocaba encima de la cama para comenzar a desempacar sus cosas; no obstante, pronto detuvo su labor cuando asió entre sus manos sus libros del conservatorio—. Haise, ¿tú crees que tus compañeros encontrarán el violín en el callejón? —le preguntó con cierta congoja mientras contemplaba sus apuntes y sus partituras con pesar.

—Créeme Lyra, lo encontraremos —le aseguró con voz firme reconfortando un poco el ánimo de la joven.

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