Ryusei Tsukishima & Miyagi Iwaizumi
Hoy creo que es el día del libro, por lo que se regala un libro y una 🌹, pero como no los conozco en la vida real, les dedico el capítulo y les doy una 🌹 virtual.
(Sólo mencionaré a los que comentaron el capítulo pasado, me gustaría también colocar los votos, pero lamentablemente Wattpad no tiene la opción de ver quién ha votado cada capítulo, pero también va dirigido para todos los que leen y votan. ❤)
StellaSayuri2, Kacchan9, venusrottic, xdwachiturrosxd, Morfeo24, Genya_mi_nene, DianMoon99, --Potter_Malfoy--, Tobioerigay, Nuchi_A, BokuAka_aelyn, brownies_uwu, alexxwr, Lara7125, PiojoDeMidoriya, Rivhrev, Miriam_KH, Ashal_Kageyama910, xNat_x, y BokuAka_4_ever.
«No le entiendo a este tema de química, ¿qué es eso de 3-etil-4-isopropil-5-metilheptano? ¿Cómo se come?», Ryusei no sabía si debía de asombrarse porque Hishou dijo todo un trabalenguas sin trabarse, o preocuparse por su futuro académico.
Su pareja era alguien muy curioso, siendo incluso contradictorio porque las explicaciones las entendía demasiado rápido. Pero, ¡no podía concentrarse!
Ahora estaba contra la espada y la pared, teniendo el privilegio de poder estar en la habitación del chico, sentando en un cómodo cojín frente a una mesa igual de pequeña, pero espaciosa para que el azabache pudiera regar sus cuadernos, lápices y colores por el sitio. Hace tiempo atrás, Tobio les trajo un té verde y unas galletas caseras que sobraron después de que Shoyo manifestara el antojo de comer unas rellenas de chocolate.
¡Le dio miedo! ¡Le dio miedo que lo mirara fijamente! Cuando dejó las galletas y el té, lo miró por unos breves segundos, con esos helados ojos azules y Ryusei sólo lloró internamente, pero no manifestando su pánico en sus facciones, tratando de corresponder la misma mirada helada de Tobio. Algunas cosas habían cambiado desde que Hishou afirmó ya haberle dicho a sus padres de su extraño noviazgo. Shoyo lo trataba con un apodo más cariñoso: «Ryu-chan», y Tobio no lo dejaba de mirar cada vez que cruzaban miradas.
Justo ahora en la casa no estaban ni Shoyo ni Tobio, tras haber ido a su cita médica para asegurarse de que la gestación fuera bien, y sólo Sora y su amigo Miyagi estaban en la sala haciendo sus deberes.
No podía decir que estaba todo tan tranquilo, mientras Hishou hacía una serie de ejercicios similares después de haberle dado una breve explicación, no era extraño que el de menor estatura le sacara preguntas al azar: «¿hasta dónde se lavan la cara las personas que no tienen pelo?», «¿por qué «separado» se escribe todo junto, y «todo junto» separado?», «¿por qué la cómoda se llama así, si la cama es más cómoda?» o «¿por qué nuestro planeta se llama Tierra si hay más agua?». Y Ryusei había tenido la paciencia suficiente como para contestar las que supiera amablemente.
—Oye, Ryusei... —Ahí iba otra vez ese chico de la clase media de Karasuno, haciendo que apartara la mirada de su pequeña taza roja de té que le prestaron y se enfocó en el chico.
—¿Qué pasa?
—¿Los dinosaurios tenían pene? —soltó de improviso, sin dar un previo aviso más del necesario al tirar la bomba, Ryusei se quedó paralizado por unos segundos, al oír la última palabra siendo pronunciada por el chico.
De repente, algo dentro de sus cabales pareció conectar, aunque sus fusibles se hayan fusionado y por poco hecho corto circuito, regresando, tras poner los pies sobre la tierra y soltar su inquietud en forma de un carraspeo.
Sus ojos verdes se toparon con los rasgados de Hishou, inyectándole su seriedad al hacer esa pregunta, y él simplemente no pudo negarse, alzando sus hombros por unos segundos para dar la imagen de la indecisión y continuar con su explicación leída en un libro de su padre Kei.
—¿Lo hacían como los humanos?
—Bueno, no se sabe exactamente. Está claro que para tener nueva descendencia deben de tener relaciones sexuales, pero algunos tenían púas en la espalda, volantes en el cuello o placas acorazadas. Y también, hasta ahora no se ha encontrado un fósil o algo similar donde dos dinosaurios estén haciendo eso —aseguró, extendiéndose de nueva cuenta más de lo esperado y dejando a Hishou con la sorpresa contenida en sus pupilas por lo mucho que sabía Ryusei—. Aunque, se cree que al ser pariente de las aves, tal vez no tenían pene, si no que tenían algo como una cloaca, que es una cavidad donde está el tracto urinario y el aparato reproductor. Quizás para copular, debían de juntar sus cloacas, como si se dieran un beso... supongo. —Conforme hablaba, su cara se iba pintando de color rojizo ante los temas que tenía que tocar para contestar las dudas de Hishou. El azabache de ojos azules dilató sus pupilas al escuchar lo último, quedándose sorprendido ante esa respuesta y no perdiendo el tiempo para juntar sus manos y aplaudir con emoción por la respuesta dada.
—Mi Ryusei sabe demasiado —confesó en medio de su alegría honesta, no siendo para nada discreto al expulsar ese «mi», seguido del nombre del otro chico.
Y Ryusei ahí murió y revivió varias veces seguidas, sintiendo como el humo subió de golpe por su cuerpo, siendo un desastroso resultado de sus emociones y como una tetera hirviendo que hasta expulsaba humo de las orejas.
Ryusei trató de cubrirse toda su cara ruborizada, sólo mostrándole a Hishou esa extraña forma tierna de que sus manos también se pusieran rojas. Ryusei se ponía rojo, y sus dedos también lo hacían. ¡A su hermano Sora le pasaba lo mismo!
Después de eso, el ambiente volvió a quedar en silencio y Kageyama continuó haciendo los deberes, dejando al menor de los Tsukishima todavía en un trance, donde sólo pudo calmarse al tomar una de las galletas rellenas y darle una mordida.
Delicioso, demasiado delicioso.
Las manos de Tobio creaban maravillas. Las palabras de Hishou al alabar a su padre por ese aspecto, no eran una exageración.
—Y, ¿por qué no nos hemos besado? —Hishou pronunció otra de sus dudas, no viéndose muy cohibido más que el sonrojo que iba tomando fuerza y se adueñaba de su frente.
Ahí, Ryusei casi pasó a mejor vida al atragantarse con la galleta que masticaba.
Ryusei golpeó tres veces seguidas su pecho y Hishou se alteró al verlo así, siendo su salvador cuando le ofreció su té. Ryusei lo recibió y le dio un largo tragó, sintiendo el alivio colarse por su cuerpo y sólo respirando con agitación al alejar sus labios y boca del té.
¿Cómo? ¿Qué pasaba? ¿Hishou quería un beso? ¿¡Cómo lo haría!? ¡Nunca había besado a nadie! ¿Y sí le apestaba la boca? ¿Y si lo hacía tan mal que terminaba arruinando el momento?
Ryusei empezó a gritar internamente, quedándose mirando el aire y sus fusibles esa vez sí que se fundieron.
Tuvo que tomar toda su fuerza de voluntad para levantar la cabeza, y al hacerlo, se topó con la seria mirada azulada de su pareja que lo contemplaban con una actitud milimétrica que llegaba a ser aterradora. La volvió a apartar, alterado ante su seguridad, observando hacia el estante a un lado de su cama, donde habían acomodados varios libros y unos cuantos mangas BL que Hishou había comprado sólo para poder entender de lo que Hiroshi decía y poder armar una plática con él. A un lado de uno de esos tomos, la piedra con ojos movibles que varios años atrás le había regalado descansaba. La seguía conservando y estaba bien cuidada, y al lado de Roca, reposaba un esponjoso peluche de perro mapache que Hiroshi le regaló tras obtenerlo de un Arcade (¿Hiroshi no consentía demasiado a Hishou hasta el punto de ser sospechoso?)
Ryusei entró en una teoría mental donde las incertidumbres de ese chico de cabellos grisáceos se colaron en sus facciones, arrugando su cejas por primera vez, dejando que éstas se juntaran y sus facciones no pasaran desapercibidas por Hishou.
—Se te hacen arrugas en tu frente, Ryusei —relató lo obvio el chico de ojos azules, soltando la pluma donde el ejercicio químico quedó a un paso del resultado en la libreta, y una de sus manos se posó sobre la mesa para recargarse y poder estirar su cuerpo a través del chico perdido que sostenía la mitad de una galleta a medio comer, con el relleno escurriendo de sus dedos. Al estar demasiado cerca, uno de sus dedos tocó las pequeñas arrugas de la frente que se podían ver a través del pequeño fleco que le estaba creciendo, y lo regresó de su trance.
Los ojos verdes regresaron de su mundo, y lo primero que notó, fueron las facciones finas de ese azabache de cabellos lacios repartidos sobre su frente y sus bonitos ojos y sonrisa delimitando su boca.
Ryusei volvió a caer en cuenta de lo que ocurrió, parpadeando un par de veces, terminando porque todo el color rojo paseó sobre su cuerpo y se derritió en su cara. Sus lentes hasta se empañaron.
—¿Qué pasa, Hishou? —interrogó, tratando de articular una sonrisa bien pronunciada que el de menor estatura captó con cierta curiosidad a sus posibles respuestas.
—¿Te molestó la pregunta que te hice? —mencionó con diminuta curiosidad, apilando sus temores ante esa respuesta, pero llevándose rápidamente la negación en el rubio de ojos verdes.
—N-no es eso, no me molesta tu petición —destacó con seguridad, empezando a actuar nervioso y sus manos se juntaron, rozando sus propias yemas entre sí y queriendo sacar un silbido apenas visible de sus labios al querer combatir con sus ansias. Era un inexperto en el romance, ¡nunca antes había tenido pareja!—. Además, no sé exactamente cómo besar, creo que primero me debo de leer un libro que me explique toda la teoría paso a paso.
Ryusei tal vez dijo algo exorbitante o difícil de tomar en serio, pero Hishou sí lo tomó muy en serio. Él creería cualquier cosa que Ryusei le dijera, era bastante inteligente y elocuente, lo admiraba.
—Yo tampoco he besado de la forma en la que las parejas lo hacen, ¿crees que yo también debería de leer artículos? —soltó de su boca su duda segura, al posar uno de sus largos dedos sobre su boca y miró al techo. El rubio se congeló al escuchar la última sugerencia arrojada, destrozando el corazón de Ryusei en más de un sentido y volviéndose a armar rápidamente casi al instante. Al final, apretó sus dientes y terminó por asentir, con un suave golpeteo en su cuerpo que se extendió en un escalofrío cuando el grito de Hishou por la sorpresa lo sacó de su trance—. Pero, si hay un beso que sí sé dar —acentuó el sonido de la plática con facilidad, dejando advertido a Ryusei y no percatándose para nada cuando el acercamiento se hizo más pronunciada y su mejilla derecha sintió un cosquilleo porque algo húmedo se posó sobre sus labios.
Ryusei se ahogó en medio del golpeteo de su corazón, regresando su mirada apenada a su pareja que le depositó un pequeño beso en su mejilla, que no duró demasiado, sólo uniendo miradas con el chico cuando éste alejó su boca de su mejilla y sus distancias sirvieron para verse a la cara.
Ryusei dejó de funcionar, pero fue increíble como Hishou no estaba del todo cohibido, más que el tenue rubor en sus mejillas acompañando su sonrisa bien abierta que hasta sus dientes los enseñaba.
—Así beso a mi hermanito y mis papás —apoyó lo que había hecho, dejando que Ryusei fuera una explosión grande, todo el mundo dejó de girar a su alrededor, su cara se calentó y el humo salió de sus orejas—. ¿Ryusei? —coincidió su voz el de mayor edad, al ver al chico mencionado quieto, sin moverse.
Miyagi no sabía dibujar muy bien. Sora era un año mayor que él, y eso facilitaba las cosas para que Miyagi lo tuviera en su punto de enfoque. ¡Era su superior!
—Soka-chan, no sé dibujar un unicornado —habló Miyagi con su hoja en blanco, pasando el borrador por su creación fallida de la cabeza de un caballo que sospechosamente se parecía a un perro.
Sora respondió al apodo cariñoso que Miyagi le puso al juntar la primera sílaba de su nombre y apellido.
—¿Es de esos animales que parecen caballos y tienen cuerno en la cabeza? —soltó de su boca el de cabellos alborotados, y el niño lindo de cortos cabellos negros lo miró con sus ojos redondos antes de aceptar esa comparación—. ¿Por qué debes de dibujarlos?
—El maestro dijo que debíamos de dibujar a nuestro animal favorito —formuló con seguridad, buscando meter en su lapicero su goma. Sora parpadeó ante esa revelación.
—¿Has visto uno? —Sora interrogó y Miyagi asintió al instante. El que era un año mayor no pudo evitar tener un brillo en sus ojos ante tan maravilloso hallazgo, digno de ser el descubrimiento del siglo—. ¿Dónde? ¿En el zoológico? —indagó, abriendo más sus grandes ojos y dejando a la vista ese claro azul donde Miyagi pudo nadar libremente y asentir ante la pregunta.
—Sí, lo vi... —declaró, haciendo una pausa dramática que copió de su padre Tooru cuando quería mantener suspenso con Hajime, arqueó sus cejas hacia abajo y fue serio en todo momento—. En la televisión. ¡Así que sí deben de existir! ¡Han sido grabados! —argumentó su pequeña lógica, haciendo que Sora abriera su boca con fuerza y el brillo se intensificara en sus ojos, convencido de que Miyagi era muy sabio.
Sólo era la conversación normal de dos niños de cinco y cuatro años.
—¿Sabes cómo dibujar un unicornado? —insistió en la ayuda, dejando quieto al pequeño Kageyama, posando una de sus pequeñas manos sobre su mentón y simuló pensar.
Utilizó todo el foco de su cerebro y su pequeño hámster giró un poco más rápido. Hasta lograrlo, hasta que logró obtenerlo. ¡Una idea!
—Para dibujar un unicornio debes de dibujar un caballo y luego ponerle un cuerno —musitó en medio de la felicidad certera, siendo muy honesto, y Miyagi se maravilló ante esa idea.
—¡Ohhhhhhh... owwww! —Su grito emocionado se destruyó en pedazos, bajando la intensidad del volumen al procesar la realidad—. ¿Y cómo se dibuja un caballo, Soka-chan?
—Debes de dibujar un unicornio y quitarle el cuerno... —contó con seguridad, haciendo que Miyagi de manera extraña lograra entenderle, dando un asentimiento certero con obvia seguridad. Le apartó la vista a su mejor amigo, y dedicó toda su atención a través de sus irises negras al papel en blanco, bajando sus delgadas cejas.
Comenzó a dibujar.
—¿Cuáles son tus deberes, Soka-chan? —marcó Miyagi sin apartarle la vista a su dibujo y su lápiz trazando la primera oreja del caballo, que extrañamente parecía la de un caballo (ahora sí).
—Nos dijo que inventemos un invento —murmuró Sora, poniéndose de pie del pequeño tapete donde los dos estaban sentados para estar en la pequeña mesa de la sala, y corrió hacia uno de los sofás donde su mochila estaba recargada. Tras hurgar en su pequeña mochila morada, fue que pudo sacar una hoja de color roja, con dos ojos movibles pegados en el centro.
—¿Y cómo fue le tuyo?
Sora amplió su sonrisa, recordando como su invento había sido bien recibido por sus papás, y confió en que también le gustaría a Miyagi.
—Es un detector de sismos, Miyagi-kun —formalizó su invento del siglo, ¡nueva revolución industrial, por favor!, enseñando la hoja con ojos movibles. Miyagi por fin se atrevió a verlo, con sus ojos examinando curioso el ingenio ajeno—. Si lo pegas a una pared y ves que los ojos movibles se mueven, es porque está temblando.
Sí, ésa era la conversación que seguían teniendo dos niños de cinco y cuatro años, incluso cuando el último trazo del dibujo del más pequeño finalizó. Un caballo al que se le fue borrado el cuerno... y que luego se lo volvería a dibujar, como Sora sugirió.
Miyagi y Sora borraron sus sonrisas cuando vieron el dibujo finalizado. No era porque fuera feo. No, en definitiva no: la cuestión era que el cuerpo parecía el de un caballo mal dibujado y la cabeza de un perro de orejas puntiagudas. ¿Otra vez?
—La cabeza no me sale... —dijo con desánimo el Iwaizumi menor, rascando parte de sus pequeños cabellos ondulados. Sora asintió ante la verdad, aceptando que debía de tomar medidas drásticas.
—Puedes borrar la cabeza, y yo la volveré a dibujar —sugurió el mayor, en modo de querer mostrar su apoyo y Miyagi no dudó ni diez segundos para aceptar la propuesta.
Pronto, la goma de borrar raspó la cabeza del caballo, y ahora quedada un dibujo de un unicornio sin cuernos ni cabeza. Bien, ésa era la señal divina para Sora.
Y Sora se concentró, invocando a su mente las imágenes de caballos o los de My Little Pony que veía con Shoyo y a veces con Tobio en las mañanas antes de irse a la escuela.
El lápiz trazó el dibujo, dibujando los ojos grandes y negros, la melena de un color muy oscuro, las orejas, la nariz, y la forma de la cabeza. ¡Perfecto!
Sora tenía un talento innato para el dibujo, pero Miyagi no.
Claramente, con esos factores, el dibujo en cuestión salió deforme: un caballo con una cabeza no muy bien dibujada pero bonita, junto con un cuerpo chueco y poco agraciado, se enfatizaba en los trazos fuertes de Sora con el lápiz, como si quisiera romper la hoja, y las líneas delgadas de Miyagi que parecían flotar en ese campo blanco. El cuerno, para variar, sólo era un palo recto, ¿cómo era eso posible?
Sora pareció indeciso por el resultado final.
—¿No está raro el unicornio?
—¡Yo creo que es muy lindo, Soka-chan!
Bueno, si Miyagi estaba bien con eso, él también lo estaría.
—¿Quieres tomar algo, Miyagi-kun? —cuestionó Sora, al ponerse de pie de golpe, cuando acabaron sus deberes y estaban a punto de comenzar a jugar—. Mi papá Tobio hizo galletas rellenas de chocolate. —Miyagi era un amante de las galletas, abriendo su boca con sorpresa ante esa realidad y moviendo su cabeza a una velocidad sobrehumana. Sora arqueó sus cejas y miró hacia el techo, recordando que sus padres se tardarían un poco ya que después de su cita, irían a comprar y mirar al centro comercial cosas relacionadas a algo de unos votos de matrimonio, o algo así (Tobio estaba demasiado feliz desde que Shoyo se lo propuso), y no podía hacer té porque corría el riesgo de quemarse. Lo único que podía darle a Miyagi era agua simple o la leche predilecta de Tobio.
¡Las galletas con agua eran asquerosas!
Aunque no sabía servir leche...
Sus ojos azules miraron los redondos azabaches de su menor, que lo miraba con atención y expectativa. Sólo esa mirada bastó para ponerlo en marcha, ¡decidido!
—Te traeré leche con galletas... —formuló en medio de un susurro algo inseguro, pero no pudiendo echarse para atrás tras haberlo prometido. No podía interrumpir a su hermano mayor porque estaba estudiando con Ryusei, así que sólo estaba él.
La puerta corrediza se abrió de la cocina, dejando ver el comedor de seis sillas, la barra alta de comida, una pequeña mesa que incluía un pequeño espacio al alcance de Sora, para que tomara vasos de plástico si es que sus padres no estaban, y el refrigerador.
Sora tragó grueso y se acercó al frigorífico, abriéndolo y notando que había varias cosas, desde un jugo de naranja, comida para la cena bien guardada, y las dichosas galletas que Tobio escondió para que Shoyo no se comiera todas.
Ahí, a un lado de las galletas, notó la caja de leche que tenía una graciosa vaca en el centro.
Las galletas y leche fueron despojadas del refrigerador, y las colocó en su pequeña mesa, antes de sacar dos vasos y dos platos.
Sora bufó con fuerza y apretó sus manos, listo para esforzarse.
Por supuesto, le costó demasiado abrir la leche, a pesar de que sólo era girar la tapa azul de plástico de la caja, para él fue toda una odisea. Una odisea que culminó con la tapa saliendo disparada al poder sacarla con suerte y un poco de leche se regó contra el suelo y la mesa.
Salió bien el primer paso, mejor de lo esperado. Los pequeños detalles no tenían importancia. Ahora tocaba servir el contenido...
Y todo se derramó. Literalmente.
Leche esparcida por la mesa y el suelo, goteando por los bordes y Sora poniéndose de puntitas para atinar, sólo le llevó como victoria que la leche llenara un cuarto del primer vaso, antes de que toda la demás fuera desperdiciada.
Cuando la última gota cayó, Sora se dio cuenta del desastre que había hecho. Sus ojos vieron la escena y palideció, recordando a Tobio incluso peleando con Shoyo para que no le diera largos tragos a su leche predilecta.
Oh, no...
Ni siquiera le dio tiempo de procesar lo que hizo, ya que la puerta corrediza principal abriéndose de golpe lo paralizó. La risa contenida de Shoyo se oyó por toda la residencia y los pasos de Tobio detrás.
—Te ves más atractivo cuando usas tus playeras con estampados de frases de armadores, en lugar de ropa elegante, Tobio. —La voz de Shoyo lo hizo estremecerse y no pudo huir, se entregaría por su crimen cometido.
—¿Por qué dices eso?
—Cuando te estabas probando ropa, parecías incómodo, pero cuando te pusiste esa playera que decía «control de ataque, el trabajo del armador», parecías bastante emocionado —recordó los hechos, Sora escuchó todo, desde las palabras en la entrada que se dirigían los dos adultos y sus pequeños temblores revolviéndose cuando llegó a la sala y sus aterrados ojos vieron a Miyagi—. Puedes usar esa ropa el día de la renovación de votos.
—Usaré el traje negro durante los votos y en la fiesta me cambiaré por la otra ropa —declaró Tobio con seguridad, tratando de ocultar que en definitiva estaba emocionado por las palabras de Shoyo.
Sora no tuvo tiempo ni para decir algo, poniendo sus dos manos detrás de su espalda, ruborizándose con fuerza y comenzando a jugar con su pie derecho, haciendo círculos sobre el piso de madera.
—Soka-chan...
—Estamos en casa, So-chan, Hi-chan... —La bomba detonó cuando los dos adultos se hicieron presente en la entrada y Sora creyó que todo el aire se escapó de sus pulmones. Eso debía ser una broma—. Hola, Miyagi-chan.
Las dos figuras altas entrando a la sala principal, Shoyo dando pequeños quejidos de cansancio por haber caminado y Tobio detrás de él, cargando una bolsa que contenía regalos para sus hijos y los dos invitados, lo mataron y revivieron casi al mismo tiempo.
—¡Tiré toda la leche en la cocina! —gritó el pequeño niño de cinco años, olvidando saludar antes de soltar la sopa.
Toda la sala quedó en silencio después de eso, mirándolo fijamente y poniéndolo nervioso al ver como Tobio se quedó quieto, perdido en su nube de terror al soltar esas palabras.
Hishou apenas salía de la habitación sonriente, seguido de Ryusei y sólo deteniéndose de golpe ante la pesada atmósfera, donde Tobio pasaba a adelantar a Shoyo quien acariciaba su vientre y se posicionó frente a Sora. Sora lloró internamente y Tobio también por su reliquia.
—Gracias por decirme... —Fue lo único que logró soltar de su boca el adulto, haciendo que Sora levantara su cabeza con sorpresa y se topara con el serio rostro sereno de su padre y su mano cayendo sobre sus cabellos—. Te ayudaré a limpiar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro