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Basiliscos y dragones

—...estoy completamente seguro de que mi nombre no estaba en el Cáliz. Yo no lo puse ahí, al menos, y dudo que alguien más lo haya hecho. Karkaroff estaba convencido de que Krum sería nuestro Campeón, incluso lo entrenó por vacaciones. Ahora todos me verán como un traidor a Durmstrang básicamente, pueden ser bastante radicales con estas cosas, aunque ese no es el problema...es probable que tú nombre  estuviese ahí, entonces la pregunta es- ¿me estás escuchando, princesa?

—¿Por qué le dices 'princesa'? —Más allá de su verdadero foco de atención, Neville se inclinaba por uno de sus costados para preguntar a Blaise, que estaba sentado a su otro lado, y abarcaba al niño-que-vivió con un gesto, como si estuviese diciéndole "sólo míralo y sabrás por qué". Hermione y Ron estaban en la grada inferior, mirando hacia arriba, hacia ellos; fue el segundo quién replicó, con un bufido.

—Es obvio que Draco no piensa que sea lo bastante importante contarle algo así a sus amigos. Era mucho trabajo decirnos "oigan, entraré a un torneo mortal, prohibido para nuestra edad, y buscaré la gloria eterna para aumentar mi ego..."

Draco frunció el ceño al escucharlo. Desde el otro asiento, Ron imitaba el gesto, consciente de que por fin había dejado de divagar y lo observaba.

—¿Es en serio, Ron? —Su compañero se cruzó de brazos, estrechando los ojos—. Por Merlín, no vas a pensar que yo puse mi nombre ahí.

—¿Entonces cómo fue que llegó al Cáliz, Draco?

—No sé- alguien lo puso, pero yo no fui, ¿no acabas de escuchar lo que dice Blaise?

—¿Y por qué tengo que confiar en lo que sea que diga él? ¡Ni siquiera lo conocemos! Te ha estado siguiendo desde que llegó, pero-

—Confía en mí —Lo cortó, con un susurro—. Te estoy pidiendo que confíes en mí. ¿Cuándo les he ocultado algo así? ¿Te he mentido?

Su postura vaciló.

—Te había dicho que no me hubiese gustado entrar al torneo, Ron, ¿recuerdas? —Había sido unas semanas atrás, cuando anunciaron el método de selección, pero por la manera en que dejaba caer los hombros y los brazos, lánguidos, a sus costados, sí sabía de qué hablaba.

Suspiró y asintió dos veces, despacio.

—Te creo —Musitó, más cohibido, y resopló—. Sí, sí, bien. Te creo, compañero. Lo siento, me puse un poco...ya sabes.

Ron le dio una palmada en el brazo y le mostró una sonrisa de disculpa, avergonzado, que él devolvió con creciente alivio. Miró hacia Hermione por un instante; su amiga se encogió de hombros con una sonrisa más pequeña.

—Yo nunca dudé —Casi lo presumió frente al chico, elevando la barbilla y echándole un vistazo de reojo. Ron enrojeció un poco al captar el punto y carraspeó, pretendiendo ignorarla.

Junto a él, Neville se inclinó hacia adelante, sólo lo suficiente para sacudir uno de sus brazos y captar la atención del resto.

—¿Pero qué vas a hacer? —Inquirió, con el entrecejo arrugado. Su expresión le hacía pensar en la misma que ponía cada vez que le decía que tenían que darle comida a Salazar y quería que lo acompañase. Se sintió un poco culpable de tenerlos tan nerviosos a todos.

—Es obvio que el profesor Dumbledore no los dejará participar —Contestó Hermione, titubeando cuando ninguno contestó—, ¿o sí?

Ambos intercambiaron miradas.

Cuando estuvieron en el cuarto detrás del comedor con el resto de los Campeones y directores, se sembró el caos, mientras intentaban decidir qué hacer y averiguar lo ocurrido. Karkaroff le gritó a Blaise, hasta que la profesora A le dirigió una mirada más mortal que un Avada y el pobre idiota empalideció y boqueó. Madam Máxime decía estar indignada. Fleur, resguardada detrás de la figura de su enorme directora, lucía confundida.

Dumbledore lo había hecho chocar contra uno de los estantes con reconocimientos a los estudiantes de generaciones pasadas, cuando se le acercó demasiado rápido. Lo sujetó de los hombros y lo zarandeó, preguntándole varias veces si había puesto su nombre en el Cáliz de fuego. Draco tuvo que gritar su respuesta, porque parecía no escuchar sus "no, yo no fui, yo no fui" ni entender las sacudidas de cabeza que daba.

Cuando comprendió, el director no sólo lo dejó ir, sino que se apartó como si el tacto le quemase y no tuviese idea de lo que acababa de hacer. Karkaroff le había preguntado qué harían, y tras un momento de silencio tenso, él dijo que no podían ir en contra de sus propias reglas y mucho menos cuando dos de tres campeones fueron elegidos de ese modo.

A él le pareció, por un instante, que no era su voz la que lo decía. Draco la reconocería donde fuese, de horas en su despacho, de los saludos entre pasillos, de cuando se agachaba a su lado en los invernaderos, en esa época en que todavía era un niño que no alcanzaba a entender por qué estaba donde estaba, así que lo distraía y animaba con preguntas.

Nunca lo había tratado así. Nunca había visto que lo hiciese con nadie más tampoco; todos conocían a Dumbledore por su calma e inalterable paciencia.

Aún le dolía un poco la espalda del impacto.

Decidió que estaban solos en eso. Tal vez no por completo, pero era mejor no contar con más ayuda que la de esas personas que lo rodeaban.

Draco se inclinó hacia adelante, recargando los codos en las rodillas.

—¿Pueden hacer algo por mí?

Hubo dos respuestas afirmativas e inmediatas, de Blaise y Neville. Un asentimiento de Hermione y una mirada cargada de curiosidad de Ron.

Comenzó a explicarles.

No es que Draco hubiese elegido ese punto de reunión sólo por ese motivo. Puede que lo hubiese sabido desde el primer momento, como puede que le gustase la idea de encontrarlo con desviar un poco la mirada.

Pero no, no era sólo por Harry Potter que estaba ahí.

Las gradas constituían un punto aislado, de fácil acceso, que se la pasaba vacío cuando no había juegos o prácticas. Podían hablar sin interrupciones, y aunque colocaban ese hechizo de zumbido a su alrededor, que Hermione consiguió de un libro, tampoco tenían que preocuparse por disimular. Era más cómodo que conversar en el Gran Comedor o la Sala Común, y también le gustaba más que la biblioteca. Y de nuevo, no era por él. No, no era porque, desde el comienzo del año y el aviso de que el Quidditch se cancelaba, Potter fuese a practicar persiguiendo una Quaffle y arrojándola al aro, encantado para estar en perpetuo movimiento, o simplemente se pusiese a dar vueltas por el campo sobre la escoba.

Era interesante verlo, y cuando conversaban, a Draco, quizás, le gustaba echar un vistazo y luego continuar con sus asuntos. No era nada de lo que tuviese que preocuparse.

Cuando llegó a un acuerdo con los chicos, estos empezaron a desviarse hacia otros temas de menor relevancia, y se puso de pie de un salto, porque Potter se bajaba de la escoba cerca de los vestidores, tendría que haber sabido que tal vez  era momento de hacerse un par de preguntas. Sin embargo, les dijo algo sobre alimentar a Salazar y buscar a Leonis (Regulus estaba abajo, de nuevo), y se bajó de las gradas entre saltos, perdiéndose detrás de estas. Los escuchó murmurar a su paso, mas no prestó atención a lo que decían.

Una vez fuera de su vista, se sacó la capa de invisibilidad de su suéter favorito (el tejido por Molly de ese año, una selección de hilo de un gris similar al de sus ojos y una "D" oscura), y se la echó encima para cubrirse. Fue hasta un costado de los vestidores y aguardó, con la espalda recargada contra una de las paredes.

Harry salió recién cambiado, con el cabello todavía húmedo. Iba solo, como cada una de las veces que lo había observado dar vueltas por el campo durante esas semanas.

Cuando empezó a caminar de vuelta al castillo, Draco lo siguió. Un metro, dos metros, cinco, diez. Aún no llegaban a las escaleras de piedra cuando el Slytherin soltaba una pesada exhalación, bajaba la escoba, y daba una ojeada alrededor.

—¿Malfoy?

Draco sentía que las mejillas le ardían un poco cuando era descubierto; por otro lado, una emoción absurda lo invadía al saber que lo distinguía. Incluso con el capa, él lo hacía, y esa realización le daba vértigo, una sacudida en el estómago, lo mareaba. Le recordaba que su madre solía distinguir a cierta persona a través de la capa también.

—¿Qué quieres? —Preguntó Harry, ceñudo, en cuanto le respondió con un vago sonido afirmativo— ¿vienes a presumir?

Abrió y cerró la boca, y tras un instante, se sacó la capa, dejándola doblada sobre uno de sus antebrazos.

—¿Por qué presumiría hoy? —Harry rodó los ojos al escucharlo.

—Es obvio que todavía eres un idiota necesitado de atención y no pudiste evitar poner tu nombre...

—Yo no-

—...en el Cáliz, metiéndote en un torneo altamente peligroso y mortal —Siguió, ignorándolo con maestría—, y demostrando, otra vez, por qué todos mis compañeros dicen que los Gryffindor no tienen ningún sentido de la autopreservación y...

—Te estoy diciendo que yo no-

—...todo por una estupidez como la gloria eterna y bla, bla, bla, galeones que ni siquiera necesitas y una estúpida copa, y...

—¡Yo no puse mi nombre ahí!

Harry calló. Él también. Se observaron por unos segundos, luego el Slytherin cambiaba su peso de un pie al otro.

—¿De verdad? —Draco asintió. Él bufó y dio un paso lejos—. Oh, vamos, ¿esperas que te crea eso? ¿Quién más pondría...?

—Había una línea de la edad, ¿recuerdas? —Harry formó una línea recta con los labios, pensativo—. Dibujada por Dumbledore. ¿Crees que Dumbledore hubiese querido que yo entrara?

—Bueno...no —Puntualizó, vacilante.

—¿Y yo? ¿En serio crees que después de un profesor intentando matarme, un Basilisco y desaparecer en la línea tiempo-espacio, no quiero un año tranquilo? Estaré loco —Se rio sin ganas—, pero no estoy tan loco.

Harry meneó la cabeza, en un gesto que sólo podía interpretar como su forma de aceptarlo sin decirlo. Y a él le bastó.

—Supongo que nadie puede estar tan loco. Ni siquiera tú, cara-rajada.

Draco rodó los ojos y sonrió a medias. Cuando el Slytherin siguió su camino, él iba a un lado, y se mantuvieron en silencio durante algunos metros, hasta que Harry insistió.

—Pero de verdad, ¿qué quieres ahora? ¿Seguirme es algo así como tu nuevo pasatiempo, el reemplazo del Quidditch de esta temporada?

Se encogió de hombros. No podía explicarse por qué rehuyó de su mirada durante el tiempo que intentó dar con otra respuesta dentro de su cabeza.

Estabas jugando solo y te estaba viendo, y sólo quise acercarme. No podía usar esa.

Quería explicarte lo del Torneo. No, aquella tampoco era.

Pensé que podríamos hablar un poco. No, no.

No tenía nada mejor que hacer. Le sonaba falsa. Lo cierto era que tenía mucho que hacer ese día, empezando por hablar con su padrino y Regulus sobre el Torneo.

Resopló. Potter se había dado la vuelta para encararlo y ambos cerraban la mitad del paso en las escaleras de piedra que llevaban a la entrada.

Y de pronto, tuvo una idea y sonrió, desconcertándolo. Era divertido provocarle esa expresión aturdida.

—¿Quieres ver algo increíble?

Harry daba otro vistazo alrededor.

—Debería volver a mi Sala Común.

En respuesta, él desdobló la capa y la agitó en el espacio entre ambos, a manera de invitación.

—Esto es más emocionante que la sala fría y húmeda de las mazmorras.

Ninguno sabría que alguien dentro del castillo veía a Draco cubrirlos a ambos con la capa y al par de adolescentes que se desaparecían en medio del patio, de repente y sin previo aviso.

Permanecieron en silencio hasta haber atravesado la puerta del baño, que Draco cerraría para sacarles la capa de encima. Antes de que hubiese dicho cualquier cosa, un chillido lo interrumpía, y una niña fantasma levitaba hacia Potter para saludarlo, pegándose a él. El pobre Slytherin intentaba apartarse sin ser obvio y terminaba con una expresión contrariada que suplicaba auxilio.

—No me digas que vamos a donde creo que vamos...—Harry empalideció un poco al fijarse en los lavabos. Podía entender por qué y tal vez esa era la razón para que lo hiciesen.

Tal vez era su modo de generarle un mejor recuerdo sobre ese que debía tener.

—Él siempre baja —Decía Myrtle, flotando sobre la cabeza del niño-que-vivió—, yo lo he visto. Se deja, la criatura, digo. También lo he visto.

Harry arrugó el entrecejo y lo observó con curiosidad. Draco le agarró la muñeca y tiró de él una vez, con suavidad, dándole la oportunidad de irse por esa puerta si en verdad se rehusaba a bajar.

No lo hizo.

Los ojos verdes lo miraban, brillantes y enormes, mientras hablaba en pársel para abrir la entrada. Draco recordó, de forma vaga y con un cosquilleo en el estómago, que su primera impresión de él fueron a causa de esos ojos. Todavía le parecían los más bonitos que había visto.

(Quizás entonces más que nunca)

No hablaron en todo el trayecto, ni cuando estuvieron dentro. Harry, tenso, se quedó en la entrada de la Cámara, el comienzo del pasillo largo que finalizaba en la estatua, y Draco avanzó, solo, para sisear al Basilisco que emergió de la boca del antiguo Salazar Slytherin.

El Slytherin estaba pálido cuando vio a la serpiente enorme deslizarse hacia él, formando bobinas escamosas en el suelo, a medida que rodeaba a Draco. Este le acarició un costado.

—Sólo necesitaba de alguien que no le pidiese hacer daño —Le aseguró, poniéndose de puntillas para verlo por encima de la piel de Salazar. Harry boqueaba.

—¡Creí- que esa cosa estaba muerta!

—¡Sh! —Draco le frunció el ceño— ¡es sensible, no le hables así! Lo siento, Salazar —El Basilisco emitió un débil siseo en respuesta, bajando la cabeza hasta el suelo, para que le palpase un lado.

—¿Por qué tienes un Basilisco domesticado en Hogwarts? —Insistió, con la voz ligeramente aguda— ¡¿por qué tienes un Basilisco y punto?!

—Es divertido y ya estaba aquí, yo no lo traje.

Potter parpadeaba a la nada, incrédulo.

—Yo solía pedir un crup por navidad —Comentó, arrugando el entrecejo de nuevo—, ¿tú pedías un Basilisco?

Draco se encogió de hombros.

—Yo quería un bebé thestral.

—¿Un qué?

—Los caballos que tiran de los carruajes.

—Nada tira de los carruajes.

Así que el niño-que-vivió comenzó a explicarle sobre los thestral, mientras buscaba el cubo de carne para Salazar y se la daba levitándola sobre su cabeza. Y luego lo convenció de acariciarle un costado.

Notó que temblaba, pero fingió no hacerlo. La mano de Harry se sentía cálida debajo de la suya, conforme guiaba los movimientos circulares sobre las escamas heladas y duras.

—No es...tan malo —Le oyó decir, en cuanto debió hacerse a la idea de que no serían tragados. Potter giró la cabeza hacia él, pero Draco ya lo miraba, y se quedaron así un momento. Sus manos todavía se tocaban—. Pero sigue siendo extraño.

Y sin saber por qué, Draco sonrió.

—¿Tú crees?

—Definitivamente extraño, Malfoy.

Pero él también sonrió un poco.

0—

—¡...dragones! —Ron jadeaba cuando los alcanzó en el comedor. Llevaba una carta en una mano y no paraba de agitarla en el aire— ¡dragones! —Repitió.

Hermione fue quien se encargó del encantamiento de zumbido para que nadie escuchase la conversación. A su vez, Ron le pasaba el pergamino y presionaba las palmas contra la mesa, inclinándose más hacia adelante, para demostrar su punto. Blaise y Neville intentaron leer la carta por encima de sus hombros.

—Los dragones son la primera prueba del torneo —Explicó Ron, sin molestarse en recuperar el aliento—. Hay uno para cada uno. Mi hermano Charlie los traerá de Rumania, junto a un equipo especial. No sabe para qué, pero aquí dice- léelo, léelo —Lo apremió con gestos—, dice que son dragonas. Dragonas con nidos y huevos.

—Esas son las más peligrosas —Mencionó Hermione, con ojos enormes, e hizo ademán de cambiar de asiento con Neville o colocarse detrás de Draco, para leer también el contenido de la carta.

Draco había sido claro al respecto durante esos días.

Hers, investiga todo lo que puedas sobre líneas de tiempo en el suelo, límites de edad, copas y formas de alterar la magia. Aquello debía darles una pista de lo que ocurrió para que su nombre saliese en el Cáliz.

Nev, acércate a los directores cuando hablen entre ellos, a Máxime con Fleur sobre todo. No te notarán, y si lo hacen, no les importará. Había recogido fragmentos de conversaciones, acerca de hechizos y prácticas, y algo sobre atacar un punto débil e instinto, y aunque regresaba a la Sala Común avergonzado y sintiéndose culpable de espiar, ayudaba a encajar las piezas junto a la carta recién llegada.

Dragones, claro. ¿Cómo no se le ocurrió?

Ron, Blaise y yo buscaremos cualquier pista de la Primera Prueba que podamos. Sin duda, tener a un Weasley era una ventaja, si brindaba conexiones al resto de su familia.

Draco repasó la carta por última vez, asintió y se la devolvió a su compañero. Los cuatro tenían la mirada fija en él cuando exhaló.

—Bien. ¿Alguien tiene idea de cómo evitas que un dragón te coma nada más acercarte?

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