Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La Familia Kageyama

Capítulo dedicado a: --Potter_Malfoy-- y DianMoon99, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Shoyo y Tobio habían ido a una cita en el hospital cercano a realizar una ecografía, para asegurarse de que el bebé estuviera desarrollándose correctamente, predecir un día del parto aproximado y su sexo.

Desde muy temprano, la familia Kageyama había llegado a la casa de los padres de Tobio, los abuelos de Hishou y Sora, para que los dos menores esperaran a que ellos llegaran. Hishou fue todo el camino adormilado y Sora ni siquiera se despertó, reposando entre los brazos del azabache mayor.

Muy temprano, Sora abrió sus ojos con lentitud, observando el techo y sintiéndose desorientado al no reconocerlo como parte de su habitación, la de Shoyo y Tobio o la de Hishou.

El mareo le llegó con rapidez, parpadeando rápido y llenándose de un terror naciente.

—¿Papá? —seguía adormilado, posando una de sus pequeñas manos sobre sus ojos y los talló.

Sora se enderezó de golpe, destapándose de la larga cobija amarilla y notando a su hermano dormitando a su lado al girar un poco su rostro al lado derecho, por sentir como su mano de ese lado era sostenida por la de éste: su boca bien abierta, la baba escurría de su boca y completamente quieto.

La puerta blanca de estilo oriental se abrió de pronto, sacando un cosquilleo al único despierto. Sus nervios lo traicionaron que soltó un grito, miró ennegrecido por el terror y sólo se topó con la figura tranquila de su abuelo de parte de Tobio.

—Realmente te pareces a Tobio. —Rio con suavidad el hombre, con sus gestos apacibles más tranquilos de lo normal y siendo alguien cuidadoso. Sora relajó sus facciones al ver lo que ocurría, dio un suspiro y se enfocó en observar la figura adulta.

—Abuelo Kosuke... —Se exasperó con seguridad el infante. Kosuke sólo sonrió en forma de saludo y entró por completo al cuarto.

Kosuke Kageyama, el abuelo de Sora y Hishou, un hombre de 62 años de edad, dos años más que su esposa. Atractivo, de cabellos negros peinados por completo hacia atrás, dejando su frente con pocas arrugas descubierta, y ojos de un color azulado muy profundo.

Últimamente él y su esposa ya no andaban de un lado a otro como en la infancia de Tobio o su juventud, tras jubilarse y poder descansar al haberle dejado su empresa de sushi empaquetado a la ayudante de su esposa por su buen trabajo ejercido, después de que Tobio la rechazara al explicar que si se hacía cargo no podría tener tiempo para su familia y el voleibol, y Miwa dijera que no le interesaba en lo más mínimo estar administrando algo que no le gustaba.

—¿Y tu papá? —cuestionó con seguridad el infante, después de que sus músculos se relajaran y otra vez el sueño le ganara, al entrecerrar uno de sus ojos y dejar su boca abierta. Todavía era algo temprano, las siete de la mañana.

Kosuke sonrió con nostalgia y no captando la equivocación de su nieto menor, acercándose hasta él para poder llegar a un lado de la cama, y profesarle una diminuta caricia sobre sus hebras alborotadas.

Después de Shoyo, Sora era el segundo integrante de la extensa familia de los Kageyama que tenía los cabellos alborotados de esa forma. Si podía contar a la pequeña Natsu (apodo obtenido tras conocerla desde que era una niña), aunque fuera parte de la familia política, diría que hay tres personas en la familia con cabellos rizados.

—Ya ha muerto —comentó con completa seguridad, sentándose a un lado del casi zombie de Sora y buscó ser amable con él. La imagen fresca en su mente de su padre Kazuyo se estampó en sus recuerdos efímeros, donde desde que era un infante, lo cuidó y apoyó siempre.

Por supuesto, su nube de recuerdos donde su padre le enseñó a andar en bicicleta se vio interrumpida de golpe, al escuchar como un pequeño grito ahogado se estremeció en las cuerdas vocales de su nieto y se tuvo que obligar a detener su carro que iba a toda velocidad, frenando en seco y volteando a ver al pequeño infante consternado.

Los ojos de Sora estaban dilatados, temblorosos, ese mar oceánico resguardando la seguridad, ahora se desbordaba y no había un navío para detener la tormenta que caería. Por alguna razón, Kosuke sintió que metió la pata.

—Mi papá Tobio... —murmuró, con el miedo arremolinado en su cara y el pánico de saberse atrapado, casi lo hacen llorar.

Sora sólo lloraba cuando estaba frustrado o cuando veía una película triste... también cuando creía haber perdido a uno de sus padres.

Kosuke soltó un grito preocupado por ver al menor de la familia en ese estado. Sus terrores crecientes se hicieron grandes, al imaginarse la imponente figura de su esposa y Tobio sobre él, con los brazos cruzados y mirándolo amenazante, recibiendo riñas por parte de su hijo azabache en modo de una acusación porque hizo llorar a su niño.

—¿Qué pasa, Sora-chan? —dijo, con el pánico creciente golpeando su cuerpo, alzando sus manos a la altura de su pecho y tratando de acercarse al paralizado niño de cabellos oscuros.

—¿Se murió? —concordó con seguridad por fin el de cinco años, sintiendo como sus ojos se enjuagaban de lágrimas y la boca se le secaba. Kosuke se paralizó: ¡Sora iba a llorar! ¡No, no, no!—. ¿Mi papá Tobio se murió? —comentó su duda, aterrado.

Kosuke entendió que todo era un malentendido, pero entró en pánico de manera inevitable. ¡La culpa había sido de Sora!, ¡cambió una palabra!

—¡So-sora-chan se paralizó! —gritó en modo de pánico el adulto mayor de la familia Kageyama, llamando la atención demasiado temprano de los demás en la casa y los obligó a no poder ignorar ese percance.

Cuestión de tiempo antes de que la espaciosa casa de dos pisos de los Kageyama, se viera inundada por el ruido veloz de pasos ansiosos por las escaleras, golpeando el azulejo con las plantas de sus pies y deteniéndose en la puerta: la figura de Miwa Kageyama y Kaede Kageyama dejaron paralizado al lloroso niño y a Kosuke que iba por el mismo camino.

Hishou ni siquiera se inmutó y siguió durmiendo.

—Sora-chan, ¿qué pasa? —La primera en hablar fue Miwa, con el temblor atrapado en su cara y observando al mencionado que se comió parte de sus sollozos al sentir la mirada de su abuela y tía sobre su persona.

—Mi papá Tobio... ha muerto... —Lloró Sora con seguridad, no dando más rodeos a esa verdad. Hishou se volteó para el lado contrario de la cama, soltando la mano de Sora por impulso y paralizando a las dos adultas en la habitación, mientras los ojos de Kosuke se hacían acuosos.

—¿En serio? —respondió el adulto de 62 años, posando su mano abierta sobre su boca y a punto de derrumbarse. Kosuke Kageyama era muy dramático—. Mi hijo-... —Antes de que pudiera echarse a llorar, fue detenido por la mano de Kaede sobre sus cabellos, y dando unas caricias algo bruscas que despeinaron sus cabellos que más de una hora le tomó arreglar.

—Kosuke, pero si acabas de verlo esta mañana. —Se sinceró la adulta, dando un golpe seco sobre sus labios al sacar un chasquido y toparse con los oscuros ojos interrogantes de Kosuke uniéndose con sus azules—. ¿No fuiste tú el que sugirió que vinieran a visitarnos? —formuló la pequeña discusión que habían tenido con discreción dos días atrás y por eso Miwa estaba ahí desde muy temprano.

—No sé qué te haya dicho mi papá, Sora-chan, pero Tobio fue al hospital para revisar que tu hermanito y Shoyo-kun estén bien, no deberían de tardar —asimiló con seguridad, dejando que el lloroso Sora Kageyama enrojeciera con levedad ante esa seguridad, y se encargó de pasar con la manga de su pijama de dinosaurio sobre sus ojos para eliminar la existencia de las lágrimas.

Seguido de eso, oscureció sus facciones casi sin querer y asintió, seguro de las palabras de su tía.

—Hemos regresado. —Tobio fue el primero en hablar, cuando en la puerta principal fueron recibidos por unos curiosos ojos en forma de almendra de la señora Kageyama.

—Muchas gracias por recibirnos, Kaede-san —habló Shoyo muy al contrario, dando una reverencia diminuta en modo de respeto y apegando más el folder amarillo donde algunas copias de la ecografía mostraban a su tercer hijo desarrollándose en su interior.

Kaede negó a una velocidad más rápida de lo que Shoyo pudo contar, antes de recibir con más calma a su yerno al rodearlo entre sus brazos en modo de agradecimiento.

—Sho-chan, me alegro que hayas llegado —aludió con seguridad, llenándose de la calidez ajena al sentir unos segundos después como los brazos del menor correspondían el agarre. El abrazo duró menos de lo esperado por el hijo menor de Kaede y Kosuke, siendo deshecho por la misma mujer adulta al posar sus dos manos sobre los hombros ajenos y le sonrió.

Shoyo correspondió el gesto, y ella se sintió satisfecha.

Suficiente, así pudo tomarse la libertad de voltear a ver a su hijo, dándole una sonrisa un poco más áspera que la dirigida a Shoyo por la curvatura mal pronunciada, y éste sólo pudo dar un sobresalto, no sabiendo cómo actuar cuando su madre pasó su mano sobre sus cabellos negruzcos y les dio una caricia ruda que lo terminó despeinando. No sabía si debía de preocuparse porque su madre parecía querer más a Shoyo que a él... ¿qué tal si le quería robar el amor de Shoyo Kageyama?

Tobio Kageyama estaría alerta.

—¿Todo está bien con Sho-chan y el bebé? —preguntó de manera más general, haciéndose a un lado para que la pareja pudiera pasar. Tobio asintió, pareciendo estar más enfocado en tener toda su atención en el de hebras naranjas, al tomarlo de la mano para caminar, y sólo soltándolo cuando se puso a buscar los zapatos de interiores de ambos para que Shoyo no se agachara.

—Sí, todo está bien —reguló con emoción el más bajo, enseñando el folder amarillo a su suegra con una sonrisa radiante y llena de orgullo por el sano crecimiento de su hijo. Tobio dejó el par de zapatos blancos frente a Shoyo, en ese segundo en que Kaede y Shoyo se regodeaban de la emoción, Miwa, Kosuke, Hishou y Sora asomaban su cara del marco más cercano—. Gracias, Tobio —dijo Shoyo Kageyama por unos breves segundos, apartándole la vista a la mujer y permitiendo que ésta tomara el sobre, para que pudiera posar sus dos manos tibias sobre las mejillas de su esposo, tomando desprevenido al azabache y no reaccionando incluso cuando se puso de puntitas para alcanzar a besar la comisura de los delgados labios ajenos.

Tobio sintió que todo explotó dentro de su cuerpo al ser agradecido de esa forma tan íntima. Se le escapó una sonrisa sin querer.

Shoyo vio a Hishou y a Sora a continuación, incentivando a los dos infantes a correr hasta él cuando sus orbes cruzaron caminos.

—¡Papá! —El primero en hacerlo fue Hishou, apurando sus pasos a una velocidad impresionante al recorrer el camino y sólo derrapando en los últimos pasos antes de frenar en seco. Sora también corrió como si una ráfaga se tratara, buscando querer atrapar entre sus brazos el cuerpo de Kageyama, antes de llegar a creer en la errónea sensación de que sólo quería asegurarse de que estuviera bien.

Llegó con facilidad a su punto su punto de enfoque, teniendo un salto certero entre su terror naciente y sólo experimentando la seguridad de una falsa alarma cuando sus dos pequeños brazos pudieron rodear la pierna de Tobio.

Miwa rio con suavidad ante esa acción y Kosuke se coloreó de la vergüenza. Tobio parpadeó un par de veces, pero no rechazó el contacto, sólo bajando su mano con lentitud hacia las hebras del niño de cinco años, pasando sus dedos a través de sus rizos rebeldes, para más tarde inclinar su cuerpo hasta él, en una posición cómoda donde sus manos tomaran los costados de su abdomen para así cargarlo a su altura.

Sora no rechazó el tacto, reforzándolo cuando pudo ver al adulto a la cara y sus brazos le permitieron rodearlo por el cuello. Tobio aprovechó ese momento para depositarle un beso en su mejilla.

—¿Qué ha dicho el doctor, papá? —Hishou se mostró bastante emocionado, moviendo sus manos a una velocidad impresionante a la altura de su pecho, y queriendo captar la atención ajena. Shoyo respondió con una sonrisa bien delimitada, recibiendo de regreso el sobre amarillo y estirando uno de sus brazos para poder llegar a los cabellos despeinados de su hijo para poder darle una caricia—. ¿Ya saben qué será? —Demasiado entusiasmado Hishou, tan entusiasmado que Shoyo se enfocó en él y no notó la expectante mirada de Kaede y Kosuke, y el suspiro de cansancio de Miwa.

—Por lo que se puede ver, es un niño —confesó con seguridad, bastante emocionado que los nervios lo golpearon, no pasando por alto que la felicidad embriagante de Hishou fue muy obvia y el grito de Kosuke resonó en la entrada. Kaede apretó el puño de la rabia—. Miren, sacaré algunas fotografías que me entregaron —rescató, abriendo el sobre con sus manos temblorosas por la emoción y queriendo llamar la atención ajena.

—¡Sí! —reclamó Kosuke Kageyama, extendiendo sus dos brazos a la par y llevándose los ojos azules interrogantes y algo amenazantes de su propio hijo—. ¡Sabía que sería un niño!

—Eso no puede ser posible —sollozó la fémina azabache de ojos azules, frustrada por todo el pánico obtenido al ver que perdió una apuesta—. Es que no puedo entenderlo...

—Ya sabes, los hijos de gestantes normalmente tienden a ser varones. Eso dice un artículo científico —detalló al querer hacerse el intelectual en algo leído semanas atrás, sintiéndose importante al sacar su pecho con orgullo y mostrarse satisfecho.

Tobio se preparó para mandar el balón al otro lado de la cancha. En el patio de la casa Kageyama, no había una red o algo que delimitara el espacio más que una línea en la tierra hecha con una ramita. Shoyo se carcomió sus ganas de querer jugar con ellos, estando sentado en una de las orillas de la cancha improvisada. Tobio le había sacado una de esas sillas plegables acolchonadas para que reposara cómodamente.

El juego era dos contra dos: Sora y Tobio contra Kaede y Hishou. A Kosuke no le gustaba ese deporte y Miwa no tenía muchas ganas de divertirse con ellos de esa forma.

El sonido del balón siendo golpeado por la gran palma de Kageyama, casi podría mandar a alguien al otro mundo, pero siendo increíble como la fémina de mayor edad logró frenarlo con algo de esfuerzo y dejando parte de sus manos rozadas. Shoyo gritó de la sorpresa, Hishou se emocionó y Sora palideció. ¿Cómo podía ser eso posible?

—¡Toma eso, Tobio! —gritó con euforia su madre, cuando se levantó en el aire y fue la oportunidad perfecta para que Hishou pudiera dar un salto antes de rematar el balón. Kaede Kageyama se tomaba muy en serio el deporte, en su juventud estuvo en varias disciplinas pero su predilección fue la natación. Lo demostró que tras la sugerencia de Shoyo para que jugaran, se lo tomó tan en serio que terminó cambiándose sus ropas a unas deportivas de color verde y se ató el cabello con una coleta.

Sora no pudo responder al remate de su hermano que creció a toda velocidad. El golpeteo seco y la poca coordinación del mayor de los hermanos Kageyama para orientar su fuerza con la de un niño de cinco años, hicieron que Sora tragara grueso y se apartara del sitio donde el balón cayó.

El voleibol era aterrador.

Le gustaba cuando jugaba con Tobio o Shoyo a los pases, por la poca fuerza utilizada y porque no debías de pensar hacia dónde caería el balón. ¡Pero jugar un partido era aterrador!

Si tuviera un bate o un guante podría defenderse de la pelota, ¡y un casco!

¿Eh?

¿Ése no era otro deporte?

Shoyo se sintió ansioso, le gustaba la idea de ver un buen partido, más si era jugado por su pareja: ¿sabían lo atractivo que era Tobio Kageyama cuando recibía el balón, lo lanzaba o hacia un saque? Shoyo se regodeó ante esa imagen, viendo su perfil serio y su concentración extrema cuando veía el balón acercarse.

Sora se veía bastante lindo haciendo su mejor esfuerzo, y Hishou daba la impresión de ser una bestia cuando se trataba de ese deporte. Su lado agresivo salió a la luz.

—He estado pensando... —Shoyo habló de improviso, llamando la atención de la azabache de cortos cabellos ondulados, apartando la vista del juego para poder verlo. El de cabellos naranjas y ojos cafés se acarició su vientre mientras hablaba, pasando toda su mano abierta a través de la holgada playera naranja que estaba utilizando, y sonrió de lado—, que quizás Tobio se pondría feliz si en nuestro aniversario nos volvemos a casar —confesó con seguridad, dando cierta certeza de sus labios que dejó paralizada a Miwa Kageyama, con sus grandes ojos azules parpadeando a una velocidad impresionante y también llamando la atención de Kosuke, que se había visto ausente a la charla.

—¡Buena idea!, podrían divorciarse y volver a casarse —dijo entre burlas Miwa con seguridad, deshaciendo el cruce de sus brazos para alzar a la altura de su pecho uno de sus dedos y trató de guiar su conversación a partir de eso.

—¡No! ¡Con Tobio es a todo, menos el divorcio! —Shoyo Kageyama negó con rapidez, creyéndose por unos segundos un adolescente enamorado por la forma en la que sus cachetes se colorearon.

Les trató de evadir la mirada a los otros dos Kageyama que lo miraban con cierta burla ante sus reacciones, mostrando esa extraña curva aterradora en sus labios marca Kageyama que toda la familia tenía como si fuera una maldición encantadora: ¿cómo era posible que Kaede y Kosuke se hayan conocido y enamorado, siendo tan diferentes, pero con la misma sonrisa aterradora?

—Quiero hacerlo de una forma donde no tenga que pasar eso —aludió, siendo testigo de como Kaede y Hishou parecían algo frustrados por el punto anotado por Sora tras esforzarse en lanzar un balón. La figura del niño azabache de cabellos alborotados chocando los cinco con un orgulloso Tobio que lo demostraba al sonreír, de ésas bien delineadas que salían sin querer, hicieron sentir lleno a Shoyo—. No quiero hacer eso.

—Entonces, podrían renovar sus votos matrimoniales —soltó de improviso el señor Kageyama Kosuke, al recibir esa respuesta del avergonzado Shoyo que se giró para verlo de manera expectante—. Yo lo hice con Kaede cuando cumplimos 20 años de casados. Es casi como la sugerencia de mi Miwa, sólo que no necesitan divorciarse.

Con eso último, Kosuke ya tenía a Shoyo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro