Sexto suspiro
Sexto suspiro:
Una transfusión de sangre no es un proceso complicado. Básicamente inyectan un tubo en una de las venas del braso y pasan sangre de una bolsa al interior del cuerpo. Es fácil y suele durar entre una y cuatro horas en las que debes mantenerte recostado y sin realizar muchos movimientos. Ya le han hecho esto tanto a Jacob que sé exactamente como funciona, así como él está tan acostumbrado que ya ni siquiera se inmuta ante el pinchazo de la aguja, o a la extraña sensación de que sangre de un extraño se esté mezclando con la suya. Él solo está recostado en su camilla, como si nada estuviera pasando.
Como si esto fuera completamente normal en su vida, porque lo es.
—Vendré cada tanto para revisar tu presión arterial —le informa la enfermera Mc'Callum, arreglando las almohadas en su cama. Ume, Alek y yo estamos en la habitación. Jacob se aburre en cada transfusión, así que vinimos a hacerle compañía —. Nada de movimientos bruscos, lo sabes. Estaré afuera.
—¿Qué harás mientras tanto? —pregunta Jacob con aire burlón. Se acerca una broma —. ¿Buscarás tu escoba y darás un paseo? ¿Irás a recolectar almas en pena?
Glenda lo observa con sus ojos entrecerrados, él le sonríe con diversión. Ver interactuar a Jacob y a la enfermera Mc'Callum es un espectáculo. Siempre hay bromas por parte de mi amigo que consiguen sacarla de quicio, pero aún así ella se las devuelve. Es una relación muy extraña, donde abunda una especie de odio bastante divertido.
—Si fuera una bruja, ya los habría transformado en cucarachas a todos ustedes —bufa ella.
—¿Cucarachas? Que poco original, enfermera Mc'Callum —Jacob niega con la cabeza —. Creí que eligirías algo más tétrico.
—Pensé en convertirlos en monstruos, pero sería una perdida de tiempo. Se verían igual a como se ven ahora.
Jacob ríe ante su comentario, encantado de tener una contrincante tan difícil y respondona como Glenda Mc'Callum. Ella hala su cabello en reproche, consiguiendo que él suelte una queja inmediata.
—Dije que nada de movimientos bruscos, monstruo.
—Solo me reí, bruja.
—Nada de movimientos bruscos y punto.
Se da la vuelta y se retira, cerrando la puerta tras ella. Glenda Mc'Callum es casi tan mandona como Killian, pero se irrita con mucha más facilidad que él. No sé como le guarda paciencia a Jacob, él se ha convertido en su enemigo número uno desde que llegó al hospital. Es más, creo que él la ha hecho envejecer más años de los que tiene y aún así le devuelve los insultos. Si no fuera casi una doctora, juro que le tendría respeto.
Con Glenda fuera, Ume se sube a la camilla y se coloca junto a Jacob. Le sonríe con dulzura y él le devuelve la sonrisa antes de besar su frente. La relación que ellos comparten es muy similar a la que yo comparto con Maggie, solo que a su manera porque nuestras personalidades son muy distintas. En resumen, Jacob ve a Ume como una hermanita a la que debe proteger y Ume lo ve a él como un hermano mayor para el que siempre va a estar. Es por eso que a ella que le duele pensar que él puede sentir dolor en este momento.
—Te he dicho que no me duele, Ume —le asegura él, casi leyendo sus pensamientos —. Juro que ya no lo siento. Me han hecho tantas transfusiones de sangre que creo que tengo el código genético de la mitad de la población de Detroit nadando en mis venas.
—No creo que así funcione —digo, levantando brevemente mi vista del cuaderno en el que ahora estoy escribiendo. Él se encoge de hombros en la camilla.
—Sería jodidamente genial si así fuera. Podría ser mil personas a la vez, todas diferentes...
Todas, menos Jacob...Son las palabras que sé que evitó pronunciar, pero apostaría todo lo que tengo a que las pensó.
—¿Al menos me dejarás peinarte? —le pregunta Ume, a lo que él bufa con fastidio.
—¿Qué tienes con mi cabello, mujer? —cuestiona él, haciendo un movimiento cuidadoso para tomar su bloc de dibujo. Suerte que no esta muy lejos.
—¡Es lindo y sedoso! —es la respuesta que Ume da mientras lleva una mano hasta el cabello rubio de mi amigo. No lo tiene muy largo, pero le llega un poco más por debajo de las orejas y eso es suficiente para que a veces Ume se empeñe en querer hacerle moños y cosas así —. Tienes un cabello digno de un comercial de shampoo.
Voy a reírme, pero él no tarda en señalarme a modo de amenaza.
—No te rías, Jayden Smith, porque fingiré que lo que sientes son celos y no te daré la satisfacción de burlarte.
—Lo que digas, ricitos de oro.
—Cabrón.
—Jacob...—Ume vuelve a llamar su atención y le dedica un puchero —. Por favor...
Él resopla y pasa de mirarla a ella a mirarme a mí, como si buscara ayuda. Yo devuelvo mi vista hasta el cuaderno, ignorándolo a propósito. No lo salvaré de esta situación cuando me parece entretenida. Además, los dos sabemos que yo jamás le negaría algo a Ume. Es una causa perdida así que suspira, completamente resignado.
—¿Peinarme te hará sentir más tranquila? —le pregunta él, al borde de rendirse.
—Sí, corazón.
—Está bien...¡Pero nada de moñitos, Ume!
Ella aplaude, encantada de poder mimar a su mejor amigo. Jacob resopla y yo río; Alek solo está sentado en el sillón a mi lado sin decir palabra alguna. Ume toma el cepillo que se mantiene en la mesita a su lado y comienza con su tarea favorita. Suele decir que le gustaba peinar su propio cabello cuando lo tenía y que este era lacio como el de Jacob, solo que de color azabache y que llegaba hasta sus caderas. Ahora, con su cabeza rapada, solo puede peinar a sus amigos. La observo por un rato, notando que en su sonrisa hay una melancolía que no puede esconder.
Ume extraña las partes de sí misma que ha perdido por el cáncer. La entiendo, todos hemos perdido algo de nosotros por nuestras enfermedades.
El tiempo avanza. Ume sigue peinando a Jacob, él se concentra en el dibujo que está realizando, Alek se queda viendo la pared y yo trabajo en la historia que hoy estoy escribiendo. Es la primera, la que le corresponde a Margaret. Me enorgullece saber que ya voy por la mitad y que siento que me estoy superando como escritor. Los personajes son más complejos, la trama es mucho más complicada y la historia en general está mucho más llena de sentimientos. Sé que Maggie odiará a muchos personajes al inicio, pero luego los amará tanto que hasta llorará con ellos. Será increíble, un libro que le enseñe que no está sola, que está bien ser como es y que se puede curar aunque ahora lo ve imposible.
Será una historia que demuestre que las margaritas son más que flores frágiles y sencillas; son flores que sobreviven a pesar de todo.
Veo el reloj cuando Glenda entra una vez más. Ya ha pasado una hora, pero parece que esta transfusión durará un poco más. Mide la presión de Jacob, cambia la bolsa de sangre por otra y le devuelve el insulto que él suelta. Luego se va y nuestra espera continúa. Esto se trata de acompañar a mi amigo, asegurarle que no está solo en este proceso de mejorar. Nosotros siempre estaremos a su lado.
No pasan ni diez minutos cuando la puerta se vuelve a abrir. Jacob frunce su entrecejo, pues sabe que Glenda no debería volver a entrar tan pronto. Dirige su mirada hacia la puerta antes que yo, cuando sus ojos celestes se abren más de lo normal por la sorpresa entiendo que no es la enfermera Mc'Callum quien entra. Sigo su mirada hasta la entrada y me sorprendo de igual forma, pero no tardo en sonreír.
Extrañé ver esos ojos miel.
—Margaret —suelta Jacob, casi en susurro.
Luego de una semana y media sin salir de su habitación, en las que él pasó cada día al menos una hora sentado frente a su puerta, claro que le sorprende verla. Examino con la mirada a mi mejor amiga, notando que no está ni más delgada, ni más rellena. Mantuvo su peso, cosa que no sé si calificar como un alivio o como algo preocupante. Su cabello esta recogido en una coleta que no se esforzó para nada en hacer y viene vestida con un suéter de lana marrón que le queda enorme, lo suficiente como para casi cubrir el short que deja ver sus delgadas piernas. Tiene unas ojeras notables bajo sus ojos y sus labios están muy rotos. Lo pasó mal estos días, cualquiera podría adivinarlo.
Sus ojos primero se detienen en Jacob y quizá se quedan en él por un minuto entero. El silencio sabe a expectativa, tanto así que no me atrevo a interrumpirlo. No logro interpretar que es ese intercambio de miradas entre ellos, no me da tiempo. Aparta sus ojos de los de mi amigo y me observa a mi. Ahora me dedica una sonrisa débil, una que me indica que lo peor ya pasó. Le devuelvo el gesto y aparto el cuaderno antes de ponerme de pie. La atrapo entre mis brazos, ella no pone resistencia.
Mi mejor amiga está bien, está a salvo. Sobrevivió a una tormenta más y estoy orgulloso por eso.
—¿Todo bien, margarita?
—Solo necesitaba tiempo para pensar, Jay —me dice, tan bajo que solo yo puedo escucharla —. Además, los antidepresivos me ponen tonta. Tuve que acostumbrarme de nuevo.
—Estúpidas pastillas —digo, tomando su rostro entre mis manos. Siento los huesos debajo de sus mejillas, pero no es algo que me asuste.
—Sí, estúpidas pastillas.
Beso su frente y sé que ella me deja ser así de cariñoso porque no nos hemos visto en días, de lo contrario diría que estoy exagerando y que soy un empalagoso. Por eso, hoy no me rechaza e incluso deja que Ume le de un abrazo y un beso en la mejilla. Alek la saluda con la mano, ella le devuelve el gesto. Para entonces, todos volvemos a nuestros puestos iniciales, yo en el sillón y Ume en la camilla. Noto que Jacob no la saluda, solo la ve con fijeza, como si estuviera debatiéndose entre decirle algo o no. Ella le mantiene la mirada por todo ese tiempo y, cuando él decide solo quedarse en silencio, Maggie se encoge de hombros mostrando indiferencia.
La observo sentarse en el suelo, cruzándo sus huesudas piernas en la posición que en preescolar llamaban "de indio". Luego, baja la mirada y comienza a jugar con las mangas de su suéter. Sé que está luchando para decir algo, que tiene unas palabras atoradas en la garganta, pero no sabe si debe pronunciarlas o no. Suspira y, aún sin levantar la mirada, decide comenzar a hablar.
—Tengo miedo por el bebé de mi hermana —confiesa, con voz temblorosa.
—Ese bebé no tiene porque ser igual que los hombres que te lastimaron, Maggie —le digo con delicadeza —. Que tenga el apellido de los Nicols no significa que será igual a ellos.
—No es eso lo que me da miedo —muerde su labio y ahora sí levanta la mirada. Debió de llorar mucho estas últimas semanas, aún así sus ojos todavía no se han cansado de estar cristalizados —. Lo que me aterra es que sea igual a mi.
—¿Y cuál es el problema de que sea como tú? —pregunta Jacob, fijando su vista en el bloc de dibujo y no en mi amiga.
—¿No lo ves? Podría tener los mismos miedos, podría cometer los mismos errores ¡Podría arruinar su vida como yo lo hice! Hay algo mal en mí, ¿y si lo hereda?
—Amiga, la anorexia no se hereda —dice Ume, intentando calmarla —, tampoco la bulimia. Esas son las dos cosas que tú tienes, tu sobrino o sobrina no lo heredará.
—¡No me refiero a eso! Yo hablo de algo más...de mi personalidad ¿Y si termina siendo tan caótica como su tía? ¿Si termina por hacerse el daño que yo me hice? Tengo miedo por esa pobre criaturita porque sé que si me hubiesen dado la oportunidad de escoger mi forma de ser, habría escogido cualquiera menos la mía.
Una lágrima se le escapa y la limpia con rapidez. Parte de su orgullo no quiere que la veamos llorar, aunque ya lo hemos hecho antes. No la culpo por querer ocultar sus lágrimas, hay veces que queremos reservar nuestra tristeza solo para nosotros. El que nos esté diciendo esto significa que ella está mostrándonos una parte, que confía en nosotros de esta forma.
Las lágrimas son algo muy personal, es tristeza líquida hecha para regar nuestros propios corazones. Tiene cierto valor que se atreva a derramarlas frente a nosotros, incluso aunque las limpie.
Me sorprende que a Maggie le preocupe que su sobrino o sobrina herede su personalidad. Creí que le costaría agarrarle cariño al bebé por tener los genes de un Nicols, pero el que piense esto solo significa que lo quiere lo suficiente como para desear que no sufra lo mismo que ella está sufriendo. Ella quiere que esa criaturita no se mire al espejo con odio, y que no crea que la comida es un enemigo. Ella quiere que no tenga sus pesadillas, que no se sienta tan débil como se ha sentido, que no pase noches de insomnio...Ella quiere que ese bebé sea feliz.
Y, según ella, la felicidad es todo lo que no tiene.
Voy a decir algo para animarla, pero la voz de Jacob me detiene:
—Es tan raro escuchar a alguien decir eso —es lo que dice, aún enfocado en su dibujo. Sonríe de lado —. Es decir, he pasado gran parte de mi vida queriendo ser alguien más y escuchar que no quieres que una persona que no ha nacido sea igual a ti...No lo sé, es raro. Creo que estoy acostumbrado a escuchar la frase al revés.
—¿A qué te refieres con eso, corazón? —pregunta Ume, un tanto disgustada ante esa confesión —. ¿Cómo quién te gustaría ser?
—Oh, a mi me gustaría ser cientos de personas. Me gustaría ser como Brian May, el guitarrista de Queen. Joder, él es genial. Me gustaría ser como Michael Jordan, como Dwaine Johnson, como Robert DeNiro...
—En conclusión, te gustaría ser cualquiera, menos tú —le digo y la sonrisa que me da me entristece un poco.
—Exacto, amigo.
No mentiré, he querido cambiar mi vida un millón de veces ¿Pero cambiarme como persona? Creo que jamás se me pasó por la mente. Sé que tengo una actitud de mierda, que mi humor es más negro que la noche y que soy un grandísimo cínico, pero así soy. No me enorgullezco de mí mismo, pero tampoco pienso cambiar. Es por ello que me duele que alguien como Jacob quiera reemplazarse por completo con otra persona, literalmente.
Honestamente, si lees el expediente de Jacob, quizá sus pensamientos no sonarían tan descabellados. Su historia suena como la de un pequeño criminal, quizá lo es. Es decir, no cualquier adolescente puede decir que a los dieciséis años ya había sido arrestado dos veces por "vandalismo" y que, para ese entonces, ya había probado la mayor cantidad de drogas posible. No es ladrón, tampoco asesino, a él solo le gustaba hacer dibujos callejeros en donde nadie los quería y probar cosas que no debía. Claro que eso no lo dicen sus papeles, estos solo señalan que tiene antecedentes penales.
Es adoptado, pero su familia es increíblemente rica y estricta. Su expediente no dice que sus padres aprovecharon la oportunidad de una rara enfermedad para dejarlo internado en este hospital y prácticamente desentenderse de él. Sí, pagan su estadía, pagan su tratamiento y lo mantienen con vida, pero no lo han venido a visitar ni una sola vez desde que ingresó aquí. Sí, los señores Everton son los responsables de que mi mejor amigo siga respirando, pero no culpo a Jacob por sentirse abandonado. Ellos esperaban perfección y cuando decidieron quedarse con la palabra "criminal" en el expediente de su hijo, básicamente lo echaron de sus vidas.
No se quedaron con su buen corazón, ni con su bondad y empatía, ellos solo vieron la parte mala del expediente...Igual que todos.
—¿Saben como quienes me gustaría ser? —pregunta con una sonrisa triste. Su mirada sigue en el dibujo y con su mano hace trazos que ninguno de nosotros podemos ver —. Como mi hermano, o como mi hermanita. Llevar el apellido Everton no es fácil. Debes ser todo lo que se espera de ti, incluso más. Tienes que ser listo, calmado, correcto...Ya saben, todo lo que yo no soy.
>> A mis hermanos les sale demasiado bien ser todo eso. Jackson siempre fue bueno en la escuela, excelente en matemáticas, a nadie le sorprendió que se volviera tan bueno en los negocios. En cuanto a Juliet, ella es la nena ideal. Todos saben que será abogada y que llevará el apellido en alto. Ellos son el orgullo de mis padres. Me gustaría creer que el que ellos sean así es algo de sangre, pero resulta que también son adoptados. Supongo que se debe a que algunos nacen para ser perfectos y otros nacen para arruinarlo todo, como yo.
—Corazón, no digas eso —le dice Ume, con tristeza —. Tú no arruinas todo.
—Mira donde estoy, Ume. Arruiné mi vida.
—Tú no elegiste tener anemia, Jacob —le digo porque tolero los pensamientos negativos cuando vienen de mi, pero no lo hago cuando vienen de él.
—Pero si es mi culpa estar tan solo. Si hubiese intentado con más fuerza ser como mis hermanos, quizá mis padres no me hubiesen dejado aquí. Usaron la excusa de que me estoy muriendo para desentenderce del único hijo que les salió mal.
—No, no pienses así —le reclama Ume —. Tú no les saliste mal. Eres maravilloso, allá ellos si no lo ven.
—¿Cómo podrían ver maravillas en alguien que es todo lo que no debió ser?
Un criminal, un rebelde, un artista en lugar de un hombre centrado y de negocios. Jamás había notado todo lo que esa descripción de sí mismo le afecta, no hasta ahora. Jacob vivió tan rodeado de perfección que cree que debe ser de esa forma, cuando la verdad no hay una forma correcta de "ser". En este hospital nos llaman inadaptados, rebeldes, nos juzgan por no curarnos ¿Pero a cuanta gente sana han llamado de la misma forma?
No somos perfectos porque pensamos como enfermos, pero la gente que piensa distinto a nosotros tampoco está muy cerca de ser perfecta que se diga.
Resulta que la perfección es un mito inalcanzable y yo creo que los mitos son la única clase de historia capaz de envenenar a alguien. Te los crees tanto que comienzas a pensar que son una realidad y luego te decepcionas por no alcanzarlos. Buscas aquello que parece ser la medicina capaz de curar todos tus males, pero resulta ser un veneno que te destruye poco a poco por dentro; que marchita el amor que sientes por ti mismo.
Jacob está envenenado, él ha querido ser un mito toda su vida.
—Si fuera tú, yo no me preocuparía por ese bebé, Margaret —habla él, aún haciendo trazos sobre su dibujo —. No será igual a ti, ya entendí que no puedes ser igual a alguien más, ni siquiera cuando lo deseas con todas tus fuerzas. Hay gente que nace siendo perfecta, hay otros que simplemente no pueden alcanzar todo lo que les exige la vida. Tu sobrino, o sobrina, será alguno de esos dos ¿Cuál? No lo sabrás hasta que sea demasiado tarde...
>>Y entonces, no habrá nada que puedas hacer por él, o ella, así como no hay nada que puedan hacer por mi.
Estoy a punto de refutar, de decirle que es absurdo que él solo vea sus errores cuando es una persona maravillosa que debería sentirse orgulloso por ser como es, pero entonces noto algo que debí haber notado mucho antes. Algo que, sin duda, no está bien.
Su frente está cubierta por una fina capa de sudor, como si hubiesen roceado agua en su cara. Sus ojos se ven muy rojos y es como si le costara tenerlos abiertos. Hace trazos en el dibujo, pero el lápiz parece flaquear entre sus dedos. Esto no sucede normalmente en el proceso de una transfusión de sangre y, cuando su piel comienza a lucir amarilla, sé que debería reaccionar y llamar a alguna enfermera. Sin embargo, no hago lo que debería hacer.
Creo que estoy paralizado, confundido. Ni siquiera su voz sonó bien, se escuchó cansado ¿Cómo no lo noté antes?
—Jacob...—Margaret es la primera en moverse. Ella se pone de pie y lo observa con seriedad —. No te ves bien.
Entonces, todos notan lo que debimos haber notado minutos atrás. Jacob pierde la fuerza y ya no puede aguantar más el lápiz, así que este rueda por el block de dibujo hasta que cae al suelo. Ume se alarma y toca su frente con rapidez, el suspiro que escapa de ella me asusta, por lo que me pongo de pie de inmediato.
—Estás hirviendo, Jacob —dice, con sus ojos bien abiertos hacia él.
Eso no debería pasar, él no debería tener fiebre. Jacob ladea su cabeza y le sonríe a Ume, quizá para calmarla. No sirve, creo que todos estamos alterados a este punto.
—Quizá es momento de llamar a la bruja Mc'Callum, corazón —le dice él, usando el apodo que ella se olvidó de usar en esta ocasión.
Solo bastan esas palabras para que Margaret y yo salgamos corriendo de su habitación en busca de la enfermera. Encontrarla no es difícil y, antes de que pueda explicarle lo que sucede, Maggie la toma del brazo y la arrastra hasta Jacob una vez más. La enfermera está a punto de quejarse por el trato de mi margarita, pero entonces ve al enfermo en la camilla y entiende todo. Está al borde de desvanecerse, de desmayarse, o incluso de algo peor. Ni siquiera el que Ume y Alek estén intentando reanimarlo con aire o hablándole está funcionado.
Algo está mal y ver a Jacob de esta forma...Joder, creo que hasta puedo sentir su dolor.
—Otra infección —suelta Glenda, más para sí misma que para nosotros. Comienza a moverse muy rápido, a cambiar la bolsa de sangre por otra cosa, a apretar el botón en la pared que llamará a más enfermeros, a medir la temperatura de Jacob. En este momento, me siento inútil.
—¿Va a estar bien? —pregunta Ume. Glenda prácticamente la saca de la camilla para poder concentrarse en Jacob. Le arroja a la morena el bloc de dibujo y comienza a quitar con cuidado las vías en el brazo de mi amigo.
—Necesito que salgan de aquí —es su respuesta, que por supuesto no ayuda en nada.
No nos dice si estará bien, ella solo está ahí moviéndose a una velocidad que no conocía que tenía. Llegan los otros enfermeros, nosotros aún no tenemos respuesta.
—Enfermera Mc'Callum —suelta Margaret, en un tono de voz demandante —. ¡¿Jacob va a estar, o no va a estar bien?!
Observo a mi amiga con sorpresa. Ella es experta en lucir intimidante, pero creo que está vez se superó a sí misma. Aún así, Glenda no responde y eso parece exhasperarle. Cuando va a reclamar, Jacob le sonríe y la detiene con sus palabras.
—Tranquilos, estaré bien. Ustedes salgan, los veré más tarde —habla como si intentara hacer de esto algo cotidiano, pero en su voz se nota que está sufriendo —. Estoy bien, chicos. No me duele.
Pero claro que le duele.
Es casi irónico el hecho de que Alek es quien nos saca a los tres de la habitación, ya que parece que Ume, Maggie y yo no podemos movernos. Escucho un grito antes de que la puerta la cierren unos enfermeros, prueba de que si le está doliendo. Algo salió mal, algo en él lo está destruyendo y nos mintió porque él odia que lo vean sufrir.
Por un buen tiempo, solo estamos viendo la puerta cerrada de su habitación, como si algo fuese a ocurrir en algún momento. Entonces, escucho a Ume hipar, está llorando. La atraigo a mis brazos y la abrazo con fuerza. Entiendo que duele ver a alguien que amas sufrir, pero entiendo mucho más que te rompe el hecho de ver a alguien que adoras fingir que no está hecho pedazos por dentro, cuando es obvio que lo está. Creo que los cuatro vimos una parte de Jacob hoy que jamás se nos olvidará.
La parte detrás del bromista, detrás del rebelde, detrás del buen amigo; esa parte que él odia con toda su alma por no ser perfecto.
—Él dijo que no le dolía —habla Alek, luciendo confundido. Luego, me ve —. ¿Nos mintió?
—Claro que lo hizo —responde Ume por mí, mientras limpia sus lágrimas con la manga de su camisa —. A él le duelen muchas cosas, pero prefiere ignorarlo porque no cree merecer que nos preocupemos por él. No es justo que él crea todo eso de sí mismo.
—Por supuesto que no lo es —concuerdo, abrazándola mucho más —, pero no hay forma de curarlo de sus pensamientos, Ume. Lo bueno es que si hay forma de sanarlo de la infección.
—¿Y cuál de las dos es peor? —me pregunta Maggie, mirando fijamente la puerta —. ¿La infección, o lo que piensa?
Ella sabe la respuesta, pero me hace la pregunta porque sabe que soné igual a un doctor. Los males de la vida no se sanan con pastillas, con inyecciones, o con medicina, por eso siempre son peores ¿Cómo salvas a alguien de sus pensamientos? Sin duda, no de la misma forma en que lo salvas de una infección.
Eso demuestra cual de las dos es peor.
—Esperémoslo en la sala común —sugiero, porque aquí no servimos de mucho —. Pase lo que pase, él estará bien hoy.
—Vayan ustedes —suelta Maggie, apoyándose en la pared frente a la puerta de Jacob —. Yo me quedo aquí.
—No creo que tengamos noticias de él en un buen tiempo, amiga —le advierte Ume —. ¿Segura no quieres venir?
—Muy segura.
Decido no insistirle porque sé que eso no tendría sentido, no cuando ella es demasiado terca. Rodeo a Ume con un brazo y ambos comenzamos a caminar hacia la sala común con Alek a nuestro lado. Solo puedo pensar en el rostro de Jacob, en lo mucho que le estaba doliendo y en lo mal que me siento porque esté sufriendo, pero me siento mucho peor por el hecho de que su sufrimiento no se detendrá con tratamiento. Él quiere ser una persona completamente diferente, cambiar para una imagen inalcanzable porque no se siente suficiente. No se puede, simplemente se debe vivir siendo la persona que somos, que construimos...
Incluso cuando no estamos satisfechos con nosotros mismos, somos lo único que tenemos. Nuestros errores y defectos permanecen, el resto se desvanece. Esperar que cada punto débil en nuestro sistema desvanezca es como esperar un día cálido en Diciembre. No sucede y por eso puedo predecir que mi mejor amigo sentirá dolor incluso cuando esa infección se cure.
—No entiendo —susurra Ume. Su voz suena tan decaída que me entristece aún más.
—¿Qué no entiendes, cariño?
—No entiendo porque Jacob solo ve lo malo en él —suspira ella —. Es un gran chico, honesto, agradable, talentoso...¿Por qué se enfoca en lo malo?
—Porque las espinas se ven más —responde Alek, tomándome por sorpresa. Ese comentario es más profundo de lo usual...viniendo de él.
—¿Qué? —le pregunto y él señala el bloc de dibujo en las manos de Ume.
—En el dibujo, las espinas se ven más que la rosa en sí —suelta, mostrándonos el dibujo que Jacob acaba de hacer. Es una rosa hecha solo en lápiz, bastante impresionante y realista, pero Alek tiene razón al decir que lo que más se ven son las espinas —. Quizá por eso solo ve lo malo, porque es lo que más se nota en el dibujo.
—¿Estás intentando decirnos otra cosa, Ale? —pregunta Ume, deteniéndose frente a él. Creo que ella también nota cierta profundidad en sus palabras que él parece ignorar.
—No, solo te muestro lo obvio en el dibujo...No me mires como si estuviera loco, Ume. No lo estoy.
—Ya, tienes razón —digo, tomando con delicadeza el bloc de las manis de Ume. Veo con detenimiento las espinas —. Es como si él solo pudiese ver eso, el dibujo es su punto de vista.
—O solo es un dibujo —Alek se esconde de hombros.
—O solo es un dibujo...
Podría serlo, pero lo cierto es que quiero una explicación más lógica sobre porque mi amigo no puede ver todo lo que nosotros vemos en él. En mis historias para Margaret, hablo de las rosas como algo inalcanzable, una perfección que no se puede obtener sin antes lastimarse. Jamás se me ocurrió hasta ahora que quizá simbolizan mucho más...Quizá hay gente que tiene espinas y solo piensa día y noche que le duele saber que puede lastimar a otros, o lastimarse a sí mismo.
Quizá hay rosas que odian ser como son porque ni siquiera la perfección es suficiente.
—¿Jay? —Ume llama mi atención, fijando sus hermosos ojos en los míos —. ¿Nos vamos?
Yo asiento mientras se me escapa un largo suspiro. Algo me dice que Jacob tiene muchas espinas y no sabe como sentirse con respecto a ellas. No sabe como ser él mismo, ni como amar incluso esas partes de él que considera terribles ¿Aprenderá a hacerlo? Podría...pero ahora mi mayor temor es que dudo que tenga mucho tiempo para hacerlo.
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