De cómo una copa llevó a una cena
Después de la copa y sin proponérmelo, vino la cena. Nos reíamos a carcajadas. Teníamos el mismo sentido del humor. Y mi corazón latía con desenfreno. Mis dedos díscolos buscaban a cada rato tu mano o tu brazo. Con cada roce un torrente eléctrico nos recorría, al menos a mí. Y tú, lejos de retirarte, no dejabas de sonreírme. Y esos ojazos no se apartaban de mí.
Ya llevábamos un rato cenando cuando observé que llevabas aparato dental y eso me pareció de lo más sexy al instante. Aunque caí en la cuenta que debías ser mucho más joven que yo y cuando te pregunté qué edad tenías, me sorprendió gratamente saber que solo te llevaba cinco años.
Terminó la cena y yo seguía sin ningunas ganas de separarme de ti. Te propuse ir a dar una vuelta y volviste a aceptar. Empezamos a andar sin rumbo, charlando, riendo....
Pero hacía frío, noté que tiritabas y aunque no quería dejarte, te propuse llevarte a casa en mi coche, que no estaba lejos. Subimos al vehículo y puse música, siempre llevo varios CDs en el coche pero no me molesté en cambiarlo, encendí el equipo y el azar hizo que empezara a sonar Mujer contra Mujer de Mecano.
El aire abandonó mi cuerpo, el tiempo se volvió a detener y me sonrojé (sí, eso que es tan impropio en mí). Pero tú saliste airosa:
—¡Me encanta! Es una de mis canciones favoritas.
Respiré de nuevo y para disimular te pregunté en que calle te dejaba; me diste tu dirección. No era lejos, así que el trayecto se hizo corto. Demasiado corto.
Paré frente a tu portal, no había mucho tráfico a esas horas y nos empezamos a despedir.
No sé qué me pasó, fue otro impulso, pero antes de que salieras de mi coche agarré tu brazo con fuerza y te acerqué a mí. Sabía que me podía ganar una bofetada y que no volver a ver jamás, pero no me pude reprimir y te besé.
Tus labios estaban fríos, pero eran muy dulces y suaves. Era invierno pero se hizo primavera en ese instante. Y cuando de pronto tus manos se acercaron a mi cara y aprisionaste mis mejillas sentí una alegría inmensa. Mi beso se intensificó. Se volvió urgente y más apasionado.
Cuando nos separamos estábamos sin aliento y algo descolocadas. Te sentí tímida, pero yo ya estaba de viaje espacial y no podía frenar.
Quería repetir. Te toqué la mejilla, me acerqué a ti y te volví a besar. Y tú volviste a responder. Este beso fue lento y tranquilo, sin urgencias. Me besabas con infinita dulzura, hasta que te separaste de mí y yo volví a la tierra como si llevase plomo en los zapatos.
—Ehm... yo... yo... —balbuceaste.
—Lo siento. No quería molestarte —quería sacarte del apuro, estabas muy cortada. Aunque yo no estaba arrepentida en absoluto.
—No. No me has molestado, a mí también me apetecía —resolviste.
—Eres preciosa.... —susurré. Tus palabras me habían animado.
—Gracias, tú también eres muy guapa —rezaste en un susurro.
—Bobadas —me reí. Tenía que rebajar esa tensión—. ¿Quieres irte ya a tu casa?
Dudaste dos segundos.
—No, en realidad, no.
—¿Quieres ir a otro bar? —Me moría de ganas de invitarte a mi casa, pero tampoco he sido nunca una loba y no quería ponerte más nerviosa. Algo me ocultabas, pero no sabía leerlo.
—No... tampoco —contestaste esta vez sin vacilar.
Me dejabas sin demasiadas opciones...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro