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Día 01

Capítulo dedicado a: ElizabethPantoja843, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Tomaron el primer viaje del tren del Corcovado para llegar al Cristo Redentor como primer destino turístico esos tres días que estarían en Brasil. Un enorme ferrocarril eléctrico de color rojo, un perfecto mirador mientras se recorría la ruta empinada por el Parque Nacional de Tijuca.

Los Tsukishima y Kageyama esperaban en la parada del tren al exterior, bastante temprano para poder llegar a tiempo.

—Sigo sin entender por qué debemos de venir tan temprano al Cristo Redentor —sollozó Shoyo débilmente, teniendo a Sora tomando una de sus manos. Kei fue el encargado de organizar el itinerario de viaje a pesar de que recibió toda la ayuda posible de Shoyo al ya estar familiarizado con el país. Kei dio un respiro un tanto pesado, mientras el emocionado Tadashi tomó fotos de la estación con emoción, perdido en su mundo detrás del flash de la cámara.

—Tadashi y tú son demasiado entusiastas con las fotos, ¿no? Es obvio que la mejor hora para llegar al Cristo Redentor es temprano, porque no habrá mucha gente y en el mediodía no es buena idea el tomarle fotografías, ya que el Sol estará directamente detrás del Cristo... —confirmó, sólo logrando que Shoyo conectara sus neuronas ante algo relativamente obvio, y Tobio, quien estaba tomando la otra manita de Sora, pensó que, en efecto, Shoyo no estaba al tanto de ese dato, ya que cuando sólo Shoyo estaba en Brasil, un día le mandó como veinte fotos borrosas del Cristo Redentor, pero con la estatua algo oscurecida.

Bueno, no hubo mucha diferencia, Shoyo Kageyama nunca tuvo talento para tomar fotografías. Todas las fotos claras de Hishou y Sora en su pequeño álbum familiar, fueron tomadas por Tobio.

El sonido del tren eléctrico andando por los andenes, detuvo la plática a medio camino donde la fuerte inteligencia del rubio mayor salió a la luz. Hishou dio unos pequeños saltos de la emoción al estar parado a un lado de su padre Tobio y Ryusei en cada extremo.

—Viene el tren, viene el tren —cantó Hishou, ampliando más su grande sonrisa y siendo cuidadoso de no atravesar la línea de seguridad en el suelo. Ryusei Tsukishima lo observó de reojo, dando una sonrisa alegre en sus delgados labios y mostrando su felicidad de una forma un poco más discreta ante su emoción naciente.

El tren de color rojo llegó dentro de poco y su ingreso fue satisfactorio. En el interior, el sitio era bastante espacioso en cuanto al pasillo, debido a que ese sitio era ocupado en la mayoría de veces por artistas locales que contagiaban el ambiente de alegría.

Los asientos eran espaciosos, de un fuerte color verde, en el espacio había cuatro asientos en cada pequeño espacio, estando dos asientos frente a frente y con una pequeña mesa en el centro del mismo color verde.

En un pequeño bloque, se sentó la pequeña familia Tsukishima, con Tadashi sentado a un lado de la ventana, con la cámara de su teléfono en mano y a Ryusei sentado a su lado, siendo bastante tranquilo sin soltar palabras más de las necesarias; frente a ellos, Kei, sacó sus audífonos de su pequeña mochila negra que trajo con todo lo necesario para el viaje y lo conectó a su teléfono para entretenerse durante esos 20 minutos. Un asiento quedó vacío.

En el bloque que estaba al lado por el tomado por la familia Tsukishima, sólo siendo separado por el pasillo amplio, era ocupado por la familia Kageyama. Tobio cerca de la ventana y Hishou sentado a su lado, frente a ellos, el pequeño Sora estaba sentado cerca de la ventana y Shoyo a su lado.

—¡Ryusei, hola! —saludó con felicidad el chico de ojos azules y lacios cabellos negros, al tener casi a un lado de él al mencionado, moviendo su mano con alegría de un lado a otro cuando logró captar la atención del más alto. El mencionado enrojeció ante ese saludo bastante innecesario, pero extrañamente lindo por la euforia del chico de 16 años mezclado entre sus facciones aterradoras, que el chico con pecas y gafas término contagiándose en la sonrisa y movió con timidez su mano para corresponder el saludo.

Kei notó las acciones de su hijo por unos segundos y apartó la mirada, empezando a replantearse si realmente ese inocente primer amor ya había acabado... no, no lo había hecho.

Sora también miró las acciones de su hermano mayor en sus grandes ojos azules, pero no dijo nada, forzándose a prestarle atención a su papá Shoyo cuando éste pasó su mano suave sobre una de sus lisas mejillas para darle una caricia. Al apartar la mirada y toparse con los ojos cafés del hombre sonriente de cabellos alborotados, no pudo evitar prestar atención.

—Si te llegas a sentirte mareado, me dices, So-chan —pidió el adulto, sacando de su mochila ligera de viaje de color café claro, por unos segundos, unas bolsas de plástico. Sí, Shoyo venía preparado, su Tobio y su Hishou no se mareaban en los transportes, pero su Sora sí. Era algo vergonzoso, pero se parecía un poco a él.

Sora arqueó sus cejas ante el apoyo, sólo dando un asentimiento certero con decisión ante tan difícil desafío. Tobio, por su parte, ya estaba literalmente pegado al vidrio, con el cansancio a flote y queriendo sólo dormir un buen rato.

Así, el viaje inició.

—¡So-chan lo logró! —contó con felicidad Shoyo el logro de su hijo menor: haber viajado en tren sin marearse tras entretenerse mirando el paisaje y jugando con sus padres en una pequeña libreta de viajes el juego de gato.

Sora se mostró brillante ante la felicitación de su padre, con su bonito rostro ligeramente redondeado, dejó escapar su pecho con euforia y algo similar a pequeñas estrellas parecían flotar alrededor de esa parte. Primero, miró a Tobio, en busca de su halago, sólo logrando una sonrisa medio mal hecha de parte de él. Seguido de eso, miró a su hermano mayor.

—¡Bien hecho, So! —apoyó Hishou, y el susodicho dio un bufido de la emoción. Luego, de manera inevitable, miró al serio de Ryusei por unos segundos, logrando que el chico que fue atacado por esos ojos en forma de almendra diera un sobresalto nervioso y asintiera, sin saber cómo iniciar.

Sora ya lo integró a la familia.

—B-bien hecho... —apoyó sin saber qué palabras sacar el rubio menor, pero fueron bien recibidas por el pequeño niño, mostrando sus facciones brillantes que centelleaban en sus ojos azul claro.

—Ryuryu, pude tomar algunas fotografías muy lindas —llamó el adulto con pecas para hacer que su hijo le prestara atención, cuando se detuvieron un poco en la estación de tren para tomar aire. Ryusei se mostró entusiasta ante las imágenes mostradas por su padre, notando el exceso de naturaleza del parque nacional—. Pude tomarle foto a un ave de color azul, ¿ves? —comentó con emoción, señalando con uno de sus dedos, la parte de una fotografía donde se podía ver a una hermosa ave de plumaje azul posado sobre una rama.

—¡La veo, la veo! —respondió con emoción el adolescente.

Por su parte, Tsukishima se encargó de molestar a Shoyo Kageyama por un pequeño incidente ocurrido en el viaje. Kei lo miró con burla, Tobio frunció su ceño y Shoyo apretó sus dientes.

—El cantante de la banda de nuestro vagón quiso pasarte su número. —Se rio, ya que, aunque el atractivo hombre alto de piel morena, cabellos castaños y que usaba unas gafas de Sol hablaba portugués, fue fácilmente obvio cuando éste trató de entregarle un papel con su número escrito. Shoyo lo rechazó con amabilidad hablando con fluidez ese idioma—. Me pregunto, ¿qué vio en ti? ¿Hay algo emocionante?

Shoyo se sintió levemente ofendido, sólo sacando un gruñido certero de su boca ante tan obvia destreza. Tobio gruñó por lo bajo al recordar la escena, pero no dijo nada en el momento, porque no sabía hablar el portugués y porque confiaba en Shoyo. Pero la escena le molestó de manera inevitable.

—Bueno, era natural rechazarlo. Yo tengo a mi Tobio, no necesito a ninguna otra persona a mi lado —confesó con facilidad, sólo permitiendo que Tobio dilatara sus pupilas ante esa revelación, no perdiendo la oportunidad para rodear con sus dos brazos el cuerpo sonrojado de Shoyo.

—¡Cásate conmigo, Shoyo! —pidió, sólo logrando que el alegre jugador nacional correspondiera el abrazo con destreza y se dejara mimar por el de mayor estatura. Una escena nauseabunda para Kei, y algo normal para Hishou y Sora al ya estar acostumbrados.

—¡Increíble! ¡Increíble! —gritó con emoción Tadashi Tsukishima, observando desde arriba todo, siendo separados de la caída en picada hacia abajo, del alto sitio donde se encontraba el Cristo Redentor, por un pequeño barandal. El hombre de cabello verde ni siquiera dio indicios de marearse al mirar hacia abajo, viendo la enorme ciudad, ¡se veía incluso su hotel ahí! El gran edificio blanco frente al mar.

Tomó fotos a la lejanía, a ningún punto en específico. Hasta que su teléfono se quedó sin memoria... y sólo era el primer día.

Tadashi se congeló, viendo con sus ojos caídos la horrible verdad, sintió como el aire caliente de Brasil lo llenó, y se quedó quieto. ¡No podía ser!

Tsukishima Kei miró de reojo a su esposo. Al estar a su lado, dio un respiro pesado, antes de sacar de su bolsillo su propio teléfono. Al tener el teléfono de tamaño mediano con funda amarilla, llamó al adulto con pecas en sus lindas mejillas.

—Tadashi... —incentivó, sólo logrando que el mencionado girara su cabeza para ver la seriedad en los ojos cafés encerrados en los vidrios de las gafas de su esposo, sólo siendo recibido por el teléfono con las ansias de ser llenada su memoria por fotos innecesarias—. Sólo no tomes demasiadas —pidió, algo imposible para el entusiasmo del que era de menor estatura. Aun así, el que tenía una pequeña antenita sobre su cabeza, asintió con emoción y recibió el teléfono prestado, con sus ojos a punto de llorar por la emoción.

—¡Tsukki! —chilló el otro Tsukishima, pronunciando su nombre que utilizaba en preparatoria y que se quedó como apodo cariñoso. Ese simple apodo fue la razón por la que Tadashi se cambió su apellido por Tsukishima.

—¡Oh, está demasiado alto! —exclamó con emoción Hishou, poniendo sus manos sobre el barandal largo de seguridad y notablemente emocionado. No se ponía más inquieto que de costumbre porque no le gustaría sufrir un accidente, así que sólo se dedicó a soltar su euforia en gritar como casi siempre, con su rostro bien delineado en su alegría y mirando al chico rubio a su lado, mientras con uno de sus brazos señalaba el enorme hotel. Ryusei era más discreto, de hecho, se veía más intranquilo que de costumbre, con el pánico empezando a llenar su cara, que trataba de ocultar desde que, en su primer acercamiento, vio de reojo la altura en la que estaban—. ¡Se ve el hotel desde aquí, Ryusei! —confirmó, mirando al chico de ojos verdes que ya se estaba poniendo pálido, tanto así, que sus pequeñas pecas en su cara empezaron a resaltar más.

—S-sí, lo veo... —confesó, sólo dejando que una sonrisa de su boca quedara destruida en medio de su mueca de terror al hablar, porque un ligero grito escapó de sus labios. Hishou borró la sonrisa de su rostro, y bajó lentamente el señalamiento de su mano para poder encarar al chico.

—¿Te sientes bien, Ryusei? —interrogó con lentitud, sólo logrando que el susodicho lo mirara a la cara, y tras marearse en su propio sitio, dio un asentimiento certero, pero sus palabras no tardaron en ser refutadas.

—Estoy bien, sólo siento que si no me sostengo de algo, o no me alejo de la orilla, podría caer —murmuró el rubio, bajando su mirada al suelo y haciendo que como consiguiente, sus gafas resbalaran de sus ojos. Hishou abrió más sus ojos ante esa revelación, parpadeando un par de veces al ver al chico que actuaba tímido ante él por razones extrañas.

Era cierto que Ryusei ya era mucho más grande que él en cuanto a estatura, pero, con esa actitud... le dio la sensación de que ese chico era bastante dulce. Hishou infló sus mejillas ante ese pensamiento hacia su mejor amigo, y terminó por alejarse de la orilla para acercarse al chico que estaba a unos cuantos pasos más alejado.

Al estar frente a frente, una de sus manos llegó a parar a las hebras rubias, para proseguir a darle unas cuantas palmadas sin intención de lastimarlo, que fueron recibidos con el rostro de Tsukishima levantándose de golpe y con toda su cara poniéndose roja. De repente, el color había regresado, y en sus irises verdes sólo había espacio para el hermano mayor de los Kageyama.

Ryusei apartó la mirada, observando de reojo hacia una chica que, al intentar tomarse una foto a un lado de la orilla, su teléfono se le resbaló de las manos y cayó de lleno contra el enorme vacío nauseabundo.

—¡No! ¡Mi celular! —gritó la fémina en un perfecto inglés.

Luego, volvió a apartar su mirada al restarle importancia, porque la suave mano de Hishou fue apartada de su cabeza, y en su lugar, se la extendió a la altura de su pecho. El azabache estaba demasiado decidido.

—Si nos tomamos de las manos, ¿dejarás de tener miedo? —preguntó inocentemente con más curiosidad, sólo apegando más su mano al pecho de Ryusei hasta que su mano rozó con su playera holgada de color azul y el acercamiento de sus cuerpos fue más evidente.

Ryusei dilató sus pupilas ante tan evidente invitación, que no fue necesario decir que su agitación se volvió más evidente y no tardó absolutamente nada para tomar la mano ajena.

—¡Sí! —completó el joven, experimentando la felicidad extrema cuando el roce de sus manos se hizo presente por fin y la calidez compartida llegó a ser adictiva—. ¡Creo!

Hishou lo vio con sus ojos bien abiertos y fácilmente dio una carcajada.

Tsukishima vio de reojo la situación y tuvo la corazonada de que ya todo estaba perdido. Para colmo, Tobio y Shoyo notaron también las acciones de ambos.

Cuando observó por el rabillo del ojo, notó al número 9 paralizado, con la mirada perdida sobre la escena. Oh, no.

Por su parte, Shoyo seguía perdido en su falsa nube de desconsideración.

—Son tan buenos amigos —dijo con felicidad Shoyo, sosteniendo con una de sus manos a su pequeño hijo menor.

—¿Eres idiota o te haces? —Se le salió esa pregunta, sólo logrando que Shoyo reaccionara para mirar al que era mucho más alto y le gruñó con rabia.

—¿¡Eh!?

—Es demasiado obvio —habló, negándose a dar más detalles—. Hasta Kageyama lo entendió... —señaló al congelado adulto que Shoyo miró pronto. Shoyo Kageyama era algo lento para esos temas, por lo que no le extrañó a Tsukki que lo volviera a ver con esos grandes ojos cafés para reclamarle.

—No entiendo lo que-... —Sus ojos se desviaron a los dos jóvenes, viendo la figura de su hijo y el hijo del idiota de Kei, donde sus pocas neuronas conectaron—. Oh... —Y no dijo nada más.

Sora, por otro lado, se encontró perdido en su mundo, viendo hacia arriba y notando la enorme imagen del Cristo que tenía de altura 38 metros. Por alguna razón, la altura tan alta lo mareó, y la idea de que en la noche o justo en ese instante, esa enorme estatua cobrara vida, lo hizo temblar en su temor infantil y apretó más el agarre de su padre Shoyo.

—¡Deberíamos de tomarnos unas fotos frente al Cristo Redentor! —sugirió Shoyo, dando paso las fotos de recuerdo.

La primera fue con los tres más jóvenes. Hishou, Ryusei y Sora. El pequeño Sora estaba en medio, con sus dos manos puestas en su cintura y poniéndose de puntitas al querer alcanzar la estatura notablemente alta de Ryusei. El rubio sólo tenía un signo de amor y paz y una sonrisa más apacible que el resto, Hishou trató de imitar el gesto, sólo generando que sus facciones aterradoras dieran una imagen tétrica. Esa foto tuvo que repetirse dos veces porque Shoyo la sacó borrosa, y el ángulo estaba tan mal colocado, que sólo se veían los ojos azules de Sora y su mata de cabellos alborotados en la parte más baja.

La siguiente fotografía fue de la familia Tsukishima, Ryusei siendo tomado desprevenido por Tadashi cuando éste lo envolvió en un medio abrazo y Kei simplemente permaneció quieto al lado de su hijo. Tan serio que parecía darle buena imagen ejemplar a su esposo e hijo, si Tadashi supiera de la existencia de la foto que tenía Shoyo en un álbum donde en su viaje en Brasil, Tsukishima, Kageyama y Shoyo estaban posando con los brazos abiertos frente al mismo sitio, lo más seguro es que estaría avergonzado.

La siguiente fue la familia Kageyama, Tobio cargó a Sora para que pudiera salir en la foto. Sora tenía su brazo derecho estirado hacia su lado y Tobio tenía el izquierdo bien levantado, simulando al Cristo Redentor. Shoyo estaba en medio de la fotografía con sus brazos bien extendidos y Hishou a su lado, tenía sus manos bien estiradas. Algo perturbador para Tsukishima, ya que apenas Ryusei les pidió que sonrieran para tomar la foto, la única sonrisa decente fue la de Shoyo.

Bueno, al menos Shoyo pareció encantado por la sonrisa de su familia cuando vio el resultado final, eso era lo importante.

Otra foto fue dedicada sólo para Ryusei y Hishou, por petición del último mencionado, la fotografía salió con los dos dándose un medio abrazo, y cada uno estirando sus brazos a los costados. Por las estaturas, salió algo deforme, pero fue lindo.

La siguiente fue de Hishou y Sora, los dos hermanos tenían los brazos bien extendidos, Sora frente a Hishou. La siguiente fue de Kei y Tadashi, Kei con los brazos extendidos y Tadashi señalándolo con emoción.

Tsukishima Kei era el más alto, el más cerca de Cristo, el más cerca al Cielo, quizás por eso.

Las últimas fueron de Shoyo y Tobio, y fueron dos. En la primera, Kageyama salió con el rostro casi inexpresivo con sorpresa ya que el menor le robó un beso en la mejilla; y el otro, fue a una distancia y posición lo suficientemente lejana como para que Shoyo pareciera sostener la enorme base de la estatua con una de sus manos, mientras Tobio fingía tomar la «pequeña» cabeza de la enorme estatua.

Fue divertido.

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