9. Bangkok: Hechizo 🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
31 de diciembre de 2021
Aunque no durmió lo suficiente otra vez, no lo obligan a madrugar tanto. Al parecer, Lee Minho ha decidido que el viaje de hoy será más relajado, después de todo, es Nochevieja. Tardan una hora en llegar al destino, están en Chonburi y a Jisung no le parece que el mar sea igual en Australia que aquí.
Cuando se bajan en el aparcamiento, la silueta imponente de un templo de madera se alza frente al turquesa de las olas del golfo de Tailandia. Es sobrecogedor y un poco místico. Les ponen un casco de obra a cada uno y Lee Minho les explica que el santuario todavía no está terminado. Están bajando una pendiente que, al menos esta vez, tiene escaleras y cemento en el suelo, a pesar de estar en medio de la naturaleza.
Felix está junto al guía de nuevo. Quiere llamarlo, pedirle perdón por lo mal que se portó pero todavía tiene esa espinita de orgullo y enfado haciéndole daño. Changbin pregunta muchas cosas: al parecer, el templo está hecho completamente de madera, tallado a mano y sin usar clavos. Es una hazaña, para ser justos. El lugar es absolutamente espectacular, tanto que casi se olvida de cómo se sentía ayer.
A pesar de la cantidad de gente, hay una quietud cómoda dentro del recinto, las columnas talladas con dioses y leyendas son sobrecogedoras. El color oscuro de las figuras se funde con las luces que entran desde las ventanas y puertas. El aliento de Jisung se traba cuando el olor a canela en rama vence al del barniz, la madera y el mar que está tan cerca. Sigue al rubio como un perro amaestrado hasta una figura femenina que se alza ante ellos.
—Es Laksmí, aunque es una diosa hinduista, los tailandeses la consideran la protectora del amor y la familia. Es a quien le piden la felicidad conyugal —explica Lee Minho en voz muy baja.
Junto a la escultura de la deidad, hay un pequeño cartel en tailandés y en inglés: "Un compañero de vida acepta tu pasado, apoya tu presente, te ama y alienta tu futuro". ¿Acaso esa diosa también usa gafas de relojero? Nunca ha tenido un compañero de vida, aunque lo ha buscado. Le gustaría encontrar a alguien que aceptara el pasado convulso de Jisung, que lo apoyara en su presente y que lo alentara en el futuro.
—Esto es muy bonito —susurra Chan, señalando al cartel mientras abraza a Seungmin.
Quedan bien juntos, espera que su futuro sea largo y próspero, que obtengan lo que ambos quieren del otro. Felix les toma una foto desprevenidos con una media sonrisa traviesa y se la enseña a Lee Minho. Los dos se ríen antes de echar a andar una vez más.
Jisung está un poco perdido, aplastado bajo el misticismo del santuario y los murmullos de los transeúntes. El paseo es como un trance, alguien le saca fotos pero no es capaz de conectar los ojos con la cámara. Todo lo que puede ver son esas escenas legendarias que llenan las paredes, las columnas y los techos.
Cuando salen fuera, Felix está colgado del brazo de Lee Minho y se dirigen a la sombra de un frangipani entre risas cómplices. Algo se ha instalado dentro de Jisung. Tal vez sea el propio Santuario de la Verdad, abriéndose paso entre las ruedas y mecanismos de su corazón. Toma el teléfono y escribe.
Han:
Hola.
No sabe qué más decir. Bien, sí lo sabe, pero no cree que sea justo hacerlo en ese instante. Felix toma su móvil y lo desbloquea, tarda un segundo en levantar la vista para mirarlo. Cuando sus pupilas se encuentran, Jisung no puede hacer más que sonrojarse y agacharse para tomar una flor de plumeria del suelo. El fragante olor de sus pétalos lo hace olvidar un poco la canela, también arraiga la conciencia espiritual y convierte la verdad en una misión.
Felix:
Hola
Es una respuesta sencilla, igual que el primer mensaje. Ahora es él quien mira al rubio, tiene una sonrisa tirando de su mejilla. Le debe una confesión porque es demasiado buena persona como para ignorarlo como ha hecho él.
Han:
Siento lo que pasó ayer. No me encontraba bien y nadie tenía la culpa.
Felix:
Acepto tus disculpas
deberías habérmelo dicho
no escribirlo
Han:
Siempre me ha resultado más fácil escribir que hablar. Perdona por eso también.
Felix:
Eres un cobarde
pero está bien
lo entiendo
Siento que Chris no te dijera que venía
Han:
No es culpa tuya, lo que pasó ayer sí es culpa mía. Lo siento otra vez. Y me alegro de que estés aquí, me ha gustado verte, te echaba de menos.
Felix:
Podrías haberme escrito antes
o en cualquier momento del año
pero está bien
ya que estás siendo honesto
lo seré yo también
Te eché de menos
y el pelo así de largo te queda muy bien
incluso con el casco de obra
eres como el de los Village People
—¿Nos vamos a comer? —pregunta Changbin. Jisung suelta una risita, con las mejillas calientes y echa una mirada más al rubio. El desvergonzado le da un guiño.
Espera que Laksmí esté sonriendo tan grande como lo hace él mientras dejan el Santuario de la Verdad.
*N/A: La foto de la portada del capítulo es el templo. Esta es Laksmí con su cartelito y la prueba de que hay que entrar al templo con casco de obra (y sin sentido de la moda por mi parte).
*N/A: Recomiendo encarecidamente escuchar 🎶Under your spell - Desire 🎶 en bucle
No importa el calor, que estén cansados o que Lee Minho haya decidido pasar la fiesta de Nochevieja con ellos. Están todos guapos (sobre todo Felix), un poco alegres por el champán y han cenado copiosamente. Quedan apenas unos segundos para empezar la cuenta atrás, está con las dos personas que más le han querido y aceptado durante la última década, con el hombre que hace feliz a Chan y con el omega más hermoso que ha visto en su vida. Todo eso es suficiente para que Jisung sonría tanto que le duelen las mejillas.
—Diez... Nueve... Ocho... —chilla todo el mundo.
Se escucha una amalgama de idiomas, inglés, español, tailandés, coreano, ruso: se entienden, como una suerte de lenguaje universal movido por la emoción de despedir el año. Es una tontería, es solo otro día más en el calendario, hoy es 2021, en cinco segundos será 2022, pero no deja de ser lo mismo. Y, sin embargo, todavía siente su corazón acelerándose, los nervios apretándole el estómago y el aire llenando sus pulmones.
—Cuatro... Tres... Dos... Uno... ¡Feliz año nuevo! —Hay un grito de júbilo colectivo en la terraza del lujoso centro comercial en el que están. La gente brinda, hay abrazos apretados, risas sonoras, felicidad desprendiéndose de cada olor que percibe.
Seungmin besa a Chan; aunque está mal visto besarse en público en Tailandia, parece que le da igual. Se cuelga de sus hombros y hace lo que le da la gana. Su amigo se ríe, tiene las orejas rojas y no puede alejarse de su omega. Jisung ama las cosas que el chico provoca en el siempre correcto alfa.
Los bíceps de Changbin lo rodean y se encuentra apretujado entre ellos. Lo felicita, le da un beso asquerosamente húmedo en la mejilla y se ríe como un maníaco antes de soltarlo y pasar a acosar a la pareja. Chan y Seungmin se separan y es el omega más alto el primero que se acerca para desearle un año nuevo con un abrazo más ligero. Huele a menta y a limón, Jisung decide que le gusta muchísimo.
Lee Minho se acerca después y le tiende la mano, se la estrecha, dejando a un lado el resquemor y todas las cosas feas que siente por él. Se dicen el uno al otro "feliz año nuevo" y el confianzudo le asegura que se ve adorable hoy. Jisung tiene que tragar fuerte para no darle una mueca de desprecio.
Chan lo levanta en volandas. Se restriega contra su cuello sin vergüenza y tintinea de felicidad como una campana. Le dice que le quiere, Jisung lo corresponde. También le da las gracias por haberlo traído al viaje. Está a punto de pedirle disculpas por haber sido un dolor en el culo durante todos esos días cuando estalla el primer cohete.
El cielo se tiñe de rojo, azul, verde y rosa, tienen formas de palmeras, de estrellas y explotan retumbando en el centro de su corazón.
Pum, pum, pum, el ruido le recuerda a la única persona a la que no ha abrazado y sus pupilas van hacia él. El rubio ya está mirando, su cara se ilumina con los colores de los fuegos artificiales. ¿Cuántas pecas es capaz de contar desde los dos metros de distancia que los separan? Las explosiones continúan pero ya no le importa. El espectáculo pirotécnico más impresionante que ha visto en su vida fue hace un año sobre la piel de Felix y quiere revivirlo.
Es hermoso como un sueño, en su vida ha visto a un ser humano más bonito que él. Changbin abraza a Felix, Chan lo hace también. Jisung está viéndolo florecer, brillar como un fuego artificial, explotar como la pólvora, reír. Quiere acercarse, desearle un próspero año, besarlo. Que sea la primera persona a la que besa este año también, que sea la última que bese, que lo sea todos los años. Estúpido y obsesivo Han Jisung, se dice. Pero no deja de mirarlo con una sonrisa enamorada y los pies levantándose del suelo como si levitara.
Los fuegos terminan, sigue mirando a Felix. La música suena alta por los altavoces, conoce esa canción, es un tema de synth-pop que le encanta.
"I don't eat, I don't sleep, I do nothing but think of you. You keep me under your spell, you keep me under your spell, you keep me under your spell".
¿Cuál es la diferencia entre deseo y obsesión? Desire no lo sabe, Jisung tampoco. Aparentemente, ya no sabe nada, su cerebro está derretido como la cera de una vela y todo lo que conoce es el pelo grisáceo de Felix que se mueve de un lado al otro al ritmo de la canción.
Da un paso vacilante, Changbin lo empuja a dar otro con su hombro. Él sí sabe cosas, lo sabe todo. Chan le guiña un ojo y señala con la cabeza al sonriente Felix. Se miran el uno al otro, como si él también supiera cosas que Jisung ignora.
Es el australiano el que elimina la distancia que los separa, siempre tan valiente, tan intenso. Lo abraza por segunda vez en ese viaje; por primera vez, Jisung puede rodear su cintura con sus extremidades. Olvidándose de la vergüenza, entierra su nariz en el cuello del otro omega, aspirando sonoramente. La canela se clava como un millón de astillas en su pituitaria, no quiere olvidarse nunca de la sensación.
—You keep me under your spell —canturrea, empujado a la vorágine de gozo que provoca ese momento. Está borracho de felicidad, ebrio por el aroma de Felix y lo bien que se siente entre sus brazos.
—You keep me under your spell —contesta, antes de imitar su movimiento invasivo.
La nariz ajena roza su glándula olfativa, agarra en puños la camisa blanca de Felix. La excitación llega como todas las veces que lo tiene cerca: rápida y potente. El rubio gruñe en su cuello, lamiendo la piel. Su calor corporal se dispara y su corazón se acelera unas cuantas revoluciones, el mecanismo que traquetea en su pecho está echando humo.
Se roza contra él, sus cuerpos encajando de nuevo, perfectos el uno para el otro, prácticamente la misma altura, el mismo físico, el mismo subgénero. Felix está hecho para él, decide, y espera estar hecho para Felix también. Quiere besarlo igual que los labios del muchacho están sobre la piel bajo su oreja. Quiere desnudarse, desnudarlo, devorarlo.
—Estamos en público. —Por supuesto que Bang Chan tiene que interrumpir, porque parece que su propósito en la vida es joder a Jisung de las formas menos divertidas.
Se separan con las mejillas rojas y sus feromonas apestando el lugar. La gente los mira, Felix se encoge de hombros como si no fuera nada y lo arrastra fuera. No le dice adiós a nadie, pero da igual. Cree que escucha a Changbin gritar algo antes de salir.
Bajan corriendo las escaleras mecánicas, Jisung no sabe a dónde va con tanta prisa. No suelta su mano, ni siquiera cuando llegan a la calle principal. Sus dedos siguen entrelazados cuando suben a un tuktuk. Están sentados tan juntos que podrían subirse al regazo del otro. Las luces de colores del vehículo le recuerdan a los fuegos artificiales cuando las ve sobre las mejillas de Felix.
En su cabeza sigue en bucle la canción y, como si leyera su mente, el rubio le da uno de sus auriculares en el momento en el que suena el estribillo. You keep me under your spell, es tan real que podría ser él quien la canta. Está bajo el hechizo de ese omega intenso al que el viento de la noche de Bangkok le mueve el pelo.
El tuktuk gira bruscamente y se agarran el uno al otro. Sus olores mezclados, su vida pendiendo de un conductor que no respeta las normas de tráfico y Desire en su oído izquierdo.
Do you think this feeling could last forever?
You mean like forever ever?
Forever ever
Forever ever
Forever ever
Sure
—God, I hope so —dice Felix, al mismo tiempo que la cantante.
Jisung también quiere que dure para siempre y por siempre. Lo desea, le obsesiona, lo necesita. El rubio sonríe, el hechizo que ha puesto sobre él se hace más fuerte y se lanza sin contemplaciones contra sus labios. Lo recibe con una risa grave y el mismo ansia que tiene él. No hay paciencia, no hay timidez. Están pegados, sus salivas mezclándose en sus bocas y sus respiraciones acelerándose.
I do nothing but think of you. Un beso más, otro, otro, otro, tienden al infinito. Sus manos desesperadas agarran la camisa que lleva puesta, el mismo fuego que arde en sus venas parece correr por las del otro. El viento hace que sus aromas se esparzan, se imagina a la gente sintiéndolos en las aceras, colándose por las ventanillas abiertas de los coches que los siguen, conquistando cada átomo de hidrógeno, nitrógeno y oxígeno que los rodea.
La lengua de Felix entra en su boca con decisión, lo arrastra todavía más contra él, no descarta acabar en su regazo y follar en un tuktuk. Sería una buena anécdota para el próximo "Yo nunca", seguro que nadie más que ellos beberían. Pero el destino parece tener otros planes porque escuchan claramente un carraspeo y un "sorry" susurrado en inglés.
Se separan a regañadientes. Felix lo empuja fuera del vehículo, deja un billete de quinientos bahts en las manos del conductor y corre hacia la puerta del edificio. Cuando entran al ascensor, está otra vez sobre Jisung. Lo besa, está desabrochando los botones de su camisa negra con una mano mientras la otra se enreda en su pelo. No quiere quedarse atrás, así que nada tras la zaga de ese barco, gimiendo en voz alta cuando los dedos pequeños del omega acarician su vientre.
Casi no registran que el elevador está abierto. Otra vez separados, otra vez corriendo de la mano a través del largo pasillo. Le falta tiempo para marcar el código de seguridad en la puerta, ni siquiera entiende cómo es capaz de hacerlo porque él no recuerda ni por qué número empieza. Un empujón, su espalda contra la pared del recibidor, un portazo, las manos avariciosas del australiano en su cintura, tirando con desesperación de los faldones de su camisa arremetida.
Está medio desnudo y todavía no se ha quitado más que un zapato. Los labios de Felix recorren su cuello, jadea sonoramente cuando la lengua se aplana sobre su glándula una vez más. La hebilla de su cinturón tintinea sin que el chico deje de besar, lamer y mordisquear desde su hombro hasta su oreja. Aunque sus manos son pequeñas, se clavan con fuerza en su cintura, atrayéndolo contra él. Lo empuja con las caderas contra la pared y su muslo presiona entre las piernas de un extasiado Jisung.
El aroma a canela lo envuelve, ahora vuelve a estar borracho de él, de sus feromonas omega, de sus dientes que raspan en su clavícula, del pelo rubio que le hace cosquillas en la mejilla. Se pone en marcha porque él también está ansioso por descubrir cada centímetro de la piel del australiano.
Con torpeza, saca la camisa blanca del pantalón, Felix no espera ni un segundo, con un tirón agresivo más propio de un alfa en rutina que de un omega, destroza todos los botones que quedan atados y deja caer la tela al suelo junto a la de Jisung.
—Los zapatos —dice el rubio, sacándose los suyos también. Han se deshace del único que le queda puesto y se abalanza contra él para besarlo una vez más.
Chocan con la estantería que está entre el baño y la cocina, una figurita cae al suelo, no registra si está rota o no porque Felix está empujándolo con decisión más allá de su propia habitación, hacia el dormitorio que el chico no comparte con nadie. Lo agradece con la poca coherencia que le queda. Si Changbin llega a casa y se encuentra con ese espectáculo, no lo olvidará hasta que estén en una residencia de ancianos.
Tiene los ojos cerrados ahora y los labios de Felix sobre los suyos, su lengua dentro de la boca, su olor en su cuerpo, su torso desnudo y lleno de músculos definidos entre sus manos. Nunca ha sido más feliz, nunca se ha sentido más dichoso que maniobrando entre los muebles del salón para ir directamente al dormitorio.
Su centro de gravedad cambia, en un momento está de pie y al siguiente lo empujan sin contemplaciones. Su estómago se aprieta un segundo por el miedo, pero se diluye completamente cuando su espalda cae sobre el colchón. El olor de Felix y la visión del omega quitándose el cinturón ante él lo inundan todo. Cava un espacio en su cerebro para hacerlo todavía más idiota, aún más imbécil de lo que ya es. Gime, apretando las piernas entre sí cuando se atreve a sostener la sábana un poco más cerca de su cara. Está tan cachondo que sabe que su ropa interior está mojada, probablemente hasta su pantalón lo esté.
—Esto es como un sueño —dice Felix, la única señal antes de subirse a la cama a cuatro patas y acechar a Jisung como una presa.
Se siente como una, de hecho: pequeño, débil, cachondo y dispuesto a hacer todo lo que le pida ese ángel rubio que se cierne sobre su vientre. Deja un beso encima de su ombligo antes de morder con fuerza el pedazo de carne justo debajo. Envía a Jisung a un nivel de excitación al que no está acostumbrado. Su cuerpo vibra por cada toque, cada beso, cada aliento que acaricia su piel.
Coloca una mano justo encima del bulto de sus pantalones, comprimiéndolo para hacerlo jadear de anticipación. Y, entonces, su boca se engancha a uno de sus pezones y la espalda de Jisung se arquea sobre la cama. El fuego en su cuerpo arde incansable, destrozando todas sus inhibiciones y su control.
Agarra un puñado de pelo rubio entre sus dedos, es tan suave que no quiere soltarlo nunca. Felix se ensaña con su pezón derecho al mismo tiempo que su mano frota entre sus piernas. Su olor a canela está por todas partes y escucha los sonidos de succión. Es demasiado, Jisung está demasiado reprimido, demasiado cachondo, no se ha hecho una paja en una semana y lleva caminando por el borde demasiado tiempo. En el instante en el que sus dientes tiran sin piedad del manojo de nervios, sus dedos ciñen sus bolas y sus ojos se ponen en blanco.
Han Jisung, un omega de 28 años con un trabajo en una firma de arquitectura, un interés insano por los documentales de animales y un problema con las obsesiones y las despedidas se corre en los pantalones como un quinceañero recién presentado.
El mundo estalla detrás de sus párpados, sus feromonas salen en oleadas uniéndose a las de Felix en el aire de la habitación y en la cama que está seguro que mojará igual que ha hecho con su ropa. Los fuegos artificiales están en su cabeza, en su cuerpo estimulado, en los pezones que sigue mordiendo, en el lugar en el que las manos se clavan en sus costillas. Sus gemidos retumban por la habitación y se alegra de que estén solos porque es jodidamente ruidoso siempre que tiene sexo.
—Así... —susurra Felix, subiendo hasta su cuello para inhalar su aroma—. Joder, qué bien hueles —Su voz grave lo estremece—. Vamos a quitarte esta ropa sucia. —Es un poco mezquino y ni siquiera la fuerza del orgasmo impide que Jisung se sonroje por la implicación de sus palabras. En cualquier caso, no va a desobedecer porque de verdad quiere quitársela.
Felix termina el trabajo que empezó bajando su cremallera, engancha los calzoncillos y los pantalones al mismo tiempo y los tira por sus piernas, desnudándolo por completo. Su polla debe haber olvidado que se acaba de correr, porque está llenándose de nuevo. Es asqueroso: está lleno de sus propios fluidos pero al rubio parece no importarle cuando lo acaricia hasta la sobreestimulación, usando su semen como una excusa de lubricante.
No hace falta ser un lumbreras para entender que Felix es un poco malvado en el sexo. A Jisung no hay nada que le guste más que ser meneado de un lado al otro, incluso aunque se le acuse de ser una princesa de almohada.
Cuando Felix vuelve a estar completamente duro se baja de la cama y se quita la ropa interior. Es más grande que Jisung, pero no deja que ese pensamiento inseguro se asiente lo suficiente porque ahora sus manos están en sus piernas. Le quita un calcetín muy despacio; como una especie de ritual, besa la planta de su pie y se dirige al otro, haciendo lo mismo.
¿Cuándo se convirtió Jisung en una deidad para que lo adoren así? Felix está besando su empeine y sus tobillos, después sus rodillas débiles que flaquearían si tuviera que ponerse en pie. Es delicado y suave, todo lo contrario a lo que hizo con sus pezones, lo tiene temblando y goteando, jadeando y sudando. Se aferra a las sábanas cuando los besos llegan al interior de sus muslos. Puede ver la cabeza rubia sobresalir entre sus piernas y no puede evitar el sollozo torturado que sale de su garganta cuando el chico usa su fuerza para abrirlo completamente.
Ha pensado muchas veces en follar con Felix, millones de veces en el último año. En ninguna de esas ocasiones se atrevió a soñar con algo como eso. Los dedos acarician su hendidura como una pluma, es tan ligero que podría ser solo la imaginación de Jisung. Pero no lo es. Es ese hermoso hombre, es su lengua tanteando, es el chasquido de la saliva, son sus mejillas llenas de pecas manchándose con su lubricante, es el alma de Han saliéndose de su cuerpo.
Está en un viaje astral, en algún tipo de experiencia cósmica que implica a un australiano chapoteando entre sus piernas y la sombra de un nuevo orgasmo construyéndose demasiado pronto.
Cuando el primer dedo entra en su cuerpo, no siente nada más que placer, está tan cachondo que no ofrece resistencia. El segundo llega poco después. Sus falanges son pequeñas, apenas roza su próstata, provocando lo suficiente como para mantenerlo atento. No puede parar de revolverse, sus piernas tiemblan cuando la lengua de Felix acaricia sus bolas. Tira de la tela blanca con más fuerza, su cabeza se restriega con la almohada y de su boca no salen más que gemidos y estúpidas palabras inconexas. No está seguro de que pueda volver a pensar con claridad, ese hombre lo deja tonto, inútil y derretido sobre el colchón.
Su vientre se tensa cuando la boca de Felix rodea su glande al mismo tiempo que sus dedos se curvan tanteando dentro de su canal. Jisung tiembla, perdiendo el control de su cuerpo por completo, quedan tres segundos para que se corra de nuevo y, de pronto, todo termina.
Con un quejido, abre los ojos para encontrase con ese ángel caído arrodillado entre sus piernas. Es la puta cosa más bonita que ha visto en su vida, con las luces de la calle colándose por el ventanal abierto para iluminarlo. Eso que brilla en su barbilla es su propio lubricante y enciende cosas muy oscuras dentro del vientre de Jisung. Tal vez podría correrse solo mirándolo, pero el chico se mueve. Sale del colchón y rebusca en un neceser que hay sobre la cómoda. Vuelve a la cama con unos cuantos condones.
Quiere preguntar, quiere saber, quiere tocarlo. No se lo permite, vuelve a cernirse sobre su pecho y los dedos manchados van a su boca. Los ojos parecen más negros que nunca, hay una llama tras sus pupilas que lo hace estremecerse.
—Prueba —ordena, introduciendo los dedos que estuvieron en la boca de Felix dentro de la de Jisung. Es una mezcla de sus propios fluidos y la saliva ajena, una asquerosidad que no intentaría con nadie en su primer encuentro y, sin embargo, ahí está: chupando como una piruleta, gimiendo desde el centro de su pecho, moviendo sus caderas para acercarse más al otro—. Delicioso, ¿verdad?
—Hhhmgggfff .—No puede contestar porque tiene la boca llena, las falanges sucias presionan su lengua, recorren sus dientes, empujan contra sus mejillas desde dentro.
El cuerpo fibrado se tumba sobre el suyo, tiene que tocarlo. Sus manos se abren en la espalda, perfilando las crestas y valles que la forman, intentando concentrarse lo suficiente como para memorizar la sensación. Felix le agarra del pelo, hace un puño con los mechones de su cabeza y lo obliga a levantar la barbilla al mismo tiempo que saca sus dedos de su boca. Un segundo después su lengua recorre sus labios antes de meterse dentro. Lo muerde, lo chupa, lo tortura mientras sus caderas se frotan juntas.
Los jadeos de los dos llenan el aire de la habitación, sus olores han consumido cualquier átomo y han construido un asentamiento permanente en la pituitaria de Jisung para vivir siempre juntos. No cree que pueda olvidar jamás cómo de dulces huelen cuando están restregándose el uno contra el otro. Está extasiado, deseando estar unido a él como lo están sus aromas.
—Felix, por favor —solloza, empujando sus caderas contra la polla ajena.
—¿Por favor, qué? —susurra, con esa voz grave que despierta al mismo tiempo todas las mariposas de su estómago y todas las hogueras que arden bajo su piel.
—Por favor... —insiste, mortificado y excitado hasta la muerte.
—Si no me dices lo que quieres no lo sabré —Se mueve un poco, su polla recorre la raja de Jisung, enganchándose a duras penas en su agujero—. Dime, Han, ¿qué quieres?
—Yo... Ahhh... —Lo está intentando muy fuerte. Pero es que le da vergüenza, santo infierno, se muere de la vergüenza.
La boca de Felix baja por su cuello, muerde con la suficiente fuerza como para que duela. Las piernas de Jisung se cierran alrededor de su cintura y gime abandonado. El australiano aprieta tanto los dientes que parece que saldrá sangre y él solo desea que esa mordida sea un poco más abajo, un poco más atrás, justo en el lugar en el que su glándula de olor está hinchada por las atenciones y llorando por recibir una mordida de apareamiento. No es que fuera permanente, pero, aún así, la ilusión de que Felix lo marque como suyo lo hace lubricar todavía más, gemir más alto y repetir dos millones de veces "por favor".
—Dime lo que quieres y te lo daré —gruñe contra su oído, tirando más fuerte de su pelo.
—Fóllame, por favor —ruega, rindiéndose a cualquier cosa que no sea Felix.
—Qué buen chico —murmura, dándole un beso ligero en el lugar que acaba de morder con saña.
Jisung no abre los ojos ni cuando el peso del cuerpo ajeno se va. Su pecho va a explotar con el latido irregular y sus pulmones peleando por llenarse de aire. Todo lo que existe es ese olor a canela tan intenso que lo rodea, el dolor residual del mordisco y el deseo enajenado de pertenecerle a ese hombre. Le dará todo, cada minúscula célula de su existencia es propiedad de Lee Felix.
Vuelve a estar entre sus piernas y no pasan ni tres segundos antes de que la punta roma de su polla empuje contra su centro. Es más grande que sus dedos y eso lo sobresalta. Abre los párpados y se sujeta directamente al brazo con el que Felix se mantiene derecho sobre la cama.
—Está bien, relájate —susurra, acariciando su hendidura con el eje—, mírame, cariño —Lo hace, lamiéndose los labios. Felix es la fuente de calor más parecida al sol que ha tenido nunca—. Lo estás haciendo tan bien... Déjame que te folle, déjame sentirte... —Con una respiración profunda que exhala en forma de gemido, Jisung acaricia el brazo del rubio, asintiendo.
La polla del omega empuja contra él, rompiendo fácilmente el sello para introducirse. Sus dedos no eran muy largos, pero su miembro es perfecto para rozar sus paredes, abriéndolo sin pausa, lentamente, dejándolo saborear cada centímetro. Su olor responde saliendo en oleadas cuando se asienta con firmeza.
En lugar de tumbarse sobre él, Felix sale despacio, sentándose sobre sus pantorrillas para agarrar un cojín de la cama y colocarlo bajo las caderas de Jisung. Sus dedos pequeños se clavan en su cintura al mismo tiempo que su eje lo hace en su recto. Jadea, sujetando las muñecas del otro omega para tener una toma de tierra.
—Ojalá pudieras ver esto, eres tan bonito... —dice, con su voz casi de ultratumba. No está mirando a su cara, sino al lugar en el que sus cuerpos están unidos. Jisung se excita porque, aunque le guste mucho el maltrato, no deja de ser una princesa de almohada que ama los elogios. Se aprieta alrededor de Felix y lo escucha jadear—. Estás tan cálido. —Puntualiza la afirmación meneando las caderas con suavidad.
—Más, por favor —solloza Jisung, desesperado.
—¿Quieres más? —Su sonrisa es depredadora como no debería serlo la de un omega tan angelical. Excita a Jisung todavía más. Asiente, aturdido.
La primera embestida violenta lo deja sin aire, la siguiente docena lo desarma. Sus dedos no tocaron su próstata, pero su polla está encontrándola con sorprendente precisión. Tiene el cuerpo de Jisung como un cable pelado, chasqueando contra el suelo con descargas eléctricas. Cree que puede estallar como un rayo.
Los jadeos y gemidos de ambos se confunden, su propio miembro salpica de líquido preseminal su vientre mientras Felix lo eleva más. Está arqueado, con su culo sobre el regazo del hombre y el glande ajeno martilleando contra su punto P. Le quedan tres minutos de lucidez antes de que su cabeza se apague.
—Dios, me encanta como me aprietas —gruñe el australiano—, y lo mojado que estás —Una de las manos suelta su cintura para restregar con rudeza la punta de Jisung, esparciendo sus fluidos sin cuidado. Han se estremece, sus piernas tiemblan y ve puntitos blancos cuando cierra los ojos—. Aquí también... —Los dedos dejan su miembro dolorido para presionarse contra su centro, donde está follándolo sin descanso.
El chapoteo resuena tan alto como sus gemidos, las falanges húmedas recorren su perineo y sus bolas, presionándolas con demasiada fuerza. Es malvado, mezquino, cruel y el mejor amante que Jisung ha tenido en su vida.
—Felix, por favor... —lloriquea, pidiendo algo que no sabe muy bien qué es.
—¿Quieres correrte una vez más? —pregunta, sosteniendo su polla en un agarre flojo, sin dejar de embestir contra su culo.
—Sí, sí, sí, sí, por favor...
—Hazlo, cariño, déjame que vea lo bonito que eres cuando te corres —pide, apretando el puño con el que lo masturba.
No le hacen falta más que un par de golpes para derramarse por su estómago. Se tensa por todas partes, gimiendo su nombre como una oración. No le da tiempo a recuperarse, porque sigue empujando contra su próstata. Su polla sigue soltando chorros aleatorios mientras la sobreestimulación lo empuja hacia un borde nuevo, más profundo, más brillante que nada que haya sentido antes.
Las lágrimas se le escapan de las pestañas. Jisung chilla, con la piel hipersensible y su agujero castigado por la fuerza con la que Felix sigue empujando.
El rubio cae contra él para besarlo hasta dejarlo sin aliento. Sus embestidas se hacen cortas y rápidas. Se instala en el hueco de su cuello, jadeando como si estuviera corriendo una maratón.
Y, entonces, lo muerde. Más abajo, justo sobre la glándula de olor de la parte derecha. Los fuegos artificiales estallan bajo sus párpados. No es una mordida de apareamiento, pero eso le importa una mierda a su omega interior, que aúlla a la luna de Año Nuevo como si hubiera encontrado a su alma gemela.
Puede que esté teniendo un orgasmo seco o que su anterior clímax nunca terminó, porque su vientre se contrae con violencia y su canal aprieta la polla de Felix con tanta fuerza que lo siente quejarse. Se está corriendo y todavía no suelta el pedazo de carne que tiene entre los dientes. Están en la cima del placer al mismo tiempo, teniendo la misma experiencia extracorpórea, el mismo viaje astral.
—Good boy —gruñe, lamiendo la herida—. Qué buen chico... Mi buen chico... —Está seguro de que algo debe funcionar mal en su cerebro porque gime un agradecimiento. Su lobo se acicala, orgulloso de ser su buen chico, de pertenecerle a un tipo al que ha visto dos veces en su vida.
Es como un puzle, lo encontró desarmado y ahora está recomponiendo las piezas con palabras susurradas, elogios y pequeños besos que se asientan en sus mejillas, en su nariz, en sus párpados. La habitación huele como una enorme hornada de apple pie, dulce, abrumador, penetrante.
Sale de él y no es capaz de evitar el quejido necesitado que se le escapa de la garganta cuando se aleja. No se va lejos, lo suficiente como para quitarse el preservativo y tirarlo sin cuidado. Lo limpia torpemente con toallitas húmedas. Es consciente de que tendrán que ducharse en algún momento y que la cama está asquerosa, pero a ninguno de los dos le importa. Apartan las sábanas sucias y se cubren con un edredón que saca del armario.
Felix lo abraza como si tuviera el mismo miedo que Jisung a que todo haya sido un sueño.
—Feliz año nuevo, Gordito. —Cree escuchar, pero está demasiado ido para saber si es de verdad.
***
Espero que les haya gustado, navegantes.
No puedo evitar hacer a Jisung más sumiso, igual algún día haré un Jisung dominante. Ya les iré avisando... (No lo esperen pronto)
You keep me under your spell...
¡Nos vemos en el infierno!
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