31 de enero de 2023
A pesar de lo que sus hermanas afirman, Felix no ha estado autosaboteándose. Si se ha acostado con un montón de idiotas que ni siquiera le gustaban y ha dejado a la única chica decente de la lista una semana antes de Navidad, no tiene nada que ver con el autosabotaje. Es que no quiere ver las fotos de las fiestas dentro de unos años y encontrarse con alguien del que no va a recordar ni su nombre. Ya ha tenido suficiente de eso.
Entonces, le parece mejor estar soltero esta noche, bailar hasta que le duelan los pies, tal vez encontrar a quien besar cuando termine la cuenta atrás y traerlo a casa. Pero no saldrá en ninguna imagen, no habrá pruebas del despropósito, ni hablar.
—¿Qué te vas a poner? —pregunta Seungmin, a través del teléfono.
—No sé, no quiero esforzarme mucho —comenta.
—Dijo la mentirosa.
—¡Es verdad! Creo que me pondré la americana y unos vaqueros.
—Te prohíbo ir con vaqueros a la fiesta de Nochevieja —Se escuchan ruidos incomprensibles en la línea—. Dice Chris que él también te lo prohíbe.
—¿Todavía estás en casa de Chris?
—Minho y Jeongin son mis amigos, no iba a dejarlos solos en casa de mi novio, no tiene sentido.
—Changbin y Hyunjin también están en la casa.
—Changbin y Hyunjin son amigos de Chris. No podía dejarlo con todo el caos de tener cuatro invitados.
—Por eso tendrías que haber dejado a Minho y su novio en tu apartamento.
—No hay espacio en mi piso.
—Una pareja puede estar tranquilamente en tu piso durante una semana. Admite que quieres quedarte con Christopher. Llevas un mes ahí. ¿Por qué no te mudas de una vez?
—Eso mismo le dije yo —grita el alfa de fondo.
—Llevo diez días, no un mes.
—Seungmin, tienes más ropa en casa de Christopher que en la tuya.
—De hecho, iré a vestirme a mi apartamento y me encontraré con vosotros en el pub —explica con solemnidad.
—¿Te llevas a Minho y Jeongin?
—No, ellos se visten aquí. Ya son lo suficientemente cercanos. Chris perdió el empuje posesivo cuando Minho le presentó a Jeongin. Ahora los agasaja como si fueran sus hijos pequeños. Sobre todo a Innie.
—Nunca tuve un empuje posesivo —se defiende el otro.
—Pero sí uno chismoso, ¿puedes dejarme hablar con mi amigo a solas?
—Bueno... —acepta, con voz de perrito apaleado. Escucha un poco de ruido a través del altavoz, algo que suena como un beso y una puerta cerrándose.
—Ahora estamos solos.
—En serio, Seungmin, ¿por qué no te mudas? Te lo ha pedido mil veces.
—Tal vez lo haga, mi piso es pequeño.
—Sería un regalo de Nochevieja genial para Chris.
—No se dan regalos en Nochevieja, es en Navidad.
—Bueno, un regalo de Navidad que llega una semana tarde. Dile que Papá Noel se confundió de dirección o algo —propone. Seungmin se ríe al otro lado.
—Sí, tal vez le diga eso. Ahora tengo que irme, tengo que llegar a mi apartamento. No te pongas unos vaqueros. Ponte el pantalón de cuero.
—Estamos a treinta grados.
—Pues ponte el traje azul que te compraste en rebajas. No lo has estrenado.
—¿Ahora eres mi estilista?
—Parece que necesitas uno.
—Le preguntaré a Jeongin, él sí que es estilista.
—Buuuuuu, mi mejor amigo me abandona por el novio de otro de mis amigos —bromea—. Nos vemos esta noche, ¿vale? A las 10 en el pub.
Llega veinte minutos tarde. Ha cenado en casa de su hermana mayor, Sarah, y estaban haciendo el idiota cuando tiraron una fuente llena de ensalada. Su madre los reprendió como si fueran cachorros y, después de limpiar, tuvo que ponerse una camisa blanca de su cuñada porque la suya acabó hecha un desastre. No se va a quejar, la mujer es millonaria y esa mierda parece satén del bueno. No cree haber llevado una prenda tan cara en su vida.
Responde a uno de los veinte mensajes de Seungmin diciéndole que está en la puerta. Hay un grupo de chat creado específicamente para ese viaje en el que están todos menos Jisung. No quiere pensar en él, casi nunca lo hace, para ser honesto. Es solo que creyó que él también vendría a Sídney con Changbin y Hyunjin. Albergaba una pequeña esperanza de poder hacerle el vacío cara a cara. O algo así.
No puede evitar preguntarse qué estará haciendo. Los últimos tres años, ha pasado la Nochevieja con él y es consciente de que no tiene muchos amigos más. Tal vez tuvo esa cita a ciegas a principio de año y ahora está con su pareja. Es probable, no ha sabido nada de él. Felix se encargó de bloquearlo en todas las redes sociales.
Chris tampoco habla de Han cuando está delante. Ni una mísera palabra en todo el año. No sabe siquiera si está vivo pero piensa que se lo dirían si hubiera muerto, ¿no? Al menos, Christopher parecería afectado si su hijo predilecto hubiera sufrido algún percance.
De verdad, no debería estar pensando en él.
Hace mucho calor, está a tres pasos del llenísimo pub y quiere pasárselo bien, bailar, beber y besar a alguien mono cuando termine la cuenta atrás. Eso es todo lo que necesita. No ha estado autosaboteándose, no dejó a su última novia porque deseara en su fuero interno que Jisung también viniera a Sídney este año. Esas historias de amor romántico no existen, no son reales. No llegará para besarlo cuando empiecen los fuegos artificiales; no le pedirá perdón por aceptar la cita a ciegas que le concertó su madre mientras él estaba desnudo a su lado; no le esperará con globos y un ramo de jacarandas en la puerta de su casa porque, probablemente, ni siquiera se acuerde de su picnic en el parque; no le abrazará y le dirá que es el hombre de su vida. Esos romanticismos no son cosa de Han Jisung, el arquitecto científico que se obsesiona demasiado y odia las despedidas.
Felix tiene que aprender a dejar de esperar cosas de la gente para que las decepciones duelan menos.
El Marty's está hasta la bandera, apenas puede pasar entre los cuerpos sudorosos que se mueven al ritmo de la música. Changbin lo intercepta en algún punto, dándole un abrazo. Se vieron ayer, pero el beta es tan efusivo como él mismo, así que corresponde. Lo arrastra entre la maraña de gente hasta una mesa en un lateral. Hyunjin y Minho se ríen en voz alta de algo que les cuenta Chris. Lo saludan cuando llega.
—¿Dónde está Seungmin? Le mandé un mensaje hace un momento —pregunta.
—Acaba de ir a buscar una bebida —responde Jeongin—, estás muy guapo, ¿esa camisa es de seda? ¿Es Balenciaga?
—No sé, es de mi cuñada. Creo que es de Prada.
—Te queda increíble —afirma, sonriendo. Sus ojos se convierten en rendijas y sus hoyuelos le hunden las mejillas. Entiende que Chris lo trate como a su hijo porque es adorable y quiere arrullarlo.
Siguen hablando de esto y aquello, Felix vuelve a preguntarse dónde mierdas ha ido Seungmin a pedir la bebida porque lleva aquí quince minutos y no aparece. Hyunjin comparte su cóctel con él, espera que su mejor amigo haya recibido el mensaje que le envió pidiéndole una copa.
La música para de repente, alguien se sube a la pequeña plataforma donde está el DJ y deja una silla a su lado. No se ve bien desde aquí porque esa excusa de escenario no es lo suficientemente alta. El DJ anuncia una actuación especial. Hay un ruido de acople de micrófono que le hace arrugar la nariz. Seungmin le pone una mano en el hombro y deja un cóctel delante de él.
—¿Dónde estabas?
—Hay mucha cola para pedir, Marty debería contratar a más gente para esta fiesta —se queja el abogado—. ¡Me hiciste caso! ¡No viniste en vaqueros!
—Claro que no, pero esta camisa no es mía, llevaba otra pero mi hermana me tiró una ensaladera encima —se queja. Los chicos se ríen a su alrededor.
—Estás perfecto —afirma Seungmin, con una sonrisa tan grande que le da un poco de miedo a Felix. Se gira hacia la plataforma—. Vaya mierda, no se ve nada desde aquí.
—Bueno, tampoco entiendo por qué hay actuaciones justo hoy —comenta Chris.
—¿No hay música en directo aquí? —pregunta Minho.
—No en Nochevieja —aclara el mayor, moviéndose para intentar ver lo que está pasando.
Suenan los primeros acordes de una guitarra, conoce la melodía, pero no es capaz de ubicarla. Tal vez es la versión acústica de alguna canción famosa. Le corta un poco el rollo, Nochevieja es sinónimo de fiesta y eso parece más el concierto íntimo de un indie que grabó su primera maqueta con un micrófono de 40 dólares de Amazon. Todo el mundo se queda callado. Se gira para tratar de identificar al guitarrista pero no ve más que decenas de cabezas.
—I don't eat, I don't sleep, I do nothing but think of you... —El corazón de Felix se salta un latido, dos o cinco. Puede que esté en parada cardiáca. Chris se levanta de su silla de un brinco y él hace lo mismo—. I don't eat, I don't sleep, I do nothing but think of you...
Su mente se dispersa y se centra, va y viene, sube y baja. Odia su altura y que los australianos midan más de metro ochenta. Quiere encaramarse a las espaldas de todos esos desconocidos y poder ver claramente lo que está pasando en el escenario al otro lado del local. La voz suave que acompaña a la guitarra está hablando con él y solo con él. Le tiemblan las manos y ahora el órgano que vive en su pecho está acelerado con una taquicardia. Le falta el aire, le sobran todas las personas que le impiden llegar al escenario.
Chris se sube a la silla y grita algo. No es capaz de escucharlo, Changbin también está gritando, todo lo que está en sus oídos es la letra de la canción: You keep me under your spell, you keep me under your spell...
Está hechizado, es la única cosa que podría explicar la forma en la que se abre paso entre la muchedumbre. Tiene ganas de llorar, de reír, de gritar. Está bastante seguro de que no está respirando. Escucha quejas de la gente a la que empuja, le importa una puta mierda. Solo tiene que llegar cuanto antes a la plataforma del escenario.
Le tiran una copa por encima en uno de sus empellones. No se detiene a comprobar el daño, solo sigue. Es como escalar el Annapurna sin la ropa adecuada, como atravesar una selva sin un buen machete. No es que vaya a coger un machete para cercenar miembros, solo quiere que la maldita gente se aparte y lo deje llegar al escenario.
—Do you think this feeling could last forever? —Hijo de puta, ese gilipollas extravagante ha decidido que hoy es un gran día para comportarse como un tarado. Nochevieja no es el momento para la gran muestra de amor de película que Felix sabe que no existe—. You mean like forever ever? —frasea el cantante—. Forever ever, forever ever, forever ever...
Solo quedan unos metros, unos cuantos gigantes a los que aplacar. Es Don Quijote, luchando contra molinos para llegar hasta Dulcinea. Porque sabe quién canta, no hay ni un nervio en el cuerpo de Felix que tenga dudas sobre la voz que asegura que "me tienes bajo tu hechizo". Estúpido idiota, ¿qué necesidad tiene de cantar en la fiesta? ¿A qué viene esta mierda? ¿Por qué nadie le dijo nada?
Empuja a la última persona y se encuentra de frente con un sueño hecho realidad. Con los terrores nocturnos de su cinismo. Con Dulcinea del Toboso, guitarra en mano, flequillo largo y ojos delineados.
—I don't eat, I don't sleep, I do nothing but think of you...
Se miran el uno al otro. La voz del cantante se apaga, sus manos agarran la guitarra con fuerza. Tiene cara de susto, como uno de esos memes de hámsteres de internet. Es tan bonito, tan adorable, tan imbécil y tan loco... El pecho de Felix sube y baja, respira pesadamente, siente su esternón abriéndose, estallando desde dentro como una supernova. La galaxia es infinita como todo el tiempo que pasa y, a la vez, no pasa entre ellos.
Nadie se mueve, todo el mundo está en silencio o ha desaparecido. Todo lo que escucha es su propia respiración, todo lo que ve es al chico de la guitarra iluminado por el foco. No le queda bien esa luz, pero todavía se ve bonito. ¿Qué debe hacer ahora? ¿Hablarle? ¿Tirar esa guitarra y el micrófono y besarlo? ¿Subirse al escenario y darle una bofetada por ser tan cabrón?
Poseído por el hechizo que parece haber echado sobre él cuatro años atrás, da un paso hacia delante. Él también reacciona, porque deja caer la guitarra y el pie de micro se tambalea antes de que salte contra su cuerpo. Felix lo agarra en el aire y alguien a su espalda lo equilibra para que no caigan como piezas de Jenga. Lo escucha sollozar contra su cuello y se enternece tanto que le duele el corazón.
Un aplauso atronador estalla en el bar, con un montón de silbidos y gritos que no consigue identificar. Lo único que ocupa su mente es el olor a manzana fresca, el llanto cerca de su oído y cómo sus cuerpos parecen encajar a la perfección. Como debió haber sido siempre.
—Felix... —solloza—, lo siento...
—Gordito —suspira, exhalando el aire que no sabía que se había atascado en sus pulmones.
La supernova estalla en medio del pub cuando Han Jisung lo besa delante de todo el mundo.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —chilla Changbin, arrancando el cuerpo de Jisung de sus brazos para zarandearlo como un muñeco de trapo cuando llegan junto a la mesa. Han pasado unos buenos cinco minutos abrazados antes de decidirse a ir con el resto de sus amigos.
—¿Por qué no dijiste nada, Hannie? —Chris tiene los ojos llenos de lágrimas, los tres se abrazan como si hubieran estado en la guerra.
—Era una sorpresa —murmura, estirando la mano hacia Felix. Los chicos lo dejan ir para que vuelva a enredarse alrededor de su cintura. El australiano respira más tranquilo ahora que lo tiene de nuevo entre sus garras.
—Que salió a la perfección —presume Seungmin, guiñándole un ojo.
—¿Tú lo sabías? —pregunta Felix—. ¿Alguien más lo sabía? —Todos niegan con la cabeza. Su mejor amigo sigue teniendo una sonrisa maligna.
—No se lo dije a nadie porque ninguno de estos idiotas sabe mantener la boca cerrada. No te ofendas, Jeongin, no va por ti.
—Tranquilo —apacigua el beta—. Soy Yang Jeongin, por cierto, un placer conocerte...
—Han Jisung —contesta el chico, estirando el brazo para un apretón.
—Ah, eres ese Han Jisung...
—¿Qué significa eso?
—Nada —interviene Minho—, le hablé de vosotros, de cuando estuvisteis en Tailandia...
—¿Qué cosas hablásteis? —insiste Jisung, frunciendo el ceño.
—¿Por qué no me dijiste que venías? Podrías haberte quedado en casa. ¿Has reservado un hotel? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Christopher parece preocupado ahora, Felix todavía está confundido y lo único que puede hacer es sostener a su Gordito lo más cerca posible.
—Estoy en casa de Seungmin, llevo aquí cinco días.
—¡Por eso no dejaste que Minho y Jeongin se quedaran en tu casa! —acusa Felix—. Amigo, eres un traidor. —El abogado se ve orgulloso de su hazaña.
—No puedo revelar los secretos de mis clientes.
—¿Tu cliente? —pregunta Hyunjin, confundido.
—Sí... Bueno... Ya hablaremos de eso. Ahora vamos a bailar —invita Jisung, tirando de Felix hacia la pista de baile.
La música vuelve a estar alta, nada importa porque está bailando con él.
Jisung es quien lo arrastra hacia la terraza esta vez. Queda menos de un minuto para la cuenta atrás y suben las escaleras a toda prisa. Se acerca a una esquina de la azotea y enciende las luces de hadas. Felix cree que es el protagonista de una nueva película navideña canadiense. O eso, o está soñando y se va a despertar solo en su apartamento.
—¿Qué es todo esto?
—Hablé con Marty ayer, me dejó hacerlo a cambio de un rediseño del baño y la cocina de su casa —contesta, con las mejillas empolvadas por el rubor.
—Pero... ¿Qué estás haciendo aquí, Jisung? —pregunta, desconcertado, tratando de entender qué significa lo que está pasando, si se va mañana por la tarde, si no volverá a verlo en otro año.
—Yo... Quería darte una sorpresa —Suena tímido—, no soy una persona demasiado romántica, pero tú pareces serlo...
—¿Estás haciéndome lovebombing?
—¿Qué? ¡Claro que no! —exclama indignado. Felix no puede evitar reírse—. Solo quería esforzarme para pedirte disculpas por lo que pasó la última vez que nos vimos...
—Ha pasado un año, Jisung, has tenido muchas ocasiones.
—Me bloqueaste de todas partes —Tiene su punto, pero todavía no piensa ceder porque, después del impacto inicial y de que su pecho casi reventara al verlo, se acuerda de la razón por la que no han hablado en 365 días—. Lo que hice estuvo mal, fatal. No debí tratarte así, tenía muchas cosas que resolver —balbucea rápidamente—. Solo iba a venir a la fiesta, sabía que tenías pareja. Y entonces, Seungmin me contó que lo habías dejado con esa chica... Y decidimos que era el momento. Él me ayudó, lleva ayudándome todo el año. Por eso subí con la guitarra. Me dijiste que algún día tenía que tocar para ti y lo hice. Las luces de hadas fueron idea mía.
»Casi no he podido salir de su casa en cinco días, estaba volviéndome loco. Y este año ha sido un infierno de papeleos, de discusiones con mi familia y de resolver cosas. No debí hablar con mi madre cuando estabas en mi apartamento. No debí tratarte así. Me arrepiento muchísimo de todo este tiempo que hemos perdido. Pero quiero intentarlo, ahora que estás soltero quiero una oportunidad, una de verdad, con citas, con cosas románticas, con obsesiones y sin despedidas... Quiero...
—Espera un momento —corta Felix—, ¿sin despedidas?
—Yo, bueno, es que...
Empieza la cuenta atrás, la gente gritando en la calle interrumpe su conversación. Diez, nueve, ocho, siete, seis... Felix no sabe si va a despertarse en cualquier momento, así que se vuelve a olvidar de lo mal que lo trató hace un año y lo besa. Después de todo, quería encontrar a alguien mono para el primer beso del año y, el año pasado, deseó que Jisung fuera su último beso de 2023. Ahí lo tienen, cumpliendo sus propósitos con toda una mochila llena de conversaciones que deben tener.
¿Qué más da?
El primer fuego artificial estalla en el cielo cuando los gritos llegan a cero. Todavía tienen sus labios juntos, sus lenguas se encuentran al mismo tiempo que sus cuerpos. Se funden, unidos de los pies a la cabeza. Sus olores los rodean como una neblina mística, la pólvora sigue coloreando el cielo. Se apartan para tragar saliva, Felix le acaricia las mejillas. Es tan bonito, con esos carrillos redondos y sus ojitos brillantes. Él tampoco quiere más despedidas, quiere que trabaje para conseguirlo, pero no quiere más adioses ni más videollamadas.
—Estoy enamorado de ti —suelta el chico, al mismo tiempo que estalla un cohete de color azul—. Eres la persona más increíble que he conocido en mi vida y estoy enamorado de ti desde el día que fuimos al zoológico.
—Gordito...
—Haré que nieve para ti si quieres, aunque el mundo se colapse. Haré que llueva, que haga calor, que sea primavera para siempre, lo que tú quieras. No quiero más apartamentos vacacionales, quiero que seas mi hipoteca para toda la vida. Dame una oportunidad para obsesionarme contigo, por favor —ruega, sosteniendo a Felix muy cerca.
Sus ojos están húmedos, él también quiere llorar. Es todo lo que esperaba y más. Es todo el romanticismo diabético que Seungmin odia, es la locura pasional de subirse a cantar una canción con una guitarra en una fiesta llena de desconocidos, es el detalle de las luces de hadas, es el mimo con el que quiere ser tratado, el cuidado que siempre tuvo con todo el mundo.
—Pero... ¿Qué pasa con Corea?
—No me voy —corta rápidamente—. No me iré, me quedo aquí. Tengo un trabajo, Seungmin lleva ayudándome este año a arreglar mis papeles de inmigración. Empiezo el día cuatro en un estudio de arquitectura, está un poco lejos de aquí, pero puedo ir en bus.
—¿Cómo? —Está abrumado por toda la información, es demasiado, son demasiadas cosas a la vez.
—Que me quedo, Felix —Le agarra las mejillas y deja un beso suave en sus labios—. Me quedo a vivir aquí, podrás enseñarme todos los lugares que quieras, podrás mostrarme koalas salvajes y podremos ir a hacer picnics debajo de las jacarandas cualquier día del año. Porque me quedo aquí.
Saca algo de su bolsillo, un paquete pequeño. Se lo entrega con ceremonia y Félix lo agarra para abrirlo. La respiración se traba en su garganta.
—No encontré uno exactamente igual al que tú me regalaste —explica, con la voz temblorosa—, espero que te guste.
¿Que si le gusta? ¿Cómo no le va a gustar? El collar de plata tiene un colgante pequeño en forma de estrella. Interpreta que es un fuego artificial. No es exacto al que le regaló la Navidad pasada pero se parece lo suficiente. El hecho de que haya buscado algo tan parecido conmueve a Felix. Agarra la cadena y lo deja colgar entre ellos. Jisung saca del cuello de su camisa su propia joya, mostrándosela.
Son distintos, pero la misma cosa. Como ellos dos, ¿no? Diferentes, pero lo mismo.
—Voy a quedarme en Australia y, si me dejas, quiero quedarme contigo —susurra, suena aterrado.
La boca de Felix se arruga en un puchero, siente la primera gota caer de su ojo derecho y el pulgar de Jisung la intercepta. Ahí está ese tonto que al que no le gustan las despedidas, despidiéndose de toda su vida para seguirlo hasta el otro hemisferio. Todavía quedan un millón de cosas que hablar, pero ya da igual.
Lee Yongbok es una persona romántica, amante de las historias de amor, de las muestras locas de afecto. Siempre quiso que su señor Darcy llegara a su puerta y le dijera que su alma le pertenece. Y lo tiene. Mide lo mismo que él, tiene un lunar en la mejilla, huele a manzanas, le gustan los animales y ha buscado un collar casi igual al que le regaló él. Ha estado peleando durante un año contra la administración para plantarse frente a él y decirle que lo ama. Su señor Darcy, su Dulcinea, su Gordito. Es suficiente. Tendrán tiempo para hablar, para discutir, para reír, para amarse.
—¿Me das una oportunidad? —insiste, desesperado como solo él puede serlo.
—Sí —responde, justo antes de besarlo.
Nunca podrá decirle que no a Han Jisung.
FIN
¿Qué sería de una historia navideña llena de clichés sin un reencuentro romántico apasionado y loco?
Navegantes, hasta aquí llegó "Cuatro nocheviejas". Pero no se vayan, tengo un regalito para el día 1 de enero en forma de capítulo especial.
Gracias por leer, por comentar y por acompañar a estos dos omegas en su viaje a través de los años y las ciudades.
¡Disfruten de la Nochevieja!
¡Nos vemos en el infierno!
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