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Cuida (y déjate cuidar)

"Niño dorado,

Odio escribir cartas. Se las escribo a mi mamá y mi padrino cuando estoy en Hogwarts, y casi nunca contesto las que me llegan en vacaciones. No es que sea problema tuyo, pero es lo mejor que se me ocurre y servirá para explicar que esta cosa no tenga sentido.

Pansy dijo que debería escribirte. Ni siquiera sé a dónde estarás, o qué haces en vacaciones. ¿Firmas autógrafos también en el invierno? ¿Te vas de viaje con tus amigos de Durmstrang? ¿O la fama no te deja moverte?

Hablando en serio, y no te lo tomes a mal, tengo curiosidad. ¿A dónde van los estudiantes como tú en vacaciones?

Pansy acaba de decirme que fue una mala idea preguntar eso, pero no reescribiré la carta. Puedes ignorarlo, si quieres, o contestarme. Lo juro, es simple curiosidad.

Snape es tu guardián, ¿no? Como tu mentor, no sé. Olvidé la palabra. Sé que hay una palabra para eso. Bueno, tú entenderás de lo que hablo.

¿Te tienes que quedar con él? ¿Cómo se ve Hogwarts vacío?

Debe ser deprimente. No me gustaría ser tú en este momento.

Lo he estado pensando bastante estos días. Sobre tu idiotez y la fama. Tu idiotez es lo peor, pero lo segundo no es culpa tuya. Tampoco eres terrible. Y bailas bien. No me imagino quién te habrá enseñado, aunque me divertiré un rato pensando que fue Snape.

Podría contarte sobre mis vacaciones en casa, pero siento que eso sí estaría mal. En cambio, te diré que puedes venir a cenar un día de estos, si el amargado ese de tu padrino te deja. Dile que mi mamá cocinará, acabo de preguntarle si puedes venir y dijo que sí. No le menciones a mi papá, o Snape te dirá que no de una vez. Y si pregunta, no, Sirius no va a venir, para nada. No, no.

Mi papá y sus amigos no tienen la mejor historia con los Slytherin de su época. Pero tú no eres como ellos y estoy seguro de que te tratarán bien si vienes. Después de todo, me quieren todavía siendo un Sly.

Sirius dice que ya te conoce, de cuando eras un bebé feo y llorón (sus palabras, no las mías), pero no lo debes recordar. Si vienes, te contará historias sobre Regulus. Él dice que fue un buen amigo de tu papá y mamá. No sé si lo recuerdas o no.

Tampoco estoy seguro de que esté bien mencionarlo, o si esta carta será increíblemente deprimente para ti, porque no se me ocurre qué contarte de las vacaciones de navidad que no incluya a mi familia. No es intencional. No quiero hacerte sentir mal.

Pansy me acaba de comentar que las personas que pierden a sus padres de pequeño, no siempre se sienten mal al oír o leer de estas cosas, y yo le acabo de gritar que por qué no me dijo antes, porque esta es la peor carta de la historia de las cartas desde Merlín, y así se va a quedar.

¿Te ríes, al menos? Habrá valido la pena si lo hiciste.

Por cierto, no creas que mi mano me está temblando, es que estoy usando un lapicero (es como una pluma, pero muggle) y no tengo superficie de apoyo.

Peter, un amigo de la familia, se acaba de caer intentando poner la estrella en el árbol (otra tradición muggle, por mi mamá) y creo que debería ir a ver, aunque sea para reírme de él. Siempre se cae, no hay nada nuevo allí.

Tuve que preguntar a Pansy cómo se supone que terminan estas cartas, sus opciones no me gustaron y no pienso usarlas. Lo dejaré en que cuando vengas (si decides venir y Snape no te mete a un calabozo o algo así para evitar que te acerques a los Potter), avisa un rato antes, o un día, o algo así, porque papá tiene que acomodar la red flu para que puedas llegar a la sala y mamá va a gritar si llegas y no hizo el doble de comida. Gritarme a mí, al menos. A ti seguramente te querrá abrazar y decirte qué lindo tu cabello o qué sé yo.

Vas a comer como nunca aquí. Si eso no te convence, no sé qué lo hará.

-H."

0—

Una vez, cuando tenía siete u ocho años, habló con Regulus acerca de animagos. Su primo bromeó sobre que, si era posible ser un dragón, él debía convertirse en uno.

Draco recordaba haberle preguntado por qué.

Fue durante unas vacaciones de invierno también. Su padrino había cogido un resfriado por ayudar a Sprout con unas plantas, en el exterior del castillo, durante más tiempo del recomendable; los amuletos de calor no fueron suficiente esa vez. Draco permaneció sentado a un lado de la cama, por tanto tiempo y tan inmóvil, que Dumbledore le pinchó la mejilla con un dedo, preguntándole si había visto a Medusa a los ojos y nadie le contó.

Me recuerda a ellos, a los dragones —Le explicó Regulus, con una sonrisa divertida que le iluminaba el cansado rostro. En retrospectiva, estaba seguro de que su primo no había dormido más de lo justo durante los tres días del resfriado de Severus—, tu forma de proteger.

El perro sentado junto a él parecía repetirle esas palabras, al ladear la cabeza. Proteger. Draco no intentaba exactamente proteger.

Era demasiado tarde para eso.

—...sabía que ibas a estar aquí —Blaise alcanzó el final del tramo de escalones que daba al piso oculto, le palmeó la cabeza a Leonis al pasar por un lado, y se detuvo frente a una de las dos camas—. Alguien huele a desesperación y pesadillas, y alguien más a ansiedad. Es sofocante para madre y para mí, ¿sabes? ¿Tienes alguna idea de cómo huelen tus nervios? Infestas el castillo entero, Draco.

Ya que él no le respondió, sino que volvió la mirada al pergamino entre sus manos, su expresión se puso más seria. Draco se reacomodó en la orilla de la cama, cubrió mejor con las mantas a Neville, que dormía al lado, y le acarició un hombro, hasta que dejó de retorcerse con débiles quejidos. Pareció seguir descansando sin problemas.

Cuando estaba por regresar su atención a la carta, se dio cuenta de que Blaise se ponía de cuclillas frente a él, para que no lo evitase más.

—Hey, princesa. Está bien, él está bien. Lloró por horas estos días, va a dormir un largo rato para recomponerse —Flexionó los codos y apoyó los brazos en sus rodillas, estirándose sólo para mirar de reojo la carta que tenía—. ¿Cartas de amor, princesa? Alguien me contó que una vez recibiste dos poemas en un año-

Se quejó cuando Draco le dio un manotazo en la cabeza. Luego se rio y le tendió la mano, así que le pasó la carta. Blaise terminó por sentarse en el piso, leyéndola en silencio.

—Ni siquiera necesito estar ahí para oler los nervios. Son peores que los tuyos —Agitó el papel en el aire—. ¿Que le temblaba la mano por la pluma muggle? Por Merlín, si divagaba tanto, es obvio que Potter estaba teniendo un colapso.

Draco se encogió de hombros al recibir la carta de vuelta. Por unos segundos, lo único que se escuchó fue la respiración de Leonis y un ligero ronquido de Neville.

—¿Vas a ir? —Inquirió Blaise entonces, acomodándose otra vez para estar recargado en sus rodillas y mirarlo desde abajo.

—No sé si Severus me deje. Normalmente no salgo en vacaciones, los Mortífagos están por ahí, haciendo algo, sería un peligro tenerme fuera de Hogwarts, para mí y para otros, y-

—Me corrijo —Blaise tenía una media sonrisa, que no dejaba ver sus colmillos—: ¿quieres ir?

Draco vaciló.

—Sí.

—Así que vas a ir.

—No.

—¿Qué clase de lógica es esa? —El chico le frunció el ceño, de un modo tan exagerado que lo hizo soltar una risa ahogada—. No, en serio. ¿Por qué no?

—No puedo ir por ahí- nunca he ido por ahí sin Leonis, y no lo puedo llevar, sería extraño. Este no es un buen momento, y además, Neville me necesita-

—Leonis y Neville ya están grandecitos. Por muy ardua que sea la tarea, sobreviviremos un par de horas sin usted, Su Majestad.

—No estoy jugando —Draco emitió un sonido frustrado y volvió a doblar la carta, como llevaba haciendo desde que la leyó. Abría, revisaba, doblaba, abría; un ciclo sin fin—. Cuando estoy en un sitio sin Leonis, voy con Snape; no voy a llevar a Snape. Tuve que darle una poción calmante a Neville hace media hora, hiperventilaba. Creí que se iba a desmayar y Pomfrey está de viaje por las vacaciones, y-

Blaise rodó los ojos.

—Repito —Puntualizó, despacio, señalándolo con un dedo acusador—: ¿quieres ir?

Silencio. Draco giró la carta entre sus dedos y soltó una pesada exhalación.

—Creo que será incómodo para los dos. No conozco a su familia, ni ellos a mí, y por todo lo que ha pasado, aún no voy a La Madriguera, así que tampoco me he quedado nunca en casa de alguien más y-

—¿Quieres? —Insistió, más suave.

—La verdad es que no tiene mucho sentido que vaya, realmente no somos-

—¡Merlín y Morgana! —Gruñó, dándole un empujón sin fuerza—. Potter te está invitando a comer con su familia porque piensa que estás solo con Snape aquí, es comprensible, porque cualquiera te invitaría si esa fuese tu forma de pasar las vacaciones. No te está diciendo que van a anunciar un compromiso, ni que quiere pasar la vida contigo, o que se hará un Mortífago. ¿Quieres ir? Ve. ¿No quieres ir? Perderás una oportunidad con Potter, pero es problema tuyo, no mío.

Draco parpadeaba cuando se calló. Él arqueó las cejas. Como tampoco hubo respuesta en esa ocasión, suavizó un poco su expresión, al tamborilear con los dedos sobre una de sus piernas.

—Mira —Blaise carraspeó—, tú y yo sabemos que no nos queda mucho tiempo, princesa. Están regresando, se están acercando. No nos engañemos; siempre hemos sabido qué fueron, qué hicieron nuestros padres. Y al primer estallido, tú, yo, vamos a quedar en medio. Ellos no van a esperar a que seamos mayores de edad o sepamos defendernos, ni a que terminemos el año escolar, o nos hagamos una idea de lo que quieren. Tienes que pensar que cada segundo podría ser el último que te quede.

—Es un poco exagerado —Mencionó, desganado.

—Así funcionan las cosas, princesa. Pero no todo es malo. Te veías muy feliz en el Baile —Se estiró para colocarle un mechón detrás de la oreja—. Si este fuese tu último día, ¿no es mejor haber estado así de feliz otra vez?

—Sigue siendo un poco exagerado —Draco intentó reírse, pero no lo consiguió. Volvió a fijarse en la carta entre sus manos—. Neville-

—Bendito Merlín. Yo me aseguro que no se tire de cabeza al Lago o algo así, sólo vete —Cuando levantó las cejas, Blaise se encogió de hombros—. Prometo no morderlo mucho —Le guiñó.

—Mejor sin morder, Blas.

—Me es imposible, princesa. Así demuestro mi afecto.

Ese fue el momento en que Draco sí sonrió.

—Cierto. Te gusta Nevi...

—¡Draco! ¡Sólo me gustaba su olor, una noche! ¡Fue apenas una noche!

Pero él se estaba riendo y ya no lo escuchaba.

0—

"Lunes, a mediodía, si puedes.

Hablamos sobre tus malas cartas y divagaciones allí.

-D."

0—

Draco atravesó la chimenea a las doce y media. Se sacudió el hollín de encima, se echó el cabello hacia atrás, y dio un vistazo alrededor. Intentaba controlar esa sensación de asfixia que tenía desde la mañana, cuando Regulus lo rodeaba con un brazo y le decía que actuase con naturalidad.

Debió preguntarle cuál era su definición de naturalidad, porque dudaba que fuese el ligero temblor de las manos, ganas de salir corriendo y una alarma en la cabeza que advertía que fue una terrible idea. No tenía que haber dejado el lugar más seguro del mundo. No tenía que haber salido sin su guardián, tampoco abandonar a su mejor amigo, que ni siquiera levantaba la vista del suelo al caminar esos días.

Tuvo una semana para pensarlo, darle vueltas, hacerse a la idea. Se imaginó el sentimiento de culpa, la ansiedad. No que también querría formar un agujero en el suelo para esconderse hasta que comenzaran las clases.

Harry se asomó desde el umbral de la sala. Iba descalzo y vestido con un conjunto de dos piezas, que intentó ocultar detrás del muro del pasillo. Saludó con un gesto vago, masculló algo sobre desvelos, le echó la culpa al hombre que también se inclinaba por uno de sus costados para ver a Draco, y pronto desapareció, pidiéndole que esperase ahí. Escuchó sus pies al golpear el suelo cuando corrió lejos y subió unas escaleras.

Mantuvo las manos detrás de la espalda, preguntándose si no tendría que haber llevado algún presente y si era normal que no pudiese dejar de cambiar su peso de un pie al otro, mientras aguardaba. Sin que se diese cuenta, una pequeña sonrisa se le formó al escuchar un grito de Harry, desde arriba. Parecía ir con prisas y quejarse con otra persona.

El hombre que acompañaba al Slytherin vio hacia las escaleras y de vuelta a él un par de veces, como si considerase una decisión importante. Cuando se acercó, Draco se tensó, hasta reconocer la forma de los ojos grises y las facciones.

Sirius Black se puso de cuclillas frente a él, haciéndolo más alto por unos segundos. Tenía una sonrisa feroz, enorme, y que daba ganas de reír con el. Había un gran parecido con su hermano menor, y a la vez, tantas diferencias, que estaba seguro de que se le quedó mirando por más tiempo del apropiado.

—¿Sabías que somos familia? Nunca fui tan cercano a Narcissa. No tendría que haberte dejado creer que estabas solo, hay demasiados Black en el mundo mágico. Y casi todos somos una mierda, a nuestro modo —Se rio de sí mismo, con una carcajada estruendosa, vibrante. Cuando consiguió calmarse, su expresión se suavizaba—. Tú te pareces a ella.

Draco sonrió, a medias.

—Sí, tengo sus ojos, ya me lo han-

—No —Sirius sacudió la cabeza, con aire más distraído—, tú te pareces a ella. En la forma en que ves a Harry, en cómo te paras, en el tono que estás usando para hablarme y que no note que estás temblando. Es un parecido que está más allá de lo físico, enano.

Acababa de abrir la boca, sin tener idea de lo que le soltaría al hablar, cuando unos pasos se acercaron desde el pasillo. Al mago lo reconoció enseguida, lo habría hecho en cualquier momento y lugar, incluso sin haberlo visto antes, por el parecido enorme que tenía con su hijo. A la mujer no. Pero cuando lo saludó desde el umbral, con una sonrisa pequeña y un gesto, se le ocurrió que era bonita. Sonreía como Harry, al menos.

—Oye, deja de asustar al amigo de Harry —James sujetó al otro del cuello de la camisa y tiró, para apartarlo. Sirius protestaba con manotazos al aire y retorciéndose de forma dramática. Entonces se fijó en él—. Lo siento. La casa es un desastre hoy...

Draco dio un paso hacia atrás, sin pensar.

—Si vine en mal momento...

—¡Merlín, no! —Los tres hablaron a la vez, haciéndolo parpadear y quedarse inmóvil en ese punto. Algunas risas, intercambios de mirada, y James mencionó, en voz baja:—. Harry tiraría la mitad de Godric's Hollow abajo si dejamos que te vayas así. Y eso sólo sería antes de comer.

—No nos hablaría hasta las próximas vacaciones —Aseguró Sirius, asintiendo.

—Nos hizo jurar que no íbamos a arruinarlo.

—¡Como si alguna vez arruinásemos lo que fuese, James!

Cuando Harry estuvo de regreso, ya en ropa normal, Draco se cubría la boca con las manos para contener la risa, frente al Sirius que gimoteaba, tendido en el suelo, y James y Lily intentando convencerlo de que soltase el tobillo de su invitado, ya que él no tenía intenciones de huir por lo raros que eran, y romperle el corazón a su ahijado. La expresión del Slytherin pasó de la palidez absoluta a un rubor que le alcanzó las orejas, con una velocidad fuera de lo normal. Carraspeó y su padrino lo miró de reojo, para después abrazarse a una pierna de Draco y lloriquear más fuerte.

Se comenzó a reír, sin disimularlo más, en ese momento. No se percató de que Harry lo observaba con atención, y al hacerlo, también se relajaba. Apenas.

—Yo- sobre lo de- hace rato...—Cuando intentó explicarse, balbuceó, y Draco sonrió un poco más.

—Tranquilo —Se inclinó hacia él, llevándose el índice a los labios—, no contaré en Hogwarts que todavía usas pijamas con snitches doradas.

Harry boqueó. Sirius se echó a reír, James intentó contenerse. Fue Lily quien se acercó para hacerle preguntas, saludar como debía (y como obligó a los otros dos a hacer), y preguntarle sobre sus gustos, en lo que respectaba a comida.

Nadie mencionó lo que fuese sobre ser el niño-que-vivió, ni que parte de su vida fuese de conocimiento general. Sirius le decía "primo", le daba palmadas en la espalda que lo hacían trastabillar, y les comentó, con falso tono solemne, por qué los Black elegían nombres relacionados a la astronomía para sus hijos, cuando la madre de Harry reconoció que el suyo pertenecía a una constelación y le dijo que era muy bonito. Se le cuestionó qué prefería comer de lo que había en la cocina, y siguiendo las predicciones de su compañero, Lily no sólo le dejó una porción imposible de comida al frente, sino que habló de lo lindo que era su cabello y cómo, de acuerdo a ella, sus ojos tenían un tono de gris más precioso que los de Sirius, que juraba que eran del mismo color.

No mencionaron la cicatriz de su rostro, ninguno la observó, ni hicieron ademán de rozarla, como muchos magos pretendían al conocerlo, siempre retractándose a último momento, porque en verdad nadie quería tocar una marca de magia oscura.

James preguntaba sobre el Quidditch, sobre Gryffindor, profesores que le dieron clases y aún estaban ahí. Sirius se empezó a reír cuando se imaginó a Snape cuidándolo de pequeño. Lily los reprendía con la mirada cuando cruzaban una línea imaginaria. Harry parecía indeciso entre avergonzarse o reírse del caótico almuerzo.

Draco pensó, de forma vaga, que así debía sentirse estar en casa. Luego se recordó que él tenía una; no era convencional, ni perfecta, pero era suya.

Si su pequeño mundo de castillos de piedra, podía conectarse a aquel de risas, conversaciones de sobremesa, y Lily poniéndole el postre por delante apenas terminaba, sería todavía más feliz.

—Harry me dijo que tienes algo con el chocolate —Comentó la bruja, inclinada junto a él. Cabeceó hacia los otros tres, que se peleaban por la primera porción de tarta de melaza, estirándose sobre la mesa para alcanzar la bandeja—. Ellos son más de tartas. Esta receta es especial, al estilo muggle: ni un toque de magia.

Ella estuvo horrorizada por diez minutos enteros cuando se le escapó que había crecido comiendo lo que los elfos preparaban. Era de esperarse, porque Severus no cocinaba, ni ayudado por una varita, y a Regulus todo se le quemaba (por supuesto que ese detalle no lo comentó), así que le exigió a Harry que lo invitase de nuevo otro día, porque no era posible que "un chico en pleno crecimiento no comiese nada casero".

Cuando se cumplió el plazo permitido por su padrino, Draco se despidió de los adultos, quejándose de que Sirius lo despeinase y sonriendo cuando Lily le besó la mejilla, haciéndolo prometer que volvería de visita otro día. Incluso le mencionó que le escribiese vía lechuza si Snape no lo dejaba ir, y ella lo arreglaría.

James lo sujetó de los hombros y lo miró con una sonrisa.

—Me alegra que Harry tenga un amigo que sí usa esto —Le tocó la sien, sacándole una risa ahogada a él y una protesta vaga a su hijo—. Sé que a veces es insoportable, pero no es su culpa. No tanto. Hay que tenerle paciencia y tú pareces alguien paciente.

Draco pensó que era el último término con que se describiría a sí mismo, pero lo aceptó, y respondió a su despedida con una igual, antes de que lo soltase, porque la bruja los arrastraba a él y Sirius hacia el pasillo.

Cuando notó que se quedaron solos en la sala que contaba con la chimenea del flu, Harry ya parecía tener dificultades para quedarse quieto.

—Yo- —Comenzó, pero se detuvo y se aclaró la garganta, desordenándose más el cabello con una mano—. Te iba a dar un regalo, ¿bien?

Él parpadeó. Intentó hacer caso omiso a la manera en que su corazón se saltaba un latido, y dio un paso más cerca.

—¿De verdad? —Harry asintió, con una expresión casi angustiada— ¿también fue idea de Pansy?

El Slytherin frunció la nariz y soltó una risa estrangulada, al menear la cabeza.

—Pansy realmente no supo que te escribía, hasta que le empecé a preguntar qué decir —Levantó la mirada hacia él, despacio. La timidez del momento, impropia en el mismo chico que mandaba a otros a golpear a estudiantes que hicieron comentarios ofensivos y le replicaba a sus profesores a mitad de una clase, lo enternecía—. Pero me pareció que "Pansy dice" era una buena excusa para empezar.

—Le ibas a echar la culpa si resultaba mal.

Harry se encogió de hombros, con una ligera sonrisa. Él también sonrió.

—¿Y qué pasó con mi supuesto regalo? —Inquirió, balanceándose sobre los pies, para simular observar detrás de él. Lo vio titubear.

—No se me ocurrió nada lo bastante bueno.

Era probable que, viniendo de alguien más, no lo hubiese encontrado así de tierno. No hubiese reparado en la manera en que bajó los ojos por un instante, la vacilación de la comisura de sus labios alzadas, el cambio de su peso de un pie al otro.

Harry Potter podía tener el apodo no oficial de "príncipe de Slytherin", podía ser representante del club de duelos, de los primeros en la clase de Defensa. Pero ahí estaba, ligeramente sonrojado, buscando palabras para explicarse, y Draco sólo podía pensar que le gustaba.

Se echó hacia adelante, en un arrebato de impulsividad gryffindoresca, hasta casi apoyar la barbilla en uno de sus hombros. Lo sintió tensarse, e incluso podía jurar que contuvo la respiración.

—Hoy ha sido un lindo regalo, Harry —Musitó, cerca de su oído—, gracias. De verdad —Antes de apartarse, presionó un beso contra su mejilla, tal vez más tiempo del necesario—. Nunca había ido a casa de alguien más en vacaciones.

Cuando aclaró lo último, el rostro de Harry pareció iluminarse. Recobró la sonrisa.

—Vuelve cuando quieras, mientras no andes por ahí hablando de mis pijamas de snitches —Advirtió, entrecerrando los ojos. Draco negó, sonriendo.

—Eso nunca.

No quería irse cuando se metió a la chimenea. Pronunció el nombre del colegio con menos entusiasmo que nunca y se mantuvo un poco agachado, de manera que pudiese ver a Harry, de pie en su sala, hasta el último segundo que el viaje mágico se lo permitiese.

Esa sería una de las últimas imágenes que pasaría por su cabeza cuando muriese.

0—

Draco los encontró en el patio, caminando de vuelta, media hora después de llegar. Blaise iba adelante, con las manos metidas en los bolsillos. Neville temblaba, empapado de pies a cabeza, bajo abrigos y amuletos de calor.

Su amigo no pudo explicar nada por el castañeo de sus dientes y ambos lo redirigieron a la enfermería de inmediato, sin dudar. En cuanto se dio la vuelta, Draco le frunció el ceño al estudiante de intercambio.

—¿Qué...?

—Te mentí —Se encogió de hombros—, sí dejé que se cayese de cabeza al Lago. Lo siento.

Más tarde, una vez que estuviese seco, cambiado y cálido, Neville le hablaría de los hipocampos que Blaise lo llevó a ver, a orillas del Lago Negro. Y sonreiría por primera vez en casi dos semanas.

—No hay hipocampos en el Lago Negro —Diría al chico, cuando Neville no podía oírlos. Blaise sonrió y se puso el índice sobre los labios.

—Hoy los hubo.

Por otro lado, la lechuza blanca lo encontró a él a la salida de la enfermería. Cargaba un mensaje de una línea, escrito en un pedazo de papel arrancado, con prisas. Como si intentase no perder el valor retrasándolo.

"No quería que te fueras tan pronto"

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