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Jimin gime, aprieta sus labios para no jadear alto, recordando que vive en un departamento de una sola pieza y con bastantes vecinos, cuando encontró ese lugar para vivir, no creyó que estuviera en tan mal estado, pero no discutió con el arrendador debido al bajo costo y a que su presupuesto era muy limitado.
Ahoga su gemido entre las almohadas, eyaculando en su mano, pero continuando con los movimientos para sobreestimularse hasta llorar.
Acaba de mudarse, ordenó sus pocas pertenencias esa tarde cuando llegó y decidió que el mejor premio que pudo gozar era el de darse autoplacer, acción que comenzó a hacer desde que salió de la casa de sus padres hace ya algunos años. Ha vivido en pequeños departamentos desde ese momento. Mudarse cada medio año ya es algo común para él.
Sus piernas tiemblan y sus rodillas se juntan para mitigar el dolor placentero que se forma en su glande enrojecido y aún duro.
Se arrepiente de no haber comprado ese consolador que miró hace un par de semanas en la sex-shop.
Detiene sus movimientos y disfruta el sentirse abatido por el cansancio en sus piernas trémulas.
Suspira y bosteza, dispuesto a dormir sucio y desnudo por el día de hoy. No hay nadie que le reclame por su ausencia de ropa, así que no se preocupa. Limpia el semen de sus manos y se deshace del pañuelo. Sus ojos parpadean flojos y cuando está por dormir, un olor llama su atención.
Fuego.
Algo está quemándose.
Se levanta rápido, asustado por el olor a cenizas, camina hacia la pequeña hornilla portátil que compró para el departamento y la examina, con temor de que se encendiera accidentalmente. Pero nada. Todo está correcto, revisa los conectores en busca de algún cortocircuito, pero tampoco encuentra mayor resultado.
Desearía que el departamento tuviera una ventana para ver si el olor viene de afuera.
Suspira, dándose por vencido, enciende las luces y se dispone a bañar, se arrepiente de ser un guarro y quedarse sucio entre su semen y sudor.
El baño también es diminuto, con una regadera pequeña y casi inexistente, limpia cuidadosamente su cuerpo, pero hay un instinto que le hace observar la habitación todo el momento.
Siento que alguien me vigila...
Descarta esa idea.
No está acostumbrado a estar solo, debe ser eso.
Porque toda la estancia —de escasos cuarenta metros cuadrados— está iluminada y no hay recoveco escondido, no hay posibilidad de que alguien esté ahí.
Ese día duerme como un bebé, nada mejor que dormir después de correrse.
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Trabaja de oficinista, es demandante, pero nada fuera de lo común, un trabajo sin mucha aventura y medianamente remunerado con la posibilidad de escalar a un puesto más alto si se es un trabajador excepcional.
Por eso, debido al aburrimiento total, hoy decidió salir a beber con los compañeros, lleva una semana en su nuevo trabajo y no había sido incluido en ninguna de sus salidas nocturnas hasta este día. Los humores son variados, casi todos son un poco... altivos, pero sabe que no lo ven como competencia. Todos lo subestiman. Y Jimin también lo haría si viera a alguien así de inseguro entrar al trabajo.
Todavía tiene que pulir su personalidad para encajar en el ambiente laboral.
—¿Y... tienes novia? —pregunta uno de ellos, Taeyang, un oficinista al igual que él, su voz es curiosa, pero Jimin decide no hacer caso.
—No, no tengo novia —se limita a decir, porque sabe que es preferible ser reservado en cuanto a su orientación sexual. No quiere que lo juzguen por no ser heterosexual.
Uno que está a su lado, ríe, es el más joven de todos, y el más irritante cabe resaltar.
Su orientación ni siquiera aparece en las simples siglas LGBT.
—¿Y novio? —habla burlón y con ojos brillantes.
—Jungkook, calla —reprende otro, un chico de piel trigueña y ojos pequeños.
—Solo pregunto, no hay nada de malo con ser gay.
Sin embargo, la forma en la que lo dice, deja en claro que obviamente hay algo de malo con ser gay en ese entorno.
—No, estoy soltero —da por zanjado el tema de su vida amorosa.
—Quizá si bajaras de peso, tendrías pareja —habla uno y Jimin escucha una risa colectiva, él se une, fingiendo que no le importó ese comentario y simplemente siguiendo con las bromas.
No es la primera vez que se lo dicen y pese a que está en su peso ideal, su rostro de mejillas rellenas le hacen ver pasado de kilos, eso y su trasero redondo y afeminado.
La tarde sigue entre alcohol, barbacoa y olor a cigarrillo.
Jimin descubrió que Jungkook es abiertamente gay y bastante osado con un chico moreno que no deja de tocarle el muslo de manera amorosa. Jimin fue dos veces al baño y lo siguió Taeyang, el oficinista heterosexual casado hace un año y con una esposa esperando un bebé.
—Agh, malditos hombres —dice recordando como uno bromeaba sobre las infidelidades que Taeyang le hacía a su esposa. Se echa agua en el rostro, es la tercera vez que va al baño, supone que tanto soju en su sistema comenzó a hacer efecto.
Abre la puerta para salir, y se sorprende de ver a Taeyang afuera mientras revisa algo en su celular.
—Hola.
—Hola, el baño está desocupado —dice ignorando lo extraño que luce ese hombre esperándolo afuera.
—Eh... sí, gracias, pero no venía al baño. Todos están yéndose, sé que vives lejos y no tienes auto, puedo llevarte, no me importa.
¿Cómo sabe que vivo lejos?
—Me iré en el metro —finge no entender las segundas intenciones y regresa a la mesa que anteriormente utilizaron.
—Es peligroso que andes tan tarde en metro —insiste.
—Gracias, pero sé cuidarme —contesta amable, no quiere ningún conflicto con sus compañeros de trabajo.
Toma su mochila de trabajo y sale del restaurante, escucha la pisada de Taeyang a sus espaldas.
—Dije que yo te llevo —toma el brazo de Jimin y lo jala hacia él.
—Y yo dije que no.
—¿Crees que no sé quién eres? Sé que te despidieron de tu anterior trabajo porque robaste.
—Qué, estás loco, yo no hice eso —alega, intentando zafarse del agarre fuerte.
—Diré que hiciste eso si no te acuestas conmigo.
—Di lo que quieras, imbécil.
Taeyang toma de la barbilla a Jimin y aprieta fuerte, haciéndolo chillar de dolor.
—Nadie se niega a mí, mucho menos un maricón como tú.
Escupe su rostro y esa distracción le permite huir a paso veloz de ese lugar, corre lo más que sus piernas le permiten. No es la primera vez que discute con un tipo idiota, pero sí la primera que lo hace con un compañero de la misma área.
—Hijo de perra —vocifera encontrándose solo, llama a un taxi y agradece salir ileso de ese altercado.
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—Psst... psst... —le habla a un bonito gatito negro que se pasea en la entrada del complejo departamental, es común que haya animales callejeros por ese lado pobre de la ciudad—. Eres muy grande para ser un gatito de la calle. ¿Tienes dueño?
Acaricia la cabeza y rasca la barbilla. El gato ronronea y sus ojitos amarillos brillan más que los de cualquier otro animal. Lame sus manos de manera cariñosa y Jimin ríe por las cosquillas.
—Te dejaré comida todos los días, aquí —señala un costado de los escalones—. Si pudiera, te llevara conmigo, pequeñín.
Camina hasta su departamento y se adentra, sintiéndose seguro entre esas cuatro claustrofóbicas paredes.
—Odio a los hombres —suelta al aire, recordando el momento que vivió hoy y las anteriores veces que ha sido acosado por hombres en la calle.
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—Hoy casi me compro un consolador —confiesa Jimin con vergüenza, observa el rostro feliz de su mejor amigo a través de la pantalla.
—¿Y...? Por qué no lo compraste —usa ese tono de voz incitador, Jimin acomoda un poco su computadora y rehúye de la mirada curiosa de Seokjin. Desde que se mudó, acostumbran a hacer videollamadas.
—No me atreví —suelta un suspiro tristón—, aún no me siento tan... cómodo... además la mayoría de consoladores tienen forma de pene, no me gustan esos —explica. Su pseudofobia a los genitales masculinos nació en su adolescencia.
—Entiendo..., pero... hay unos que son cilíndricos y lisos.
—Lo sé, pero... creo que no me siento preparado —alza los hombros intentando lucir despreocupado frente a ese tema.
—Te compraré uno por internet y te lo enviaré a tu domicilio.
Jimin ríe, imaginándose que el pene de plástico llegue al departamento de su vecina religiosa.
—Pero ya hay un avance —informa y sus mejillas sonrosadas causan curiosidad en Seokjin—, comencé a masturbarme.
Su amigo aplaude contento por las pajas ajenas.
—Uf... yo soy experto en eso —alardea y ambos ríen.
—Y pude eyacular.
Jimin alza una de sus piernas a la silla y apoya el mentón en su rodilla, su departamento está a oscuras, únicamente iluminado por una vela aromática de vainilla y la pantalla de su computadora portátil.
—Amo esta amistad donde contamos nuestras corridas —libera una carcajada al final.
—La psiquiatra dijo que voy muy bien —comenta la nueva información que recibió esta tarde, después de su cita médica por videollamada, puesto que se negó a buscar un psiquiatra nuevo en Seúl cuando ya había hecho un vínculo de confianza con su médica de Busan.
—Fuera de bromas, realmente estoy feliz por ti —sonríe sincero y Jimin traga saliva para evitar soltar una lágrima.
Cuando tenía catorce fue abusado sexualmente, evento amargo que lleva oscureciendo su vida desde hace diez años. Fue al inicio de su adultez cuando se dio cuenta que tenía que buscar ayuda porque ésta no vendría hacia él.
Fue desde los catorce hasta los dieciséis, dos años de sufrimiento que intentó fingir que no sucedieron, pero que su cerebro con posteridad, lo torturó constantemente. Después, una depresión lo azotó a los veinte y todos los días le recordaba esos recuerdos traumáticos.
Siempre estaba el miedo de que volviera a pasar. Miedo que ha ido en descenso desde que comenzó a trabajar y posteriormente se mudara de su casa, lugar donde pasaron los hechos.
Ahora es diferente a ese Jimin adolescente asustadizo, aún tiene miedo, pero ya no se deja dominar por él.
—Oye, algo se movió detrás de ti.
Jimin voltea rápidamente y después observa a Seokjin.
—No intentes asustarme, tonto.
—Te juro que miré una sombra.
—Es la vela, hace sombras, no me asustarás, soy experto en películas de terror —alza su dedo índice, puntualizando ese dato importantísimo.
—Enciende la luz que me da miedo.
—Voy, llorón.
Jimin camina hacia el interruptor y enciende la luz.
—Mucho mejor, la luz ahuyenta a todos los fantasmas.
—Sí... claro... —regresa a su anterior posición frente a la pantalla.
Ríen y Jimin decide preguntar sobre lo que tiene tanta duda.
—... ¿Y Namjoon?
El mayor suspira.
—No lo sé, no le he contestado desde su loca idea.
Jimin chasquea los labios, no cree que una "loca idea" sea pedir matrimonio.
—Estás siendo demasiado extremista, Jinnie.
—Está loco, no podemos casarnos, somos hombres.
—Lo sé, pero...
—Tengo miedo de la reacción de mis padres, aceptaron mi relación, pero no sé si acepten que me case con un hombre, son mayores y no quiero que se alejen de mí —habla con genuina preocupación, incluso sus cejas se juntan un poco.
—Lo sé..., pero Nam es un chico bueno y está enamorado de ti. Llevan cuatro años de relación, es normal querer formalizar.
Seokjin suspira y lleva sus manos hacia el rostro, cubriéndolo y tallándolo, se nota que ya ha pensado mucho en las palabras de su pareja.
—Sí, pero... no creo que sea lo correcto. Amo a mi familia y no sé cuál será su respuesta, soy su único hijo, sé que quieren nietos.
—Nam también es tu familia.
—Es diferente.
Jimin suspira pesado, dándose cuenta que no llegarán a ningún lugar en esa conversación. Jin sigue ofuscado por los prejuicios que su familia le ha inculcado desde niño. Pero es extraño, su familia aceptó a Namjoon, no entiende por qué ahora Jin no quiere formalizar.
Una conversación por videollamada no cambiará mucho su manera de ver las cosas.
—Por lo menos deberías hablar con Namjoon. No merece que lo ignores, se supone que lo amas, tienes que ser responsable y saber que esas acciones repercuten en el estado de ánimo de tu pareja.
—Agh, lo sé, lo sé —habla lleno de culpa.
—No estoy aquí para juzgarte, ser mejores amigos es decirse las cosas aunque no las queramos escuchar, como yo contándote de mis pajas.
Ríen, quitándole tensión a la conversación.
—Intentaré hablar con él, pero... ¿y si está molesto?
—Sería comprensible, pero sé que te ama más que su enojo.
La plática continúa amena, Jin le cuenta sobre lo nuevo que está haciendo en su maestría y Jimin habla sobre su trabajo y su última salida al bar con compañeros de trabajo, evento social al que fue después de bastante tiempo de aíslo.
Jin se despide lanzándole un beso y ambos cuelgan.
Sin duda, hablar con su mejor amigo lo relajó tanto que cayó prácticamente dormido al instante, este inicio de semana empieza con el pie derecho.
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Primer caaaaap! 🫂💕💕💕
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