Dolor En El Abdomen
Capítulo dedicado a: anonimusalmaraz y Jazz_Rodriguez, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Shoyo se encerró en el baño, desde hace una semana sus cambios de humor y sus nauseas eran sutiles, pero evidentes. Tobio trató de no emocionarse, por si llegaba a ser una falsa alarma. No fue hasta esa mañana, que Shoyo expresó un malestar mucho más fuerte... sí, en todas las ocasiones en que tuvieron sexo durante el último mes, habían usado condón. En todas, excepto en una, en la Villa Olímpica. Lo hicieron cinco veces seguidas en la habitación, y una última en la ducha cuando quisieron lavarse para dormir. En todas las veces, Tobio terminó dentro de Shoyo. Bueno, más bien, sería raro que no quedara en cinta.
La puerta completamente cerrada, el sitio silencioso, Hishou y Sora estaban a su lado. Hoy era sábado, por lo que no había clases, y todos estaban con las expectativas al límite.
—¿Qué está haciendo papá Shoyo en el baño? —cuestionó Sora Kageyama a su padre y su hermano mayor. Ambos le prestaron atención al instante y sólo fue Hishou el único que enrojeció con rapidez, creyendo que quizás su antiguo pánico en su niñez, al creer que Shoyo estaba enfermo, pudo haberse evitado si formulaba esa pregunta.
—Está con pruebas de embarazo... —confesó Hishou, sin tartamudear y dando un pequeño puchero de sus labios al observar la puerta cerrada.
Sora se mostró emocionado, dando un brillo honesto en sus ojos y entusiasmado por la idea de volverse un hermano mayor. Lo cuidaría tan bien como Hishou cuidaba de él.
—¿Voy a tener un hermanito? ¿Mi papá Shoyo se está embarazando en el baño? ¿Saldrá con un bebé? —Se le salió la curiosidad, en modo de una pregunta certera, y no dando el tiempo suficiente para responder. Hishou se quedó callado tras eso, pero Tobio con rapidez logró negar.
—No saldrá con un bebé, sólo sabremos si está embarazado o no, con las pruebas de embarazo que ahora mismo se está haciendo —asimiló con seguridad, dejando que la expectante mirada de sus dos hijos lo obligaran a responder cualquiera de sus dudas.
—Entonces, ¿cómo se fábrica un bebé? —soltó sin reparos el pequeño niño Sol, con sus hebras azabaches despeinadas. Hishou tuvo un escalofrío al oír esa pregunta y agradeció no ser padre, por tener que explicar esos temas a niños de una forma en la que lo entendieran.
Al principio, Tobio tuvo un ataque de pánico, donde mentalmente gritó varias veces seguidas, sintiéndose acorralado por unos segundos, esforzándose lo suficiente como para mantener su expresión seria.
—¿Cómo crees que nacen los bebés, Sora? —pidió primero una explicación, dejando que el menor asintiera, teniendo un extraño ataque de orgullo infantil por creerse importante, dando un bufido y alzando su pecho. Tobio buscaba ganar tiempo para pensar.
—¡Con amor! —incentivó lo primero que se le ocurrió, arqueando sus cejas hacia abajo ante esa teoría tan interesante que venía planteada por ver la forma en la que sus padres se llevaban—. ¡Papá Shoyo y tú siempre están juntos! Se cuidan y quieren, por lo que nos fabricaron y nos hacen crecer con amor... —destacó, y dejando sorprendidos a los dos mayores con cierta ternura plasmada en sus facciones aterradoras por la gran imaginación del pequeño Kageyama.
Tobio asintió ante esa idea tan detallada, teniendo el tiempo suficiente para inventar una explicación que no fuera una mentira, pero si lo suficientemente suave como para que fuera entendido por un niño de cinco años.
—Yo tengo una semilla que le di a Shoyo para que la cuidara por un tiempo —complementó la idea de Sora el adulto, logrando que el pequeño niño diera un grito de sorpresa ante tan maravillosa revelación, posando sus dos pequeñas manos sobre sus mejillas, expectante ante esa realidad.
La plática fue interrumpida, quedándose a medio camino cuando la puerta del baño se abrió, dejando ver la silueta llorosa de Shoyo, con una gran sonrisa en sus mejillas y sus tres pruebas de embarazo en una pequeña bolsa de plástico transparente. Shoyo estaba radiante y Tobio pareció intuir a qué se debía, al ver las lágrimas rodando de sus ojos y notablemente emocionado.
Las sospechas de su pareja se hicieron más obvias, al ver como el de hebras naranjas se agachó a la altura de su hijo menor, alcanzando a tocar su mejilla con sus labios. Pequeños besos repartidos en la suave piel de su niño, que éste recibió con felicidad. Seguido de Sora, Shoyo se paró rápidamente y buscó con sus manos el bonito rostro adolescente de su hijo mayor, tomándolo por sorpresa antes de besarlo varias veces. Por último, pasó al que seguía, estirando su cuerpo y dejando varios besos repartidos en la mejilla derecha de Tobio, generándole un cosquilleo que se multiplicó cuando un último beso ahora en los labios fue desatado.
Cuando se separaron, los dos adultos se miraron a la cara y esa sonrisa sincera inundando sus labios se hizo más pronunciada que Tobio lo intuyó ahora de forma definitiva. Emoción, felicidad y las ganas de llorar, emociones de golpe que llegaron a Kageyama en modo de una ráfaga fugaz, estando feliz de que Shoyo estuviera feliz y su embarazo confirmado.
—¡Salió positivo! —declaró por fin, enredando sus brazos alrededor del cuello del padre de ese ser que ya estaba creciendo en su interior. Tobio se quebró ante esa bomba tirada, correspondiendo el abrazo al rodear con sus fuertes brazos la cintura de Shoyo Kageyama y experimentando esa sensación emotiva donde lo único que podía hacer era llorar.
Hishou y Sora lo vieron, vieron a ese hombre serio con sus grandes ojos azules, las lágrimas saladas danzando y bajando por sus pálidas mejillas al acariciarlas, mientras Shoyo rio y poco a poco se iba contagiando al llanto.
Sora y Hishou fueron testigos de primera mano, de cómo su ruidoso padre Shoyo desató sus lágrimas, elevando el volumen de su voz. Al mismo tiempo, Tobio lloró, pero su forma fue un tanto más silenciosa.
Ellos no pudieron evitar sentirse contagiados, siendo Sora el primero que corrió para meterse en medio del abrazo de sus padres, siendo recibido por una de las manos de Tobio dándole un medio abrazo. Hishou fue el último en unirse, acercándose al círculo familiar y siendo recibido por el eufórico Shoyo con uno de sus brazos. Sora comenzó a llorar más rápido de lo que esperaban, era ruidoso. La única cosa en la que Sora era realmente ruidoso, sin duda era cuando lloraba.
Tobio, Shoyo y Sora llorando, derramando lágrimas de felicidad por esa pequeña noticia que tocó las puertas de su vida por tercera vez en la pareja Kageyama. Imposible que Hishou no terminara contagiado, creyendo que un nudo en su garganta se hizo más fuerte, aferrándose en su pecho en modo de asfixia y sus ojos azules empañados, avisaron la caída de las lágrimas al precipitarse.
—¿Qué son esas cosas en la bolsa? —Sora se encontró entusiasmado, demasiado, la noticia de que sería hermano mayor lo puso a la expectativa. Shoyo, sentado en uno de los sofás de su sala, lo escuchó.
—Son pruebas de embarazo... —mencionó el mayor, ante la atenta mirada de Hishou quien estaba sentado en el mullido tapete donde Sora aprendió a gatear, frente a su padre.
Sora se mostró emocionado, demasiado tal vez. Observó las tres pruebas de embarazo: unos palos raros que en su mayoría su color era el blanco, en un pequeño espacio, se podían ver dos rayas rojas. Sora en definitiva no entendía como esas cosas le podían decir a Shoyo que estaba embarazado: ¿le hablaban cuando estaba solo?
¡No importaba!, lo que importaba es que ahí había tres, eso significaba...
—¡Tres bebés! —gritó con seguridad, abriendo sus ojos con absoluta fuerza. Sus claros ojos azules no tardaron en enfocarse en el abdomen todavía plano de su papá, con seguridad hasta acercarse al sitio, tentando a través de la suave polera gris con su pequeña mano.
Shoyo ni siquiera mostró su dolor, le dolía la parte baja de su abdomen, cerca de la pelvis. Era normal, siempre le ocurría al estar embarazado.
—¿Está aquí? —dijo con seguridad Sora, palpando sin buscar lastimar y sólo logrando que Shoyo sonriera. Hishou los observó atento, teniendo un extraño golpe de repetición, cuando a su corta edad de nueve años, él sí se mostró muy emocionado que recargaba su oreja en la pequeña barriga abultada de Shoyo.
—Sí —destacó con facilidad, dejando que Sora diera caricias por la parte todavía plana del sitio.
Tobio era el único que no estaba en la sala, hace un rato fue al supermercado a comprar lo necesario para la comida y la cena, y al regresar, se metió rápidamente en la cocina y comedor. De ahí no había salido por un buen rato, pero les encargó a Sora y Hishou que cuidaran de él por lo mientras.
Hishou mentiría si no dijera que no estaba emocionado. Era imposible no estarlo, su sonrisa quedó expuesta ante el toqueteo intacto de su corazón ante la idea de tener un nuevo hermano o su primera hermana, la curva de sus labios danzó entre su pálida piel, queriendo sonreír y sólo sacando ese extraño zigzag que heredó de Tobio.
—¡No se siente nada! —Hizo saber Sora, notablemente sorprendido y frustrado por su mala suerte de no saber palpar.
—Es natural, es demasiado pronto como para que puedas sentirlo —declaró con seguridad, viendo de reojo como su hijo mayor llegaba a sentarse a su lado.
—Pero, van a ser tres bebés, ¿por qué no se siente uno al menos? —indagó su curiosidad honesta. Lo que entró en la mente de un inocente niño de ojos azules, era que, si había tres pruebas de embarazo, eran tres bebés. Uno por cada una—. ¡Voy a tener tres hermanitos! ¿Uno se puede parecer a mí? —destacó, dejando quieto a Shoyo, y Hishou no pudo evitar reírse, atragantándose una risa y llevándose con facilidad la poca hostilidad que residía en el cuerpo del niño—. ¿De qué te ríes? —contestó con amenaza a la burla del mayor, arqueando sus cejas hacia abajo con decisión y siendo serio en todo momento.
Shoyo dio una risa, no teniendo la intención de que los dos comenzaran a pelearse, siendo tranquilo en todo momento, dejando las pruebas de embarazo en sus piernas y posando una de sus manos en los cabellos de Sora y la otra en los de Hishou.
—Hasta ahora, sólo sé que es uno —respondió a la pregunta, bajando su vista café hacia las tres pruebas en la bolsa y esa extraña calidez en su estómago donde la felicidad se destacó en mariposas voleibolistas en el sitio: su nuevo bebé—. Hay tres pruebas de embarazo porque las utilicé para estar seguro, a veces una se equivoca. No me gustaría emocionarme por una falsa alarma —dictó, y el alegre Sora se desinfló ante la realidad de ver reducidos sus tres hermanos imaginarios a sólo uno.
Shoyo deseó que sólo fuera uno, no quería cargar con dos al mismo tiempo, si podía ser honesto. Uno de sus tías había dado a luz a gemelos y dijo que fue horrible, porque después de sentir el alivio de que saliera uno, salió otro. Qué miedo.
Por suerte, Sora era más curioso, que quiso seguir indagando con sus cuestiones, olvidando por completo su propio terror.
—¿Y van a decidir cómo se verá? —soltó con facilidad, dejando que sus hebras azabaches alborotadas fueran el punto de cuestión, al señalar con su mano que no acariciaba el vientre de Shoyo ese sitio—. ¿Puede parecerse a mí, papá Shoyo?
—Eso yo no lo sé, su apariencia será sorpresa —destacó con facilidad el adulto, pasando su mano por las hebras de sus dos hijos y teniendo la necesidad innata de sacar un bufido de sus fosas nasales.
«Espero esta vez se parezca más a mí», rezó Shoyo, todavía teniendo esa frustración.
De nuevo apostaría con Tobio, sin un premio de por medio, deseaba que por fin su genética se apiadara de él. Quizás era su destino, tampoco era como si él se pareciera mucho a su madre, tenía mayor parecido a su padre basándose en la última vez que lo vio rehacer su vida con la persona que en ese entonces era su amante.
Pero, si bien era cierto que seguía frustrado, también era cierto que no estaba decepcionado. Una pequeña sonrisa delineó sus labios y sus dedos acariciaron las hebras negras de sus dos hijos, y primero miró a Sora, notando sus lindos ojos rasgados azules de un color claro, y luego los de Hishou, esos oscuros ojos similares a los de Tobio.
Ciertamente, no podía imaginar a otro joven con apariencia diferente llevando el nombre de Hishou Kageyama. Ni tampoco había espacio en su mente para pensar en otro niño con diferente apariencia con el nombre de Sora Kageyama. No se podía imaginar a otras personas en su familia y tampoco lo haría nunca.
Dio una pequeña risa, bajando sus manos para poder rodear con sus dos brazos a sus hijos, pegándolos a su cuerpo para poder dejar un beso a cada uno, a Sora en la frente y a Hishou en su mejilla.
—Pero no importa cómo sea, lo voy a querer mucho. Ya quiero conocer a mi bebé —contó con emoción, dando un bufido certero antes de tomar una decisión. Olvidó por completo su dolor abdominal, que sintió un tirón al ponerse de pie, mordiendo sus labios para no sacar un grito y tragarse sus lágrimas—. Le diré a Tobio que mañana quiero ir de compras, quiero comprarle cosas al bebé —destacó con seguridad, dando un asentimiento certero que sólo logró que sus dos hijos sentados en el sofá dieran una iluminación a la par en sus pupilas.
A veces, Shoyo despertaba a mitad de la noche con náuseas, ligeros mareos o dolores abdominales. Era el pan de cada día por las primeras dos semanas del segundo mes. Esa ocasión no era la excepción, se despertó en la madrugada con los ojos llorosos, teniendo el pánico en la boca y dando un sollozo al sentir como cerca de su vientre el dolor se presentaba. El doctor le había dicho que era normal, también sabía qué era lo que debía de tomar para tranquilizarse.
Shoyo sollozó, todavía envuelto entre los brazos de Kageyama y despertándolo en el acto por su poco talento para regularlos. Se despertó de golpe al bajar la vista y toparse a su esposo con los ojos llorosos. Entró en absoluta preocupación, alejando con lentitud sus brazos de Shoyo para poder enderezar su cuerpo, queriendo apoyarlo en lo que necesitara.
—Shoyo... —susurró con su extraña calma, viendo como el mencionado jadeó y negó como respuesta.
—Lo siento. —Se limitó a responder, dejando que las lágrimas se hicieran más evidentes y su mano temblorosa se condujo hasta su abdomen. Los cambios de humor siempre estaban, apareciendo de repente y sin aviso alguno.
Tobio vio como la mano de Shoyo que tenía su anillo de casados en el dedo anular se movía en círculos en su vientre, queriendo calmarlo. Lo entendió con rapidez, negando con facilidad, posando una de sus grandes manos sobre la mejilla de su esposo para calmarlo, limpiándole las lágrimas y así transmitirle su apoyo.
Con cuidado, lo ayudó a enderezar su tronco, poniendo su propia almohada en el respaldo de la cama para que Shoyo se pudiera recargar. Shoyo sorbió sus mocos y siguió llorando, como si fuera un niño pequeño que sólo veía la figura de Tobio ponerse de pie para salir de la habitación por unos minutos que para Shoyo Kageyama fueron eternos.
En medio de esa habitación cálida y conocida, en la cama matrimonial donde el aroma de ambos estaba mezclado, Shoyo trató de tranquilizarse, mirando entre la oscuridad las sábanas en la que estaba cubierta y sus manos sobre su pijama, queriendo calmarlo, susurrándole a su bebé que todavía no se notaba.
—No te preocupes, bebé, cuando amanezca, Hi-chan, So-chan, Tobio y yo iremos de compras —susurró, queriendo hacerle plática y distraerse.
La luz se encendió, fue Tobio quien regresó al sitio y tocó el interruptor con su codo. Sus manos estaban ocupadas, traía un vaso con agua y la pequeña caja de pastillas que el doctor le recetó a Shoyo para que se las tomara junto con un té de jengibre que el más alta puso a calentar en la cocina.
—¿Sólo tienes dolor abdominal? —comenzó con sus preguntas, dejando que Shoyo asintiera al instante y el más alto diera claras muestras de alivio—. Traje tu pastilla y agua —indicó lo que traía, dándole el vaso al mayor para que lo tomara con una de sus manos y en la otra, le sacó la pequeña pastilla. Shoyo la recibió en la mano, dejándola en su boca y sintiendo su lengua llenarse de asco al notar ese sabor desagradable. Quiso escupirla pero se esforzó para no hacerlo, tomando un pequeño trago de agua, para poder pasarla con toda su fuerza de voluntad.
Shoyo tuvo un escalofrío, sacando su lengua al sentirse liberado y pensando en por qué no le ponían un sabor más dulce al medicamento. Siempre era asqueroso.
Tobio tomó el vaso con algo de agua y lo colocó en el buró, junto con la caja de pastillas. Shoyo lloró con levedad, cerrando su boca de golpe y dejando que el rastro de lágrimas se detuviera pero el dolor todavía no.
—El té debe calentarse un rato, lo traeré cuando esté listo —indicó con seguridad, metiéndose de nuevo a la cama en el sitio donde antes estaban, pero no se recostó, en su lugar, se dedicó a acomodar la otra almohada en el respaldo, y se sentó a un lado de Shoyo.
—Me sigue doliendo, Tobio —habló con seguridad, haciendo un puchero seguro en sus labios al sentirse querido porque el de mayor estatura pasó su brazo alrededor de sus hombros y lo invitó a que se recargara, buscando esconder parte de su rostro entre el cuello ajeno al girar un poco su cuerpo. Tobio siempre era muy protector cuando se trataba del embarazo.
—Tonto, claro que te seguirá doliendo —aseguró el azabache, no rechazando que Shoyo buscara tomar con su mano la que le estaba dando el medio abrazo, y se concentró en que su otra mano se fuera deshaciendo de los botones del pijama naranja de Shoyo, desde la parte baja, y sólo deteniéndose cuando su abdomen estuvo a la vista. Antes de posar su mano en el sitio, con su única mano posó sus dedos sobre sus mejillas, limpiándole las lágrimas—. Debes esperar a que haga efecto.
Su rostro terminó sólo como un vago recuerdo de lo que fue anteriormente, con las huellas de las lágrimas manchadas alrededor del sitio y permitiendo que Tobio por fin bajara su mano al abdomen desnudo.
Shoyo se sobresaltó ante el tacto frío, pero no rehusando su cuerpo a las caricias circulares en ese sitio. Se terminó acostumbrando y se acurrucó en el cuerpo del adulto azabache, cerrando sus ojos y sintiendo ese movimiento circular que le generaba calma.
Tobio Kageyama cuidaba de Shoyo Kageyama.
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