Noveno suspiro
Noveno suspiro:
—¿Y hubo lengua?
Ese es mi mejor amigo, preguntando sobre mi beso de ayer con Ume.
—Uhg, yo no sé si quiero saber eso...No, espera, si quiero saberlo ¿La besaste a lo francés, Jayden Smith?
Y esa es mi mejor amiga, que resulta mostrar el mismo interés en esa parte de la historia en especial.
Para una persona que lleva desde los doce internado en un hospital, los momentos de completa emoción son bastante escasos en mi vida. Ayer, la noche en la que descubrí que alguien especial para mi me quiere de la misma forma en la que yo la quiero a ella, entra entre esos pocos instantes en los que sentí verdadera emoción. Me sentí vivo.
Creo que eran poco más de las tres de la madrugada cuando regresé a mi habitación y lo hice con una sonrisa de idiota que aún conservo. Yo, el cínico chico que ve la vida como un juego, el mismo que saca de quicio a los doctores e insulta sin pena, puedo decir que estoy perdidamente enamorado de una chica que es dulce, amable y a la que me encanta besar. Es más, no veo el momento de verla de nuevo. Quiero comprobar que lo de ayer fue real y no solo un sueño.
Sería una maldita injusticia que una noche así fuera solo producto de mi imaginación.
—Fue mi primer beso —les digo a Jacob y Margaret, a quienes por supuesto ya les conté la historia. Los tres caminamos por los pasillos hacia la sala común, ellos dos parecen bastante interesados en mi respuesta —. Es decir, yo ni siquiera sé si lo hice bien.
—¿Te gustó? —me pregunta Jacob.
—Me encantó.
—¿Y a ella?
—Pues, sonreía bastante...
—Entonces lo hiciste bien. No hay una fórmula para besar correctamente. Mientras les haya gustado a los dos, considéralo un buen beso.
—Además, a Ume le gustas muchísimo —interviene Margaret, que por cierto carga otro de los vestidos que le regaló Charlotte junto a unas tijeras —. No te dijimos nada porque queríamos que lo notaras tu solito, como un niñito grande capaz de ver cosas obvias.
—Gracias, Maggie —ruedo mis ojos —. ¿Qué harás ahora? ¿Darme una calcomanía por mi esfuerzo?
—Nah, fuiste muy lento. No mereces una calcomanía.
Le doy un leve empujón que ella me devuelve. Desde que les conté sobre el beso, ambos han estado diciendo que ya era hora que nos diéramos cuenta de que nos gustamos. Quizá si era obvio y nunca lo quise notar, pero ahora me da igual porque ya lo sabemos. Sonrío sin dejar de caminar. No sé qué pasará a partir de ahora, pero tengo la sensación de que ya no tendré que esconder mis sentimientos nunca más, al menos no los que se relacionan a Ume.
—Sigues sin responder a mi pregunta —señala Jacob, arrastrando el tanque de oxígeno que debe usar esta vez. A este también lo nombró —. ¿Viste que imbécil es Jayden, Dann? No nos quiere contar...
—Sí hubo lengua, Jacob —suelto —. ¿Feliz?
—Muy feliz —asegura él, antes de ponerse frente a mi y lograr que me detenga. De repente, tengo su dedo precionado en mi pecho y me ve de una forma...¿amenazante? Enarco mis cejas hacia él, no comprendo que sucede —. Ahora, vamos a lo serio: Ume es mi mejor amiga, mi hermanita aquí adentro. Lástimala y te demostraré que todas esas historias de yo ganando peleas callejeras no son solo cuentos.
—Mhm, una pelea entre un esqueleto y un fantasma suena interesante —digo. Últimamente lo llamo fantasma por lo pálido que se ve. Ya saben, aquí podríamos hacer una fiesta de Halloween sin problemas, nosotros mismos somos los disfraces.
Jacob me toma por sorpresa cuando no ríe y presiona más fuerte su dedo contra mi pecho. Bien, no está bromeando. Incluso Margaret lo ve sorprendida, pero no lo detiene. Ambos sabemos lo que Ume significa para él, tiene sentido que quiera protegerla, así que dejo a un lado las bromas y me pongo serio también.
—Amigo, jamás le haría daño a Ume y lo sabes. Yo en serio la quiero —aseguro, tomando su muñeca para alejar su dedo de mi pecho —. Pero, en el caso de que suceda, te dejaré patearme hasta dejarme como un inservible costal de huesos.
—Está bien —él asiente con la cabeza y me sonríe —. Me alegro que eso haya quedado claro.
Va a retirar su mano, pero sostengo su muñeca sin dejar pasar algo por alto ¿Creyó que no lo notaría? Cuando movió su mano para amenazarme, vi la venda que cubre la parte interna de su brazo. Este vendaje es demasiado improvisado para haber sido puesto por un doctor. Es más, puedo ver la sangre traspasar un poco la gasa, lo que me dice que alguien con poca experiencia hizo esto. Lo observo con mis cejas enarcadas, él no tarda en bajar la mirada y apretar sus labios.
—¿Qué te pasó? —le pregunto. Él piensa que no noto que suspira, pero lo hago. Luego, finge una sonrisa que le creería si no lo conociera tan bien.
—Nada, solo rocé algo y me corté. Sabes que a mi me salen heridas por el más mínimo toque —dice, soltándose de mi. Intenta sonar relajado e indiferente, pero no le sale —. Los doctores tuvieron que cubrir la cortada para evitar una infección. Ya sabes como es.
Pero sé que me miente y, por la forma en la que evita mi mirada, sé que él ya sabe que no le creo. Noto que mira a Maggie por instantes y que traga saliva, pero recupera su sonrisa. Algo raro pasa con Jacob y debe ser grave si no me lo quiere contar.
—Entonces, supongo que podría llamar a la enfermera Mc'Callum para que te cambie el vendaje —le digo —. Ya que ellos lo pusieron ahí, pueden limpiar tu herida. No habrá problema con eso, ¿o sí?
—Por supuesto que no habría problema —de repente, se pone serio —. Pero si haces eso, yo tendría que contarle a la bruja Mc'Callum que pasaste la noche en la habitación de Ume. Eso no se vería muy bien, ¿o sí, amigo?
Mis ojos se abren mucho más ante la sorpresa de escucharlo amenazarme. Bien, esto confirma mi teoría: los doctores no saben de esta cortada y él no quiere que se enteren. Vuelve a mirar a Maggie, pero lo hace solo por una fracción de segundo. Parece que olvida lo bueno que soy para interpretar a la gente, más cuando se trata de mis amigos. Solo con ese gesto ya sé que Margaret tiene algo que ver en todo esto y lo confirmo cuando veo lo tensa que ella está.
Ambos esconden algo, pero no están interesados en que yo lo sepa.
Podría seguir indagando, sé que con algo de esfuerzo se los sacaría. Sin embargo, el hecho de que Jacob me haya amenazado me da una idea de lo secreto que esto debe ser. Respeto eso, así que solo palmeo el hombro de mi amigo y le dedico una sonrisa.
—Suerte que hoy es el día libre de la enfermera Mc'Callum y nadie le dirá nada —le digo, retomando la caminata hacia el salón común. Por un momento, ni él ni Margaret me siguen. Volteo para verlos y los encuentro susurrando —. ¿Vienen?
—Claro —se apresura a decir Margaret, quien retoma su caminar hasta incluso pasarme —. Ume ya debe estar allá. Vayamos con tu novia, Jay.
¿Novia? Vaya, he de admitir que esa palabra me descolocó.
¿Qué si quiero que Ume sea mi novia? ¡Claro! Pero no sé si lo que pasó ayer ya declaró que lo somos, o tengo que seguir algún otro protocolo. Es evidente que no tengo idea de cómo actuar con respecto a esto, así que decido hacer lo mismo que hice anoche: dejarme llevar. El que no tenga ninguna experiencia en esto del amor no me desalienta, eso solo lo hace más interesante. Entre Ume y yo habrá algo totalmente nuevo, algo que jamás he sentido antes. Así que estoy preparado para no saber qué hacer porque justo eso es lo que me hará actuar de manera inesperada.
Y eso es vivir realmente.
Para cuando llegamos a nuestro típico rincón, Ume y Alek ya están ahí; ella viendo la televisión, él con un libro al revés. Por un momento, me pregunto si ese es uno de los libros que supuestamente le trae Abbie, su novia imaginaria. Podría solucionar mi duda solo pronunciándola en voz alta, pero lo cierto es que prefiero enfocarme en la chica que puso la sonrisa de idiota en mis labios. Dejaré que Alek viva en su fantasía por más tiempo.
Ume está tan enfocada en las noticias matutinas que no nos nota, ni siquiera lo hace cuando me siento a su lado. De inmediato, su olor llega a mi y sonrió aún más; no creí que mi sonrisa podía extenderse tanto.
—Hola —digo, sobresaltándola un poco.
Ella ladea su cabeza para verme. Su rostro de sorpresa va cambiando poco a poco hasta que sus ojos muestran calma, su sonrisa se extiende y sus mejillas se ruborizan. Todavía no puedo creer que yo provoco esa reacción en ella.
—Hola, cielo.
No olvido nada de lo que me dijo anoche. La operación aún es una opción que la atormenta y el que dijera que se siente triste incluso cuando está feliz es devastador. No quiero que Ume se sienta así y quizá es iluso de mi parte pensar en que yo puedo ayudarla, cuando me siento incluso peor que ella. Sin embargo, creo en el dicho de que cada roto merece su descosido.
Ume está rota, yo estoy descosido ¿Qué significa eso? Que se siente correcto robarle besos como el que acabo de robarle. Ella se sonroja ante ese simple roce y veo una sonrisa que es real.
En este momento no está pensando en la tristeza, está pensando en mí. Sorprendentemente, yo soy lo opuesto de tragedia para ella. Una locura, ¿verdad?
—Dann, cierra los ojos —suelta Jacob, cubriendo los ojos pintados de su "amigo" —. A estos dos les gusta lo público, que asco.
—Cállate, Jacob —le digo y él ríe al instante.
Ume se apoya en mi hombro y yo la rodeo con un brazo. Estar así se siente bien, muy bien.
—Algo me dice que tendremos que acostumbrarnos a esto —dice Maggie, sentándose en un sillón individual —. Diría algo como "hacen que quiera vomitar", pero Jayden señalaría la hermosa ironía de mi comentario y usaría humor negro o sarcasmo para insultarme.
—No creo que hagamos vomitar a una bulímica—le digo, sonriendo con diversión —, no somos tan dulces.
—¿Ves? Ahí está.
—¿No les molesta esto? —pregunta Ume, con cautela —. Digo, sé que todos somos amigos y lo que menos queremos es que algo cambie por nosotros.
—Ume, nena, eso no va a pasar. No vamos a cambiar por verlos mimosos a ustedes dos—asegura mi margarita —. A mi no me molesta, cada quien decide en donde poner su boca y corazón. En todo caso, me alegra que lo disfruten. Sean tan felices como se pueda en esta mierda de hospital.
—Y yo jamás voy a estar en contra del amor —dice Jacob, antes de soltar un suspiro dramático muy fingido —. Ah, el amor, el amor, el amor...diría que es como una enfermedad, pero entonces Jayden jodería la cosa con el humor negro otra vez.
—No se me ocurre nada para eso —digo, encogiéndome de hombros.
—Estás perdiendo el toque, amigo.
No le doy importancia. En su lugar, me enfoco en la sonrisa que surge en Ume cuando nuestros amigos aceptan nuestro intento de relación. Me gusta verla feliz, no puedo explicar lo satisfactorio que es ver esa alegría en sus ojos grises que ahora me ven con fijeza. Pasó una noche desde que le declaré lo que me hace sentir y ya siento que yo podría bajarle la luna, el sol y las estrellas solo por verla sonreír así.
El tema de conversación cambia con rapidez. Para ser personas que viven encerradas en un hospital, si que tenemos temas para charlar. A veces hablamos de estupideces, otras veces de cosas "importantes" dentro de lo que cabe y otras simplemente hacemos conversaciones largas a base de bromas. No está mal, al menos las cuatro paredes de este hospital no nos han quitado las ganas de hablar y expresar lo que pensamos.
—Bien, arreglemos este horrible regalo de Charlotte —suelta Maggie, llamando nuestra atención. Por supuesto que por "arreglar" se refiere a destrozar.
Y por "horrible regalo" se refiere a otro vestido que nuestra psiquiatra le dio con el propósito de agradarle.
Creo que Lotty en serio debería parar con estos obsequios para Maggie, más ahora que sé que una de las razones por las que no come y se hace vomitar es porque no quiere que la llamen hermosa. Un vestido no ayudará a calmarla, ni la hará sentir mejor. Lo que ella necesita es que alguien le enseñe el verdadero significado de "linda" y que se lo repita una y otra vez hasta que se lo crea.
Justo cuando está por cortar el vestido, Jacob la sorprende con un rápido movimiento y se lo quita. Eso me sorprende tanto como a ella. Las cosas están raras entre ellos dos, es evidente ¿Pero por qué?
—¡¿Qué te sucede, imbécil?! —le grita ella —. Devuélveme esa cosa, Jacob. Intenta no ser un dolor de culo por una vez en tu vida.
—No lo cortes —le dice Jacob —. Al menos pruébatelo primero.
—Enloqueciste. Los vestidos son para modelos, yo no soy modelo.
—Claro que no, los vestidos son para quien quiera ponérselos —suelta Ume, colocándose de pie.
Ella toma el vestido, es de un color rojo algo oscuro y no puedo decir que sea feo, ¿pero qué se yo de vestidos? Ume lo observa y sonríe. Luego mira a Maggie, quien se rehusa a ver el pedazo de tela aún sin cortes.
—Amiga, este vestido es precioso —le dice Ume —. Apuesto a que este color queda increíble con tu tono de piel.
—Apuéstalo, porque no lo verás —se queja Margaret, cruzándose de brazos —. Yo no me pondré eso.
—Oh, vamos, margarita —me uno a la conversación con esas simples palabras —. Es solo un vestido ¿Quién sabe? Hasta podría gustarte como te ves.
—Ahora lo saben, saben porqué no quiero verme linda. No insistan, por favor.
—Margaret, un vestido no te hará ver linda —Jacob rueda los ojos —. Tú ya eres linda, no hay mujer en este mundo que no sea hermosa. Eso te incluye a ti, aún con tu ánimo de mierda y tu contextura de esqueleto.
—¡Cállate, Jacob! ¡No digas eso!
—¡Solo digo la verdad! No conozco a una mujer fea. Los hombres somos los que salimos horribles de vez en cuando, pero tenemos cierto encanto. Es decir, solo mira a Jayden con Ume. Algo debe tener para que alguien tan linda se haya fijado en él.
—Jayden no es feo —dice Ume y lo hace tan rápido que se sonroja.
—Gracias, pero me he visto en un espejo y sé que no soy alguien fácil de ver —le digo a Ume, sonriendo. Digo la verdad, yo estoy muy ojeroso y pálido como para verme medianamente atractivo —. Concuerdo con Jacob. Opino que todas las mujeres son lindas a su manera, un vestido no cambia eso.
Margaret niega con la cabeza muchas veces, decidida a no creernos. Me duele saber que lo que le dijeron esa noche se mezcla constantemente con las exigencias y críticas de su madre, quien la subestimó toda su vida. No usa vestidos porque solo las modelos lo usan, no quiere ser linda porque le da miedo serlo ¡Joder, solo tres personas fueron capaces de tatuar esos pensamientos en la mente de una persona! Esta mal, muy mal, porque mi mejor amiga merece sentirse bonita con, o sin un vestido puesto.
Merece no tener miedo a que le digan que es hermosa.
Así que me levanto sintiendo cada hueso en mi espalda crujir y tomo el vestido de las manos de Ume. Voy hacia mi amiga y me agacho a su altura, puedo ver como sus ojos avellana hacen todo por evitarme. Claro que no puede ignorarme por mucho tiempo, no cuando mi mirada está sobre ella. Cuando finalmente deja de esquivarme, alzo una de las esquinas de mis labios. Tomo su mano y coloco el vestido en su palma. Ella no lo sostiene del todo, pero al menos no lo deja caer.
—Conserva solo este vestido —le digo —. Quizá un día quieras sentirte tan hermosa como eres en verdad. Ese día, mereces vestirte de gala.
—Estoy odiando cada palabra que dicen —se queja, con la voz quebrada. Me hace a un lado y se levanta del sillón —. Creí que entenderían, pero no. Solo déjenme en paz, ¿quieren?
—Margaret...
Pero no sirve de nada que la llame, ella me ignora y se larga de la sala común dando pasos largos. No me gusta la forma en la que trabaja su mente, pero entonces pienso que no me gusta la forma en la que trabaja ninguna de nuestras mentes. Ume tampoco se siente bella por todo lo que perdió, Jacob finge no estar enfermo y siente que debe ser otra persona, Alek literalmente tiene a su imaginación de enemiga y yo...por más que intento encontrar lo que odio de mi forma de pensar, no lo hago.
Es decir, sé que la mía no es una forma sana de razonar, pero no le encuentro el fallo. Quizá es eso lo que nos pasa a todos: pensamos tan mal que nos es imposible encontrar los errores dentro de nosotros. Son tan fáciles de ver que cualquier otra persona podría hacerlo, pero nosotros no.
Nosotros tenemos la mente dañada, esa es una enfermedad que nos une.
Suspiro cuando mi amiga desaparece ¿Es tonto querer arreglar lo que ella piensa cuando no puedo arreglar lo que pienso yo? Supongo que sí, pero es un instinto que no puedo detener. Siento unos dedos entrelazarse con los míos, volteo solo para encontrarme con la sonrisa comprensiva de Ume.
—Lo intentaste, cielo —dice ella, encogiéndose de hombros.
—Si...—digo, con pocos ánimos.
—¿No se dieron cuenta? —nos pregunta Alek, rompiendo su silencio.
—¿Cuenta de qué? —cuestiona Jacob, mirando aún el lugar por el que se fue Maggie.
—Margaret se llevó el vestido, pero no las tijeras.
Entonces, volteo hacia la pequeña mesita frente a los sillones y ahí están las tijeras que Margaret suele usar para destrozar los vestidos de Charlotte. Pudo haberlas olvidado, así como también pudo haberlas dejado ahí a propósito. Como sea, Jacob no se arriesga y las toma. Se apresura a guardarlas en su bolsillo y nos observa a Ume, Ale y a mi con una amplia sonrisa.
—El rojo le debe quedar bien a un esqueleto, ¿no lo creen?
Y sé que él esconderá las tijeras porque uno, le gusta llevarle la contraria a Margaret; y dos, porque ninguno de nosotros tolera los fallos en la mente del otro. Sí, todos tenemos pensamientos dañados, pero entre enfermos podemos fingir que sabemos curarnos.
A veces, fingimos demasiado bien.
...
—Entonces... —dice Charlotte, caminando a mi lado por los pasillos —. ¿Cómo es eso de que Ume y tú están saliendo?
Ladeo mi cabeza para verla. Me sorprende que sepa que Ume y yo comenzamos a salir cuando no se lo he contado. Es decir, no se lo estaba ocultando. De hecho, estaba a punto de decírselo. Solo me parece extraño que ella se haya adelantado a mi declaración.
—Algo así. No podría llamarlo salir porque eso implica citas y salidas que no puedo ofrecerle. No sé si lo recuerdas, Lotty, pero estamos internados en un hospital.
—Te podrías poner creativo e invitarla a citas aquí —me sugiere, sonriendome mientras juega con el arete en su oreja —. Quizá una cena romántica en la cafetería del hospital...
—¿Es acaso ese un truco para que coma?
—No...
La observo con una ceja enarcada, el hecho de que muerda su labio inferior y entrecierre sus ojos verdosos la delata. Claramente era un truco, por lo que ruedo mis ojos y ella fuerza una risa. Rodea mis hombros con un brazo y me da un leve apretón antes de seguir caminando.
—Bien, era un truco —admite. Charlotte es mala mintiendo —. ¿Funcionó?
—Ni un poco, Lotty.
—Bueno, al menos debía intentar —se encoge de hombros y vuelve a caminar con las manos en los bolsillos de su bata —. Entonces, si no estás saliendo con Ume, ¿qué está pasando entre ustedes?
—Ella me gusta, yo le gusto. Ambos lo sabemos y no lo escondemos. Eso está pasando.
—Así que están en una relación.
—Se puede decir que si.
Sonrío porque se siente increíblemente bien decirlo. Me gusta saber que estoy en una relación, que estoy con alguien que me hace sentir vivo y yo la hago sentir viva a ella. Honestamente, mi cabeza suena demasiado cursi y dulce. Esto no es a lo que estoy acostumbrado, pero no me puedo quejar cuando deja esta sensación tan agradable en mi pecho.
Siento la mirada de Charlotte sobre mi, sé que está usando ese truco de descifrarme con los ojos conmigo. Ladeo mi cabeza para encarar su rostro de concentración, es como si estuviera examinándome a través de ese verde que rodea sus pupilas. Por un momento, creo que vislumbro algo de desagrado en ella ante la idea de Ume y yo juntos, pero sé que me equivoco en el instante en el que ella esboza una sonrisa que me parece muy genuina. Yo sabía que ella iba a estar feliz por mi.
—El amor joven es muy lindo —es lo que dice tras suspirar.
Yo rio un poco, considero que no hay diferencia entre el amor joven y el viejo. Ambos son tan lindos como destructivos por igual. Sin embargo, me reservo mi respuesta porque sé que suena un poco negativa y justo hoy no quiero lidiar con el lado psiquiatra de Charlotte. Solo quiero hablar con ella del modo en el que lo haría con mamá si estuviera aquí. Quiero decirle lo extraño es que yo me encuentre tan feliz.
—Gracias, Lotty —le respondo —. Oye, ¿y cómo sabías que entre Ume y yo pasaba algo?
—Oh, ella me lo dijo —dice sin titubear. De nuevo, juega con su arete —. Se le veía muy contenta.
—¿En serio?
—Sí, mi niño. Estaba casi tan contenta como lo estás tú.
—Aún no me creo que yo le guste. Es tan extraño pensar que alguien me ve de la forma en la que ella lo hace.
—Es dulce, pero no te encariñes demasiado.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Jay, sabes de la masectomía que podrían hacerle a Ume. Si ella decide hacer la operación, le darían de alta y...
—Y se iría.
Y yo seguiría aquí, atrapado, mientras que ella consigue su oportunidad de vivir...lejos de mi.
No quiero tener este pensamiento egoísta, pero surge en mi a una velocidad que me enferma. Si Ume se cura, se irá; me dejará. Mierda, esa idea duele mucho más que cualquier herida que yo mismo me haya causado antes, y eso que me he causado muchas. De repente, es como si toda esa ilusión y emoción en las que estaba flotando hace unos segundos me hubiese abandonado. Ahora estoy cayendo en un espiral de preguntas que solo hacen que me sienta cada vez peor.
¿Y si se va y se olvida de mi? ¿Y si solo siente lo mismo que yo porque no ha visto nada más? Afuera hay un mundo de posibilidades, aquí solo un esqueleto que le quiere regalar narcisos ¿Quién no escogería las cien probabilidades que existen en el exterior en lugar de mis flores?
No puedo creer que estoy pensando esto, que de verdad me está dando miedo la idea de que Ume mejore. Yo la he visto sufrir, la he visto llorar, la he visto aguantar arcadas, dolor, hasta he visto como su reflejo ha cambiado hasta convertirse en uno que odia ¡¿Y aún así me duele pensar que se puede curar?!
Podrán llamarme psicópata, cínico, pesimista, lo que quieran, pero si algo no suelo ser es egoísta. No me gusta pensar así, no me gusta que mi felicidad de repente se sienta más importante que su salud. Hay una absurda parte de mi que susurra que es nuestra, nuestra felicidad, y que si Ume se queda podríamos hacer que crezca. Sin embargo, estoy muy consciente de que esto se trata de mi, de mi propia alegría.
Anoche fue la noche más feliz de mi vida, o al menos lo fue desde hace muchísimo tiempo. Tengo miedo a que no se repita.
—Pero me parece lindo que quieran estar juntos mientras tanto —continúa Lotty, trayéndome de vuelta a la realidad —. Ustedes no han vivido lo que la mayoría de los adolescentes vive, quizá esto los haga sentir un poco más normales.
—Con ella no me siento normal, Lotty —le digo —. Con ella me siento lo contrario a normal; con ella soy extraordinario, fantástico, único...Estando con ella, soy la mejor versión de mi.
Y me da miedo dejar a esa versión marcharse con Ume una vez ella se cure.
Pero los hospitales están hechos para eso, ¿no? Entra un enfermo, sale uno curado, y me quedo yo en estas cuatro paredes de mierda solo, deprimido y hambriento. Todos se irán porque todos tienen a donde ir, ¿pero yo? ¿A quién coño tengo? ¿A mi papá con su nueva esposa de nombre pretencioso? No los quiero. Al final estaré solo yo, olfateando el olor a químicos y cloro hasta que sea un viejo canoso, si es que llego a tanto.
Y lo único que tengo es ese Jayden que conozco junto a Ume...pero también lo perderé.
—Anímate, mi niño. Ume aún no decide, tienes tiempo para vivir tu historia de amor —me asegura Lotty, codeándome antes de detenerse frente a su oficina. Aquí termina nuestra caminata —. Por cierto, antes de que se me olvide: mañana vienen de visita el hermano y la hermana de Jacob.
—¿De verdad? —pregunto, impresionado. Jack viene a veces, pero la hermanita de Jacob no suele venir. Tengo entendido que sus padres no la dejan.
—Sí y él está un tanto ansioso ¿Quisieras animarlo un poco?
—¿Yo? ¿Animar? Estás hablando con el enfermo equivocado, mejor búscate a una porrista.
—No. Estoy hablando justo con el enfermo que quiero. Anda, Jay. Sabes que el estrés le hace mal a Jacob, lo que menos quiero es que siga teniendo sangrados por la nariz.
O heridas en el brazo que quien sabe de donde las saco, pero eso no es problema de los doctores.
Termino por asentir con la cabeza, lo que hace que ella me abrace y me de uno de esos tiernos besos en la mejilla que la hacen ser Charlotte. Sé que no lograré animar a Jacob, pero de una u otra manera hablaremos de este tema. Seguro él me dirá algo como: mis perfectos hermanos vienen y todo tiene que estar perfecto; a lo que yo responderé: seguro, todo estará perfecto.
Porque la única manera en la que sé animar es mintiendo.
Me despido de Lotty antes de que entre a su oficina y casi quiero golpearme a mi mismo cuando a mi cabeza vuelve el tema de Ume tan pronto comienzo a caminar hacia los dormitorios. No me creo ser el que esté cuestionando si quiere o no que la chica que más merece felicidad siga sufriendo. Yo la quiero, es la persona a la que más cariño le tengo en este mundo, ¿y aún así pienso en mí antes que en ella? ¡¿Pero qué carajo está mal en mi?!
Es impresionante como toda esa alegría que sentía en la mañana de repente ya no está. Tengo la teoría de que la felicidad es como una curita en el brazo: la tienes ahí, tapando heridas que probablemente nunca se cierren, y de repente la arrancas de golpe; queda la herida, queda el dolor, pero jamás se queda la felicidad. Hasta que buscas una nueva curita y comienzas con ese ciclo de nuevo, animándote a ti mismo al decir algún día la arrancarás y la herida estará cerrada.
Es verdad que la única forma de animar es mintiendo.
Me paro en seco cuando unos brazos delgados, pero cálidos, me rodean por la espalda en lo que debe ser el abrazo más cariñoso y dulce que alguna vez mis huesos han recibido. Sé que es ella y por eso mismo no volteo ¿Cómo seré capaz de mirarla a la cara y aguantar las ganas de rogarle que se quede a mi lado, aunque eso signifique no ser feliz?
—Hola, cielo —escucho su voz a mis espaldas. Suena dulce, cariñosa...enamorada —. ¿Estás bien? Te vi caminar hasta acá y te noté un tanto triste.
—Solo pienso —digo, rodeando sus brazos porque se sienten como lo único seguro ahora —. Creo que odio mi cerebro y odio todo lo que me obliga a pensar.
—No digas eso —casi puedo apostar que está frunciendo los labios en este instante, es algo muy Ume. Siento un beso en el centro de mi espalda, antes de sentirla apoyar su rostro en el mismo lugar —. A mi me gusta tu cerebro, piensa de una forma en la que no pensaría nadie más.
—Quizá ese es el problema, que no pienso como los demás...
—Quizá el problema lo tienen otros, Jay. Tienes pensamientos muy malos, ¿pero quién no los tiene? La verdad, valoro más los pensamientos buenos, esos te hacen ser una de las personas más listas, objetivas e increíbles que conozco. El problema no es que pienses distinto, sino que otros no lo hacen.
Sonrío. Así que ella es la siguiente curita que usaré para cubrir mi herida abierta, esa que tontamente me digo que sanará. Ella es la alegría que eventualmente se irá...
Pero no se ha ido, todavía está a mi lado y la puedo aprovechar.
Suelto sus brazos y la obligo a dar la vuelta para poder verla a la cara. Si Ume no estuviera enferma, no estaría tan pálida. Entonces, su piel que debe ser naturalmente de color canela, no me permitiría ver ese lindo sonrojo en sus pómulos que su palidez enfermisa si me permite presenciar. No sé si pestañea varias veces a propósito, pero es una cosa que me resulta demasiado adorable de observar. Tomo sus mejillas entre mis huesudas manos, siento su sonrisa en mis dedos y estoy muy seguro de que esto es lo más cercano que estaré de tocar el cielo.
Porque la sonrisa de Ume es eso: es un cielo que a veces está despejado, y otras veces hay nubes bloqueándolo, pero siempre se verá impresionante, inalcanzable y hermoso.
—Eres demasiado buena para este mundo, Ume Vidal —le digo, antes de dejar un beso corto en su nariz respingona. Eso la hace reír.
—Claro que no. Es solo el mundo que es demasiado malo para todos.
—Usualmente estaría de acuerdo con ese comentario, pero tengo demasiado cerca a algo muy bueno así que no puedo quejarme. Quizá el mundo me está dando un regalo después de ser una completa mierda conmigo por tanto tiempo...
—Mhm, quizá me pasa lo mismo...
—Quizá hay que aprovechar que el mundo este siendo tan generoso últimamente...
—Quizá...
Ella suelta una risita nerviosa, lo que me hace saber que tiene las mismas intenciones que yo. Me inclino hacia abajo y ella se pone de puntillas, hasta que finalmente se juntan nuestros labios y esta es la parte de la historia en la que yo olvido por completo que soy infeliz. Así, con alguien tan buena y a la que quiero tanto tan cerca de mi, tengo la absurda idea de que quizá ella me pueda contagiar un poco de esa bondad y ternura; pero esas cosas no son enfermedades, no se contagian.
Uno solo nace con ellas.
La escucho suspirar sobre mis labios una vez el beso culmina y abro mis ojos solo para encontrar los suyos cerrados. Esos bonitos trozos de lo que podría ser el metal más valioso del mundo se abren poco a poco, hasta que termina mirándome por debajo de sus largas pestañas. Acaricio su mejilla con mis dedos, no puedo evitar preguntarme qué seria de nosotros si no estuviéramos lejos de este hospital, si fuéramos una chica y un chico sanos viviendo una vida regular ¿Nos gustaríamos de la misma manera?
¿Acaso ella me miraría de la misma encantadora manera si ella se curara?
—Oye, cielo...—me dice, ahora mordiendo su labio inferior como si hubiese algo que tiene que decir.
—¿Sí, cariño?
—Creo que si me haré la masectomía.
Ahí está, lo que tanto estaba esperando: me arrancaron la curita de un solo tiro.
Ume podría curarse con esta operación, podría ser una persona libre de cáncer; una chica sana y los sanos no pertenecen a este hospital...no pertenecen conmigo. Ella me observa, esperando que reaccione, pero estoy teniendo un momento difícil en entender como debo actuar. Hay algo en mi que duele muchísimo, que parece que se quiebra, cuando pienso en perder lo más cercano que he tenido a felicidad, emoción e ilusión en poco tiempo. Casi quiero pedirle que no lo haga...
Pero la he visto vomitar, la he visto con mareos, la he visto llorar. Ume es la flor más hermosa que he visto en mi vida y no puedo permitir que se marchite...aunque eso signifique que yo me marchite en su ausencia.
Le sonrío y la beso de nuevo, pero esta vez es más profundo; le dejo mucho más de mi de lo que imagina con esto. No es que esté buscando una cura en sus labios, no la hay. Más bien, es como si la besara para atesorarla, para saborear la felicidad y al menos recordar lo dulce que es cuando ya no esté. Cuando nuestros pulmones ya no dan más, aparto mi boca de la suya y la envuelvo en un gran abrazo, uno que necesito más que ella.
—Te vas a curar, cariño —le susurro —. Vivirás.
—Sí, lo haré. Me lo merezco, Jay. Merezco vivir aunque sea con cicatrices, ya aprenderé a lidiar con ellas.
—Me alegra que hayas tomado esa decisión.
Fui honesto con mis palabras. A pesar de que me duele, si me alegra. Ahora, ¿me alegraría aun más si no lo hubiese hecho? Me gustaría creer que no. Quiero pensar que yo no soy capaz de sentir alegría a costa del dolor de alguien a quien quiero con toda la fuerza que le queda a mi esqueleto.
Sé que mi corazón siente felicidad en muchos de sus latidos, pero también sé que en los latidos restantes hay un miedo que no se irá. Suspiro en su hombro, pensando en quien será Ume cuando este curada, en quien seré yo cuando ella no esté...
Y quiero convencerme de que yo, Jayden Smith, no soy egoísta...pero es difícil no serlo cuando lo único que me distraía de mis propias heridas se me está escapando de las manos.
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