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¡Tu Papá Es Famoso!

Capítulo dedicado a: AAVSLA, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Hoy era el día libre de Tobio, pero también era el primer día del regreso de Shoyo a la Liga Japonesa después de su pequeño descanso de tres meses por paternidad. Se mostraba bastante emocionado, con una gran sonrisa en su rostro que poblaba sus alegres facciones. Tobio asintió, teniendo a su hijo más pequeño entre brazos, y observando al adulto que ya estaba calentando en la entrada de la casa. 

Sí, en definitiva, el mayor de los Kageyama creyó fielmente que su pareja se veía muy bonito con el uniforme de descanso de color rojo, y en la chamarra la bandera del país estampada. A sus espaldas colgaba su mochila donde llevaba su agua, su uniforme, su toalla y todo lo necesario para un partido de práctica.

—¿Estás listo, Hi-chan? —preguntó Shoyo de repente, cuando dejó de hacer un extraño calentamiento de sus pies al saltar varias veces de manera consecutiva. Después de esa pregunta, la casa se quedó en un largo silencio, hasta que los pasos corriendo por los entarimados de madera del suelo presentaron al alegre chico mencionado por su padre, con su infantil mochila en los hombros, su radiante curva bailando entre su amigable rostro y el asentimiento veloz que alcanzó a formular, corriendo cuando su padre le extendió la mano y la atrapó cuando estaban demasiado cerca—. Pasaré a dejar a Hi-chan a la escuela y de ahí iré a mi práctica —contó con emoción el de hebras naranjas, apretando la pequeña mano de su niño y caminó hacia donde estaba Kageyama. 

Primero, sus ojos cafés captaron al pequeño bebé de cabellos alborotados negros, que dormitaba plácidamente en los brazos del más alto. Shoyo sonrió con ternura al ver su pequeña carita. Como de vez en cuando las facciones de Sora eran cambiantes dependiendo del sueño que tuviera, en esa ocasión, se veía como de vez en cuando arrugaba su diminuta nariz y seguido de eso, formulaba una sonrisa delineada de la forma más bonita posible.

Sora tenía la radiante sonrisa de Shoyo Kageyama, o al menos eso creía Tobio cada vez que la veía.

Shoyo se agachó a la altura del pequeño que era cargado y dejó un diminuto beso que apenas y rozó su suave piel en su mejilla; acto seguido, Hishou comenzó a saltar, apretando el agarre de manos que mantenía con su padre y haciendo todo lo posible para poder meterse frente a su otro padre que cargaba a su hermano.

Hishou y Tobio se miraron a la cara, no se dijeron nada al principio, y en su lugar, el pequeño niño de hebras negras bajó su mirada, topando a sus ojos azules con su hermano. En ese instante en que vio al bebé de piel blanca utilizando un pequeño traje de oso negro, Hishou tomó la decisión de despedirse de él de la misma manera en que lo hizo Shoyo. Así que soltó la cálida mano de su papá y trató de acoplarse a la altura de los brazos que sostenían a Sora.

En definitiva, su padre era demasiado alto, y a pesar de que en su salón su estatura estaba en la media, casi siendo de los más altos, ahora tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para ponerse de puntitas, colocando sus dos manos sobre los brazos de Tobio que cargaban a su hermanito menor, y tuvo que inflar sus mejillas, aguantándose la respiración y sintiéndose frustrado porque a duras penas lograba asomar su rostro y vislumbrar demasiado cerca al pequeño niño de ojos azules que se removía en sueños, dando un pequeño sonido de cansancio y volviendo a formular esa sonrisa bien delineada que los otros dos constituyentes a excepción de Shoyo, no tenían.

—Pero respira, Hi-chan... —pidió Shoyo, al ver a su hijo mayor mirando con desespero hacia el techo, inflando sus mejillas y poniéndose rojo de la rabia por no poder ser más alto. Una de sus preocupaciones actuales era el temor de no crecer demasiado: ¡Hishou quería ser alto, alto, como su padre Tobio!

Pero últimamente, muchos de sus compañeros del aula, que antes eran más bajo que él o que estaban a su altura, iban creciendo.

¡Crecían! ¡Y él también lo hacía en menor medida! ¡Muchos lo rebasaron!

Por supuesto, su terror no sería tan grande si no supiera que Shoyo Kageyama en su niñez y adolescencia no fue el más alto de todos, incluso en el actual equipo de voleibol profesional que su padre manejaba, era de los más bajos entra tantos titanes, ¡unos incluso eran más altos que Tobio!

Al no llegar por más que lo intentara, Tobio y Shoyo se vieron a la cara. Al principio, no se dijeron nada ni dieron indicios de demostrar algo certero, sólo terminando por asentir al escuchar al niño azabache de ojos azules jadear por el esfuerzo y teniendo que respirar tras haber aguantado la respiración mucho tiempo. Casi se iba al otro mundo.

Hishou se rindió por el exceso de cansancio, poniendo sus pies bajo la tierra y sólo arqueando sus cejas hacia abajo, molesto y frustrado.

A continuación, Hishou dilató sus pupilas, al sentir como los brazos de Shoyo se colocaban cerca de donde estaban sus axilas.

—¡Pa-...! —Antes de que pudiera formular palabra alguna, sus pupilas se dilataron al sentir como era elevado fácilmente a la altura de donde se encontraba su hermano. Cuando giró su rostro para mirar las reacciones que estaba teniendo Shoyo, se topó con su alegre gesto sonriente de siempre que le dedicaba mucha confianza.

Hishou se sintió avergonzado, sólo atinando a hacer un diminuto puchero con sus labios, enrojeció con fuerza y empezó a enfocar su mirada en su durmiente hermano de tres meses de edad. Hishou se conmovió, sintiendo una extraña calidez al ver el diminuto rostro. Tobio fue testigo de cómo se formuló una sonrisa mal trazada en su boca, en forma de zigzag y sus ojos brillaban de la emoción; luego de eso, se inclinó un poco para dejarle un beso en la frente.

Cuando sus labios se separaron de la frente del pequeño ser, Shoyo lo bajó, quitando sus manos de su cuerpo y en su lugar se limitó a pasar su mano abierta sobre las hebras negras de su pequeño de diez años (los cumplió hace poco) que daba indicios de estar complacido.

—¡Nos veremos esta tarde, Tobio! —Se despidió el de cabellos alborotados de su esposo, pasando su mano que tenía su anillo en el dedo anular sobre una de sus pálidas mejillas ajenas y se acercó a él para despedirse con un pequeño beso en los labios y otro en la comisura.

En el aula de clases de la primaria Suno, Hishou era un estudiante común: era amigo de los dos hijos de un profesor de un grado inferior y era un alumno que tenía notas regulares, no era alguien al que le costaran trabajo los estudios, pero tampoco era un genio.

Ese día en específico, la maestra de artes, Amai, les pidió una revista que no fueran a ocupar para poder hacer una piñata. Hishou llevaba una de cocina que nunca sirvió por lo mal que le quedaban los platillos a Shoyo. Eran muy elaborados, o algo así.

—¡Oye, Kageyama! ¡Tu papá es famoso! —En medio de su habitual concentración, Hishou fue interrumpido de golpe cuando uno de sus compañeros de clase se le cruzó. Al girar un poco su rostro, pudo ver a un niño de su edad que era increíblemente más alto que él, de castaños cabellos del tono más claro que Hishou nunca haya visto, y potentes ojos negros, frente a su pequeño pupitre. Taro Nanashima, el chico nuevo que llegó a la prefectura hace un mes, después de que sus padres se divorciaran. No tenía muchos amigos por esa misma razón, era hiperactivo y en algunas ocasiones se mostraba tímido; por alguna razón, le gustaba rondar a Hishou.

—¿Mi papá es famoso? —relató en voz alta la pregunta de su compañero de clase, primero ladeando su cabeza hacia un lado y haciendo un gesto perdido. Taro amplió más su pequeña sonrisa, asintiendo y por fin mostrando la revista que trajo para la actividad: una revista de deportes del mes pasado, en la portada, se encontraba Shoyo, por su reciente despegue de la fama gracias a Kuroo y Kenma y su propio talento trabajado por años. Apenas vio la revista, el rostro de Hishou Kageyama brilló de la emoción, al ver lo que su compañero le mostraba—. ¡Mi papá no es famoso, es jugador de voleibol! —comentó con emoción, no estando muy al tanto de la fama en el mundo de los adultos y todas esas cosas complicadas.

Para él sólo existía la idea de que sus dos queridos padres jugaban voleibol, y él quería seguir sus pasos: ¡ser un colocador de alto nivel!

—Por eso, digo que es famoso —insistió más Taro, señalando la portada de la revista de su madre con mucho entusiasmo. En ella, se mostraba al número 10 de la selección saltando alto, en la posición donde se está a punto de rematar.

Hishou volvió a negar.

—¡No es famoso, es un jugador de voleibol! —exclamó con más emoción, sólo atinando a cerrar sus ojos y decirlo con más fuerza. Taro arqueó sus cejas ante esa respuesta—. ¡Mis papás son jugadores de voleibol, no famosos, Nanashima-san! —indicó, alzando uno de sus dedos arriba y haciendo un pequeño mohín orgulloso.

Al niño que era más alto que él le brillaron los ojos, cautivado con la sabiduría del hermano mayor de los Kageyama, colocando la revista en el pupitre vacío de Hishou y seguido de eso, sus dos manos sobre ésta.

Hishou se sintió importante, no pudiendo evitar que su pecho se inflara de orgullo, su sonrisa delineara sus labios y un rubor completara su bonito gesto.

—¡Cuando vino tu papá a dejarte, me impresioné demasiado! —elogió con emoción el castaño, teniendo un inexplicable brillo en sus ojos que logró descolocar a Hishou apenas se topó con ellos—. ¡Es increíble que tus papás sean famosos!

Por supuesto, esa respuesta sólo permitió que Hishou arqueara sus cejas hacia abajo, molesto.

—¡Qué no son famosos! —replicó con molestia y un pequeño tono irritado. Sus delgadas cejas fueron arqueadas más y su ceño afilado le dio un gesto aterrador, pero Taro ni siquiera se inmutó, en su lugar, parpadeó un par de veces, y bajó su mirada hacia la revista. Al encontrar lo que buscaba, puso su mano en una línea de la portada donde se leía: «El famoso jugador de voleibol, contará su historia: Shoyo Kageyama. ¡Su experiencia en el Karasuno y su viaje a Brasil!»

Hishou soltó un grito asustado, ante esa realidad, leyendo esa palabra larga y sintiéndose un perdedor. No pudo evitar dar un largo jadeo de sus labios, sintiendo como el alma se le iba de su cuerpo y tuvo que tocar con una de sus manos su pecho, sólo para asegurarse de que su corazón siguiera latiendo.

Era increíble como alguien que no fuera él conociera mejor a sus padres...

—Por cierto, ¿dónde está Brasil? —Taro, con rapidez, cambió el tema de conversación, despertando del trance a Hishou, quien sólo pudo mirar con sus ojos rasgados de color azul a su compañero y sonrió victorioso.

—En otro planeta —afirmó con seguridad el niño azabache, siendo certero y pensando al querer conectar cabos: sí, creía eso fielmente, porque su padre le contó emocionado que había viajado en avión para poder llegar ahí.

Si viajabas en avión te llevaba a otro planeta, ¿no? ¿O se estaba confundiendo de transporte?

Algún día él iría a otro planeta con su familia, eso le dijo Shoyo, que irían a Brasil los cuatro cuando Sora estuviera más grande.

Taro soltó un grito emocionado, tomando su revista entre sus manos y mirando con admiración a Hishou, como si fuera un enorme genio.

—¡Genial, tu papá fue a otro planeta! ¡Genial, genial! —apoyó con genuina sorpresa, logrando que Hishou sacara los genes de Shoyo que a veces estaban ocultos y terminó con toda la cara roja, empezando a pasar su mano sobre su nuca y la rascó con nerviosismo.

Tal parecía, que ambos no prestaban mucha atención a sus clases de Geografía.

—¡Usaré esta revista para la piñata! ¡Pero me alegró traerla para hablar contigo! —afirmó el castaño, viendo la portada y asintiendo con felicidad. Sólo logró que Hishou detuviera su pequeño gesto apenado al ser elogiado, observando al chico con un gesto perdido hasta que el terror empezó a llenarlo, al recordar lo inevitable: era cierto, esa revista sería rota, ¡su papá quedaría hecho pedazos pegado a un globo con engrudo! ¡Debía de hacer algo!

—¿Puedo quedarme con la portada? —preguntó Hishou, asustado de los posibles resultados.

El otro niño lo miró a la cara, luego alterno su vista negruzca sobre la revista, y después arqueó sus cejas, al no entender esa petición.

—¿Por qué?

—¡No quiero que mi papá sea pegado! —aseguró con mucha honestidad, dando un rápido asentimiento en su cara. Taro lo miró a la cara, haciendo un respingo de la sorpresa ante tal respuesta, pero sólo terminó por asentir, haciendo una honesta mueca sonriente junto con el carmín llegando a sus mofletes.

—Está bien, ¡te la daré!

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