25. ~Lyra~
No tuve ningún problema con la señora Himura. Tras comentarle lo sucedido, comprendió perfectamente la situación tan delicada en la que supuestamente me encontraba y anuló mi contrato sin hacerme pagar ninguna penalización por incumplimiento del mismo.
Nada más finalizar la llamada, Kaneki regresó al despacho para escoltarme al que había sido mi hogar en esos primeros meses en Tokio y, durante el camino, me explicó todo lo que debía saber referente a los ghouls, la CCG y sobre su propio origen...
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—¿Entonces no se sabe nada de cómo surgieron los ghouls? —preguntó la inglesa anonadada.
—Existen muchas teorías, pero ninguna se puede demostrar a ciencia cierta. Es un completo misterio del que ni ellos mismos conocen la respuesta —le contestó el inspector encogiéndose de hombros.
—¿Y si la conocen pero tienen un pacto de silencio? —aventuró la joven.
—No, yo mismo he interrogado a unos cuántos en Cochlea con respecto a este tema y te puedo asegurar que sus ojos no mentían —le aseguró—. Había miedo, incertidumbre, estrés, desolación... aunque nunca un engaño.
—Cochlea... —murmuró con interés al descubrir un nuevo concepto en todo ese mundo de los ghouls—. ¿Qué es eso?
—Es una prisión de máxima seguridad diseñada para albergar a los ghouls más peligrosos. Cuando capturamos alguno vivo, lo enviamos allí para después obtener información a través de él —le explicó—. No te voy a mentir, Lyra. Es un lugar donde se somete a los ghouls a condiciones muy duras y extremas. Por eso, la mayoría suele volverse muy cooperativo con tal de mejorar un poco su estancia allí o alargar su vida para que no lo consideren inservible y lo ejecuten.
—¡¿Cuándo un ghoul lo consideran inservible lo matan?! —preguntó la rubia horrorizada.
—Es el destino final de todos ellos —respondió el medio albino con cierta tristeza—. Cada vez son más y Cochlea está casi al máximo de su capacidad. No hay fondos para construir otra prisión como esa ni se puede liberar a aquellos que muestren buena conducta porque inevitablemente volverán a matar. Está en su naturaleza. La sensación de hambruna que experimenta un ghoul es mil veces mayor a la de un humano, supera su raciocinio y, lamentablemente, sólo la carne de los humanos puede satisfacerlos.
—¿Tan sólo la carne de los humanos?¿No hay nada más?
—Bueno, también está el café —admitió Sasaki—. Aunque es más un complemento alimenticio que una verdadera comida. Un ghoul no puede sobrevivir a base de café porque no cubre sus necesidades básicas nutricionales, pero lo toman porque sacia un poco su hambruna y es lo único de la comida humana que no les resulta vomitivo y su estómago tolera bien. Si se alimentaran de cualquier otra cosa, a la larga les pasaría fractura.
—Ya veo... —musitó pensativa—. ¿Y qué es lo que los diferencia tanto de nosotros? Porque cuando esos ghouls me atacaron, a simple vista me parecieron unos humanos normales y corrientes.
—Básicamente es su kakuho, un órgano especial que libera unas células denominadas Rc que un humano de forma natural no posee. Según el tipo de células Rc, el aspecto y el lugar de emergencia del kagune varía de un ghoul a otro aunque se pueden englobar en cuatro grupos bien diferenciados: si las células Rc se liberan en forma de pluma y viene del área del hombro se les llama ukaku, si tiene cualidades metálicas y viene por debajo del omóplato es el koukaku, si es semejante a un tentáculo escamoso y vienen de la espalda son los rinkaku y si se parece a una cola que sale de la rabadilla pertenecen a los bikaku.
—De modo que Black Rabbit es un ghoul ukaku, ¿no?
—¡Así es! Veo que lo vas pillando —le dijo complacido—. Pero las células Rc no sólo les otorgan el kagune, también son las responsables de que tengan esa fuerza sobrehumana, su resistencia física o su capacidad de regeneración acelerada. Una herida que para los humanos podría ser mortal, ellos pueden recuperarse por sí mismos si consumen un poco de carne humana.
—Vaya... parecen unas criaturas indestructibles.
—Para un humano sin la preparación ni el arma adecuada lo son —le confirmó el inspector—. Sólo un kagune o un quinque puede dañarles o causarles la muerte.
—¿Un quinque?
—Todos los inspectores tenemos un maletín como éste —le dijo Haise mostrando el suyo propio—. Cuando lo activamos aparece un arma que fue fabricado a partir del kagune de un ghoul eliminado anteriormente.
—Así que, incluso teniendo un cuchillo o una pistola para defenderme, jamás hubiera podido vencer a ninguno de esos ghouls.
—No les hubieras hecho ni un sólo rasguño con eso —negó con contundencia—. Tu única opción hubiese sido tomar uno de los cristales que Rabbit te lanzó para atacarle con su propio kagune, pero él no es idiota y lo haría desaparecer antes de que tocase su cuerpo.
—En ese caso me alegro de haber hecho la mejor carrera de mi vida para huir de él —dijo la violinista llevándose una mano en el pecho aliviada.
Sasaki desvió la mirada incómodo ante el comentario de la chica pues, tal y cómo opinaba la inspectora Mado, sabía que eso en condiciones normales tampoco tendría que haber pasado. Sin embargo, lo mejor era que Lyra no supiera nada al respecto hasta que estuvieran 100% seguros de sus sospechas o Rabbit fuera finalmente capturado por la CCG.
—Ahora que recuerdo, tu jefa mencionó que los Quinx tenían un kakuho en su cuerpo, ¿eso los convierte en un ghoul? —preguntó con recelo.
—No, porque ellos son humanos que tienen implantado en su cuerpo un kakuho limitado y la CCG controla constantemente sus recuentos de células Rc para que no superen un determinado nivel. Gracias a eso están en un perfecto equilibrio puesto que son capaces de crear un kagune como los ghouls para luchar en igualdad de condiciones, pero pueden seguir alimentándose con normalidad y no se sienten atraídos por la carne humana. Yo, por el contrario, sí que se me podría considerar un ghoul porque mi kakuho no está limitado.
—¡¿Cómo?! —exclamó la muchacha quedándose parada en mitad de la calle mientras contemplaba sorprendida al medio albino.
Éste también detuvo su andar a un par de metros de distancia de ella para concederle un poco de espacio, pues entendía perfectamente que en ese instante la joven se encontrara tensa en su presencia al confesarle su verdadera naturaleza, y devolviéndole la mirada en una actitud sosegada le musitó:
—No es ningún secreto y si vamos a convivir juntos es mejor que lo sepas, con el tiempo te hubieras dado cuenta así que sería absurdo ocultártelo.
—¿Eres un ghoul?
—Nací siendo humano. Sin embargo, un doctor sin escrúpulos me utilizó como un experimento y trasplantó el kakuho completo de un ghoul en mí transformándome en uno de ellos —le aclaró—. Tengo un kagune propio, tengo las mismas capacidades de un ghoul y no puedo alimentarme con comida humana porque me resulta asquerosa y me sienta fatal.
—¿Y qué haces para comer...? —le preguntó un poco temerosa.
—La CCG me proporciona toda la carne que necesito para sobrevivir —le contestó con calma—. La obtienen del hospital cuando alguien muere y el fallecido dona su cuerpo a la ciencia. No debes de temerme miedo. Estoy aquí para protegerte, no para comerte.
—Siento haber dudado de ti, es que... —comenzó a excusarse avergonzada.
—Tranquila, estoy acostumbrado a ese tipo de reacciones cuando a alguien le hablan sobre mi condición. No eres la primera persona que lo piensa y tampoco serás la última —la interrumpió Haise restándole importancia al asunto con un sencillo movimiento de su mano.
—Oye, ¿y no le podrían dar también a los ghouls la carne de los muertos para que dejasen de matar de la misma forma que hicieron contigo?
—No muere la suficiente gente al día como para mantenerlos a todos bien alimentados y dudo mucho que algún ghoul aceptara trabajar en la CCG para eliminar a los suyos con el fin de proteger a los humanos. El inspector Arima hizo una excepción conmigo porque una vez fui humano y yo, a pesar de todo, me sigo considerando como tal.
—¿Y qué opina tu familia sobre todo esto? Cuando descubristeis que te habías convertido en un ghoul debió de ser un momento muy duro...
—Lo cierto es que no recuerdo nada de mi vida pasada. La primera imagen que viene a mi memoria soy yo acurrucado en una celda de Cochlea bajo la atenta mirada del inspector Arima. Por lo visto, después de que experimentaran conmigo me abandonaron en plena calle, perdí el control y un escuadrón de la CCG logró capturarme vivo —le confesó cabizbajo—. Pasé mucho tiempo allí y el inspector Arima venía todos los días a verme para hacerme un montón de preguntas sobre mí, aunque yo ni siquiera sabía ni mi propio nombre. De hecho, Haise Sasaki es un nombre que me dio él.
—Por eso también sabes lo terrible que es Cochlea para un ghoul, porque tú mismo lo has vivido —musitó la joven impresionada ganándose un leve asentimiento por parte del medio albino mientras emprendía de nuevo el rumbo hacia la residencia de su protegida—. ¿Nadie te reclamó o te buscó? —le cuestionó poniéndose nuevamente a su vera y caminando a su lado.
—No —le respondió negando con la cabeza—. Lo más probable es que no tuviera familia ni amigos y eso me hizo un buen candidato para el experimento porque, pasase lo que pasase, nadie se preocuparía por mí.
—Lo que me cuentas es terrible, Haise.
—Sí, pero pasar por todo eso me llevó hasta donde estoy ahora. Después de muchas conversaciones el inspector Arima decidió darme una oportunidad y confiar en mí. Gracias a eso obtuve una nueva familia en los Quinx y amigos en la CCG. Ahora mismo estoy feliz con la vida que llevo.
—Me alegro que lo veas por el lado positivo pero... ¿no sientes curiosidad por saber quién eres en verdad?
—A veces pienso en ello —admitió—. No obstante, no deja de ser un pensamiento fugaz porque en el fondo siento miedo...
—¿Miedo?
—Miedo a descubrir algo que me haga perder todo lo que he conseguido como Haise Sasaki.
—Entiendo...
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Luego de que Kaneki me revelara su naturaleza ghoul estuvimos andando un buen rato en silencio hasta que finalmente llegamos al apartamento.
Lo bueno de no haber traído muchas pertenencias cuando viene a Japón es que en menos de una hora ya lo había empacado todo y estaba lista para trasladarme al lugar donde vivían los Quinx ante el asombro de Kaneki, quien se imaginó que tendría la casa repleta con miles de cosas innecesarias y requeriría de varios días para hacerlo.
Cuando salimos de la vivienda (yo por última vez), me encontré con mi vecina de la puerta de enfrente. Era una buena mujer de unos setenta años aunque su afán por saber y controlar todo lo que ocurría en la escalera nos retuvo en el descansillo durante varios minutos hasta que Kaneki amablemente sació toda su curiosidad sobre el motivo de mi apresurada marcha...
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—¡Un ataque de ghouls!¡Ay cielo, cómo lamento que hayas tenido que pasar por una experiencia así de horrible! —exclamó la señora con pesar.
—Tranquila, lo importante es que ya pasó y he sobrevivido para contarlo —la reconfortó la muchacha mostrando una sincera sonrisa.
—¿Y dónde irás ahora? —le cuestionó con interés.
—Eso es confidencial —intervino Haise tomando la palabra—. Por la seguridad de Lyra y la de todos ustedes es mejor que nadie del edificio lo sepa.
—Claro, claro... lo entiendo —murmuró la mujer aunque un tanto desilusionada—. Bueno, supongo que esto es un adiós y no nos volveremos a ver. ¡Mucha suerte Lyra y ten más cuidado cuando andes por la ciudad!¡Procura no ir sola, no te metas en malos barrios y mucho menos de noche! —le advirtió adoptando un rostro severo—. En esta ciudad hay que ir con pies de plomo... nunca sabes cuando te vas a topar con uno de esos monstruos —musitó echando un breve vistazo al pasillo con cierto temor.
—Lo haré, le aseguró que después de esta noche aprendí la lección y no volverá a pasar —le prometió—. Ha sido una vecina maravillosa, espero que les vaya todo bien a usted y a su marido, señora Tanaka —le dijo inclinándose un poco a modo de despedida.
—Gracias, cielo —le agradeció—. Echaré de menos escucharte tocar el violín, tienes talento. Seguro que llegarás a ser un gran músico —se despidió a su vez cerrando lentamente la puerta.
Cuando el característico "clac" de la puerta atrancada se escuchó a lo largo de todo el descansillo Haise se volteó hacia la inglesa y, con su habitual actitud afable y sonriente, le preguntó:
—¿Nos vamos?
—Vámonos —le contestó con un firme asentimiento de cabeza dispuesta a afrontar su nueva etapa en la ciudad de Tokio.
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