Septimo suspiro
Septimo suspiro:
—Y así fue como conocí a una prostituta.
Jacob termina su historia al mismo tiempo en el que termina de pintar un diseño en el yeso de Derek, el niño en coma. Yo levanto la mirada de mi cuaderno para verlo, ligeramente confundido ante el giro de la historia. Estaba contándole al chico como fue que comenzó a graffitear muros y puentes en las calles, ¿dónde y cuándo entró la prostituta?
Mi amigo es terriblemente malo para contar historias, a pesar de que es muy bueno hablando. Tiene un léxico amplio, es elocuente y le es fácil sacarle conversación a la gente. Sin embargo, cuando cuenta algo, nunca terminas por saber cómo fue que llegó a cierto punto de la historia. Por ejemplo, ahora no sé qué carajo tiene que ver una prostituta con sus graffittis.
Veo que no soy el único sorprendido, pues Ume y Margaret dejan de jugar cartas para observarlo con la misma confusión que tengo yo. Ume ladea la cabeza, Maggie frunce el entrecejo y Alek...está siendo Alek, solo está tan callado como siempre. Al ver tantas expresiones diferentes por su historia, Jacob ríe y nos observa con diversión. Estuvo una semana sin poder levantarse por una infección, pero ya se le ve mejor. Volvió el chico bromista de siempre, ese que esconde su baja autoestima en sonrisas e historias sorprendentes como esta.
—Ay Derek, como me gustaría que estuvieras despierto para ver las caras de estos imbéciles ahora —le dice al chico. Ya estoy acostumbrado a que Jacob tenga estas conversaciones unilaterales con él, lo hace siempre que venimos a visitarlo —. Calma, enfermos. Hice cosas terribles, pero jamás me acosté con una prostituta. Nada me parece más horrible que una persona se sienta obligada a venderse a sí misma, no iba a contribuir en que arruinara su vida. Yo solo la conocí.
—Lo que no entiendo es —digo, echándome un poco hacia adelante sin dejar de estar sentado en el sillón de la habitación —, ¿cómo pasamos de graffittis, a tu siendo amigo de una prostituta?
—Oh, pues estaba pintando y apareció un grupo de tipos con motocicletas y tatuajes. Creo que eran una pandilla, o algo así. Ellos me dijeron que era demasiado joven para ser bueno pintando grafittis y yo les dije: "¿quieren apostar?"
—¿Cómo es que Jacob sigue vivo? —suelta Margaret, para luego verlo —. ¿Si quiera usas tu cerebro de vez en cuando, o solo es un lindo adorno?
—Mi cerebro es genial, esqueleto. El que sea impulsivo no me vuelve bruto.
—No, lo que te vuelve bruto es retar a un pandilla.
—Pero este bruto tiene historias interesantes que contar.
No lo voy a negar, las tiene. Solo me gustaría que no se extendiera tanto en contarlas. Jacob debe aprender a ir al grano, o terminaré por envejecer unos buenos años antes de que termine sus historias.
—En fin, ellos aceptaron la apuesta y yo pinté un enorme graffitti que me quedó genial —sigue contando —. Admitieron que tengo talento, me dieron cien dólares y nos quedamos ahí hablando y fumando un rato.
—Recuérdame que edad tenías en ese momento —pido.
—Trece. No me juzgues, sé que estuvo mal fumar y ya acepté que me espera el infierno, o lo que sea que les toque a los desgraciados como yo tras morir. Al menos puedo decir que no me volví adicto, eso es algo. En fin, ¿sigo con mi historia, o no?
—Sí, sigue —pide Ume —, porque lo de la prostituta aún no tiene sentido.
—Pues, ya lo tendrá. Cuando pasó como una hora...o bueno, capaz más; en ese momento no tenía noción del tiempo. Dígamos que pasó una hora y escuchamos a la policia, así que todos salimos corriendo. Ellos por su lado, yo por el mío. Me escondí en una esquina muy oscura, demasiado oscura. Fue entonces cuando escuché un sollozo, me acerqué y la vi.
>> Era una chica extremadamente delgada, estaba sucia y solo traía un abrigo junto con su ropa interior. Pobre, todavía recuerdo lo asustada que se veía. Me senté junto a ella y le dije: "Hey, ¿qué te pasa?" . Y ella me dijo: "lárgate". Y yo le dije: "pero la calle no es tuya y no me quiero ir". Y me dijo: "jódete". Y le dije: "jódete tú".
—Excelente conversación—suelto, pero él ignora mi comentario.
—En fin, estuvimos en eso unos buenos minutos y no sé quien terminó jodiendo a quién, la verdad. Llegó un punto en el que solo comenzó a llorar. Yo la abracé y entonces me contó su historia: tenía diecisiete años, a los ocho sus padres murieron y su tío la vendió a un hombre que manejaba una especie de red de prostitución. Fue horrible escucharla decir todo eso, en verdad me sentí mal por ella. Y, cuando me contó que quería salir de todo ese negocio pero debía pagar una deuda absurda, me sentí peor. Yo tenía dinero y no lo necesitaba, pero ella lo necesitaba y no lo tenía.
>>Entonces, le di el dinero que me gané de la apuesta. Pobrecita, todavía recuerdo que no podía creer el hecho de que alguien le dio dinero sin tener que hacer algo a cambio. De hecho, me dijo que no lo podía aceptar así como así y yo le dije que no tenía que pagarme con nada. Aún así, me besó...en los labios, por si preguntan; fue mi primer beso, aunque para ella fue como una especie de agradecimiento. Luego, me dijo que se llamaba Flor, pero que ese no era su nombre real. Yo le dije que me llamaba Carter y que ese tampoco era mi nombre real.
Él acomoda un poco las almohadas de Derek, es una manía suya ocuparse de que el niño esté cómodo aún cuando dudo que pueda sentir incomodidad en el coma. A este punto todos, incluso Alek, estamos concentrados en su historia.
De los cinco, Jacob es quien más cosas vivió fuera del hospital. Margaret y yo éramos todavía muy niños cuando nos ingresaron, jamás experimentamos algo como el primer beso, o al menos no de la forma que todos deberían hacerlo. Ume llegó después pero, según ella, siempre fue una chica estudiosa y de libros que no tenía muchos amigos, así que tampoco tiene historias de este tipo. De Ale...pues, no sé nada de su vida antes del hospital.
Jacob, por otro lado, huyó de policías, entró a bares sin tener la edad necesaria, salió con varias chicas, sobrevivió a peleas callejeras...En fin, vivió a su extraña y peligrosa manera. Dice que no le enorgullece nada de lo que hizo porque varias cosas fueron delitos menores. Es más, a veces nos cuenta historias esperando que nosotros no repitamos su actitud. Sin embargo, esta vez, como la historia va dirigida hacia Derek, está mostrando un lado de él más...humano.
El lado de Jacob que todos conocemos, el que se muestra incluso con desconocidas en la calle.
—Luego de eso, ella se fue por un lado y yo me fui por el otro. Llegué a mi casa y me caí de culo intentando entrar a mi cuarto sin que me escucharan mis padres. Claramente me escucharon y el castigo que recibí fue descomunal —dice y luego ve al niño —. La moraleja de esta historia es que jamás escapes de tu casa para hacer vandalismo, ni drogarte. Pase lo que pase, siempre te caerás de culo.
Frunzo mi entrecejo, confundido ante el final de la historia. Pasamos de graffittis a pandilleros, de pandilleros a prostitutas, de prostitutas a un primer beso, y de un primer beso a caerse de culo. Todo eso en una historia que se contó en menos de quince minutos ¿Cómo hace Jacob para ser así? No lo sé, es algo que dejé de preguntarme desde que me contó que se unió a un circo por una semana y lo echaron porque liberó a un mono entrenado de su jaula. Según él, quería probar qué tanto escándalo podía hacer con eso.
Por lo que sé, fue mucho escándalo.
Así de único y peculiar es Jacob, tan extraño que puede hacernos reír a todos por cosas que no entendemos. Aún así, odia ser quien es. Es absurdo, ¿no? Tan absurdo como que Margaret este jugando con la salud de su cuerpo solo para no ser hermosa, o tan absurdo como el hecho de que Ume no se sienta valiosa aún cuando tiene un corazón enorme. Mis amigos en general son realmente absurdos, ahora que lo pienso. Es como si no pudiesen ver lo que se muestra a simple vista. Ellos son todo lo que no deberían ser y eso resulta tan...peculiar.
Al mismo tiempo, me hace saber que así serán sus historias: peculiares. Ya de por sí yo soy un narrador extraño, pero como los que leerán serán ellos, entonces terminarán por ser libros aún más raros. Creo que cada vez me emociona más escribir para ellos.
—Y esa es la historia de hoy —culmina Jacob, cubriendo a Derek con la sábana —. Mañana te contaré la historia de como entré accidentalmente en un pelea clandestina y como la gané...también por accidente.
—¿Cuál es la moraleja ahí? —pregunta Margaret, alzando una de sus cejas —. ¿Piensa antes de actuar?
—No —dice Jacob, frunciendo el entrecejo. La mira como si lo que hubiese dicho no tuviera sentido alguno —. La moraleja de esa historia es no comas antes de nadar, lo de los calambres no es un mito. Como sea, ya me arruinaste el final. Gracias, Margaret.
—Juro que no lo entiendo —suelta mi mejor amiga, viéndome a mi y luego a Ume —. ¿Soy la única que no lo entiende, o qué?
—Yo no entiendo a ninguno de ustedes, enfermos. Solo entiendo a Ume, el resto está demente —digo, fijando mi vista en el libro que me prestó Lotty. Estoy usando algunas de las enfermedades que hay aquí para crear personajes; me parece justo que también los libros se basen en enfermos, ya que están inspirados en unos.
—Mira quien habla, si tu eres el rey de los cínicos.
—Entre ser cínico y ser demente hay una gran diferencia, margarita.
—Que se acorta cuando comienzas a llamar a las personas como flores, demente.
Ella rueda sus ojos y vuelve a concentrarse en el juego de cartas que hasta ahora había estado en pausa. Me encojo de hombros, pensando en que, sí estoy demente, a nadie aquí le importa en verdad ¿Qué más da perder la cordura junto a un montón de locos? Eso es como volverte normal.
Salvo que, incluso entre los raros, hay todavía más raros.
Escucho a Alek respirar con demasiada fuerza, mucha. Volteo y veo que está demasiado pálido, incluso para ser él. Parece que está hiperventilándose, pero no puedo estar del todo seguro porque mantiene su boca cerrada. Sus puños están tensos, hay una vena que se marca en su frente. Es claro que no está bien, aunque cada una de esas señales se queda corta ante todo lo que transmite su mirada.
Sus ojos son como un par de agujeros negros; como un portal entre nuestro mundo y uno muchísimo más oscuro, más cruel. Están fijos en un punto de la pared justo detrás de Jacob.
Alek se ve tan...aterrado. De verdad parece que quiere huir de lo que sea que está viendo, pero se mantiene estático. Está tan quieto que da miedo, tan callado que está intimidando al silencio. Siento que mis nervios se despiertan, al igual que la clásica sensación de incomodidad que este enfermo genera en mi. Aún así, le doy un pequeño espacio a la preocupación para no sentirme del todo insensible con su caso.
Cuando Alek se pone de esta forma, me preocupo...me asusto, pero juro que también me preocupo.
—¿Ale? —pregunta Ume, caminando hacia él. Se pone a su lado y lo observa con angustia —. ¿Cariño, estás bien?
—Estoy intentando saber si es realidad o una alucinación —dice él, sin mover su mirada del punto en el que se encuentra.
—¿Qué cosa? —pregunta Jacob, ladeando la cabeza. Ve momentáneamente el punto que está viendo Alek, pero, al no encontrar nada, regresa su atención al enfermo.
Ale se cubre los oídos, como si no quisiera escuchar algo. No se trata de la voz de Jacob, eso no es lo que lo asusta. Él no quiere escuchar algo más, algo que nosotros no escuchamos porque simplemente no está...
O quizá si está, pero en su realidad.
—¿No la escuchan? —nos pregunta, con la voz quebrada —. ¿No la escuchan hablar?
—¿A quién? —Margaret se pone de pie y lo observa entre confundida y preocupada —. Nadie está hablando, rarito. Solo estamos nosotros.
—¿Entonces no la puedes ver, Jacob?
—¿A quién estás viendo tú, amigo? —cuestiona Jacob, frunciendo su entrecejo.
—A la mujer que está detrás de ti —él señala el punto en la pared, su voz suena quebrada. Todo vemos ese lugar...solo hay una pared blanca —. Es...es muy pálida y tiene...tiene moretones en sus brazos. Su cabello está despeinado, sus ojos son demasiado oscuros y...le sangran las muñecas. Está hablando, ¿no la escuchan? ¡¿No la escuchan hablar?!
Lotty me ha hablado sobre la esquizofrenia. Me ha explicado que Alek ve rostros y escucha voces que le dicen cosas negativas ¿Qué tan negativas? No lo sé, pero supongo que mucho porque ahora los ojos oscuros de Ale están cristalizados ante las lágrimas. Es extraño verlo tan asustado, sobre todo cuando él casi nunca cambia sus expresiones faciales; siempre tiene da la impresión de estar perdido. Ahora, está intentando descifrar si lo que ve es fantasía, o realidad.
Ale no distingue la verdad de sus alucinaciones.
—Jacob, aléjate de ahí —le pide, realmente asutado. Veo que la mano que no está cubriendo uno de sus oídos está temblando en exceso. Jacob se aleja de la camilla, a modo de calmarlo, pero no funciona —. ¿No escuchan lo que me dice? ¡¿No la escuchan?!
—¿Qué te está diciendo, Alek? —le pregunto sin saber realmente porqué me interesa saberlo.
—Me dice que...que ella es real y que debo rendirme...que la oscuridad es real...que debo hacerle caso...
—Alek, ella no es real —le dice Ume, colocándose frente a él.
—Pero está diciendo que lo es...
—Pero no es así. Es una alucinación, no es real.
—¿Te creo a ti, o le creo a ella?
—Alek, mírame —Ume lo toma por el rostro y lo obliga a bajar la mirada hasta ella. Él tiene sus ojos oscuros muy abiertos, pero parece no estar realmente viéndola —. Yo soy real ¿Sientes mis manos en tus mejillas, verdad?
—Sí...
—Esa es la prueba de que no soy una fantasía. Soy real, ella no lo es. Concentrate en mí y no en su voz.
Alek parpadea varias veces, intentando concentrarse solo en Ume. Por lo que tengo entendido, él es uno de los casos en los que la esquizofrenia pasa a ser extrema. Hay personas que solo escuchan sonidos como teléfonos sonando, gente riendo, o simples pitidos. Esos son casos leves, en los que la persona puede percibir que su realidad se altera debido a que siente que las cosas a su alrededor cambian de la nada, que tienen la sensación de que todo a su alrededor se cae, o tienen problemas en comunicarse porque ese es un síntoma común de esta enfermedad. Luego, están los casos como Ale, que llegan a otro nivel.
Él ve lo que llama: demonios. Los demonios no son más que estás personas que aparecen para decirle cosas malas, cosas que lo desaniman. Alek tiene ataques de pánico, así como arranques psicóticos en el que hace cosas que luego no recuerda. Su esquizofrenia es grave, pues incluso con tratamiento sigue sintiendo la presencia de las alucinaciones y le cuesta distinguir entre fantasía y realidad. Al igual que Maggie, Jacob, Ume y yo, es un caso raro. Esta enfermedad suele aparecer a los veinte en la mayoría de las personas...
Él ve cosas desde que tiene trece.
Si para mi es aterrador imaginar que unas personas con voces escalofriantes me susurren cosas negativas día a día, no quiero ni pensar en lo aterrador que debe ser para él. Como si necesitara comprobar que Ume no miente, él la toma por los brazos y la sostiene con fuerza. Por un momento, me da miedo que pierda la cabeza y la lastime. Voy a acercarme para separarlos, pero Maggie me detiene. Ya he visto a Alek caer en arranques psicóticos, no controla lo que hace ¿Y si le hace daño a nuestra amiga sin estar consciente de ello? Quiero mucho a Margaret, pero en este momento quiero sacudirla por no dejarme actuar.
—Eres real...—le dice a Ume.
—Cla-Claro que lo soy —dice ella, intentando esbozar una sonrisa. Noto que también se asustó.
—Así que ella no lo es...
—No, no lo es —Jacob interviene y toca su hombro, causando que él se altere un poco —. Tranquilo, amigo. Salgamos de aquí para que no tengas que verla más.
—¿Y si nos sigue?
—No la invites a seguirte, Alek.
Él procesa las palabras de Jacob, como si mi amigo le hubiese dado un código secreto que está intentando descifrar. No es que Jacob haya dicho algo sumamente complicado, es que a Alek le cuesta procesar a veces algunas cosas. No suelta a Ume, tampoco deja de mirar a Jacob y yo estoy muy tentado a salir corriendo para buscar a Charlotte. Ella debe darle una de esas pastillas que lo tranquilizan antes de que esto se vuelva más raro...más aterrador.
Pero, antes de que pueda correr, Maggie toma la iniciativa de agarrar a Alek por el brazo y arrastrarlo fuera de la habitación aún cuando él no suelta a Ume. Jacob y yo los seguimos. La respiración de Ale sigue agitada, su mirada sigue perdida. Creo que Ume intenta soltarse, pero él la sostiene con mucha fuerza. Cierro la puerta tras nosotros y, entonces, hay un cambio notable en su actitud.
Su respiración se va calmando poco a poco, regresa a la realidad y suelta a Ume. Alek lleva una mano a su pecho, supongo que está sintiendo su propio corazón latir a una velocidad absurdamente rápida. Deja de mirar a la chica y ahora está viendo la puerta. Algo que odio de la enfermedad de Ale es que es impredecible. Sus acciones no tienen un patrón, su cerebro no controla todo lo que hace ¿Qué pasará ahora? No lo sé, pero cualquier posibilidad me tiene con la piel de gallina.
—No me siguió —dice, sorprendido —. Se quedó dentro.
—¿Ves? Solo no tenías que invitarla a seguirte —dice Jacob.
Yo observo a mi amigo, preguntándole con la mirada si tiene idea de lo que hace al decirle eso. Jacob solo se encoge de hombros y gesticula un "no tengo idea de como esto está funcionando" hacia mi. Se endereza y sonríe cuando Ale deja de ver la puerta y nos observa a los cuatro. Él si se esfuerza en disimular que todo esto es normal, yo no tengo esa capacidad.
—Maldita sea contigo, Alek Lovto —suelta Margaret, llevando una mano a su pecho ante la conmoción —. Me das unos sustos de muerte.
—Lo siento —dice él, de repente avergonzado.
—No te disculpes, no es tu culpa. Pero, ¡joder!, no puedo negar que tus demonios asustan.
—Lo hacen —suelta Ale y, por un momento, siento lástima por él —. A ella no la había visto antes.
—¿Eh? —esa especie de pregunta reflejo sale de mi al instante ¿A qué se refiere?
—Reconozco a todos mis demonios, pero ella es nueva.
Una vez más: escalofriante.
—Iré a mi habitación —dice y ninguno de nosotros lo detiene cuando comienza a caminar de vuelta a su cuarto. Solo lo vemos marcharse, pero no hacemos algo más.
Entender lo que vive Alek resulta algo imposible para mi, quizá por eso me incomoda tanto estar a su lado. No importa cuanto trate comprenderlo, yo simplemente no puedo. Es decir, sé que debe sufrir. Al igual que él, yo resulto ser mi peor enemigo. No controlo mi anorexia, ni lo que pienso, esa similitud debería acercarme un poco a como se siente Ale. Sin embargo, no lo hace. No puedo imaginar lo que debe ser no distinguir realidad de fantasía.
Sacudo mi cabeza y decido dejar de pensar en Alek para concentrarme en Ume, quien ahora palpa sus brazos justo donde Ale la sujetó. Me acerco a ella y veo que él dejó marcas de sus dedos en su piel café. La abrazo y ella suspira, aliviada. Sé que Alek no controla esto, pero me gustaría golpearlo por haberle hecho daño a quien solo intentó ayudarlo.
—¿Estás bien? —le pregunto, acariciando su espalda.
—Sí, sí —susurra ella, pegando su mejilla a mi pecho —. Solo...pobre Ale.
—Pues, sí —concuerda Jacob. Ahora él es quien mira la puerta cerrada de la habitación —. La esquizofrenia es una maldita locura ¿Cómo tu imaginación se puede convertir en tu peor enemigo? Es como una especie de auto-traición jodidamente injusta.
—Extraña explicación, pero sí —suspiro —, es así. Al menos no le dio un ataque de pánico, los medicamentos deben estar funcionando.
—O capaz Charlotte encontró la forma de lavarle el cerebro —bufa Margaret, yo la observo con seriedad —. ¿Qué? No estoy de acuerdo con que la solución para que Ale no vea a esos demonios sea que lo droguen con esas condenadas pastillas.
—Él las necesita, no es como nosotros con los antidepresivos.
A Margaret y a mí nos dan esas pastillas para controlarnos, para que los efectos secundarios nos calmen. De esa forma, estamos menos a la defensiva y un poco más alejados de lo que ellos llaman "pensamientos extremistas". Las pastillas que le dan a Alek le permiten ser...alguien. Con sus demonios solo es una persona sumamente asustada, con las pastillas sabemos que es reservado y un poco raro, pero al menos se comporta como una persona civilizada.
¿Quién sería Ale sin demonios ni pastillas? Esa es una pregunta que, lamentablemente, no puedo responder. Él no existe sin alguna de esas dos cosas.
...
No puedo explicar lo que se siente el que algo se vuelva una obsesión. Es una sensación confusa, una que no controlas. Un día haces algo sabiendo porqué lo haces y, al otro, olvidas todas tus razones para hacerlo...pero aún así lo sigues haciendo.
Tengo muchas obsesiones, no entiendo ninguna de ellas y de nada sirve intentar entenderlas, porque es entonces cuando mis pensamientos comienzan a girar en círculos que parecen no acabar. Me torturan, me aprisionan y no me dejan escapar hasta que salgo completamente mareado ante las vueltas que da mi cabeza. Por eso prefiero simplemente sucumbir ante los malos hábitos, a pesar de que ya no tengo razones para hacerlo.
Voy por el abdominal número cincuenta cuando mi columna comienza a arder, pero no me detengo. Siento el frío suelo del hospital chocar contra mis huesos, causandome heridas que sé que mañana dolerán, pero al menos me habré deshecho de unas cuantas calorías para entonces. El sudor comienza a empapar mi frente, pero no pienso parar. Ya no sé porque lo hago, pero sé porque no puedo parar:
No es como si pudiera cambiar mis obsesiones, no cuando ellas se convirtieron en mi vida entera.
No sé en qué pienso exactamente mientras me ejercito. Sé que muy dentro de mí está la idea de que estoy perdiendo calorías y que eso es un alivio, pero mi atención solo va a contar cuantas abdominales llevo: cincuenta y uno...cincuenta y dos...sesenta...ochenta y tres...ciento doce...Cuando cuento, me pongo ansioso. Tengo esta extraña sensación en el pecho de que me falta aire y aumenta a la par con la cuenta, pero no me puedo detener. Debo llegar al número más alto, debo hacerlo o la ansiedad después será peor y no podré conmigo mismo.
Ciento veinte...ciento treinta...ciento cuarenta y tres...ciento cincuenta.
Ciento cincuenta es el número más alto el día de hoy, así que me dejo caer en el suelo recuperando el aire que perdí con grandes y desesperadas respiraciones. Bien, no está mal. Es un buen número. Estoy seguro de que mañana haré más, que la cuenta me pondrá todavía más nervioso y que mi columna dolerá aún más. Esta es la cosa con las obsesiones: son tan predecibles que cuesta creer que son imposibles de detener.
Observo el techo, ya que no tengo nada mejor que hacer. Mi habitación está totalmente oscura, pues deben ser las dos de la madrugada, o capaz un poco más temprano. La única iluminación que tengo es la que proviene fuera de la ventana. Es decir, la luna. Hoy está tan grande y luminosa que alumbra todo mi cuarto con una tenúe cortina de luz. Digo, no me he asomado por la ventana para saber si dicho satélite se ve grande o no. Es algo que solo supongo. Como sea, hoy resulta suficiente para que la oscuridad en realidad no se vea tan...oscura.
Sin realmente ser consciente de ello, llevo mi mano hasta mi muñeca he intento rodearla. Suspiro cuando la distancia entre mis dedos es muy poca, pero sigue siendo distancia. Todavía no estoy como mamá y llegar hasta su marca cada vez se ve más lejano. No importa cuanto me esfuerce, parece que siempre está ese pequeño milímetro que nos separa; ese diminuto milímetro entre mi pulgar y mi índice.
Escucho que alguien toca la puerta, no entiendo quien podría ser a esta hora. Mi primera sospechosa es Margaret, pero me parece extraño dado a que ella no suele tocar. Ella siempre entra como si mi habitación fuera la suya, incluso si es de madrugada. Mi segundo sospechoso es Jacob, pero los toques fueron suaves y él seguro habría hecho un escándalo para asustarme. Mi tercer sospechoso es algún enfermero, pero no he hecho algo para llamar la atención de los doctores últimamente. Mi cuarta sospechosa es Ume, pero...no lo sé, ella jamás ha venido a mi habitación a menos que esté uno de los otros enfermos ¿Podría ser ella?
Decido dejar de buscar sospechosos y me pongo de pie. No me toma mucho llegar a la puerta, pero si me toma unos buenos segundos aceptar que la persona que decidió llegar a mi cuarto de madrugada en realidad nunca resultó sospechosa...porque jamás habría imaginado encontrármelo justo a él.
—Hola —dice Alek, entrando a mi habitación y cerrando la puerta tras de él —. ¿Te desperté?
—Eh...no —digo, realmente confundido.
Lo veo caminar por mi habitación hasta llegar a uno de los pequeños e incómodos sillones al final de esta. Ahí, se sienta y juega con sus manos, nervioso. Yo no entiendo absolutamente nada de lo que está ocurriendo ¿Por qué vendría a mi habitación de madrugada, si a duras penas le dirijo la palabra?
Lo he dicho antes y lo repetiré: aprecio a Alek por ser uno más de los enfermos en mi mundo, pero me incomoda la mayoría de las veces y tenerlo cerca no es mi cosa preferida. No he sido muy bueno para ocultarlo, pero tampoco es que él sea muy bueno para notar cosas sencillas. Es por ello que me planteo si debo ser directo con él y decirle que se largue, o esperar a que me diga que carajos hace aquí.
De todos modos, si le digo que se vaya, seguro no lo hará. Entonces, me cruzo de brazos y lo observo desde mi lugar.
—¿Está todo bien, Alek? —le pregunto, él no alza la mirada.
—Sí —es su muy específica respuesta.
—Entonces, ¿qué te trae a mi habitación a estas horas? Y trata de usar más de una sola palabra para responder esta vez.
Él suspira. Me observa por largos segundos en los que sus labios están muy apretados y sus manos siguen moviéndose en un descontrol que me desespera. Hoy puedo asegurar que sus ojos son más oscuros que la noche, más oscuros que esta noche en particular. Es como si todas las sombras del mundo se concentraran en un par de pupilas.
A mi no me dan miedo la sombras, pero siempre he sido cauteloso con respecto a lo que se encuentra en ellas.
—Me gusta leer —suelta y parece que le cuesta seguir, pero lo hace —. De verdad, me gusta. Cuando mi novia viene de visita, ella me trae libros...
—¿Novia? —casi rio —. Alek, tú no tienes novia.
—Sí tengo, ella es real. Éramos amigos de pequeños y ahora ella viene a visitarme cuando no viene mi mamá.
Por supuesto que no le creo. Esa "novia" podría ser producto de su imaginación, otra alucinación que cree que es real. Alek sí recibe visitas de sus padres. Jamás los he visto, pero tengo entendido que solo sus familiares lo pueden visitar. Sin embargo, decido que no le arruinaré la fantasía y le dejaré creer que tiene novia. Después de todo, esa chica inexistente podría ser lo único bueno entre todos sus espejismos. Es más, quizá su mente intenta convencerlo de que esa supuesta novia existe solo para compensarlo por todos los demonios que ve a diario.
Un ángel por cien demonios. Suena como un trato de mierda, pero si no tienes elección, por supuesto que lo aceptas.
—Okey, entonces tu novia te trae libros —digo, a lo que él asiente con convicción —, y a ti te gusta leer los libros que te trae tu novia.
—No, yo detesto los libros que me trae —dice, frunciendo el entrecejo —. Abbie es muy dulce, es la chica más encantadora del mundo, pero sus libros son demasiado...felices. Me gusta leer, pero no me gusta leer libros que me hacen sentir como un bicho raro. Yo soy feliz de a ratos, no todo el tiempo.
—Ale, ¿qué tengo que ver yo en todo esto?
Él mira una vez más sus manos, inseguro sobre lo que dirá. Alek debe pasar un trabajo duro eligiendo sus palabras, o al menos eso me da a entender cada vez que piensa demasiado antes de dejar escapar su monótona voz.
—Escuché que escribirás libros para nosotros...para Maggie, Ume, Jacob y yo —alega, levantando una vez más su mirada —. ¿Fue verdad, o alucinación?
—Verdad —respondo, aunque no tengo idea de como será su libro.
¿Cómo se supone que escriba para alguien del que me suelo alejar?
—¿Podría pedirte un favor, Jayden? —cuestiona.
—Ya estás aquí, Alek —suspiro, casi con molestia —. Tú solo dime que necesitas y acabemos con esto.
—¿Mi libro podría no ser siempre feliz? Quiero leer algo...real. Me gustaría poder leer sobre miedo y sobre alegría en un mismo libro. Ya sabes, como las historias de Jacob. Son muy reales porque hay gente que sufre, que se sienten mal por ser quienes son y deben vivir en condiciones horribles. Pero, al final, esas personas siempre resultan ser más que solo oscuridad ¿Me entiendes?
>> Lo que quiero es poder leer algo que no sea todo feliz, porque siento que no tiene sentido ser feliz todo el tiempo, o al menos yo lo veo así. Yo...quiero conocer personajes que no me hagan sentir mal por tener pensamientos oscuros y que pueda entender su alegría ante el más mínimo rayo de sol. Quiero luz y oscuridad...¿Sería mucho pedir?
Ale suele hablar poco y, cuando habla, rara vez lo entiendo. Sin embargo, esta vez, lo entiendo a la perfección y me sorprende lo fuertes que me resultan sus palabras. Él quiere leer algo de realidad para no sentir que es el único ahogándose en ella, aún cuando la suya está distorcionada. Alek quiere sentir con un libro; quiere que yo escriba algo capaz de mostrar la luz que tiene la vida, pero sin dejar de lado la oscuridad.
Es entonces cuando entiendo que de eso se trata la vida de Ale, es oscuridad con un toque diminuto de luz...luz que a veces no sabe si viene del sol, de la luna, o de una simple linterna, porque él no puede distinguir entre realidad y fantasía. Lo observo por instantes, sentado en mi sillón con su pijama de algodón ¿Acaso él se obliga a sí mismo a ver claridad para no sucumbir ante las penumbras? Podría ser, podría inventarse pequeños rayos de luces y seguirlas para no seguir a sus demonios.
Podría estar creciendo hacia la luz cual girasol, pero sabe que en el fondo se marchita.
—¿Jayden? —cuestiona, al ver que no respondo —. ¿Podrías hacerlo?
—Eh...este...creo que podría intentarlo —le digo.
Esta debe ser la primera vez que veo a Alek sonreír de esta manera, mostrando sus dientes y demostrando felicidad en lugar de miedo o indiferencia. Es sorprendente, como ver a un niño reír por primera vez. Yo le sonrío de vuelta, me es imposible sentirme incómodo junto a él cuando sonríe de esta manera.
—Genial —brama, poniéndose de pie —. ¿Y puedo mostrárselo a Abbie cuando termine de leerlo?
—Claro, tú muéstraselo a quien quieras —digo, hoy no romperé sus fantasías.
—Solo a ella, quiero mostrarle un libro que me guste...Digo, ¿eres bueno escribiendo, no?
—Margaret aún no pone quejas, así que supongo que algo de talento debo tener.
—Bueno, bueno, te creo —asegura él, aún sonriendo —. ¿Puedo pedir una última cosa?
—Depende de lo que sea, Alek.
Lo escucho y frunzo un poco el entrecejo ante su petición, pero él en serio intenta convencerme. Lo que me pide es difícil, no creo tener el talento como escritor para desarrollar una historia con un personaje como el que me pide ni con las condiciones que quiere. Además, yo suelo hacer justo lo contrario a lo que me piden, ¿por qué habría de cambiar mi estilo por él? Aún así, me sorprende lo mucho que está hablando y rogando que le haga este favor. Quizá es solo la sorpresa de verlo así de cuerdo y confiado lo que me empuja a escucharlo.
—Por favor, Jayden. Es un favor entre amigos —me suplica, pero luego se alarma un poco —. Digo, ¿somos amigos, verdad?
Excelente pregunta a la que no le tengo una respuesta inmediata. Esta es la primera vez en la que comparto una conversación con Alek que no se base en solo dos oraciones, así como también resulta la primera vez en la que no me siento incómodo a su lado. Se podría decir que esta es la primera vez en la que me detengo a conocer a Ale, pero esta versión de él podría ser algo momentáneo de la noche así que no sé si esto cuenta como presentación o no ¿Somos amigos? ¿Dos personas con tal descripción lo son?
Lo veo fijar sus ojos oscuros en los míos, a la espectativa. Esta vez, no encuentro el negro en su mirada como algo demasiado aterrador. Hay emoción en ellos y eso, junto a la luz de la luna, hacen que se vean más amables. No se ve frío, ni extraño. Se ve como alguien al que no me molestaría ver sonreír más seguido, se ve como un amigo.
—Somos amigos, Alek —le digo, imitando su sonrisa —. Y no te preocupes, tendrás lo que quieres. Tu historia tendrá luz y oscuridad por igual, así como a ese personaje que pediste. Será interesante.
—Genial, gracias —su voz está llena de emoción, me sorprende que una simple historia lo tenga así —. Será mejor que te deje descansar. Buenas noches, Jay.
—Igualmente, Ale.
Él se va de mi habitación y yo me quedo unos buenos segundos pensando en lo que acaba de pasar. Casi me parece imposile creer que ese con el que hablé hace unos segundos fue el Alek extraño que suelo ver día a día. Fue una conversación medianamente normal con alguien que suele comunicarse con dos oraciones por hora ¿Habrá sido real, o fue una simple alucinación?
Rio un poco al pensar que en verdad dudo de la realidad, de que algo así haya sucedido. Aún así, estoy seguro de que haré lo que le prometí a Alek. Si es cierto que suelo hacer lo contrario a lo que me piden, pero la historia que él sugirió suena tan interesante y aún no la tengo planeada al 100%. Solo puedo imaginar luz, oscuridad, sombras, claridad, confusiones y...girasoles.
Capaz personajes que crezcan hacia la luz, o que se marchiten ante la ausencia de ella ¡Girasoles!
Me gusta la idea, así que cambiaré un poco mi estilo para adaptarla al favor que le hice a mi...amigo. Considero que escribir también es una obsesión, una que hago sin entender realmente; solo sé que no puedo vivir sin hacerlo. La escritura me permite manejar todo lo que se sale de control en mi realidad, es mi fantasía. Y, así como Alek no es nadie sin sus demonios o sin sus pastillas, yo no soy nadie si no tengo historias para contar.
Decido que pensaré en la historia que escribiré para Alek mientras concilio el sueño. Me acerco a la ventana para cerrar las persianas y entonces veo algo que me hace suspirar: la luz jamás vino de la luna, vino de un nuevo cartel al otro lado de la calle que tiene cientos de bombillas apuntando hacia acá.
Este es mi mayor miedo con respecto a las fantasías: cada quién ve algo distinto a lo que hay en realidad ¿Y cuál es la única verdad? Pues, que a veces hay girasoles que crecen en dirección a unas simples linternas y no hacia el sol...
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