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Entre La Oscuridad

Advertencia: Contenido sexual explícito. Hago uso de la aclaración por si alguien se quiere saltar la parte donde éste viene incluido.

Capítulo dedicado a Tobioerigay, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

El requisito era que todos los jugadores de las Olimpiadas residirían de forma temporal los 17 días que duraban los Juegos Olímpicos en la Villa Olímpica. El país anfitrión de ese año sería el mismo Japón, un golpe certero para ambos, ya que así sí podrían participar los dos, ya que en otros años debían de turnarse para viajar, teniendo que quedarse uno en casa y así el otro salir con el equipo.

Sora y Hishou se quedaron bajo el cuidado de la madre de Shoyo durante esos 17 días en que toda la actividad duraría y sus padres estarían instalados en la Villa Olímpica.

Tsukishima se plantó frente al escenario deportivo más importante de Japón y el mundo, jugando efectivamente ante la atenta mirada de las cámaras de televisores que transmitían en vivo. En una de las gradas de asientos, la figura de su esposo y único hijo apoyándolo, lo hacían esforzarse de manera inevitable. A un lado de Ryusei y Tadashi, estaba la madre de Shoyo Kageyama, silenciosa, una mujer de cortos cabellos azabaches y ligeras arrugas cerca de su boca; al lado de su abuela, estaban los emocionados Hishou Kageyama y Sora Kageyama. Hishou era el más ruidoso, y Sora era silencioso, pero muy expresivo.

La costumbre de Shoyo y Tobio de girar de vez en cuando a las gradas para ver a sus hijos tras anotar un punto, seguía intacta incluso tras los años.

Para su desgracia, a pesar de su magnífico desempeño en el campo de juego y llegar bastante lejos tras quedar entre los últimos cuatro equipos, terminaron siendo derrotados por Argentina.

Argentina fue el que obtuvo el primer lugar en la competencia mundial.

Por supuesto que lloraron, se sintieron frustrados y estuvieron desanimados gran parte del antepenúltimo día de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, algo que subió el ánimo de Shoyo, fue sin duda que su hermana menor llegara lejos con el equipo femenino nacional de voleibol, quedando en segundo lugar, con la medalla de plata asomándose en su pecho con orgullo.

—Tenemos libres estos días —destacó Kei, posando su mentón en la palma de su mano para recargarse. Dio un respiro algo estresado, echando su cuerpo hacia atrás y cansado. A su lado, Tooru arqueó sus cejas. Eso era cierto: se veían un poco más cansados de lo normal los dos, contando que incluso les tocó compartir habitación—. No soporto seguir en esa habitación más tiempo, necesito llegar a casa. —Un leve brillo se notó en los castaños ojos del serio hombre, al ver un mensaje de Tadashi donde su hijo y su esposo se habían tomado una foto, vestidos como fanáticos de la selección, ambos con el número de su camiseta y la cara pintada.

«Cuando regreses, celebráremos, Tsukki», era el pie de imagen en el chat, encerrándose en su burbuja y notablemente feliz. La sonrisa de su familia era algo que apreciaba. Pero que, claro, no admitiría ni diría nunca al estar sentado a un lado de Tooru y a los dos idiotas enfrente.

—¡Yo tampoco ya no aguanto más! —chilló el castaño, él que era un número adelante que el de Kei. Por eso eran compañeros de habitación—. Le dije a Haji-chan que me cambiara de habitación y se negó, me dijo que ya no había otra habitación libre. Me dijo que si quería otra habitación, debía de pedirle a alguien más que intercambiáramos, y nadie quiso hacerlo —sollozó.

—¿Por qué es tan malo? —destacó Shoyo, metiendo un pedazo de la ensalada que acompañaba a su filete la hora de la comida en la boca. Tooru y Kei tuvieron un escalofrío y Shoyo se mostró notablemente divertido—. ¿Acaso no se llevan bien ustedes dos?

—Sexo... —dijeron los dos al mismo tiempo al responder la pregunta. Shoyo se quedó congelado, borrando la sonrisa de su boca y tirando el tenedor. Tobio tragó grueso, teniendo sus miedos revividos en las Olimpiadas de Brasil en las que participó cuando tenía 19 años.

—¿Qué? —murmuró, casi poniéndose de pie por el susto y empezando a tener ideas erróneas. Eso fue lo primero que notó el rubio al levantar la mirada.

—No te equivoques, Hinata, no estoy haciendo nada indebido con Tooru Iwaizumi —asintió para sí mismo Kei, dejando su teléfono sobre la mesa y queriendo enfocarse en la bebida que no quería tocar.

—¡Soy Kageyama! —afianzó Shoyo con decisión, algo irritado por esa burla de ese hombre más usual de lo que le gustaría.

—Son los que se hospedan a un lado de nosotros. Ya sabes, las paredes son tan delgadas —incriminó el de cabellos castaños, haciendo con sus dedos la muestra de que algo era muy pequeño. Shoyo suavizó sus facciones y miró la situación del estrés—. A veces son voces de chicas y a veces de chicos...

—¿Quiénes son las personas que están en la habitación de al lado? —destacó Shoyo su primera pregunta, un poco más calmado ya que no era una broma que ese tipo de encuentros fueran normales en su estadía en los Juegos Olímpicos: días anteriores llegó a escuchar al parar oreja, que se realizaría una orgía en el jacuzzi del baño secundario.

—Era el jugador de béisbol —destacó Tooru, posando uno de sus dedos sobre sus labios y miró al techo. Tobio abrió sus ojos con mayor amplitud al ver hacia qué persona se dirigía ese problema, teniendo un escalofrío y los malos recuerdos lo llenaron.

Tooru se dio rápidamente cuenta de su forma de actuar, que se le hizo fácil dedicarle un vistazo por el rabillo del ojo.

—Se llama Liam, creo —recordó Kei, y los temblores se hicieron más potentes en el de ojos azules, que ahora fue Shoyo quien lo encaró de frente, preocupado por la extraña forma de actuar de Tobio.

—Tobi, ¿te sientes bien? —susurró el más bajo, sólo logrando que el mencionado girara su cabeza con lentitud hasta la figura algo perdida de ese chico que buscaba acercarse más a él y arrastrar su silla a su lado.

—Yo compartí habitación con él, no pude dormir en ella los 17 días de los Juegos Olímpicos. —Lloró Kageyama, recordando como cada noche Liam llegaba con una nueva persona a la habitación por las noches, y él se dedicaba a dormir en el comedor principal de la Villa Olímpica de Brasil, ¡porque no quería ver en vivo una escena de ese tipo! Shoyo Kageyama lo observó con un pequeño rastro de pena, teniendo un recuerdo vago de esa anécdota que Tobio le contó, pero del cual, honestamente no recordaba el nombre de ese jugador estadounidense que se emocionaba y descarrilaba sexualmente en la Villa—. Cada noche era una persona nueva...

—Eso explica muchas cosas —dijo Tooru con un suspiro, rindiéndose ante la anécdota dolorosa de Tobio en sus primeros Juegos Olímpicos, y viendo la escena en la que Shoyo reía con suavidad y giraba parte de su cuerpo para quedar sentado frente a Tobio, estirando sus dos brazos con absoluta decisión, e invitando a que el de ojos azules lo envolviera.

Esa acción fue fácilmente influenciable, Tobio hizo lo que Shoyo esperaba, y pronto, los dos terminaron mostrándose cariño en el comedor, frente a la atenta mirada asqueada de Kei y la burla en los orbes cafés de Tooru.

—Pero mi Tobio ahora puede dormir bien ya que compartimos la misma habitación este año —apoyó Shoyo entre risas, mientras sus dedos pasaban sobre las hebras lacias del cabello ajeno, y los fuertes brazos de Kageyama rodeaban su bien formado cuerpo. Kei fingió no darse cuenta y quiso beber su malteada de fresa.

—Me pregunto si ustedes no serán igual en su área de dormitorios —incentivó el más alto de los cuatro, y Tobio dio un gruñido en medio del abrazo. Shoyo arqueó sus cejas hacia abajo, que fueran esposos, que sus hijos no estuvieran cerca y que por sus números consecutivos les tocara habitación juntos, no quería decir que hubieran ido a los Juegos Olímpicos para eso.

—¡Nosotros vinimos a jugar!

Bueno, aceptaba mentalmente que sí habían tenido un pequeño faje en la habitación, pero nada más fuera de eso. No fue tan grave. El resto de sus energías la ocuparon para el voleibol.

—Supe que Haji-chan regañó a alguien porque rompió una cama anti-sexo —contó Tooru una pequeña anécdota que su pareja le relató el segundo día. Y fue cuestión de tiempo antes de que Shoyo se pintara de colores.

Se delató él solo. Kei y Tooru fingieron no estar del todo interesados y Tobio paró la oreja, a pesar de que sabía que había pasado.

—Tobio y yo queríamos ver cuánto aguantaba una. Fue increíble que me aguantara a mí de pie, incluso a Tobio lo aguantó —confesó, tratando de evadirles la mirada ante la estupidez que hizo el segundo día en su pequeña instancia en la Villa, algo avergonzado—. Le tiré unas pesas que tomé del gimnasio... sí se rompió... —murmuró con rapidez, dando un pequeño grito vergonzoso, alejando sus manos que acariciaban a Tobio y llegaron a parar a su rostro completamente ruborizado.

—¿Eres idiota? —soltó el hombre con lentes sin escrúpulos, dejando que el mencionado tuviera un chasquido de lengua y bajara sus manos de su rostro, notablemente ofendido.

—¡No esperaba que sí se rompiera!

Kei estaba a punto de decir algo y Tobio también, pero quedándose con las palabras atoradas en sus cuerdas vocales, cuando Tooru se notó interesado.

—Tobio-chan, debe de estar muy feliz de tener a Shoyo aquí, ¿verdad? —confesó Tooru, y el mencionado despegó su cabeza del cuerpo de Shoyo, notablemente preocupado ante lo que saldría a continuación de la boca ajena del reciente jugador Tooru. No le iba a decir a Shoyo lo que le había dicho en las Olimpiadas pasadas cuando intercambiaron palabras más por obligación que por gusto, ¿verdad?

¿Verdad?

—¿Sí? —cuestionó Shoyo, mirando a Tobio y después a Tooru. El de cabellos azabaches pareció entrar en pánico, alejando sus manos del cuerpo ajeno, tomando ligeramente sus distancias y poniéndose de pie a una velocidad impresionante.

—Oi-... ¡Iwaizumi-san! —pidió en un tono elevado el de piel pálida, siendo brutalmente ignorado por el mencionado.

—Cuando hablamos de ti hace cuatro años, Tobio-chan dijo que sí se divertía en los Juegos —contó los hechos a la par, y Tobio entró en pánico, al ver que Shoyo estaba notablemente curioso y su propio rostro empezaba a volverse delator, cuando el color rojizo subió por toda su cara—. Pero que te extrañaba demasiado, que de seguro estarías haciendo cualquier cosa extraña en el partido o en los descansos en la Villa Olímpica y te robarías su atención.

¡Bien!, eso era suficiente. Tobio Kageyama dejó de funcionar, sintiendo como las piernas le fallaban y terminó cayendo de lleno en su silla, ahogado en un mar rojo y completamente caliente por el exceso funcionamiento de su sangre acumulada en su cara.

Cuando observó de reojo lo que Shoyo estaba haciendo, se topó con su esposo completamente quieto en su sitio, mirando su comida casi intacta, con las mejillas sonrosadas y una diminuta sonrisa amueblando sus facciones.

Shoyo no había podido dormir.

¿Era el karma? ¿Por burlarse abiertamente de Tsukishima cuando éste le pidió que cambiaran de habitación?

Todo se había puesto en su contra y una lluvia venidera golpeó las ventanas y el ruido ensordecedor. Fue unos minutos después de que él y Tobio hicieran una llamada con sus dos pequeños, para desearles buenas noches. Tobio quedó dormido fácilmente en su respectiva cama, arropado y boca arriba.

El ruido rebotó en sus oídos, ensordeciendo sus sentidos y quedándose paralizado por el trueno y la habitación iluminándose porque el rayo cayó cerca. Shoyo lloró mentalmente, aferrando sus brazos a las cobijas y teniendo un temblor en sus labios.

Arqueó sus cejas hacia abajo y giró su cuerpo, viendo al otro lado de la habitación, en la otra cama donde el hombre ya dormitaba con calma.

A través de la oscuridad, pudo ver su figura, teniendo otro sobresalto cuando la luz se coló por las cortinas de la habitación. Shoyo dio un pequeño grito, se puso de pie de golpe, enderezando parte de su cuerpo y andando descalzo, sin ponerse sus zapatos y dio grandes zancadas para llegar al cuerpo bien arropado, entrando desde donde estaban sus pies, levantando las cobijas y despertando a Tobio con miedo al sentir que alguien se subía arriba de él.

¡Era un muerto! ¿Lo era?

Pensó que le jalaban los pies, y levantó parte de la cobija, con el miedo acumulado en su rostro y notando a Shoyo con su rostro cerca de su entrepierna, a medio cuerpo metido en su cama, arriba de él y congelado tras ser descubierto.

Tobio suspiró al verlo ahí, deteniendo su ataque, pero frunciendo con ligereza su ceño al interpretar todo de forma errónea.

—¿Qué me ibas a hacer? —cuestionó el más alto, logrando que Shoyo hiciera un bufido al ser acusado de forma errónea y apurándose para llegar a la altura de su cara, logrando sentarse en su entrepierna y mirarlo desde arriba, empezando a inclinar su cuerpo para quedar su rostro frente a él.

—No pienses mal, Tobio —desató su palabra, dando una media sonrisa, sólo logrando que las manos del mencionado se posaran sobre sus mejillas, dándole un ligero apretón a la piel suave de su esposo, quién dejó escapar un quejido, cerrando sus ojos—. Yo sólo quería dormir contigo, no te tocaría cuando estás dormido —pronunció con dificultad, arrugando su frente y ahora siendo él quien con una de sus manos pellizcó su mejilla.

Tobio alejó sus manos de golpe, para verlo con seriedad, siendo la oportunidad perfecta de Shoyo para colocar sus palmas en sus mejillas y darles un masaje circular. Tobio escuchó un trueno a la lejanía e intuyó fácilmente el por qué Shoyo ya estaba arriba de él.

—¿Es por la tormenta? —interrogó, recordando con vaguedad las veces en las que Shoyo en su juventud gritaba cuando llovía demasiado fuerte y se creaba un fuerte de almohadas.

Shoyo se coloreó de la vergüenza y asintió, bajando de sus cachetes sus propias manos, y en su lugar, posó sus manos abiertas sobre el pecho ajeno, empezando a acariciarlo por el abdomen plano, y despertando algo en Tobio ante la insinuación naciente que antes no estaba en los planes de Shoyo.

—Quiero dormir contigo —disimuló su pequeña indirecta, subiendo con lentitud sus manos hasta uno de los botones del pijama de Tobio, soltando el botón y dejando ver una diminuta parte de su pecho. Sus dedos tantearon el terreno y bajaron lentamente al segundo, repitiendo la acción y dejando la piel más expuesta. Tobio tragó grueso, al sentir como los ágiles dedos de Shoyo bajaban al siguiente, después al siguiente, y al siguiente, hasta que el pecho de Tobio quedó al descubierto—. Tobio... —susurró, posando sus manos ahora en la piel desnuda, metiendo sus manos entre el pijama abierto para tantear la piel ajena—. ¿Quieres?

Tobio por fin hizo algo tras esa pregunta, enderezando su cuerpo con lentitud, para quedar sentado y frente a Shoyo, quien se sorprendió de sobremanera cuando una de las manos de Tobio viajó hasta su muslo y la otra a su mejilla, acariciándola con cariño.

Sus labios se juntaron tras verse por unos cuantos segundos, dejando que sus bocas jugaran libremente y el permiso ajeno fuera otorgado cuando tuvieron que separarse.

—Sólo no seas muy ruidoso —indicó Kageyama, acercando su boca a la oreja ajena al decirle esas palabras. Shoyo jadeó, sintiendo la frialdad del ambiente cuando Tobio le levantó parte de su pijama por la espalda, y su otra mano bajó por su pantalón para dormir y ropa interior, tocando su trasero.

Un trueno volvió a escucharse, pero Shoyo ni siquiera le prestó atención, al ser tomado desprevenido, mientras su propia lengua se encargaba de tocar el cuello del número 9 y la clavícula quedó con una ligera marca después de que sus dientes encajaran la piel suavemente. Tobio hizo la fuerza suficiente, tirando las cobijas que los cubrían para cambiar de posición, teniendo ahora a Shoyo abajo y Tobio arriba.

—No tengo condones —avisó el más alto. Al mismo tiempo, Shoyo, impaciente, sintiendo la excitación creciente en su cuerpo, fue testigo de como Kageyama tomó sus pantalones y ropa interior y empezó a quitárselos.

Bueno, eso de que habían ido sólo a jugar era cierto, por esa razón no traían ese tipo de protección.

—No es un problema —habló con honestidad, sintiéndose ya húmedo en su entrada por su lubricante natural tan sólo con la voz de Tobio cerca de su oído y las caricias y marcas que le dejó al mayor—. Si es contigo, está bien, puedes venirte dentro —confesó sin dar más vueltas al asunto, viendo como Tobio sonrió ante el permiso de Shoyo, sólo apurándose para bajar los pantalones del pijama y su ropa interior, dejando su miembro erecto al aire tras liberarse al estar apretado.

Shoyo vio el falo de su pareja, se mordió los labios con deseo y tubo el impulso de comenzar la penetración, abriendo sus piernas lo más que pudo, enderezó con ligereza su cuerpo, logrando que fuera más cómodo poder maniobrar el pene de su pareja y lo acarició de arriba a abajo, masturbando el tronco hasta que vio como el glande quedó a la vista después de que el prepucio terminara por contraerse.

Tobio empezó a gemir, por lo bajo, acercando su rostro al de Shoyo, posando una de sus manos sobre la barbilla de su esposo, forzándolo a apartar su mirada de su miembro, y que lo viera a la cara.

Por las cercanías y los gemidos quedos que se mezclaban en el ambiente, el impulso los volvió a invitar a besarse, uniendo sus bocas en un deseoso vaivén donde rápidamente usaron su lengua, siendo Tobio quien comenzó pasando la punta de su lengua por sus labios, acariciando y generando ligeros espasmos en el más bajo, hasta que la terminó introduciendo en su boca. Shoyo aceptó ese tipo de beso, posando su única mano libre que no estaba sobre el pene de Kageyama, en la nuca del hombre, metiendo sus dedos en las suaves hebras azabaches.

Shoyo farfulló en medio del beso, siendo tomado desprevenido cuando uno de los dedos de Kageyama bajaron a su entrada, no introduciéndolo pero sí empezando a acariciar por fuera su agujero, sacándole gemidos ahogados que se destruían por el jugueteo de sus bocas.

Al separarse, sus bocas seguían unidas por un fino hilo de saliva, viéndose a los ojos y sólo perdiéndose en su propio mundo al estar demasiado cerca, sonriéndose con dificultad por sus respiraciones turbadas, Shoyo mostrándole su cariño al mover sus dedos sobre su nuca, dándole caricias delicadas y Tobio le besó la punta de su nariz, siendo permisivo cuando el de hebras naranjas condujo su pene a su entrada, dejando que el glande rozara con la humedad de su agujero y sacó pequeños sonidos queditos que Shoyo ya estaba acostumbrado a expulsar, ya que no era la primera vez que tenían que ser discretos al tener sexo para que no fueran escuchados por terceros.

—Aquí voy —avisó Kageyama cuando Shoyo se encargó de meter la punta por completo con su mano y el sitio empezó a apretar el pedazo de carne que ingreso rápidamente con ayuda del lubricante de una sola estocada.

Shoyo arqueó su cuerpo y cayó de espaldas contra el colchón de la cama de cartón. Eso se sintió tan bien.

A Tobio le encantaba que Shoyo le gimiera cerca de su oreja, a un volumen no tan alto donde sólo él tenía el privilegio de poder escuchar su voz estropeada intentando ser expulsada mientras era follado. Sus testículos golpeaban contra el trasero ajeno, cuando su pene pegajoso por el lubricante entraba y salía a una velocidad y simetría perfecta. Uno de los brazos de Tobio estaba al costado de Shoyo, para poder mantener la posición, mientras la otra tomaba con violencia la cadera ajena, levantándola un poco hacia arriba para que la penetración fuera más profunda. Y Shoyo no lo dejaba huir, enredando una de sus piernas alrededor de las caderas del mayor y sus brazos rodeaban el cuello de Tobio, queriendo toda su atención, cosa que ya tenía desde el inicio.

Todo terminó cuando el semen comenzó a salir del pene de Shoyo, sintiendo el líquido escurrir de la punta y manchando su piel y la parte superior de su pijama y la de Kageyama. Más tarde, en el interior de Shoyo, el semen goteó en abundancia y Tobio siguió con las embestidas, dejando que el sitio quedara completamente lleno hasta que alcanzó el orgasmo, sintiéndose satisfecho cuando su pene salió de Shoyo, enderezando su cuerpo cuando su pareja se deshizo del agarre en su cuello, y notando así como su entrada todavía dilatada dejaba que parte de ese líquido blanco escurriera en pequeños chorros.

—Tobio... —llamó Shoyo, aún con la voz agitada, dejando que el susodicho lo mirara a la cara. Al cruzar miradas, éste estiró sus brazos de par en par, para que supiera que quería un abrazo. Tobio notó esa acción, teniendo una sonrisa curvada algo nerviosa por esa petición silenciosa, no perdiendo el tiempo para volver a inclinar su cuerpo para que pudiera ser rodeado por los brazos de Shoyo.

Fue recibido por la calidez ajena y Tobio no tardó en volver a rodear el cuerpo de su esposo, dejándose mimar por él al sentir como toda su cara era llenada de besos, empezando en la barbilla, subiendo a su mejilla izquierda, por su frente y finalizando en la mejilla derecha. En ese momento, las manos suaves de Shoyo ya habían llegado hasta el rostro de Tobio y su gran sonrisa invitó al mayor a que se dieran un beso esquimal, al frotar sus narices.

Cuando se separaron, Tobio tomó la mano de Shoyo que estaba sobre una de sus mejillas, la que tenía el anillo de bodas, apartándola del sitio, tomándola con cuidado al envolverla con la suya y ponerla frente a su boca, empezando a besar sus dedos, generándole un cosquilleo a Shoyo que terminó riendo.

—¿Quieres tomar una ducha? —cuestionó Tobio y Shoyo negó casi al instante, ahora siendo él quien tomaba la mano ajena que sujetó su mano besada y la acercó a su boca, siendo él ahora quien empezó a besar la palma y los dedos con cariño.

—¿Ya no quieres hacerlo de nuevo? —indagó Shoyo con duda, alejando sus labios de la piel de su pareja y siendo testigo de como el mayor se quedó quieto ante esa insinuación.

Y sí, lo hicieron cuatro veces más esa noche.

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