Segunda despedida (Prólogo 2)
El hospital se ve como cualquier otro, eso lo sé porque he estado en varios desde hace un año, pero sé que este será diferente. La doctora rubia nos señala a mi papá y a mi una habitación, la seguimos. Al menos esta mujer es agradable. Habla con entusiasmo mientras señala cada cosa, aunque no le presto mucha atención. Sé porque estoy aquí y, aunque ella sonríe, yo no tengo razón para hacerlo.
—Y bueno, tendrá todas las comodidades que necesita —asegura ella. Se llama Charlotte Miller, lo vi en su placa. No le calculo más de treinta años —. Aquí en el hospital St. Gilbert tratamos a nuestros enfermos como parte de una familia.
Rio, lo hago con fuerza aunque mi papá me ve de esa forma que solo significa que me meteré en problemas ¿Un hospital una familia? ¡Por favor! Yo perdí a la mía hace tres años, cuando mamá murió ¿Qué le hace creer a la doctora Miller que conseguiré otra aquí?
—Doctora Miller, ¿nos deja a solas a mi hijo y a mi por un minuto? —pregunta mi papá, sosteniendo mi hombro con fuerza.
Sé que puede sentir mis huesos contra su piel, sé que eso es lo que lo impulsa a apretar con más fuerza.
La doctora Miller asiente con la cabeza y nos da una sonrisa antes de retirarse. Cierra la puerta tras de ella, sin saber que acaba de dejar solos a un par de enemigos que se hacen llamar "padre e hijo". Papá me observa, intentando lucir intimidante, pero él ya no me da miedo. Alder Smith solo me da lástima, pero temor jamás.
—Entonces, te cansaste de aguantar a tu propio hijo y contrataste a doctores para que lo hagan por ti —digo, arrojando mi mochila a la camilla —. Excelente forma de ser padre, Alder. Deberías dejar de escribir novelas de misterio y escribir libros sobre la paternidad, a ver si así finalmente te vuelves autor de un Best seller.
El suspira con fuerza y lleva dos de sus dedos a la hendidura de su nariz, de la forma en que hace siempre que tiento a su paciencia. Me cruzo de brazos, están mucho más delgados de lo que deberían y lo sé...pero eso me causa satisfacción.
—Escucha, Jayden —me dice, imitando mi postura —. No puedo aguantar esto otra vez. Primero tu madre y ahora tu. Yo simplemente no puedo ver como mi familia se desvanece...
—Cierra los ojos, entonces —le digo, caminando por la habitación. Sé que eso lo irrita —. Tu familia ya se desvaneció hace años, Alder. Que la anorexia vuelva a tu vida gracias a mi solo es...un golpe del destino.
Mentira, es un golpe que le estoy dando yo.
—Puedes detener esto, hijo —suelta, y detengo mi caminar —. Solo soluciona tu problema, vuelve a comer y entonces no tendrás que quedarte aquí.
—Es absurdo que todavía creas que esto es algo que simplemente se puede detener —casi rio, pero no lo hago del todo. Lo observo una vez más —. Lo que yo hago no es algo que simplemente hago por capricho, Alder. No puedo detenerlo, no puedo solucionarlo con solo volver a comer. Mamá tampoco lo controlaba, ¿sabes? Y tu le pediste que parara, a gritos...
—Tu madre fue una egoísta que prefirió morir antes que una vida junto a nosotros. Parece que tu eres igual.
—Con la importante diferencia de que a mi no me da miedo gritarte de vuelta.
La anorexia lleva en mi vida solo un año, pero comienzo a entenderla. Es un constante temor a sentirte más pesado, un miedo que no desaparece y te tortura causandote insomnios y dolor. Es una compañera extraña, a la que me he aferrado con tantas fuerzas que sé que no la puedo dejar. Papá no entiende que esto no es algo que se soluciona con decir "come".
La cura no es gritar.
No es como si hubiese heredado la enfermedad de mamá, yo solo la desarrollé, yo solo me enfermé...Yo me empujé a este límite. Quizá eso es lo que más molesta a papá, que aún sabiendo todo por lo que pasó mi madre, yo seguí su camino. Me convertí en una hierba mala, lo que él más odia y, en lugar de ayudarme o tratarme como su hijo, él se enfoca en ese odio. Prefiere dejarme aquí dentro, esperando a que un milagro ocurra y yo cambie por completo antes que intentar entenderme.
Él prefiere rendirse antes que ser parte de la vida que llevo.
Su silencio significa una única cosa: está esperando una respuesta. No puedo simplemente curarme de lo que tengo porque no me siento enfermo, dudo sentirlo en algún momento. No es como si tuviera fiebre, o algún catarro que se calma con jarabe. Lo que está débil es mi corazón, son mis sentimientos, mi vida...Eso no lo van a curar en este hospital, pero tampoco lo hará Alder. Él no entendió a mamá y no puedo fingir que no le guardo rencór por eso. Cada día, desde el adiós de mi madre, mi odio por este hombre solo ha ido creciendo.
Es por eso que arreglo mi gorro de lana y luego me siento en la camilla, decidido a no levantarme. Si tengo que escoger entre el hospital y mi padre, escojo el hospital. Ya no tengo familia y, aunque no le creí a la doctora Charlotte cuando dijo que conseguiría una aquí, cierta parte de mi tiene esperanza de que pueda conocer personas mejores que el hombre frente a mi. Solo no quiero volver a toparme con alguien como mi papá.
—¿Estás seguro de tu decisión? —me cuestiona, alzando una ceja hacia mi.
Yo me enderezo en la camilla y suelto una palabra que me marcó un día, hoy lo vuelve hacer. La diferencia es que, esta vez, la pronuncio yo:
—Adiós, Alder Smith.
—Adiós, Jayden.
Y se va, dejándome solo en este lugar.
Odio los adioses, me han marcado con tanta fuerza que soy la consecuencia de ellos. Soy una persona hecha para recibir despedidas, pero eso no significa que no me duelan. Me acuesto en la camilla, viendo fijamente al techo blanco sobre mi. Ahora, este será mi hogar, y solo deseo una cosa ya que estoy aquí: no tener que volver a decirle adiós a alguien que amo. Estoy harto de las despedidas, si lo hago una vez más...Sé que no lo podré resistir.
....
Bueno, yo no sé si tiene sentido tener dos prólogos en una misma historia, pero quería publicar las dos despedidas más importantes de Jayden por separado. En fin, así inicia la historia de este personaje al que le tengo tanto cariño ¿Qué les parece?
Publicaré el primer capítulo la próxima semana. Chaíto, los quiero ♥️
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