Papá Besó A Santa Claus
Capítulo dedicado a: venusrottic, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Nota: me inspiré en la canción llamada «Yo vi a Santa Claus besando a mi mamá», así que, las similitudes son por eso JAJSJAJAJA. Es que me encantan las canciones navideñas de las ardillitas, y en la navidad pasada, al escuchar esa canción, quise escribir de eso.
—Mi papá Shoyo se está besando con alguien más... —Lloró Sora, en medio de su pánico al entrar a la habitación de su hermano. Hishou, muy al contrario, dormitaba tranquilamente sobre el mullido colchón, bien arropado de pies a cabeza, con su boca abierta y su sonrisa infantil desbaratada. Sora vio a su hermano no mover ni un solo músculo, y aún, con sus ojos llorosos, empezó a sacudirlo con más fuerza, expulsando sus preocupaciones en sollozos—. ¡Mi papá Tobio se pondrá triste! ¡Hishou! —Lloró, acercándose más al cuerpo alto ajeno, lo tomó por los hombros, y lo sacudió aún más rápido.
En vano, Hishou no despertó. Sólo comenzó a roncar, como si buscara una manera de acallar el sonido. Sora lo contempló, con su vista levemente borrosa por las lágrimas, al ya haber tenido suficiente: su papá Tobio quería mucho a su papá Shoyo, y su papá Shoyo quería mucho a su papá Tobio, ¿por qué entonces se besaba con otra persona?
Sora infló sus mejillas de la rabia, se puso rojo al recordar esa escena, donde Santa, el alegre hombre que entregaba regalos, se vio beneficiado con la ausencia de Tobio y besó a Shoyo Kageyama.
No lo aguantó más y tomó medidas drásticas, estirando su pequeño cuerpo cubierto por su infantil pijama de dinosaurio Rex, poniéndose de puntitas para alcanzar a tocar el rostro de su hermano mayor, posando su mano en la nariz ajena, apretándola e impidiendo que el aire entrara a sus fosas nasales.
Hishou soltó un grito, pateando el aire al sentir que su corazón se estrujó. Abrió los ojos de golpe y por impulso le dio un manotazo a Sora para que se alejara, enderezó su cuerpo, con sus hebras despeinadas y la almohada pegada a su cara.
Sora dio otro lloriqueo por el manotazo y los ojos azules rasgados de su hermano mayor voltearon a verlo, con el miedo y el pánico acumulado. Se topó en primera plana con el pequeño niño de cabellos alborotados, con su carita llorosa y sobando su pequeña manita que fue golpeada por su hermano mayor. Hishou se preocupó al verlo en ese estado, dilatando sus pupilas y con el tremendo pánico que ya venía arraigado por querer cuidarlo, por lo que se deshizo de las cobijas sobre su cuerpo, se sentó en la orilla de la cama y le estiró sus brazos para que éste pudiera abrazarlo.
Sora gritó con pánico, no perdiendo el tiempo y sus pequeños pies corrieron a los brazos de su hermano, con tropezones veloces. Hishou lo atrapó, tomando su pequeña manita enrojecida por el golpe y la empezó a sobar, queriendo calmarlo.
—¿Estás enojado porque te dije que no fuéramos a espiar a Santa? —susurró con obvia certeza, pasando las yemas de sus dedos por la piel del infante, sólo logrando que Sora negara a una velocidad impresionante. Claro, Hishou no quiso ayudar a Sora a atrapar a Santa, sólo para mantener la ilusión en alto y que no se llevara una decepción. Incluso lo invitó a dormir en su cuarto, y estaba seguro de que lo abrazó demasiado fuerte para que no huyera—. ¿Te tiré de la cama? —cuestionó, con cierto miedo, creyendo que eso era poco probable porque según a palabras de Shoyo, él no dormía con violencia, siempre amanecía en la misma posición con la que se dormía.
Sora volvió a negar, dando otro sollozo y haciendo que Hishou quisiera indagar más.
—¿Viste un fantasma?
Sora negó.
—¿Te has caído tú solo?
Sora volvió a negar, y Hishou quiso volver a indagar, siendo más directo.
—Entonces, ¿qué te pasa, So? —insistió, sólo logrando que el mencionado tuviera otra oleada de pánico y otro modo de jadeos llegara a su cara. Los dos hermanos se vieron, Hishou bostezó y Sora trató de hablarle.
—Papá Shoyo estaba besándose con Santa Claus... —Sora rompió en llanto ante esa declaración tan aterradora, y Hishou se sintió congelado por esa revelación. Ahí entendió dos cosas: que Sora no le hizo caso y fue a espiar, y que Sora había visto algo que le generó pánico.
—¿Cómo que se estaba besando con Santa Claus? —dijo, alejando el pequeño cuerpo del niño de cinco años, para él también ponerse de pie tras tentar en la oscuridad y ponerse sus pantuflas—. Santa y papá deben de ser buenos amigos, quizás viste mal, Sora.
—¡N-no!, ¡estoy seguro, lo besó! —destacó a una velocidad impresionante, sólo siendo un poco paciente cuando su hermano se puso sus pantuflas, y después de eso lo tomó del brazo, halándolo con el poco peso de su cuerpo para sacarlo de la habitación. Hishou le siguió el paso, llegando los dos al pasillo de madera, teniendo suerte de que, por las pantuflas, sus pasos se vieran amortiguados por el sitio con las luces apagadas. Fueron cuidadosos y Hishou se preguntó si era correcto lo que hacían, pero continuó el paso del lloroso niño que se acercaba a la pequeña sala con las luces prendidas, el sitio donde estaba el árbol de navidad y los regalos que al día siguiente aparecerían. La pequeña puerta corrediza estaba entreabierta, por lo que fue fácil asomarse.
Cuando llegaron al sitio, Sora usó un extraño modo de sigilo, y aguzó su vista, atravesando la pequeña apertura, Hishou hizo lo mismo, y ahí lo vio. Shoyo y Santa Claus, era el de hebras naranjas el que estaba sentado frente al árbol de navidad, recibiendo los regalos envueltos que Santa le pasaba, sacando de una bolsa los regalos.
—Ahí está, el que besó a mi papá Shoyo —reconoció al culpable el pequeño niño, afilando sus facciones y oscureciendo sus gestos usualmente apacibles y dulces.
Hishou asintió, viendo al hombre, alto, de larga barba blanca, con un traje típico navideño y un gorro que tenía un pompón en la punta. Ese Santa Claus era demasiado extraño de por sí: empezando porque era demasiado alto, no era regordete como se acostumbraba ver en imágenes, más bien, tenía buen cuerpo, los músculos se marcaban levemente, producto del ejercicio físico, la nariz perfilada, ciertos cabellos cortos azabaches asomándose entre el gorro, piel nívea y sus ojos rasgados eran de un profundo azul.
Qué Santa Claus tan curioso.
—Hishou, ¿papá Shoyo ya no quiere a papá Tobio? —murmuró en medio de su reciente curiosidad el niño de claros ojos azules, sólo soltando su propia inocencia, ni siquiera preocupándose por los regalos que estaban colocando en el árbol. Hishou sonrió con levedad, volteando a ver a su pequeño hermano, sólo atreviéndose a tomar su pequeño gorro de su pijama de dinosaurio, y se lo colocó en la cabeza, dejando ver a un pequeño dinosaurio de color verde, con larga cola de tela y púas asomándose en su espalda.
—Sora, ¿sabes dónde está papá? ¿Está en la habitación? —Trató de decirle sutilmente lo que pasaba, sólo logrando que el niño apartara la vista para ver al mayor, todavía preocupado.
—Lo busqué, pero no estaba en su cuarto —destacó su descubrimiento, haciendo memoria para querer decir algo y recordar las palabras que Tobio le dijo a Shoyo—. Fue a la casa de la tía Miwa desde hace un rato, creo que no ha regresado...
Hishou guardó breve silencio, al ir uniendo los cabos sueltos con mayor velocidad de la habitual. Luego, fue regresado de golpe a la realidad, cuando Sora pegó un grito quedito que se ahogó en sus cuerdas vocales al tapar su mano sobre su boca. Sora volvió a la escena en el interior de la sala, y vio al intruso sentarse a un lado de su alegre padre, dejando el último regalo envuelto abajo del árbol, para acto seguido, prestarle toda su atención al otro adulto.
¡Nooooo!
Shoyo Kageyama se veía radiante, alegre y feliz. Sora se deshizo en un llanto mental y se tragó sus ganas de querer ir y apartar al desconocido del de hebras naranjas.
—¿Dejaste que te cortara el cabello a cambio de guardar ahí los regalos? —La voz inconfundible de Shoyo sonó animada, mientras una de sus manos apartaba ligeramente el gorro de Santa, para dejar más a la vista sus lacias hebras azabaches, recién cortadas (y realmente era increíble como Shoyo pudo diferenciar un tenue corte de cabellos de sólo unos milímetros, ya que prácticamente estaba igual que siempre). Ahí, el mayor de los hermanos Kageyama, creyó que el más pequeño del hogar se daría cuenta.
Fue por esa razón que lo miró de reojo.
El resultado obtenido, no fue el esperado: Sora ahora estaba aterrado, viendo como Shoyo le acariciaba el cabello, y el intruso, se regocijaba con una felicidad discreta porque éste notó el cambio.
—¿Santa Claus se pinta el cabello? —relató consternado el pequeño azabache, sin entender nada y ser el punto de enfoque algo completamente distinto—. L-le diré a Miyagi-kun... —mencionó a su mejor amigo.
—No es eso, So —comentó Hishou Kageyama, queriendo contarle todo y suavizando su voz con el apodo que a veces le daba, pero no sabiendo utilizar otra forma más que la de romper la ilusión de un niño. ¿A tan temprana edad sabría la verdad?
Sora dio otro grito, ahora un poco más fuerte, al ver como Santa rodeaba con sus brazos la cintura de Shoyo, para seguir con inclinar su cuerpo hacia adelante y dejarle otro beso en los labios. Sólo duró unos cuantos segundos y Shoyo se carcajeó en medio del contacto de bocas, tratando de regular su sonido y que éste no saliera muy elevado.
—Tu barba me pica... —Se carcajeó el número 10, cuando sus rostros se separaron por unos cuantos segundos, suficiente para que las grandes manos enguantadas se posaran sobre las suaves y pálidas mejillas ajenas, apretando levemente y volviendo a acercarse a su rostro para besarlo.
De nuevo, Shoyo se rio a mitad del beso, pero no tardó en colocar sus dos brazos alrededor del cuello ajeno.
—¿Quieres que me la quite? —cuestionó el mayor, cerca de los labios ajenos. Shoyo negó con rapidez, queriendo dar una excusa.
—Te quiero tomar una foto antes de eso, no esperaba que llegaras a la casa vestido así —atisbó el de cabellos alborotados, volviendo a recibir los labios del falso Santa y ahora sí generando en él otra carcajada, todavía algo baja, porque los pelos de la barba falsa le dieron un cosquilleo en su barbilla y los extremos de sus labios.
—No hagas mucho ruido, o los niños se van a despertar... —avisó ahora en un susurro el mayor, dando espacio suficiente para que el menor asintiera en medio de su risa. El de ojos rasgados de color café amplió más su sonrisa, aferrándose más al cuerpo de su pareja y buscó acercarse a él con cautela, queriendo otro beso.
—Te amo... —murmuró en un modo de coqueteo el más bajo, no pudiendo dar el beso final porque la puerta corrediza de la casa fue abierta de par en par, sobresaltando a Shoyo y al Santa falso que estaban sentados en el suelo, abrazados y mostrándose cariño.
La silueta de Sora y Hishou pusieron nerviosos a los dos adultos. En ningún otro año, los dos niños se habían dado cuenta de cuando ambos se escabullían en navidad para dejarles regalos. Los dos tenían el sueño pesado (cortesía de los genes de la familia Hinata).
—So-chan, Hi-chan, ¿qué pasa? —destacó el más bajo, soltando a su pareja y la otra persona copió su acción. Shoyo estaba demasiado preocupado porque la carita de su niño menor estaba llorosa y la de su niño mayor estaba ligeramente apenada, con el rubor en su rostro.
—¡Papá Shoyo! —chilló Sora, saltándose a correr a los brazos de su padre con la furia acumulada. Cuando llegó hasta su padre, lo rodeó con sus dos brazos y giró su cabeza para mirar al Santa malvado que besaba a su padre. Lo observó amenazante, con sus ojos azules claros encarnándolo con las ganas de ahuyentarlo, sus facciones oscurecidas y sus cejas arqueadas, le decían a esa persona que se alejara—. Papá Shoyo ya tiene a papá Tobio... —señaló el niño, aferrando sus pequeñas manos al cuerpo de Shoyo, quien ya rodeó su pequeño cuerpo y él pudo incentivarse para recargar su rostro en su pecho.
Sora lo miró por un buen rato. Lo miró amenazante y se grabó mentalmente sus facciones, que terminó notando lo inevitable al ya tener a ese desconocido frente a frente.
La forma de su nariz, su piel pálida, los pocos cabellos azabaches asomándose en el gorro desacomodado, la estatura, la forma del cuerpo y sus ojos azules, esos ojos azules, similares a los de su hermano mayor...
Sus facciones se suavizaron, alzó sus cejas y su boca se abrió en forma de «o».
—¡Papá Tobio! —gritó con la sorpresa contenida, siendo sincero en su terror y sólo logrando que Hishou se acercara para sentarse a un lado del mencionado que estaba disfrazado de Santa, buscando su atención al darle un abrazo cariñoso, recargando su cuerpo en él y siendo testigo de cómo éste asintió a la par y se quitó la barba falsa. Sora dilató sus pupilas al ver que sus sospechas fueron completamente falsas y que la persona ahí en cuestión, era Tobio.
Shoyo soltó un puchero de sus labios, y pasó su mano por la pequeña cabeza de su hijo que estaba siendo cubierta por el gorro de su pijama.
—Yo quiero mucho a Tobio, So-chan —argumentó Shoyo en medio de una risa, sintiéndose perdido cuando Tobio se acercó todavía más a él para darle un medio abrazo con uno de sus brazos, y con el otro que quedaba libre, jaló a su hijo adolescente para que se uniera a ese extraño abrazo familiar al rodear sus hombros.
Hishou se quedó perdido, al encontrarse recargado en el pecho del que era más alto de la familia, mientras Tobio buscaba recargarse de Shoyo.
—Las únicas personas a las que beso es a mi mamá, Natsu, Tobio, Hi-chan y So-chan —descargó sus pensamientos el de hebras naranjas, haciendo que el menor lo volteara a ver, y Shoyo le quitara su pequeño gorro de dinosaurio, para apartar los cortos rizos de su frente y poder darle un beso en ese sitio. Al finalizar el acto, levantó su mirada a Hishou, y trató de buscar una explicación—. ¿Qué hacen despiertos?
—Quería atrapar a Santa —vociferó Sora, dando un último hipido después de que los sollozos y el llanto se calmaran.
—Sora me despertó. —Se quejó Hishou, soltando un bostezo de sus labios, cerrando sus ojos con velocidad al creer que el pecho de su papá era bastante cómodo, como una almohada.
—¿Y ustedes qué hacían despiertos? ¿Por qué estaban sacando regalos y poniéndolos en el árbol? ¿Y Santa? —Todas las preguntas temidas por los otros dos azabaches, salieron de Sora, mostrando su inseguridad a los dos adultos y algo preocupado—. ¿No pudo venir?
Pero, para suerte del hijo mayor y de Tobio, Shoyo Kageyama tenía una respuesta veloz que logró crear en su mente, desde el momento exacto en que Sora abrió la puerta, consternado. Eran talentos que se desarrollaban cuando te volvías padre.
—Santa Claus tiene mucho trabajo está noche, es imposible que pueda dejarles regalos a todos los niños del mundo. Por eso, a veces les pide ayuda a algunos papás, él les da los regalos y les pide que los dejen en el árbol —contó, sólo agradeciendo porque los ojos de Sora se empezaron a iluminar de la emoción, creyendo cada una de sus palabras—. Esta vez le pidió ayuda a Tobio, y yo le ayudé. Ahora Santa podrá llegar a más niños con este método.
Sora soltó un pequeño chillido desafinado de la emoción, y miró con expectación a su otro papá. Hishou rápidamente volvió a caer dormido, recargado del cuerpo del algo nervioso Tobio por la forma en que su hijo menor lo admiraba.
—Entonces, ¿conoces a Santa? —destacó con emoción el niño de cinco años, sólo logrando que el otro adulto sudara frío ante su mala forma de mentir.
—Sí... —Fue lo único que se pudo limitar a decir, sabiendo que si abría la boca de más, terminaría arruinando la excusa de Shoyo.
Pero esa brevedad sirvió de maravilla para su suerte, el pequeño chico de ojos azules dilató sus pupilas con emoción, observándolo como si fuera un héroe. Kageyama sintió como una flecha se atravesó en su corazón y se ruborizó.
Nunca creyó que tendría una familia propia, y que sus hijos lo miraran con admiración.
—¡Papá Tobio es genial! —chilló de la emoción Sora, y Shoyo asintió.
—Sí, pero papá Shoyo Kageyama es mejor —habló con superioridad, inflando su pecho con arrogancia y sacando un bufido molesto a Tobio.
—No —rescató Kageyama con la voz cortada, y Shoyo gruñó.
—¿Eh? Sí lo soy, tú eres genial, pero yo lo soy más... —afianzó, generando que Tobio entrecerrara sus ojos y se preparara para atacar.
—Sí eres genial, pero yo-...
—¿A ustedes dos les traía Santa? —Sora les interrumpió su pelea fácilmente, llamando su atención y generando un asentimiento cuando cruzaron miradas.
—Sí —dijeron al unísono. Sora se mostró emocionado.
—¿Eran muchos regalos? —insistió y Kageyama fue el único que asintió.
—A mí me traían pocos —aseguró Shoyo, riendo con cierta nostalgia. Sora parpadeó.
—¿Por qué?
—No sé, quizás porque vivíamos en la parte alta de Miyagi. Santa tal vez se perdía y cuando llegaba, sólo le daba tiempo de dejar uno o dos regalos, ¡quizás por eso decidió pedirles ayuda a los papás! —confesó en medio de una risa, sólo logrando que la mirada seria de Tobio se pusiera a observar por el rabillo del ojo a su esposo—. Gracias a esa técnica, ahora incluso aunque vivamos cerca de las montañas, puede traerles más regalos —aludió, dando una pequeña mueca radiante en una sonrisa donde enseñó sus dientes, que fue rápidamente reforzada cuando Tobio acercó sus labios a su frente y le dio un tenue beso en esa parte.
—Yo creo que es hora de que nos vayamos a dormir. Mañana abrirán sus regalos —sugirió Tobio, alejando su brazo del de Shoyo para poder despertar a su hijo mayor. Shoyo estuvo de acuerdo, poniéndose de pie con Sora en brazos, y viendo como el niño de piel nívea y ojos azules expulsaba un bostezo.
—¿Puedo dormir con ustedes? —insistió el menor, cuando Shoyo ya caminaba con él en brazos a la salida, y el adormilado Hishou iba detrás de Tobio, tomando una de las mangas de su suéter rojo para guiarse.
—Yo también voy... —destacó Hishou, alzando una de sus manos al aire para que fuera escuchado.
—Me pregunto si todavía cabemos bien. —Rio el de cabellos naranjas, sólo logrando que Tobio aprovechará la oportunidad.
—Tú puedes dormir arriba de mi pecho, Shoyo...
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