Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Baño Familiar

Capítulo dedicado a: Genya_mi_nene, por seguir esta historia, ¡muchas gracias!

Llegó esa tarde la repentina noticia sobre un tifón golpeando las afueras de Miyagi, junto con otras prefecturas que estaban más cercanas al mar, Shoyo se revolvió en su pánico. Hishou había ido a la escuela con normalidad, pero el anuncio interrumpió todas esas posibilidades, y Tobio fue por su hijo antes de que el desastre natural ocurriera.

Por suerte, en Miyagi no golpearía fuertemente, nunca golpeaba fuerte, pero sí había exceso de lluvia y el aire estaría violento durante las últimas horas. Los transportes frenaron hace poco.

—Sólo espero que sí hayan podido tomar el autobús —confesó Shoyo en voz baja, teniendo a su pequeño hijo menor en brazos, ya completamente desnudo y sólo siendo cubierto por una toalla infantil en forma de pato. En una mano tenía su teléfono, tratando de llamar a su esposo, la lluvia se podía escuchar por afuera de la casa, rebotando contra las ventanas violentamente por las fuertes ventiscas y su temor se hacía cada vez más grande cuando nadie respondía: la llamada era mandada al buzón de voz.

¿Por qué? ¿Les había pasado algo? Hace poco pudo llamar y mandarles mensajes a sus amigos para saber si estaban bien, incluso su madre había llamado. ¿Y Hishou y Tobio?

Los nervios empezaron a llenarlo, pero se esforzó lo mejor que pudo para mantener la compostura por la mirada curiosa de su pequeño Sora, el niño de apenas un año de edad que lo examinaba con sus grandes ojos azules. No lo quería preocupar.

Papapá... —llamó el pequeño Sora, pronunciando mal su apodo y sólo logrando que el único adulto que se encontraba en la casa, se limitara a observar a su pequeño hijo. Cuando cruzaron miradas, sonrió.

—Vamos a tomar un baño en un momento, So-chan, estoy tratando de llamar a Tobio... —confesó entre su risa, sólo logrando que su niño estirara su mano hasta su mejilla. El de hebras naranjas sonrió, y besó la cabecita llena de cabellos desordenados de Sora, para que éste se tranquilizara.

No podía salir a buscarlos porque tenía a Sora en brazos, dejarlo en la casa solo era impensable, salir con él en una lluvia así era más impensable. Mordió sus labios con levedad, y lo único que pensó que podría hacer era volver a intentar llamarlo de nuevo. Si no respondía, le pediría ayuda a su madre y a sus suegros.

Entró en la sala con pasos calmados, regulando su propia respiración y sólo desviando levemente la mirada cuando Sora rio con estruendosa felicidad al ver al enorme gato viejo de color gris que estaba dormido sobre unas mantas que Shoyo le puso en el suelo de tatami. Ese gato no era suyo, no tenía hogar y Hishou lo alimentaba (alimentaba a casi cualquier animal que se encontrara, su predilecto seguía siendo su tanuki), era el único animal que no se asustaba con el rostro de Tobio: estaba en casa mientras el tifón pasaba. El gato maulló en respuesta a la impaciencia de Sora, pero no fue arisco, simplemente lo ignoró.

Shoyo escuchó como la llamada volvía a desviarse y el terror lo inundó con fuerza. Debía de llamar a su madre para pedirle ayuda, ¿eso estaría bien? No era bueno hacer salir a su hermana Natsu o a su madre a la lluvi-...

Muy tarde.

La puerta principal corrediza abriéndose de golpe logró sacar de sus casillas a Shoyo, las exhalaciones pesadas de Tobio lograron que las pupilas de Shoyo se dilataron y el alivio salió a flote.

—Shoyo... —llamó Tobio, con la voz cortada y el mencionado se apresuró para llegar a la puerta.

Con rapidez llegó, al mismo tiempo en que Tobio a duras penas cerró la puerta principal de la casa con su pie, con algo de dificultad por el aire. Ciertamente, la imagen que vio lo dejó paralizado.

—Hemos llegado, Shoyo... —saludó el azabache más alto cuando los dos cruzaron miradas, no queriendo preocuparlo a pesar del estado deplorable en el que estaba: sus cabellos azabaches estaban mojados, las gotas de agua rodaban sobre su cuerpo, estaba tiritando de frío porque se quitó su abrigo que lo cubría y sólo llevaba una playera blanca que tenía escrito con letras negras las palabras: «la cima del armador». En sus brazos, venía cargando algo envuelto en el abrigo calientito de color café.

—¡Papá! —gritó Hishou, completamente seco y sacando su cabeza del abrigo en donde fue envuelto por Tobio y cargado. El pequeño niño tocó el suelo, Tobio alejó el abrigo y Shoyo pudo ver por fin como su hijo abrazaba con fuerza su mochila.

Tobio priorizó la seguridad de su hijo y cuidó que éste no se empapara, pero el resultado fue que el terminó todo húmedo y con un posible resfriado si no tomaba las medidas adecuadas a tiempo.

—Lo siento, Shoyo, no pudimos contestar el teléfono. —Se disculpó el de ojos azules, sólo logrando que su pareja tuviera un diminuto temblor en sus labios por el orgullo y preocupación que sentía hacia su pareja, y se acercó a ambos, primero metiendo su teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón y pasó su mano sobre las hebras lacias de su hijo, feliz de verlo bien.

Luego, miró a Tobio, se acercó lo suficientemente a él, y al estar frente a frente, Shoyo sonrió con felicidad y se puso de puntitas para alcanzar los labios mojados y helados del hombre mayor. Al separarse, Shoyo les sonrió a ambos.

—Te agradezco que cuidaras de Hi-chan... —confirmó Shoyo en medio de una risa, mirando a su hijo mayor que se encontraba radiante. Hishou de igual forma, observó a su padre Tobio y éste le correspondió la vista: pronto, el niño se llenó de un color rojizo por la vergüenza, bajó su mochila al suelo y asintió con un leve puchero.

—Gracias por cuidarme, papá... —destacó, mirando hacia el suelo y empezó a jugar con sus pies. Kageyama apartó sus propios cabellos empapados que cayeron sobre su frente, asintió, actuando como si lo que hubiera hecho fuera lo más normal.

—Claro que lo haría, ustedes tres son lo más importante para mí... —contó, empezando a enrojecer él también y actuó tímido ante las actitudes de su pequeña familia y como todos lo miraban, ¡hasta Sora!

Shoyo y Hishou le apartaron la mirada y se miraron entre ellos, los dos se sonrieron casi al instante al entenderse sin palabras y se pusieron en marcha. Hishou se acercó a su mojado padre y tomó una de sus manos, Shoyo tomó la otra. Incluso Sora dio un asentimiento decidido con sus cejas arqueadas hacia abajo, para incentivarlo a lo que fuera que vayan a hacer los demás.

—Papá, ahora vamos a cuidarte a ti —inició el pequeño azabache su aviso, incentivándolo a avanzar por la casa a tropezones.

—Sí, tomarás un baño para que no te enfermes ahora... —siguió el hilo Shoyo, contando sus planes con claro orgullo en su cara—. Y te prepararé un té cuando salgamos.

«Salgamos», cruzó por la mente de Kageyama ese extraño plural.

Sí, en definitiva, las sospechas de Tobio fueron verídicas, cuando en el espacioso baño de la casa de los Kageyama, se encontró con toda su pequeña familia tomando un baño juntos. Esa idea no le molestaba en lo absoluto, por supuesto que no.

Con el agua caliente y el jabón rodeando su cuerpo desnudo en medio de las caricias, pudo dejar de sentir frío por el terrible clima que estaba afuera, se sintió relajado y en paz mientras tallaba sus propios cabellos azabaches y hacía espuma con el shampoo.

En la bañera, se encontraba Shoyo, con Sora en brazos sumergido junto con él. Los dos parecían relajados por la temperatura del agua, Shoyo era cuidadoso y tallaba con cariño la pequeña cabeza de su niño, acariciando con sus yemas y la mano abierta los alborotados cabellos negros. Tobio, muy al contrario, estaba a un lado de la tina, sentado en un pequeño banco que usualmente él utilizaba para tallar su cuerpo, y justo frente a él, estaba también Hishou sentado, con un pequeño banco más infantil, moviendo sus manos sobre sus cabellos lacios y generando espuma, demasiada espuma.

Tobio observó a su hijo, viendo como todavía le costaba trabajo acoplar su propio ritmo al pasar su mano sobre sus cabellos y generando que se tardara más. Kageyama bajó las manos sobre sus cabellos sin prisa, y miró a su hijo mayor que estaba frente a él; y sin avisar, estiró sus manos llenas de espuma al movimiento desordenado de Hishou sobre su cabeza.

Al principio, Hishou se mostró curioso, por las grandes manos de su padre sobre sus cabellos y sólo pudo atinar a cerrar uno de sus ojos al sentir como las manos adultas remplazaban las suyas, así que se limitó a bajarlas.

—No te estás tallando bien tus cabellos, tienes que mover tus manos como pow para que puedas bañarte correctamente. No tienes que rascarte, o te lastimarás —indicó a su manera su explicación, sólo logrando que Hishou asintiera ante la facilidad con la que su padre la decía las cosas.

—Está bien... —recibió de forma positiva esas palabras. Y no, Hishou no fingía entenderle, de verdad le entendió.

Por su parte, Shoyo en la bañera llena de agua, terminó de pasar su mano sobre la abundante cabellera de su hijo menor, y cuando alejó su mano llena de espuma, Sora lo miró a la cara, con sus grandes ojos azules bien abiertos y su pequeña boca abierta en «o».

—¿Qué pasa, So-chan? —cuestionó Shoyo, viendo como su habitualmente silencioso niño estiraba su pequeña mano desnuda hasta llegar a parar a su boca, tocando sus labios con su palma abierta y generando una sonrisa radiante al sentir el tacto acolchonado de la boca de su padre.

Narid —contó con emoción el niño, cosa que Shoyo fácilmente negó y con su mano con un poco de jabón que no sostenía a su pequeño niño para que no se cayera, apartó la del niño con lentitud para poder hablar.

—No, no es la nariz —corrigió con facilidad, conduciendo la manita sobre su nariz respingada para que palpara—. Ésta es la nariz...

Narissdijo Sora con fascinación, pronunciando un poco mejor la palabra. Sus pequeñas irises azules de un color claro dieron pequeños destellos de felicidad y con su otra mano que no tocaba la nariz de Shoyo, tocó la suya a tientas.

Al tener su pequeña nariz que tenía más parecido a la de Tobio que a la de Shoyo, miró con curiosidad y cierta expectativa a su padre, y el de ojos cafés sonrió, asintiendo seguido de eso.

—Sí, ésa es tu nariz —oficializó el número 10, alejando la mano de su hijo y la suya de su propia nariz, para después sumergir su mano en la bañera para que toda la espuma que quedaba en su mano desapareciera. Al sacarla, condujo su mano con cuidado al pequeño niño que estaba sentado sobre sus piernas, sostenido por uno de sus brazos, y se acercó a su blanca piel suave, tomó su pequeña nariz entre sus manos, le dio un «apretón» sin buscar lastimarlo, para continuar con alejar su mano rápidamente, fingiendo que sostenía algo invisible en sus dedos—. Ya no tienes nariz, te la quité, So-chan... —avisó de antemano el adulto, mostrándole su mano que sostenía el aire.

A pesar de ser algo obvio a oídos de Hishou (sus ojos estaban cerrados porque Tobio tallaba su cabeza), y algo sin mucho sentido para el azabache mayor, para Sora sí fue conflictivo.

El pequeño niño Sol de un año de edad, mostró pánico en sus acciones, abrió sus ojos como platos lo más que pudo, su boca se cerró de golpe y un pequeño lloriqueo empezó a salir de su boca cerrada. A tientas, con su mano empezó a palpar el sitio donde estaba su nariz, la sintió, pero su padre Shoyo le había dicho que no estaba, ¡por lo que no estaba! ¡Su nariz desapareció!

Naris... —Lloró en un susurro Sora, dejando que sus ojos se pusieran acuosos. Shoyo entró en pánico al verlo ponerse así, y sólo pudo atinar a soltar un pequeño grito antes de volver a colocar su mano sobre el sitio indicado y «regresó» la nariz. Sora se calló casi al instante.

—¡Tu nariz ya regresó! —incitó con facilidad esas palabras Shoyo Kageyama, sólo permitiendo que Sora se complaciera y todo su pánico se borró, sólo dejando que sus ojos llorosos dieran las pruebas de sus anteriores acciones.

Otra vez, el pequeño niño, con curiosidad, volvió a posar su mano torpemente y chocó su mano contra los labios de Shoyo. Al sentir su textura entre sus delgadas y diminutas manos húmedas, se mostró satisfecho.

Ojos... —Su voz en tono infantil, sólo permitió que Shoyo volviera a sonreír y negara. Otra vez, volvió a tomar la mano de su hijo y la apartó para hablar.

—No, es la boca...

Boa.

—Sí, es la boca —afirmó, haciendo más pronunciada la última sílaba para que Sora pudiera repetirlo. Más tarde, delineó una curva hacia arriba bien pronunciada, y se la enseñó a Sora—. Puedes sonreír con ella...

Sora metió en sus orbes esas imágenes de su papá sonriendo. Asintió, y con su habitual sigilo, intentó sonreír, ensombreciendo sus acciones y sólo dejando que esa mueca aterradora enseñara algunos dientes que había en su boca. La sonrisa marca Kageyama ahí estaba. Shoyo se paralizó al verla, pero rápidamente sonrió con más fuerza, se acercó a su niño y empezó a frotar su mejilla con la de él, suavemente. El bebé rio y trató de abrazarlo, recibiendo los cariños de Shoyo.

—Listo... —profesó Kageyama con orgullo por lo que logró, quitando sus manos con demasiada espuma que hizo el cabello de Hishou, y al ver lo que tenía en sus manos, trató de sacudirlas, dejando que la espuma cayera como si fueran pequeños copos de nieve. Hishou los miró con lentitud cayendo, y observó como su padre seguía con su habitual gesto serio—. ¿Puedes pasar la pequeña regadera, Hishou? —El menor asintió, poniéndose de pie con cuidado para no resbalarse y se acercó a la pequeña bañera donde el grifo, en lugar de ser un grifo, era una pequeña regadera plegable que podías tomar y alejar de la bañera unos tres metros.

Al sentarse de nuevo con la pequeña regadera en mano, vio a su serio padre tratar de sacudirse la espuma de sus cabellos. Lo vio en silencio y no dijo palabra alguna. Su padre Tobio le daba miedo a varios de sus compañeros de clase, le preguntaban si era muy estricto o si siempre estaba molesto. Hishou aceptaba que no se mostraba cariñoso realmente, Tobio era algo más reservado en cuanto a muestras de cariño; pero su padre no era malvado, no era aterrador, ni tampoco era muy estricto.

—Papá... —Hishou lo llamó, logrando dejar que el hombre levantara la cabeza. Así pues, el niño de diez años de edad logró sonreír de par en par, saliendo muy delineada y bien hecha para ser de Hishou, empezando a poner sus manos sobre sus cabellos llenos de espuma, y al sacarlos, se puso de pie, dejando la cabeza de la regadera sobre su banco y caminó hasta su padre. El pobre Tobio sólo pudo sentir como las manos de su hijo y la espuma pasaban sobre su barbilla y mentón.

Hishou sonrió con burla al lograr su resultado y alejó sus manos, con orgullo.

—¡Papá tiene barba! —concretó con facilidad, alejando sus manos enjabonadas y dejando a Tobio con una blanca barba de espuma. El mayor parpadeó, perdido, sintiendo como sus mejillas ardían en rojo al sentir la mirada burlona de Shoyo después de haberle enjuagado los cabellos azabaches de su bebé con cuidado de que no le cayera en la cara.

Con rapidez, Kageyama sacó un pequeño chasquido de su lengua y dibujó una sonrisa al ver a Hishou, estiró sus manos y llegó hasta los cabellos del pequeño chico que se parecía a él: empezó a moldear sus cabellos con ayuda del shampoo unos pequeños cuernos en sus cabellos que se quedaron intactos cuando alejó sus manos.

Cuando los cuatro salieron ya cambiados del baño tras entrar juntos, venían frescos y con calma. Tobio salió con su pequeño bebé en manos tras haberlo cambiado y secado, Sora seguía con su maña de jalar sus cachetes, y Tobio no daba indicios de siquiera molestarse por eso. Shoyo Kageyama, en la entrada del baño, interceptó a Hishou con la toalla para secar bien sus cabellos. Al estar satisfecho, sonrió y alejó la toalla de su cabeza. Como los cuatro ya no saldrían por el terrible clima, se habían puesto sus pijamas.

—¿Qué es lo que vamos a hacer, Tobio? —cuestionó Shoyo, poniéndose de pie y acercándose a su pareja. El mayor lo pensó por unos segundos—. No podremos salir...

—¡Jugar UNO! —exclamó Hishou, metiéndose en medio de sus padres y mostrándose eufórico—. Luego podemos ver una película y probar el videojuego que el señor Kenma me regaló... —sugirió, mostrándose emocionado y dando pequeños brincos. Shoyo sonrió ante la idea y asintió. Tobio sólo soltó un simple: «está bien».

—¡Yo prepararé el té! —Sacó animado el de cabellos naranjas, con emoción.

—Creo que hay galletas en la alacena —completó Tobio.

La Familia Kindaichi: Misato Se Tragó Un Chicle

—Mi Misato está en peligro de muerte —murmuró el hombre con peinado extravagante y parte de su cabeza rapada. Kindaichi Yutaro era un padre que seguía siendo primerizo en ese aspecto, demasiado primerizo a pesar de tener a su único hijo con ya siete años de edad.

Akira Kindaichi había salido por una entrevista de trabajo. Al salir, lo primero que se encontró, fue a su esposo entrando en pánico y marcándole por teléfono con balbuceos que francamente no entendía.

—¿Qué pasa, Yutaro? —cuestionó el adulto con pereza, dando un pequeño bostezo de sus labios mientras esperaba que el autobús llegara a su respectiva parada.

—¡Mi Misato está en peligro de muerte! —repitió con pánico el azabache, hincado sobre el suelo de su casa con apariencia tradicional japonesa, mientras su pequeño niño que tenía más parecido a Akira a excepción de las cejas pobladas, se encontraba sentado sobre él, respirando pesadamente con destreza, sintiendo que le faltaba el aire.

Le estaba faltando el aire... o tal vez, era su propia imaginación.

—¿Qué? ¿Qué le hiciste a Misato, Yutaro Kindaichi? —La voz del serio hombre perezoso de actitud relajada, tomó un tono más serio, que se quedó paralizado el que fue llamado por su nombre completo. ¡Fue llamado por su nombre completo por su esposo!—. ¿Qué le hiciste a mi niño? Te juro que si le hiciste algo, te voy a-...

—¡Su estómago! ¡Es su estómago el que está en peligro! —comentó con terror el hombre, sólo dejando que su voz cortada alterara más al pequeño niño con un corte de hongo y redondos ojos azules, y empezó a toser con más fuerza, queriendo sacar el chicle de su estómago. ¡Se le pegó en su estómago!

¡Su abuela de parte de su padre Yutaro le había dicho que, si se tragaba un chicle, se le pegaría en el estómago!

—¡De-debería ir a defecar, papi! —trató de dar una solución final Misato, queriendo llorar.

—No, ya está pegado, se quedará así por 7 años... —murmuró con facilidad, sólo dejando que el miedo enjaulado en el pequeño niño al imaginarse el chicle con sabor a fresas que tanto disfrutó, ahora estaba pegado a su estómago, aferrándose y lastimándolo, poco a poco.

Akira escuchó esas palabras, imposible que el terror venidero no lo llenara.

—Yutaro Kindaichi, ¿qué le pasó a mi niño? —Akira estaba enloqueciendo por no saber qué pasaba. Misato, el pequeño niño de cejas gruesas, pronto empezó a llorar de la impotencia por no poder hacer nada. Sollozó con fuerza y Yutaro se alarmó, lo atrapó con uno de sus brazos que no sostenía el teléfono y besó su pequeña cabeza.

—¡Quiero hablar con él! —pidió Misato, sabiendo que ése era su final y sería hora de despedirse. Yutaro le pasó el teléfono, algo indeciso. El pequeño niño se apegó el aparato a su oreja, sorbió sus mocos con completa facilidad y habló entre su voz cortada—. Papi, me tragué un chicle, ya no hay nada que hacer. Deberán de operarme...

Misato Kindaichi reveló esas palabras, y la llamada telefónica quedó en silencio por un buen rato, hasta que el hombre de cabellos azabaches por fin pudo decir algo.

—Cielo, no te pasará nada, sólo permanecerá en tu cuerpo dos o tres días... —informó con completa calma, sólo logrando que Misato sintiera un diminuto rayo de esperanza. Asintió y Akira prosiguió a hablar—. ¿Quién te dijo eso?

—La abuela de papi y mi papi... —asimiló al recordar, diciendo todo con inocencia.

Yutaro sudó frío.

—Oh, ya veo. —Fue lo único que dijo.

Tendría una larga plática con ambos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro