
Búsqueda...
—...esto es una traición a todos los principios Sly y una enorme falta de...
—Vamos a salvar a Potter, Parkinson, ya cállate.
—Tú no vas a hacer nada, Comadreja, todo lo hará él —La niña apuntó en una dirección al azar con el pulgar y Draco ahogó la risa contra la palma de su mano.
—Error. Estoy a tu derecha —Al decirlo, Pansy estiró la mano, tanteando el aire, hacia la derecha, pero sus reflejos eran lentos, y él ya se había colocado a su izquierda para cuando tuvo alguna posibilidad de alcanzarlo.
—Deja de jugar, esto es serio.
Draco carraspeó, se aseguró de que la capa de invisibilidad lo cubriese por completo, y no revelase su verdadero paradero a la cautelosa mirada de la Slytherin, a quien le había pedido que se diese la vuelta para colocársela y que no se enterase; supuso que intentaba descifrar cómo manejaba un glamour o un encantamiento desilusionador tan complejo, y una parte de él, esa que era orgullosa y vanidosa, se sintió satisfecha con que lo creyese tan hábil para la magia avanzada, así que no encontraba motivos para sacarla de su equivocación.
—¿Qué es lo que nosotros —Ron abarcó a los tres Gryffindor (él, Hermione, Neville) con un gesto amplio— vamos a hacer?
—Mientras Parkinson y yo buscamos este...objeto —Seleccionó la palabra con cuidado. Dumbledore le había pedido mantener a los conocedores de la situación con Voldemort al mínimo, al menos, hasta que tuviesen una idea real de la magnitud de sus planes de regreso— que metió en problemas a Potter, Hers y tú sólo deberán distraerlo. Peleen con él, empújalo si hace falta, Ron, dile que su papá es el peor Auror del Ministerio, lo que sea.
Su amigo esbozó una sonrisa ladeada, con ese toque malicioso que lo hacía incluso más similar de lo que ya era de por sí a los gemelos.
—Tengo un par de cosas interesantes que quiero decirle desde que habló de mi familia delante de nosotros...
—No te pases, Ron —Advirtió, bajando el tono de voz—, no hagas de esto nada que no sea una pelea de estudiantes. Si te hace algo, nos meterás en problemas serios.
Ron bufó, pero cedió con un asentimiento.
—Y tú asegúrate de que él no haga nada exagerado —Hermione no tenía que verlo a través de la capa para saber que le hablaba a ella. Asintió también.
—¿Y yo- yo qué haré? —Neville levantó el brazo, titubeante, para capturar su atención. No dejaba de encogerse y hacer pucheros; él apenas podía entender cómo un ser humano tenía ese nivel de timidez, y aun así, la capacidad de hablar de forma entendible.
—Neville, tú serás mi salvaguardas.
El aludido boqueó, los ojos abiertos de sobremanera buscándolo a través del aire.
—¿Qué es eso? —Ron arrugó el entrecejo. Por supuesto que Hermione se apresuró a contestar.
—El salvaguardas es...una medida que se toma cuando ocurre un daño, o por un posible daño, es- es una prevención.
—Y también es el auxilio cuando todo sale mal.
Fue Pansy quien resopló.
—Si contamos con que Cortocircuito Longbottom haga las cosas bien para rescatarnos, vamos a terminar petrificados al lado del Barón Sanguinario —Draco se hubiese limitado a dirigirle una mirada desagradable, si no hubiese sido por el detalle de que ella ni siquiera podría darse cuenta de que lo hacía.
—Luego hablaremos de ese "Cortocircuito" —Indicó, meneando la cabeza—. Neville, lo único que quiero que hagas es que te quedes en el baño de niñas, y si Potter, de alguna forma se escapa de Ron y Hers, y va para allá, lo detengas con todo lo que tienes.
El niño parpadeó un par de veces, aturdido.
—¿Ba- baño? ¿dijiste baño- baño de niñas?
—Sí.
—Es obvio que es una forma de decirte que no harás nada por nosotros y que sólo te quiere lejos para que no causes pro-
—No lo es —El tono duro de Draco la silenció. Él chasqueó la lengua y se aproximó a Neville, hasta que quedaron cara a cara, sólo que su compañero no podía notar su presencia así de cerca—. Neville —Insistió, en un susurro, sólo para él—, hay algo importante que necesito que cuides allí. Potter no debe entrar, por nada del mundo. Te lo estoy pidiendo a ti. Eres mi salvaguardas, ¿de acuerdo? Y si yo no puedo hacerlo, porque estoy aquí, cuento con que tú sí.
De pronto, la expresión de Neville se hacía menos vacilante. Frunció el ceño, apretó las manos en puños a sus costados, y asintió. Todavía temblaba un poco, pero él decidió que no tenían que tomarlo en cuenta.
—Nos veremos en un rato, espero —Pansy ya iba camino a las mazmorras cuando se despidió de sus amigos. Apretó el paso para alcanzarla y avanzó junto a ella, seguro de hacia dónde se dirigían, mas sin hacerle comentario al respecto. Supuso que la niña ya se lo imaginaría, dada su relación con Snape, porque no se molestó en ocultarle la entrada a la Sala Común de Slytherin.
—Ahora cúbrete los oídos.
Aunque sí fue delicada acerca de la contraseña. Draco rodó los ojos por debajo de la capa y obedeció. Cuando el pasadizo se abrió frente a ellos, bajó los brazos y la siguió dentro.
La Sala Común de Slytherin era, por lo que sabía, la más silenciosa de las cuatro Casas; los muebles eran amplios, mullidos, lujosos, las decoraciones extravagantes, sombrías y perfectamente organizadas. Sus estudiantes no jugaban en la sala, donde cualquiera pudiese verlos, y los mayores, a diferencia de los Gryffindor, no se quedaban dormidos tendidos en una de las sillas, roncando sin gracia alguna. Él pensó que tampoco estaba mal.
—¿Cómo sabemos que Potter no lleva el diario consigo? —Inquirió, porque al fin y al cabo, fue idea suya ir a buscarlo, después de que Dumbledore la escuchase y le dijese, sin detalles, que era el diario el responsable de lo ocurrido con su amigo. Pansy dio un vistazo bien disimulado alrededor y fingió que se rehacía la coleta, para que sus brazos y los mechones en movimiento le cubriesen parte del rostro al contestarle.
—Lo lleva a todas partes estos días —Aclaró ella, entre dientes y sin mover los labios más de lo justo, y se adelantó a lo que él iba a decirle con un:—, pero se lo saqué del maletín anoche, pidiéndole una de sus vuelaplumas, y lo cambié por uno que era del mismo tamaño y color. El real debe seguir arriba.
Draco tuvo que concederle que era un buen truco. Tramposo, mentiroso, pero bueno. Útil.
Pansy los hizo desviarse hacia un tramo de escaleras, y de ahí, a los pasillos contiguos que daban a puertas dobles de una madera gruesa y recubierta de tallados complicados. Avanzó más lento a medida que se acercaban, cuidadoso, sin dejar de mirar alrededor. Tocó la puerta al detenerse, y fue cuando no recibió una respuesta a su llamado, que la empujó y se asomó dentro. Draco, detrás de ella y aún escondido, hizo lo mismo.
Los cuartos eran de dos camas, más grandes que las de la Torre; además del espacio extra y la diferencia entre la calidad de los muebles y la baja temperatura, no era gran cosa lo que separaba a las habitaciones de Gryffindor de las suyas. También tuvo que admitir que no le habría importado tener una cama más amplia.
La niña le sostuvo la puerta y la cerró en cuanto lo escuchó chasquear la lengua, a manera de señal. Apuntó la cama y el baúl de Potter. Draco caminó hacia este, agachándose al frente.
Tenía una cerradura integral mágica, sellada bajo una combinación de cuatro dígitos. Él boqueó, con el índice a unos centímetros del panel numérico en la tapa de madera.
—De casualidad, ¿no sabrás cuál es su contraseña?
Ella soltó un bufido, le susurró que se apartase y se puso de cuclillas a un lado, empujándolo —sí lo alcanzó esa vez— y acomodándose la falda a la altura de las rodillas, para que no le molestase al flexionar las piernas. Presionó los cuatro dígitos sin dudar.
—El número de James Potter en el equipo de Gryffindor del 75 y su número de posición como Cazador ágil. Por supuesto que tú no sabrías de eso —No pudo evitar la impresión de que sonó a que se lo restregaba en la cara. Draco parpadeó, ignoró su ligera molestia con un carraspeo, y se dedicó a inclinarse sobre el borde del baúl y hurgar entre sus pertenencias. La niña, en cambio, volvió a ponerse de pie y regresó junto a la puerta, por si acaso—. Esto es una terrible invasión a su privacidad...no sé cómo sean los Gryffindor, pero los Sly valoramos mucho nuestra privacidad.
—Créeme, Potter estará feliz de que hayas invadido la suya cuando lo saquemos de este problema en que se metió —Murmuró él, sin prestarle verdadera atención. ¿Quién necesitaba tanta ropa casual para un internado? ¿Por qué tenía varios pares de zapatos deportivos, siendo que no se practicaba más deporte que el Quidditch en Hogwarts? Y más aún, ¿por qué Potter tenía una snitch vieja y fuera de su caja en el baúl?
La gente podía contar con las pertenencias más extrañas, opinó.
Se dio cuenta de cuál era incluso antes de girarlo para revisarlo. Destacaba por no encajar con los suéteres nuevos y los conjuntos de túnicas impecables. Lo sujetó, le dio la vuelta, y leyó el nombre en la placa.
Sí, lo tenían.
—Date la vuelta —Pidió a la Slytherin, haciendo caso omiso de su bufido incrédulo. Esperó a que lo hubiese hecho para ponerse de pie, se quitó la capa y la enrolló para meterla bajo su suéter marca Weasley. Arrojó sobre la cama más cercana —la de Potter también, se imaginó— al Sombrero Seleccionador, que llevaba escondido hasta entonces—. Necesito que sostengas esto con las dos manos, lejos de tu cuerpo...
Pansy tenía el entrecejo arrugado cuando agarró el diario, le aseguró que ese era el que Harry llevaba a todas partes los últimos días, e hizo lo que le dijo.
—¿Qué vas a...? ¡Merlín! —Ella ahogó un jadeo y Draco le chisteó para que se callara, mientras deslizaba la espada de Gryffindor fuera del Sombrero—. ¡¿Qué se supone que harás con eso?! ¡Merlín, los Gryffindor están locos...! ¡No debí pedirte ayuda a ti!
Él volvió a chistearle, adoptó la posición que la profesora A le indicó con el guardapelo, y levantó la espalda. Sólo necesitaba un corte, o sólo tenía que atravesarlo; le parecía que la segunda opción era la más segura. El agarre de Pansy vacilaba.
—Sostenlo bien.
—No voy a ser decapitada sosteniendo un diario feo, ¡ni siquiera es mío!
—¡No te voy a hacer nada! —Emitió un largo quejido y negó—. Sólo- quieta, ¿de acuerdo? Y no grites.
Ella, sin embargo, tenía cara de estar preparada para gritar cuando se lanzó hacia adelante y empujó la punta filosa contra una de las caras del diario abierto. Hubo un instante de resistencia, en que tuvo que aferrar el mango con ambas manos y empujar, para que lo atravesase hasta divisar el extremo contrario al otro lado de la cubierta.
Pansy tenía la boca abierta en un grito mudo cuando dio un paso hacia atrás y bajó la espada. Draco esperaba el estallido de magia oscura que jamás llegó.
¿No había sido demasiado fácil?
—¿Eso es...todo? —La niña miró el diario arruinado, luego a él. Draco hizo ademán de girar la espada y presumirle que ya lo había hecho todo, pero tenía poca práctica y esta se le fue hacia un lado. Ella contuvo la risa al verlo maniobrar para atraparla en el aire, sin cortarse.
—Sí, eso- eso fue todo, creo. A menos que quieras que lo rompa más.
—Sólo quiero tirarlo a la basura —Replicó Pansy, sacando la varita para hacerlo levitar lejos de ella.
Cuando Nott entrase, unos minutos más tarde, Draco estaría escondido bajo la capa, Pansy regresaría la 'vuelapluma prestada' al baúl, lo cerraría, y distraería a su compañero Slytherin preguntándole por el misterioso paradero de Potter, mientras él se escabullía por un lado.
Se encontraron en el pasillo que daba hacia las escaleras por las que se bajaban a las mazmorras. Draco dobló en la esquina, se sacó la capa de nuevo cuando estuvo seguro de que nadie lo notaría, y la enrolló para meterla bajo su ropa, a la vez que se acercaba por detrás a sus amigos. Ron y Hermione parecían tener una discusión, que se silenció cuando se percataron de que iba hacia ellos.
Ambos pusieron tales expresiones de culpa, que enseguida perdió el entusiasmo por la misión recién llevada a cabo.
—¿Qué pasó? —Fue lo único que preguntó, pasando la mirada de uno al otro. Ron la apuntó y ella, aunque enojada por la traición, tuvo que adelantarse para explicar, con gestos incluidos, que perdieron de vista a Potter cuando los descubrió siguiéndolo, después de escaparse de ellos, y ya no tenían excusas para retenerlo.
Luego Potter había levitado unas arañas hacia la cabeza de Ron y las dejó caer sobre su cabello; por la manera en que su amigo tragaba en seco y empalidecía al recordar el suceso, tuvo una idea bastante clara de lo que ocurrió y cómo Hermione tuvo que abandonar su tarea para tranquilizarlo.
Suspiró y se echó el cabello hacia atrás. Bueno, no era como si hubiese sido un fracaso, ¿cierto?
—¿Saben qué? No importa. Tenemos el diario, eso es lo importante. ¿Fueron por Neville para decirle que puede abandonar su puesto? —Los dos intercambiaron miradas y negaron. Sus expresiones le dejaban en claro que se olvidaron por completo del pobre Longbottom, y Draco no sabía si reírse o sentir lástima por el niño—. Bien, yo voy. Mientras, vayan a avisarle a Dumbledore que el diario fue destruido. Y llévenle esto de regreso —Le pasó el Sombrero Seleccionador a Hermione, que lo abrió y ahogó un grito al visualizar el contenido. Él le restó importancia con un gesto.
Se fueron en direcciones diferentes y Draco se apresuró a subir por los tramos de escaleras, antes de que cambiasen y tuviese que esperar una vuelta completa para alcanzar el siguiente piso. Contó puertas hasta dar con la del baño, no tan distinta de las demás, y se asomó, dando un vistazo en busca de la cabellera rubia de su compañero.
No estaba.
Draco abrió la puerta por completo y se paró bajo el umbral. El silencio era sólo interrumpido por el distante goteo de uno de los lavabos inservibles y un correr de agua lejano, a través de las tuberías. Cruzado de brazos, avanzó unos pasos y giró, en caso de que no lo hubiese distinguido a simple vista por hallarse escondido. Tampoco era así.
No podía creer que Neville no hubiese hecho lo único que le pidió, algo para lo que ni siquiera tenía que esforzarse.
Estaba listo para volver a la Sala Común de Gryffindor y preguntarle a dónde había quedado su lealtad y su valor, cuando escuchó el rechinido de la puerta al cerrarse.
La cicatriz en el pómulo le hormigueó, de ese modo curioso en que suele hacer una extremidad dormida, sólo que él estaba seguro de que no funcionaba así con el rostro. Se llevó una mano a la zona y palpó, sin pensarlo, al tiempo que daba un paso hacia atrás y veía alrededor otra vez.
Correría, decidió. Se dio la vuelta, con dirección a la puerta, pero no llegó a avanzar un solo paso.
Uno a uno, sus músculos se pusieron rígidos, sometidos a una presión invisible que lo inmovilizó. El aire se hacía más pesado, más difícil de respirar.
Harry Potter estaba de pie ante la puerta, en ese espacio que había estado vacío cuando él entró, cruzado de brazos. Pero no era Potter, porque Potter era el niño de los bonitos ojos verdes, y ese que estaba ahí los tenía rojos.
Tragó en seco. Él debió darse cuenta, de alguna manera, porque le enseñó una sonrisa torcida y desagradable.
—Bú —Pronunció, despacio. Draco no pudo pensar en una simple respuesta, antes de sentir el golpe en la parte de atrás de la cabeza, que lo envió hacia adelante.
Después el mundo se oscureció por completo.
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