Cinco Son Multitud
Muchas gracias por seguir esta historia hasta el final. ❤
Advertencia: subiré un apartado de curiosidades que espero les guste.
Otra advertencia: Ligero contenido sexual casi hasta el final del capítulo.
Capítulo dedicado a: cam_moomie, Enthusixst_, IsabellaWB1111 y Ashal_Kageyama910. Espero les guste.
Shoyo Kageyama se sentía orgulloso de sí mismo.
Demasiado.
Ese día, 18 de junio, el tercer hijo de la familia Kageyama había nacido. Lo que parecía ser una apuesta casi imposible, donde sus genes no podían hacer nada contra los dominantes de Tobio, se logró.
Los genes de Shoyo Kageyama fueron los dominantes...
A excepción del color de ojos, ésos no querían ceder.
Shoyo estaba sentado en la camilla, ya un poco más calmado después de casi toda una noche en labor de parto donde sólo Tobio había estado en todo momento.
—Mi bebé se parece a mí. —Fue Shoyo el que ahora lo dijo, alzando su pecho con orgullo y cruzándose de brazos, observando al pequeño bebé que estaba siendo cargado por el lloroso Tobio.
Era un niño con demasiado cabello en su cabeza, con pequeños rizos bailando de un color naranja mucho más claro que el de su padre Shoyo, nariz respingada, labios delgados, y ojos azules que contemplaban con curiosidad y silencio a su padre Tobio.
Tobio siempre se ponía sentimental cuando se trataba de ese tipo de temas, siempre lloraba cuando el pequeño salía del cuerpo de Shoyo con éxito, los doctores lo envolvían para llevarlo a bañar y revisar el funcionamiento general de su cuerpo, diciendo un: «felicidades, es un niño», pero después de eso, seguía más serio y tranquilo. Cuando Hishou nació, éste casi se desmayaba.
Esa vez no era la ocasión.
El adulto de hebras naranjas que todavía estaba usando la bata azul del hospital, fue testigo de como su esposo sollozaba con fuerza y acercaba su boca a la pequeña mejilla blanca y rosada de su bebé, dándole un ligero beso cariñoso.
—¿Tobio...? —Shoyo, a pesar de haber ganado la apuesta, no se sentía del todo un ganador.
¿La razón?
Simplemente era una palabra de cinco letras: Tobio.
—Es un Shoyo chiquito... —comentó el adulto, parando en seco su lloriqueo y así poder ver a su pequeño. Sí, el pequeño bebé era casi una copia exacta de Shoyo, y por eso estaba encantado Kageyama, que terminó dibujando una sutil sonrisa cuando los ojos oceánicos chocaron con su rostro, sus mejillas se tiñeron de rojo y comenzó a arrullar su cuerpecito.
Shoyo notó esa extraña imagen bastante tierna, borrando de su cuerpo toda la llama de la competencia, como para hacer un diminuto puchero con sus labios y apartar la vista por unos segundos, avergonzado. Siempre se le había hecho muy lindo cuando Tobio cargaba a Hishou y Sora cuando éstos eran unos bebés, meciendo con suavidad su cuerpo y haciendo que se quedaran dormidos.
Eso justo estaba pasando ahora, y el pequeño bebé que fue calificado con salud excelente, poco a poco fue cediendo ante sus impulsos, empezando a entrecerrar uno de sus ojos, listo para quedarse dormido.
A Tobio casi se le derritió el corazón al ver la graciosa escena en la que el bebé tenía más cerrado un ojo que el otro, porque aprendía a coordinarse.
Shoyo lo único que pudo hacer fue cerrar sus ojos de golpe, sintiéndose encantado por el ambiente tan ameno que fue creado entre los tres en la habitación, que tuvo que taparse la cara con sus dos manos.
«Así no siento que gané», soltó Shoyo en su mente, tratando de calmarse y bajando lentamente sus manos de su rostro, para poder observar de reojo a su tercer hijo recién nacido. Se sintió lleno de calidez cuando el más alto pasó con suavidad uno de sus dedos sobre la carita del bebé.
Shoyo se derritió, teniendo que posar su palma abierta sobre su pecho, conmovido por esa acción. ¡Imposible, las peleas podían esperar!
—Tobi... —llamó con un tono más silencioso del habitual, queriendo capturar la atención del mencionado, pero sin despertar al bebé que acabó quedándose dormido en los brazos de su padre.
Cuando Tobio levantó la mirada, Shoyo aprovechó para acercarse más, arrastrando parte de su cuerpo para quedar a la orilla de la cama, y porque la silla donde estaba sentado estaba demasiado cerca, fue que uno de sus brazos rodeó parte del cuerpo de Tobio, aferrándose a su cuello sin buscar lastimarlo y agachando un poco su rostro para poder besar la cabeza del bebé. Después de eso, llegó al cachete de Tobio, dejándole un sutil beso que no duró más de lo necesario.
Kageyama se ruborizó ante ese acto, siendo más visible por la claridad de su piel, y viéndose obligado a continuar con la muestra de afecto, ahora siendo él quien regresó el beso en la mejilla de Shoyo. Y Shoyo tomó eso como un pequeño duelo, aceptando el beso y también dejando que los colores subieran a su cara, pero reaccionando rápido para dar otro beso en el mismo sitio anterior. Tobio le siguió el juego y volvió a besarlo.
Los dos fueron haciendo un intercambio reñido de besos silenciosos mientras el bebé seguía dormido, sólo siendo interrumpidos cuando Tobio ya había posado sus labios en el cachete de su esposo, cuando la enfermera en turno abrió la puerta sin tocar, dejando congelados a ambos adultos.
La fémina de cabellos pelirrojos demasiado cortos, sólo dio una pequeña risa al ver esa acción y su rostro con pecas se ruborizó, camino que los dos tórtolos siguieron igualmente. Shoyo dejó de abrazar a Tobio con lentitud, y Tobio se alejó un poco, enderezando su cuerpo en la silla.
La enfermera se aguantó las ganas de ponerse a reír, mejor tratando de enfocarse en las hojas que traía entre manos, que tenían la revisión final del gestante y su recién nacido, y no en la cara roja de los dos.
—Hasta ahora, todo va en orden. Sólo vine a avisar que deben de esperar a que llegue el doctor encargado para darles una última revisión y podrán obtener el alta —confirmó la mujer con traje blanco holgado, dando una reverencia en modo de despedida y prefirió quedarse afuera para esperar al doctor, que haciendo mal tercio en esa habitación. Cerró la puerta tras de sí, y sólo se podía ver su silueta a través de la ventana de la puerta, esperando.
Ese fue el momento perfecto para que Shoyo soltara un pequeño carraspeo de su boca, buscando llamar la atención ajena, cosa que logró con facilidad.
—Ya que vamos a ir a casa, deberíamos de buscarle un nombre para poder registrarlo en el hospital —susurró Shoyo, dando una sonrisa larga en su rostro, conmovido por ver a su niño, ahora siendo él quien buscaba acariciar su piel. Tobio lo miró de reojo ante uno de los problemas más largos, a pesar de que se la pasaban buscando nombres lindos en libros y el internet—. Y estuve pensando, que tú podrías elegir el nombre —destacó con seguridad, haciendo que el gesto sorprendido del azabache mayor fuera de sorpresa certera, mirando a la cara del apenado adulto que pronto le correspondió la mirada.
A Shoyo le temblaron sus labios, teniendo un rubor más notorio y sonriendo a mitad del camino. Daba la impresión de ser alguien que disfrutó en demasía que su tercer hijo se pareciera a él y ahora ya tenía la cabeza llena de ego.
—Ya sabes, el nombre de mi Hi-chan lo decidimos juntos y el de mi So-chan lo elegí yo... creo que sería justo que tú eligieras su nombre —confesó con seguridad, antes de enaltecerse a sí mismo por la realidad que estaba a punto de saltar—. Y como mis genes fueron los que dominaron en esta ocasión, sería buena idea. —No perdía el tiempo para presumir.
Tobio gruñó ante lo último dado, pero aceptó la propuesta con facilidad, dando un asentimiento y bajando su mirada hacia el niño en brazos. Su bebé recién nacido, el pequeño ángel de claros cabellos naranjas, rostro casi redondo, su pequeña nariz, sus pestañas largas y sus delgadas cejas. Con los ojos cerrados fácilmente podías pensar que Shoyo se fotocopió.
«Lindo».
—Es un Shoyo chiquito —contestó con seguridad, lo que repitió tiempo atrás. Shoyo se enalteció ante esa realidad, avergonzándose con facilidad por esos hechos, rascando su nuca con nerviosismo y lleno de euforia y felicidad—. Así que, ¿estaría bien Shoyo Junior Kageyama?
—No me hagas elegir el nombre... —pidió Shoyo sin ni siquiera pensárselo mucho. Ese tipo de nombres eran un no. Un no definitivo.
Tobio volvió a gruñir, pero no protestó a la idea de cambiar el nombre. En su lugar, se dedicó a fruncir su ceño, dando un vistazo al techo para poder recordar los nombres que le habían gustado en el libro de nombres japoneses que un día compró de regreso a casa tras un entrenamiento en la estación del tren.
Hinata no pudo evitar ver con cierta ternura al mayor, quien se esforzaba por decidirse y recordar nombres, entrecerrando sus ojos, encerrando su color oceánico al techo de la habitación blanca y haciendo un mohín en su boca.
«¿Que nombre puedo darle a tu tercer bisnieto, abuelo?», pidió ayuda a su abuelo, creyendo que quizás así la iluminación podría llegar a él y todos sus focos se encenderían.
Por imposible que fuera la petición, todo fue a favor suyo y su mente llegó a dar con lo que le estaba esperando, al recordar el nombre de su abuelo.
—Kazuya... —dijo de pronto Tobio, suavizando sus facciones al liberar su idea. Shoyo Kageyama se mostró abierto a esa posibilidad, por lo lindo que sonaba.
—¿Qué significa, Tobio? —interrogó Shoyo, pero Kageyama Tobio simplemente negó con velocidad, apartando la vista del techo y mirando a su pareja con la que ya llevaba años casado.
—No es por el significado —respondió con seguridad, dando un asentimiento para sí mismo y tomando como luz verde los ojos almendrados de su acompañante llenos de curiosidad creciente—. Mi abuelo se llamaba Kazuyo.
Shoyo abrió sus ojos de golpe con más fuerza ante esa idea, queriendo recordar y pasando a su mente que, en efecto, las veces en las que Tobio les pidió ir juntos al cementerio de Miyagi, en la lápida familiar se podía leer «Kazuyo Kageyama».
—Y creo que Kazuya es un nombre bonito... —Puso en orden sus palabras, haciendo una pausa a propósito, apartándole la vista para poder observar al ser menor. Shoyo vio esas acciones, siendo imposible que no se le escapara una carcajada que calló apenas inició, para no despertar a Kazuya.
—Entonces, mi Zu-chan se llamará Kazuya Kageyama —aludió de forma positiva a ese nombre, ya decidiendo incluso un apodo cariñoso para decirle. Tobio aceptó eso, dando un asentimiento y dibujando una extraña mueca en zigzag con sus labios.
—¿No suena mejor «Ka-chan»?
—Pero es más lindo «Zu-chan» —corrigió Shoyo al instante, alzando uno de sus dedos arriba para explicar más la idea. Tobio arqueó sus cejas, dudando por unos cuantos segundos de eso—. ¿Por qué no pruebas a decirlo? Hi-chan, So-chan, y Zu-chan... verás que es lindo —apoyó con seguridad, dándole su apoyo silencioso al indeciso Tobio que no sabía cómo reaccionar, más que hacer un movimiento afirmativo de su cabeza.
Tobio nunca hablaba con ese tipo de apodos cariñosos, normalmente sólo era su nombre, sin honoríficos ni acortamientos cariñosos. A contrario de Shoyo, quien podía usar palabras lindas en los nombres en un abrir y cerrar de ojos, a él le costaba más trabajo, reforzándose esa idea cuando toda su cara se asemejó a un tomate al abrir ligeramente sus labios.
—H-hi-chan... —dijo el primero, apartando sus orbes azules del sonriente rostro del de hebras naranjas y tratando de ignorar el golpeteo nervioso de su corazón contra su pecho. Ahora su boca se preparaba para soltar el segundo apodo—. So-chan... —prosiguió con la pequeña lista de tres, teniendo un traqueteo molesto en sus oídos por esa realidad, y sólo pudiendo perderse en su mar rojo cuando el tercer nombre amenazó con salir—. Zu-chan... —La última palabra fue expulsada y Shoyo Kageyama se quedó complacido ante la voz de Tobio al decir esos motes cariñosos.
—Mi Tobio se vio muy lindo diciendo eso —confirmó Shoyo en voz alta, dejando paralizado a Tobio al recibir tal contestación, apretando sus dientes para no ponerse a gritar y despertar al niño.
En su lugar, se perdió en el rostro de Shoyo: su enorme sonrisa de oreja a oreja que enseñaba su dientes, sus pequeñas risas casi silenciosas que se le escapaban, sus mejillas con los rastros de las lágrimas que dejó el parto, sus bonitos ojos cafés llenos de vida, su euforia contagiosa y sus mejillas pintándose de rojo.
Tobio amaba todo de Shoyo, desde su cuerpo, su rostro, su personalidad, sus ideales y el simple hecho que éste existiera. Para Kageyama Shoyo era lo mismo con Tobio.
—S-sho... —Se limitó a decir el de cabellos lacios, recortando el nombre un poco más y mostrándose como un enamorado primerizo.
Shoyo cayó en una zanja profunda apenas escuchó esas palabras siendo pronunciadas de la boca de su pareja. Toda la experiencia adquirida, la tranquilidad tan amena que rodeaba la sala de hospital, lo hizo pegar un brinco en la camilla y volver a tapar toda su cara enrojecida por la pena con sus manos y creer que su corazón podría salirse de su pecho.
—No es justo, Tobio, me has tomado desprevenido —acusó el de menor estatura, tratando de calmarse, apartando lentamente sus manos de su cara y sólo dejando una cerca de su boca, queriendo tapar la sonrisa que estaba luchando por escaparse—. Si me llamas de esa forma, me emociono demasiado —contribuyó a lo ocurrido, sin poder bajar el color rojizo, pero invitando a Tobio a que también se pintara de colores.
En la habitación sólo había un pequeño Kazuya durmiendo, y sus dos padres ruborizados hasta el tope.
—No perderé, te diré un apodo aún más empalagoso —retó Shoyo a Tobio, evadiendo la mirada y bajando lentamente su mano de su rostro. Tobio arqueó una de sus cejas ante esa reacción, un sobresalto cuando sus bonitos ojos cafés se cruzaron con los suyos.
Shoyo se le quedó viendo por un segundo, teniendo un terrible movimiento de su boca que se extendió en sus nervios y Tobio fue lo suficientemente paciente para ver lo que quería decir. Shoyo agudizó su vista y sus labios hicieron un puchero, dejándolos más abultados.
—M-mi amor —reveló su apodo algo cliché, pero que fue muy fuerte para Shoyo, quien apenas terminó de decir esas palabras, tomó la manta blanca de la camilla y la usó para cubrir su cara toda roja. El aire se le estaba escapando de sus pulmones y sus reacciones fueron extrañamente lindas para Kageyama.
¿Eso fue muy cursi? ¡Lo fue! ¡Lo fue! ¿Cómo? ¿Cómo le dio demasiada vergüenza si llevaban tantos años casados?
Tobio explotó ahí mismo, golpeando su corazón directamente y sólo siendo todo el color rojizo lo que predominó en él.
—Te llamaré a partir de hoy «Sho» —avisó Kageyama después de que Shoyo lo llamara de esa forma. Eso bastó para que el adulto enderezara su cuerpo, dejando de esconderse y girando parte de su cuerpo hasta él, estirando sus dos manos hasta las mejillas de Tobio, y acercó su rostro violentamente hasta él.
—Entonces, yo te diré «Tobi», Tobi —continuó con la plática, antes de plantarle un pequeño beso en la comisura de sus labios.
Al mismo tiempo en que esa acción se realizaba, la puerta del cuarto fue abierta de nuevo, dejando ver la figura de la enfermera pelirroja de nuevo y el doctor, forzando a los dos a separarse, con la cara hecha un lío porque fueron atrapados en un beso.
Ahora eran cinco.
Votos matrimoniales
Tobio se veía demasiado feliz, mientras sostenía las manos de Shoyo, eran cálidas y suaves, eran mucho más pequeñas, pero parecían encajar con las suyas, lo suficiente como para poder envolverlas. Los trajes eran nuevos, los habían cambiado después de que Asahi les ofreciera con cierta timidez y con ayuda de Nishinoya, trajes personalizados para ese día especial.
Los dos portaban uno igual. No era el más detallista o elaborado del mundo, su naturaleza simple los llevó a usar trajes blancos, con guantes del mismo color y el único color que se diferenciaba y podía asomarse, era el de su corbata. La de Tobio era de color naranja y la de Shoyo de un azul marino.
Shoyo sonrió cuando sus miradas se cruzaron de nuevo y Tobio sintió como toda su cara se calentó de golpe, subiendo por toda su cara hasta convertirse en un color predominante en sus pálidas facciones, y una sonrisa mentirosa quería asomarse, saliendo algo desaliñada.
Tobio no podía negar que era hasta extraño sostener la mano de Shoyo y que ésta no portara anillo alguno en su dedo anular de la mano derecha, pero habían decidido seguir usando los mismos anillos, por lo que ahora estaban siendo sostenidos por Natsu, quien había rogado para hacerlo.
El padre terminó su pequeño discurso, siendo el momento exacto en que Natsu se acercó hasta la pareja y mostró los anillos que ya habían usado por varios años reposando en un pequeño cojín blanco.
Era la hora de los votos matrimoniales, y al no ser una ceremonia oficial del todo, podían tomarse sus libertades, saltarse algunas cosas o cambiar las ya establecidas. Tobio agradeció mentalmente a su hermana por su apoyo incondicional de nueva cuenta al escribir y practicar sus nuevos votos matrimoniales, también por ayudarles con el peinado y la colocación del velo en Shoyo.
¿Cómo decirlo? Tobio tenía los nervios en la punta de la lengua, fingiendo no darse cuenta de cómo Koushi Sawamura volvía a ser un mar de lágrimas por ver esa escena repetirse, mientras que con un brazo rodeaba a Daichi y con el otro a su hijo menor de 14 años, Hiro. Kageyama trató de pasar eso por alto, y tomó el primer anillo, que era ligeramente más pequeño y que encajaba a la perfección en el dedo de Shoyo. Lo vio, era bastante simple, no tenía ningún diseño fuera de lo convencional, algo escrito o con una joya en la parte alta de la rueda. Era de los más simples, pero que Tobio elegiría mil veces por todo el peso de sentimientos y recuerdos que ha presenciado.
—Entonces, empezaré yo... —comenzó Tobio con facilidad, apartando la mirada del anillo para poder ver el bonito rostro tornado de carmesí de Shoyo Kageyama, quedándose paralizado por unos cuantos segundos al verlo. ¡Era muy lindo! ¿Cómo una persona podía ser tan linda?
El adulto tenía sus cabellos alborotados de color naranja peinados en su mayoría hacia atrás con algo de gel, sólo unos cuantos mechones del lado derecho caían sobre su frente. El velo de bodas seguía sobre su cabeza, después de que éste insistiera que quería volver a usarlo en la renovación de votos, resaltando más su piel blanca, mejillas y frente sonrosadas, labios carnosos y brillantes, posiblemente usó hidratante de labios transparente. Tobio se mordió sus ansias de lanzarse sobre él ahí mismo y comenzar a abrazarlo y llenarle la cara de besos, apretando sus dientes, tomando toda la fuerza de voluntad para sólo limitarse a tomar la mano derecha de Shoyo. Éste no se resistió, alzando un poco su dedo anular y recibiendo el mismo anillo por segunda vez de la misma persona.
Cuando el anillo llegó a recorrer la mayor parte del dedo atrapado a través del guante, Shoyo sonrió afable, teniendo un brinco en su corazón al ver como después de que éste le pusiera el anillo, se adueñó por completo de su mano, dirigiéndola hasta la altura de su boca y al tenerla a su alcance, depositó un beso. Shoyo rio al sentir el cosquilleo, teniendo que detener sus impulsos de golpe cuando Tobio se aferró a su mano y la otra sin preciso aviso llegó a su mejilla, acariciando la suavidad de su piel, dejando que éste cerrara uno de sus ojos por los mimos. Muy al contrario, el Kageyama de hebras naranjas, con su única mano libre se posó sobre el pecho ajeno y se aferró al saco blanco de Tobio.
—Nunca pensé que llegaría a casarme y formar una familia —soltó los votos matrimoniales que él había escrito y Miwa le ayudó a completar: habían salido más formales de lo que esperaba, y eso no era bueno, ahora corría el riesgo de que se le olvidaran. Se sintió morir y todo su esfuerzo por aprenderlos se iba desvaneciendo al ver ese rostro que tanto quería—. P-prometo cuidarte por siempre, y cuidar de Hishou, Sora y Kazuya porque ustedes cuatro son lo más importante para mí, y... —Su voz se quedó entorpecida en seco, los diálogos se le olvidaron de golpe, cuando vio a Shoyo sonreír ante la primera promesa. Su mente buscó de manera inconsciente guardar esa imagen, que todo lo demás no importó por segundos.
¡Noooo! De repente, Tobio se quedó en blanco, todo en su mente dejó de girar y su rostro le reveló a Shoyo que sus votos se le olvidaron por completo.
—¿Tobi? —cuestionó Shoyo, al intuir lo que estaba pasando y a Tobio a punto de dar un viaje astral para recuperar sus votos perdidos en algún recóndito lugar de su mente.
Fue inútil, debía de improvisar.
—¡S-sho, prometo cuidarte el resto de nuestra vida! —informó, regresando a tierra firme de golpe para mirar a la cara al sorprendido chico que fue tomado desprevenido—. Prometo escucharte siempre atentamente, que siempre te voy a defender ante los demás, aun cuando sepa que estás equivocado. Prometo que siempre seguiremos durmiendo abrazados aunque luego se me duerma el brazo o los cuatro no me den mucho espacio en la cama. —Dormir con los cuatro Kageyama era todo un lío para Tobio, Shoyo luego pateaba, Sora y Hishou se metían a veces en su cama a dormir y el pequeño Kazuya una vez llegó a amanecer durmiendo arriba de su cara—. Prometo que seguiremos jugando juntos.
Sus votos finalizaron y el rostro de Miwa quedó desorbitado al reconocer que el resultado no se pareció en nada a lo estudiado. Pero no dijo nada, en su lugar, se enfocó en ver como la mano de Tobio que estaba en la mejilla de su esposo bajó hasta su cadera, apegando más el cuerpo del menor al suyo para poder agacharse y susurrarle algo en su oído que ninguno de los invitados alcanzó a oír, pero que intuyó no era algo apto para ser escuchado por todos por el color rojizo que llegó a la cara de Shoyo.
Seguido de ese extraño secreto, Tobio soltó el cuerpo de Shoyo y éste copió su acción, para ahora ser él quien tomara el anillo de bodas con una mano, y con la otra, se adueñó de la mano derecha de Tobio. Antes de colocarle el anillo, Shoyo la apretó con fuerza y la encaminó de la misma forma, cerca de sus labios y le dio un diminuto beso en el sitio donde estaban los nudillos.
Después de eso, se enfocó en colocar el anillo en el dedo anular, posando el pequeño aro alrededor de su dedo con suavidad, y dejándolo en el sitio correspondiendo al terminar.
Shoyo sonrió después de todo eso, orgulloso de su propio logró tras poner el anillo sin temblar, y le apartó la vista a la mano de Tobio para poder mirarlo a la cara. Cuando sus miradas volvieron a cruzarse y sus ojos emocionados conectaron, fue cuestión de tiempo antes de que toda la euforia de Shoyo se le escapara en forma de lágrimas.
Las primeras gotas acariciaron sus mejillas pintadas de carmesí, Shoyo amplió más su sonrisa y Tobio pareció algo alterado al verlo llorar de improviso, sólo pudiendo reaccionar con colocar sus manos en el rostro de su pareja, empezando a querer limpiarle sus lágrimas mientras Shoyo sólo reía de felicidad ante las atenciones dadas tras su pequeño tropiezo.
—Gracias por todo, Tobi —repitió el agradecimiento Shoyo, sintiendo como los dedos de Kageyama le acariciaban su piel a través de la tela de sus guantes y éste acercaba un poco más su rostro al inclinarse para revisar que estuviera bien—. Estoy muy feliz de haberte conocido y que seas quien camine junto a mí. Gracias por existir.
—Sho... —Tobio paró en seco el movimiento de su mano en sus mejillas, al ver como las manos del mencionado viajaron tímidamente hasta poder tomar las suyas, obligándolo a que deshiciera ese agarre. Le bajó las manos con lentitud, hasta que las dos manos de Tobio fueron atrapadas por completo entre la calidez de Shoyo.
—Prometo seguir esforzándome, yo también cuidaré de ti —finalizó su pequeño discurso, dando esa curvatura en su boca tan pronunciada que pareció brillar—. Seguiré golpeando tus pases que me des. Prometo que siempre tendrás un lugar al que puedas llamar hogar.
Y antes de que el clérigo pudiera decir palabra con referencia a que podían besarse, Tobio ya había envuelta en sus brazos a Shoyo y se adueñaba de sus labios.
«Prometo que esta noche te dejaré hacerme lo que quieras», la provocación de Tobio al soltar el último voto matrimonial en un susurro, fue de gran ayuda, cuando después de que Shoyo amamantara a Kazuya apenas llegaron a casa después de que la fiesta terminara, que Tobio lo arrullara para que se durmiera, los padres de Shoyo y Tobio se comprometieron a quedarse en su casa mientras ellos iban a su luna de miel en una reservación de hotel de Sendai.
Shoyo Kageyama se perdió en medio del placer que sentía, al estar arriba de Tobio, empalando el pene de su esposo dentro suyo con cada estocada que daba. Kageyama no se había movido, por un buen rato, sólo teniendo sus manos en la cintura de Shoyo y gimiendo por lo bajo al sentir como su miembro era encerrado en el interior del de menor estatura con cada pequeño rebote que daba, apretando y haciendo palpitar más su cuerpo cavernoso rodeado de látex.
—T-tobi —jadeó con fuerza, permitiendo que el movimiento en su cadera se viera más marcado por la velocidad que aumentó al sentir como su próstata era golpeada con fuerza y su punto P lo hizo gemir más fuerte. El semen empezó a escurrir de su falo poco a poco y manchó parte del abdomen de Tobio.
Tobio arqueó sus cejas y soltó un pequeño chasquido de su boca, al ver al joven en la habitación de hotel dándose placer por cuenta propia con su pene, y sintió que estaba en su límite.
¡Suficiente!
Tobio enderezó su cuerpo, sentándose en la cama con Shoyo todavía atrapando su pene en su interior, que todo fue tan rápido, en un momento, el de hebras naranjas rodeó el cuerpo de Kageyama entre sus brazos, aferrándose a su espalda y Tobio le dejó un rastro de besos cerca de su oreja, hasta que sus dientes mordieron con suavidad su lóbulo.
Shoyo gimió por lo bajo, dando una última embestida, antes de buscar hacer lo que a Tobio le gustaba durante el sexo cuando le tocaba estar abajo. Empezó a balancear sus caderas, con el pene en su interior y frotando su parte baja con los testículos de Kageyama.
—¿Se siente bien? —cuestionó Shoyo, aferrándose a la espalda desnuda de su esposo y sólo recibiendo como contestación positiva la mano de Tobio posándose en su trasero y dándole un apretón—. Está tan grande, se siente tan bien —susurró con cierto tono coqueto, haciendo más pronunciado el frote y logrando que Tobio terminara por correrse en el condón.
Tobio respiró agitado tras sentirse liberado, viendo como Shoyo sacaba el pene de su cuerpo, y tras eso, se recostó de lleno en la cama matrimonial, abriendo bien sus piernas y brazos, exhausto de tanto contacto sexual.
Shoyo miró a Tobio y como éste se deshacía del condón, para proseguir a hacerle un nudo y tirarlo en el bote de basura especial para eso de la habitación. Al realizar esa acción, Shoyo rio con euforia y destendió la cama, para acostarse aun estando desnudo.
—Ven, Tobi —pidió Shoyo, haciéndole un espacio y golpeando el espacio vacío para que Kageyama se recostara. El susodicho sonrió ante la invitación, antes de sumergirse en las cobijas y quedar a un lado de Shoyo.
Apenas eso ocurrió, Shoyo se volteó para verlo y Tobio también giró su cuerpo.
Los dos se miraron a la cara sin decir nada, y el primero en hacer algo fue Tobio, quien ofreció su brazo como almohada. Shoyo amplió más su mueca y se acercó a Tobio. Antes de recargarse de él, le dejó un diminuto beso en su mejilla, y cuando éste ya se acomodó, Tobio inclinó un poco su cuerpo para dejarle un beso en la frente.
Seguido de eso, los dos se vieron a la cara, por unos cuantos segundos antes de sonreírse y terminar abrazándose.
—¿Quieres un poco de agua? —cuestionó Kageyama Shoyo, acurrucando su cuerpo en el de Tobio. El mayor negó con rapidez.
—Cásate conmigo, Shoyo —pidió en su lugar Tobio por fin a un volumen bajo, sintiendo el tacto cálido de las manos de Shoyo al rodear su espalda.
—Está bien —dijo Shoyo entre risas, recargándose del pecho desnudo de Tobio.
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