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Onceavo suspiro

Onceavo suspiro:

Estoy muy concentrado escribiendo cuando de repente siento un beso en mi mandíbula que me distrae. Le sonrío a Ume, que está sentada en mis piernas mientras su brazo está estirado y hay una aguja junto a una vía suministrándole la químio. Esta es su última sesión antes de la mamoplastia, operación que está programada para dentro de dos semanas ¿Qué pasará después? Pues, que ya no la tendré así de cerca.

Así que suelto el cuaderno y aprovecho el presente.

—¿Qué tal te sientes? —le pregunto, rodeando su cintura. Ella apoya su cabeza en mi hombro y dibuja patrones lentos y sin sentido en mis brazos.

—Bien. Usualmente el cansancio viene después de la químio —dice ella, sin detener sus caricias. Tiene puesto mi gorro de lana, me lo quitó hace solo unos minutos. Por supuesto que a ella le queda mejor que a mi —. Ahora estoy muy bien ¿Y tú? ¿Estás incómodo?

—¿Incómodo de tener a una chica tan bonita sobre mis piernas? Por favor, Ume. Yo estoy como en el paraíso.

Ella ríe y siento su cuerpo estremecerse sobre el mío, me gusta hacerla feliz. Desde que aceptó hacerse la mamoplastia la noto más segura, más alegre sobre todo. Está ganando esperanza, mientras yo la estoy perdiendo. Claro que no me importa porque cada vez me gusta más verla sonreír.

Cada vez me enamoro más de ella.

Hablamos sobre cosas sin importancia: algo que ella vio en las noticias, una que otra cosa que le contó Jacob, lo mucho que le gustó la clase de biología...Porque sí, nosotros vemos clase aquí adentro. Tenemos profesores y todo eso, fingiendo que es normal enseñarle a cinco niños en un hospital todo lo que otros aprenden en la escuela. La escucho con atención mientras acaricio su espalda. En cierto punto, deja de hablar y solo suspira.

—¿Por qué tardamos tanto en admitir lo que sentíamos? —me pregunta y sonrío al pensar que eso es algo que yo también me he preguntado —. Jay, esto se siente muy bonito. Esta cercanía, esta confianza que ha ido creciendo entre nosotros...Es lindo. Me habría gustado saber que sería así de bello, quizá así no me habría costado tanto besarte.

—A mi me gusta la forma en la que comenzamos esto —le digo y ella alza la mirada para verme —. Pudo haber sido antes, pero siento que todo surgió a nuestro ritmo. Es como ahora: no estamos yendo ni muy rápido, ni muy lento. Solo estamos siendo nosotros mismos y me encanta porque normalmente cuando soy yo mismo la gente me llama cínico y pesimista...

—Eres un cínico y pesimista, cielo.

—Ya, pero tú lo dices como si fuera algo bueno. Me gusta eso de ti y me gusta todo lo que está surgiendo en nosotros.

—A mi también —ella sonríe y muerde su labio inferior. Que linda es...—. Te...te quiero, Jay.

—Y yo te quiero a ti, Ume.

Sé que debería estar calmada mientras le suministran la quimio, pero no me contengo y la tomo por el cuello para acercarla a mi rostro y besarla como quiero. Creo que nuestros labios se acostumbraron a encontrarse, porque en un mes pasamos de ser besadores inexpertos y descordinados a adquirir bastante practica. Ahora nuestros besos no son desastrosos, sino que hemos descubierto qué hacer para que nos guste a ambos. Llevo mi mano hasta su mejilla y ella enreda sus dedos en mi cabello, acercándome más...pidiéndome más.

Mi otra mano está en su pierna, la sujeto de forma en que sepa que no la quiero soltar. Jamás me cansaré de sentir la suavidad de sus labios contra los míos, o de provocarle suspiros cuando profundizo el beso y uso más que solo mi boca para demostrarle que la quiero. Ume tiene razón: todo esto que estamos viviendo es bellísimo...

O al menos bello para nosotros dos, porque estoy seguro de que cualquiera capaz de vernos en este momento pensaría que solo somos dos enfermos luciendo patéticos juntos.

—Así, así era como se estaban besando —escucho la voz de Alek en medio del beso ¿Qué si me detengo por él? Para nada.

La beso de nuevo cuando ella hace el ademán de alejarse. Esto se siente perfecto, ¿por qué detenernos por los enfermos?

—Pobre de ti si tuviste que ver ese espectáculo —suelta Margaret —. Mierda, ¿y estos dos no se van a detener?

—Para ser anorexico, no veo a Jayden teniendo problemas en comerse a Ume —habla Jacob, porque ahora parece que a todos se les ocurrió venir a interrumpirnos.

Genial.

Lamentablemente, dejo de besar a Ume y volteo a observarlos. Jacob y Maggie me observan con diversión, por supuesto que a ambos les encanta habernos interrumpido. Alek, por otro lado, tiene el entrecejo fruncido y parece estar pensando en algo. Ume vuelve a apoyar su cabeza en mi hombro y yo vuelvo a abrazarla. Más les vale a estos tres tener una buena excusa para habernos interrumpido.

—¿Y bien? —pregunto, enarcando una ceja hacia ellos —. ¿Tienen algo importante que decirnos, o solo les gusta interrumpir?

—Que divertido es irritarte con esto —carcajea Maggie, porque sí, ya han hecho lo de interrumpirnos sin razón antes —. Pero esta vez si tenemos una razón para arruinar su bonita atmósfera romántica.

—¿Qué pasó? —pregunta Ume.

—Alek dice que vio a Charlotte y al doctor Andrews besarse apasionadamente —habla Jacob, quien hoy no trae a algún "amigo" consigo —, pero no sabe si es real o si lo alucinó.

La risa que sale de mi es genuina porque me parece completamente absurdo que algo así pueda ocurrir. Definitivamente, debe ser un chiste.

Lotty es una de las personas más buenas, dulces y correctas del mundo. Ella jamás se besaría con un hombre casado, ¡y menos a Killian! Él es como doce años mayor que ella, demasiado amargado y muy mandón. Es más, ni siquiera trabajan demasiado juntos. Solo se ven para temas puntuales. No me caben dudas de que Ale lo imaginó así como imagina a su novia, Abbie.

Pobre de él, sus alucinaciones cada vez se vuelven peores.

—Se estaban besando justo como lo estaban haciendo ustedes —explica el chico. Sus ojos están muy cansados, sus visiones están empeorando al igual que el insomnio —. Solo que Charlotte estaba en una de las camillas del hospital en un cuarto y él estaba sobre ella.

—Amigo, algo me dice que interrumpiste más que una simple sesión de besuqueo —señala Jacob.

—No dejé que me vieran, salí de ahí demasiado rápido. Por eso no sé si fue verdad o no. Quizá solo lo imaginé.

—Seguro lo imaginaste —digo, sin darle importancia —. Charlotte jamás haría eso.

—Eso no lo sabes —señala Margaret —. Tú sabes quien es Charlotte nuestra psiquiatra, pero no la que es cuando está a solas o en compañía de un hombre que evidentemente sabe seducir, a pesar de ser un jodido martirio.

—Charlotte nuestra psiquiatra y Charlotte en compañía de Killian son la misma persona. Además, él está casado, margarita. Reconozco que Killian es un imbécil, pero dudo que engañe a su esposa y menos con Lotty.

—Por más que me encantaría tener un drama amoroso digno de telenovela en nuestro aburrido hospital, he de admitir que concuerdo con nuestro huesudo amigo —señala Jacob —. No creo que el doctor Andrews sea el tipo de hombre en el que se fije Charlotte, ni viceversa.

—Entonces lo imaginé —suspira Alek, lamentando estar empeorando.

Estos últimos días han sido horribles para él. No solo ha escuchado más voces y visto más "demonios", sino que ha visto cosas que no están ahí. La otra tarde, se quedó con la vista fija en el televisor por horas. Cuando nos acercamos a preguntarle qué estaba haciendo, dijo que veía una película pero que no la entendía. Suena normal, pero el detalle aterrador estaba en que la televisión ni siquiera estaba encendida.

El miércoles también pasó algo extraño cuando estábamos estudiando todos juntos: miró a Margaret y comenzó a gritar espantado porque decía que lloraba sangre. A pesar de que mi margarita si lloró un poco al hablarnos de su Opal y su embarazo que ahora está en riesgo, sus lágrimas fueron cristalinas; la imaginación de Alek solo lo obligó a verlas rojas.

Del mismo modo, ha dicho cosas como que ve las paredes moverse, nos escucha hablar sin que en verdad lo hagamos y ahora está esto de un presunto amorío entre Lotty y Killian. No me sorprende que se vea tan cansado, debe estar agotado de tanto saltar de la realidad a la fantasía sin avisos previos. Él suspira frustrado y restriega sus ojos con las palmas de sus manos. Este es uno de los pocos momentos en los que olvido por completo la incomodidad que siento junto a él y siento lástima.

—Tranquilo —le digo —, cuando Charlotte te de tu pastilla estarás mejor.

—Ya me dio la maldita pastilla —bufa y creo que es la primera vez que lo escucho maldecir —. No funcionan, mi mente es una mierda incontrolable. Me está matando y yo estoy pidiendo ayuda, pero dudo que alguien me escuche.

—Nosotros te escuchamos, Ale —dice Ume.

—Sí, rarito. Entre nosotros escuchamos nuestros gritos de auxilio —habla Maggie.

—El problema es que ninguno de nosotros sabe como ayudar —suspira Jacob —. Pero al menos sabemos escuchar, amigo.

—Ya...—Alek nos sonríe, pero la tristeza vuelve a su mirada con rapidez —. Creo que solo ustedes y Abbie me escuchan.

—¿Quién es Abbie? —pregunta Ume.

—La novia de Alek —respondo por él.

—¿Qué? ¡¿Alek tiene novia?!

—Sí, tengo novia —asegura él, demasiado seguro de eso —. Llevamos juntos tres años.

—¿Por qué jamás la hemos visto? —cuestiona Jacob.

Pero esa pregunta los deja callados a todos: no la hemos visto porque solo Alek la ve. Los ojos de esos tres enfermos aterrizan en mi, entre preguntándose como carajo yo sé esto y preguntándome qué deben hacer con esta información. Veo momentáneamente a Ale, quien tiene la mirada fija en el suelo. Aprovecho ese instante para gesticular un "no le digan", que ellos captan de inmediato.

Este tiempo que he estado con Ume he entendido lo mucho que puede ayudar tener a alguien a quien amar. Te anima, te da una razón para sanar a parte de solo vivir: lo haces para ser feliz junto a ella.

Alek no merece perder eso por nosotros. Lo mejor es que siga creyendo que ella es real.

—Ella viene los fines de semana que mis padres no usan para visitarme —habla Alek, para luego encogerse de hombros —. Y si no la han visto, es porque no me gusta compartir mi tiempo a solas con ella.

—¡Ah, pero que pícaro nos salió el enfermo! —dice Jacob, codeándolo. Sonríe con diversión y le sale demasiado bien el pretender que esto es cierto —. ¿Quién sabe lo que harás a solas con tu novia, galán? Apuesto que mucho más de lo que hacen Jay y Ume en público.

—Que descarado, Jacob Everton —le dice Ume, frunciendo sus labios en una mueca de disgusto.

—¿Descarado yo? Corazón, yo no soy quien está en las piernas de un huesudo chico besándolo apasionada y sensualmente.

—Gracias al Cielo, o a lo que sea que exista—digo y eso lo hace reír.

—Un momento, un momento...

Todos vemos a Margaret, quien ahora tiene extendidos sus huesudos brazos y su frente muy fruncida. Parece estar sacando una especie de cuenta que le disgusta, cosa que se confirma cuando alza la mirada y nos observa con la boca bien abierta.

—Si el rarito tiene novia, ¡¿quiere decir que yo soy la única que jamás ha tenido pareja de los cinco?! —exclama, entre sorprendida y horrorizada.

—No —señala Jacob —. Yo también soy un eterno soltero, esqueleto.

—Ya, pero tú has tenido tus "aventuras".

—Besar a algunas chicas y salir un par de veces no clasifica como aventura.

—¿Pero visitar enfermos en coma sí? Comienza a revisar tu definición de aventura, Everton. Creo que está defectuosa.

Él suelta algo muy parecido a un resoplido, demostrando que el comentario de Margaret no le hizo ni un poco de gracia. En respuesta, mi amiga sonríe con satisfacción, como si molestarlo fuera el juego más entretenido del mundo. Siento un pequeño apretón en mi muslo y sé que esa fue Ume, dándome una señal que sé que significa "algo está pasando entre estos dos".

Y quizá sea cierto porque es normal ver a Jacob feliz por hacer enojar a Margaret, pero no es normal ver a mi margarita encontrar diversión en cualquier cosa que esté relacionada al enfermo. Además, mi amigo tiene otro vendaje improvisado en el brazo...

Apuesto a que los doctores tampoco saben de esta cortada en particular.

—Oigan —Alek llama la atención de todos y entonces recuerdo el tema principal de esta conversación: las visiones de Ale —, ¿me pueden prometer algo?

—Claro, Ale —responde mi novia con una sonrisa comprensiva en sus labios —. ¿Qué necesitas?

—Si un día me vuelvo completamente loco, ¿podrían decirle a Abbie que lamento no haber sido el chico que en verdad merece?

Silencio. Es la primera vez que siento un silencio tan grande en este hospital tan lleno de enfermos, pero creo que esa ausencia de sonido se resume solo a nosotros. Es como si las palabras de Alek hubiesen callado más que solo nuestras bocas, siento que hasta los latidos de nuestros corazones están guardando silencio ante esto.

¿Cómo cumpliremos el deseo de nuestro amigo si Abbie solamente es una ilusión?

Quizá ya está completamente loco, quizá lo sabe y nos está diciendo esto por alguna razón, pero no lo hace menos difícil. Alek suspira y también veo el mismo silencio en sus ojos, normalmente atormentados por demonios y gritos que se ven en miradas; porque sí, los gritos se ven. Todos nosotros tenemos miradas tormentosas, llenas de lamentos escandalosos...

En este momento, son más lamentos silenciosos que ruidosos. Considero que estos son peores.

Pasa un tiempo en el que ninguno de nosotros habla, solo observamos a Ale ¿Qué podríamos decirle? De una u otra manera, romperemos nuestra promesa. Los minutos siguen pasando, hasta que Jacob se acerca a él y palmea su hombro con la mano que no tiene el vendaje. Le sonríe y debo admitir que tengo algo de envidia por la capacidad que tiene mi amigo para fingir honestidad. Le está mintiendo, todos lo sabemos...

Pero lo hace tan bien que quizá nosotros mismos queremos creerle la mentira.

—Amigo, el día en el que te vuelvas completamente loco, me aseguraré de que tu chica sepa que lo lamentas —asegura, dándole un suave apretón en el hombro —. Pero también me aseguraré de decirle que nadie la habría amado más que tú, demente picarón.

Alek le sonríe de vuelta, se lo cree.

Vamos a romper esa promesa, lo sabemos...pero él no necesita saberlo. Quizá...quizá necesita que nosotros también nos creamos esta ilusión.

...

Lo que siento en este momento...No lo puedo definir.

Y no, no se trata de esos sentimientos que Ume provoca en mi; esos que me dejan sin palabras y le quitan el sentido al abecedario. No. Esto se trata de que en verdad no encuentro forma de reaccionar ante lo que acabo de escuchar.

No debí haber ido a la oficina de Charlotte, no debí haberme quedado tras la puerta escuchando la tensa conversación que sostenía con la enfermera Mc'Callum. Debí alejarme, pero no lo hice y ahora sé algo que me destroza y molesta por igual. Mis manos están hechas un par de puños mientras camino por los pasillos, también hay lágrimas contenidas en mis ojos que vuelven borrosa mi visión. No debí escucharlo, no debí ser el primero en saberlo.

No debería saber que a Jacob le queda tan poco tiempo, ahora que se confirmó que ninguno de sus hermanos es compatible para el transplante de médula ósea.

Ni siquiera él lo sabe, por lo que entendí de la charla que estaban teniendo Lotty y Glenda. Es su enfermedad, es su tiempo, yo no debí ser el primero en escucharlo. Me alejé tan pronto entendí todo y, desde entonces, siento esta especie de vacío incómodo en mi pecho que duele ¡Joder, duele demasiado!

Mi mejor amigo está cerca de morir y yo fui el primero entre nosotros en saberlo. No se siente justo.

No sé si debería decírselo, no sé si será bueno para él escucharlo de mi. Quizá...quizá es mejor esperar a que Killian se lo diga, pero no puedo quedarme con esta información solo para mi; no cuando me molesta y lastima lo injusto que está siendo esto para él. Jackson y Juliet eran quizá su última esperanza y no funcionó ¿Por qué la vida se está empeñando en quitarle oportunidades? Esto no es justo ¡Esto no es justo!

Y quizá tampoco es justo que entre a la habitación de mi margarita, dispuesto a compartir esta información con ella cuando sé que Maggie se va a sentir igual. La voy a atar a este secreto y no se lo merece, pero no puedo saber esto solo. Mis huesos no aguantan todo este peso, necesito a otro esqueleto que me ayude a vivir con esto.

—Maggie, hay que hablar —digo, entrando sin siquiera verla. Cierro la puerta tras de mi y restriego mis ojos repletos de lágrimas. Arden, saber esto arde —. Jacob va a...

Pero cuando quito ambas manos de mis ojos y descubro mi mirada, vuelvo a quedarme sin palabras. Esta vez no es por Jacob, ni por el secreto que sé, sino por lo que veo. Es la primera vez que Margaret es capaz de dejarme sin aliento.

La anorexia no es linda, tiene la habilidad de robar belleza de la vida como un ladrón le roba el dinero a un banco. Es traicionera, transforma tu visión en algo dañado que te obliga a ver la delgadez como algo deseado, cuando quizá debería ser lo contrario. Sin embargo, hay cierta hermosura que la anorexia no es capaz de desaparecer; los únicos que podemos desaparecerla somos nosotros mismos ¿Y dónde se encuentra esa belleza?

En las miradas, en las sonrisas...en un vestido que está ahí por una razón mucho más fuerte que solo ser un pedazo de tela. Eso basta para dejarme sin aliento.

—¿Jayden? —ella me ve y puedo notar por la forma en la que se cruza de brazos que siente que debe cubrirse.

¿Por qué? Si está hermosisima.

Sus piernas están al descubierto, demasiado delgadas y pálidas que por sí solas darían miedo. Pero no están solas, sino que a la altura de sus rodillas llenas de moretones comienza la tela de color vinotinto que hace un contraste espectacular con el color marfil de su piel. Mis ojos siguen subiendo, no sabía que Maggie de hecho tenía algo de curvas en sus caderas, pero ahora lo sé gracias a este vestido. Su clavícula se adhiere a su piel, pero los tirantes del vestido dan la impresión de ser parte de ella. Su cuello se mantiene al descubierto y luego su rostro...

Mierda, ¿cómo no noté antes lo bella que es mi mejor amiga?

Sí, tiene las mejillas hundidas y ojeras en sus ojos, pero hay algo...algo en su mirada avellana casi dorada, en sus labios rellenitos y rotos, en su cabello caoba tirando a marrón, que da la impresión de ser demasiado bonito para ser cierto. Es una belleza rota, de esa que te genera tristeza e impresión al mismo tiempo. Verla así es ver a una flor marchita: en ella se encuentra el fantasma de lo que fue una hermosura casi etérea y espectacular.

Tengo que sacudir mi cabeza para concentrarme, encontrarla así me dejó en shock ¿Quién lo diría? Esta margarita es atractiva...aunque claro, mi corazón solo se puede acelerar por Ume. Maggie es hermosa, pero lo que me impresiona detrás de su belleza es que la ha negado todo este tiempo. Se aferró a unas palabras, a las críticas de su madre y las amenazas de unos monstruos que se hacen llamar personas, y terminó con obsesionarse por destruirse. Aquí está la muestra de que no puedes destrozarte del todo, siempre va a quedar algo de ti.

Aquí está la belleza restante que le queda a mi amiga.

—Jayden, quieres...dejar de verme así —suelta, comenzando a sonrojarse. No sé si por vergüenza o por furia, la verdad —. Solo me puse el maldito vestido para...para ver si me quedaba, pero ya me lo voy a quitar.

—No. No lo hagas —la detengo. Noto que estoy sonriendo mucho cuando mis mejillas comienzan a doler —. Mierda, Maggie...Estás hermosa.

—Cállate, no digas eso.

—¿Por qué no? Es la verdad.

Ella aparta la mirada, fija sus ojos en el suelo y se abraza a sí misma. No quiere reconocer mis palabras, no quiere admitir lo que yo veo. No la culpo, sé que ver lo que otros ven en ti mismo no es fácil.

—¿Qué me ibas a decir? —termina por preguntar, queriendo dejar de lado el tema del vestido —. Ya sabes, sobre Jacob.

—Oh...

Me quedé tan sorprendido por ver así a mi amiga que había olvidado el secreto que me tiene tan adolorido. Tomo asiento en su camilla y suspiro. No soy ciego y sé que ahora ella y Jacob son más...¿unidos? La verdad, no sé como definirlo, pero sé que algo ha cambiado en su relación. Sea lo que sea, le dolerá saber lo que yo descubrí por accidente.

Aún así, decido decírselo. Soy tan egoísta que no puedo sufrir solo.

—Jacob va a...

—¡Hola, hola, esqueleto! Muévete que vamos a...

Y sí, ese fue Jacob entrando como si nada a la habitación de mi amiga, seguido por Ume y por Alek un poco más atrás. Puedo jurar que lo escuché quedarse sin aire tan pronto procesó la imagen de Margaret frente a él. Su pálida piel, llena de esos moretones que le salen de la nada, ahora está incluso más pálida. Casi parece que hubiera visto un fantasma, hasta que sucede algo que en realidad jamás creí que vería en Jacob.

Su cara, generalmente ausente de color, se tiñe de un rojo carmesí muy parecido al de las rosas que suele pintar.

—¡Te pusiste el vestido! —escucho a mi novia exclamar antes de acercarse a Margaret para verla mejor.

Pero mi margarita solo observa a Jacob.

—Cielos, estás hermosa —continúa Ume, dando vueltas alrededor de ella. Entonces alza la mirada y ve lo que yo estoy viendo: los ojos de Jacob recorriendo de arriba abajo el delgado cuerpo de mi mejor amiga, ese que no es bonito pero que, de alguna manera, aún conserva algo de belleza.

Mi novia sonríe con diversión y no puedo detenerla antes de que comience a entrometerse en lo que sea que está sucediendo. Tampoco es que quiera detenerla, claro.

—¿No se ve bonita, Jacob? —le pregunta a su mejor amigo.

—Te lo pusiste...—es todo lo que él dice.

—Odio que me retes, Everton —suelta ella —. Tenía que hacer que te tragaras tus palabras.

—Me las tragué, créeme —él lleva ambas manos a sus bolsillos y no deja de observarla —. En este momento, me estoy tragando muchas de las palabras que he dicho.

¿Qué cosas exactamente? Por la forma en la que Margaret se sonroja, algo me dice que solo ella sabe eso. Me siento fuera de lugar mientras ellos dos solo mantienen sus miradas, él pareciendo maravillado y ella...no sé definir si está en shock, esta molesta, o...algo más. Quiero reír cuando Ume me observa y hace el ademan de soltar un grito, pero sin sonido. Ninguno de ellos nota su emoción, parece que no pueden apartar los ojos el uno del otro.

Cualquiera que sea el embrujo en el que se encuentran atrapados, se rompe cuando Alek nos hace el favor de carraspear. Jacob sacude su cabeza y baja la mirada, Maggie se cruza de brazos y lleva su vista a la ventana. Parece que ahora fingirán que el otro no existe. Por más interesante que resulta todo...esto, agradezco que se haya detenido porque comenzaba a ser algo incómodo solo verlos de esa forma. Ya luego les preguntaré a ambos qué está sucediendo entre ellos. Muero por saber exactamente qué palabras se ha tragado Jacob.

—Te ves bien, Maggie —le dice Alek, con amabilidad.

—Gracias, rarito —se limita a decir ella —. Ahora, ¿quieren decirme que carajo hacen en mi habitación?

—Jacob nos convenció de ir a inspeccionar otros pisos del hospital —nos explica Ume, quien se acerca hasta llegar a mi lado —. Ya saben, una nueva clase de aventura.

—¿Y tú estás de acuerdo? —le pregunto, alzando una ceja en su dirección. Ume asiente con la cabeza, demasiado segura sobre esto —. Ir a otro piso del hospital a parte de este está prohibido, tú más que nadie te negarías a esta clase de plan.

—Bueno, hoy lo prohibido suena interesante.

—¿Quién eres y qué le hiciste a mi novia?

—Me siento sorprendentemente bien luego de la quimio, quiero aprovechar —dice ella, entrelazando su mano con la mía —. Además, estoy algo aburrida de siempre hacer lo que ordenan los doctores ¿Tú no, cielo?

—Ume Vidal, cada día consigues que te quiera más y más.

Ella ríe y niega con la cabeza cuando me inclino para tomar su rostro entre mis manos y dejar un beso en la comisura de su labio. Por supuesto que yo estoy a favor de sacar de quicio a los doctores, más si mi novia se está apuntando a este plan. Pienso que será divertido, hasta que veo a Jacob y recuerdo lo que me tenía molesto en primer lugar.

Se me eriza la piel al pensar que él no se ve como alguien que está tan cerca de la muerte, no cuando sus mejillas sonrojadas delatan que está lleno de...vida.

—No sugerí este plan para que lo conviertan en una escapada romántica, tórtolos —nos dice, sin tener idea de lo que pasa por mi cabeza —. Mantenganlo en clasificación infantil.

—Hoy lo prohibido está permitido —asegura Ume, aferrándose a mi cintura —. Así que ya decidiré yo en que clasificación mantengo lo que hago con mi novio, Jacob.

—¡Carajo! Mírate nada más, Ume. El descaro te queda bien.

—Gracias, corazón, pero sé que no me queda ni la mitad de bien de lo que te queda a ti —dice ella, para luego ver a Margaret —. ¿Tú vienes, amiga?

—Sí, claro —responde mi margarita —. Solo esperen que me cambie.

—No, no te cambies —la detiene Jacob.

Él finalmente se acerca hasta ella y podría jurar que escuché a Maggie suspirar; mi mejor amiga, suspirando...¿Qué carajo?

Ella debe alzar la mirada para poder verlo a la distancia en la que se encuentran. Entonces, una sonrisa ladeada nace de los labios pálidos y resecos de Jacob. En verdad duele saber que su última esperanza no funcionó, que quizá no consiga un donante de médula a tiempo...Y, cuando veo esas miradas que él y mi mejor amiga comparten, duele aún más.

Es como estar presenciando el inicio de la historia, sabiendo que no habrá tiempo para escribir el final.

—Te ves perfecta para una aventura —asegura él —. Y estás preciosa.

—Cállate, Everton —sisea ella.

—¿Por qué no me callas tú, Wallace?

Maggie rueda sus ojos y lo aleja con un empujón, él ríe. Es una risa tan llena de vida, de alegría, de diversión...¿Cuánto tiempo falta para que deje de reír de esta forma?

—Mejor vayamos por esa aventura, enfermos —termina por decir Maggie, pasándonos a todos hasta llegar a la puerta de su habitación y salir de ella.

Ume y yo vemos como Jacob niega con su cabeza mientras sonríe. Luego, se aleja tras ella y la única razón por la que los sigo es porque Ume toma mi mano y me arrastra con ella. Esa sonrisa que vi en mi amigo...yo conozco esa sonrisa.

Y conocerla solo empeora el hecho de que sé que no le quedará tiempo para contagiarsela a Margaret.

Intento ahogar el suspiro que nace de mi, pero no puedo. Cuando Ume lo nota, solo hago mi mejor esfuerzo para fingir una sonrisa. Creo que ella me cree, o al menos finge creerme, porque solo me sigue guiando por los pasillos. Una aventura, otra de muchas aventuras sin sentido en este hospital.

¿Cuántas aventuras le quedan a Jacob Everton?

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