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Capítulo único.

— Quiero el divorcio.

Cedric miró con la boca abierta como Amity, sin ningún aviso, le decía eso en medio de la cena.

— ¿A-Ah? —dijo, creyendo que escuchó mal.

— Quiero el divorcio —volvió a repetir ella, ahora más lento, dejando helado a Cedric.

— Pero... ¿Y Frederick? —preguntó, sintiendo un frío que jamás había sentido, como si en cualquier momento fuera a desmayarse ‹Mi inhalador...›

Él no trabajaba, a pesar de tener un título y la experiencia había dejado de trabajar desde el nacimiento de su hijo, Frederick. Era un amo de casa, encargado de cuidar la casa y cuidar a su hijo recién nacido. Habían decidido eso ya que Amity ganaba más dinero que él en su trabajo, dinero suficiente para cumplir con sus deudas y obligaciones.

Si se divorciaban, no había duda de que Amity se quedaría con su hijo, ya que él solo no tenía medios para mantenerlo...

— Puedes quedártelo, no puedo cuidarlo correctamente mientras hago mi trabajo.

Con esto, la sensación de desmayo inminente con la sensación de ahogo se desvaneció, pero otra duda peor afloró en su mente.

— ¿Por qué? —le preguntó, sin entender porqué de pronto le pedía el divorcio. ¿Había hecho algo mal? ¿Acaso le había fallado en algo a Amity...?

Por más que pensaba, no recordaba nada, no recordaba haber hecho nada para que ella le pidiera el divorcio...

—...

— ¿Hay alguien más...? —se atrevió a preguntar, con el corazón en la mano.

—...—ella no dijo nada, pero asintió con la cabeza.

Aquella revelación se sintió como una puñalada en el pecho.

Ahora entendía porque ella repentinamente había comenzado a llegar cada vez más y más tarde del trabajo. Ella... no estaba trabajando...

— Y-Ya veo...

Sus ojos se llenaron de lágrimas, viendo como su primera novia, su esposa, la madre de su hijo, con quien había soñado alguna vez envejecer juntos terminaba con él de esa forma...

‹Todos estos años juntos... ¿No significaron nada para ti? › fue la pregunta que no se atrevió a decir.

Frederick tenía cuatro meses, Amity era muy orgullosa como para empezar una relación con alguien que recién conociera ni mucho menos pedirle el divorcio por ello, así que ella por lo menos le había engañado mientras estaba embarazada de su hijo...

— Lo siento...

Esa fue la estocada final que su corazón necesitaba para terminar de romperse.

— Voy a buscar mis cosas —fue lo último que le dijo Amity, dejándole unos papeles en la mesa antes de irse del lugar que había sido su hogar por cinco años...

Cedric, a punto de tener un colapso mental, tomó su celular y con sus manos temblorosas marcó un número que conocía de memoria.

— ¿Hola? —escuchó una voz masculina al otro lado del teléfono.

— Dieter...—al escuchar su voz, finalmente Cedric pudo empezar a llorar.

Ni siquiera supo cuando tiempo estuvo llorando al teléfono ni cómo fue que no se ahogó en ese momento, lo único que escuchaba del otro lado era a Dieter tratando de tranquilizarlo y que le explicara, pero ni siquiera pudo hacer eso.

‹ ¡Maldita sea! ›

— Señor, ¿A dónde va? —escuchó la pregunta de su secretaria al verlo salir de golpe de su oficina.

— Una emergencia familiar —respondió vagamente, sin molestarse en detenerse.

Del otro lado de la línea podía escuchar a Cedric llorar como un bebé. Cada minuto que pasó esperando el elevador o en el trafico fue un minuto donde no podría consolarlo ni tranquilizarlo y eso lo molestaba profundamente.

— ¡Cedric!

Ni siquiera tocó la puerta, tenía una copia que él mismo le había dado en caso de perder la llave. Nunca pensó que la usaría, al menos no de esta manera...

Cedric estaba en un rincón del sofá, aferrado al teléfono mientras sollozaba, al borde de sufrir un ataque de asma al haberse hiperventilado, pero al ver a Dieter ahí se lanzó a sus brazos.

— ¡Hermano! —sollozó, aferrándose con desesperación al terno que Dieter traía.

— Tranquilízate... Dime que ocurrió.

Cedric no notó jamás la expresión que Dieter puso al escuchar esa palabra, esa maldita palabra... "Hermano"...

Como odiaba esa maldita palabra.

— Se suponía que no era nada más que una diversión temporal, algo que eventualmente te aburriría... Entonces, ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ella está embarazada?!

Su padre no respetó a su hogar ni a su esposa, y en su lugar había decidido que era adecuado compartir su cama con una sirvienta, la madre de Cedric.

Sin embargo, nadie jamás pensó que ambos nacerían el mismo día, en el mismo hospital y mucho menos al mismo tiempo...

Cedric nació primero, y sólo un par de horas después, él nació a sólo unos cuantos cuartos de distancia...

La gran diferencia entre ambos es que Cedric no había nacido a término, él cuando nació era un bebé prematuro tan pequeño que todos pensaron que moriría, tal y como su madre había planeado cuando le dio aquella pastilla abortiva mezclada con su bebida a la mujer que arruinó su familia.

Por culpa de su madre, Cedric nunca pudo ser un niño normal. Era un niño débil que debió ser monitoreado constantemente para asegurarse que no muriera por un ataque de asma...

— Recuerda esto, Dilara... Elegiré a mi heredero entre los hijos que tenga con mi esposa. No importa que tan inteligente o talentoso pueda llegar a ser ese niño. Si es que llega a sobrevivir hasta la adultez, él nunca se convertirá en mi heredero o sucesor, ¿Entiendes?

Nunca hubo ninguna duda de que Cedric fuera hijo de su padre, después de todo él era su copia exacta, siendo más parecido a este que incluso él, que era su legítimo heredero...

Quizás fue todo el acoso que sufrió por su madre, quizás fue el hecho que su hijo pudiera morir en cualquier momento o quizás fue el hecho que su familia jamás le daría nada, pero esa mujer, Dilara, después de recuperarse de la intoxicación que sufrió con el misoprostol, salió por la puerta del hospital, sola.

Jamás volvieron a saber de ella.

Nunca pudo entender porqué, pero su padre en lugar de buscar una niñera especial para Cedric, contrató a una niñera que había estudiado enfermería para cuidarlos, a ambos.

Nunca entendió porque lo hizo ¿Quería ahorrar dinero? O ¿Acaso guardaba algo de humanidad en ese cuerpo suyo? Pero jamás pudo preguntárselo, él nunca tuvo el valor para hacerlo.

A pesar de crecer juntos, nunca se les dijo que eran hermanos. A pesar de que Cedric era una copia de su padre, teniendo el mismo cabello rubio, los mismos ojos verdes y el mismo color de piel, él jamás pensó que su padre, un hombre tan recto y serio, hubiera engañado a su esposa embarazada y tenido un hijo, simplemente no pensó en ello.

Cedric y su niñera eran todo su mundo en ese entonces. Casi nunca veía a sus padres ya que siempre estaban muy ocupados con algo que no fuera él, tampoco se le permitía salir de la mansión de su familia o juntarse con otros niños. Con esa crianza tan hermética que Cedric se volviera su todo no era extraño.

La diferencia entre ambos eran claras, él tenía el cabello castaño, Cedric tenía el cabello rubio, él tenía los ojos azules, Cedric los tenía verdes; él si se enfermaba podía seguir su vida normal, Cedric no podía vivir sin su inhalador y cuando era pequeño si se enfermaba casi siempre terminaba internado en el hospital.

La salud de Cedric siempre fue débil, era tan frágil que tenía miedo de que un día no volviera del hospital, que le dijeran que él había... muerto. La simple idea de que Cedric muriera y que ni siquiera pudiera estar junto a él en el hospital le hacía llorar hasta que él volviera del hospital, vivo.

Nunca le permitieron ir al hospital cuando Cedric se ponía grave, nunca le dejaron acompañarlo sin importar cuanto gritara y suplicara que lo dejaran ir con él, en su lugar preferían que el bastardo muriera solo y a él dejarlo llorando en la mansión, sin saber nada de su estado.

Un niño no debía pensar en la muerte, un niño no debería saber que los niños también pueden morir, pero él lo sabía, él siempre fue consciente de la muerte desde el momento que, siendo a penas un bebé, decidieron dejarlo al cuidado de su nana junto a Cedric para quien cada ataque de asma, cada resfriado, podía ser el último.

Todo esto lo había vuelto hiperconsciente del estado de Cedric, como si fuera una especie de enfermero a tiempo completo para él, tenía que estar cerca de él para asegurarse que estuviera bien y evitar que empeorara, tenía que evitar que Cedric terminara en el hospital, evitar que lo alejaran de él...

Tal vez esa fue la razón por la que su padre nunca se preocupó realmente por la educación de Cedric, al contrario de la suya. Mientras él era el futuro heredero de la fortuna de su familia, Cedric era un bastardo que en cualquier momento se podía morir, si hubiera sido por ellos ni siquiera se hubieran molestado en darle una buena educación...

Pero a él no le importaba que Cedric no pudiera jugar con él ni que tuviera que estar preocupado constantemente por su salud y chequear que todo estuviera bien, no le importaba mientras pudiera estar junto a él. Por eso su padre tuvo que dar su brazo a torcer, porque no había forma que mientras él estuviera aprendiendo con tutores de primera categoría, Cedric fuera aislado por completo de las clases.

Con el tiempo, Cedric comenzó a mejorar. Su salud seguía siendo débil, pero ahora si enfermaba no terminaba en el hospital, podía trotar y los inhaladores le duraban un poco más, todo esto debido a que su padre, al verse obligado a pagar por las sesiones de Cedric también, sumado al hecho que aun no moría, le obligó a intentar evitar que su inversión se perdiera tan fácilmente.

Su alegría por la mejoría de Cedric se vio opacada cuando a los diez años, su padre decidió que irían a una escuela privada, con más niños.

¿Qué estaba pensando su padre al aislar a dos niños toda su vida para luego ir y simplemente llevarlos a la escuela? No había forma en que eso funcionara.

De pronto, el pequeño mundo de ambos se expandió de golpe, y eso fue aterrador. A pesar de que ambos insistían en actuar como siempre lo habían hecho, para el resto del mundo eso no era normal.

Cedric era muy tímido con los demás niños y continuamente se la pasaba pegado a él como "un niño a las faldas de su madre", y él estaba bien con eso, él no tenía ningún problema con que Cedric hubiera seguido así el resto de su vida...

— Así que nunca se los dijiste...

— Lo lamento, nunca encontré el momento de decírselos...

Ese día, su padre los mando a llamar, a ellos y a su nana en su cumpleaños. ¿Acaso les iba a regalar algo...?

Su padre, desde su asiento tras el escritorio los miró y entonces habló con una voz muy pacifica— Ustedes no deberían besarse ni tomarse de las manos. Eso no es lo que hacen los hermanos normales.

— ¿Hermanos...?

No fue hasta ese momento en que cayó en cuenta de ello.

Lo sabía, el hombre delante de él era su padre, y este hombre... Era increíblemente parecido a Cedric... La imagen viva de su padre.

Pero, incluso si se lo decían, para él Cedric era todo, excepto su hermano.

Si todo hubiera seguido como siempre, él hubiera seguido siendo feliz. Incluso si Cedric era su hermano... a él no le importaba.

Pero a Cedric si...

Por culpa de las palabras de su padre la relación que habían formado se desmoronó fácilmente ese día, en su cumpleaños número 11...

— ¡Espérame, hermano!

Hermano.

En el momento que lo escuchó llamarlo "hermano" y no "Dieter", algo dentro de él se rompió.

De pronto, una pared llamada "somos hermanos" bloqueó la felicidad de los años que habían pasado juntos...

Ese día, en su cumpleaños número 11, pudo comprender los sentimientos que había en su interior. No importaba que hiciera, no podía ver a Cedric como su hermano...

Por su parte, desde ese momento Cedric siempre se refirió a él como "hermano" y hubieron cosas que nunca volvió hacer. Los hermanos no se besan, no como ellos lo hacían, así que ya no podían hacerlo, pero, aun así, Cedric seguía a su alrededor, aferrándose a él, dependiendo de él, era sólo que... ahora eran hermanos...

‹Está bien, ¿No? ›

Esto era algo que los hermanos tenían permitido hacer, esto era algo que podía permitirse disfrutar...

Mientras Cedric siguiera a su lado, él estaría feliz. Incluso si no podía tocarlo como quería, ni decirle los corruptos sentimientos en su corazón, mientras él estuviera a su lado...

— Me gustas, por favor, sal conmigo.

Miró con indiferencia a la chica delante de él. No era la primera chica que se le confesaba, tampoco fue la última, de hecho no había nada destacable en ella que le hubiera podido llamar la atención para siquiera recordarla en un tiempo, sólo era otra de las chicas atraída por su apariencia y el dinero de su familia.

— Lo siento, no estoy interesado.

Durante 18 años había sido feliz con Cedric, hasta que esa chica apareció: Amity.

A pesar de su rechazo, esa chica siguió intentando desesperadamente conseguir su atención, pero al ver que no lo lograba, usó a Cedric para acercarse a él, y al ver que ni siquiera eso funcionaba, tomó lo que él más amaba lejos de él.

Cuando notó como paulatinamente Cedric dejó de pasar tiempo con él para estar con esa chica, sintió algo oscuro apoderándose de su corazón.

Él había sido tan feliz antes de que ella llegara...

‹ ¿Por qué tuvimos que tener la misma sangre? ›

Ese día en esa iglesia bellamente decorada, estando a menos de un metro de Cedric él pudo escuchar ese "si" venir de su boca. Entonces, supo que lo había sido derrotado en esa guerra perdida...

‹Si tan sólo esa chica jamás hubiera aparecido...›

Y cuando Cedric lo llamó muy emocionado diciendo que ella estaba embarazada, poco a poco sintió como se hundía cada vez más en su miseria. Esa era su condena por no ser capaz de ver a su hermano como tal, ser prisionero de un amor y un deseo inmoral que jamás se haría realidad.

Lo tenía todo: estatus, riqueza y apariencia, lo tenía todo, pero las acciones de su padre le habían maldecido y por esta maldición él no podría obtener lo que realmente quería. A pesar de que ese tipo había muerto hace tantos años, seguía jodiéndole la vida desde su maldito ataúd...

Tenía 15 años cuando su padre murió.

Él no derramó ni una lagrima por su padre ya que él fue el culpable de que todo esto ocurriera en primer lugar. Como el testamento decía, desde ese momento él fue dueño de todo el patrimonio a excepción de una pequeña porción que se le entregó a su madre. Tal y como su padre le había prometido a su madre, Cedric no recibió ni un centavo de la herencia.

Tenía 18 años cuando su madre murió.

En el funeral el sentimiento de vacío que sintió fue similar al que sentía cuando tenía hambre, así que cuando este terminó compró una pizza y la compartió con Cedric. No sentía nada por la mujer que le había dado la vida, pues además de estar incluso menos presente en su vida que su padre, le arruinó la vida a Cedric.

Desde los 18 años era dueño de todo el patrimonio de su familia, los terrenos, las empresas, e incluso la mansión donde vivió aislado la mitad de su vida.

El día en que fue dueño de todo, fue a darle un vistazo a aquella gran y vacía mansión, sólo llena de recuerdos que con el pasar del tiempo sólo se hacían más amargos...

Ese mismo día, Dieter ordenó la demolición de la mansión.

Ese día fue el día en que él supo el poder del nombre de su familia.

Sin embargo... ‹No me sirve›

No era como si pudiera conseguir a Cedric con ese poder, no sin dañarlo...

Al final de todo, cuando muriera, todo terminaría en manos de Cedric y, en consecuencia, en manos de Amity. La simple idea de que esa mujer tocara parte de su patrimonio le molestaba y esa era la verdadera razón por la que se levantaba cada día, para vivir más que ella y no darle nada. En última instancia, Frederick lo heredaría todo.

Frederick, su sobrino... no le digustaba.

‹Es igual a Cedric› pensó, siendo el primero en tomarlo después de Amity y Cedric.

No había forma que le disgustara si se parecía a Cedric.

Frederick era el hijo de Cedric, era una parte de él, y sólo por eso ese niño ya se lo había ganado.

— Señor, el informe.

Se volteó, dejando a un lado su teléfono, el cual, por cierto, estaba lleno de las imágenes que Cedric le enviaba de Frederick cada cinco minutos— ¿Alguna novedad?

— Señor, debe ver esto...

No confiaba en Amity, nunca lo había hecho y nunca lo haría, por eso podía darse el lujo de asegurarse que no estuviera haciendo algo estúpido. De todas formas, no es como si el sueldo de un investigador privado fuera un gasto que siquiera le pareciera significativo de todos modos, de hecho, esa suma la recuperaba en 1 hora con su empresa menos lucrativa.

Las fotos que el investigador privado le dio eran fotos de Amity, besándose con un compañero de trabajo y saliendo de un motel. No fueron una, ni dos, fueron muchas veces, muchas fotos, todas con distintas fechas.

Lo que más repulsivo le pareció fue que cuando esto empezó su sobrino ya se notaba en su vientre. Esa mujer ni siquiera había respetado la cuarentena en pro de ir con su amante...

—...—suspiró, preguntándose si quien debía romperle el corazón a Cedric debía ser él o Amity...

— Señor, si me permite agregarlo...

Ante estas palabras, Dieter miró al investigador privado. Su mirada, fría como el acero, lo miraba con interés, poniéndolo nervioso.

— H-He recolectado pruebas que dicen que esa mujer está por abandonar a su hermano...

—...—pareció meditar la información— ¿Cuándo?

— La próxima semana...

— Ya veo...

En ese caso, dejaría que ella fuera quien le rompiera el corazón a Cedric, por primera y única vez...

Y ahí, viendo a Cedric llorar en sus brazos, supo que no iba a perdonar a Amity por lo que le había hecho.

Jamás lastimaría a Cedric, pero con Amity nada se lo impedía...

— Los papeles dicen que quiere vender la casa...—dijo, con la voz rota.

Quizás Amity le había cedido la custodia de Frederick, pero vender la casa significaba que, en circunstancias normales, Cedric y el niño quedaran en la calle...

Claro... si ignorabas que él existía.

— Puedes quedarte en mi casa —dijo, con Frederick en brazos. En medio de la crisis de Cedric, el bebé había empezado a llorar y él fue el único habilitado para poder tranquilizarlo.

Cedric levantó su mirada, mostrando sus ojos enrojecidos por el llanto— Pero... No quiero ser una molestia...

— No lo eres —declaró— Puedes contar conmigo para lo que sea.

Si Amity ya no los quería, entonces nada le impedía hacerse cargo de ellos.

‹Si ella ya no te quiere, entonces no te entregare a nadie más›

— Dieter, siempre has estado ahí para mi...—la voz de Cedric se volvió a romper— ¿Cómo puedo pagártelo...? Haré cualquier cosa.

—...

Habían pasado más de catorce años desde la última vez que había oído a Cedric decir su nombre, inclusive lo había escuchado dos veces hoy. Pero si dijera que eso era suficiente mentiría, ya no era suficiente...

— ¿Dieter? —preguntó, viéndolo dejar a un dormido Frederick en su cuna.

Cedric no reaccionó cuando Dieter de pronto se le acercó y lo besó en los labios... no pudo hacerlo, no pudo reaccionar, fue demasiado rápido.

Sólo fue un beso, un roce simple, como cuando eran sólo unos niños que no sabían nada, pero... ellos ya no eran unos niños.

— No me dejes...

Entonces, Dieter lo abrazó y ocultó su rostro en su clavícula, sintiendo ganas de llorar.

— ¿Ah...?

— Te daré todo lo que quieras, pero por favor...—la voz de Dieter se quebró— Quiero volver a como éramos antes...

Por primera vez en muchos años, Dieter pudo permitirse ser honesto con sus sentimientos.

— Pero... Nosotros somos...

— No lo digas —suplicó, temblando levemente.

Dieter se alejó un poco de Cedric y lo miró a los ojos, dejando ver que estaba a punto de llorar.

— Por favor... Olvidemos eso, al menos por hoy...—pidió, tomando su rostro entre sus manos— Por favor... aunque sólo sea por hoy, vuelve a verme como Dieter y no como tu hermano...

Era una suplica desesperada de un corazón prisionero de un amor que jamás iba a florecer, porque no importaba cuantas veces le hubiera rogado a Dios no ser quien era, no importaba cuanto rogara, ese lazo no desaparecería nunca. Sin importar que hiciera, no podrían cambiar lo que ocurrió hace veintiséis años, ellos seguirían siendo hermanos.

— Piensa que... Padre nunca existió, y que todo sólo fue un juego, sólo un juego, una mentira... Que nada de esto nunca ocurrió, y que nosotros sólo somos Dieter y Cedric...

‹Una mentira...› pensó, mirando a los ojos azules de Dieter ‹Él realmente es atractivo...›

A pesar de ser hermanos, él realmente...

— Mucho gusto, soy Cedric —sonrió, viendo los ojos de Dieter brillar ante sus palabras.

— Dieter. El gusto es mío —se presentó con una sonrisa.

Si sólo era por hoy...

Si sólo fuera por ese día, tendría que olvidar el gentil tacto de Dieter, su sabor y todo lo que vivió esa noche, como si sólo hubiera sido un sueño...

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el rostro de Dieter, mirándolo con tanta ilusión que su corazón dolió.

— Feliz cumpleaños, Cedric.

Al escuchar esas palabras, sintió ganas de llorar.

— Feliz cumpleaños, Dieter.

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